14
Nam-joon ajustó su corbata mientras se miraba en el espejo, debajo de sus ojos habían pequeñas sombras moradas de las malas noches que estaba pasando, una mala racha de puro insomnio.
Suspiró cerrando sus ojos cuando escuchó el golpeteo de los tacones de Tae-hee aproximándose a él. Esa mujer era más insoportable de lo que pensó.
—¿Ya estás listo? —preguntó asomando su rostro a través de las puertas del amplio vestuario que compartían—. Nos están esperando, mi amor —comentó con una sonrisa.
Él bufó—¿Mi amor? —repitió—. ¿Qué sucede, nos están filmando ahora? —preguntó mirando en varias direcciones.
A ella se le borró la sonrisa del rostro y apretó los puños sintiendo sus uñas clavarse en su palma. Estaba más que molesta.
Nam-joon le gustaba, no podía negarlo ni mentir sobre ello, sin embargo; él parecía no darse cuenta o si lo había hecho fingía que nada pasaba.
Era consciente de que su relación había comenzado por un puro capricho de ella cuando sus ojos se fijaron en el atractivo empresario con el cuál su padre, uno de los mayores accionistas, se encontraba cenando con él.
Aquel empresario era todo lo que ella deseaba, era un hombre inteligente y de buenos modales, su aspecto físico era como los que a ella le gustaban; altos y de espalda ancha, con un pecho pronunciado y una piel acaramelada, de largas y fuertes piernas al igual que sus brazos. Ella deseaba que aquel hombre la llevara a la cama tan solo una noche, pero sin embargo, por más que lo intentaba, él ni siquiera era capaz de tocarle un cabello.
Y todo por una mujer, su ex-esposa, Eun-ji.
De solo escuchar alquel nombre le daba náuseas, no comprendía que era lo que veía en aquella mujer ordinaria, sin una pizca de plena juventud como la de ella o de un cuerpo de curvas excepcionales, digna de ser modelo como lo era ella.
El hecho de que Nam solo tuviera ojos para aquella mujer, la hacían desearlo más y por consecuencia, solo lo quería para ella.
Tae-hee tomó su celular llevándolo a su oreja—¿Papi? —habló con un tono de niña.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Nam-joon de inmediato y le arrebató el celular finalizando la llamada.
Ella sonrió con parsimonia—Estás atado de manos y pies, cariño, lo sabes —se aproximó a él y colocó su mano sobre su hombro ejerciendo un poco de presión para luego ir bajando lentamente—. Creo que deberías cambiar tu actitud conmigo, Nam-joon o de lo contrario me veré en la obligación de llamar a mi padre —abanicó sus pestañas centrando su mirada en él—. No queremos que él te lo quite todo, ¿o si?. O peor aún, pero creo que no te gustaría saber que tanto soy capaz de hacer para obtener lo que quiero.
Nam apartó de un golpe la mano de Tae-hee y con un hábil movimiento, la tomó de la cintura acorralando su curvilineo cuerpo contra la pared, a ella se le escapó un jadeo y cuando una sonrisa se formó en sus labios, él tomó su cuello ejerciendo presión.
—Escuchame bien, Tae-hee... —susurró molesto, cerca de los labios de ella, quién comenzaba a ponerse roja pero sin embargo estaba exitada y divertida por la situación—... solo te lo diré una vez más, no te atrevas a ponerle un dedo encima a alguno de mis hijos o a Eun-ji, porque no me molestaré en mancharme las manos de sangre con tal de que ellos estén bien.
Aflojó su agarre y ella decidió aprovecharse de ese momento, tomándolo por sorpresa del cuello y besando aquellos labios que tanto deseaba. En ningún momento le correspondió, por el contrario, trataba de quitársela de encima y cuando finalmente lo logró, se fue a paso rápido y con evidente enojo.
Tae-hee llevó su mano derecha a sus labios y los tocó suavemente comenzando a sonreír, para luego llevar su mano a su pecho, sintiendo los fuertes latidos de su corazón que eran como un par de caballos galopando.
Ese hombre era exquisito simplemente.
Nam se dirigió a la cochera subterránea y abordó una de sus camionetas esperando a la mujer que habitaba con él, en cuanto esta llegó y se subió tomándose todo el tiempo del mundo, se marchó de inmediato.
Permanecía acatando amenazas disfrazadas de sugerencias mientras pensaba en alguna manera de actuar para recuperar lo suyo, sin que nadie resultara herido de por medio.
El padre de Tae-hee había jugado sucio comprando acciones en la empresa de Nam y teniendo el apoyo de la mayoría de los inversores, con solo chasquear los dedos, podría arrebatarle todo lo que con esfuerzo había logrado. Sin embargo, algo lo detenía y es que su propia hija insistía en que Nam-joon terminaría cediendo su parte pero mientras tanto, se aprovechaba de la situación para jugar con él y tenerlo en la palma de su mano.
Quería darle algo a Nam, algo que lo atara de por vida a ella pero él no cooperaba en su único objetivo.
Tampoco le importaba aplastar algunas cabezas con tal de conseguirlo, la codicia era mucho más grande.
Mientras tanto, del otro lado de la ciudad, Eun-ji se encontraba en el trabajo acompañada de Hyori, quien no paraba de hablar sobre la cantidad de papeles que tenía por revisar esa mañana.
—Pequeña Min, ¿sabes si los Bang firmaron ya? —preguntó al verla pasar por un lado—. Tenían fecha hasta hoy para confirmar, de lo contrario tendré que reprogramar la venta de la propiedad para otros futuros compradores.
—Uhm, no recibí información pero averiguaré y te mantendré al tanto —respondió con una sonrisa y se marchó.
Eun-ji asintió y tomó su maleta dispuesta a irse pero se tambaleó un poco, captando la atención de su amiga.
—¿Aún te sientes mal? —preguntó llegando a su lado y tomándola por el brazo para ayudarla a sentarse—. Eun, deberías ir a casa si te sientes mal. Al señor Kim no le importará, lo sabes.
—Ah, no te preocupes por mi. Estoy bien, solo me levanté demasiado rápido, se me pasará —sonrió.
Pero a pesar de que trató aparentar que todo estaba bien, Hyori supo que no era así. No dijo nada, solo se quedó observando como su amiga se alejaba y casi de inmediato fue a la oficina del jefe pero no estaba y el personal tampoco sabía a dónde se había marchado con su secretario.
Eun-ji abanicó su rostro cuando subió al ascensor, comenzaba a sentir mucho calor y como poco a poco las náuseas aparecían. Aunque miraba fijamente los números que le indicaban en que piso se encontraba, no tenía más opción que aguardar pacientemente.
Cuando las puertas fueron abiertas al llegar a la planta baja, dio algunos pasos hacia enfrente y se inclinó hacia adelante sin poder aguantar las ganas de vomitar. Al abrir sus ojos, vio un par de zapatos negros completamente arruinados e inmediatamente elevó su vista cubriendo su boca con su brazo.
—¡Lo siento mucho señor Kim! —exclamó atemorizada—. ¡Le prometo que lo compensaré!
El secretario del señor Kim llevó sus manos a su rostro horrorizado, se sentía nervioso de solo pensar en que su jefe explotaría en cualquier momento.
—¿Te encuentras bien? —dijo él, dejando sorprendidos a las dos personas que se encontraban nerviosas.
Eun-ji parpadeó varias veces—De hecho no, señor —fue honesta—. Siento mucho malestar, pero le prometo que no volverá a interferir en mi trabajo.
Tae miró de reojo a su secretario—Llama al servicio de limpieza y consígueme unos zapatos nuevos —ella se encogió en su lugar mientras él quitaba sus estropeados zapatos caros—. Vamos, te llevaré al hospital —dijo tomándola de la muñeca.
—¡No, señor, está bien así! —exclamó de inmediato, caminando a su lado debido a que él tiraba de ella—. No necesita acompañarme, de seguro tiene muchos asuntos que atender. Puedo ir sola....
—Eun-ji, déjame ayudarte —la interrumpió—. Es mi manera de devolverte un viejo favor, a demás de que eres prácticamente una amiga para mi.
Eun-ji se mantuvo callada al oír eso último, ¿la consideraba como a una amiga?, vaya. Eso no se lo esperaba del todo.
Caminó en silencio a su lado y con la cabeza gacha, aún sentía vergüenza por lo que había hecho minutos antes, sin embargo, a Tae-hyung pareció no importarle. Tampoco es como si le importaran mucho un par de zapatos, tenía el dinero suficiente como para comprarse otros igual o incluso más caros.
Ambos subieron a una camioneta donde él le indicó al chófer que debían ir al hospital. En el camino, Eun-ji le envió un mensaje a su novio para comentarle lo ocurrido y este nunca le respondió.
Al llegar, ambos bajaron y se dirigieron a la recepción sin embargo, cuando ella estaba llenando un formulario, sintió que alguien gritaba su nombre a sus espaldas. Era él.
Seok-jin se acercó a toda prisa ignorando al hombre que estaba al lado de su novia y la tomó por las mejillas examinando su rostro detalladamente para luego darle un beso que duró más de lo esperado.
—¡Estaba muy preocupado, Eun-ji! —exclamó él—. Dime, ¿qué pasó?
—Jinnie, vomité hace unos minutos... —murmuró apenada, cubriendo sus labios.
Jin abrió sus ojos y escuchó una pequeña risa de parte del otro hombre quién miró hacia otro lado tratando de disimular la gracia que le daba la situación.
Tomó por la cintura a Eun-ji y miró de arriba a abajo a aquel hombre que era más jóven que él, casi de inmediato, comenzó a sentirse extraño entre ellos dos, era como si no quisiera que Tae-hyung estuviera cerca de ella y la mirara con aquellos ojos que demostraban un genuino cariño.
Tae extendió su mano hacia él pero Jin trató de ignorarlo hasta que sintió un codazo de parte de Eun-ji.
—Soy Kim Tae-hyung, el jefe de ella —le enseñó una sonrisa cuadrada, mientras aún tenía su mano en el aire a la espera de que su saludo fuera correspondido.
—Seok-jin, su novio —se presentó tajante, estrechando su mano—. Gracias por traer a mi novia al hospital, ya puede irse, me quedaré con ella.
Eun-ji volvió a darle otro codazo y lo regañó con tan solo una mirada—Discúlpame Tae, gracias por traerme. Puedes irte para continuar con tus asuntos pendientes —le sonrió agradecida y con una leve reverencia, se despidió tomando a Jin del brazo para marcharse a la sala de espera.
Después de que atendieran a algunas personas, finalmente era su turno. Una doctora un tanto mayor los recibió con una amplia sonrisa y atentamente anotó cada síntoma que ella tenía para después examinarla rápidamente.
Luego, decidió hacerle algunas pruebas de sangre para verificar que todo estuviera bien y volvió a citarla al día siguiente.
Por la tarde del siguiente día, ambos volvieron a ver a la doctora, quien nuevamente los recibió con una amplia sonrisa e inmediatamente les pidió que tomaran asiento.
La doctora buscó entre algunas carperas los estudios que le habían realizado a Eun-ji y se los entregó.
—¿Esto quiere decir que yo... —se mantuvo en silencio sintiendo como sus ojos se llenaban de lágrimas.
—Así es. Estas embarazada —confirmó.
Seok-jin sintió como si le faltara el aire y miró perplejo a la doctora esperando algún gesto que le indicara que era solo una broma, pero no era así.
Inclinó su cabeza de lado y observó a su novia quién aún tenía la vista clavada en el sobre hasta que sintió los cálidos dedos de Jin acariciar su mano que pronto estrechó.
Movió su cabeza para mirarlo y en sus ojos también había una pequeña acumulación de lágrimas, estaba a punto de llorar como ella.
Ambos se abrazaron y comenzaron a reír, no era un bebé planeado, pero ambos se sentían felices con la noticia recibida.
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