16
Un grupo de personas vestidas elegantes corrían de un lado a otro preparando los platillos que saldrían de inmediato después de la ceremonia que se llevaría a cabo.
El amplio jardín de la mansión Kim estaba dividido en dos, por un lado habían arreglos florales en tonos rojos claros y obscuros; y bancas de madera y hierro pintado de negro para los que presenciaban la ceremonia desde el principio. En la otra mitad, habían amplias mesas rectangulares cubiertas por manteles color vino con elegantes centros de mesa en forma de jarrones de color oro con grandes rosas rojas, con vajilla de porcelana y cubiertos también dorados. Habían tiras de luces amarillas que colgaban de un extremo a otro, iluminando cálidamente a los invitados que se sentirían más tarde a disfrutar del banquete.
Habían invitados distinguidos que se relacionaban íntimamente con Nam-joon y el padre de Tae-hee, la mayoría de ellos eran presidentes y vicepresidentes de empresas reconocidas que se asociaban de alguna manera a la empresa de Nam-joon. Pero también habían distinguidos inversionistas y celebridades invitadas para entretener a los invitados a la hora de llevar a cabo la fiesta.
No menos importante, estaban presenciando todo los camarógrafos de distintas revistas que enfocaban su mirada en las grandes empresas y también muchas otras que pertenecían al mundo de la moda.
Tae-hee se encontraba de pie frente a un espejo de cuerpo completo mientras tenía a sus damas de honor, hijas de otros empresarios, a su alrededor acomodando su vestido y diciendo halagos hacia la novia. No eran sus amigas más íntimas, de hecho no tenía amigas, pero ellas eran hijas de un grupo selecto de presidentes que trabajaban codo a codo con su padre desde hace años, asique, conocía muy bien a las hijas desde que eran pequeñas.
Su vestido era sencillo pero sofisticado, era blanco liso sin ninguna pedrería o encaje; tenía un escote atrevido en forma de "v" que llegaba hasta por debajo de su busto y un gran corte en el costado derecho, dejando lucir su pierna. El único adorno era un pequeño cinturón de color plata brillante y la tela del vestido era largo hasta el suelo, dejando que se formase una pequeña cola.
—Tae-hee, acabo de toparme a tu futuro esposo en el pasillo... —mencionó una de las chicas—... ¡Es tan guapo!
La mencionada sonrió satisfecha, Nam-joon era bien visto ante los ojos de cualquiera y a pesar de que le daba celos de que otras mujeres se fijaran en él y pudieran quitárselo, ese día se sentía tranquila, pues estaba a tan solo una hora de convertirse en la futura señora Kim y tener la boda del siglo.
Mientras tanto, Nam aflojaba la corbata de su traje y miraba fijamente al hombre que servía en dos vasos, una bebida fuerte.
Se mantuvo en un silencio sofocante, esperando a que el hombre al otro lado de la habitación hablara, pero tan solo se escuchaba como largaba el humo del cigarrillo y como el líquido se escurría de la botella al vaso.
Nam-joon aclaró su garganta e hizo una leve inclinación de agradecimiento, mientras aceptaba el vaso que el padre de Tae-hee le ofrecía.
—Creí que eras inteligente, muchacho... —murmuró con una sonrisa torcida—... estabas a un paso de conservarlo todo e incluso, tenías a mi hija en bandeja de oro.
—Su hija nunca me importó, señor Yoon —intervino Nam—. Es desagradable ver y saber que un padre entregaría así a su hija a cualquiera a cambio de poder.
—Yo no hablaría tanto si fuera tú, Kim Nam-joon... creo que, si no mal recuerdo se llamaba Ji-hyo, ¿no es así? —carcajeó burlándose de la expresión de desesperación del joven hombre al escuchar el nombre de la mayor de sus hijas.
Nam dejó el vaso sobre un estante de libros en el cual permanecía apoyado e inmediatamente se abalanzó sobre el padre de su prometida, tomándolo por la camisa en grandes puñadas, acercándose a su rostro y sacudiéndolo en un intento desesperado de que dejara de reírse.
—Ni siquiera te atrevas a mencionar el nombre de mi hija con tu sucia boca o me encargaré personalmente de coserla para que no vuelvas a abrirla... —susurró amenazante.
El señor Yoon pasó su lengua por sobre sus dientes y miró a un costado golpeando las manos de Nam para que este lo soltara.
—Mantendré la boca cerrada, solo porque sé que eres capaz de hacerlo —caminó sin preocupación alguna hacia su escritorio y se sentó en la silla de cuero.
Nam-joon dejó escapar un suspiro y se aproximó hacia él. Subió las mangas de su camisa hasta sus codos y apoyó ambos brazos sobre el escritorio del hombre que tenía en frente, mirándolo directamente con ojos chispeantes en desesperación y furia.
—Trabajé para ti casi toda mi vida, construí una empresa desde cero que sería para ti en cuanto esta triunfara y se abriera paso entre las más grandes... —comenzó a hablar, ya no soportaba más la situación—... fui tu maldito títere durante años porque tú necesitabas tener una nueva imagen para que nadie sospechara de tus fechorías....
—Nam-joon... —interrumpió severo.
—¡Te lo di todo, maldita sea! —gritó golpeando la mesa con sus puños—, ¡incluso perdí a mi familia por ti!. Era feliz cuando vivía en ese cuartucho de mala muerte junto a la mujer que amaba y mi primera hija, todo era mejor antes de conocerte aquella vez. Maldito sea el día en que decidí aceptar tu ayuda, te aprovechaste de un chico desesperado. Dijiste que protegerías a mi familia, sin embargo hoy me amenazas con sus vidas —se alejó frunciendo el entrecejo y sintiendo náuseas—. Siendo honesto, siento pena por Tae-hee y me compadezco de ella. Debió ser horrible crecer con un padre como tú —comenzó a reír mientras movia su cabeza de lado a lado y llevaba sus manos a su cadera—. Ni siquiera mereces ser llamado "padre". Eres despreciable.
El señor Yoon dejó la colilla del cigarrillo sobre el cenicero y cerró sus ojos por un instante dejando escapar un suspiro. Nam-joon tenía razón en cada palabra que había dicho, no se arrepentía de nada, salvo por su única hija.
Había sido despreciable con ella, ¿entregarla así a cualquiera que le diera poder?. Patético, se daba asco a si mismo, sin embargo, no creía que podía cambiar su forma de ser de un día para el otro.
Abrió uno de los cajones de su escritorio y sacó una carpeta negra que contenía un contrato, quizás eran los papeles que más había estado esperando Nam-joon en los últimos años.
En el contrato estipulaba que, Nam-joon le cedería todo su poder al señor Yoon. A demás de quedar totalmente libre y desligarse de él.
Era conveniente para ambos terminar las cosas por las buenas, de ser lo contrario, el contrato podría llegar a las autoridades y estaban seguros de que eso los pondría en riesgo a ambos en cuanto intentaran indagar más.
El señor Yoon llevó una de sus manos a su pecho y palpando en distintas partes, finalmente sintió la dureza de su plumón. Se lo quitó y lo dejó sobre la mesa frente a Nam, luego de ser el primero en firmar.
Los ojos de Nam-joon se iluminaron, a medida que se acercaba y no dudó ni un segundo en firmar aquel papel que le daba libertad nuevamente.
—Yo me haré cargo de Tae-hee... —murmuró el hombre mayor, mientras giraba sobre su lugar y le daba la espalda.
Nam sonrió de medio lado y se apresuró a salir, fue hasta su habitación y rápidamente empacó en su valijaa parte de sus pertenencias, incluyendo documentación personal. Tomó uno de sus abrigos y corrió por el pasillo ignorando a las personas que se encontraban allí, ni siquiera le importó su casa ni sus coches, dejó todo atrás sin intenciones de volver o relacionarse con ello; que si lo pensaba bien, era algo que ahora le pertenecía al señor Yoon.
Se alejó calle abajo, tratando de alejarse del vecindario todo lo que pudiera y detuvo a un taxi indicándole una nueva dirección.
Al cabo de poco más de una hora, finalmente llegó a su destino y bajó con su maletas caminando a la entrada de la vivienda frente a él. Tocó el timbre y aguardó pacientemente a que alguien lo atendiera.
—¿Qué diablos haces en mi casa? —preguntó él, su cabellera rubia desprolija y sus pequeños círculos morados debajo de sus ojos mostraban lo cansado que estaba.
—Mochi, necesito un favor... —el mencionado le cerró la puerta en la cara—... ¡Oye, es de mala educación cerrarle la puerta así a alguien! —gritó y comenzó a golpear la puerta—, ¡por eso me necesitas, debo enseñarte a respetar a los mayores otra vez!
—¡Ya callate! —gritó, abriendo la puerta otra vez y haciéndole un leve movimiento de cabeza para que entrara a su casa.
Nam ingresó cómodamente dejando la valija a un costado y se dejó caer en uno de los sillones, suspirando sonoramente y sonriendo con sus ojos cerrados. Todo se veía bien ahora, podía oler la libertad, podía sentirla.
Pero mientras él estaba feliz, en aquel lugar del que había salido todo era un caos.
Tae-hee lloró sin importarle que su maquillaje se corriera, corrió al despacho de su padre y cerró la puerta detrás de ella, haciendo callar a todas las voces que murmuraban a su espalda.
Se sentía avergonzada y terriblemente humillada ante la mirada de todos ellos, sin embargo, su padre se mantenía sereno casi recostado en su asiento giratorio, bebiendo algún licor caro y husmeando su celular de primera.
Ella sorbió su nariz y cerró sus ojos con fuerza al sentir una punzada en el pecho. Se suponía que este sería su día especial, el día en que se convertiría en la señora Kim y sería feliz por el resto de su vida al lado de un hombre perfecto como lo era Nam, pero todo era un desastre y se sintió realmente avergonzada cuando llegó al altar y no se encontró con el novio allí.
Abrió su boca para protestar ante su padre, ¿por qué no la detuvo o le advirtió antes de dejar que se humillara a si misma frente a todas esas personas de la alta sociedad?. El señor Yoon elevó su mano frente a ella en señal de que mantuviera la boca cerrada, no quería escuchar un berrinche ahora.
Podría ser un ser despreciable que pisoteaba a todos a su paso, pero era leal a su palabra y respetaría por encima de todo el contrato con el joven Kim. Después de todo, ya había absorbido todo de él y ahora el pobre estaba como al principio, con una mano delante y otra detrás. No tenía absolutamente nada.
Pero Tae-hee no opinaba lo mismo, ella quería hacerle saber a Nam-joon cuan herida estaba y lo mucho que ahora lo odiaba. Quería dejar que su corazón herido tomara venganza para hallar paz; sabía como atacarlo donde más le dolía y de alguna forma, haría que él volviera arrastrándose de rodillas hacia ella, sin importar las consecuencias.
Miró una vez más a su padre y con despreció dijo—Esto no se quedará así, ya van a ver....
Giró su cuerpo y salió dando un gran golpe en la puerta al cerrarla, el sonido del golpe en seco retumbó entre el despacho y el extenso pasillo.
Tae-hee se miró al espejo nuevamente y apartó las lágrimas de su rostro sin importarle correr aún más el maquillaje, tomó los extremos del espejo y lo arrojó al suelo haciéndolo estallar. Apresuradamente se metió en el cuarto de baño y rasgó su vestido mientras dejaba escapar algún que otro sollozo, y se metió en la ducha para intentar calmarse mientras pensaba en algún plan.
Si Nam-joon no podía amarla como ella esperaba, entonces le daría verdaderas razones para que pudiese odiarla; porque prefería su odio, antes que su lástima.
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