𝟑𝟐
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❛Él odia a los héroes.❜
OMNISCIENTE
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El auto bus empezaba a disminuir la velocidad. La mayoría de los chicos habían intentando de descansar, otros impedían probar sus pantalones y en eso, se reflejaba más bien al pequeño de cabello púrpura que no podía resistir más sus necesidades. Había pasado todo el viaje bebiendo jugo de uva y esperar a la parada fue una tortura para él, pero eso no era igual de abrumador como el que dos de sus compañeros tuvieran una tensión tan gigante entre ellos que todos se dieran cuenta de su repentina distancia. Kai dejó de mirar la ventana, sabiendo que desde su punto, Shoto también podía verla desde donde estaba sentado, pero cuando ambos se levantaron, hicieron como si no se hubieran intentado buscar las miradas en todo el viaje. La amarga expresión de la albina se dedujo en ver cómo su compañera iba aún lado de a quien ella tanto intentaba de evadir, si tan solo lo miraba su corazón empezaría a dolerle tanto que sus ojos decaídos no tardarían en humedecerse. No se inmutó. Solo respiro hondo y avanzo, olvidando sus celos.
—¡Quiero ir al baño!—se oía la voz de Mineta en aquella parada, los demás autobuses que llevaban las otras clases no yacían por ahí.
—Nakamura, ¿quieres agua? Esta fría.—la albina se giró para estirar su mano, Tokoyami la veía y examinaba con su seria expresión, dándole la botella de agua al notarla sofocada.
—Hace mucha calor, debes estar sintiéndote horrible.—pronuncio Midoriya, colocándose aún lado suyo de manera protectora para verla.
—Solo un poco.—musitó ella, poniéndole la tapa a la botella para tenerla de su lado, Kai debía mantenerse hidratada hasta que el sol cayera.
Miró el ambiente, no parecía una parada de descanso, pero todos estaban estirándose por las largas horas que pasaron sentados. Solo de reojo, tan solo de reojo ella cruzó una leve mirada con el ojo grisáceo de Shoto. Él estaba aún lado de Iida, se mantenía serio y distante, pero más aún, inexpresivo como en sus primeros días en la academia. Kai se giró, para mantener su mirada enfrente, pero se sentía extraña, como si algo le faltara. No estaba acostumbrada a no hablarle, tampoco a estar en un lugar de la escuela sin él, se sentía como cuando empezaban, solo dos desconocidos. Lo que el bicolor no sabía era que parecía haber algo que los unía desde el pasado, pero con todo lo que había estado pasando, ni siquiera Kai pensaba en la posibilidad de que ambos habían tenido una historia. Ella tan solo le daba la espalda y él a ella, como dos personas molestas que buscaban evadirse, pero en el fondo, lo único que querían era abrazarse tan fuerte que nadie los desprendiera. Midoriya se quedó mirándolos, notando la tensión. Él no sabía nada de lo que ocurría.
—Kai, ¿puedo preguntarte algo?—ella miró aún lado, los ojos verdosos de Midoriya buscaban tener contacto visual con ella.
—No tendría caso detenernos aquí sin una razón.—comentó el profesor Aizawa, siendo abrumado por las peticiones de Mineta en ir al baño.
—¿Y donde está el baño?—volvió a cuestionarse Mineta con sus manos entre las piernas, intentando de aguantar sus necesidades.
—¡Hola Eraser!—la voz de una mujer adulta se presentó en medio de los alumnos que la miraron con curiosidad, menos Kai.
—Tiempo sin vernos.—Kai miró a su profesor, manteniéndose aún lado de él cuando la brillantina de dos muñeres hicieron deslumbrar.
—¡Nosotras somos, Wild Wild Pussy Cats!—dijeron con emoción, mientras que todos veían confundidos, Kai notó la presencia reacia de un pequeño niño con gorra y cuernos aún lado.
—Son las heroínas que nos asistirán, las Pussy Cats.—presentó el profesor Aizawa, manteniendo a la joven albina aún lado suyo, quien decayó sus ojos cuando noto la emoción de Midoriya.
—¡Son un equipo de cuatro que hizo su propia agencia! ¡Son veteranas especializadas en rescate de montaña!—decía Midoriya, abrumando a todos recibió un golpe en la nuca por parte de la albina para que se callara.
—Ahora, saluden todos.—pidió Aizawa cuando Midoriya fue interferido por una de las integrantes, Kai se distanció, incómoda.
—Nosotras somos las dueñas de todo este terreno, ustedes se van a quedar al pie de aquella montaña.—articulo una, señalando lo lejano que parecía estar su residencia temporera.
—Entonces, ¿por qué nos detuvimos aquí?—se cuestionaba Uraraka, en la cercanía Todoroki tenía sus manos en el bolsillo y Kai veía como Yaoyorozu se mantenía cerca a él.
—Chicos, ahora son las nueve y treinta. Deberían llegar a medio día.—anunció la adulta de cabello castaño, abrumando a todos ante la idea de tener que caminar entre el bosque.
—¡Volvamos al autobús!—dijeron todos a la vez, corriendo hacia ella a excepción de Kai quien se quedó serena y sin movilidad.
—Los que no lleguen a las doce y treinta no almorzarán.—indicaba la castaña, con una sonrisa juguetona que hizo a Kai levantar la ceja.
—Lo siento chicos, el campamento ya empezó.—afirmó el profesor, ella miró al suelo para notar cómo este empezó a revolcarse por uno de los dos de las integrantes; la rubia que estaba algo desesperada, porque se veía así.
El suelo se estaba levantando, así que todos entraron en pánico. Era de mal gusto—o eso pensaba Kai—, porque no quería caminar bajo el sol, menos en la mañana. Ella no había estado durmiendo bien y se sentía perezosa. No supo si era correcto usar su don, así que lo mantuvo en cautiverio hasta ir cayendo por el risco con sus compañeros, quienes hicieron un gran bullicio. Era propiedad privada, pero tenían permiso de usar su don. Hasta ahora tendrían tan solo tres horas para poder llegar hasta donde sería el campamento. Kai levantó la mirada cuando una sombra la opaco, la mano de su compañero Kirishima se presentó conjunto para de Kaminari para levantarla del suelo. Todos los demás se miraban entre sí, llenado sus uniformes de tierra y polvo, veían enfrente el bosque verdoso. Este fue llamado, "bosque de la bestia"—Kaminari decía que parecía salido de un video juego—, porque realmente se veía algo tenebroso e intimidante. Los alumnos miraron detalladamente el bosque, inseguros.
—¡Una bestia!—anunciaron todos cuando sintieron un tambaleo en sus pies, Mineta enfrente aguantando sus ganas de orinar veía la bestia rocosa estar frente a él, bloqueándole el paso.
—¡Cálmate ahora gran bestia, aléjate!—decía Koda, pero la bestia no se detenía, porque no era un animal que pudiera controlar.
—Está es su prueba.—artículo Kai cuando levantó su mano para helar todo el camino hasta la bestia, su rostro se tornó rojizo y su suspiro brotaba el frío, todos la miraron.
—¡Gracias, Nakamura!—agradeció Mineta en los brazos de Midoriya, quien lo socorrió en cuanto Kai heló todo el camino con su don.
—Es tierra.—musitó Kai cuando todos sus compañeros crearon un bullicio para defender sus posturas, pero ella se detuvo cuando el olor varonil de Todoroki pasó por un lado de ella.
—¿Y qué harás con la niña?—la voz de Mandalay infirió en los pensamientos de Aizawa, quien veía como desde el bosque salía humo.
—La llevarán con la comisión de héroes cuando el campamento de verano acabe.—comentó con una voz amarga, desde su postura Kai se aislaba de todos porque sus manos temblaron cuando veía el fuego destellar desde las manos de Bakugo y Todoroki, era como si les temiera.
—¡Es una pésima idea!—opinó Mandalay, había levantado un poco la voz, por lo que la bajo cuando Aizawa la miró.
—No es huérfana.—indicó él, con las manos en su bolsillo; Kai respiraba gruesamente, sus compañeras se giraron para verla asustadas.
—Kiki, ¿qué pasa?—se preguntó Ashido, intentando de llegar a ella, pero el fuego aparecía por todas partes; aunque Todoroki o Bakugo no lo estuvieran utilizando, ella lo veía.
—Kai.—la llamo Uraraka, pero Kai cubrió sus ojos y una fuente helada se presentó inconscientemente, alejando a sus compañeras quienes entraron en pánico cuando la vieron huir.
—¡Nakamura, espera!—pidió Asui, alertando a los demás quienes miraron a la dirección, Todoroki se giró viendo el bloqueo de congelación que Nakamura hizo para que nadie la siguiera.
—¿Crees que haya sido buena idea traerla al campamento?—se preguntó Mandalay, preocupada.—La comisión de héroes no la ayudará a superar sus nuevos traumas y miedo. ¿Donde está su madre?—seguía cuestionándose, insegura.
—Nadie sabe de ella. Es como si la tierra se la hubiera tragado.—comentó Aizawa, mientras que Kai buscaba en el bosque respirar normal.
—Tienes que cuidarla, eres un buen profesor. Y es una niña que necesita a sus compañeros, pero también a los que podamos sacarla adelante.—dijo Mandalay, mirando fijamente a su sobrino, Kota quien veía el humo provenir del bosque.
—Haré lo que pueda.—afirmó él, mirando hasta el bosque, esperando que Kai como todos lo estuvieran manejando bien.
La albina continuó caminando por el bosque sola, dejando a sus compañeros atrás. Sabía que los obstáculos sólo llegarían hasta las ondas de ruidos que sus compañeros reflejaban mediante el uso de sus dones, ella solo escapaba de luchar, porque sentía que no tenía la capacidad y determinación para ayudarlos. Estar ahí, bajo la sombra de esos árboles la confortaba. No se sentía la brisa, así que desamarró su corbata rojiza y desabrochó dos botones para que el aire pudiera entrar por su pecho, evitando sofocarse. Pero no importaba cuanto lo intentara, el sofocón seguía ahí, en cada pensamiento suyo que yacía atormentándola en cada posada que daba en ese césped verdoso. Restregó sus ojos con fuerza para evitar llorar, pero tropezó con una piedra y esa mínima acción la lleno de frustración e impotencia. Sus ojos destellaron un llanto que por su garganta no salía. Kai abrazó sus rodillas y se quedó con su peso en el tronco de un árbol cercano. Escondía su rostro, para evitar que su sollozo se oyera. Tenía un millón de cosas en su cabeza.
No podía decidir qué estaba bien, o que estaba mal, porque ella no sabía ni siquiera como se sentía. Esperaba saber con desesperación lo que su corazón estaba expresando, porque sabía el dolor, pero nunca lo había conocido de esa forma. Sollozo fuertemente. Quería volver a casa, ¿pero a que casa? Parecía estar sola. No tenía familia, su padre murió y no podía dejar de pensar en eso, en los recuerdos cálidos que se volvieron fríos, en la destacada imagen de su padre que ahora estaba oscura y lejana. Se fue. Kenny se había ido para siempre y ahora Kai debía lidiar con eso. No había camino hacia donde ir, porque Kai esperaba señales para poder seguir avanzando, pero todo pareció quemarse con las cenizas de su padre. Apretó sus labios y negaba con su cabeza. Llanto y lágrimas, se repitieron hasta que quedó ida, mirando a la nada. Pareciera que enloquecía, pero el atardecer caía y ella solo esperaba levantarse de su sueño. No era un sueño, era una fría pesadilla.
—Tú.—una infantil y fría voz se dirigió a ella, apenada, Kai miró a ese niño con una gorra muy extraña y peculiar presentarse.
—¿Disculpa?—le preguntó Kai, él tenía un ceño fruncido y debajo de su gorra se ocultaba un cabello bastante negro.
—Tú patético descanso ha hecho que atrasen la cena.—masculló, Kai se quedó avergonzada y no supo cómo responderle a ese niño.
—No estaba descansando. Me perdí.—mintió ella, levantándose del suelo para sacudir sus manos y falda verdosa azulada.
—Yo no te pregunté.—indicó él, su mirada seguía fría y turbia, para ser un niño de unos años menor era bastante malcriado.
—¿Tú has venido a buscarme?—le preguntó Kai, intentando de aliviar la tensa situación con el infante quien miró a otro lado.
—Si.—admitió con pereza, cruzándose de brazos y ocultando un sonrojo.—Pero es tu deber, tú eres quien quiere ser héroe.—añadió.
—Oye, niño malcriado y malhumorado.—aquella voz se oyó entre los árboles del bosque, Kota miró con una ceja levantada al chico que se acercó.
—Son como cucarachas.—comentó Kota, bajando la cabeza para ver los insectos caminar uno tras otro, huyendo de las pisadas.
—Ojos de cristal, ¿te crees muy lista, no?—Kai miró con detenimiento los rojizos ojos de Bakugo mirarla.—Huyendo para no pasar trabajo.—afirmó, con su ceño fruncido la miró.
—Y así quiere ser un héroe.—masculló Kota, dándole la espalda a Kai para pasar por el lado de Bakugo, quien extrañamente sonrió.
—Quiero adoptarlo.—indicó Bakugo, girándose para ver a Kota irse, Kai se acercó y miró desconcertada al niño con una amarga actitud.
Se quedaron en silencio por unos minutos sin decir nada. Parecía ser que ha pasado tiempo desde que se reencontraron en la entrada de la UA aquel día para el examen de admisión, pero más tiempo había pasado de aquel día en el lago donde la sangre sobresalía de la nariz del rubio quien miró de reojo el rostro triste de su compañera. La incito a caminar por el mismo camino que había decidido seguir aquel pequeño niño, encontrándola rápidamente. El atardecer caía sobre ellos. Estaban llenos de tierra, exhaustos y con un olor sudoroso que pronto molestaría. Kai amarró su cabello completamente, mientras que Bakugo con las manos en sus bolsillos continuó viéndola de reojo. Kai ya no tenía sus mechones negros tan visibles y el flequillo empezaba a crecer, al punto de esconderse detrás de sus orejas. Sin duda sus facciones eran idénticas a las de sus madre, pensar en ella fue amargo, su profesora aún seguía desaparecida y sin duda alguna, viuda. ¿Donde estaba ella? Si Bakugo supiera lo que Kai, no pensaría en querer saberlo tan prontamente.
—¡Ahí están, por fin!—anunció Pixie Bob, señalando hasta el bosque donde Bakugo sobresalía con Kai, sus compañeros miraron y se sintieron despreocupados, pero la mirada de Shoto extinguía llamas.
—Kai.—Midoriya con pocas fuerzas corrió hasta ella, buscando acudirla cuando noto hinchazón debajo de sus ojos.—Sigue llorando. No he podido hacer nada.—pensó, desanimado.
—Se ven muy mal.—pensó Kai, al ver a sus compañeros agotados, parecía que trenes les habían pasado por encima; estaban exhaustos.
—Kacchan, gracias por buscarla.—indicó Midoriya, pero Bakugo tan solo frunció su ceño y se giró, mostrándose desinteresado para chocar con la mirada fría de Todoroki en él.
—No cualquiera lo hubiera hecho.—afirmó Bakugo, mirando detenidamente a Todoroki, quien desprendió su mirada luego de chocar sus dientes.
—Disculpen. ¿Quién es ese niño?—pregunto Kai en medio de la tensión de sus compañeros que no noto, porque Todoroki mantenía sus nudillos apretados y el cansancio se le había ido.
—Este pequeño es el hijo de mi primo, Kota salúdalos, pasarán una semana con ellos.—presentó Mandalay animada, Kai se quedó distante aún lado de Bakugo, pero Midoriya se acercó.
—Hola, yo soy Izuku Midoriya del curso de héroes de la UA, gracias por buscar a mi amiga Kailani en el bosque por nosotros. Es un placer... —todo se quedaron en silencio y Kai abrió sus ojos cuando el pequeño Kota golpeó bruscamente las partes íntimas de Midoriya.
—¿Estás bien? ¡Es un niño salvaje, le diste un golpe bajo a Midoriya!—decía Iida, socorriendo a Midoriya preocupado ante el terrible golpe.
—No pretendo perder mi tiempo con unos aspirantes de héroes. Y menos con los que pasan su tiempo libre llorando.—Kai se sintió ofendida con las palabras de Kota, así que sostuvo su codo y miró apenada a otro lado, porque tenía razón.
—Que malcriado.—comentó Bakugo con una sonrisa, se veía orgulloso por el determinado golpe que había dado el niño, se veía intimidante.
—Se parece mucho a ti.—pensó Todoroki en voz alta, mirando como Bakugo lo miró de reojo, creando una tensión más grande.
—Por supuesto que no. ¡Mejor calla infeliz mitad y mitad!—pidió Bakugo, dando pasos hacia él para tenerlo de frente, fríamente.
—Lo siento.—se disculpó Todoroki cuando Bakugo se dio media vuelta, pero bajo la cabeza y suspiro.—No, no lo siento.—contradijo, frío.
—¿Qué dijiste?—se preguntó Bakugo, Kai los observó a ambos, como todos desconcertada.—Parece qué hay algo que quieres decir.—indicó Bakugo, con una sonrisa de burla en su rostro.
—Viste la oportunidad y te lanzaste, como un perro hambriento.—comentó en un mascullo Todoroki, solo Bakugo pudo oírlo y su ceño se frunció.
—Suficiente, vayan por sus cosas.—interrumpió Aizawa, interponiéndose entre medio de ambos.—Llevarán todo a sus cuartos, cenaremos, se bañarán y se irán a dormir. Empezaremos formalmente mañana, vamos, dense prisa.—indicó, moviéndolos por separado cuando noto la situación.
Si bien, no fue un comentario adecuado o correcto para su compañero, pero Todoroki no pudo evitar sentir ese croque cuando los vio llegar juntos del bosque. Dejo de apretar sus nudillos y empezó a caminar en la dirección de su profesor, para así ver de reojo nuevamente a Kai, quien se quedó aún lado de Iida y Midoriya. Ella si lo miró, con tanto detener como no pudo cuando se subieron al autobús. Todo le supo amargo, así que reacia bajo la cabeza para poder ayudar a Iida con su compañero de cabello verdoso, pero por más que intentara de evitar sus pensamientos, Kai parecía estar condenada a ellos. En la hora de comer no se presentó con los demás, como si volviera a los principios de sus primeros días en la prestigiosa academia UA. Comía sola, lejos de los demás y solo comió lo que pudo, porque su estómago no quería digerir nada. Dejo la bandeja aún lado y llevo las manos a su rostro, llorando de nuevo—quizás si fue incorrecto que viniera—, pero ella necesitaba estar lejos y desconectada de todo. Aunque eso no evitará su tristeza, o sentir el duelo. Estaba triste.
Las aguas termales no la calmaron, estaban calientes y ella no soportaba dicha temperatura. Kai estaba en una esquina, desnuda y recostada de la encimera. El agua a su alrededor yacía helada, tanto que no podían sus compañeras acercarse, las mismas que la veían de espalda. Su cabello caí por ahí mismo, húmedo y largo. Ella tenía sus ojos cerrados demostrando cansancio en medio de la noche estrellada, se ocultaba porque oía la voz de los chicos al otro lado y se sentía con gran desconfianza. Podían hacer una mala travesura—pero el profesor Aizawa había enviado a Kota, porque sabía claramente que los chicos eran capaz de hacer una mala jugada para aprovecharse de la situación—. Lo menos que quería era unos alumnos con tendencias perversas, no era eso lo que distinguía a un héroe. Kai levantó la cabeza, mirando las estrellas. Desde ese punto, Shoto sentado y con una toalla en su cintura veía la noche estrellada. Todo se sentía diferente, deseaba hablar con ella.
—Kai.—la albina se giró, mirando de reojo como Uraraka se acercaba a ella, un poco insegura ante la expresión decaída de Kai.
—Lo siento, esta fría.—se disculpó de antemano, pero Uraraka denegó para que no se preocupara, aunque se estuviera congelando.
—Lo qué pasó hoy, yo quería...
—Estoy bien. No te preocupes.—interrumpió Kai, Uraraka bajo la cabeza con tristeza y asintió ante la hostilidad de la albina.—Solo, estoy cansada. Mi don se salió de control.—justificó.
—Si, por supuesto.—musitó Uraraka, con una expresión decaída.—¿Por qué no puedo decirle algo más?—se preguntaba para ella, porque quería estar ahí con Kai, en esta situación.
—Bueno, la comida y todo eso no es tan importante. No es por eso que vine a este lugar, de eso estoy seguro.—decía Mineta, el vapor del agua termal relucía atrás de él, encontrándose frente al muro con su toalla en la cintura.—Lo que quiero esta justo detrás de esta pared.—articulaba.
—Mineta, no lo hagas.—pidió Todoroki con sutilidad, queriendo impedir que sus celos sobresalieran, pero aún nadie sabía que Kai y él habían roto, aunque ya lo especulaban.
—¿Por qué está hablando solo?—se preguntó Midoriya luego de ver la expresión fría de Todoroki, quien no dejaba de ver a Mineta.
—Oyeron, ahí están ellas.—decía Mineta, oyendo a las chicas del otro lado.—Parece un accidente, que nos separarán las horas de baño.—musitaba, sonrojando a todos los chicos.
—¡Mineta detente, no lo hagas!—exigía Iida, levantándose del agua termal conjunto a Todoroki quien frunció el ceño.
—¡Todoroki!—llamó Midoriya cuando su brazo izquierdo se hizo llamas, quemando sus manos hizo que la bajara para que celoso no lastimara a Mineta quien subía el muro con ayuda de su don.
—Antes de ser héroe, debes aprender a ser humano.—infirió Kota cuando Mineta llegó hasta la cima, dándole una bofetada que lo hizo caer.
—¡Mineta realmente es el peor!—opinó Asui, conjunto a Ashido, quienes se asomaron para mirar a Kota, al igual que Kai y Uraraka.
—Kota perdió a sus padres. Cree que lo abandonaron por escoger la profesión de héroes, los aborrece desde entonces.—recordaba Kai a Mandalay dirigirse a ella, por lo que la albina miró a Kota.
—Quizás podría entender a mi madre. O... no.—pensó Kai.—Gracias Kota.—agradeció la albina, por lo que cuando él vio todo su cuerpo fuera del agua termal se espantó ruborizado hasta ir cayendo.
Sin duda, el pequeño tuvo suerte de que Midoriya lo rescatara. Luego, las demás veían a Kai como una rara porque estaba mirando fijamente el mural luego de que se acabara la hora de bañarse. De igual manera, al otro lado del mural los demás veían a su compañero. Shoto estaba frente al mural, mirándolo con gran detenimiento. Una toalla rodeaba sus caderas, cubriendo sus partes íntimas. Su compañero de cabello puntiagudo y rubio se quedó también mirando con curiosidad la acción de su compañero bicolor. Shoto ya no se mostraba reacio o hostil con ellos, pero si se había denotado algo más distante de lo usual y con una expresión entumecida, parecía triste, pero engañaba a los demás porque solía siempre tener una expresión similar a la que tenía ahora. Solo los estaba separando un mural de gran altura, podían hacer algo para poder verse el uno al otro, pero no lo hicieron. En sintonía, se dieron la vuelta y le dieron la espalda al mural. Sus palabras habían sido claras y firmes, así que no retrocederían por sus sentimientos.
—Tú madre tenía razón.—recordaba Shoto, apretando los labios.—Ese lado izquierdo que heredaste de tu padre es espantoso. Porque ahora que te veo, ahora que veo ese ojo turquesa, solo veo el momento exacto en que tu padre utilizo su don hasta calcinar al mío.—esta vez no bajo la cabeza, aceptando que siempre sería una cruel imagen de su padre.
—Y mi padre tenía razón.—Kai apretó sus manos contra la toalla, mirando hacia abajo.—Solo eras una distracción.—oyó esa afirmación en su cabeza que se había vuelto real, fue una distracción.
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Próximo capítulo: El frente paranormal.
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