
𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑𝐀 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄: 𝐈𝐈.𝐄𝐒𝐂𝐀𝐏𝐄 𝐅𝐀𝐋𝐋𝐈𝐃𝐎
𝐂𝐎𝐌𝐈𝐒𝐀𝐑𝐈𝐀 𝐃𝐄 𝐊𝐈𝐍𝐆𝐌𝐀𝐍, 𝐀𝐑𝐈𝐙𝐎𝐍𝐀 (𝐄𝐄.𝐔𝐔.)
𝐎𝐂𝐓𝐔𝐁𝐑𝐄 𝟑𝟎, 𝟏𝟗𝟗𝟓. 𝟏𝟐:𝟎𝟓 𝐀𝐌
—¿Y eso fue todo? —inquirió el oficial Kendric Newman tras terminar de trascribir el testimonio—. Le estoy hablando, joven.
El muchacho, de aproximadamente 15 años, castaño en su totalidad, y que llevaba puesto una camisa hecha casi harapos y unos vaqueros totalmente empolvados, y nada más que un solo zapato, salió de su estado de trance. Miró al oficial y, secamente, respondió:
—Sí.
El oficial Newman suspiró y cerró su carpeta. La apartó, colocándola sobre una columna de expedientes yaciente sobre su escritorio, casi al filo. Luego, se irguió sobre su silla. Como resultado, se oyó un bajo crujido.
A continuación, miró fijamente al muchacho. A la par frunció el entrecejo.
—Dígame algo, joven.
—¿Qué cosa? —musitó él.
—¿Qué fue lo que le impulsó a venir aquí a contarme todas esas chorradas?
En cuanto dijo eso, los ojos del muchacho se abrieron como platos.
—¿Có-Cómo que chorradas? ¿Acaso.....acaso cree.......qué lo que le dije fue puro cuento?
—Más que un cuento —respondió Newman, para luego, sacar un cigarrillo y fumárselo ahí mismo—. Es todo mentira, pienso yo. Después de todo, la gente como usted, y que siempre viene por aquí, me cuenta casi la misma basura.
—¡¿Gente cómo yo?! Óigame, no le entiendo....
—Adictos.....—soltó Newman con desprecio—. Los adictos como usted siempre me cuentan las mismas estupideces. "Oficial.......—dijo, imitando la voz de un preadolescente—.....he sido secuestrado por extraterrestres". "Oficial, hay un dragón verde con tres cabezas siguiéndome los talones", "Oficial, los muertos vivientes me quieren devorar los malditos sesos".
—P-Pero lo que le dije es verdad, oficial —agregó. Y pausó—. ¡Tiene que creerme! —exclamó poco después.
—¡Más le vale bajarme el tono, niñito! ¡Usted no es nadie para hablarme así! —replicó Newman tras ponerse de pie, sin cambiar su expresión seria. Un claro intento por hacerse respetar, pero sobre todo, intimidar.
En ese momento, el muchacho guardó silencio y miró detrás del oficial. Entonces, comenzó a experimentar una sensación de angustia y temor. Newman se percató de esto. Se volvió hacia atrás, y en cuanto vio al hombre fornido (de postura recta, y con una apariencia y vestimenta impecable), le preguntó:
—¿Qué desea, señor?
—He venido por mi sobrino —respondió el misterioso sujeto, haciendo notar su acento sureño, posiblemente texano—. Es ese chico de ahí.....—agregó tras señalar al temeroso muchacho. Éste último se inmutó.
—¡Eso no es cierto! —exclamó el joven, para luego ponerse de pie y retroceder. Otro oficial le detuvo—. Él.... él no es mi familiar. ¡Les está mintiendo!
—Por favor, Jhonny —sumó el hombre fornido mientras avanzaba lentamente—. No hagas esto más difícil de lo que ya es. Tus padres están preocupados por ti. Toda la familia lo está. Diablos. Aún no entienden cómo rayos te las arreglaste para escapar del hospital.
Tras oír esto último, el oficial Newman le miró y arqueó una ceja.
—¿Ha dicho hospital?
El hombre misterioso asintió. Luego, sacó de su bolsillo una hoja de papel doblada en cuatro. La desdobló, y se lo entregó al oficial Newman.
—Mi sobrino es psicótico —mintió sin titubear—. Sus padres lo internaron en el hospital psiquiátrico Haselwood, está situado a unos veinte kilómetros al norte. Probablemente lo conoce —Newman asintió mientras leía el documento—. La prueba de lo que le digo está ahí en ese documento.
—Eso es lo que estoy viendo......—convino Newman—. Bueno, eso explicaría la historia que éste muchacho me ha contado.
—¿Historia? —preguntó el misterioso hombre. Miró de reojo al muchacho. Este último se inmutó por segunda vez y tragó saliva.
—Me dijo que fue víctima de un culto, y que han tratado de sacrificarle —respondió Newman en un tono burlón—. Habló sobre pentagramas, marcas de cruces en rostros, gente con sotanas, armas extrañas y bolas de fuego en el campo.
—¿Ah, sí?
El oficial Newman asintió. Luego, le devolvió la hoja al hombre misterioso. Por fuera, este último parecía tranquilo, pero por dentro, estaba hecho una furia.
—Bueno, muchacho. Será mejor que te vayas con tu tío y........
—¡No, eso no! —exclamó con temor. Trató de huir, pero el segundo oficial, junto a Newman, le acorralaron y le sujetaron con fuerza—. ¡No me entreguen a ese loco! Ustedes no saben quién es. ¡Es un asesino! ¡Él y su gente son asesinos!
Al ver que todo se salía de control, el hombre fornido dio un fuerte silbido. Por consiguiente, al lugar ingresaron tres hombres jóvenes (de entre 20 a 30 años). Eran musculosos. Y sus vestimentas (desde sus chaquetas hasta sus lustrosos zapatos de cuero) eran totalmente blancas. Las letras bordadas —con hilo dorado, por cierto—, que yacían situadas por encima de sus bolsillos delanteros de sus chaquetas, decían lo siguiente:
SERVICIO DE ENFERMERÍA
HOSPITAL PSIQUIÁTRICO HASELWOOD
—Estos sujetos se encargarán... —sumó el hombre fornido. Luego, los tres enfermeros se acercaron donde el menor. Dos de ellos ayudaron al par de oficiales a sujetarle, mientras que el tercero, por su parte, procedió a inyectarle un anestésico en el cuello.
Lentamente, el muchacho dejó de forcejear.
Tras quedarse inmóvil, el trío de enfermeros apartó a los oficiales y, seguidamente, procedieron a cargar al muchacho, llevándosele fuera de la estación.
—Lamento mucho la molestia, oficial —dijo el hombre fornido a los oficiales. Tras girar sobre sus talones, abandonó el edificio. Siguiendo el mismo trayecto que el de sus tres colegas.
.............
En cuanto el trío colocó al muchacho dentro del compartimiento de la camioneta (cuya apariencia externa le daba un toque de un ambulancia real), se subieron a la cabina de la misma.
El misterioso hombre fornido, en cambio, ingresó a donde yacía el muchacho. Luego, cerró ambas puertas con brusquedad. Comenzó a suspirar pesadamente. Poco después, se volvió hacia el muchacho, que yacía inmóvil pero consciente sobre una camilla, sujeto a ella con unas correas de cuero.
Se le acercó lentamente, haciendo resonar sus pasos.
—Pagarás por esto —soltó el hombre con furia.
El muchacho trató de decir algo. Más no pudo hacerlo. Su mirada se empañó. Apenas llegó a soltar una sola lágrima. Sabía de antemano lo que le ocurriría, y las cosas que sus captores y sus amigos le harían.
Al cabo de un momento, el misterioso hombre golpeó con fuerza la pared lateral de la cabina. El trío de pseudoenfermeros le oyeron. Encendieron el motor, y tras activar la sirena de la falsa ambulancia, condujeron rápidamente hacia el noroeste, de regreso a su ciudad secreta.
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