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❛¿Cuál es nuestro origen Shoto Todoroki?❜
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El sol de verano empezaba a esclarecer por cada uno de los rincones en Japón. Las heladerías en las esquinas de las calles estaban empezando a ganar más, como también las piscinas de algunos centros recibían visitantes. Desde la ventana de aquel hospital psiquiátrico podía ver a los niños correr con sus trajes de baños, los que podían ir en auto estaban bien, pero aún así los que iban a pie disfrutaban de una leve pasantía familiar. Saboreaba el helado de fresa en mi paladar, aquí la temperatura estaba bien, así que no se derretía tan rápido como posiblemente afuera si. Tenía mi cabello amarrado en una coleta, no tenía ni un solo flequillo afuera. Solo los de mi oreja y tan pronto podia los ocultaba detrás de esta. Tenía un kimono de pantalón corto, color negro. Por debajo una camisa sin mangas de rayas, azules, rojas, amarillas y blancas. En mis zapatos, calzaba unas tenis que llegaban hasta mis tobillos y del borde sobresalían unas medias azules que iban en juego con las rayas de la camiseta. También, aquel collar con pendiente de una llama minimalista color oro en mi cuello.
—Después de lo qué pasó en la I-Island, muchos temen ir.—dije en voz baja, recordando la travesía que tuvimos en dicha explosión.
—Te agradezco el helado, linda.—comentó la señora Todoroki, saboreando su helado de menta con una bonita sonrisa.—Y también las cartas que me has enviado.—añadió, agradecida.
—No se preocupe señora Todoroki. Shoto creyó que le gustaría, fue idea suya.—indique yo, dejando mi helado atrás para mirar por la ventana.
—Se que es aburrido estar aquí sin él, ya llegará. Dijo que volvería pronto.—aviso ella, denegué apenada, levantándome de la silla para recoger el envase de helado vacío de sus manos.
—Lo siento, no soy muy comunicativa.—me excuse, echando los frascos a la basura.—Yo no solía tener muchos amigos cuando estaba en Somei, creo que eso me encerró un poco, a penas lo intento.—admití, sentándome frente a ella.
—Shoto tampoco tuvo muchos amigos cuando niño.—musitó ella, con tristeza.—Sus hermanos solían venir a verme y me lo decían. Aunque no lo admitieran, se que una parte de ellos se reprocha por no haber hecho nada para que fuera de otra manera.—indicó, mirando la ventana.—Pero me culpo más a mi por abandonar a mis hijos al creer que serían como su padre.—añadió, afligida.
Me quede en silencio sin saber que decir. Era un tema muy delicado, pero podía ver en los ojos grisáceos de esta hermosa mujer el resentimiento que cargaba consigo misma por la cadena de sucesos que sus hijos vivieron. Juraba buscar las palabras adecuadas para poder dirigirme a ella, no quería ofenderla o hacerla sentir aún más culpable, porque no conocía lo que había vivido, solo se que veía en sus ojos el pleno arrepentimiento de una angustia con la que vive. Veo aún así en sus ojos, la misma ilusión que tiene su hijo de que las cosas hayan sido de una manera diferente. Me quede mirándola. Mi vida tampoco fue color de rosa, pero jamás viví en un entorno abusivo como todos ellos. ¿Cuan difícil fue para Rei sobrevivir a un patrón de maltrato? Porque aún recuerdo las palabras de su hijo en el festival deportivo. Aún recuerdo como dijo que en cada memoria de su infancia, su madre lloraba hasta odiar lo que creía un "espantoso" lado izquierdo que él heredó. Mire la ventana, así como ella. Todos cometíamos errores, ¿pero cuan cruel fue Enji Todoroki con su familia para que se fragmentaran en pedazos? Ese hombre, era intimidante, para ser el segundo mejor héroe, lo era demasiado.
—Sus hijos la aman.—fue lo que me atreví a recitar después de pensar tanto.—Y es la única razón por la cual creo que en el fondo ninguno la culpa.—indique, girándome para verla cabizbaja.
—Discúlpame, te he obligado a pensar en una respuesta.—apenada se mantuvo con la cabeza baja, sonriéndome de lado.—Eres tan bondadosa como tu padre lo era.—añadió, dejándome atónica.
—Claro, usted lo conoció también, de seguro en la televisión.—musité, quitándome el asombro para verla a ella denegar por eso.
—Se que cuando conocí a Enji, Kenny y él eran muy cercanos, pero se volvieron escasos los recuerdos donde los veía juntos. Era el único héroe del que Enji no se quejaba.—comentó ella, con su sutil voz.
—Las palabras de Naoto, siguen afectándome. Quisiera preguntar, pero no puedo, estoy enloqueciendo. No hay manera de que nos hayamos conocido antes.—pensé, mirándola fijamente.—El señor Todoroki es un gran héroe.—admití, cabizbaja.
—Si, lo es.—confirmó ella, sin verse afectada por eso, aunque se vio seria, intento de no hacérmelo denotar.—Se que ustedes también lo serán.—afirmó, extendiendo su mano hacia mi, para tocar la mía.
—Tendremos más trabajo en el campamento de verano para desarrollar nuestros dones.—comente, haciendo un leve puchero, para oírla reír por lo bajo por eso.
—Estoy segura que la pasarán genial.—opinó, palmeando mi mano para acomodarse en su sofá.—Saber que mi hijo tiene amigos, también una novia me deja dormir tranquila, me deja estar en paz.—musitó, mirando el cielo naranjal porque la ventana.
—Tiene que conocer a Izuku Midoriya, es un gran chico y amigo de Shoto.—le dije, sabiendo el vínculo que había creado con Shoto, el brillo de sus ojos grisáceos me iluminaron.
—¿Algún día podría conocerlo?—me preguntó ella, sus ojos se cerraron cuando sonrió, viéndose animada, más que la primera vez que vine.
—Cuando salgas de aquí, ¿te parece?—le pregunté, intentando de animarla, ella soltó un suspiro.
—Si.—respondió, aflojando sus músculos para acercarse un poco a mi.—Linda, ¿no han habido noticias?—la sonrisa se me desplomó, baje la cabeza para así entender a qué se refería.—Shoto me pidió que no preguntara, pero cuando me dijo por la última carta que estabas deprimida, no he podido dejar de pensar en eso.—infirió.
—Han pasado dos meses.—indique, sintiéndome ajena al paradero de mi madre.—No han hallado nada.—respondí, desanimada.
—Todo estará bien. ¿Si?—me preguntó, volviendo a sujetar sus manos con las mías para mirarme fijamente e intentar de sonreírme, buscando la mía.
—Rei, ¿podría preguntarle algo?—si, tenía que, debía preguntar sobre un posible vínculo de su familia y la mía, pero la puerta se deslizó y quedamos asombradas cuando vimos hacia allá.
—Shoto.—llamó ella a su hijo, quien tenía en cada extremo de sus brazos ramos de flores, se veía pasmado y algo inseguro.
—El delegado de mi clase dijo que si regalábamos ramos de flores a personas importantes eso les alegraría.—sonreí, sabiendo que Shoto se esforzaba siempre por entender a los demás.
Lo hacía, por el hecho de haber sido aislado del mundo y no saber conocer el sentir de otros. Eso para mi valía más que mil palabras que podía guardar en un frasco. Recibí un ramo de tulipanes rosas, su madre recibió el mismo, con tulipanes amarillas. No sabía de donde las saco, solo se que el detalle destello en su madre una hermosa sonrisa y un impulso que la hizo abrazar a su hijo, con seguridad en sí misma. Visitar a su madre era sin duda una terapia que él necesitaba, como también ella, para reconciliarse de todo aquello que se perdieron. Desearía que pudieran sanar de todo lo que les atormentaba, porque aunque él no me dijera nada, yo sabía con su mirada que seguía atormentado por lo que había vivido durante años, bajo la sombra del padre que no podía mirar sin odiar. Él tenía una gran cicatriz, no solo la quemadura en su lado izquierdo del rostro, también en el corazón. Su padre debió ser una bestia con él cuando niño, tan cruel cómo hacer que lo odiara. Cuando hablaban sobre él, se mostraba reservado y respetuoso, pero justo cuando lo tenía enfrente, era lo contrario.
Caminamos por la acera de las calles, donde muchas personas nos veían hasta reconocer, sonreír y saludar. La mayoría fueron chicas, donde se enloquecieron por ver a Shoto, escaso en sonreír, se intentó mostrar de una manera amable. Y era cierto. Sin duda son pocos los momentos donde sonríe, tan pocos que cuando lo hace, mis ojos brillan como una estrella en plena noche. Pero, eso era lo más que me gustaba de él. Era tan introvertido, callado y a la vez, inocente. Shoto caminaba delante de mi, con las manos en sus bolsillos. Por un momento me detuve a examinarlo, la luz del atardecer lo reflejaba como un brillo de esperanza donde mi cabello flotó con la brisa. Yo estaba completamente enamorada de alguien que conocí hace seis meses, tenía un sentimiento tan puro y real que lo malo parecía estar tan lejos, aunque estuviera cerca de mi. ¿Él me salvó? Desde que acepté mi sentir, desde el festival deportivo, cambié por completo. No soy ni la mitad de lo que era antes de ese festival, ¿reacia y hostil? Ya no era así y aunque tuviera miedo, estaba segura con él.
—¿Te gustaron las flores?—volví a caminar con él, sosteniendo el ramo de flores en mis manos, ante su pregunta asentí, mirando adelante.
—Muchas gracias, Shoto.—agradecí, volviendo a detenerme en seco para hacer que él también se detuviera y me mirara.
—¿Qué sucede? ¿Te preocupa algo?—me preguntó, notando mi semblante serio y un poco desanimado.—Es mi madre. ¿Te preguntó algo? Dime.—pidió.
—No.—denegué rápidamente, para respirar hondo.—Mentí. El día del centro comercial, mi hermano me dijo algo más.—admití, mirándolo.
—¿Qué cosa?—se cuestionó, la gente pasaba por nuestro lado, por lo que nos distanciamos, intentando de ser sigilosos con el tema.
—Y arrastrar a personas contigo para que te ayuden tampoco.—mascullo mi madre, haciéndome ver fuera como Midoriya yacía en la acera, hablando con Shoto mientras sostenían sus maletines.
Por un momento, las palabras de mi madre volvieron a mi. Lo seguía haciendo. Estaba continuando con esto de manera inconsciente, si le decía, si tan solo él sabía lo que mi hermano me había dicho en aquel centro comercial que se mantiene aún bajo investigación, estaré arrastrándolo hasta el abismo. Iba hablar, para denegar la información hasta que un hombre nos atravesó por el medio. Todo mi cuerpo se heló, tanto que no pude moverme. Esa altura, esas manos. Por un momento ese hombre encapuchado se me hizo tan conocido, que la sensación de sentirlo cerca fue como si todo mi cuerpo estuviera sintiendo la electricidad. La mirada de Shoto se giró, para así examinarlo con recelo ante su inesperada presencia. Muchas personas habían pasado por aquí, pero ninguna otra nos interrumpió de esa manera tan gruesa. Se detuvo en seco y de reojo cuando se giró, los puntiagudos cabellos negros se reflejaron. Mis ojos se abrieron, el ramo de flores casi se me caía de las manos cuando lo observe. ¿Por que estaba temblando? ¿Por qué diablos sentía que mi corazón se iba detener en algún punto?
—¡Son los chicos del festival deportivo!—me giré, saliendo del transe, para así girarme a ver esas personas que se acercaron.
—¡Lo hicieron increíble!—anunció una niña junto a su madre, levantando su mano en forma de saludo para sonreírnos.
—¿Lo conocías?—me preguntó Shoto cuando me vio girarme para buscar aquel hombre, que ya no estaba, como si jamás hubiera estado.
—Creó.—articule, sosteniendo el ramo de flores.—Sobre lo de antes. No era nada importante.—declare, atemorizada por la idea de contarle.
—¿Segura?—se cuestionó, como si leyera mis ojos de alguna manera, pero no desistí y acepté, haciendo que él se quedara algo relajado.
—Si.—respondí, bajando la mirada para observar detenidamente el ramo de flores.—El rosa es mi color favorito, Shoto.—admití.
—Se que sería trampa, pero le pregunté a Iida. Él me ayudó a escogerlas, te conoce muy bien.—comentó, haciéndome caminar con él.
—Así es. Éramos buenos amigos, no es que no lo seamos, pero antes, siempre estábamos juntos.—musité, aún lado de Shoto.
—¡Soy Tenya Iida, seré tu compañero, pero también podemos ser amigos!—estaba parado frente a mi, extendiéndome su mano, pero yo temblaba del miedo, era nueva en esta escuela.—¡No te preocupes, yo estoy aquí!—afirmo, para así unir nuestras manos.
—Me alegra que podamos tener amigos.—dije, dejando ese recuerdo atrás para ver a Shoto mirar hacia adelante, aún el atardecer lo alumbraba como si fuera lo mejor del mundo.
—Me alegra tenerte conmigo.—indicó, aún sin mirarme, su afirmación me hizo comprimir el pecho.—Se qué hay cosas aún por aprender, pero espero que te sientas bien con lo que he intentado.—artículo, para así mirarme.
—¿Sabes? Te quiero, Shoto.—mencioné sonriendo, pero sus ojos se abrieron grandemente y quedó atónico ante esas palabras, como si nunca las hubiera oído de alguien.
Él no me contestó. Debo admitir que me desanime cuando no oí la respuesta a su sentir, pero todos íbamos a un ritmo diferente, incluso en un sentir. Aún así, eso no quito el hecho de que hubiera una posibilidad. ¿Lo quería? Parecía ser que lo he querido desde siempre, desde que se me atravesó en esas escaleras, en el día de examen de admisión en la UA. Parece que lo he querido desde que lo vi sentado en él aula detrás de mi, removiendo mi cabello porque se enredó con los tornillos de la silla donde estaba sentada. O podría ser, cuando nuestros rostros chocaron en la USJ hasta rozar mis labios con los suyos. Siento que he querido a Shoto desde hace mucho, qué hay algo que hizo en mi, algo tan mágico, que no siento la tristeza o agonía que antes sentía a mi soledad. Por eso, si tan solo las palabras de mi hermano son ciertas, ¿había una historia antes que esta? Me pregunté en la espalda de Shoto, riéndome mientras sentía la brisa fría chocar en mi rostro. Donde nadie nos veía, se deslizaba con su hielo y paseábamos a todo ritmo, como dos jovenes adolescentes que disfrutaban su tiempo libre.
—Si había historia, si había algo, ¿qué nos separó? ¿Por qué lo olvide? ¿Quien creyó que era la mejor opción? ¿Olvidar a Shoto? Tengo que recordar, debo buscar a mi hermano, porque quiero recordar si ya te había conocido. Y si era así, si te conocía desde antes, Shoto te prometo que te querré siempre. Toda mi vida, incluso si al final, no estamos juntos. Vas hacer parte de mi, hasta que cumpla mi ultimo respiro.—pensé, desprendiéndome de él cuando llegamos hasta los condominios donde residía.
—Bien. Llegamos antes de la noche, como la señora Midoriya pidió.—comentó él, con su mano entrelazada a la mía, me incitó a subir por las escaleras que habían enfrente.
—¿No quieres quedarte a cenar?—le pregunté curiosa, sabía que no habría problema y que sin duda alguna, Deku estaría feliz de tenerlo aquí.
—Debo ir a casa.—respondió, sutilmente cuando soltó mi mano y lo noté extraño, como si luciera confundido.—Nos veremos.—musitó, estirándose para darme un beso en los labios.
—Espera.—le pedí cuando los plasmó, buscando su mirada, fue lo que dije anteriormente que pareció dejarlo anonadado.—No tienes que decirlo si no lo sientes. ¿Entiendes?—le cuestione.
—Lo sé.—afirmó, llevando sus manos hasta el bolsillo de su pantalón para suspirar.—Es solo que no se como decirlo.—admitió, alejándose.
—¡Kai, estás aquí!—me giré, mirando como de la puerta sobresalía Deku con una gran sonrisa, no tarde en copiarla.—¿Y Todoroki?—se preguntó, acercándose a mi para verlo yéndose por la acera.
—Pasamos un día largo. Quiere ir a su casa.—le respondí, viendo como él sonreía.—Basta. Odio que hagas eso.—dije, girándome para caminar con él hacia el interior de su casa.
—Sigo creyendo que se ven muy tiernos juntos.—expresó con emoción, mientras que me detuve en seco frente a la puerta de mi casa.—¿Todo bien?—se cuestionó, de su casa me llegaba el olor a comida, olía bien, demasiado bien.
—Si, solo que dejaron correspondencia.—respondí, extendiendo mi mano hasta el suelo para recoger las cartas que habían ahí.
—Los chicos y yo separamos la piscina para entrenar mañana en la academia, esperaba poder decirle a Todoroki, pero le escribiré. Debemos ir todos.—dijo animado, mientras que me quede detenida en seco, mirando aquella postal.
—Eso suena genial.—esbocé, intentando de disimular cuando mis manos empezaron a temblar.—Iré en un momento, no comas sin mi.—le pedí sin mirar, a gritos decía que se fuera y él lo entendió, porque se adentró, notándose preocupado.
Levante mi mirada, asegurándome de que él no estuviera ahí, observándome con su gran curiosidad. Me asome por la puerta. La señora Inko preparaba la mesa y Deku esperaba pacientemente, ayudándola a acomodar los platos de porcelana donde serviría la exquisita comida para que los tres comiéramos juntos, como una familia. Me distancié, sacando de esa postal aquella fotografía, algo estrujado. Mis manos no tardaron en temblar cuando la vi, examinándola con gran detalle. Era mi hermano, sosteniéndome en sus brazos cuando era una bebe. Una foto llena de brillo y esperanza, porque él sonreía, mirando a la cámara. Mis ojos se abrieron grandemente, recordando al imponente hombre qué pasó entre medio de mi y Shoto, ese que nos miró de reojo con unos ojos que de inmediato no tarde en visualizar. Mi pecho se comprimió, lleve la fotografía hasta mi pecho. Debía ser. Estaba clara y consiente de que cada vez estaba más cerca, que aunque no quisiera, sabría la verdad todo porque lo decía detrás de esa fotografía. Decía la hora exacta y el lugar, donde mi padre y yo deberíamos reunirnos pronto.
➥80 votos para el próximo capítulo.
Próximo capítulo: Kenny Nakamura está aquí.
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