೫III. En el bosque de las luciérnagas.
Al regresar a casa, Jungkook no podía sacarse de la cabeza lo sucedido aquella tarde. Comprendía perfectamente la preocupación de Jimin, ya que él mismo cargaba con esa inquietud, algo que lo acompañaba como una sombra constante. Sin embargo, mientras repasaba los detalles en su mente, se dio cuenta de que había pasado por alto algo importante en el momento. Algo que, ahora que lo pensaba con calma, despertaba en él una curiosidad creciente. Jimin no solo había mencionado el temor de que Jungkook pudiera hacerlo desaparecer con un simple toque, sino que había insinuado que su preocupación iba mucho más allá de eso. ¿A qué se refería exactamente?
—Kook, ¿está todo bien?
—Oh, hola, abuelo. Sí, no te preocupes. Solo estaba pensando en algunas cosas.
Su abuelo lo miró con una mezcla de curiosidad y ternura, manteniendo un silencio que empezó a pesar en el ambiente. La intensidad de aquella mirada hizo que Jungkook frunciera el ceño, ligeramente desconcertado.
—¿Pasa algo? —preguntó, inclinando la cabeza hacia un lado.
—Has cambiado... —murmuró el mayor, sin desviar su mirada cariñosa de él.
—¿Qué quieres decir?
—Cuando llegaste, eras un chico que no sabía cómo expresar lo que sentía. Siempre tan serio, como si llevaras una coraza imposible de atravesar. Y ahora... ahora me cuesta creer que, en tan pocos meses, te sientas como alguien completamente distinto.
Jungkook parpadeó, sorprendido. No esperaba que su abuelo le dijera algo así. Por un momento, se quedó en silencio, buscando las palabras adecuadas. Pero en el fondo sabía la verdad. Si había alguien responsable de esos cambios, solo podía pensar en cierto fantasma que, de alguna forma, había logrado desatar todas las emociones que antes había reprimido.
—Bueno, supongo que tenías razón... este lugar te cambia —murmuró Jungkook, esbozando una ligera sonrisa que apenas podía contener.
—¿Ah, sí? —respondió su abuelo, alzando una ceja con curiosidad. Su tono, tranquilo pero inquisitivo, escondía una astucia característica—. ¿Y estás seguro de que es el lugar... o tal vez alguien?
El comentario lo tomó por sorpresa. De inmediato, sintió cómo el calor subía a su rostro, tiñendo sus mejillas de un rojo que no pudo controlar. No entendía del todo por qué estaba reaccionando así, pero el hecho de que su abuelo hubiera dado en el clavo lo puso nervioso. Aun así, esa calidez que le llenaba el pecho, esa felicidad que no podía ocultar, lo impulsó a hablar.
—Conocí a un chico —confesó sin rodeos, sus palabras resonando en el aire con una mezcla de nerviosismo y emoción.
Su abuelo lo observó con una sonrisa suave, como si ya lo hubiera sabido antes de que Jungkook lo dijera en voz alta.
—Un chico, ¿eh? —dijo al fin, alargando las palabras como si estuviera saboreándolas—. ¿Y qué tiene de especial para que mi nieto venga con esa sonrisa tonta que no puede esconder?
Jungkook rio entre dientes, rascándose la nuca con una mezcla de timidez y entusiasmo.
—No sé... Es diferente —comenzó, buscando las palabras adecuadas—. Es como si... no tuviera que esforzarme en ser alguien más cuando estoy con él. Me siento cómodo, como si pudiera ser yo mismo sin miedo a que me juzgue.
Su abuelo lo observó con una mezcla de curiosidad y ternura, asintiendo lentamente, sin apartar la mirada de él.
—¿Y quién es este chico tan espectacular? —preguntó con una sonrisa juguetona.
Jungkook tragó saliva, sorprendido por la pregunta. Se quedó en silencio un momento, sin saber cómo explicarle a su abuelo lo que realmente ocurría. ¿Cómo le contaría que ese chico tan especial no era alguien común, sino alguien envuelto en un misterio que apenas empezaba a entender? La verdad sobre Taehyung aún parecía demasiado difícil de compartir, y mucho más difícil de creer.
—Oh, eso... —murmuró, buscando tiempo—. Es un secreto, pero te hablaré de él cuando esté listo. Prometo que te contaré todo.
El mayor abrió los ojos, sorprendido por la respuesta, pero lo miraba con una ternura llena de comprensión. No necesitaba forzar a Jungkook a hablar, sabía que cuando el momento llegara, su nieto le confiaría ese secreto.
—Está bien, Kookie —respondió con una sonrisa suave, acariciando su brazo con afecto. Luego, casi en un susurro distraído, añadió—: Aunque Yoongi estará triste...
Jungkook parpadeó, confundido por el comentario.
—¿Qué dijiste? —preguntó, inclinándose ligeramente hacia su abuelo.
—Oh, nada, cariño —respondió el mayor rápidamente, su tono lleno de dulzura y una pizca de misterio—. ¿Asistirás con él al festival mañana?
Jungkook pensó cuidadosamente en su respuesta. En teoría, sí asistiría al festival con él, aunque no precisamente al que su abuelo tenía en mente. Pero no veía la necesidad de entrar en detalles, al menos no por ahora, así que simplemente asintió con una pequeña sonrisa.
—Sí, iré con él —dijo, dejando la ambigüedad en el aire. Luego, queriendo desviar la atención añadió—: ¿Y tú, abuelo? ¿Piensas asistir?
Su abuelo negó con la cabeza, sonriendo con esa serenidad que siempre lo caracterizaba.
—No, hijo. Me he acostumbrado tanto al silencio que esos eventos tan ruidosos ya no son lo mío —admitió, con una calma que hacía evidente lo bien que estaba con su decisión—. Además, desde aquí puedo ver los fuegos artificiales perfectamente. No necesito más que eso para disfrutar la noche.
Jungkook lo miró por un momento, reflexionando sobre lo mucho que admiraba esa paz que su abuelo irradiaba. Había algo casi envidiable en la manera en que encontraba alegría en las cosas simples, sin necesidad de buscar más.
—Está bien, trataré de volver temprano para hacerte compañía —respondió Jungkook, una sonrisa tímida asomándose en sus labios mientras miraba a su abuelo.
El mayor, sin embargo, sacudió la cabeza con suavidad, sus ojos llenos de comprensión y un toque de cariño.
—No es necesario, Kookie —dijo con suavidad—. Disfruta tu noche con ese chico, aprovecha el momento. Ya me contarás cómo te fue cuando regreses.
Jungkook se quedó en silencio un momento, algo conmovido por la actitud de su abuelo, siempre tan generoso y dispuesto a darle espacio para vivir sus propios momentos.
—Si necesitas que vaya por ti, me llamas y sin problema iré, ¿de acuerdo? —añadió, con una sonrisa cómplice y un tono tan natural que hizo que Jungkook se relajara aún más.
—Está bien, lo haré.
Al día siguiente, Jungkook despertó con una emoción desbordante. Aquel día no tenía deberes, pues la tradición dictaba que era necesario descansar para atraer la prosperidad en las futuras cosechas. Aunque podría haberse permitido dormir hasta más tarde, su rutina bien arraigada y el entusiasmo que lo invadía hicieron imposible que permaneciera en la cama por más tiempo.
Al bajar, encontró la casa sumida en una tranquilidad particular, con el suave aroma del desayuno recién hecho llenando el aire. Compartió la mesa únicamente con su abuelo, quien, como era habitual, aprovechó la ocasión para deleitarlo con sus historias cargadas de nostalgia. Sin embargo, Jungkook no pudo evitar notar la ausencia de Yoongi, quien tenía la costumbre de visitarlos cada mañana sin excepción.
Extrañado, preguntó por él, y su abuelo le explicó que Yoongi sí había pasado por la casa más temprano, pero, tras una breve charla con él, decidió regresar a la suya. El anciano no dio más detalles, y aunque la curiosidad brilló en los ojos de Jungkook, prefirió no insistir. Había algo en la actitud de su abuelo que lo disuadió de indagar, optando en su lugar por centrarse en disfrutar del apacible momento junto a él.
El día transcurrió más veloz de lo que Jungkook había anticipado, y cuando se dio cuenta, el sol ya comenzaba a hundirse en el horizonte, bañando el cielo con suaves tonos rosados y naranjas. El espectáculo natural parecía reflejar el torbellino de emociones que vibraba en su interior, intensificando la sensación de expectativa que lo impulsaba a prepararse con especial esmero esa tarde. Había un motivo claro detrás de ese cuidado extra: sorprender a cierto peliplateado que últimamente no podía sacarse de la cabeza.
En los últimos días, Jungkook había comenzado a notar con claridad lo mucho que disfrutaba ver el brillo en los ojos grises de Taehyung cuando lo miraban. Ese destello de alegría que parecía surgir solo para él lo llenaba de una calidez indescriptible, algo que, aunque le costaba poner en palabras, no podía ignorar. Jungkook no era el más hábil interpretando emociones, pero incluso él sabía lo que ese sentimiento que lo invadía cada vez que pensaba en Taehyung significaba.
Claro que había obstáculos —muchos, de hecho—, que hacían la situación más compleja de lo que quisiera admitir. Pero en ese momento, mientras la luz dorada del atardecer suavizaba el paisaje a su alrededor, Jungkook optó por centrarse en lo que realmente importaba: el simple hecho de poder estar junto a Taehyung. Poco importaban los desafíos o las preguntas sin respuesta, siempre y cuando pudiera disfrutar de esos pequeños instantes compartidos, donde la vida, por más breve que fuera, parecía algo más que soportable; parecía hermosa.
—Abuelo, ¿cómo supiste que la abuela era la persona indicada? —preguntó Jungkook, deteniéndose un instante justo cuando estaba a punto de despedirse para dirigirse al festival.
La pregunta tomó por sorpresa al mayor, quien alzó una ceja antes de que una amplia sonrisa iluminara su rostro.
—Vaya, no esperaba esa pregunta, muchacho —respondió con un tono cálido mientras se acomodaba las mangas de su chaqueta. Sus ojos, cargados de años de historias, se perdieron brevemente en el vacío, como si estuviera buscando en los recuerdos la respuesta más sincera.
El silencio se alargó lo suficiente para que Jungkook creyera que tal vez no debería haber preguntado, pero justo cuando estaba por disculparse, el anciano comenzó a hablar.
—No fue algo inmediato, ¿sabes? Más bien, fue como una certeza que creció con el tiempo. No había nada grandioso ni espectacular en ese momento exacto, pero cada vez que estaba con ella, sentía una paz que no podía encontrar en ningún otro lugar. No se trataba solo de su belleza o de cómo sonreía, aunque eso, debo admitir, fue lo primero que noté. Fue la manera en que hacía que todo a mi alrededor pareciera menos complicado.
Jungkook frunció ligeramente el ceño, asimilando esas palabras.
—Entonces, ¿fue algo que descubriste después? ¿No lo supiste de inmediato? —preguntó, con más interés del que esperaba.
Seokjin soltó una leve risa, sacudiendo la cabeza.
—No, no al principio. Pero con el tiempo, todo lo que hacía y decía me confirmaba que no quería un futuro donde ella no estuviera. Era como... —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—, como si las piezas de un rompecabezas que no sabía que estaba armando empezaran a encajar de repente. Y entonces lo supe.
Jungkook bajó la mirada, procesando lo que acababa de escuchar.
—¿Crees que siempre es así? —preguntó, sin levantar los ojos, casi hablando más consigo mismo que con su abuelo.
—Cada historia es diferente, muchacho. Pero hay algo que todas tienen en común: cuando es la persona indicada, lo sientes. Quizá no de inmediato, quizá con el tiempo, pero lo sientes. Y no hay nada que lo haga más claro que eso.
El joven asintió lentamente, como si esas palabras hubieran tocado algo profundo dentro de él.
—Gracias, abuelo. Creo que necesitaba escuchar eso —dijo finalmente, sonriendo con ternura para despedirse.
Todo el trayecto hacia el santuario, Jungkook mantuvo la mirada perdida en el sendero frente a él, pero su mente estaba lejos, atrapada en las palabras de su abuelo y en el torbellino de emociones que resonaban en su pecho. Había pasado tanto tiempo intentando racionalizar lo que sentía, buscando un argumento lógico que le explicara por qué su corazón latía más rápido cuando pensaba en Taehyung. Sin embargo, cuanto más intentaba analizarlo, más claro se volvía: estaba enamorado.
Tal como su abuelo había dicho, no había una fórmula o un razonamiento que lo confirmara. Solo una certeza inquebrantable que nacía desde lo más profundo de su ser. Al principio, Jungkook pensaba que su apego hacia Taehyung era resultado de haber encontrado, al fin, alguien con quien compartir su tiempo. Después de todo, llevaba tanto tiempo solo que la compañía de cualquier persona habría sido suficiente para llenar ese vacío. Pero con el tiempo, ese argumento dejó de sostenerse.
Era mucho más que simple compañía. La emoción que recorría su cuerpo cada vez que sabía que iba a verlo, la forma en que su día adquiría una calidez inexplicable con solo escuchar su voz, o la tristeza profunda que lo envolvía cuando de él se despedía... nada de eso era normal.
Más importante aún, estar cerca de Taehyung le había permitido descubrirse a sí mismo. Gracias a él, Jungkook había comenzado a cuestionar sus miedos, a enfrentarlos y, en el proceso, a convertirse en una versión de sí mismo que ni siquiera sabía que existía. Y lo más increíble de todo era que Taehyung no había tenido que hacer nada grandioso para lograrlo. No hubo promesas elaboradas ni gestos exagerados. Bastaban su sonrisa, esa sonrisa que parecía iluminar incluso los días más oscuros, y los toques delicados de la rama que siempre llevaba consigo, negándose a no tener contacto aunque fuera de esa manera.
Jungkook sabía que su situación era complicada, casi imposible. No solo porque Taehyung era un fantasma —un detalle que, de por sí, lo cambiaba todo—, sino porque eso significaba que nunca podrían tocarse realmente, por más que lo deseara con todo su ser. Y sí, lo deseaba. Cada vez que los ojos grises de Taehyung lo miraban con dulzura, el anhelo de sentirlo de verdad se hacía más intenso.
Pero incluso con todas esas limitaciones, Jungkook no podía imaginar su vida sin él. El simple hecho de estar a su lado, de compartir pequeños momentos y sentir la presencia reconfortante de Taehyung, era suficiente. No necesitaba más.
Llegó al santuario justo cuando el cielo empezaba a llenarse de los últimos colores del atardecer. Las sombras de los árboles se movían suavemente con el viento, y el lugar tenía esa calma que siempre hacía que Jungkook sintiera que estaba entrando en un espacio fuera del tiempo. Caminó hacia el sendero de los arcos y los cruzó, sintiendo cómo su nerviosismo aumentaba con cada paso. Esta vez no tuvo que buscar ni esperar. Taehyung ya estaba allí.
Ahora que Jungkook había logrado interpretar sus propios sentimientos, una claridad inesperada lo envolvió. Sintió que el fantasma ante él parecía brillar con una intensidad mucho mayor que antes, incluso con la máscara que cubría su rostro. El brillo en su presencia parecía casi tangible, como si la esencia de lo que no podía expresar se manifestara de alguna forma. Un silencio pesado se instaló entre ellos, como si el momento estuviera suspendido en el aire, hasta que finalmente Taehyung levantó la máscara, revelando su rostro. La sonrisa que apareció en sus labios y el brillo que destellaba en sus ojos fueron suficientes para que Jungkook se sintiera completamente seguro de lo que había intuido. No necesitaba más pruebas; en ese instante, supo que estaba en lo correcto.
—Siempre pienso que no puedes ser más hermoso de lo que ya eres... —dijo Taehyung, su voz cargada de fascinación. Sus ojos no dejaban de mirar a Jungkook ni un solo segundo, como si temiera perderse de algún detalle sutil si siquiera se atreviera a pestañear—. Pero, de alguna manera, siempre logras sorprenderme.
Inmediatamente, el castaño sintió el calor subir a su rostro, y una sonrisa tímida, provocada por el bochorno, se dibujó en sus labios. Desde la primera vez que conoció a Taehyung, supo que era alguien que no temía ser directo al hablar, siempre diciendo lo que pensaba con una seguridad que intimidaba y fascinaba a partes iguales. Sin embargo, últimamente, esos comentarios habían adquirido un matiz diferente, uno que aceleraba los latidos de su corazón y lo sumía en una mezcla de emoción y nerviosismo difícil de disimular.
—Solo exageras —respondió Jungkook, desviando la mirada con fingida indiferencia, aunque el brillo en sus ojos y la ligera curvatura de sus labios delataban lo contento que estaba de que su esfuerzo en arreglarse no hubiera pasado desapercibido.
—Oh, ni siquiera he comenzado a exagerar. —Taehyung arqueó las cejas con un gesto descaradamente coqueto, logrando que el sonrojo de Jungkook se intensificara aún más—. Vamos, te indicaré el camino.
Jungkook asintió en silencio y comenzó a seguirlo, manteniendo la distancia física que siempre existía entre ambos. Aun así, no pudo evitar observarlo de reojo, fijándose en cada detalle visible desde esa distancia prudente. El cabello plateado de Taehyung brillaba con la luz tenue del entorno, y sin la máscara que antes cubría su rostro, cada expresión parecía aún más hipnotizante.
Aunque sabía que no podían acercarse más, esa barrera solo añadía un toque de anhelo a la admiración que sentía por él. Su mente se debatía entre la curiosidad y el deseo de comprender qué significaban aquellas miradas y palabras que Taehyung le dirigía últimamente, mientras su corazón se aferraba a cada pequeño gesto como si fuera un tesoro.
—Es ahí —indicó Taehyung con un gesto, haciendo que Jungkook saliera de su ensoñación y dirigiera la mirada al frente.
Cuando el fantasma le dijo que el festival no sería diferente a uno humano, Jungkook no imaginó que sería tan literal. Frente a él se extendía un escenario vibrante, lleno de vida y colores que parecían brillar bajo la luz de faroles suspendidos en largas cuerdas por encima de los caminos de tierra bien compactada. Los faroles proyectaban un resplandor cálido que iluminaba los rostros de la multitud que deambulaba entre los puestos. Las risas, las conversaciones animadas y los sonidos de instrumentos llenaban el aire, junto con una mezcla de aromas dulces, especiados y ahumados que hacían que el estómago de Jungkook rugiera en respuesta.
A simple vista, el festival parecía algo común, pero conforme avanzaba, los pequeños detalles comenzaban a traicionar su naturaleza sobrenatural. Tal y como Taehyung había mencionado, los fantasmas parecían disfrazados de humanos, y por un momento, Jungkook casi creyó que estaba rodeado por personas normales. Fue hasta que sus ojos captaron las diferencias: algunos tenían pupilas que brillaban con un fulgor sobrenatural, como si contuvieran estrellas. Otros mostraban rasgos animales que, por su naturalidad, no podían ser parte de un disfraz: orejas puntiagudas que giraban sutilmente, colas esponjosas que ondeaban al ritmo de sus pasos o pequeñas escamas iridiscentes que cubrían partes de su piel.
—¿Qué opinas? —preguntó Taehyung, con una ligera sonrisa en los labios, mientras lo observaba de reojo.
—Es impresionante —admitió Jungkook, incapaz de apartar la vista del espectáculo que lo rodeaba.
Al seguir caminando, Jungkook se percató de un juego que le llamó la atención. Una fila de niños fantasma intentaba atrapar pequeñas criaturas luminosas en el agua con redes delicadas. Las criaturas, parecidas a peces pero hechas de luz, se deslizaban con gracia, evadiendo los intentos de ser capturadas. A lo lejos, otro grupo se reunía frente a un enorme árbol cuyas hojas brillaban con un fulgor dorado, cayendo lentamente como si el tiempo para ellas transcurriera a otro ritmo.
El festival no solo parecía diseñado para celebrar, sino para deslumbrar. Cada elemento estaba lleno de magia: desde las voces etéreas que parecían mezclarse con las melodías hasta las risas que, de alguna manera, se sentían como ecos de recuerdos felices. Jungkook no sabía si debía sentirse maravillado o abrumado, pero había algo en el ambiente que le resultaba casi tranquilizador, como si ese lugar lo aceptara tal como era, a pesar de ser un forastero.
—Espera, amarra esto a tu muñeca —indicó Taehyung, extendiendo la punta de un pañuelo blanco hacia Jungkook. Lo observó por un instante antes de tomarlo, notando cómo Taehyung ya había atado el otro extremo a su propia muñeca con un nudo firme—. Así no te perderás.
Jungkook, sin decir palabra, asintió y comenzó a atarse el pañuelo a la muñeca, acatando la indicación del fantasma.
—Esto también es como tomarse de las manos —añadió Taehyung de repente, su voz suave pero cargada de una emoción que Jungkook no pudo descifrar del todo. La sonrisa del fantasma, amplia y radiante, pareció iluminar más que las luces del festival, provocando que el corazón de Jungkook latiera más rápido de lo que esperaba.
Por un segundo, todo a su alrededor —los sonidos del festival, las luces titilantes, las risas y el bullicio— pareció desvanecerse, dejando solo ese hilo invisible que ahora los unía. Aunque no podían tocarse, el simple gesto del pañuelo entrelazado entre sus muñecas le dio a Jungkook una sensación de cercanía inesperada.
—Es cierto —murmuró Jungkook, intentando disimular el leve rubor que comenzaba a colorear sus mejillas, mientras desviaba la mirada hacia el festival, aunque su atención permanecía fija en Taehyung y esa sonrisa que parecía hecha para desarmarlo.
Al inicio, a Jungkook le había parecido un concepto absurdo, casi infantil, que un simple puente entre ellos pudiera simbolizar algo tan significativo como el contacto de sus manos. No lograba entender cómo algo tan sencillo podía tener tanto peso para Taehyung, quien insistía en que, para él, ese puente contaba como una conexión verdadera. Sin embargo, ahora, comenzaba a entenderlo mejor. Había algo profundamente reconfortante en esa conexión. Era un recordatorio tangible de que, aunque Taehyung no podía tocarlo, estaba ahí, a su lado.
Continuaron recorriendo los caminos del festival, y Jungkook se sumergió por completo en cada detalle a su alrededor. Pasaron junto a un grupo de puestos que ofrecían todo tipo de delicias; unas parecían normales, como brochetas de carne y dulces envueltos en papel brillante, pero otras desafiaban la lógica. Había pasteles que flotaban suavemente sobre bandejas, esperando ser tomados, y bebidas servidas en frascos translúcidos que reflejaban imágenes de paisajes lejanos al agitarlos.
Taehyung, notando su curiosidad, lo condujo hasta un puesto donde un vendedor de cabello grisáceo ofrecía lo que parecía ser un helado. Sin embargo, al probarlo, Jungkook sintió que no era frío, sino que emitía una tibieza que le recordaba la luz del sol en invierno.
—¿Qué te parece? —preguntó Taehyung, observándolo con una sonrisa divertida.
—Es... extraño, pero increíble. ¿Cómo lo hacen? Pensé que los fantasmas no podían comer.
—Magia, por supuesto —respondió Taehyung con un tono relajado, como si fuera lo más natural del mundo—. Todo aquí tiene un toque de magia. Y no es que no podamos comer, es solo que no experimentamos el sabor de la comida de la misma manera. Es por eso que, en su lugar, lo reemplazamos con sensaciones. Como el calor de este helado, por ejemplo.
A medida que avanzaban, llegaron a un área donde la música dominaba el ambiente. Un grupo de fantasmas tocaba instrumentos que Jungkook jamás había visto: un arpa que emitía destellos cada vez que se pulsaba una cuerda, tambores que parecían resonar más en el pecho que en los oídos, y flautas cuyas melodías parecían entrelazarse con el viento.
—Es hipnótico —murmuró Jungkook, incapaz de apartar la vista del espectáculo.
—Lo es —asintió Taehyung, cruzando los brazos mientras su mirada estaba fija en el chico a su lado—. Ven conmigo, quiero mostrarte algo.
Jungkook siguió a Taehyung en silencio, dejándose guiar a través del festival hasta que, casi sin darse cuenta, llegaron al borde del evento. El aire se volvía más fresco y la multitud se desvanecía detrás de ellos. Frente a ellos se extendía un bosque sombrío, envuelto en una penumbra suave que, aunque no era completamente oscura, parecía esconder secretos entre las sombras de los árboles. A pesar de la oscuridad, Jungkook no se sintió incómodo. La seguridad con la que Taehyung avanzaba frente a él le otorgaba una extraña sensación de calma. Era la primera vez que caminaba en la penumbra, pero algo en la manera en que el fantasma se movía con tanta certeza le daba la confianza de que, no importaba lo que hubiera al frente, Taehyung conocía el camino.
Se adentraron aún más, y la atmósfera del festival se desvaneció gradualmente, reemplazada por el silencio profundo del bosque. La luz de las linternas y los colores vibrantes dejaron paso a la tranquilidad del entorno natural, donde solo se escuchaba el crujir de las hojas secas bajo los pies. El aire era fresco, impregnado con el aroma terroso de la vegetación que cubría el suelo.
De repente, Taehyung se detuvo, haciendo que Jungkook también se frenara. No estaba seguro de qué era lo que había visto, pero observó a Taehyung, quien miraba en silencio un punto en el horizonte. Al girarse, Jungkook descubrió que estaban frente a una pequeña laguna, rodeada de árboles que se alzaban altos y oscuros contra el cielo estrellado. La oscuridad era lo suficientemente espesa como para dificultar la visión, pero antes de que pudiera preguntar que hacían ahí, vio cómo Taehyung se agachaba frente a la orilla.
Con un movimiento suave de su mano sobre la hierba, Taehyung desató una serie de luces que comenzaron a brotar de la tierra. Un resplandor cálido y sutil iluminó el aire, y en un abrir y cerrar de ojos, un sinfín de luciérnagas se elevaron, rodeando el lugar con su resplandor dorado. Las pequeñas luces danzaban en el aire, creando una atmósfera mágica y tranquila, como si todo el entorno hubiera cobrado vida con una energía antigua.
Jungkook observó en silencio, fascinado por la belleza de la escena. La luz de las luciérnagas iluminaba suavemente la laguna, haciendo que el agua reflejara los destellos y creando una sensación de calma absoluta, como si el tiempo se hubiera detenido por completo.
—Es... impresionante —dijo Jungkook, casi en un susurro, mientras sus ojos seguían el movimiento de las luces.
Taehyung sonrió suavemente, mirando el paisaje que los rodeaba.
—Nunca te habías quedado hasta al anochecer, así que no había podido mostrártelo antes —dijo Taehyung, su voz suave y cargada de una calidez que parecía resonar con la atmósfera nocturna. Se quedó mirando la laguna con una expresión tranquila—. Este es uno de mis lugares favoritos.
Jungkook asintió, mirando la luz parpadeante a su alrededor. No podía dejar de sentirse fascinado por el lugar.
—Es hermoso —dijo, sin quitar la vista de las luces brillando en la oscuridad—. Nunca había visto algo como esto.
Taehyung sonrió levemente, como si las palabras de Jungkook fueran exactamente lo que esperaba oír. Era un tipo de sonrisa tranquila, que no pedía nada a cambio, pero que al mismo tiempo transmitía una calidez que hacía que el ambiente pareciera aún más sereno.
—Tú eres hermoso —murmuró de repente, haciendo que Jungkook parpadeara un par de veces, desconcertado, antes de girarse hacia él.
Se encontró con aquellos ojos grises, fijos en él, que parecían brillar con un resplandor propio bajo la luz de la luna. El silencio que los rodeaba se sentía tan reconfortante, tan íntimo, que Jungkook casi podía oír el latido de su propio corazón resonando en la quietud.
—Sé que quizás no sea lo más sensato de mi parte, pero conocerte ha sido, sin lugar a dudas, una de las mejores cosas que me han podido pasar. Yo... no sé lo que es estar vivo. No tengo esa experiencia, ni la certeza de lo que significa. Pero mientras estoy a tu lado, puedo asegurarte que se sentiría de esta manera. Es como si en tu presencia, todas esas preguntas sin respuesta se desvanecieran y solo quedara el ahora. Me había acostumbrado al ritmo de mi vida como fantasma, a la rutina de estar solo. Nunca pensé que fuese algo solitario, hasta que te conocí. Y entonces, todos los días, empecé a anhelar tu visita. Empecé a extrañarte cuando no estabas.
Hizo una pausa, como si estuviera buscando las palabras correctas, pero Jungkook ya sentía el peso de lo que estaba a punto de decir, como si el aire mismo se volviera más denso.
—Quizás no debería decirte esto, porque tienes un mundo entero de posibilidades allá afuera, lejos de este lugar. Tú tienes un futuro, un camino lleno de oportunidades, cosas que yo jamás podré alcanzar. Pero ya no puedo guardarlo para mí. Ya no puedo ignorarlo... Te amo, Jungkook.
La confesión dejó a Jungkook paralizado, como si su cuerpo se hubiera detenido por completo, atrapado en un instante en el que trataba de comprender si lo que acababa de escuchar era real. Se quedó ahí, quieto, intentando asimilar las palabras, como si necesitara asegurarse de que no era solo una ilusión creada por su propio corazón ansioso, una fantasía que había nacido de su anhelo. Sin embargo, la intensidad con la que Taehyung lo miraba lo desbordó por completo. Esa mirada, fija y profunda, hizo que su corazón latiera con una fuerza arrolladora, un ritmo frenético que parecía resonar en cada rincón de su pecho.
El descubrir sus propios sentimientos por el fantasma había sido una fuente de alegría inmensa, algo que nunca imaginó sentir, una gratitud por haber encontrado algo tan puro y tan inalcanzable. Pero el ser consciente de que esos sentimientos eran correspondidos, de que Taehyung sentía lo mismo, era un golpe de realidad que lo sacudió por completo, algo para lo que nunca se habría preparado, una sensación tan abrumadora que le costaba respirar.
Una sonrisa amplia apareció en el rostro de Jungkook, una sonrisa tan genuina que ni siquiera podía encontrar las palabras adecuadas para describir lo que sentía en ese instante. Todo lo que había guardado en su corazón, todas esas emociones reprimidas, parecía querer estallar en ese momento.
—Tae, yo... —comenzó a decir, ansioso por finalmente expresar todo lo que sentía por el fantasma. Pero antes de que pudiera articular más, Taehyung lo interrumpió con suavidad.
—No digas nada —susurró, su voz cargada de una ternura inquietante. La sonrisa que le dedicó era cálida, pero en ella había algo extraño, algo que Jungkook no logró identificar de inmediato, como si bajo esa expresión hubiera una tristeza profunda, casi tangible—. Sé que es egoísta de mi parte ser el único en decirlo, pero la razón por la que soy el único que habla es porque tú podrás seguir adelante. Tú tienes la oportunidad de continuar con tu vida, mientras que yo... yo me quedaré aquí, con esta confesión que me acompañará, sabiendo que tú no podrás regresar a mí. Porque debes seguir adelante, Kook... Debes dejarme atrás.
Las palabras de Taehyung llegaron a Jungkook como un golpe inesperado. La felicidad que había llenado su pecho segundos antes se desvaneció al instante, como si alguien hubiera apagado una luz brillante. Entendía la preocupación de Taehyung, pero algo dentro de él se rebelaba contra la idea de que el fantasma quisiera tomar decisiones por él. Toda su vida había sido una sucesión de decisiones impuestas por sus padres, expectativas que nunca había elegido. Lo último que quería era que Taehyung hiciera lo mismo, decidiera por él sin darle la oportunidad de elegir su propio camino. Aunque sabía que las circunstancias eran diferentes, no pudo evitar sentir un nudo de pesar en el pecho, una sensación amarga que lo invadió.
De repente, algo suave y frío fue colocado sobre su rostro: la máscara de Kitsune de Taehyung. Antes de que pudiera reaccionar o decir una palabra, el fantasma se inclinó hacia él y, con una delicadeza que lo dejó sin aliento, dejó un beso sobre el lugar donde debería estar su boca.
Jungkook jamás había besado a nadie, y aunque no sabía si esto podría considerarse un beso en todo su sentido, lo que sucedió en ese momento desbordó cualquier expectativa que pudiera haber tenido. La presión suave de la máscara contra sus labios, la sensación de algo tan cercano y a la vez tan distante, desató un torbellino de emociones en su interior. Fue un beso que lo confundió y lo llenó de una intensidad emocional que jamás creyó posible, un torbellino de sensaciones que lo dejó en silencio, con el corazón latiendo desbocado.
—Eres un tonto. —Fue lo único que Jungkook logró pronunciar, las palabras saliendo de su boca como un susurro entrecortado, mientras luchaba por contener el sollozo que amenazaba con romperle la garganta. Sabía que, independientemente de lo que Taehyung dijera, jamás podría dejarlo atrás como si nada. No podía. Era imposible. Sin embargo, algo en su interior, una sensación oscura y desconcertante, lo invadía. La inquietud que lo consumía era tan fuerte que casi lo paralizaba. Era como si, en ese momento, todo lo que estaba sucediendo tuviera la carga de una despedida definitiva.
La idea le heló el pecho, haciendo que su respiración se volviera más agitada, más difícil de controlar. Jungkook no quería admitirlo, pero sentía el peso de la despedida en el aire, como si estuviera ante una última oportunidad. Un miedo profundo, incontrolable, lo invadió. Temía que, después de hoy, cuando cruzara de nuevo ese último arco mañana, Taehyung ya no estuviera allí, esperándolo. Que todo esto fuera solo un adiós silencioso del que no habría vuelta atrás.
La sensación lo ahogaba, pero, por más que lo intentara, no podía quitarse de encima la certeza de que algo dentro de él se estaba rompiendo, que la despedida estaba ya escrita, aunque aún no se hubiera pronunciado.
—Vamos, deberías volver —dijo el fantasma con suavidad, tirando de Jungkook con delicadeza a través del pañuelo que ambos tenían atado en sus muñecas.
Jungkook no supo qué decir. Su mente estaba en un torbellino, lleno de pensamientos que chocaban entre sí. Solo permaneció en silencio, siguiéndolo sin pronunciar palabra. De alguna manera, agradecía que aún llevara puesta la máscara de Kitsune, pues esa barrera entre su rostro y el mundo exterior era la única forma en la que podía ocultar el torbellino de emociones que se reflejaban en su expresión. Sabía que, aunque Taehyung parecía haber tomado una decisión, él no se rendiría. No lo haría. Volvería una y otra vez, hasta que el fantasma finalmente aceptara verlo nuevamente.
Con cada paso que daban, el aire se volvía más denso, como si cada instante estuviera impregnado con la amenaza de una despedida. Cuando Jungkook divisó a lo lejos los arcos que lo conducirían de vuelta al santuario, una sensación de pesar lo invadió. Vio cómo Taehyung desataba el pañuelo de su muñeca, y se detuvo un momento.
Jungkook, sin embargo, no quería detenerse. Había un miedo profundo en su pecho, un miedo a lo que encontraría en la mirada de Taehyung, a lo que esa mirada podría revelar. Pero sabía que avanzar significaba dejar atrás no solo este lugar, sino también a este chico que no sabía si alguna vez podría volver a ver. Así que, a regañadientes, se detuvo y se dio la vuelta.
Se encontró con los ojos de Taehyung, y en esa mirada había tanto... tanto sin decir, pero tan palpable que Jungkook no fue capaz de interpretarlo por completo. Un silencio cargado de significado se extendió entre ellos, y antes de que alguno de los dos pudiera encontrar las palabras, el sonido de unas risas llegó desde el bosque. Eran jóvenes, o eso parecían, Jungkook no pudo evitar pensar que solo eran otros fantasmas que intentaban pretender que eran humanos.
Cuando pasaron a su lado, uno de ellos tropezó y estuvo a punto de caer. En un movimiento rápido, Taehyung extendió la mano y lo sostuvo, evitando que se lastimara.
—¡Muchas gracias! —gritó el chico, sonriendo, antes de seguir su camino.
Jungkook sonrió débilmente, observando a los chicos alejarse por el bosque, antes de volver a enfrentar a Taehyung. No obstante, su sonrisa desapareció de inmediato cuando se dio cuenta de la mirada fija de Taehyung sobre su mano, que, para su sorpresa, parecía desvanecerse lentamente, como si estuviera desintegrándose en pequeños fragmentos de luz.
—¿¡Era un humano!? —exclamó Jungkook, el terror invadiendo su pecho mientras sus ojos se abrían ampliamente. Su respiración se aceleró, la ansiedad apoderándose de él con una fuerza que casi lo ahoga.
A diferencia de Jungkook, que sentía el pánico apoderarse de él, Taehyung se mantuvo sereno. Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa, tranquila. Y con un gesto, sus brazos se abrieron hacia él, extendiéndolos con suavidad.
—Ven, Kook... finalmente puedo tocarte.
Jungkook estaba congelado, incapaz de procesar el torbellino de emociones que lo consumía. Su pecho dolía, su mente era un caos, pero su cuerpo reaccionó antes de que él pudiera encontrar una respuesta. Sus pies se movieron casi por instinto, llevándolo hacia él, mientras sus manos temblorosas arrancaban la máscara de su rostro. Y entonces, todo su mundo pareció detenerse. Por meses había imaginado ese momento, había soñado con lo imposible, con poder sentir su calor, con aferrarse a algo que siempre parecía inalcanzable. Ahora, por primera vez, esos brazos eran reales, sólidos, envolviéndolo como si siempre hubieran pertenecido ahí.
Se permitió cerrar los ojos y hundir el rostro en el cuello de Taehyung, aspirando su presencia. El aroma familiar y la calidez que tanto había anhelado lo inundaron, llenando los vacíos que habían dolido por tanto tiempo. Pero no fue suficiente. Lentamente, Jungkook se separó, con el corazón en un puño, para mirarlo a los ojos, para asegurarse de que realmente estaba allí.
La sonrisa de Taehyung era suave, como un rayo de sol después de una tormenta interminable. Y antes de que pudiera siquiera intentar encontrar las palabras para describir lo que sentía, los labios de Taehyung encontraron los suyos. Fue un beso que lo rompió y lo reconstruyó a la vez, un roce cargado de todo lo que nunca se dijeron, de amor, anhelo y despedida. Podía sentir cada emoción que Taehyung llevaba dentro, un torrente que lo inundó y lo dejó sin aliento.
—Te amo, Kookie.
La voz de Taehyung fue un susurro, apenas audible, pero suficiente para partirle el alma. Y entonces sucedió. Sin aviso, todo su peso se desvaneció. Jungkook dio un paso en falso, el vacío en sus brazos lo desequilibró, y cayó al suelo con un golpe seco.
—¡No, no, no! —gritó, su voz desgarrada y rota, mientras abrazaba con fuerza la máscara que aún sostenía.
Las lágrimas brotaron como un torrente incontenible, el llanto desgarrador de alguien que había encontrado el cielo solo para perderlo en un instante. Jungkook sollozó, hundiendo el rostro en sus manos que sujetaban con fuerza la máscara, mientras el eco de esas palabras, esas últimas palabras, se repetía en su mente como una cruel melodía. Ese "te amo" resonaba como una promesa rota, como un adiós que nunca quiso escuchar. Y ahí, solo, en el frío de la realidad, comprendió que su corazón jamás volvería a ser el mismo.
Ya no estaba.
Se había ido.
Taehyung, había desaparecido.
Los días que siguieron a ese fatídico instante pasaron como un río incontrolable, llevándose consigo cualquier rastro de alegría que Jungkook había logrado construir en los últimos meses. Todo lo que había sido luz y esperanza en su vida, todo lo que Taehyung le había dado sin siquiera saberlo, se desmoronó en un solo parpadeo, dejando un vacío insondable en su pecho.
Desde el momento en que conoció a Taehyung, había sido cuidadoso, casi obsesivo, con no cruzar la línea invisible que los separaba. Sabía que Taehyung no era como él, que no pertenecía al mismo mundo, y había comprendido la única regla inquebrantable de su existencia: no podía tocarlo. Cada día compartido era una prueba constante de su autocontrol, una lucha interna contra el anhelo que se hacía más fuerte con cada sonrisa, con cada mirada que compartían. Había soñado, tantas veces, con lo que sería sentirlo, confirmar que era real, pero se contuvo. Se convenció de que su anhelo podía esperar, de que cualquier sacrificio valía la pena si significaba que Taehyung se quedaría un poco más.
Jamás imaginó que no sería él quien rompería ese frágil vínculo.
El recuerdo lo perseguía sin tregua. Si cerraba los ojos, podía sentirlo otra vez: el calor de su piel, tan real, tan cercano, como si aún estuviera allí. El refugio de sus brazos, rodeándolo con un cariño que había llenado cada grieta en su corazón. Era un recuerdo tan nítido, tan vívido, que casi podía engañarse a sí mismo y creer que no estaba solo, que Taehyung aún estaba con él. Pero abrir los ojos era una cruel condena. La realidad le devolvía el vacío, el frío, la ausencia que se sentía como un golpe constante en el pecho.
Lo que más le dolía no era solo la pérdida, sino la ironía cruel del momento. Después de meses de cuidado, de contención, de privarse del único consuelo que deseaba, había tocado a Taehyung. Había sentido su piel, había compartido un abrazo, había probado sus labios. Y en lugar de acercarlo más, ese instante lo había arrancado de su vida para siempre.
Jungkook había perdido el rumbo. Cada día que pasaba era un recordatorio doloroso de lo que había tenido y lo que jamás podría recuperar. No podía encontrar una razón para seguir adelante; todo parecía inútil, vacío, como si el mundo hubiera perdido su color. Lo más cruel de todo era reconocer cuánto había cambiado en esos meses junto a Taehyung, cuánto se había permitido sentir y abrirse, solo para que todo le fuera arrebatado en un instante.
Jamás había sido consciente de la profundidad de lo que Taehyung significaba para él. El fantasma no solo le había dado compañía, sino también un motivo para sonreír, una chispa que iluminó su vida cuando todo parecía perdido. Pero ahora, esa luz se había apagado. Con cada recuerdo de su risa, con cada imagen de esos ojos grises que lo miraban con ternura, el peso de su ausencia se hacía más insoportable.
Las ganas de sonreír se habían desvanecido junto con los sueños y anhelos que había forjado a su lado. Taehyung le había mostrado una versión de sí mismo que ni siquiera sabía que existía: alguien capaz de amar, de cuidar, de sentirse completo. Pero ahora, todo eso parecía una cruel ilusión, y Jungkook se encontraba nuevamente enfrentándose al vacío.
Había regresado al punto de partida, a ser el mismo chico perdido y roto que llegó a este pueblo en primer lugar. Antes de Taehyung, todo había sido un intento de escapar de su propia soledad. Ahora, esa soledad era aún más palpable, un agujero negro que lo arrastraba cada vez más profundo. Y lo peor de todo era saber que había tenido algo hermoso, algo que jamás pensó que merecía, solo para perderlo.
Ahora, sus días se habían reducido a un ritual tan solitario como desesperado. Cada día, Jungkook tomaba el mismo camino hacia el bosque, caminando sin rumbo fijo, dejando que sus pies lo llevaran donde quisieran. Pasaba horas entre los árboles, vagando sin un destino claro, como si en algún lugar entre las sombras pudiera encontrar aquello que había perdido. Finalmente, cuando el cansancio se volvía insoportable, se sentaba en cualquier claro, en cualquier roca o tronco caído, y esperaba. Esperaba como lo había hecho la primera vez, con la ingenua esperanza de que, tal como en aquel entonces, Taehyung aparecería de repente para salvarlo de su propia tristeza.
Pero los días pasaban, y los árboles permanecían tan silenciosos como el vacío en su interior. Taehyung no regresaba. Y con cada jornada que terminaba sin su presencia, el hueco en su pecho se hacía más grande, más profundo, hasta parecer insuperable.
Sin embargo, Jungkook no podía evitar notar algo extraño. Por mucho que caminara sin rumbo, por más que dejara que la tristeza lo guiara, nunca lograba perderse del todo. Siempre encontraba el camino de regreso a casa, como si una fuerza invisible lo guiara. Al principio pensó que era una coincidencia, un simple instinto. Pero a medida que los días pasaban, la sensación se volvía más evidente.
Los fantasmas y espíritus del bosque, aquellos que se aseguraban de que nadie saliera de su territorio, parecían ignorarlo. Quizás lo hacían por compasión, sabiendo que el dolor que cargaba era castigo suficiente. O tal vez, y esta idea lo atravesaba como una punzada de melancolía, cumplían la promesa que le habían hecho a Taehyung de nunca lastimarlo.
La magia de confusión, aquella que atrapaba a todos los que se atrevían a entrar, no parecía tener efecto sobre él. Era como si un lazo invisible, lo guiara de vuelta al camino de arcos, llevándolo inevitablemente a casa. Pero cada vez que regresaba, el vacío en su interior se hacía más grande. Porque no importaba cuántas veces encontrara el sendero de vuelta; el único camino que verdaderamente buscaba, era el que le llevaba a Taehyung y no existía más.
—Tienes que parar de venir. —Escuchó una voz conocida, pero al mismo tiempo tan extraña, tan distante, que hizo que un escalofrío recorriera su espalda. Levantó la mirada, buscando la fuente de esas palabras, y encontró al chico rubio que Taehyung le había presentado una vez.
—Jimin... yo... —El nudo en su garganta se hacía más fuerte, la sensación de ser atrapado entre recuerdos y desesperación lo paralizaba.
—Hablo en serio. Deja de atormentarte. Deja de atormentarlo a él. Esto no es lo que quiere, no quiere verte sufrir así por él. Deja de lastimarlo, incluso ahora que se ha ido. —Las palabras de Jimin golpearon a Jungkook con una fuerza inesperada, llenas de una verdad dolorosa que le arañó el corazón.
Jungkook parpadeó, sintiéndose perdido, confundido por la declaración.
—¿Por qué hablas como si él todavía estuviera aquí? —preguntó, la incredulidad apoderándose de su voz. No podía entender, no quería entender.
—Porque lo está. Taehyung sigue aquí. —Jimin miró a Jungkook con una expresión que, a pesar de la seriedad, estaba marcada por una tristeza profunda.
La confesión hizo que Jungkook se quedara congelado. Sus ojos se abrieron con intensidad, como si hubiera recibido un golpe directo al pecho. Dio un paso hacia Jimin, casi sin pensarlo, como si la esperanza lo impulsara a alcanzar algo que ya no podía tocar. Su mano se alzó instintivamente, pero antes de llegar a él, se detuvo, incapaz de continuar.
—No voy a desaparecer si me tocas, pero tampoco es como que quiera que lo hagas. —Jimin soltó las palabras con una mueca de desagrado, como si la simple idea le resultara incómoda.
Jungkook se quedó parado, con el alma en vilo, las palabras de Jimin flotando en el aire, mezclándose con la duda y el dolor que ya le llenaban el pecho.
El zorro lo observó con intensidad, sus ojos penetrantes evaluando cada rincón de su expresión, como si intentara leer las profundidades de su alma. Después de un largo momento, su mirada se desvió hacia un punto al costado del humano, como si algo invisible estuviera allí. Un pesado suspiro escapó de sus labios, cargado de frustración y tristeza.
—Él no quiere que lo diga, pero como te mencioné la primera vez, tiendo a odiar todo lo que daña a Taehyung. —La voz del zorro era grave, llena de un dolor contenido—. No te culpo por lo que ocurrió, está claro que no fue tu culpa que se desvaneciera. Pero sí te culpo por lo que has hecho después. Estás manteniéndolo aquí, atrapado. Es por ti que su alma sigue atada a este bosque, porque no lo dejas ir, no le permites encontrar la paz.
El reproche en sus palabras era claro, un golpe suave pero certero, como un lamento de alguien que ha visto lo que no debe ser.
—¿Él... sigue aquí? —Jungkook preguntó, su voz cargada de incredulidad, como si no pudiera procesar lo que acababa de escuchar.
El zorro lo miró fijamente, sus ojos oscuros llenos de una seriedad inquebrantable.
—Sí, él sigue aquí. Todos los días, ha estado aquí, contigo. —Las palabras cayeron pesadas como una condena, llenas de una tristeza contenida que parecía abarcar todo el bosque. La mirada de Jimin se desvió hacia un punto a su lado, como si estuviera mirando algo que Jungkook no podía ver. El movimiento llamó la atención del humano, que giró la cabeza con rapidez, esperando encontrar alguna pista. Pero el aire estaba vacío, el espacio tranquilo, casi demasiado tranquilo.
—No podrás verlo —continuó el zorro, su tono sombrío—. Solo nosotros los espíritus, somos capaces de verlo.
Jungkook permaneció en silencio, una ola de emociones agolpándose en su pecho. ¿Cómo podía ser esto posible? ¿Taehyung estaba aquí, junto a él, y él no podía verlo? La idea era tan desconcertante que casi le resultaba insoportable.
—Taehyung no puede dejarte ir, no si sigues aferrándote a él de esta manera. —El rostro del rubio se suavizó, y en sus ojos rojos brilló una tristeza profunda, tan palpable que pareció envolverlo todo—. Tienes que dejarlo ir. Solo entonces él podrá encontrar la paz. Y solo así, tú también podrás comenzar a sanar.
Todo el camino de regreso a casa, Jungkook no pudo deshacerse de las palabras de Jimin. Rebotaban en su mente una y otra vez, como una melodía dolorosa que no podía silenciar. Cada paso que daba hacia su hogar parecía un eco de lo que había perdido, y una opresión creciente le apretaba el pecho, haciendo que le resultara casi imposible respirar. El aire, tan pesado, parecía ahogarlo, y ni siquiera el fresco viento del bosque podía aliviar la sensación de angustia que lo envolvía.
El destino se sentía cruel e implacable, y la vida, ahora más que nunca, parecía haber jugado con él de una forma despiadada. Primero, conoció lo mejor de sí mismo a través de Taehyung. Todo lo que había sido bueno, todo lo que había tocado con esperanza y ansias, había llegado de su mano. Pero le habían impuesto una regla inquebrantable: no podía tocarlo. No podía romper esa barrera invisible que los mantenía separados, y ahora, al final, la vida le arrancaba a Taehyung de una manera aún más cruel.
Lo que había sido un sueño, ahora era un dolor irremediable. Puesto que ahora podía estar cerca de él, vivir en el mismo espacio, pero no podía verlo, no podía escucharlo, ni mucho menos sentirlo. Esa cercanía, que en otro tiempo habría sido un consuelo, ahora solo le recordaba lo vacío que se sentía. Taehyung seguía allí, tan cerca y a la vez tan lejos. Y aunque su alma aún parecía estar atrapada en el mismo lugar, el contacto con él se había convertido en un imposible, como si una barrera invisible los separara aún más. La distancia ya no solo era física, y Jungkook no sabía cómo lidiar con ella.
Al llegar a casa, no tuvo fuerzas para hacer otra cosa que ir directo al salón. Abrió las puertas que daban al jardín y respiró el aire fresco de la noche. Se sentó en el suelo, y dejó que su mirada se perdiera entre las flores del jardín, que comenzaban a ser bañadas por la suave luz de la luna. Cada pétalo parecía brillar con una calma melancólica, como si todo a su alrededor estuviera en paz, mientras él sentía que el caos seguía rondando en su interior. No sabía cuánto tiempo pasó allí, inmóvil, sin pensar en nada más que en lo que había perdido. El silencio lo envolvía, y, sin darse cuenta, su mente se perdía en un laberinto de recuerdos y arrepentimientos.
No fue hasta que escuchó el sonido suave de unos pasos acercándose que notó la presencia de su abuelo, quien acababa de regresar a casa. El hombre se detuvo frente a él por un momento, observándolo con una mezcla de preocupación y tristeza. Luego, se agachó lentamente y tomó asiento junto a su nieto.
—Kookie, no podemos seguir así... —La voz del abuelo era baja, arrastrada por el cansancio y el peso de la preocupación—. Por favor, habla conmigo. Has estado distante desde el festival. ¿Qué pasó? ¿Ese chico... te hizo algo?
La sola mención de Taehyung hizo que Jungkook sacudiera la cabeza con rapidez, casi con desesperación. Aunque el dolor que lo oprimía provenía de él, no podía permitir que su abuelo lo malinterpretara. El fantasma no era el culpable; Taehyung era el origen de sus emociones, pero no el causante de su sufrimiento.
—Entonces, ¿qué ocurre? —El abuelo suspiró profundamente, con una mezcla de confusión y angustia—. Pensé que habías avanzado, que te veía más feliz, más esperanzado estos últimos días. Pero ahora... no sé si volviste al principio o si estás más lejos que nunca.
Jungkook no tenía idea de cómo responder. Quería contarle todo a su abuelo, abrirse completamente, porque no tenía a nadie más con quien hablar y sentía que su corazón estaba al borde de estallar por todo lo que cargaba. Pero una duda persistía, pesando más que el impulso de confesarse: ¿Le creería?
—No sé... si vayas a creerme —murmuró al fin, con la voz rota. Apenas terminó de hablar, una lágrima silenciosa escapó de sus ojos y rodó por su mejilla.
El abuelo lo miró con ternura, inclinándose un poco hacia él como si así pudiera aliviar su dolor. Su voz, baja y calmada, fue como un ancla en medio de la tormenta que sacudía a Jungkook.
—No lo sabrás si no me lo dices. Anda, cariño, cuéntame... Prometo escucharte hasta el final.
Jungkook levantó la mirada hacia él, buscando algún signo de duda o impaciencia, pero no encontró nada de eso. En su lugar, los ojos de su abuelo estaban llenos de calidez, reflejando una honestidad que lo desarmó por completo. Era esa clase de mirada que parecía prometer que todo estaría bien, aunque las palabras no lo hicieran. Su visión comenzó a nublarse, y antes de poder detenerlas, más lágrimas se deslizaron por su rostro.
No sabía si su abuelo realmente sería capaz de creerle. ¿Cómo se explica algo tan increíble? Pero algo en su interior le decía que, más allá de lo que pensara, necesitaba hablar, liberar todo aquello que lo había estado consumiendo.
Respiró hondo y empezó a contarle. Todo. Desde la primera vez que había ido al santuario y se había perdido en el bosque, hasta cómo había conocido a Taehyung. Le relató cómo su conexión había crecido con el pasar de los meses, cómo esa amistad se transformó en algo más profundo, algo que nunca había experimentado antes. Y, finalmente, habló de cómo lo había perdido, de la ausencia que lo desgarraba cada día desde entonces.
Durante todo el relato, el abuelo permaneció en silencio, tal como había prometido. No había interrupciones, ni suspiros incrédulos, ni expresiones de desconcierto. En lugar de eso, sus facciones permanecieron serias, mostrando una atención genuina, como si cada palabra de Jungkook tuviera un peso inmenso que él estaba dispuesto a sostener. Al terminar, Jungkook se sintió vacío y agotado, pero al mismo tiempo, una pequeña chispa de alivio iluminaba su interior.
—Ciertamente, si me hubieras contado algo así hace años, antes de venir aquí, habría dicho que todo lo que dices es imposible. Pero yo también he cambiado mucho, Kookie. Este lugar, que con el tiempo se volvió mi hogar, me ha enseñado cosas que jamás imaginé. Y aunque tu historia pueda sonar fantasiosa, lo que no tiene nada de irreal es tu tristeza. He sido testigo de cómo llegaste aquí como un cascarón vacío, alguien perdido que no sabía qué quería de la vida. Pero luego... un día, empezaste a sonreír más, a abrirte, a mostrar emociones que parecías haber olvidado. Y eso me llenó de alivio.
El abuelo hizo una pausa, su mirada cargada de una mezcla de nostalgia y comprensión.
—Siempre pensé que ese cambio se debía a que habías encontrado paz aquí, en la vida de campo. Soy un firme creyente en el poder transformador de esta vida tranquila; yo mismo lo he vivido. Pensé que habías encontrado tu lugar en este rincón del mundo, donde el tiempo se mueve más lento. Y ahora... me doy cuenta de que nunca fue así.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Jungkook, desconcertado, mientras su ceño se fruncía ligeramente.
El mayor se inclinó hacia él, con una ternura palpable, y alzó una mano para limpiar la humedad que aún persistía en las mejillas de su nieto. Sus dedos rozaron su piel con cuidado, como si quisiera borrar algo más que lágrimas; quizá el peso que cargaba en su corazón.
—Me refiero a que tu lugar lo encontraste a su lado.
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire, resonando como una verdad irrefutable. Y, por primera vez en días, Jungkook sintió que alguien realmente entendía lo que él mismo no había sabido poner en palabras.
Las lágrimas volvieron a brotar con fuerza, surcando su rostro mientras el peso de sus emociones lo envolvía por completo. Jungkook sabía, con una certeza dolorosa, que su vida había cambiado desde el primer momento en que conoció a Taehyung. Cada experiencia que había vivido a su lado había sido única, cargada de una intensidad que jamás había sentido antes. Esas primeras veces, esos momentos compartidos, estaban tan profundamente arraigados en él que no podía imaginarse repitiéndolos con nadie más. Taehyung no solo había llenado un vacío; lo había transformado.
Antes de él, Jungkook nunca había deseado nada con verdadera pasión. Había pasado su vida moldeándose a los deseos de sus padres, aceptando su camino sin quejarse, sin preguntarse si había algo más. Pero entonces llegó Taehyung, y de repente, todo cambió. Por primera vez, Jungkook quiso algo con todas sus fuerzas, algo tan intenso que ni siquiera sabía que era capaz de anhelar de esa manera. Quería estar a su lado, siempre. Ese deseo se había convertido en el centro de su mundo.
—Pero ya es demasiado tarde —susurró, su voz quebrándose mientras las palabras luchaban por salir—. Yo... lo he perdido. Él no volverá, y si no aprendo a dejarlo ir, su alma quedará atrapada por siempre en ese bosque.
Su pecho subía y bajaba con fuerza, como si cada respiración fuera una batalla. Las lágrimas seguían cayendo, pero esta vez no trató de detenerlas.
—Y no quiero eso. No quiero convertirme en una prisión para él. —Hizo una pausa, temblando, antes de alzar la mirada hacia su abuelo, con los ojos llenos de desesperación—. Pero aun así... no sé cómo dejarlo ir.
El silencio que siguió era pesado, cargado con todo lo que no podía decir. Jungkook se sentía atrapado entre el amor y la pérdida, entre el deseo de aferrarse y la necesidad de liberar. ¿Cómo se deja ir a alguien que se ha convertido en todo tu mundo?
—Cuando llegaste, te prometí que sería alguien en quien pudieras confiar y que siempre te apoyaría en todo lo que quisieras hacer...
—¿Abuelo? —llamó Jungkook, sin comprender del todo el rumbo de sus palabras. Algo en la ternura de su mirada, en la calma con la que lo observaba, lo descolocó por completo.
El mayor tomó una pausa antes de hablar, como si eligiera cuidadosamente las palabras que estaba a punto de pronunciar.
—Existe una leyenda... —comenzó diciendo, con un aire de misterio que hizo que Jungkook contuviera el aliento—. Dicen que si subes al santuario y le pides algo que realmente desees con todas tus fuerzas al Dios de la montaña, él te escuchará.
Los ojos de Jungkook se abrieron con asombro. Las piezas comenzaron a encajar en su mente, trayendo de vuelta recuerdos de cada ocasión en que Taehyung le habló del Dios de la montaña. El mismo Dios que había encantado a Taehyung, permitiéndole vivir.
—¿Crees que pueda... hacer que él vuelva? —preguntó Jungkook, su voz cargada de esperanza. Sus ojos brillaban con una emoción que había estado apagada durante días.
La expresión del abuelo se suavizó, pero su mirada estaba teñida de algo que Jungkook no esperaba: una tristeza profunda y resignada. Esa mezcla de ternura y pesar lo desconcertó, apagando lentamente su efervescente esperanza.
—No lo creo, cariño —dijo el otro con suavidad, dejando que las palabras cayeran como un golpe—. Pero... quizás él pueda hacer que tú...
Se detuvo. Las palabras quedaron inconclusas, pero Jungkook no necesitaba escucharlas para entender. Sus ojos se nublaron mientras la comprensión lo golpeaba con fuerza.
—Oh... —fue todo lo que pudo decir.
El silencio se instaló entre ellos, denso y abrumador. Una tristeza profunda se reflejaba en los rostros de ambos, como si el peso de aquella posibilidad los envolviera por completo. Un par de lágrimas rodaron por las mejillas del abuelo, pero su sonrisa tierna, cargada de amor infinito, permaneció firme.
—Estoy muy agradecido, Kookie... —dijo finalmente, su voz apenas audible pero llena de calidez—. Por la oportunidad que me diste de conocerte. Nunca imaginé que podría volver a ser feliz después de perder a tu abuela, pero tú... tú me diste la dicha de experimentar esa felicidad nuevamente. Hubiera deseado tener más tiempo juntos... Pero te prometí que te apoyaría en todo lo que quisieras hacer, y lo mantengo. Que hayas encontrado algo que deseas con todo tu corazón es motivo de alegría para mí.
El abuelo extendió su mano para tomar la de Jungkook con delicadeza, mirándolo directamente a los ojos.
—Por eso, Kookie... si tienes que hacerlo, si tienes que marcharte para ser feliz... te apoyaré con todo mi corazón.
La voz se quebró al final, pero su convicción era inquebrantable. Aunque el dolor los atravesara, el amor que compartían era más grande que cualquier despedida.
Jungkook permaneció en silencio, inmerso en el torbellino de emociones que las palabras de su abuelo habían desatado en su interior. Cada frase, cada mirada, resonaba en lo más profundo de su corazón. Finalmente, como si no pudiera contenerse más, se lanzó hacia él, envolviéndolo en un abrazo desesperado. Sus brazos lo rodearon con fuerza, como si al hacerlo pudiera transmitirle todo lo que sentía pero no sabía cómo expresar con palabras. Las lágrimas caían sin control, calientes y abundantes, empapando la tela de la camisa del mayor.
—Gracias a ti —murmuró entre sollozos, su voz temblorosa pero cargada de sinceridad—, por darle sentido a la palabra "familia".
Su abuelo no respondió de inmediato, simplemente lo sostuvo con la misma fuerza, acariciando su espalda con lentitud. Jungkook continuó, aferrándose a él como si ese momento pudiera durar para siempre.
—Siempre creí que pasaría toda mi vida en soledad. Pensaba que el hogar era solo un lugar físico, una casa más que un sentimiento. Pero tú... tú me mostraste lo que realmente significa. Fue gracias a que me acogiste en tu vida, en tu hogar, y me diste tu amor, que entendí lo que es tener una familia de verdad.
La voz de Jungkook se quebró, pero no se detuvo.
—Siempre estaré feliz y agradecido de haberte conocido. No importa el pasado, abuelo, porque tú me diste un presente y una oportunidad para soñar con un futuro.
El abuelo respiró profundamente, pero permaneció en silencio, dejando que su nieto desahogara cada palabra que tenía guardada en su pecho.
—Cuando llegué aquí, dije que no sabía si había algo que perdonarte... —continuó Jungkook, alzando ligeramente la cabeza para mirarlo a los ojos, sus propias lágrimas encontrándose con las del mayor—. Y ahora te digo con total seguridad que no lo hay. No hay nada que perdonar. Lo único que siento es gratitud, gratitud infinita por haberte tenido en mi vida.
El silencio volvió a envolverlos, pero esta vez no era pesado, sino cálido, como un refugio compartido.
—Nunca olvidaré este tiempo a tu lado —dijo finalmente, con una dulzura que hizo que los ojos de su abuelo se humedecieran aún más—. Y estaré esperando el día en que podamos encontrarnos de nuevo, en el otro lado.
Una pequeña sonrisa atravesó el rostro del mayor, llena de amor y orgullo, mientras Jungkook se inclinaba ligeramente para rozar su frente contra la de él.
—Te amo, abuelito Jin. Gracias por traerme aquí... y darme la oportunidad de sanar.
Ambos se quedaron así por un momento eterno, en el que el amor y la conexión entre ellos eran lo único que importaba. Sin palabras, pero con un entendimiento mutuo, compartían la certeza de que, sin importar lo que viniera, aquel vínculo permanecería intacto.
Jungkook decidió pasar unos días más con su abuelo, consciente de que aquel tiempo juntos sería quizás lo último que tendría antes de embarcarse en lo que parecía un destino incierto. Cada día que pasaba a su lado le otorgaba una sensación de paz, un consuelo silencioso en medio de la tormenta que se avecinaba. Aunque no sabía con certeza si el Dios de la montaña lograría cumplir su deseo, pero algo en su interior le decía que debía ir, con la certeza de que sería posible. Era su última esperanza, y debía aferrarse a ella con toda la fuerza que le quedaba.
El día en que se sintió listo para enfrentar lo desconocido, se despidió de su abuelo con la voz entrecortada y un fuerte abrazo, también dejó una carta a Yoongi, llena de pensamientos que no alcanzó a decir en persona. Y después de afinar unos últimos detalles, respiró hondo, y con el peso de lo que estaba a punto de hacer, comenzó su camino hacia el santuario, sin mirar atrás, pero con una fuerza renovada en su pecho.
Conforme avanzaba hacia su destino, su corazón comenzaba a latir con mayor fuerza, un ritmo acelerado que no podía ignorar. Sentía una mezcla de anticipación y nerviosismo, como si cada paso lo acercara a algo trascendental. Decidió tomar un respiro y observar el paisaje a su alrededor, buscando distracción en los detalles del camino.
Las casas, sencillas pero llenas de vida, se alzaban a ambos lados del sendero, con fachadas que mostraban el desgaste de los años y la calidez de quienes las habitaban. Algunas tenían pequeños jardines al frente, donde flores de vivos colores competían por captar la atención de cualquiera que pasara. Más allá, los cultivos se extendían en hileras perfectamente alineadas, una obra de cuidado y dedicación. El verde de las plantas se movía al compás del viento, creando un suave susurro que acompañaba sus pasos.
Esbozó una ligera sonrisa, dejando que sus pensamientos se llenaran de gratitud hacia este lugar que, en tan poco tiempo, había logrado convertirse en su hogar. Había algo en él, en su aire sereno, en la manera en que los días parecían transcurrir con un ritmo distinto, que le ofrecía una paz que nunca se hubiera imaginado que necesitaba. Cada rincón tenía un carácter único, una historia que parecía susurrarle al pasar, y él había aprendido a atesorar esos pequeños detalles: el susurro del viento entre los árboles, el sonido lejano del agua corriendo, y el modo en que el sol iluminaba los cultivos al amanecer.
Al llegar a las escaleras que conducían al santuario, su mirada se fijó en ellas con determinación. Empezó a subirlas con paso firme, y a pesar de la inclinación, no sentía el más mínimo rastro de fatiga en sus piernas. Cada escalón parecía ceder ante él, como si lo recibiera con naturalidad, ya que lo hacía a diario, sin que el cansancio le afectara.
Recordó entonces, con cierta ironía, la primera vez que las había enfrentado. En aquel entonces, cada peldaño le había parecido una pequeña montaña, y el aire le faltaba tras apenas unos metros. Había llegado al final casi sin aliento, sus pulmones quemando y su cuerpo resistiéndose a seguir. Pero ahora, con el paso del tiempo, esas escaleras se habían convertido en parte de su rutina, en un desafío que ya no le intimidaba. Subirlas había dejado de ser una tarea pesada para volverse casi un ritual, que lo llevaban hasta Taehyung.
Cuando se paró frente al santuario, el aire pareció volverse más denso a su alrededor, cargado de una solemnidad que le recordó la importancia del momento. Volvió a sentir el peso de lo que estaba a punto de hacer, una sensación que le oprimía el pecho pero que no lograba quebrar su determinación. La convicción de que aquello era lo que realmente deseaba era mucho más fuerte que cualquier duda o temor. Respiró profundamente, dejando que el aire fresco lo calmara, mientras se repetía que este era el camino que había elegido, el único que podía regresarle la paz que buscaba.
Con cuidado, sacó las cosas que había traído consigo. Encendió un poco de incienso, observando cómo el humo subía en suaves espirales hacia el cielo, como si cada voluta llevara consigo sus intenciones. Colocó una pequeña ofrenda frente al altar, con movimientos precisos y respetuosos, como si cada gesto fuera un reflejo de su anhelo.
Finalmente, se hincó frente al altar. Sus rodillas tocaron el suelo con suavidad, y por un instante sintió que el tiempo se detenía. Nunca había hecho algo como esto antes, y la incertidumbre lo invadió por un momento, pero recordó las indicaciones de su abuelo lo que le transmitió calma. Cerró los ojos y juntó las manos frente a su pecho, dejando que su mente se vaciara de todo, salvo de su propósito.
—No estoy seguro de cómo empezar esto —dijo de repente en voz alta, esforzándose por mantener firme la voz, aunque el leve temblor en sus palabras traicionaba sus emociones—. Estoy aquí porque hay algo que quiero pedirte, a ti, Dios de la montaña, que escuchas a aquellos que tienen un gran anhelo. Seguro sabes bien quién soy. He escuchado de ti gracias a Taehyung, y sé que eres tú quien hizo posible que pudiera vivir todo este tiempo en el bosque. Probablemente nos hayas observado durante todos estos días en la montaña, porque estoy convencido de que no hay nada que escape a tu mirada.
Se detuvo un momento, tomando aire mientras sus pensamientos se alineaban con sus palabras. La brisa que corría entre los árboles parecía invitarlo a continuar, aunque el nudo en su garganta no se deshacía.
—Lo que he venido a pedir tiene que ver con Taehyung. Por favor, ¿podrías escucharme? —finalizó con un tono que casi parecía una súplica, dejando que las últimas palabras se disolvieran en el aire.
Jungkook esperó, su corazón latiendo con fuerza. Pero no estaba seguro de qué era exactamente lo que esperaba. ¿Un sonido? ¿Un cambio en el aire? ¿Una señal? Todo se sentía incierto, y el silencio que lo rodeaba, aunque reconfortante, también lo llenaba de dudas. Tragó saliva, preparándose para continuar con su plegaria, cuando algo completamente inesperado sucedió.
Una voz. Pero no una voz cualquiera. Era algo que parecía nacer del viento mismo, como si las palabras se moldearan con cada corriente que rozaba su piel. Jamás había escuchado algo así, y, de inmediato, una sensación extraña lo recorrió de pies a cabeza, erizándole la piel. El ambiente cambió de golpe; la temperatura descendió, y el aire adquirió un peso casi palpable, como si la montaña estuviera respondiendo.
—Finalmente nos conocemos adecuadamente, Jeon Jungkook.
Sus ojos se abrieron de par en par al oír aquello, y su cuerpo reaccionó antes que su mente, girándose en todas direcciones en busca de la fuente de la voz. Pero no había nadie, al menos no a simple vista. Era como si las palabras no provinieran de un punto en específico, sino del entorno mismo. Los árboles, el viento, la tierra... todo parecía formar parte de un ser omnipresente que lo observaba.
—¿Quién... quién eres? —preguntó en un susurro, sintiendo que cada palabra que pronunciaba se perdía en la inmensidad de la montaña, que ahora parecía más viva que nunca.
—¿Eres tú quien me ha llamado, y me preguntas quién soy? —la voz resonó con un matiz juguetón, como si encontrara diversión en la aparente contradicción, o al menos eso es lo que Jungkook creyó percibir—. Taehyungie tenía razón, eres muy entretenido. Dijiste que venías a pedir algo relacionado con él. Puedo sentir el anhelo en tu corazón, tan intenso que parece vibrar en el aire. Por eso, te escucharé.
La naturalidad con la que mencionó al fantasma hizo que su corazón se acelerara. Respiró profundamente, tratando de calmar el torbellino de emociones que lo embargaba. Aunque sus manos temblaban ligeramente, la esperanza que se alzaba en su interior era más fuerte que el nerviosismo.
Cerró los ojos un instante, ordenando sus pensamientos antes de hablar.
—Durante toda mi vida... he estado viviendo sin realmente poder vivir —comenzó, su voz tenue pero cargada de sinceridad—. Mis padres moldearon mi existencia a su antojo, sin importar lo que yo sentía o deseaba. De ellos solo recibí malos tratos, desprecio... y una constante sensación de no ser suficiente. Cuando me echaron de casa, mi abuelo fue quien me acogió. Este lugar... —hizo una pausa, mirando en dirección al santuario, como si buscara fuerzas en los alrededores—. Este lugar me ofreció refugio, pero, aunque los días pasaban, no lograba sentirlo como un hogar. Adaptarme tomó tiempo, pero el vacío dentro de mí nunca desapareció.
Su voz tembló ligeramente al llegar a este punto, pero respiró hondo, decidido a continuar.
—Me resigné a vivir así, pensando que esa sensación sería mi compañera para siempre. Pero entonces... conocí a Taehyung. —Su voz se suavizó, cargada de una calidez que contrastaba con la dureza de sus palabras anteriores—. Gracias a él, encontré algo que jamás pensé que tendría: un lugar donde encajar, donde podía ser yo mismo sin moldearme a las expectativas o deseos de los demás. Y ese lugar era a su lado.
El silencio que siguió a sus palabras era casi ensordecedor. La brisa se había detenido, como si incluso la naturaleza aguardara el desenlace de su súplica. Jungkook respiró profundamente, sintiendo cómo las emociones se acumulaban en su pecho, listas para desbordarse.
—Desde que se fue —continuó, con la voz quebrándose por momentos—, mi vida ha vuelto a ese vacío en el que estuve atrapado toda mi vida. Perdí el propósito, el rumbo... porque durante todo este tiempo, lo único que realmente deseaba era estar a su lado. Quizás nada de esto tenga sentido, porque él era alguien a quien jamás podría tocar. Incluso él pensaba que lo mejor era olvidarnos, pero yo no podía.
Hizo una pausa, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas, cálidas y pesadas.
—Porque mi amor por él era tan grande... es tan grande, que nada de eso importa —declaró con fuerza, aunque su voz se quebró al final.
Secó sus mejillas de manera inútil, porque las lágrimas no cesaban de caer.
—Jimin me dijo que él sigue aquí, que su alma está atrapada en este bosque porque no puedo dejarle partir. Y sé que es egoísta, pero no quiero estar sin él. No puedo dejarlo ir, no quiero —negó con vehemencia—. Por eso... por favor, te lo suplico... devuélveme a él.
El aire pareció volverse más denso, como si la montaña misma estuviera considerando sus palabras. Una presencia intangible pero poderosa llenó el ambiente, haciendo que un escalofrío recorriera su espalda. Entonces, la voz habló de nuevo, esta vez más solemne, como si la gravedad de la situación se reflejara en cada palabra.
—No sé si lo sepas, Jeon Jungkook, pero Taehyung no puede volver más. Cuando lo encanté, aún tenía un cuerpo humano. Era solo un bebé, y la energía que contenía no era suficiente para un hechizo más potente y es por eso que no podía ser tocado. Ahora que es solo un alma... no hay nada que pueda hacer al respecto.
Jungkook sintió cómo su corazón se comprimía, el peso de esas palabras casi insoportable.
—Además —continuó el Dios—, en este momento me está pidiendo que te diga: "Estarás bien, Kookie. Sigue con tu vida."
La frase fue como un puñal directo al corazón. Saber que Taehyung estaba allí, tan cerca y a la vez tan lejos, pidiéndole que lo dejara ir, era más doloroso de lo que habría imaginado. Pero él no podía aceptarlo. No podía y no lo haría.
—Sé que no puede volver —replicó, su voz cargada de emoción contenida—. Es por eso que te pido que me devuelvas a él. —Miró a su alrededor, como si pudiera encontrar a Taehyung entre las sombras de los árboles o en el humo del incienso. Sabía que no lo vería, pero aun así lo buscó, porque no podía evitarlo—. No puedo seguir con mi vida, Tae... deberías hacerte responsable por eso. Tú eres mi vida ahora, y voy a tomar mis propias decisiones.
Sus palabras, firmes y decididas, resonaron en el espacio vacío.
—Por eso, Dios de la montaña, toma la energía de mi cuerpo para traerlo de vuelta.
El silencio fue inmediato, pesado y cargado de significado, hasta que la voz volvió a hablar, esta vez con una calma casi intimidante.
—¿Eres consciente de que no podrás permanecer en el mundo de los vivos sin esa energía?
—Lo sé. Mi energía debería ser suficiente para traerlo de vuelta y permitirme quedarme a su lado, ¿cierto?
—Uhmm, sí, así es.
—Entonces te lo suplico. Hazlo, por favor.
El ambiente pareció vibrar, cargado de algo indescriptible. Mientras que por un momento, todo se llenó de un pesado silencio, hasta que un poco después, la voz del Dios volvió a resonar.
—Él quiere saber si estás realmente seguro.
Jungkook respiró profundamente, cerrando los ojos por un momento antes de abrirlos con determinación y esbozando una ligera sonrisa.
—Lo estoy, porque Tae... yo también te amo.
La atmósfera a su alrededor comenzó a calmarse, la tensión que había sentido antes desapareció lentamente, como si el aire mismo se hubiera suavizado en respuesta a su determinación. La brisa, que antes parecía contener un susurro de advertencia, ahora se sentía cálida y reconfortante, envolviéndolo como un abrazo. Los árboles a su alrededor parecían inclinarse levemente hacia él, como si la montaña misma estuviera reconociendo su sacrificio. Jungkook cerró los ojos, dejando que la sensación de paz lo invadiera, sintiendo que cada parte de su ser se alineaba con el entorno, como si todo, finalmente, tuviera un propósito.
Pero entonces, algo comenzó a cambiar. La energía que había estado fluyendo por su cuerpo de manera estable comenzó a desvanecerse, como si una parte de sí mismo estuviera siendo retirada con delicadeza. La sensación no era dolorosa, sino una suave y gradual disminución, como si estuviera entregando una parte de su alma. Cada respiración se sentía más ligera, pero a la vez vacía. Era como si su cuerpo se estuviera vaciando lentamente, un proceso silencioso y a la vez profundo, mientras la energía abandonaba su ser.
—Tu anhelo es puro, y por eso te lo concedo, Jeon Jungkook. Desde ahora, tu destino estará irremediablemente unido al de él, de una manera que no podrá separarse jamás. Lo que has deseado, lo que has sentido con tanta pureza, será el vínculo que los conectará eternamente.
—De acuerdo... —murmuró él, su voz tranquila pero cargada de una emoción contenida. Se puso de pie, con movimientos lentos pero decididos y cerró los ojos. El aire a su alrededor parecía volverse más denso, envolviéndolo suavemente, como si la montaña misma lo abrazara, reconociéndolo como parte de ella. La vibración de la energía que lo rodeaba aumentó, tomando todo de él sin dejar nada atrás.
Cuando el ambiente se calmó, Jungkook abrió los ojos lentamente, como si el tiempo se hubiera suspendido por un momento. Todo a su alrededor era tan familiar, que no podía evitar la sensación de que nada había cambiado. Sin embargo, había algo intangible en el aire, algo en la atmósfera que lo hacía sentir como si todo estuviera, al mismo tiempo, completamente distinto. Era una contradicción extraña, Jungkook no encontraba las palabras exactas para describir lo que sentía.
—¿Te has perdido? —preguntó una voz a sus espaldas, suave y cálida. Al escucharla, Jungkook sintió como si una corriente de emociones lo envolviera de golpe. Sus ojos se llenaron rápidamente de lágrimas, y sin poder detenerlas, las gotas cayeron por sus mejillas. Una sonrisa pequeña, pero llena de significado, apareció en sus labios, mientras una sensación de consuelo y alivio se esparcía por su pecho.
Cuando se giró, el tiempo pareció detenerse. Taehyung estaba allí, ante él, como si nunca se hubiera ido. Su imagen era exactamente la misma, su presencia tan atractiva y familiar como la recordaba, pero al mismo tiempo había algo sutilmente diferente, algo que solo Jungkook podía sentir. La sonrisa que el contrario le regaló fue suficiente para hacer que su corazón latiera más rápido, pero el impacto emocional fue tan profundo que no pudo articular una sola palabra.
Su cuerpo reaccionó por sí solo. Sin pensarlo, comenzó a caminar hacia él, guiado por una necesidad que no podía controlar. Sus pies avanzaron como si el destino mismo los empujara, y al estar frente a frente, extendió la mano temblorosa, incapaz de contener la mezcla de nervios y esperanza que lo invadía. Pero cuando sus dedos finalmente rozaron la piel de Taehyung, el mundo pareció cobrar sentido de nuevo. Todo lo que había vivido, todo lo que había anhelado, se unió en ese contacto, como si el universo, por fin, hubiera alineado sus piezas.
Toda la tristeza que lo había consumido desde la partida de Taehyung se desvaneció en un instante, como si nunca hubiera existido. El vacío en su pecho, ese profundo hueco que había sido su compañero durante ese tiempo, se llenó de inmediato, reemplazado por una sensación de paz que solo se experimenta cuando se está en el lugar y con la persona que se debe estar. No había arrepentimiento, no había dudas. En ese momento, con Taehyung frente a él, todo volvía a tener sentido. La vida, su vida, recobraba el propósito que había perdido, y ya nada ni nadie podría separarlos.
—Tae... —susurró, como si decir su nombre fuera la única forma de aferrarse a la realidad.
—Incluso como fantasma sigues siendo tan hermoso —dijo con una suavidad que solo él podía transmitir, acercándose un paso más. Su brazo rodeó la cintura de Jungkook, atrayéndolo hacia su pecho con delicadeza—. Eres mío ahora. Y espero que no te arrepientas de eso.
—Jamás —respondió Jungkook con firmeza, una sonrisa llena de amor curvando sus labios. Cerró los ojos y suspiró profundamente cuando sintió los besos de Taehyung en sus párpados, tan suaves, tan sinceros y tan llenos de promesas. —Siempre tuyo.
—Siempre mío —corroboró Taehyung, sonriendo con sinceridad—. Te amo, Kookie.
Las palabras de Taehyung hicieron que el corazón de Jungkook latiera más fuerte, y una sonrisa amplia iluminó su rostro.
—Yo también te amo, Tae.
Ambos se miraron en silencio, como si el mundo a su alrededor se desvaneciera, dejando solo espacio para ellos. Los ojos grises de Taehyung brillaban con una mezcla de ternura y algo más profundo, algo que Jungkook sentía resonar en su propio pecho. Fue como si, al mirarse, comprendieran todo sin necesidad de palabras, como si cada uno pudiera leer el alma del otro.
El aire entre ellos se tornó denso, cargado de una electricidad suave, casi palpable. Jungkook, sintiendo cómo su corazón latía desbocado, dio un paso hacia adelante, hasta que no quedara más espacio entre ambos. Las manos de Jungkook se levantaron sin pensar, buscando el rostro de Taehyung, mientras la necesidad de estar más cerca de él crecía con cada segundo.
Y entonces, sin pensarlo más, sus labios se encontraron en un beso que fue a la vez suave y urgente. La calidez de la boca de Taehyung le invadió, disipando cualquier duda o miedo que hubiera quedado en su mente. Fue un beso largo, como si el tiempo se hubiera detenido, como si solo existiera el ahora, ese momento en que sus corazones finalmente se unían.
El mundo a su alrededor desapareció, no había nada más que esa conexión entre los dos, el latir sincronizado de sus corazones, el roce delicado de sus labios. Cuando finalmente se separaron, ambos quedaron allí, mirando al otro con un profundo amor que se reflejaba de forma tácita en el brillo de sus ojos. Los ojos de Taehyung brillaban, llenos de promesas, y Jungkook no pudo evitar sonreír, sintiendo que todo lo que había sido incierto en su vida ahora cobraba un significado claro.
Sí, ahora comprendía que este era su hogar, el único lugar en el que realmente quería estar.
—¿Estás seguro de que realmente querías gastar tu dinero en esto? —preguntó Taehyung, girándose para observar a Jungkook con una expresión de curiosidad.
—Sí. Ya no me iba a servir de todas maneras, y mi abuelo no lo necesitaba. Además, solo utilicé una parte; el resto será destinado a otras cosas —respondió Jungkook con tranquilidad, mientras sus ojos recorrían los detalles del santuario en restauración.
—No creo que Yoongi acepte tu dinero.
—Solo estás celoso. Además, mi abuelo se encargará de que lo haga.
Taehyung bufó ligeramente, pero pronto una tenue sonrisa iluminó su rostro.
—El Dios de la montaña está muy feliz de que el santuario esté siendo renovado. Mucho tiempo estuvo olvidado.
—Es verdad. Ahora podrá recolectar más energía con las plegarias para mantener el equilibrio de la montaña. Y todo esto es gracias a ti. —Taehyung se giró hacia Jungkook, inclinándose ligeramente para de depositar un beso suave en sus labios, un gesto que el otro correspondió con gusto.
Cuando el castaño se apartó, le dedicó una sonrisa antes de volver su atención al santuario. En ese momento, una sensación extraña y cálida se enroscó alrededor de sus pies. Bajó la mirada y vio un pequeño zorrito de pelaje dorado y ojos rojos que se materializaba en sus piernas, moviendo sus colas con energía.
—Hola, Mimi —saludó Jungkook, inclinándose para acariciar al animal, su rostro iluminado por la alegría.
—Ahora me arrebatas a mi mejor amigo. —Se quejó Taehyung, fingiendo ofensa mientras fruncía los labios en un puchero. Jungkook rodó los ojos, sacudiendo ligeramente la cabeza con diversión—. Pensé que no te agradaba —añadió, mirando ahora al zorrito y arqueando una ceja con curiosidad.
El pequeño animal ladeó la cabeza con aire desafiante antes de responder en sus mentes:
—Eso es porque odio todo lo que pueda hacerte daño, pero Kook ya no es una amenaza para ti. Además, gracias a él pude recuperarte.
—Eres tan bipolar —declaró Taehyung con una sonrisa mientras alargaba la mano para acariciar también al zorrito—. Deberíamos irnos, ya casi es hora.
Jungkook asintió, recogiendo a Jimin con cuidado en un brazo. Extendió la otra mano hacia Taehyung, quien la tomó sin dudar. Juntos, comenzaron a caminar por el sendero de arcos que conducía hacia el bosque. El viento soplaba suavemente, haciendo crujir las hojas de los árboles. Y entonces, como si fueran parte del aire mismo, sus figuras se desvanecieron, dejando tras ellos solo el eco de sus risas.
Cuando el sol se escondió tras el horizonte y la oscuridad de la noche envolvió el bosque, una ligera brisa cargada de misterio pareció susurrar entre las ramas. Fue entonces cuando ambos sintieron la presencia de un humano cruzar el último arco del sendero.
Jungkook giró la cabeza hacia Taehyung con una sonrisa, quien le devolvió la mirada con una expresión tranquila. El fantasma asintió levemente, y sin necesidad de palabras, ambos entrelazaron sus manos. En un parpadeo, desaparecieron, dejando tras de sí un eco apenas audible, y volvieron a materializarse al final del sendero.
Ante ellos, el abuelo de Jungkook esperaba en calma, su figura enmarcada por la tenue luz de las estrellas. Jungkook lo miró con un cariño que llenaba su corazón, su sonrisa iluminando el ambiente tanto como las débiles lámparas de papel que colgaban en el camino. Cerró los ojos por un instante, inhalando profundamente como si absorbiera la energía del bosque, y al abrirlos, dejó escapar un suave y controlado soplido.
El aire se llenó de magia. De los arbustos cercanos comenzaron a surgir luciérnagas, pequeñas y brillantes, que se alzaron como diminutas estrellas. Bailaban en el aire con gracia, formando un halo resplandeciente alrededor del mayor, respondiendo al silencioso llamado de Jungkook.
El cielo se despejó, y la luz de la luna llena se filtró entre las copas de los árboles, bañando el bosque con su plateado resplandor. En ese momento, el anciano Jeon esbozó una amplia sonrisa, sus ojos reflejando alegría pura.
—Hola, Kookie...
Jungkook sonrió de la misma manera, su rostro irradiando ternura mientras se acercaba a su abuelo. Y sin dudarlo, se dejó envolver por los brazos del anciano, sintiendo cómo el abrazo lo rodeaba con una fuerza suave, como si el tiempo se detuviera en ese instante.
—Hola, abuelo...
Cuenta la leyenda que, en noches de luna llena, si atraviesas el sendero de arcos con el corazón abierto, una cálida energía envolverá tu ser y una lluvia de luciérnagas iluminará tu camino. Estas luces mágicas son el reflejo del amor eterno de dos jóvenes que trascendieron mundos para permanecer juntos.
Encontraron su hogar el uno en el otro, y aunque no podían estar juntos en el plano mortal, su amor fue tan profundo que entrelazó sus almas en un vínculo eterno. De esta forma, dejaron una huella imborrable en la energía del lugar. Las luciérnagas, como testigos de ese amor, danzan bajo la luz de la luna, bendiciendo a aquellos con corazones puros que cruzan el sendero con esperanza.
Se dice que ese amor es tan inmenso que aún se percibe en cada rincón del bosque, transformando la oscuridad en luz y el silencio en susurros de eternidad. Por eso, si buscas bendecir tu amor, este es el lugar al que debes venir, porque aquí, en el Bosque de las Luciérnagas, incluso los sueños más imposibles pueden hacerse realidad.
Y así concluimos con esta historia, espero que la hayan disfrutado. En especial tú mi chiquita que es para ti. Ojalá que con este final me puedas perdonar por el original.🫣 Te amo mucho, esto es con mucho cariño. Feliz cumpleañitos.💕 YA DEJA DE CRECER POR FAVOOOOOR :c
Gracias también a todos los que leyeron. Espero que nos veamos pronto en otra historia, hasta entonces manténgase sanos.🌷💚
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