6
Un leve golpe en la puerta sobresaltó a Eun-ji, estaba algo desorientada, no sabía por cuantos minutos había permanecido allí encerrada. Se levantó de su lugar y caminó hacia la puerta, tres pares de brazos la rodearon rápidamente, eran sus hijos que lloriqueaban y hablaban al mismo tiempo con tono preocupado.
Ella suspiró y mordió el interior de sus mejillas, lamentaba que sus hijos estuvieran pasando por aquella situación, lo único que les generaba era estrés y preocupación, y eso la atormentaba.
—Mami, vámonos a casa... —murmuró Chae-won, rompiendo el abrazo.
Su madre asintió y los cuatro salieron de allí, caminando rápidamente hacia la salida. En el camino se encontraron con Seok-jin, Ji-hyo lo miró unos instantes y frunció el entrecejo; no estaba segura de quién era él y de cuáles eran sus intenciones, pero sabía que no era un simple amigo, porque él no miraba a su madre como Ji-min lo hacía, en los ojos de Jin había algo más.
En cuanto Jin estacionó frente a la casa de Eun-ji, sus hijos bajaron rápidamente y fueron hacia la entrada, pero su madre se quedó.
—Gracias... y perdón por lo que has visto —se disculpó apenada.
Jin sonrió de medio lado y tomó la mano sana de ella, dándole un suave apretón; allí estaba de nuevo esa sensación de calidez que le había agradado—No te preocupes... —le restó importancia, no quería convertir aquel momento en algo incómodo para ella—... sólo recuérdeme no hacerte enojar —se burló.
Eun-ji sonrió al escuchar su estrepitosa risa de limpia vidrios que él poseía y se despidió depositando un corto y rápido pero a la vez tímido beso. Jin se llevó su mano a su mejilla y se quedó perplejo, aquella mujer llevaba sorprendiéndolo más de una vez en tan solo pocas horas.
Mientras él se alejaba, ella entraba en su casa junto a sus hijos y los llevaba a cada uno a sus habitaciones para que pudiesen dormir y descansar finalmente.
Ella se bañó y de nuevo se colocó una de las camisetas de Nam-joon que vagaban en su armario. Usar aquellas camisetas era como sentir la presencia de su ex-esposo, le hacía daño vivir en el pasado pero, ¿cómo se deja atrás al amor de tu vida?, ¿cómo te puedes deshacer del padre de tus hijos?. Para ella era imposible y más cuando él era ambos, pero se prometió a si misma que intentaría sanar su corazón.
A los pocos minutos, recibió una llamada de su amiga, pensó en no contestarle y cuando estuvo a punto de atender, la puerta de su habitación se abrió y por ella pasó su amiga.
Eun-ji miró perpleja a su amiga a punto de reprocharla pero Hyori sacudió su juego de llaves en el aire y tomó algunas prendas del armario de Eun y se marchó al baño. Para cuando terminó de alistarse, se acostó junto a su mejor amiga y la abrazó.
—Gracias... —murmuró Eun. Hyori dejó escapar un sonido de su garganta para darle a entender que la escuchaba atenta—... siempre arruino todo —comentó comenzando a soltar las primeras lágrimas.
Hyori tomó de las manos a su amiga y la obligó a sentarse, una frente a la otra—No hiciste nada malo, Eun-ji... conociste a la futura esposa del padre de tus hijos y te sorprendió que fuera más perra que todas las anteriores —gruñó—. Si hubiese estado en tu lugar, tendría más que una nariz rota —comentó enojada, provocando la risa de Eun.
—¿Cómo sabes lo que ocurrió? —preguntó sorbiendo su nariz y dejando escapar un suspiro.
Su amiga sacudió una de sus manos en el aire y se tiró hacia atrás—Ji-hyo me avisó —se limitó a decir. Eun-ji llevó ambas manos a su cabeza y antes de que pudiese lamentarse, su amiga continuó hablando—. Está bien, fue inteligente de su parte. Eres la hermana que nunca tuve y tus hijos son los sobrinos que siempre quise, estaré para ustedes en todo momento.
Eun-ji se recostó al lado de su amiga y ambas se durmieron abrazadas, luego de conversar sobre otras cosas.
Por la mañana, Hyori y los niños decidieron preparar un abundante desayuno para sorprender a la madre de los chicos, pero el plan no estaba resultando tanto como habían pensado.
El olor a pan quemado despertó a Eun e inmediatamente corrió hacia la cocina al oír una olla caer al suelo.
La vista que tenía le provocó fuertes carcajadas, Hyori tenía un revoltijo en el cabello y manchas de mezcla de chocolate en su mejilla, mientras que la pequeña Chae tenía su ropa cubierta de harina. Dong-sun, quién también tenía mezcla de chocolate en el rostro, se encontraba ayudando a su pequeña hermana a limpiar el desastre que había hecho con la harina y Ji-hyo, como siempre, se mantenía en perfecto estado, tan serena y conservadora mirando desde la esquina opuesta a su desastrosa familia.
La mayor se acercó a su madre y le tendió una taza de café antes de volver a tomar asiento en su lugar, en la esquina opuesta al alboroto.
—¡Hyori, tú no sabes cocinar! —exclamó Eun, dejando escapar otra carcajada—. ¿Qué crees que haces?
Su amiga abrió la boca para defenderse pero el timbre de la casa sonó nuevamente y la dueña de la casa salió a atender.
—Ayúdame a limpiar... —murmuró Hyori, mirando fijamente a la mayor de los hermanos.
Rechistando, esta misma le ayudó mientras veía de reojo a la persona que se encontraba de pie en la puerta conversando animadamente con su madre, era el mismo hombre de anoche.
—Hyori, ¿te acuerdas de él? —preguntó Eun—. Es Jinnie, el de la fiesta de....
—¡Claro, me acuerdo, si! —exclamó rápidamente, intercambiando miradas con él.
Jin miró a Eun-ji y sonrió—Está bien, soy Kim Seok-jin, pueden decirme Jin —sonrió a los niños.
Chae-won se acercó a él y le pidió que se inclinara hasta estar de su altura, aquel hombre era alto pero no tanto como su papá y tampoco era intimidante como él, sino más bien, tenía cierto aura pacífico que le agradaba y provocaba que ella confiara en él—Me gusta más Jinnie —confesó después de un rato.
Jin le pellizcó suavemente una de sus mejillas con sus dedos y le sonrió—Puedes decirme como más te guste, princesa.
A Chae se le enrojecieron las mejillas y de un salto aprisionó las piernas de su madre, causando la risa de todos—Mamá, él cree que soy una princesa... —murmuró algo fuerte.
—Jin, ella es Chae-won —la presentó su madre, acariciando el cabello de su hija.
—Yo soy Dong-sun, si te metes con mi mamá, te la verás conmigo... —advirtió seriamente. Jin intercambió miradas con Eun-ji, quién se reía de la situación.
—No te preocupes, Dong... —mencionó Seok-jin—... eres muy valiente y es muy honorable que protejas a tu mamá. ¡Sigue así, caballero! —sonrió.
—Mamá... ahora cree que Dong-sun es un caballero —susurró Chae, en los brazos de su madre.
Jin miró a la mayor de los hijos, a simple vista podía notar que no confiaba para nada en él y que tampoco sería fácil tener su aprobación, pero no lo detenía a esforzarse más.
Intentó hablar pero se vio interrumpido cuando ella se marchó de allí dejándolo con todas las palabras atoradas en la boca.
—Ji-hyo es así —le restó importancia Hyori, mientras se giraba a lavarse las manos.
—Mami, tengo hambre... —murmuró Chae, mientras Eun-ji apartaba de su mentón la mancha de mezcla para panqueques.
Jin miró todo lo que había sobre la mesada y la isla y sonrió, tomó la sartén que Hyori había dejado de lado y comenzó a preparar algunos panqueques. Todos los presentes se sentaron en silencio observando los ágiles movimientos que hacía el hombre que acaparaba toda la atención.
Varios minutos más tarde, dejó un plato con una pila de panqueques y una fuente con frutas picadas.
Los niños se miraron entre si y comenzaron a devorar todo lo que había allí frente a ellos, incluida Hyori, que mordía un panqueque y tomaba café como si su vida dependiera de ello.
—Veo que te desenvuelves bien en la cocina... —sonrió Eun-ji, con una mirada coqueta.
—Se podría decir que si... —murmuró él en respuesta, inclinándose hacia ella.
Allí estaba de nuevo el brillo travieso en su mirada amarronada y otra vez, sus labios captaban toda su atención pero jamás logró tocarlos, puesto a que Ji-hyo llegó de pronto posicionándose entre ambos sin mirarlos.
Eun-ji acarició el cabello de su hija y besó su mejilla, mirando a la distancia a Jin, quien se había movido hasta la otra punta de la isla.
Él sabía que para Ji-hyo debía ser difícil ver a su madre coquetear con otro hombre que no fuese su padre y por ello le daba espacio, pero Ji-hyo debía entender que simplemente él no pensaba darse por vencido y harían falta más que interrupciones y miradas furtivas dónde ella lo analizaba de pies a cabeza buscando tan solo una falla de parte de él.
—¿¡Quién quiere ir al parque!? —preguntó Hyori con entusiasmo. Los niños saltaron en su lugar y corrieron a vestirse rápidamente, cuando Eun pensaba irse, fue interrumpida por su amiga—. Eh, Eun-ji... ¿a ti quién te ha invitado?, ¿ah? —la señaló—. Llevaré a mis sobrinos, es mi día con ellos.
—¿Desde cuándo? —preguntó con gracia.
—Desde hoy —le enseñó la lengua y se marchó detrás de los niños.
Jin miró a la mujer que tenía enfrente, era mucho más hermosa sin maquillaje y con su cabello levemente alborotado, dejó escapar un suspiro y frotó su cuello con nerviosismo.
—¿Tienes planes para hoy? —preguntó él, con una sonrisa tímida.
Eun-ji negó pero antes de poder hablar, fue interrumpida por otra voz—Mamá debe llevarme a comprar un violín nuevo —informó Ji-hyo.
—¿Hoy, domingo? —preguntó él, una leve sonrisa asomándose por la comisura de sus labios.
—Sí, hoy domingo —afirmó, mientras lo miraba cruzándose de brazos, esperando a que se marchara con aquello al ver que no formaba parte de ningún plan.
—¡Perfecto, las llevaré! —exclamó Jin—. Podemos pasar por la tienda de un viejo amigo mío, seguro tendrá algún violín que sea de tu agrado.
—No... ¡auch! —exclamó frotándose el brazo.
—¡Muchas gracias, Jinnie! —habló rápidamente Eun, recobrando su postura dentro de aquella conversación.
Ji-hyo miró a su madre con el entrecejo fruncido y dando media vuelta, se marchó hacia su habitación para cambiarse seguida de su madre.
Jin se mantuvo de pie a un costado de la puerta de salida, por donde Hyori y los niños salían rápidamente con algunos juguetes. Él y ella intercambiaron una mirada de apenas unos segundos pero fue más que suficiente para que él se mantuviera al margen de la situación.
Al poco tiempo, Ji-hyo apareció llevando unos pantalones de jeans azules un poco rasgados, una camiseta blanca con letras negras y un saco largo blanco a cuadros. Eun-ji llegó detrás con una blusa blanca de hombros descubiertos y una falda color nude con un tul con dibujos de flores blancas que le llegaba casi hasta los talones.
Tanto la hija como la madre, lucían radiantes.
Seok-jin les sonrió a ambas y salió fuera esperándolas de pie a un costado de las puertas de su auto y en cuanto ellas llegaron, les abrió.
Ji-hyo prefirió dar la vuelta y Eun-ji suspiró.
—Discúlpala, no sé qué sucede... —comentó Eun.
—No te preocupes, la entiendo —sonrió—. No me conoce, me rechazará hasta que pueda demostrarle que soy un buen candidato.
—¿Candidato para qué? —preguntó ella con algo de diversión.
—Para salir con su bella madre —respondió de inmediato y cerró la puerta después de que ella tomara asiento.
Eun-ji llevó su mano a sus labios cubriéndolos para que su sonrisa no se exhibiera y agitó otra frente a su cara para tratar de evitar que sus mejillas se encendieran en un tono rojizo.
El hecho de que Jin dijera aquello tanabiertamente la había puesto nerviosa pero no le desagradó en absoluto la ideaque comenzaba a formarse en su mente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro