18
Por la mañana siguiente, recibió un mensaje de su hija mayor donde le notificaba que iban a mudarse ese mismo día.
Nam-joon se levantó con prisas para darse una ducha y cambiarse, se colocó unos jeans azules claros junto con una camiseta básica blanca, tomó una chaqueta verde militar y salió de casa no sin antes quitarle una gorra negra a Ji-min.
Metió las manos en sus bolsillos mientras caminaba hacia la casa de Eun-ji, no le quedaba demasiado cerca pero tampoco terriblemente lejos. A demás, quería aprovechar la ocasión para aclarar sus ideas y reflexionar con las palabras que le había dicho su amigo.
Al llegar a la casa notó la puerta abierta y algunas personas que salían cargando cajas, se adelantó por las escaleras e ingresó tranquilamente.
—¡Papá! —exclamó Dong-sun, corriendo hacia su padre.
Nam sonrió y abrazó a su hijo antes de que este se le trepara a la espalda—¿Cómo te fue en la escuela ayer? —preguntó mientras caminaba con su hijo en la espalda.
—Bien, aprové mi exámen de matemáticas —respondió de inmediato y su padre lo felicitó—. Mh, papá... hay una chica nueva en mi salón.
—Dong-sun, ¿ya quieres tener novia? —lo molestó—. Aún no puedes, le romperás el corazón a tu madre.
Antes de que el niño pudiese responder, su hermana mayor salió de su habitación al escuchar la voz de su padre y se abalanzó sobre él, colgándose de su cuello; pero no fue la única, Chae-won llegó detrás y también lo abrazó.
Eun-ji, quien había salido de su habitación para tratar de saber por qué sus hijos hacían tanto alboroto, se encontró con aquella escena que le inquietó el corazón con hormigueos sutiles.
Se recostó sobre la pared mirándolos pero no pasó desapercibida para él, Nam-joon le tendió la mano sin soltar a ninguno de sus hijos y cuando ella se negó, Ji-hyo también le ofreció su mano y la miró suplicante.
¿Cómo podía decirle que no a eso?
Sin pensarlo demasiado, tomó su mano que era más pequeña y se unió al abrazo, cargando a Chae-won entre sus brazos.
Tener su mejilla apoyada contra el hombro derecho de Nam solo provocaba que viejas emociones que parecían estar ocultas, salieran a la luz. Eran como cientos de pecesitos dorados nadando dentro de su estómago.
Cerró sus ojos por un instante permitiéndose sentir el melifluo perfume que él tenía, que también se mezclaba con las risas joviales de sus hijos. Había anhelado tanto en su corazón tener un momento como aquel, donde los cinco estuvieran juntos y ahora que se había cumplido, le gustaba, se sentía dichosa.
Sintió una de las manos de él tomarla por la cintura para estrecharla más cerca de su cuerpo y como sus ojos le picaban comenzando a humedecerse al sentir el aliento caliente que provenía de los labios de Nam, al rozar su oído.
—Te amo, Eun-ji... —le susurró tan inaudible que a ella le pareció una alucinación.
Aquellas primeras dos palabras y la manera tan íntima en la que se lo dijo, habían sido suficientes para que su corazón estallara como fuego artificial en día festivo.
No le respondió y él tampoco esperó a que lo hiciera, sabía que ahora Eun-ji estaba a punto de comenzar una nueva página de la historia de su vida donde claramente él no era uno de los protagonistas de esos que tienen su bonito final feliz.
Se separaron lentamente, no queriendo hacerlo realmente y Eun-ji se marchó para darles indicaciones a los hombres del camión de mudanzas.
Ji-hyo tomó de la mano a su papá y lo arrastró hacia su habitación entre risas compartidas, Chae-won y Dong-sun también los siguieron entre saltos y parloteos incesantes.
—Pero, cariño... no has empacado nada —mencionó al ver la habitación de su hija mayor.
—No quiero irme, me gusta esta casa —hizo un puchero.
—A mi también me gusta, ¿por qué tenemos que irnos? —preguntó Dong-sun, sin embargo Nam-joon no estaba seguro de si sabían el verdadero motivo.
—Bueno, tu madre ama a Seok-jin y por eso....
—Eso es mentira, mamá sigue enamorada de ti —interrumpió la mayor.
—Es cierto, Chae-won encontró los anillos guardados en uno de los cajones en la habitación de mamá —confirmó su hijo.
Nam-joon mordió el interior de su mejilla para evitar sonreír y aclaró su garganta dejándose caer sobre la cama de su hija. La más pequeña de los tres se subió a la cama y se recostó a su lado abrazándolo, mientras él comenzaba a acariciar su cabello.
—Cualquiera que sea el motivo, deben obedecer a su madre —los miró—. Se ha esforzado mucho por ustedes y ha descuidado su vida en el intento, sean comprensivos y respeten su decisión.
—Los adultos son tan mentirosos, no puedo entenderlos —comentó Ji-hyo, mientras extendía sus brazos en el aire con frustración—. Ustedes aparentan que todo está bien pero, mamá aún duerme usando tu vieja camiseta para no olvidar tu aroma porque te extraña; y sé que tú aún conservas las cartas que te escribió e incluso, tienes el peluche que te obsequió cuando eran novios —lo señaló—. No te hagas el tonto, papá.
Nam-joon se estiró y la tomó del brazo tirando de ella para hacerla caer sobre la cama—¿Y tú de dónde haz heredado esa inteligencia? —le preguntó divertido. Ambas niñas reían por las cosquillas que su padre les hacía—. Ya no tengo nada de eso, Ji-hyo... dejé todo en la casa de Tae-hee.
La niña se levantó de pronto y miró a su padre directamente, para luego alternar su vista entre su hermano y él. El niño se acercó de pronto a la cama y se subió a esta también y miró intrigado a su padre, no entendiendo lo que ocurría.
Ji-hyo tomó la mano de su padre y la examinó, al mismo tiempo, él sonrió.
—Papá, ¿dónde está tu anillo? —preguntó con sus ojos abiertos de par en par, su hermano la imitó.
Nam-joon suspiró—No lo sé —dijo despreocupado—, por ahí —cruzó sus brazos por detrás de su cabeza y cerró sus ojos, los niños se miraron confusos—. Si, es lo que creen, no me casé —confirmó.
Los niños gritaron felices y se tiraron sobre su padre aplastándolo, mientras ellos celebraban, Eun-ji permanecía de pie del otro lado de la puerta, escuchando aquella conversación.
Llevó una de sus manos a su pecho donde su corazón latía frenético y se dio palmaditas para intentar calmarse. Nam-joon no se había casado y eso la había alegrado más de lo que hubiera pensado.
Miró a uno de los hombres que ingresó para buscar más cajas y llevando su dedo índice a su boca le pidió guardar silencio, procediendo a señalar una pila de cajas con juguetes que había sacado se la habitación de Chae-won, sin prestarle más atención, se giró para seguir escuchando la conversación.
—¿Nos podemos quedar contigo? —preguntó Dong-sun, arrodillado sobre la cama.
Nam negó—Todo lo que tenía ahora es de Tae-hee, estoy viviendo con Mochi por el momento —Eun-ji frunció el entrecejo, no sabía nada ni tampoco entendía lo que había ocurrido.
—¿¡Con el tío Mochi, en serio!? —exclamó entusiasmado—. Eso significa, que podemos ir a verte sin que ella esté molestándonos.
Nam-joon asintió con una sonrisa y se colocó de pie, dando un gran aplauso—¡Bien, ahora quiero a mis tripulantes trabajando unidos! —exclamó, mientras sus hijos corrían a ponerse en fila—. Guarden sus cosas, vendré en un rato para ayudarles a desarmar algunos muebles. Iré a ver a su madre ahora, para ayudarle con las cosas mas pesadas.
—¡Si, capitán! —dijeron al unísono.
—¡Papi es muy fuerte! —gritó Chae-won, dando un salto.
—Si mi amor, papi es muy fuerte —sonrió y se acercó para besar su frente—. Ya saben, no quiero escucharlos pelear —los apuntó.
Luego de ver que sus hijos comenzaron a trabajar unidos, se marchó en busca de Eun-ji, la cual había huido hacia la cocina, terminando de sacar algunas cosas de la alacena.
Nam-joon apareció detrás y le alcanzó algunos platos y vasos que habían quedado en el fondo y le ayudó a envolverlos con periódicos para evitar que se rompieran en el viaje.
—No tienes que hacer esto, Nam-joon... —murmuró ella.
El negó mientras continuaba haciendo su trabajo atento—No me molesta. Tu futuro marido debería estar aquí ayudándote, ¿dónde está ese idiota?
Eun-ji dejó lo que estaba haciendo y lo miró severa—No lo insultes.
—Ay, que sensible.
Ella le pegó en el brazo—Hablo en serio —le reprochó—. Jin tenía unos asuntos que atender, vendrá por la noche para llevarnos a su departamento.
—¿Estás segura de que caberán todas tus cosas en su departamento?, no se oye como algo muy grande —preguntó—. Yo podría guardar algunas cosas, no sería molestia.
Eun-ji se mordió la punta de la lengua para evitar preguntarle al respecto de lo que había oído. Si hablaba, él sabría que ella los estaba espiando y sería el objetivo de sus burlas.
A demás, estaba esperando a que él tuviera la confianza de poder decirle sin sentirse precionado.
Asintió restándole importancia y se concentró en lo suyo por unos escasos minutos, ya que su ex-esposo no le dejaba hacer nada porque ella debía guardar reposo. Asi que, mientras tomaba asiento en un almohadón que permanecía en el suelo, al lado de la mesa ratonera, le daba indicaciones de como guardar las cosas más frágiles.
Cuando la tarde se hizo presente, el transporte emprendió camino hacia la casa de Jin, donde este los recibió a tiempo cuando regresaba para ducharse.
Mientras tanto y por pedido de los niños, Eun-ji pidió comida a domicilio y disfrutaron de un par de pizzas y pollo frito.
En silencio observó a Nam sentado frente a ella, riéndose de las ocurrencias de sus hijos, mientras le limpiaba la mejilla a la pequeña Chae. Sentía regocijo al poder disfrutar de un momento así, todos estaban tranquilos y felices, absortos de todo a su alrededor.
Cualquiera que los viera desde afuera, dirían que perfectamente eran una bonita familia, solo que el pequeño detalle estaba en que no eran perfectos y que eran una familia un poco rota.
Suspiró casi al mismo tiempo en que se escuchó la puerta abrirse, al instante la silueta de Jin apareció en un costado de la sala. Se detuvo clavando sus ojos sobre Nam-joon y apretó los puños justo antes de acercarse a Eun-ji y besarla.
Nam se colocó de pie y tomó su chaqueta que estaba doblada a su lado, comenzando a colocársela. Aclaró su garganta y miró tristemente a la mujer que estaba encogida en su lugar con algo de incomodidad.
—Me iré —comentó, mientras caminaba hacia la puerta seguido de sus hijos que no dejaban de protestar por su repentina marcha.
Seok-jin se inquietó y se sintió ignorado, los niños ni siquiera habían volteado a verlo pero lo entendió, su padre estaba con ellos y lo adoraban.
—¿Podemos ir a visitarte? —preguntó Dong-sun, Nam asintió y le besó la cabeza.
—¿Me puedes llevar a mis clases de violín?, la casa de Jin queda hasta la otra punta y seguramente mamá no podrá hacerlo —dijo Ji-hyo.
—Claro que si, le pediré el auto a Mochi solo para ir a buscarte —la abrazó—. Bebé Chae, ¿le das un abrazo a papá? —preguntó agachándose a su altura, la niña lo hizo y comenzó a llorar—. No, bebé, no llores —pidió mientras le daba besos en su mejilla—. No me iré para siempre, no tienen porqué estar tristes, todo seguirá igual que antes, lo prometo.
Dicho aquello, sus hijos mayores se acercaron para unirse al abrazo y lloraron. Tenían miedo y se sentían fuera de lugar en toda aquella situación, no podían negarse porque no les habían dado la oportunidad, nadie les preguntaba que era lo que ellos querían.
Al finalizar, ingresaron dentro de la casa pasando por un lado a su madre. Nam se limpió unas lágrimas que cayeron y se giró dispuesto a marcharse, sin embargo, la voz de Eun-ji lo detuvo.
—Nam, ¿qué es lo que está pasando? —preguntó sin poder aguantarlo.
Él se acercó para abrazarla y acarició su cabello—No te preocupes por mi, Eun-ji. Te deseo lo mejor, sé feliz, ¿de acuerdo? —preguntó, pero no esperó respuesta alguna.
Se alejó dejándole una sensación horrible de vacío y se marchó caminando calle abajo hasta desaparecer de la vista de ella.
Eun-ji se mantuvo de pie abrazándose a si misma, buscando reconfortarse una vez más, porque cada vez que Nam-joon se alejaba así, volvía a sentirse vacía.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro