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01. 𝐭𝐡𝐞 𝐟𝐢𝐫𝐬𝐭 𝐦𝐨𝐨𝐧

01. la primera luna
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—Año 113 d.C.

Eran los primeros días del nuevo año, una tarde alborotada en la Fortaleza Roja. La Reina Alicent Hightower se encontraba en pleno labor de parto desde hacía unas cuantas horas.

En la habitación de al lado estaban los tres hijos mayores junto a su padre, el Rey Viserys, la princesa Rhaenyra —obligada por el mismo— y las nanas que cuidaban de los pequeños príncipes.

—Aemond, no golpes a tu hermano. —ordenó el rey. Se encontraba sentando plácidamente junto a su primogénito, con su atención intercalada entre sus hijos y la recámara del al lado.

Los niños son unas molestia. —afirmó en voz baja la princesa, tratando de no ser oída por su padre, algo que fue inevitable

—Algún día tendrás uno Rhaenyra, y entenderás todo. —dijo mirando a su hija, que sostenía su cara de desagrado. Por un momento todo se quedó en silencio hasta que interrumpió la Mano.

—Su majestad. —dijo Otto al entrar a la habitación. —La reina a dado a luz a una niña. —todos se levantaron, el rey se dirigió a la salida para ir con su esposa seguido del padre de esta, mientras que Rhaenyra se quedó con sus medios hermanos.

Al entrar, la reina consorte sostenía en brazos a su bebé, tenía el cabello plata y la piel más blanca que había visto. Alicent le dedicó una sonrisa ante de dársela a su esposo, cuidando de no lastimar a la niña.

—Es hermosa. Igual a su madre. —dijo Otto, observando a la recién nacida al quedarse a un lado de su majestad. —

—Su nombre será Visenya, un digno nombre de una Targaryen. —los dos Hightower sonrieron a las palabras del rey. En ese momento la niña abrió los ojos, unos ojos lilas que brillaban con la poca luz que entraba al cuarto, sus rasgos valyrios eran evidentes



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Los príncipes Aegon, Helaena y Aemond rodeaban la cuna de su nueva hermana. Todos admiraban a la pequeña que dormía tranquilamente mientras la reina la acunaba

—¿Crees que escogí un buen huevo madre? —preguntó el mayor de los tres con ternura. Aegon había estado muy nervioso desde que conoció a su hermanita, temía tanto en hacerle algo a Visenya con sus pequeñas manos de un niño de seis años.

—Claro que si, mi pequeño. Tú hermana te lo agradecerá demasiado. —respondió la reina, acariciando el revoltoso cabello de su primogénito.

Alicent miró a sus otros dos hijos, tan pequeños e inofensivos como unos cachorros. De cierto modo, quiso pensar que ellos serían como Gwayne y ella, y se apoyarían a toda costa. Pero aún tenía miedo, y no de ella o de lo que sus hijos perdían ser, sino de lo que podría pasar en los años venideros. Lo último que deseaba era que su familia estuviera separada. Ellos eran sus hijos y los criaría a su manera.

—Quiero que se traten con cariño y respeto. Ustedes comparten sangre y eso es una lealtad que nunca nadie podrá quebrantar. —murmuró, mirando con sus ojos melancólicos a sus vástagos.

Helaena y Aemond asintieron sin entender mucho de lo que hablaba su madre, mientras que Aegon se quedó tocando su brazo. Alicent, suspiró y terminó por abrazar a sus tres pequeños, besando sus frentes. Lo que más le importaba estaba en esa habitación y sentía tanto miedo de perderlos que no quería soltarlos. Si no fuera por un pujido de Aegon, pudo quedarse el resto del día junto a sus niños.

Mami... —susurró Aegon, moviendo su cabeza para zafarse de los amorosos brazos de su madre.

Alicent los soltó y les sonrió con una media sonrisa en su rostro. Quería tanto grabar ese momento en sus recuerdos y no salir de ahí hasta el siguiente invierno.

No tardo mucho en que se interrumpiera el momento familiar. Otto Hightower entró al cuarto de su hija con una cara seria y su porte elegante. Helaena notó rápidamente a su abuelo y se alejó de sus hermanos para ir hacia él. En cuanto corrió, Otto la cargó en sus brazos, dándole un beso en su mejilla a lo que ella hizo lo mismo.

—¿Cómo se encuentran mis nietos? —el mayor se acercó hasta la cuna de la princesa y acarició su cabeza al igual que las de sus otros dos nietos. Para nadie era secreto que, para lord Mano, su debilidad iba a ser por siempre su nieta, la princesa Helaena. Y con la llegada de Visenya, tal vez por fin alguien podría terminar por debilitar el duro corazón del hombre.

—Ellos están bien. Están muy contentos con Visenya. —dijo la reina, haciendo a un lado a Aemond, alejándolo de la cuna. —. ¿Necesitas algo padre? —preguntó dudosa, mirando a su padre quien seguía abrazando a su hija.

—Arréglate, cenaremos con el rey para festejar el nacimiento de mi nieta. —ordenó, sin despegarle la mirada a Helaena. Alicent lo miró detenidamente, dudosa de lo que podría suceder. —Yo estaré con mis nietos hasta que termines.

—Pensé que tendría una noche sola con mis.. —fue interrumpida por la mirada de Otto que no esperaba un no como respuesta. —Claro. Estaré lista a tiempo, padre.

Otto tomó la mano de Aegon y él tomó la de Aemond, para irse a la Torre de la Mano. La Reina Alicent se quedó solo con sus criadas, más que listas para alistarla.

—¿Mamá se molestó? —preguntó la pequeña Helaena, mirando hacia la puerta tras de ella.

—No tienes porque preocuparte, pequeña. Su madre está bien. —afirmó Otto, sonando más confiando que nunca. Sin embargo, Aegon lo vio molesto con sus pequeños ojos violetas.



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Llegó la noche y como se tenía planeado, la familia real estaba sentada en el comedor para la hora de la cena. En el centro se encontraba el Rey Viserys, a su derecha su esposa y a su izquierda su primogénita, y enfrente de la reina estaba sir Otto.

Todo estaba muy silencioso, pues el ambiente no era muy cómodo a excepción de su majestad, que parecía regocijarse de felicidad por el nacimiento de su hija.

—Quiero brindar por Visenya, mi nueva princesa. Se nos dará mucha felicidad en los años por venir.

Todos sonrieron y levantaron sus copas, menos la reina que solo asintió con una sonrisa que no llegaba a formarse del todo. Era inevitable ver el cansancio en sus ojos y como sus dedos estaban ligeramente rojos. Aunque eso no le impidió al rey continuar con sus palabras.

—También brindo por la reina. —Viserys volteó a ver a su esposa, tomando su mando por debajo de la mesa. —Gracias por darme tan bellos príncipes.

Alicent pasó saliva y suspiró seguido de las palabras de su marido. Pudo sentir los dedos ásperos de Viserys tomándole la mano, y no pudo hacer más que asentir en repetidas ocasiones. Sentía como si tuviera una mano enredada en su cuello impidiéndole hablar.

El resto de la cena transcurrió en silencio. La mayoría disfruto de los alimentos y fue de lo único que trataron las pequeñas e incómodas conversaciones. Finalmente, Alicent se limpió las mejillas y se levantó cuidadosamente de su asiento.

—Fue una muy agradable velada, pero debo retirarme. —afirmó, alejándose de la mesa rápidamente. —Mis hijos requieren de mi atención para conciliar el sueño. —la mujer se dirigió a la salida de la sala, sin voltear a ver a ninguno de los presentes. —Buenas noches.

Al salir, fue directo a sus aposentos privados. Estaba añorando volver a su cómoda cama y cerrar los ojos por unas horas.

—¿Fuiste a ver a los príncipes? —le preguntó a la criada que la seguía por detrás.

—Todos están profundamente dormidos, mi reina. —contestó la muchacha, pero no se detuvo. —Pero el príncipe Aegon estaba algo inquieto por dejar sola a la princesa Visenya y no quería que Mila la tocara.

Alicent se detuvo, imaginando la tierna escena que Aegon habría formado en su ausencia. A su corta edad era tan protector con sus hermanitos que era difícil imaginar que eso no hubiera sucedido.

Siempre los protege como si fueran a romperse... —murmuró para sí misma al continuar el paso. Y tras algunos minutos, ya estaba a fuera de su recámara.

—Buenas noches, mi reina. —se despidió la criada, bajando el rostro frente a la reina.

—Igual a ti. —se despido de igual forma y entró a su habitación, cerrando la puerta rápidamente para cambiarse y ver a su bebé.

La princesa dormía tranquilamente en su cuna frente a la cama de Alicent. Ella se acercó para ver a Visenya y no pudo no notar la inocencia y dulzura que emanaba su pequeña, la misma que se le fue arrebata hace bastantes años. Por su mente solo pasaba lo que le podrían hacer sin su protección. Ella sabía lo cruel que era el mundo y que no podía evitar todo lo malo que le llegara a sus niños. Creía que ninguno de sus hijos le pertenecía, eran hijos del reino pero no de su madre, a excepción de sus pequeñas, ellas eran su todo y a la vez su nada.

La Hightower no puedo evitar soltar lágrimas de sus orbes que cayeron enseguida al rostro de la bebé. Nunca quiso nada de lo que se le fue otorgado, prefería sin pensarlo no aceptar la idea de su padre y poder haber vivido feliz, lejos de la corte y los dramas en los que estaba implicada. Tal vez en otra vida, hubiera seguido a su amiga a los confines de la tierra. Pero ahora solo podía pensar en aquellos recuerdos.

Limpio sus lágrimas y tomó a Visenya entre sus brazos, caminó hasta su cama y puso a su bebé a su lado, abrazándola con fuerza, como si temiera que la alejaran de su lado, sin antes darle un pequeño beso en su frente.

Tu no serás una moneda de cambio como lo fue tu madre, amor mío.. Serás todo lo opuesto a mí y a tu familia. Vivirás y serás feliz sin importar nada.. —al terminar de hablar, la reina cerró sus ojos y dejó que el pesar de la noche cayera sobre ella.



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La princesa heredera caminaba junto a su majestad en dirección a sus aposentos privados. Nada en su semblante mostraba la supuesta tranquilidad con la que tanto hablaba frente a su madrastra y el padre de esta. Viserys no pasaba por alto aquel comportamiento de Rhaenyra, era demasiado evidente ante sus ojos la molestia que ella irradiaba.

Luego de que ambos entraran en la habitación, el rey sacó de la sala a los Guardias Reales. Rhaenyra, ansiosa, intentó escabullirse con los capas blancas, pero ya tenía a su padre interceptando su huida.

—¿Tienes unos minutos para tu padre? —preguntó Viserys con una sutileza de picardía en su mirada. Rhaenyra, sin más que hacer, asintió y lo siguió hasta el sofá frente a la hoguera. —. ¿Qué tal van los preparativos para la boda?

—Igual que ayer, padre. —contestó la princesa, sin invisiblizar su ligero desagrado ante la pregunta.

Viserys suspiró, apoyando los codos sobre sus rodillas mientras observaba a su hija.

—Hija, no me tomes por un tonto. Sé que algo te molesta..

—Molesta, ¿yo? —Rhaenyra alzó las cejas, cruzando los brazos frente a su pecho. —. ¿Por qué estaría molesta?

El rey la miró fijamente durante un largo tiempo, esperando que ella misma le compartiera lo que sentía y él no tuviera que afrontarla. Era claro que pelear con Rhaenyra era como gritarle a una pared.

—Es por el nombre, ¿cierto?

Rhaenyra lo miró con una mezcla de incredulidad y desdén, su expresión endureciéndose al escuchar esas palabras.

—¿El nombre? —repitió con un tono ácido, dejando caer los brazos mientras se levantaba y daba un paso hacia él. —. Claro, padre. Hablemos del nombre. El nombre que tú y esa mujer le han dado a tu nueva hija. Tu adorada Visenya.

Viserys mantuvo la mirada, aunque sus hombros parecían hundirse bajo el peso del reproche. No podía decir que no lo había anticipado.

—No lo hice para herirte, Rhaenyra. —comenzó, intentando que su voz sonara conciliadora. —Decidí ese nombre porque... pensé que te haría sentir más cercana a ella, a ellos. Son tus hermanos, después de todo.

Rhaenyra soltó una risa amarga, girándose para caminar hacia la ventana. El fuego de la chimenea iluminaba su perfil, realzando la intensidad de sus emociones.

—¿Cercana? —dijo, con la voz teñida de ironía. —. ¿Crees que apropiarte de algo que me pertenece me hará sentir más cercana a ellos? Padre, te lo dije... Si tenía una hija, quería llamarla Visenya. Ese nombre era mío, una elección que hice desde niña, porque significaba algo para mí.

No puedes ponerte así por un nombre.. —interrumpió Viserys, levantándose lentamente del sofá. —No hay razón para que te enfurezcas con ella o con Alicent por ello. Entiende.. que esto tal vez sea bueno para ti y así podrás compartir ese sentimiento por ella.

Rhaenyra giró para enfrentarlo, sus ojos ardiendo con una furia contenida.

—No entiendes nada, ¿verdad? —le espetó, dando un paso hacia él. —. Este no es solo por su nombre. Es otra prueba de lo poco que te importa lo que siento o lo que pienso.

—Eso no es cierto... —replicó Viserys, su voz endureciéndose ligeramente. Pero antes de que pudiera continuar, ella alzó una mano para detenerlo.

—No, no me digas que no lo es. Porque lo siento cada día, padre. Siento cómo te alejas más y más de mí, cómo cada decisión que tomas me recuerda que ya no soy tu prioridad... Alicent lo es. Sus hijos lo son.

Viserys guardó silencio, las palabras de su hija golpeándolo como un martillo. Finalmente, bajó la mirada, frotándose las sienes con una mano como si intentara calmar una migraña.

No hice esto para herirte, hija. —su voz era más baja ahora, casi un susurro. —Tome una decisión pensando en ti... Porque no quiero que esta familia se destruya por el rencor.

—La destrucción no viene de mí, padre. —respondió Rhaenyra, dando un paso hacia la puerta, su voz más fría ahora. —Pero no puedo evitar sentir que tú mismo la estás alimentando.

Con esas palabras, la princesa salió de la habitación, dejando a Viserys solo frente al fuego, con el peso de sus errores grabado en su rostro.



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En TikTok estaré publicando videos con adelantos de los capítulos por si gustan ir a seguirme: jocswan.

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