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❛Bajo la llovizna.❜
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Hoy no fue la excepción, tampoco pude dormir. Eran las cuatro de la mañana, el amanecer aún no llegaba. Con cuidado me levante de la cama. Este cuarto estaba repleto de carteles y figuras coleccionables del héroe número uno, el símbolo de la paz que todos idolatrábamos y queríamos. Camine por el suelo, intentando de no pisar el futón donde Deku estaba dormido. Él tenía su celular aún lado, encendido y mostrando un video pauso que pareció dejar de ver hace mucho. Lo sostuve, mirando una edición del asesino de héroes. Tenía demasiadas vistas, apague su celular y lo acobije un poco más, para que así no tuviera frío. Encendí la luz de la sala de estar cuando salí, cerrando la puerta con delicadeza. Había mucho silencio, no estaba mal, pero me perturbaba. Me coloqué mis pantuflas azuladas para así abrir la cerradura de la casa sutilmente, no quería despertar a nadie. Deje la puerta media abierta y me quede detenida frente a la puerta del lado izquierdo. Mi casa. La puerta no estaba cerrada con llave, tenía unas cintas que prohibían el paso temporalmente al interior de esta.
Las levante, adentrándome en el frío y solitario silencio del apartamento. Las sillas estaban lanzadas en el suelo, no podía tocarlas. Justo cuando íbamos a mudarnos, ahora podía ir entendiendo la inesperada decisión de mi madre. Ella sabía que vendrían a buscarla. Ya no era seguro, pero, ¿por qué razón sería un objetivo? Metí mi mano en aquella caja, sacando el retrato que había allí. Mire detenidamente la imagen. Fui muy cruel con Shoto el día anterior, porque aunque las familias se destruyeran, él tenía razón, podía haber manera de arreglar lo que quedó de ella. Tenía tantas preguntas, pero más que eso, la maldita culpa que no me dejaba dormir. ¿Fue por empezar a buscar a mi padre? Todo estaba empeorando desde ese momento que lo decidí. Ella lo advirtió, las consecuencias serían interminables. ¿Quién estaba detrás de todo esto? Me giré cuando oí unos pasos arrastrarse, pasmada miré como la señora Inko me miraba desde la puerta abierta, con su pijama y pantuflas puestas, se adentró un poco mientras que la lluvia de fondo sonaba, dando más frío.
—Cariño, ¿estás bien?—me preguntó al llegar a mi, acariciando mi espalda, mordí mi labio queriendo evitar algún tipo de expresión que me hiciera admitirle mi sentir.
—Aún no han dicho nada sobre ella.—comente con la mirada baja, sabiendo que ella buscaba la mía con desespero.—¿Y si él la mató?—cuestione, haciéndola soltar una bocanada de aire.
—¡No, no digas eso!—pidió ella, haciéndome girar para verla.—Tú madre es una mujer muy fuerte. Si no ha vuelto, es porque quizás no puede hacerlo aún. Pero volverá por ti, te lo prometo.—afirmó, dándome una leve sonrisa.
—¿Y si no lo hace?—pregunte, sosteniendo el retrato familiar para sentir sus manos apretar mis hombros con sutileza.
—Yo estaré al otro lado de la puerta para cuidarte.—musitó, así que acepté su repentino abrazo, que me hizo mirar hacia afuera, Deku nos miraba, detenidamente.
Pensaba nuevamente en lo que me había dicho el profesor Aizawa. Debía aferrarme a lo que aún tenía, porque era lo único que me salvaría de la tristeza que me empezaba acorralar hasta quitarme él aliento. El camino a la escuela fue lluvioso y también silencioso, tanto de mi parte, como por parte de Deku, quien sujetaba la sombrilla y caminaba a mi par para que no nos mojáramos. Quizás era masoquista de mi parte, pero estos climas eran los que más disfrutaba. Los climas que iban de la mano con mi tristeza, eran esos días en que me refugiaba por completo. Yo no podía dejar de ver mi celular. Buscaba impaciente noticias que entrelazan el paradero de mi madre, ha pasado una semana desde entonces y es lo que más temía, los días seguirían pasando y eso no dejaría de atormentarme. Guarde el celular de manera impotente. Nadie decía nada, solo recordaban su ausencia. Si trabajaban en silencio, era desesperante, porque yo necesitaba saber lo que sucedía con mi querida madre. Sostuve la manga de mi mochila azulada, bajando la cabeza y pisando los charcos de agua que empapaban mis botas. Hasta que note el bullicio, habíamos llegado por fin a la academia para empezar las clases.
—Espera.—me pidió, buscando algo en su bolsillo.—Yo lo compré en el hospital. Una dulce señora fue a venderlos y me pareció muy bonito para que tú lo llevaras contigo.—de su bolsillo sobresalió un llavero azulado, dando ilusión a un copo de nieve.
—No tenías que hacerlo, pero es muy bonito. Lo agradezco.—musité sosteniéndolo con añoro, hasta llevarlo al cierre de mi mochila.—Siempre lo llevaré conmigo.—indique.
—Esa es la idea. Los copos de nieve se descongelan, pero ese no, en referencia que nuestra amistad siempre persevera cada clima.—lo miré con detenimiento, era más emocional que yo, pero recibirlo de él, me hacía sentir sin duda igual.
—¡Joven Midoriya, Nakamura!—nos sobresaltamos, dando un leve chillido cuando oímos la voz de nada más y nada menos, que el símbolo de la paz, All Might.
—¡¡Es All Might!!—gritaron las personas en la acera, los estudiantes estaban acostumbrados, pero los que no eran partícipe, no lo estaban y se emocionaban.
—¡Por favor, acompáñenme!—pidió él, con suma fuerza nos removió del exterior, adentrándonos a la escuela en un solo momento y cuando me percaté, todo mi cabello estaba igual de despeinado que el de Deku, quien tenía sus ojos en blanco.
—All Might.—nombramos Deku y yo, perplejos por la brusquedad de All Might al removerlos de la entrada llena de gente.
—¿¡Como se encuentran los futuros héroes!?—se preguntó, escondido de la gente se desinfló de su poder y no tarde en aferrarme a Deku, asustada por su aspecto decaído.
—¡¡Ah!!—grite, asustándome por eso, todo su brillo se iba, desaparecía tan pronto su don desvanecía con su alegría.
—Joven Nakamura, ya me ha visto así antes.—artículo con frialdad, llevando su mano hasta mi cabeza para acercarme a él y abrazarme.—Dígame joven, ¿como se ha encontrado en estos días?—me preguntó, me sostuvo en un cálido abrazo que me dejó anonadada, el héroe más grande de todos me abrazaba.
—All Might.—nombre, sintiendo la calidez que aún había en él, aún sin sostener su maravilloso don que todos alababan.—Estoy bien.—afirme, alejándome un poco apenada.
—La policía ha estado buscando los últimos rastros de tu madre, pero no dejo nada. Creen que sea un método para pasar desapercibida de los villanos.—detalló, mirándome.—Pero estamos haciendo todo a nuestra alcance para encontrarla, sana y salva, joven.—afirmó él, por lo que mantuve la cabeza abajo.
—All Might, en la pasantía con Gran Torino...
—Si joven Midoriya, Gran Torino me afirmo que Kenny Nakamura merodeaba por sus calles en busca de provisiones.—contó All Might.—Aún así, Gran Torino dijo que solo comentó ser inocente, pero nunca dijo las razones. Gran Torino no lo entregó a la policía porque Kenny desapareció antes.—añadió.
—Ya no quiero seguir buscando a mi padre.—interrumpí, creando silencio entre All Might y Deku, quienes me miraron.
—¿Por qué? Parecemos estar tan cerca, Kai.—se cuestionó Deku, denotando en el fondo su admiración por mi padre.
—Es mejor así.—afirme sin decir más, sin expresar realmente la culpa que me agobiaba, me giré y sostuve mi mochila para irme.
Hoy hablarían sobre los próximos exámenes, antes del receso de verano, pero debía admitir que no estuve pendiente a nada de eso hoy. Eran exámenes importantes, tanto el físico como el que era en formato de escritura, realmente lo eran. Me mantuve cabizbaja, con mi cabeza encima de mis brazos y mirando a la nada en todas las clases. Era tanto la pereza y tristeza, que pase el almuerzo en el salón, quedándome sola. Todos me miraban. Estaban preocupados por mi. No quería agobiar a nadie, así que cuando la campana sonó, me levante en silencio y sabiendo que todos me observaban. De todas maneras debería esperar a Deku para poder irnos juntos, pero me cruce de brazos y con mi cabello suelto cubrí las facciones de mi rostro, encaminándome hacia la salida para notar el día aún lluvioso. Iba a irme, hasta que sutilmente una mano me sostuvo. La energía me volvió y mis ojos se iluminaron ante los suyos mirarme. Cada detalle en su rostro era perfecto, como su lacio cabello dividido en dos colores, hasta sus hermosos ojos. La preocupación lo invadía, él no podía ocultar sus expresiones, ya no más.
—¿Estás evadiéndome?—me preguntó al notar mi tristeza, soltó mi mano y busco su celular.—No me has escrito desde anoche. ¿Estás molesta conmigo? Si hay algo que haya hecho mal, me disculpare.—abrí mis ojos, su caballerosidad sobrepasaba los límites.
—No, no es eso.—denegué rápido, quitándole ese peso de encima por un momento, los demás alumnos pasaban por nuestro lado, nos veían curiosos y atentos.
—Me dijiste que lo que fuera, podíamos aprenderlo juntos. Si algo pasa por tu mente, puedo intentar de entenderlo.—detalló, por lo que rendida ante sus encantos, suspire de manera alargada y frustrada.
—Se que me disculpe, pero no dejo de sentirme mal por cómo me comporté contigo anteriormente.—expresé, sumamente apenada.
—Se que no estás pasando por un buen momento. A veces esos sentimientos pueden nublar nuestro juicio, así que no te apenes. Lo comprendo.—indico de manera sutil, bajo el techo que nos protegía de la llovizna.
—¿Puedo recompensarlo aún así?—le pregunté, mirándolo con detenimiento, sintiendo su mirada tan fija en mi que no pude evitar el sonrojo ante él.
—Vayamos a casa. Estudiemos juntos, por favor.—pidió con amabilidad, mediante su actitud llena de caballerosidad que me hizo asentirle sin siquiera pensar en una respuestas.
—¿Quieres que le llevemos unos dulces a tu madre?—le pregunté cuando sostuve la manga de su camiseta, aferrándome a él.
—Eso le alegraría.—respondió con una sutil sonrisa, por lo que Shoto abrió su sombrilla para cubrirnos de la llovizna leve.—Avísale a Midoriya. No quiero que se preocupe.—pidió.
Él era unos centímetros más alto que yo. Se que lo he dicho antes, pero es que cada vez que se me detenía enfrente, me intimidaba hasta sonrojar. La brisa se sentía fría, así que me aferraba al lado izquierdo de él, ese lado que él tanto odiaba, era el mismo que me protegía con calidez cada vez que lo necesitaba. Las verdosas hojas se imponían en nuestro campo visual, levantadas por la brisa que traía la llovizna. Los dulces endulzaron el grisáceo día, incluso los ojos de la hermosa Rei se alumbraron cuando nos vio llegar entrelazado de manos hasta su habitación en aquel hospital psiquiátrico. Una sonrisa genuina se le escapó, acepto los dulces que por el camino compramos para ella. Su calma ante la presencia de su hijo menor le llenaba de un más calma y serenidad de la que ella portaba. Veía a una madre feliz, incluso complacida y ser partícipe de eso me llenó el alma con un gran gozo, como el que ella recibió por la cálida visita de su hijo, ese a quien resguardaba en su corazón como a los demás. Pero, también vi algo que me lleno por completo. El amor de Shoto por su madre sobrepasaba cualquier obstáculo.
Era por eso su deseo de desamarrar esas riendas del pasado que la llenaban de culpa, una tan grande que la impedía salir de este lugar sin sentirse en un vacío por el reflejo de sus actos. Yo quería estar ahí, quería estar y ver cuando ella cruzara la puerta de ese hospital para volver a donde su corazón la lleve a ser feliz, porque en el fondo lo merecía, todos merecíamos ser felices. Me recosté del hombro de Shoto cuando nos fuimos, sabía su pesar cada vez que debía irse lejos de ella, pero se que sus esperanzas por volverla a tener en su vida de manera constante seguían alumbrando su camino para ser un héroe. Me quito la mochila cuando llegamos a su hogar, también los zapatos y los dejo en una esquina como mi chaqueta, doblándola para ponerla encima de mis cosas. El patriarca no estaba, sin embargo la presencia de sus hermanos nos tomó por sorpresa tan pronto nos encaminamos hacia la cocina. Me recibieron con emoción, incluso asombro. Parecían no creer que me encontrara aquí, más aún, confirmando el vínculo con su hermano menor.
—¿Te gusta la Soba?—se preguntó Fuyumi aún lado de mi, ella cocinaba y yo limpiaba en el lavadero lo que ella utilizaba.
—La probé en la escuela. Sabe bien.—admití, aún con timidez, Shoto se había ido a asear y su hermano Natsuo permanecía aquí en la cocina, leyendo unos libros.
—Es la comida favorita de Shoto.—me dijo Fuyumi en un tono bajo, guiñando su ojo, por lo que sonreí gratamente.
—Tiene sentido.—comente, recordándolo en la cafetería absorbiendo los fideos de la Soba, la mayoría del tiempo.
—Pásame la sal, por favor.—me pidió ella con sutilidad, por lo que me levante en puntas, pero no pude alcanzarla.
—Te ayudó.—sugirió Natsuo, se levantó de la silla sin molestia para tomar la sal que le pasó a su hermana, quien asintió con gratitud.
—Lo lamento.—me apene un poco, pero él denegó de inmediato, sentándose nuevamente en aquel cojín, con sus libros.
—No te preocupes, siéntate, por favor. Fuyumi puede hacer eso sola, es una experta en la cocina.—me pidió amablemente, señalando el cojín a su lado el cual estaba vacío.
—Ya veo, quieres que ella se lleve mejor contigo. Estás celoso.—comentó Fuyumi, haciéndole una mueca a Natsuo, quien sonrió.
—Es solo que me alegra el hecho de que mi hermano menor, de quién no se absolutamente nada traiga una chica a nuestra casa.—justificó Natsuo, en un tono que se volvió amargo y frío hasta hacerme perder la expresión.—Lo siento.—se disculpó apenado, para así suspirar y cerrar su libro, levantándose del cojín.—Yo, iré a tomar aire. Las dejaré solas.—indicó.
—¿Hice algo malo?—me pregunté de inmediato, mi intención no era incomodarlo con mi presencia, pero parecía sensible a algo que desconocía.
—Discúlpalo por favor. ¡Nos alegra demasiado tenerte aquí, el ambiente se torna más familiar!—excusó Fuyumi, acercándose a mi rápidamente para tomar mis manos.
—Que lindo brazalete.—mencione, viendo un brazalete rojizo en su muñeca derecha, lo miré con detenimiento.
—Se une con otro brazalete.—contó, aún sosteniendo mis manos, miró su brazalete con un brillo en sus ojos.—Pero, no se donde está el otro. No recuerdo si se lo di a alguien.—mencionó, por lo qué un amargo recuerdo se me avecinó hasta quedarme anonadada.
—Prepararé la mesa para cenar.—ella y yo nos giramos, soltándonos las manos cuando vimos a Shoto adentrándose a la cocina, él tenía una toalla que secaba su húmedo cabello y una ropa cómoda para estar.
Mis mejillas se sonrojaron de nuevo por su manera tan atractiva de lucir, sintiendo mi estomago ser atacado por miles de mariposas. Fue otra noche donde me senté en aquel comedor, tendida en mi cojín para comer con ellos. La lluvia aún caía y el patriarca de la casa no se presentó para la cena que su hija realizó. La tensión que sostuvo el hermano mayor desapareció, aunque se vio más comunicativo con su hermana y conmigo, fue difícil ver cómo entablaba una conversación con Shoto quien comía en silencio la Soba que su hermana preparó especialmente para que él la comiera. La temperatura de la casa estaba algo fría, estaba cómoda con eso, parecía ser que no soportaban las temperaturas altas, al menos los dos hermanos mayores que comían frente a mi. Debía admitir que la presencia del adulto no me preocupaba, porque me sentía algo más cómoda y segura sin él aquí, aunque mi gratitud lo seguía después de haberme resguardado luego de la amarga pasantía que pasamos. La cena se acabó, así que Shoto y yo limpiábamos los platos en silencio uno al lado del otro.
—Te agradezco por venir.—agradeció, secando los platos mientras me miraba de reojo, buscando mi mirada.
—Tus hermanos te aprecian mucho, Shoto.—mencione, dejando los platos en orden para así aceptar su cálida mirada en mi.
—Lo sé.—admitió sereno, dejando el pañuelo aún lado, recogí los platos y me levante en puntas para guardarlos.
—Déjame ayudarte.—pidió cuando noto que no podía llegar, otra vez les hacía pasar trabajo, acepté y él se acercó a mi, sosteniendo los platos que colocó en la alacena.
—Gracias.—le agradecí, su cuerpo se quedó pegado al mío y ese roce me hizo sentir como los suspiros se me fueron.
—Últimamente estás más nerviosa de lo usual. ¿Te incómodo en algo?—me preguntó, su respeto, esa manera tan inocente me hacía sentir cautivada aún más.
—No es eso.—musité demasiado de apenada, el calentón subió a mis mejillas de nuevo cuando sus ojos grisáceo y turquesa me miraron.
—¿Qué sucede?—me preguntó él cuando lleve mi mano hasta el codo izquierdo, sintiéndome sumamente avergonzada.
—Me he enamorado de ti.—afirme, aflojando mis músculos para verlo detenidamente a los ojos y notar como su fina línea se alargaba.
—¿Lo logre?—se cuestionó, en una sonrisa que me hizo sentir sumamente grata de estar ahí, frente a él.
—Si.—respondí, sintiendo mi corazón latir tan fuerte que se me saldría por el pecho si no rompíamos este hielo.
—Yo también.—admitió tan suave y sutil, que el aire me volvió a los pulmones por su afirmación llena de brillo.—Lo analice, pero cuando creí que estábamos molestos, supe que tenía miedo de que por un momento todo se fuera a la borda. Me sentí desesperado, así que lo acepté.—detalló, mirándome.
—Hicimos un paso, ¿verdad?—le pregunté, recordando esa vez cuando salimos de la escuela para caminar juntos por primera vez.
—Un pasó.—recitó, llevando sus manos a mis mejillas para levantar mi mentón y acercarse a mi suavemente.
Su respiración chocó con la mía, hasta que sus labios lograron plasmarse en los míos. Si, definitivamente esa sensación que me invadía en las noches antes de dormir y la misma que llegaba en la mañana se trataba de eso, un enamoramiento tan natural y genuino que surgió desde lo más profundo de nuestro ser. Lleve mis manos hasta sus muñecas, continuando el beso que se volvió intenso. De un momento, colocó mi peso en la encimera de la cocina y él se quedó frente a mi. Si mi rostro estaba enrojecido, debía ser por la cercanía de nuestros cuerpos y como mi falda escolar por un momento se levantó por el acercamiento, pero cuando su mano se deslizó para bajar mi falda, supe que estaba en el lugar correcto, en el lugar donde no quisiera irme. Arquee mi espalda, hasta que él mismo sujeto mis caderas para sentarme en la encimera donde seguimos aquel beso. Temí, me sentí insegura que por un momento alguien se adentrara a la cocina y desprendí el beso cuando la respiración de él se agitó de una manera gruesa. Sus ojos me miraron, con un brillo de deseo que opaco los míos, dándole la energía lujuriosa.
—Nunca estudiamos.—avise con pena, esbozando una sonrisa cuando él hizo lo mismo, bajándome de la encimera con cuidado.
—Era una excusa para que estuvieras conmigo.—admitió, entrelazando su mano con la mía.—Pero, no estaría mal estudiar un poco antes que llegue mi padre.—aconsejo, paseando conmigo por el largo pasillo.
—¿Tú crees que él esté de acuerdo?—le pregunté, oyendo la televisión de la sala encendida donde se oía a Fuyumi reír con Natsuo.
—Tendrá que aceptarlo.—afirmó él cuando deslizó la puerta del hermoso patio, donde se veía la lluvia caer y el sonido de esta, que relajaba absolutamente todo.
—¿Por qué?—cuestione, mirando como él veía las gotas de lluvia caer, Shoto mantuvo su seria expresión mientras pasó su brazo por encima de mi hombro, acercándome a él.
—Porque no es por desafiarlo, o rechazarlo. No es eso.—admitió, no busco mi mirada, pero yo si la suya para leer su expresión.—Es porque quiero estar donde tú estés.—respondió, de la mejor manera que pudo hacer.
—Shoto.—lo llame, ahí fue que bajo su mirada ante su nombramiento, mirándome.—¿Qué nos apara en el futuro?—le pregunté, él dejó su mirada en mí y suspiro con una sonrisa que encendió mi corazón.
—Espero que seamos grandes héroes y que mientras nos aclamen por eso, estemos aún como estamos ahora.—respondió.
Nos quedamos abrazados de lado, mirando las gotas de lluvia caer. Fue la respuesta más placentera y directa que pude haber recibido de él. Por un momento, fue una de mis propósitos. Ese ideal, esa imagen tan perfecta en mis sueños que relucía cuando mis pesadillas llegaban. Lo imagine, imagine los aplausos y a las personas frente a nosotros, mientras que él y yo estábamos tomados de la mano, mirando el impacto que habíamos creado en cada una de ellas. Sonreía, girándome para verlo a él con detenimiento. Si, también nos imaginaba diferente, facciones más maduras y cuerpos flexionados por los entrenamientos. Alimente mi ilusión, la llene de esperanza que vivía en el fondo de mi corazón. Que bonito era imaginarme siendo una héroe, no importa si era la más grande de todas, quería ser solo una héroe que las personas recordaran. Me sostuve a Shoto, aferrada al sentimiento de amor en ambos. Aunque la lluvia siguiera, esperaba que por esas nubes grisáceas hubiera una estrella, esa a la que le pedí clemencia para el cumplimiento de aquel anhelado sueño.
Kailani y Shoto en el capítulo de hoy. En la marca de agua está el perfil de quien lo hizo. ¡Miren las mejillas sonrojadas de ella! Y por supuesto, el llavero que su mejor amigo Deku le regalo.💘
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