24
Nam-joon frotaba nervioso su mano derecha sobre su pierna derecha, mientras esta subía y bajaba siendo impulsada por su pie. Su mano izquierda se encontraba sobre el respaldo del asiento a su lado, donde su madre se encontraba leyendo muy atenta el menú de aquella cafetería que también poseía un patio de juegos.
Era su manera de distraerse, pues se encontraba tan nerviosa que se había puesto el suéter al revés y debió quitárselo a mitad de camino para acomodarlo correctamente.
No habían llegado hace mucho tiempo, sin embargo; esperar no le agradaba, ni siquiera por dos minutos.
Dejó escapar un suspiro y observó en silencio como su madre hablaba animadamente con la jovencita que los había atendido en aquella tarde de día sábado.
A lo lejos visualizó a Eun-ji tomándole la mano a Chae-won mientras Ji-hyo y Dong-sun caminaban delante enfrascados en una conversación.
Los cuatro venían ingresando y en cuanto la menor vio a su padre apuntó hacia él y corrió a sus brazos con emoción, ella estaba totalmente segura, de que para su padre aún era el centro de atención y eso le gustaba.
—Hola, bebé Chae... ¿me extrañaste? —preguntó este, mientras sonreía y abrazaba a su hija a la que había sentado en su regazo mientras los demás llegaban.
Chae asistió con una pequeña risa pero pronto escondió su rostro al ver a la señora que permanecía al lado mirándolos de cerca y con los ojos lagrimosos. La mujer no lucía como si la edad le pesara, tenía pequeñas arrugas a los costados de los ojos y estos mismos eran rasgados y pequeños, tenía una nariz perfilada y era alta y delgada.
—¿Quién es ella? —preguntó, casi al mismo tiempo que sus hermanos y madre llegaban.
Eun-ji se removió inquieta en su lugar, recordando aquel fatídico día donde ambos se marcharon de la mansión Kim sin mirar atrás.
Nam contuvo el aire y miró a sus hijos para luego tomar la mano de su madre por sobre la mesa y estrecharla cálidamente.
—Si es otras de tus novias, no quiero saberlo —soltó de pronto Ji-hyo.
Nam-joon la miró molesto y Eun-ji retuvo las ganas de reír mientras tomaba asiento frente a Nam. La madre de este ni siquiera había reparado en ella, sino que estaba absorbida por sus hijos que también parecían no tener ojos más que para su abuela.
—Es mi madre, hijos míos... —comentó.
Chae se alejó de su padre y aún estando en el regazo de él le dio la mano a su abuela y esta la tomó sintiéndose abrumada por una oleada de sentimientos nuevos.
Ahora se sentía más arrepentida de aquella vez en la que no impidió que ambos se marcharan, habían formado una bonita familia con unos preciosos hijos y ella no había estado allí para verlos crecer, ni los había sostenido en brazos tan solo una vez.
Para ellos tampoco era algo usual, los niños habían crecido con sus padres y los amigos de ellos considerándolos como si fuesen sus tíos, sin embargo; nunca habían oído hablar de los padres de ninguno de ellos y tanto Nam como Eun habían decido no hablar de ellos.
Ji-hyo, quien aún seguía parada, se acercó lentamente e hizo una reverencia ante su abuela, pidiendo disculpas por lo sucedido. Sus mejillas estaban tan rojas que el color se le había subido hasta las orejas debido a la vergüenza.
Había sido demasiado exagerada y ruda al haber dicho aquello, sus ojos se llenaron de lágrimas y acortó las distancias estrechando a su abuela en un fuerte abrazo que provocó que ambas se soltaran en llanto. Dong-sun y Chae-won se acercaron también y abrazaron a su abuela mientras comenzaban a llenarla de preguntas que ella gustosamente respondía.
Insistentes, la tomaron de la mano y la guiaron hacia el patio de juegos, Nam-joon soltó un suspiro y se inclinó sobre la mesa recostandose un poco al cargar el peso de su cabeza sobre su brazo derecho, mientras observaba a su madre comportarse como una niña junto a sus nietos.
—Esto salió mejor de lo que pensé —comentó él, mientras sentía un leve toque sobre su mano.
Eun-ji estaba tomando esta y le ofrecía una cálida sonrisa que le llenó el corazón de felicidad.
—Nam, el pasado quedó atrás. Es verdad que fueron algo despiadados con nosotros tiempo atrás, pero las personas cambian cuando se dan cuenta de sus errores. Puedes verlo en tu madre —la señaló con un leve movimiento de cabeza.
—Lo sé, me hubiese agradado que papá también quisiera verlos... —mencionó algo triste.
Eun-ji observó gustosa como la chica que los había atendido le traía una porción de torta de chocolate junto a las demás cosas que habían pedido.
Le dio un bocado calmando sus ansias y antojos por probar aquella torta amarga pero al mismo tiempo un poco dulce debido a la crema interna del relleno. En la comisura de sus labios habían pequeñas migajas que Nam apartó de inmediato con su mano libre, una pequeña sonrisa de medio lado surcó sus labios y un pequeño hoyuelo se hizo presente.
Eun agradeció algo tímida y miró su plato algo pensativa—Sé que eras muy unido a tu padre, lamento todo lo que pasó... quizás, si le hubiéramos hecho caso a nuestros padres, tú te hubieras ido a formar una carrera en el exterior y tendrías una gran relación con tus padres.
Nam se enderezó en su asiento y se inclinó solo un poco como para peoporcionarle un pequeño golpe con sus dedos en la frente de ella—Oye, no digas eso —le reprochó.
—¡Nam-joon, no puedes pegarle a una embarazada! —se quejó frotando su zona levemente adolorida.
—Jamás me he arrepentido de haber seguido a mi corazón, te amaba Eun-ji y siempre diré que nuestros hijos son la viva prueba de nuestro amor —continuó hablando.
—Tú... ¿ya no me amas? —preguntó algo dudosa, mientras cortaba otra pequeña porción de pastel pero la giraba en su plato sin ánimos de llevárselo a la boca.
—¿Qué? —preguntó sin entender, algo cohibido.
—Dijiste, "te amaba" —hizo énfasis—. Eso quiere decir que, ¿ya no me amas? —insistió.
De cierta forma, pensar en que quizás él había dejado de amarla le causaba una extraña sensación desabrida. No quería que Nam dejara de amarla, pero tampoco quería que Jin lo hiciera y se sintió mal por ello, porque estaba en medio de dos direcciones completamente opuestas, dudando sobre que camino tomar.
Nam-joon parpadeó y se dejó caer hacia atrás en su asiento—Claro que te amo, Eun-ji. Estoy loco por ti, pero estoy atado de manos y pies contigo —suspiró—. Estás haciendo tu vida de nuevo y yo no estoy incluido en ello, tienes a Jin y ahora ambos tendrán un hijo. No separaré a un padre de su hijo... —negó con su cabeza suavemente, mientras decidía comenzar a tomar su bebida antes de que se enfriara—... te amaré siempre, Eun-ji. Eres la única mujer en mi vida, se que puede parecer una mentira pero....
—Te creo —lo interrumpió—. No necesito que me expliques nada más. Gracias por todo, Nam —sonrió—. Por dejar de lado las diferencias con Jin, sobre todo; porque ha sido un gran alivio para mi.
Él asintió y sonrió levemente mientras guardaba silencio, ya no tenía nada más que aportar al respecto. No se habían encontrado allí para verse entre ellos, sino para que su madre pudiese conocer al fin a sus nietos.
Al poco tiempo, los niños regresaban entre risas junto con su abuela y cuando esta tomó asiento, los niños la rodearon con sus sillas para seguir conversando. Habían muchas cosas de las que querían hablarle, se había perdido de muchos años, asique los niños querían contarle a detalle cada logro que habían obtenido.
Eun-ji hizo una leve mueca de tristeza, hace tiempo había perdido todo tipo de comunicación con sus propios padres. No era igual que Nam, que intentaba alejarse de sus propios padres tanto como pudiera, sino que ella sí había tratado de encontrarlos y arreglar los asuntos del pasado
Salvo que, dónde antes vivía, ahora era una casa mucho más moderna habitada por una joven pareja.
No tenía dirección, ni número de sus padres; todo lo que alguna vez la había atado a ellos, había desaparecido como si realmente nunca hubieran existido y como si solo hubieran sido producto de su imaginación.
A veces prefería que así fuera, pero por otro lado, los extrañaba. Añoraba volver a verlos y que la abrazaran una vez más y le dijeran que ella aún era su hija, que se disculparan por las crueldades de sus palabras que le habían dicho el día en que la echaron a la calle como si se tratara de una bolsa de basura.
Miró nuevamente a la madre de Nam, se veía que aún conservaba su sonrisa jovial y sus ojos almendrados relucían al ver a sus hijos. Sonrió, al menos uno de ellos había pedido disculpas y trataba de hacer las cosas bien.
Sabía perfectamente que no faltaría mucho para que el padre de Nam también cayera, aquel hombre amaba mucho a su hijo y la sangre llama, por encima del orgullo.
—Abuela, ¿nos vas a visitar mañana? —preguntó Dong-sun
—¡Si, yo podré enseñarte mi violín y tocaré para tí! —exclamó Ji-hyo.
Los niños caminaban delante de sus padres, tomando la mano de su abuela; Chae-won en cambio era cargada por su padre, mientras jugaba con los botones de su camisa.
—Denle un respiro a su abuela —mencionó Eun, comenzando a reír.
—No sé si podré ir a verlos mañana, pero trataré, lo prometo —sonrió.
Se sentía realmente dichosa al haber pasado el mejor día con sus nietos, eran tan adorables y respetuosos, sin dudas su hijo y su nuera habían hecho un increíble trabajo co ellos.
—Señora Kim, si gusta, puede pasar por ellos cuando salgan del colegio —sugirió Eun-ji, mientras llevaba su mano libre a su vientre y con la otra se sostenía del antebrazo de Nam para caminar.
La madre de Nam-joon abrió sus ojos de manera desorbitante y asintió mientras dejaba de caminar hacia adelante para abrazar a Eun-ji.
Con su mano acarició su cabeza como si esta fuera una pequeña niña y Eun, con las hormonas alborotadas, sentía que las lágrimas se le acumulaban en los ojos
—Lo siento mucho, Eun-ji. Discúlpame por todo lo que alguna vez dije e hice en el pasado... —murmuró la señora Kim, solo para que ellas dos pudieran oír—... debí apoyarte más que nadie. Tú eres la mujer que mi hijo ama, incluso aún si ya no están juntos, siempre serás como una hija para mi.
Eun-ji comenzó a llorar en sus brazos, mientras se sentía pequeña en medio de aquel abrazo tan maternal que la señora Kimle estaba dando.
Siempre supo que era una excelente mujer, pues cuando aún eran jóvenes, Nam-joon no paraba de hablar de lo buena que era su madre; sintió un poco de celos en ese momento, la madre de Nam eran como un sueño. Era la madre que todo hijo quisiera tener; era afectuosa, talentosa, bondadosa, elegante y adinerada.
—Gracias, señora Kim... —susurró como una niña pequeña.
—Nada de gracias... —le respondió en bajo tono, para luego separarse y aplaudir—... ¿¡Quién quiere ir por unas hamburguesas!? —exclamó mientras iba en dirección a los niños.
Nam-joon bajó de sus brazos a Chae y dejó que esta siguiera a su abuela—Se volvió loca —comentó, mientras miraba a su madre y negaba con la cabeza.
Una amplia sonrisa se le escapó de entre los labios marcando sus hoyuelos; Eun-ji se lo quedó observando por un instante, mientras aún lo tomaba por el antebrazo y caminaba a su lado.
Se permitió admirarlo una vez más, Nam-joon realmente estaba haciendo las cosas bien esta vez y eso le agradaba lo suficiente.
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