━━━ ᴏᴠᴀ: ʜɪᴋᴀʀɪ ᴏʀɪɢɪɴs
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❛Sus orígenes❜
OMNISCIENTE
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Descalza caminaba por la acera de aquellas calles, daba vueltas en círculo con un vaso vacío en la mano, esperando que alguien decidiera dejar alguna moneda. Días sin comer, también sin dormir, Hikari aborrecía cada día viva en este planetario. Vivía un infierno y prefería no querer respirar más, a estar bajo el sol que alumbraba aquella vaga prefectura donde los ratones pasaban por su lado. Era increíble. Si la gente conociera su nombre o al menos su apellido, todo sería diferente. La gente la miraba, pero nadie se acercaba o hacía nada, solo huían cuando oían que algún héroe estaba salvando a alguien, ¿ella no necesitaba ser salvada? Ya no lloraba. Sus ojos azulados de un color marino no mostraban signos de sufrimiento, se veía estoica y parecía una muñeca sin corazón. Desearía saber de su familia. Esperaría saber que su hermano estuviera mejor que ella y su madre, una héroe que la dejó en cuidado de crianza siendo la héroe famosa que quería ser, ojalá Nana Shimura supiera que su hija no corrió con suerte en la casa abierta para crianza y que un mal padre de familia la adoptó.
—Solo quiero una sopa... —murmuró la niña de once años, estirando su vaso el cual todos ignoraban; estaba sucia y mal oliente.
Lo triste era eso y algo peor. Y es que Nana Shimura no sabía eso, porque se alejó de su familia por el bien de darles seguridad luego de que su esposo haya sido asesinado. El padre de Hikari portaba un don especial, tenía el control total del agua y fue algo que ella había adquirido, también sus facciones físicas—, cabello blancuzcos con destellos azulados y ojos del mismo color—, sin duda era la viva imagen de su padre. Sin embargo, su hermano tenía un gran parecido con su madre. Ambos hermanos fueron separados, haciéndoles crecer con un resentimiento por los héroes y también a su madre. Mareada se adentró hacia aquella casa putrefacta. Todo estaba atrasado. Pronto vendrían a desalojarlos de ahí. Hikari con cansancio busco alimentarse, solo habían residuales de panes expirados y en la encimera el retrato de una dulce mujer. Sostuvo el retrato para abrazarlo, la mujer que la había escogido para la crianza abierta en el centro de adopción falleció meses atrás. Fue la única mujer que se preocupó por ella y que llevaba el orden, su marido ahora vivía del alcohol, concluyendo con las apuestas que hacía a diario.
—Ahí está.—pronunció Hikari cuando removió con su pie el ebrio hombre que yacía en el suelo, sosteniendo una botella vacía.
—Aquí estoy.—comentó aquel hombre, su lengua se oyó trabada y buscaba levantar la botella para seguir succionando las últimas gotas.
—Te llevaste mi dinero.—contó ella, mirándolo con rabia y ceño fruncido, ella intento de acercarse para rebuscar en los bolsillos.
—Es mi dinero, mocosa.—intervino el señor Tamira, parecía un anciano cascarrabias, impidiendo que la fémina alcanzara el dinero.
—Yo lo recaude.—justificó ella con un puchero, molesta sentía su estómago crujir de hambre; estaba desesperada por un plato de comida.
—¿Y eso a mi que?—Tamira se levantó del suelo, agresivo pasó por el lado de Hikari y rozó su hombro con él de ella.
—Aléjate de mi, viejo ebrio.—pidió Hikari, acariciando su hombro y viendo que se le caía una carta del bolsillo.—¿Es otro aviso del banco?—se preguntó ella, leyendo lo que decía y quedando boquiabierta.
—No. Es tu vuelo de salida.—respondió el señor Tamira, recostando de la encimera que había en la cocina, Hikari empezó a temblar.
—¿Quién es Kenny Nakamura?—se preguntó con la lengua casi trabada al ver un contrato de matrimonio donde su nombre yacía enmarcado.
—El joven cuya familia nos sacará de esta mugre casa.—indicó Tamira, sirviéndose con una nueva botella en un vaso de vidrio.
—¿Me vendiste?—se cuestionó Hikari, su pecho se comprimía.—¿Como pudiste venderme? ¿Acaso no te importa como me sienta?—pregunto, mirando aún el papel incrédula.
—Me importa un rábano. Yo no fui quien decidió traerte aquí, y la que lo hizo, ya se fue. Tienes una opción vivir de eso, o irte con ella.—masculló el hombre, cayendo al suelo desmayado.
Así era esto, una sentencia por otra. Pero ella ya no podía llorar, solo sentir como su mundo se seguía despedazando, más aún cuando tiempo después la noticia de que Nana Shimura había muerto llego a cada uno de los televidentes. La huerfana estaba destruida, muy resentida en su interior sin ser capaz de ver esperanza entre los héroes que vivían en Japón. Se volvió hostil. Sin educación ni aspiraciones que la liberaran de la bruma negra que había encima de ella, lo único que tenía era el abuso constante de un ebrio que la marcaba incluso con lo que tenía aún lado. Aborrecía su diario vivir y anhelaba que su hermano viviera una mejor vida que ella—, lo único que añoraba era que ay madre jamás los haya abandonado por salvar a los demás—. Porque... ¿quien la salvó a ella? Sangre detonó y cayó en su rostro. La adolescente quedó inmóvil luego de sentir su pecho agitado, la mano del ebrio viejo yacía marcada en su rostro y una falda rota. Ella había sobresaltado, el presente llegó enhorabuena para ayudarla.
Había un bache de sangre en el suelo. Aquel hombre de unos cuarenta y algo yacía sin aire en sus pulmones. Murió. No se oían latidos, tampoco un pulso que pudieran sentir. Agonizo hasta su último aliento, delante de aquella alta y delgada niña con un cabello lacio. Hikari había crecido. Sus pestañas oscuras evadían las lágrimas y su piel pálida mostraran signos de moretones, como su cuerpo delgado que pedía a gritos ser alimentado de una forma correcta. Conjunto a eso, sus ojos azulados estaban perdidos e intentando de no imaginar lo que su propio padre adoptivo iba hacerle. Ella estaba en silencio, mirando con una expresión ida al cadáver que se encontraba tieso en el suelo de aquel gran almacén abandonado. Un alto hombre frente a Hikari se limpiaba con un pañuelo las manos, pues tenía gotas de la sangre espesa y roja manchándole su imagen tan limpia. Soltó una sonrisa conjunto un suspiro, notando que la joven se veía desinteresada ante su presencia tan intimidante.
—¿No me darás las gracias por haberte salvado de este hombre?—le preguntó, la adolescente miró al hombre y se encogió de hombros.
—Lo mataste. No debo dar gracias por un asesinato.—artículo ella con frialdad, en sus ojos se veía presa de una gran tristeza.
—Pareciera ser que tú eras la que ibas a terminar ahí en su lugar, si yo no hubiera llegado.—detalló al responderle, la adolescente tan solo lo miró sin poder darle una pronta respuesta.
—Claro, eres un héroe y me salvaste de mi padre adoptivo que iba a matarme, porque estaba ebrio y me odia.—musitó ella con burla, abrazando sus manos llenas de marcas y moretones.
—No soy un héroe.—infirió él, mirando a la joven asombrarse por eso.—Soy alguien más que un héroe. Por eso estoy aquí.—afirmó él.—¿Como te llamas, niña?—le preguntó.
—Hikari Tamira en mi formato adoptivo, mi nombre real es Hikari Shimura.—respondió ella con desánimo, para así ver extrañada la gratificante sonrisa del hombre enfrente.
—Que pequeño es el mundo.—comentó él, acercándose a ella para estrechar su mano limpia, pasando por encima del cadáver.—Tú madre y yo éramos muy cercanos.—contó.
—Si crees que es buena persona estás equivocado. Me abandonó a mi y a mi hermano, nos llevaron con familias diferentes.—desistió ella del estrecho, mirando a otro lado.
—Debió haber sido algo muy duro.—musitó él para poner su mano en el hombro de Hikari.—Pero, ¿sabes? Desde su muerte me he encaminado a buscar al culpable.—indicó, llamándole su atención, tanto que ella lo miró detenidamente.
—¿Al culpable?—se cuestionó, Hikari se veía sucia y desnutrida, así que él fue delicado cuando la sostuvo por el hombro con temor a dañarla.
—Hagamos algo.—pidió él.—De seguro tienes un don extraordinario que desarrollar, dame la oportunidad de cuidarte y unirte a mi causa para destruir al hombre que ocasionó que tú madre se fuera.—decía, endulzando el oído de una joven sin sueños y aliento.
—¿Podría hacer eso?—se preguntó ella.—¿Cuidarme?—esclareció con ilusión en sus ojos azulados que aquel hombre miró.
—Claro.—afirmó Shigaraki, conocido con un alias muy diferente y aterrador.—Ayúdame a destruir a All Might.—pidió, dejándole una semilla de odio a través de mentiras y manipulación.—Nadie vino a salvarte. Todos esperaban que un héroe viniera hacerlo, pero si no hay recompensa, nadie vendrá. Tú confía en mi.—insistió, endulzando su oído.
La brisa azotaba fuerte, las ramas continuaron chocando con las ventanas cuando esa adolescente salió de la mano con aquel hombre, enmarcando uno de los destinos más desastrosos de todos aquellos que habían confiado en él. Tiempo pasó, meses e incluso a los. Hikari se había convertido en una adolescente con convicciones y destrezas que la guiaban a su nuevo sendero. Sus ojos azulados reflejaban la miseria de su pasado y el silencio que la acompañaba enmarcaba el duelo largo de la muerte de sus padres. Arrastraba su pasado como cadenas y el resentimiento por los héroes crecía, sin importar que se colocara un uniforme con corbata roja, falda verdosa y medias negras para adentrarse a una academia donde salías siendo prospecto a héroe; ella solo quería cumplir con el mandado y poder espiar a los héroes. No tenía muchas amigas en la academia, de paso, solía siempre evadir unos ojos ámbar que la seguían en cada aula. Ella era una de las jóvenes adolescentes más hermosas de la clase 1A, pero no tenía ojos para nadie.
Menos para Kenny Nakamura. Popular, de una familia rica y siendo el mejor amigo de un bravucón—, no es que Enji Todoroki lo fuera como tal, pero intimidaba a otros con sus llamas de fuego, las cuales siempre lograban vencer al don de Hikari—. De seguro si ahí supieran su verdadero apellido, la tratarían con más respeto, pero a ella en ese momento no le importaba mucho aunque era necesario llamar la atención para debutar, tenía unas notas académicamente espléndidas. Sostenía una mochila color amarilla, era un color muy reluciente y llamativo. Siempre paseaba por las aulas dispuesta a saludar y sonreírle a uno que otro estudiante. Algunos no la topaban, pues había un rumor bastante cierto que decía sobre su entrelazo con el estudiante que manipulaba la electricidad. Kenny siempre evadía los coqueteos de otras chicas de la clase B o C, buscando la atención de su futura prometida la cual como se mencionó no tenía ojos para nadie, a excepción de...
—Shouta.—pronunció Hikari en ese callejón, donde malhechores la habían seguido con malévolas intenciones; un chico de dos años menor se presentaba al rescate.
—Elimine su don.—afirmó él con pereza, llevando las manos a sus bolsillos para llamar a las autoridades como era debido.
—¿Como puedes estar sin parpadear tanto tiempo?—curiosa se acercó a él, Shouta buscó su mochila en el suelo para pasársela de manera vaga.
—Y tú, ¿como harás para que te dejen de seguir los chicos?—ella se apenó, bajando la cabeza cuando sus mejillas se sonrojaron.
—No pensé que vinieras.—musito ella aún lado de él, aislándolo del hombre sin tener la paciencia de esperar por las autoridades.
—Es tú último año.—artículo Shouta de una manera perezosa y desanimado.—Nuestro último año juntos.—añadió fríamente.
—Estoy segura que conocerás a otra chica en el próximo semestre y de pronto, ya no existiré para ti.—comentó ella, apretando la manga de su mochila amarillenta.
—Desearía que fuera tan fácil.—irrumpió él, deteniéndose con ella en la acera cuando el semáforo enmarcó rojo.
—Es mi destino.—justificó ella con la cabeza baja, evitando mirar los ojos oscuros de Shouta que la llevaban a otro universo.
—¿Y que será de mi destino sin ti?—preguntó él en aquella parada donde esperaban que la luz lograra cambiar de un tono verde.
—Uno grandioso hasta que podamos encontrarnos de nuevo.—expresó ella, levantando su dedo meñique y buscando una sonrisa genuina.
El semáforo cambió a verde y el destello cubrió el plasme de labios que hábito en esos dos adolescentes. El timbre sonó, gorros de graduandos flotaron por el aire. Lejos en la multitud, Hikari era aclamada y felicitada por sus profesores, también colegas—, a lo lejos se veían referencias del símbolo de la paz y en la sombra, un hombre aplaudía con una gran sonrisa—. All for One siempre estuvo ahí. En cada lugar oscuro que la ataba a la desesperanza de la humanidad. Hikari dejó de sonreír cuando aún lado de ella los ojos ámbar de Kenny irrumpieron, preparados para su destino enmarcado por un contrato, canciones de bodas sonaron y un baile en la pista hizo que ella sonriera en los brazos de él. La vida y el tiempo le pasaba en un parpadeo, tan hermosa se veía en los comerciales de belleza, viviendo una vida de héroe que no creyó vivir. Algo se corrompía en ella. La lealtad por un hombre que la salvó y la avaricia de obtener los aplausos de un público que aclamaba por ser ella su salvadora.
—¡Ah!—gritaba en las noches cuando intentaba de conciliar el sueño, el recuerdo de los piojos en su cabello o las ratas por ahí la atormentaban por su pasado tan conflictivo.
—Nena, ¿todo en orden?—Kenny irrumpió en la habitación con un bebé varón en brazos que yacía dormido, Kenny la miró con preocupación y se acercó al verla sudar.
—Lo siento... —murmuró ella, recostándose de nuevo para pensar en la sangre que salpicó en su mejilla de su padre adoptivo; la lealtad y la promesa que debía la perseguía.
Él estaba en todas partes. En los retratos familiares, en las cenas y fiestas festivas, ahí estaba él. All For One la seguía como un cazador, esperando que ella fracasara para comerla como una frágil presa que buscaba no salir del bosque. Vivía atormentada, asustada y arrepentida de su deseo por construir un mundo sin esperanza. La muerte de su madre estaba ahí, la condena del símbolo que sus hijos admiraban se eliminaba con el pasar del tiempo. ¿Debió haberse dejado llevar por sus emociones cuando niña? Siguió un camino que no quiso, solo por deberle a alguien. Risas se oían en su sala, una niña de cabello albino corría detrás de su padre con emoción. Hikari veía toda su vida pasar en un pestañeo, los viejos amores también le adornaban su corazón como una estaca. ¿Pudo haber cambiado algo? ¿Y si no le cumplía a All For One? Siendo una héroe y madre entendía algo que su hermano con familia no, el sacrificio de su madre Nana Shimura.
—Hikari, que sorpresa. Luego de que tu esposo e hijo se vieran envueltos en unos asesinatos de héroes, ¿que te trae a reunir a la comisión de héroes?—vestida con su traje, Hikari tomó valor y respiró hondo.
—Hay algo que debo decirles.—musito ella, viendo como todos tenían su atención.—Y es la razón por la cual estoy involucrada con el jefe de la Liga de villanos, mis orígenes como la hija de Nana Shimura y porque nadie sabía sobre mi.—pronuncio, dejando a todos en asombro.
—Te oímos, Hikari.—indicaron los reunidos en menos de la impresión, les era irreal que alguien afirmara eso con esa convicción.
—Lo único que pido a cambio de esta información, es que mis hijos queden siempre protegidos por sus ideales y que me den extensa libertad.—exigió, porque conocía secretos de los reunidos que los hizo tambalear.
Presentada como una adulta, dispuesta a cambiar drásticamente el destino al que hizo arrastrar a su familia, Hikari se preparaba para una de las decisiones más difíciles y era traicionar al símbolo del mal que la esperaba con los brazos abiertos cada vez que ella necesitará. Trago saliva, dictaba oralmente origen de esta tregua. No había manera de justificarla, pero era un paso para redimirse de sus pecados. La luz de la luna llena alumbraron las ventanas de aquel gran lujoso hotel en Hosū, donde su hija menor yacía dormida encima de un colchón. Cubierta de sábanas, Kailani Nakamura dormía plácidamente con su mano extendida, la cual rozaba con la mano cálida del hijo del héroe número dos. Shoto dormía también de una manera profunda, con su boca media abierta. Enji Todoroki los observó, con el anhelo de destruir a esta pareja incompatible recordó como la matriarca Tamira le había dicho que ambos estaban destinados a estar juntos y que con eso, pagarían lo que ambos como malos padres habían hecho. Todo ahora tomaba sentido y luego, el drástico destino para sus hijos cambiaría.
Este es un capítulo especial por los 50k. Muy agradecida por el gran apoyo que ha recibido FALLEN, es de mi agrado informales que solo faltan unos detalles para que la segunda novela sea anunciada. ¡Esperen el anuncio importante!
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