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𝟑𝟎

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❛Traidor.❜
OMNISCIENTE
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Las gotas de lluvia caían, conjunto a truenos que hacían a los perros ladrar de miedo. En aquella casa no se oía nada, ni un solo ruido. La televisión estaba apagada y en el comedor, los platos se enfriaban. Han pasado dos días desde la muerte de un hombre que en su momento, fue uno de los mejores héroes de Japón. Carismático y simpático en su debut, en el noticiario no dejaban de hablar sobre la trayectoria de Kenny Nakamura, el hombre que había pasado de ser un héroe a un villano. Por tal razón, la señora Inko había apagado el televisor, incluso lo desconectó apenada. La adolescente de quince años había estado encerrada, escondida en las sábanas que no le daban calidez. Su celular estaba lleno de notificaciones y mensaje de cada uno de sus compañeros, pero no había visto o leído alguno, solo estaba escondida en las sábanas para buscar apagar esa pesadilla en la que vivió. Su cabello estaba despeinado, bañar le pesaba e incluso lavarse la boca. Sus ojeras estaban marcadas e hinchadas, las lágrimas salían sin cesar. Lo único que había en su mirada, era sufrimiento.

Una joven de quince años que buscó la esperanza en volver a conectar con su padre, para descubrir la desolada mentira de su madre durante años en sus propias narices. Decepción. Ira. E incluso vergüenza, no había manera de explicar cómo se sentía esa niña que solo buscaba calma en su tormenta tan potente. Cada ve que cerraba los ojos, solo veía aquellas llamas crear un arco alrededor para que no pudiera alcanzar a su padre. La pesadilla se repetía, una y otra vez, ella intentando de alcanzar a su padre, pero terminaba siendo un fracaso como su primer intento. No pudo hacer nada. Tenía rabia e impotencia, de pensarlo las lágrimas la sacudían. Perder a un ser querido era algo más doloroso de lo que describían, una espina clavada en cada parte de tu cuerpo que sangraba con lentitud. Esos ojos turquesas la estaban atormentando, ese hombre en llamas. Que odio le tenia de nada más pensarlo, deseaba con todas sus fuerzas que alguien como él no existiera. Esas llamas ahora la perseguían, recordándole que no pudo ser capaz de apagarlas para salvar a su padre.

—Kai, querida.—la puerta se abrió un poco, Inko veía la espalda de Kai y como ella estaba encorvada como un gusano, le rompió el corazón.

—¿Si?—oír la voz de Kai apagada fue para ella al menos un alivio, porque después de dos días por fin había dicho una palabra.

—Alguien ha venido a verte.—aclaró Inko, sin adentrarse a la habitación desordenada de su hijo, donde habían figuras de héroes.

—Si es el oficial, dígale que ya di mi declaración.—musitó ella, queriendo desistir de levantarse, para así Izuku asomarse cabizbajo.

—Kai, es Todoroki.—aclaró el joven, un silencio se opuso en la habitación fría donde Kai dejaba salir su don inconscientemente.

Por un momento, el miedo de toparse con él la acorraló, tanto que se quedó inmóvil por un momento. Izuku e Inko se quedaron en la puerta, esperando una movilidad de ella para saber que debían hacer. Aunque tardó, se levantó para quedar sentada y asentir. Ambos cerraron la puerta, dándole privacidad. Kai se levantó de la cama, tocando el suelo frío y sintiendo todo su cuerpo pesarle demasiado. Si caminaba, le dolía. Todo le dolía. Incluso respirar. Llegó hasta el lavado y restregó sus ojos con agua fría, peinó su cabello en una coleta sumamente despeinada y lavó sus dientes sin ánimo. Respiro hondo, intentando de no pensar en nada, pero tener su mente en blanco era imposible. Desde hace dos días, todo era abrumador. La verdad sobre su madre, el vínculo forzado de su hermano con el villano que quería acabar con la paz y el segundo mejor héroe calcinando a su padre frente a ella. Parecía que el sol no iba brillar por mucho tiempo, pero Kai sobresalió de la habitación con una ropa casual y pantuflas. Se quedó con la mirada baja para evadir el hecho de que Inko e Izuku la miraban. Ellos también estaban tristes, porque habían conocido al héroe del que todos estaban hablando y señalando como un villano.

—¿Se fue?—se preguntó ella, pero Inko de manera amable señaló la puerta, dándole a entender que él estaba afuera, esperándola.

—Pueden entrar si se siente a gusto, ¿está bien?—le preguntó Inko, Kai asintió y con lentitud abrió la puerta para ver recostado del barandal a ese chico con la mirada baja.

—No tardaré.—aviso Kai, cerrando la puerta a sus espaldas para hacer que Shoto Todoroki se topara con sus ojos decaídos, más de lo usual y con un aspecto demasiado atípico.

—Lamento haber venido sin avisar. Te he marcado.—indicó él en un tono demasiado bajo y frío, no se oía como siempre cuando se dirigía a ella.

—No quería que nadie fuera conmigo al funeral. Aunque no enterraron un cuerpo, le hicieron un memorial. Fue privado.—esclareció ella, aún cabizbaja para ver los zapatos de él.

—Lo sé. Me dijeron.—comentó él, un poco tímido por su expresión hacia ella, como si no se conocieran, como si nunca hubieran estado juntos.

—¿Necesitas algo?—le preguntó ella, cruzándose de brazos para bajar su mirada, ambos sabían lo que se venía, esa lluvia de dolor.

—Vine hablar contigo.—artículo él, con las manos en sus bolsillos, ambos estaban distantes y separados, no sabían cómo manejar esto.

—Te estaba esperando.—admitió, levantando su cabeza para verlo.—Porque quería saber la razón por la cual tu padre se presentó en el lugar acordado donde me iba reunir con el mío, Shoto.—la tensión se asomó en el lugar.

—Kai.—él la llamó, levantando su mirada para toparse con una muy, pero muy fría y desolada encima de la suya.

—Se que no fue Midoriya.—recitó Kai, interrumpiéndolo.—Se que él no le avisó a tu padre y se que All Might tampoco lo hubiera hecho.—aclaró ella, viéndolo.

—Yo fui.—respondió Shoto, creando un silencio en ambos, durante varios segundos.—Yo le dije a mi padre donde estabas. Y también que harías ahí, le dije todo. Yo lo envié.—contó, mirando como de la boca de Kai salía un suspiro.

—Me traicionaste.—dijo, no de una manera exagerada, era así como ella se sentía en este momento, tan abrumador.

—Estaba preocupado. No confiaba en que fueras sola, te marqué. No respondiste, no sabía que hacer.—justificó él, en un tono suave y apenado, con la cabeza baja, culpándose a sí mismo.

—¿Y viniste a decírmelo?—le preguntó ella, intentando de mantener la respiración para que su voz no se quebrara.

—Vine para...

—Para cumplir tu promesa.—interrumpió ella, viendo en los ojos de Shoto nada expresivo, estaba tan frío como lo era su padre.

—No quería que esto pasará. No me di cuenta de lo que ocasionaría entrometerme.—expresó él, para Kai bajar la cabeza y asentir varias veces.

—Está bien.—afirmó, dejándolo sorprendido por esa actitud antipática y reacia, pero abrió sus ojos cuando las manos de ella se dirigieron a su collar en el cuello, quitándoselo con delicadeza.

—Kai.—Shoto empezó a desistir, notando que ella no retrocedía ante su decisión, estiró su mano para tocar la de Shoto y poner en la palma de su mano el collar minimalista que le obsequió.

—Tú madre tenía razón.—no, eso no era lo que él quería escuchar y lo supo cuando abrió sus ojos grandemente para sentir su pecho comprimirse.—Ese lado izquierdo que heredaste de tu padre es espantoso.—toda la ilusión de él decayó en esas palabras tan frías, se quedó sin aire, por un momento sin corazón.—Porque ahora que te veo, ahora que veo ese ojo turquesa, solo veo el momento exacto en que tu padre utilizo su don hasta calcinar al mío.—Shoto bajo la cabeza, apretando su nudillo con fuerza.

—Y mi padre tenía razón.—musitó él, levantando su mirada para desatar la furia e impotencia que sintió en esas palabras tan frías.—Solo eras una distracción.—afirmó, girándose para darle la espalda.

Ella se quedó mirando adelante, viendo las gotas de lluvia caer. Era cierto, aquello que alguna vez se pensó. El fuego y el hielo no nacieron para estar juntos, porque se destruirían mutuamente hasta que uno se desvaneciera primero. Los ojos llorosos de Kai se presentaron, al igual que sus labios temblorosos. Si antes no quería llorar, ahora mucho menos, así que limpio sus ojos de manera brusca y se quedó ahí. De igual manera, Shoto reaccionó. Sin expresión, sin asimilar lo que sucedió, así que él parecía estar bien, pero en su interior, las emociones se acumulaban y su mente empezó a volverse un completo caos. Todo lo que pareció tender luz, todo lo que se vio color rosa, se desintegró en la fría oscuridad. Llevo las manos hasta su bolsillo, guardando aquel collar con un pendiente de una llama, para así respirar hondo e irse. No había manera más cruel de tratarlo, que decir que era eso que tanto odio. Porque ver esa mirada, ver el miedo de ella en sus ojos, se convirtió en la pesadilla de la que quería tanto huir. Su cabello se humedeció bajo la lluvia, no se sabía si las gotas que caían al suelo eran de eso, o las lágrimas de él.

En aquella oficina, en lo alto de su agencia, el segundo mejor héroe veía la lluvia caer. En sus manos estaba aquel viejo retrato, de dos jovenes amigos abrazándose de espalda. En su joven rostro se veía la antipatía, como la hostilidad, mirando de reojo al joven que lo abrazaba con una gran sonrisa. Fue ese día, cuando se graduaron de la academia UA con el deseo de sostener sus propias agencias para que aspirantes a héroes se unieran a ellos. Miró el retrato, como también las mismas manos que hicieron cenizas a su mejor amigo, como uno de los capítulos más dolorosos que debía recordar, en silencio y sin demostrar el efecto que ocasionaba en su interior. Él no lloraba. No se doblegaba en la tristeza. Fue eso lo que sus hijos vieron y por eso como él, Shoto en esa acerca era incapaz de esclarecer su sentir. Solo se sentía culpable y más avergonzado de ser el hijo del héroe número dos, deseaba, tan solo deseaba quitar esa imagen de su cabeza, pero ver a Kai tenerle miedo lo atormentaba de camino a casa. Su cabeza incluso dolía, pero no sabía entender el dolor en su pecho.

—No ha comido nada. Estoy muy preocupada.—Izuku se detuvo en seco, oyendo a su madre hablar por el celular.

Entiendo. Es una situación bastante estremecedora.—se oía desde la otra línea, una voz masculina que Izuku reconoció.

—¿Qué sucederá con ella?—se preguntaba Inko, sentada en la mesa del comedor con sus ojos húmedos, sin ver que su hijo le oía escondido.

Luego del campamento de verano la removeremos. Lo lamento señora Midoriya, tendrá que pasar al estado.—anunció aquel oficial, Tsukauchi

—¿Al estado?—Izuku abrió los ojos, asomándose para ver a su mamá eufórica.—Es una niña de quince años, acaba de perder a su padre, por favor téngale clemencia.—pedia ella, llorosa y limpiando sus mocos con un pañuelo blanco.

No podemos proceder con los papeles de adopción. No es una niña huérfana, de verdad lo lamento. Estamos haciendo lo posible para que la prensa declare que Kenny Nakamura fue inculpado en sus actos, tenemos muchos trabajo. Debo colgar.—dijo él desde la otra línea, abrumado y apenado.

—No puede ser. Pobre niña, ¿qué hago?—Izuku vio a su madre sentarse sin esperanza en aquella silla, cubriendo su rostro, sabiendo el cariño que Inko le había empezado tener a Kailani.

—¿Kailani pasará al estado?—se preguntó Izuku, detrás de aquella pared para ver la puerta de su habitación abierta, notando que ella no estaba ahí y que tampoco había entrado luego de su conversación con Todoroki.

Respiro con frustración, recogiendo un abrigo y caminando sigilosamente por la sala para que su madre no lo viera. La llovizna estaba cesando, pero aún seguía ahí. Izuku subió hasta el techo del condominio, pero ella no estaba ahí, parecía haberse ido. Le dejo un mensaje a su compañero, esperando una respuesta, pero tardo demasiado en responder. Con sus brazos abrazándola, Kai se mantenía con la capucha de aquel abrigo cubriéndola mientras caminaba bajo el día lluvioso, las gotas caían en los charcos y los pájaros se mantenían escondidos. En cada radio, en cada lugar que se detenía, el rostro e imagen de su padre estaba siendo presentado en los noticiarios. Conmemoraban su trayectoria, desde su debut, hasta lo sucedido hace cuatro años que ahora se esclarecía como un acto de inocencia al héroe que perdió la vida, calcinado por el segundo mejor héroe. La conclusión de eso, era que desafortunadamente Kenny Nakamura había sido infectado con un veneno que si se expulsaba, podía matar a otros. Desconocían que don le había afectado, porque no recopilaron mucha información.

Pero aplaudían al segundo mejor héroe por tener el valor de hacer algo así por el bien de la humanidad y de los que yacían ahí, Kai no lo entendía. Ella no sabía la postal que había recibido el segundo mejor héroe y lo que estaba escrito dentro de ella con la imagen de una vieja graduación. Ella solo se sentía decepcionada, estancada en una burbuja por los daños colaterales de su familia que la aislaron por un momento de la amarga realidad. Aún abrazada, ella se dirigió a ese parque, sentándose en los columpios. No había nadie alrededor, ni se oían risas. Era como si por un momento el mundo se hubiera detenido, como si todo lo que tuviera sentido, se perdiera en un parpadeo. Recostó su cabeza de la cadena, cubierta por la capucha veía el pastizal fangoso de aquel lugar. Unos pasos se oyeron. Ella esperaba que obviamente fuera Izuku, quien se presentara detrás de ella luego de buscarla, pero no era él. Y aún así, ella no se sorprendió cuando Katsuki se sentó en el columpio de aún lado, en silencio. La miró de reojo, viendo su mirada perdida y desolada.

—Oye.—le llamó él, en un tono menos antipático y reacio, la llamo con sutilidad.—Ojos de cristal.—Kai no lo miró, se quedó mirando a la nada.

—Hoy no, Bakugo.—indicó ella, sabiendo la pésima costumbre que él tenía de molestarla cuando menos se sentía de humor, pero él bajo la cabeza y negó.

—¿Donde están tus mechones negros?—se preguntó él, notando que se veían escasos, como si se estuvieran desvaneciendo.

—Desde que expulse una gran cantidad de energía con mi don en la I-Island, han estado desapareciendo. Debe ser la pubertad.—anuncio ella con vagues, para así sentir como los dedos Katsuki se enredaban en su cabello de manera sutil.

—Claro, la pubertad. Que fastidiosa es, ¿no?—le preguntó él, en ese tono donde arrastraba las palabras, intentando de sonar sutil con su actitud.

—Déjame sola.—pidió, amargando el paladar del rubio que se quedó mirando como ella yacía cabizbaja, con sus manos en el pantalón.

—No quieres eso.—respondió él, sus ojos no la estaba atravesando como alfileres que le harían sangrar, de hecho, él parecía comprensivo.

—Tú no sabes lo que yo quiero.—mascullo ella, Kai apretó sus nudillos fuertemente al igual que sus labios, ocultando su vulnerabilidad.

—Te equivocas.—infirió él, mirando hacia adelante, su corazón decaía en esos sentimientos que Katsuki creía innecesarios.—Si algo se, es que no quieres estar sola.—afirmó, para así verle sus labios temblar.

—Toda mi vida fue una mentira.—él la miró tan fijo hasta sentir que se compadecía de verla así, tan dolida y resentida.—Y nunca me di cuenta.—añadió, bajando aún más su mirada para sollozar.

—¿Y qué podías hacer?—le cuestionó él.—Puedes llorar todo lo que quieras, pero eso no va cambiar algo que ya pasó. No te sientes ahí para culparte. Sé más fuerte.—intento de incitar Katsuki, pero ella solo negó entre las lágrimas impotentes.

—Yo lo mate. Fue mi culpa.—sollozo ella, apretando más sus nudillos y con sus ojos brotando las lágrimas llenas de desesperación.—Y no voy a dejar las cosas así. Me voy a vengar. Aunque sea lo último que me cueste, no voy a perder.—añadió, de una manera intensa y fría.

Nadie más que él podía entender ese sentimiento, esa ira de querer vencer y resistir, así que estrechó sus brazos y los pasó por encima de ella. La atrajo, sin miedo y sin cohibirse, ya no le importaba hacerlo, porque ella estaba en esa situación donde necesitaba a alguien. Y aunque él no fuera bueno con eso, salía de su corazón darle esa calidez. Cuando lo hizo, se sintió diferente, sentir sus lágrimas caer en los brazos de él, se sintió como si un destello de luz le diera esperanza. Jamás la había tenido así. Era como un sueño lejano, un estorbo en su visión que lo hizo prevalecer de rodillas por tenerla en ese estado. Se aferró a ella. Desde ese día en el lago, cuando la vio ahí frente a él, una ira lo cegó. Quería ser mejor que cualquiera, porque no podía permitirse que una chica lo dejara tirado en las aguas con una nariz rota. Ella fue la única que no le tuvo miedo y para él, eso era más que admirable. No pude evitar que sus ojos lo condenaran a los cristales azulados que buscaba en cada pasillo de la escuela. La sujeto con fuerza, mirando adelante. Sin saber que era observado, un próximo objetivo, eso era Katsuki Bakugo.

—Están en su punto más vulnerable, Tomura. Serían un gran pilar para tu liga, tienen determinación y también poder.—hablaba aquel hombre, mirando al televisor, donde veía a su discípulo.

—Si maestro.—artículo el joven de cabello ondulado y azulado al otro lado de la televisión, con partituras de manos cubriéndole el rostro.

—Recuerda, estarán más alerta. Con los inconvenientes en la USJ y el centro comercial, sin duda resguardan la seguridad de los alumnos, pero decaerán cuando irrumpamos ahí. Ya no confiarán en ellos.—añadió ese hombre, escondido entre la oscuridad de donde se alimentaba.

—Señor.—el televisor se apagó en cuanto oyó pasos detrás suyo, girándose en aquella silla para presentir esa presencia.—No la encontré. Ha sido una búsqueda en vano.—comentó Naoto, mirando hacia el hombre sentado frente a él.

—Pasaremos a nuestro próximo plan Naoto.—comentó aquel hombre, mientras que el de azulados ojos y cabello negro le miraba.—Traeremos a tu hermana, como también al joven Katsuki Bakugo.—añadió, sin mirar la expresión vacía de Naoto.—Con eso, estoy seguro que también atraeremos a Hikari. Si la tenemos bajo control, nadie sabrá sobre nuestros planes futuros.—detalló.

—Señor disculpe, creí que mi hermana quedaría fuera de esto.—infirió Naoto algo confundido, viendo la sonrisa del temible, All For One.

—Por supuesto. Así era.—respondió, aún sonriendo.—Pero, desde que estás aquí, no hemos podido avanzar. No niego que has sido de gran utilidad, incluso perdone que dejarás a tu padre escapar después de tener la posibilidad de poner en riesgo a la liga de villanos que Tomura ha intentado construir.—decía, sin ver a Naoto bajar la cabeza.

—Me esforzaré más, maestro.—expresó Naoto, dándole una reverencia.—Pero pido e insisto que mi hermana quede fuera de esto. Parte del trato de mi presencia aquí, era la protección y seguridad total de ella.—detallaba él, insistente.

—Cuando te preste el don que portas, lo que pedí a cambio de eso, era suma lealtad y respeto. Me has mostrado respeto durante estos cuatro años, pero no hay una pizca de lealtad que te una a mi.—Naoto levantó su cabeza, retrocediendo.—Te aprecio como un hijo, por ser el hijo de la mujer que salve cuando tenía quince años, pero eres igual de inservible que ella al poner tus sentimientos primero. No voy a dejar que estorbes. Tu hermana es clave para mis planes futuros, con ella aquí, el símbolo de la paz decaería.—expresaba, levantándose de la silla.

—Puedo esforzarme más. Encontrare a Hikari, no hay necesidad de traer a mi hermana para que ella llegue.—desistía Naoto, distanciándose de aquel hombre que se acercaba con una malévola risa.

—Lo lamento Naoto. Seguirás siéndome útil, como también seguirás siendo uno de mis discípulos. Tú y Tomura, su vínculo y lo que los une a mi, seguirá persistiendo, solo necesito que descanses un rato. Tus sentimientos por tú hermana, como esa joven que acechas durante el día para protegerla de personas como nosotros te tienen ciego.—decía All For One, estrechando su mano hacia Naoto.

—Espera. ¿Qué hará?—le cuestionó, alejándose para tropezar contra una mesa, su corazón empezó a palpitar fuertemente.

—Yo te di este don. Me pertenece. Si tú no eres capaz de hacer las cosas, yo las haré. Solo será un momento.—indicó, Naoto abrió sus ojos grandemente y cuando fue a moverse, todo se puso en blanco.

—¡Espera... —pidió, quedándose inmóvil por un momento cuando sintió como si le arrebataran el alma por completo.

—Le hiciste creer a tus padres que te enamoraste de Liz Ito, tomaste su muerte como excusa para escapar y que yo me sintiera conmovido por eso. Pero nunca amaste a Liz, tú también la enviaste a morir esa noche cuando sus padres te secuestraron para presionar a tu madre.—decía, mirando las rodillas de Naoto debilitarse.—La familia Ito me servía. Eran importantes para mi y aunque no quieras, tú madre deberá pagar por eso. Tú odio no es suficiente, solo has fingido para estar a mi lado y proteger a tu familia. Digno de un héroe, pero no eres un héroe y me encargare de alimentarte con mi odio. Yo te guiaré desde ahora.—afirmó, consumiendo su poder.

Él es un hombre diferente. Tiene otras creencias e ideologías. Me salvo cuando tenia quince años, es muy poderoso. Y por eso te llevaré con él.—oía la voz de su madre, recordando aquel momento.

Pero mamá, no puedo impresionarlo. No tengo un don de fuego como el de Touya, o de hielo como el de Fuyumi. No tengo un don como el de papá, ni cómo el tuyo.—decía su voz, en un tono más pequeño e infantil, la imagen suya con su madre en la parte trasera de un auto se esclarecía.

Él te dará un don.—él abrió sus ojos grandemente, para así su madre acariciar su cabello blancuzco, el que luego tornó negro en cuanto recibió aquel poder.—Por eso iremos con él. Tendrás un don, mi amor.—añadió ella, y él sonrió.

Tal vez no debí entristecerme tanto cuando descubrí que no tenía un don. Debí haber seguido siendo normal y feliz con eso, porque te obligué a llevarme hasta él. Te juro mamá, que jamás me habría quejado si hubiese sabido que terminaría todo así.—pensó para sí mismo, cuando cayó al suelo.

—No te culpes. Tú madre fue la que decidió traerte a mi, quizás si ella tan solo me hubiera cumplido con lo pedido estarían viviendo una vida feliz. Tal vez tu padre seguiría vivo y tu hermana no tendría el destino que le daré, el único camino que deberá escoger.—indicó All For One, mirando a Naoto desde el suelo.—Ella me traicionó. Así que yo la traicionaré a ella, pero no les haré daño. Tomura los necesita, al fin y al cabo, son su familia.—añadió.

Se dio la vuelta. El cabello blancuzco de Naoto volvía a lucir, con destellos azulados, porque su interior y energía no estaban tan vacías como creyó cuando era niño. De sus ojos medio abiertos, salían lágrimas de ese niño interior atrapado por años con la idea de rechazar sus ideales, aquellos que alumbraban y alimentaban su deseo de ser una persona mejor, pero ahora no era ni la mitad de lo que él quería ser cuando niño. Cerró sus ojos, yéndose inconsciente. All For One volvió a sentarse en aquella silla, dirigiéndose al televisor donde podía ver en aquel bar a todos aquellos los presentes que resurgirían de los callejones más oscuros. Ese hombre era un psicópata. Purgaba a aquellos que no lo acompañaban con lealtad, que no eran sumisos a sus ideologías. Su próximo plan iniciaría, en el campamento de verano donde aquellos niños se emocionaban por ir, a excepción de la joven adolescente con cabello blancuzco que caminaba por la acera, girándose de reojo para levantar su mano y despedirse de Katsuki, quien la acompañó hasta su "casa" cuando la noche cayó.

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Próximo capítulo: Campamento de verano.

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