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Hace mucho tiempo, en un lugar muy lejano, existía un Reino, el Reino de Feldcroft, donde al caer la tarde la oscuridad llenaba el lugar.
En este gobernaban el Rey Fernando IV y la Reina Meredith quienes tuvieron una hija llamada Enora.


Pocos llegan a pisar estas tierras y los que lo hacen se quedan allí, por lo que el Reino es poco conocido entre los plebeyos.


Pero como en muchos Reinos habitan peligros y este no era le excepción. El Bosque de Feldcroft era un lugar oscuro y siniestro en el cual acechaban criaturas peligrosas y mágicas, algunos no vuelven vivos de allí.


~°•☆●☆°•~


- Eres muy joven para saber el porqué cariño, pero cuando crezcas te prometo que podré darte las respuestas. - Contestó la Reina la pregunta de su hija de 6 años. - Lo único que debes saber y recordar es que nunca debes de entrar en el bosque, Enora. Allí habitan criaturas peligrosas, que no tienen ni un ápice de piedad.

- Si, madre.

Su madre cambió su expresión seria a una relajada con una pequeña sonrisa de satisfacción en sus labios. La mujer se encontraba cosiendo frente a la chimenea en un pequeño sillón, mientras que su hija jugaba con aquella muñeca de trapo que le regaló su madre hace tiempo.

De fondo se escuchaba el sonido de la lluvia caer sin cesar acompañado de una tormenta, era una oscura y fría tarde de invierno, la estación favorita de Enora, especialmente por que en aquellas tardes compartían tiempo con su madre quien la contaba historias al lado de la chimenea.

- Cuando sea Reina eliminaré todo peligro del reino.

- No me cabe ninguna duda mi pequeño copo de nieve. - La miró su madre con una sonrisa llena de amor.












𝑭𝑨𝑰𝑹𝒀𝑻𝑨𝑳𝑬




𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 1
"𝐺𝑟𝑒𝑒𝑛 𝑒𝑦𝑒𝑠"






















Aquella pequeña de 6 años se convirtió en una hermosa joven de 16. Ante los ojos del Reino era la mujer más hermosa, feliz y amable que jamás habían visto. El pueblo la amaba y la respetaba provocando que el orgullo de los Reyes hacia su hija creciera.

Pero también era curiosa, demasiado curiosa, la encantaba investigar y descubrir, llegando así a situaciones complicadas o sitios en los que no debería de estar. Provocando a su madre la inquietud de que algún día entrara en el bosque.

Aunque la mayoría pensaban que eran solamente leyendas, ninguno tenia el valor de confirmarlo declarando que es mejor quedarse en la duda, algo en lo que claramente Enora no estaba muy de acuerdo.

Una tarde de invierno, Enora se dispuso a dar un paseo por el pueblo, dónde las mujeres la convencieron en acompañarlas para lavar sus prendas.

Enora, quien era gentil y siempre ayudaba, aceptó la petición de las mujeres, dirigiéndose todas al riachuelo que estaba frente a la entrada del bosque.

Aunque las historias que contaban de él solo eran leyendas, el pueblo era muy precavido, por lo que las mujeres siempre iban en grupos para sentirse más seguras.

Tras un rato de parloteo con las damas, un ruido siniestro se escuchó, proveniente de las profundidades del bosque. El ambiente, que se había mantenido relajado y lleno de charlas, quedó completamente en silencio, notando la tensión en el aire, al igual que el miedo.

Enora, siendo prudente, intentó relajar a las mujeres.

- No se asusten, posiblemente sea un animal. - Su voz resonó entre ellas.

Todas la miraron inseguras, pero después de unos segundos, sin haber escuchado ningún ruido más, se relajaron, continuando con sus tareas y sus charlas.

Enora, que estaba de rodillas en la hierba con una prenda en sus manos, mantuvo la mirada en el bosque, curiosa por los misterios que había dentro de él.

Entrecerró los ojos al notar un leve verde reluciente entre los árboles, al pestañear este había desaparecido. La joven princesa intentó restarle importancia, convenciéndose que solamente era su imaginación.

Al caer la noche, la joven llegó a las puertas del castillo donde, de inmediato, fueron abiertas al verla. Su madre se encontraba en lo alto de las escaleras, con su expresión aún de preocupación.

- ¿Dónde estabas? - Preguntó su madre.

- Paseando por el pueblo. - Su madre alzó una ceja, haciéndola entender que no se creía que fuera lo único que había hecho. - Y acompañando a unas mujeres del pueblo a lavar la ropa. - Murmuró cabizbaja.

- La cabeza siempre alta, mirando a la persona a quien hablas. Y no murmures, no puedo entenderte.

- Y acompañando a unas mujeres del pueblo a lavar la ropa. - Repitió Enora esta vez mas alto.

- No te habrás acercado al bosque, ¿verdad?

- No madre, me mantuve en la orilla del riachuelo, sin cruzarle. - Su madre asintió con la cabeza.

- Te informo que habrá un baile la próxima semana, el príncipe William del Reino del Sur hará una visita, tal vez sea para pedir tu mano.

- Madre, por favor. - Rodó los ojos al escucharla.

- Solamente digo. - Sonrió inocentemente a su hija.

- ¿Dónde se encuentra padre?

- En su despacho. - Contestó su madre para luego irse.

Enora subió las escaleras, tiró por el pasillo de la derecha hasta el fondo, donde el despacho de su padre estaba. Al abrir la puerta, encontró al rey Fernando IV sentado en su sillón mientras leía el periódico. Al alzar la vista, una sonrisa apareció en sus labios.

- Oh Enora, mi niña, ¿qué te trae por aquí? - Dejó el periódico a un lado, invitándola a sentarse.

- Nada padre, solamente quería saludarte.

- He oido que has paseado por el pueblo

- Si, se encontraba igual de tranquilo y alegre que siempre. Además, acompañé a unas mujeres a lavar la ropa.

- ¿Sabe tu madre que has estado cerca del bosque?

- Si, pero no he cruzado el riachuelo, aunque...

- Aunque.... - Le animó a seguir su padre.

- A lo lejos vi... como unos ojos verdosos brillantes, entre los árboles. Aunque de un segundo a otro desaparecieron. Tan solo fue mi imaginación.

- Tal vez o tal vez no. - Le sonrió. - Me imagino que ese detalle no se lo has comentado a tu madre.

- Sabes como es ella, la llego a decir eso y...

- Se escandaliza y grita por todo el castillo. - Terminó su padre la oración.

El rey Fernando IV era un ser respetado, imponente frente al pueblo pero, también, con un corazón de oro. Había un vínculo muy estrecho entre él y su hija, lleno de confianza.

Por que a diferencia de la reina Meredith, el rey se tomaba todo con mas calma y diversión. Algo que Enora agradecía, ya que se sentía bien tener a alguien a quien podías contarle todo.

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