
Capítulo 8
Busan, abril de 1816
Querido J:
Acabo de ir a despedirte y enseguida vine adentro para escribir.
En realidad, no tengo nada que decir, nada que cualquier otra persona en Busan no haya dicho ya. Parece una tontería decir «Lo siento», ¿verdad? Por supuesto, todo el mundo lo siente. Es horrible lo que ha pasado.
Sin embargo, no lamento solo tu pérdida; lamento que no pudiéramos hablar mientras estabas en tu casa. Lamento que no pudiera asistir al entierro, es una regla estúpida, y me gustaría no haber nacido doncel para poder haber estado allí (tengo la intención de tener una charla con el vicario Compton respecto a esta idiotez). Lamento no haber podido estar más con un amigo.
Estoy aquí ahora, sobre la hoja, donde los donceles están permitidos. Por favor, escribe cuando tengas tiempo. O el deseo.
Tu amigo: T
(Sin respuesta)
1831
Seguramente nunca había habido un viaje en carruaje más largo que este, cuatro interminables horas y en un silencio sepulcral desde Busan hasta Seúl. Taehyung preferiría haber quedado atrapado en un vagón postal con Junkyu y una colección de revistas.
Deslizó una mirada por el amplio y oscuro interior del vehículo, captando a su marido de cuatro horas de antigüedad reclinado contra su asiento, las largas piernas extendidas, los ojos cerrados, quieto como un cadáver, y trató de tranquilizar sus agitados pensamientos, que parecían enfocados en un puñado de cosas extraordinariamente inquietantes. A saber: Estaba casado.
Lo que lo conducía a...
Era el Marqués de Jeon.
Lo que explicaba por qué...
Viajaba en un vehículo lleno hasta arriba con sus pertenencias, y pronto estaría en Seúl, donde viviría con su flamante marido.
Lo que lo llevaba a...
Jungkook era su flamante marido.
Lo que significaba que...
Él compartiría su noche de bodas con el Marqués.
Tal vez, él le volvería a besar. Lo volvería a tocar.
Más.
Uno pensaría que Jeon tendría que hacerlo, ¿verdad? Si estaban casados. Después de todo, era lo que hacían los esposos.
Jeon Taehyung lo deseaba.
Oh, Dios.
La idea era suficiente para hacerlo desear tener el coraje de abrir la puerta del carruaje y arrojarse del vehículo.
Habían sido casados de manera tan rápida y eficiente que apenas recordaba la ceremonia; apenas recordaba prometer amar, consolar, honrar y obedecer, lo cual era probablemente lo mejor, dado que la parte de amar de la promesa era algo así como una mentira.
Se habían casado por la tierra y nada más.
Y no importaba que lo hubiera tocado y hecho sentir cosas que nunca había imaginado que un cuerpo pudiera sentir. Al final, este era precisamente el tipo de matrimonio que había sido criado para tener, un matrimonio de conveniencia. Un matrimonio de obligación. Un matrimonio de decoro.
Jeon Jungkook había dejado eso más que claro.
El coche rebotó sobre una parte particularmente accidentada del camino y Taehyung dio un pequeño gemido mientras casi se deslizaba del asiento tapizado de manera extravagante. Recuperando la compostura, se reacomodó, plantando ambos pies en ángulo recto sobre el suelo del coche y echó un vistazo hacia Jungkook, que no se había movido, excepto para abrir una rendija de los ojos, presumiblemente para asegurarse que no se había lastimado.
Cuando él estuvo seguro que Taehyung no necesitaba un cirujano, cerró los ojos una vez más.
Lo ignoraba, su silencio tranquilo y completamente antipático.
Ni siquiera podía fingir interés en el doncel.
Quizás, si no estuviera tan consumido por el nerviosismo de los acontecimientos del día, Taehyung podría haber sido capaz de permanecer en silencio para hacer juego con él, silencio por silencio.
Quizás.
Taehyung nunca lo sabría, porque era incapaz de permanecer callado durante un momento más.
Carraspeó como si fuera a hacer una declaración pública. Él abrió los ojos y deslizó su mirada sobre el rubio, pero no se movió de otra manera.
—Creo que sería mejor si aprovechásemos este tiempo para discutir nuestro plan.
—¿Nuestro plan?
—El plan para asegurar que mis hermanos tengan una temporada exitosa. ¿Recuerdas tu promesa? —La mano del doncel se movió al bolsillo de su gabardina de viaje, donde la moneda que Jeon le había dado hacía dos noches, le pesaba en exceso contra su muslo.
Algo que Taehyung no pudo reconocer atravesó su rostro.
—Recuerdo mi promesa.
—¿Cuál es el plan?
Él se desperezó, estirando las piernas aún más lejos en el vehículo.
—Tengo la intención de encontrar marido para tus hermanos.
Taehyung parpadeó.
—¿Te refieres a pretendientes?
—Si te gusta. Tengo dos hombres en mente.
La curiosidad estalló.
—¿Cómo son?
—Con títulos.
—¿Y? —Apremió el pelirrubio.
—Y en el mercado del casamiento.
Jeon Jungkook era exasperante.
—¿Tienen rasgos convincentes de maridos?
—En el sentido que son hombres y solteros.
Los ojos del doncel se abrieron de par en par. Jeon hablaba en serio.
—Esas no son las cualidades a las que me refiero.
—¿Cualidades?
—Las características que hacen un buen marido.
—Veo que eres un experto en el tema. —Jungkook bajó la cabeza, burlándose de él —. Por favor. Ilústrame.
Taehyung se incorporó, marcando los puntos con los dedos mientras los decía.
—Bondad. Generosidad. Una pizca de buen humor...
—¿Solo una pizca? ¿El mal humor en la voz, martes y jueves sería aceptable?
Taehyung entrecerró los ojos.
—Buen humor —repitió antes de detenerse y luego agregó—. Una sonrisa cálida. Aunque en tu caso, aceptaría cualquier sonrisa. —No pudo evitar añadir.
Él no sonrió.
—¿Tienen esas cualidades? —Le aguijonó. Él no contestó—. ¿A mis hermanos les gustarán?
—No tengo la menor idea.
—¿A ti te gustan?
—No particularmente.
—Eres un hombre obstinado.
—Considéralo una de mis cualidades.
Él se dio la vuelta, Taehyung levantó una ceja en su dirección. No pudo evitarlo. En su vida nunca nadie lo había irritado como este hombre. Su marido. Su marido, quien lo había arrancado sin remordimientos, de su vida. Su marido, con quien había estado de acuerdo en casarse porque no quería que sus hermanos sufrieran otro golpe a sus reputaciones proveniente de sus manos. Su marido, quien había estado de acuerdo en ayudarlo. Solo que ahora Taehyung se daba cuenta que por ayuda, él había querido decir, arreglar otro matrimonio sin amor. O dos.
No lo iba a permitir.
Taehyung no podía hacer mucho, pero podía asegurarse que Junkyu y Seokjin tuvieran una oportunidad de matrimonios felices.
La oportunidad que él no había tenido.
—En primer lugar, tú aun no sabes si esos hombres los aceptarán.
—Ellos lo harán. —Se recostó contra el asiento y cerró los ojos una vez más.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque me deben una gran cantidad de dinero y les perdonaré las deudas a cambio del matrimonio.
A Taehyung se le cayó la mandíbula.
—¿Comprarás su fidelidad?
—No estoy seguro que la fidelidad sea parte del trato.
Lo dijo sin abrir los ojos, ojos que permanecieron cerrados durante largos minutos durante los cuales el doncel pensó las horribles palabras.
Taehyung se inclinó hacia adelante y le hincó un dedo en la pierna. Con fuerza.
Él abrió los ojos.
No había espacio para el triunfo en Taehyung, ya que estaba demasiado lleno de ira.
—No —dijo, la palabra breve y cortante en el pequeño habitáculo.
—¿No?
—No —repitió—. Me diste tu palabra de que nuestro matrimonio no arruinaría a mis hermanos.
—Y no lo hará. Ciertamente el matrimonio con estos hombres los hará muy respetados en la sociedad.
—El matrimonio con hombres con título que te deben dinero y que no pueden ser fieles los arruinaría de otras maneras. En las formas que importan.
Una de las cejas oscuras de Jungkook se enarcó en esa expresión irritante que Taehyung estaba empezando a detestar.
—¿Las formas que importan?
El rubio no iba a dejarse intimidar.
—Sí. Las formas que importan. Mis hermanos no tendrán matrimonios basados en estúpidos contratos relacionados con el juego. Ya es bastante malo que yo tenga uno de esos. Ellos escogerán a sus maridos. Tendrán matrimonios basados en más. Basados en... —Se detuvo, no quería que él se riera de sus palabras.
—¿Basados en...?
Taehyung no habló. No le daría el placer de una respuesta. Esperó a que él lo presionara.
Curiosamente, él no lo hizo.
—¿Supongo que tienes un plan para atrapar a esos hombres con cualidades?
Taehyung no lo tenía. En realidad, no.
—Por supuesto que sí.
—Bueno, ¿entonces?
—Tú vuelves a entrar en la sociedad. Les demuestras a ellos que nuestro matrimonio no ha sido forzado.
Él enarcó una ceja.
—Tu dote incluye mi tierra. ¿Crees que ellos no verán que te obligué a casarte?
A Taehyung le preocupó su impertinencia, odió su lógica. Y dijo lo primero que se le vino a la mente. La primera cosa ridícula y completamente loca que se le vino a la mente.
—Tenemos que fingir un matrimonio por amor.
Jungkook no mostró nada de la conmoción que el doncel sentía ante las palabras.
—¿Cómo es eso... te vi en la plaza del pueblo y decidí enmendar mis modos malvados?
Ya que estamos en el baile, bailemos.
—Eso parece... razonable.
Esa ceja marrón se enarcó una vez más.
—¿Sí? ¿Crees que las personas lo creerán cuando la verdad es que te arruiné en una finca abandonada antes de que tu padre tomara por asalto la casa con un rifle?
Taehyung vaciló.
—Yo no lo llamaría tomar por asalto.
—Él disparó varias veces contra mi casa. Si eso no es tomar por asalto, no sé lo que es.
Era un punto saliente.
—Aceptable. Él la tomó por asalto. Pero esa no es la historia que vamos a contar. —Taehyung abrigaba la esperanza de que las palabras salieran con énfasis, aun cuando imploraba en silencio, Por favor, acepta—. Si ellos van a tener una oportunidad de verdaderos matrimonios, necesitan esto. Me diste tu palabra. Tu amuleto de la buena suerte.
Jungkook se quedó en silencio durante un buen rato, y Taehyung pensó que él podría negarse, ofrecer su matrimonio a sus hermanos o absolutamente nada. ¿Y qué haría? ¿Qué podría hacer ahora que se debía a Jeon y a su voluntad como su marido?
Por último, el Marqués se recostó otra vez, todo burla cuando dijo:
—Ciertamente. Inventa nuestro cuento mágico. Soy todo atención. —Él cerró los ojos, excluyéndolo.
En ese momento, habría dado todo lo que apreciaba por una sola réplica mordaz, por algo que le hubiera punzado de manera tan rápida y hábil como las palabras de él. Por supuesto, nada vino a su mente. En cambio, lo ignoró y siguió adelante construyendo la historia.
—Dado que nos hemos conocido toda la vida, nosotros podríamos habernos vuelto a rencontrar en el día de noche buena.
Los ojos de él se abrieron, apenas.
—¿En el día de qué?
—Lo mejor sería si nuestra historia comenzara antes del anuncio de que tus antiguas tierras eran parte de mi dote. —Taehyung fingió examinar una mota sobre su capa de viaje, odiando por completo las palabras en su garganta, el recordatorio de su verdadero valor—. Siempre me ha gustado la Navidad y las fiestas de noche buena.
—¿Pudín de Navidad flambeado y todo eso, supongo? —La pregunta no era una pregunta en absoluto.
—Sí. Y cantando villancicos —agregó.
—¿Con niños pequeños?
—Muchos de ellos, sí.
—Suena exactamente como la clase de cosa a la que asistiría.
Taehyung no pasó por alto su comentario sarcástico, pero se negó a dejarse intimidar por él. Le dio una firme mirada y no pudo resistirse a decir.
—Si alguna vez estuvieras en Busan durante la Navidad, imagino que lo disfrutarías muchísimo.
Él pareció considerar responder, pero refrenó las palabras y Taehyung sintió una oleada de triunfo atravesarlo ante la grieta en su frío comportamiento, una victoria menor. Jungkook cerró los ojos y se volvió a reclinar.
—Entonces, allí estaba, festejando el día de noche buenas, y allí estabas tú, mi novio de la infancia.
—No éramos novios en nuestra niñez.
—La verdad es irrelevante. Lo relevante es si ellos lo creen o no.
La lógica de las palabras rechinaba los dientes.
—¿La primera regla de los sinvergüenzas?
—La primera regla del juego.
—Seis de uno, media docena del otro —dijo el rubio, cortante.
—Vamos, ¿crees que nadie se preocupará por confirmar la parte de nuestra fábula que comenzó durante nuestra infancia?
—Supongo que no —refunfuñó Taehyung.
—No lo harán. Y además, es lo más cercano a la verdad en toda la cosa.
¿Lo era?
Taehyung mentiría si dijese que nunca había imaginado casarse con él, el primer chico que alguna vez había conocido, el que lo hacía sonreír y reírse de niños. Pero Jeon nunca lo había imaginado, ¿no? No tenía importancia. Ahora, mientras clavaba la mirada en el hombre, era incapaz de encontrar cualquier rastro del niño que una vez había conocido, el chico que podría haber considerado su novio.
Jungkook siguió adelante, sacándolo de sus pensamientos.
—Así que, allí estabas, todo ojos marrones y hermoso, brillando en las llamas del pudín de higo y yo no pude soportar ni un momento más de mi desenfrenada, pesada y de repente no deseada condición de soltero. En ti, vi mi corazón, mi meta, mi propia alma.
Taehyung sabía que era ridículo, pero no pudo detener la estela de calor que le inundó las mejillas con las palabras, serenas y quedasen el estrecho habitáculo del carruaje.
—Eso... eso suena bien.
Jungkook hizo un ruido. Taehyung no estaba seguro de lo que significaba.
—Yo estaba vestido con una camisa de seda azul.
—Muy adecuado.
El doncel lo ignoró.
—Tú tenías una ramita de acebo en la solapa.
—Un guiño al espíritu navideño.
—Bailamos.
—¿Una giga?
Su tono burlón lo sacó de su pequeña fantasía, recordándole la verdad.
—Posiblemente.
Jungkook se sentó ante eso.
—Vamos, Taehyung, fue apenas unas semanas atrás y, ¿no te acuerdas? —dijo, regañando.
El nombrado lo miró con los ojos entrecerrados.
—Está bien. Un reel.
—Ah. Sí. Mucho más emocionante que una giga.
Jeon Jungkook era exasperante.
—Dime, ¿por qué estaba allí, en Busan celebrando la fiesta de navidad?
Taehyung estaba empezando a detestar esta conversación.
—No lo sé.
—Sabes que llevaba una ramita de acebo en mi solapa, seguramente consideraste mi motivación en esta singular historia.
El doncel odió la forma en que las palabras brotaron de él, condescendientes, rayando el sarcasmo. Tal vez por eso dijo.
—Estabas aquí para visitar la tumba de tus padres.
Jungkook se tensó al oír las palabras, el único movimiento en el carruaje, el leve balanceo de sus cuerpos al ritmo de las ruedas.
—La tumba de mis padres.
Taehyung no dio marcha atrás.
—Sí. Lo haces todos los años en Navidad. Dejas rosas en la lápida de tu madre, dalias en la de tu padre.
—¿Lo hago? —Taehyung miraba a lo lejos, por la ventana—. Debo tener una excelente relación con un invernadero cercano.
—Lo haces. Mi hermano, Seokjin, cultiva las flores más bellas, durante todo el año.
Jungkook se inclinó hacia adelante, burlándose en un susurro.
—La primera regla de las mentiras es que solo las contamos de nosotros mismos, cariño.
Taehyung observó la hilera de abedules en el borde del camino, palideciendo en la blanca nieve más allá.
—No es una mentira. Jin es horticultor.
Hubo un largo silencio antes de que el rubio lo volviera a mirar, descubriendo que le observaba muy atentamente.
—Si alguien hubiera visitado las tumbas de mis padres en Navidad, ¿qué habría encontrado allí?
Taehyung podía mentir. Pero no quería. Tan tonto como eso era, quería que él supiera que había pensado en él cada Navidad, que se había preguntado por él. Que le había importado. Incluso si él no se había molestado.
—Rosas y dalias. Tal como tú las dejaste cada año.
Fue el turno de Jungkook de mirar por la ventana, entonces el doncel aprovechó la oportunidad para estudiar sus facciones, la mandíbula firme, la dura mirada de sus ojos, la forma de sus labios, labios que sabía por experiencia que eran llenos, suaves y maravillosos, presionados en una línea recta. Él estaba demasiado comedido, la tensión en él tan imperturbable y Taehyung deseó poder conmocionarlo, lograr algún cambio en ese rígido control.
Había habido un tiempo cuando él había sido tan elocuente, lleno de movimientos desenfrenados. Pero observándole, era casi imposible creer que fuera la misma persona. El pelirrubio habría dado todo lo que tenía por saber en qué estaba pensando en este momento.
Él no lo miró cuando dijo.
—Bueno, pareces haber pensado en todo. Haré mi mejor esfuerzo para memorizar la historia de nuestro amor a primera vista. Asumo que la compartiremos muchísimo.
Taehyung dudó, entonces dijo:
—Gracias, Su Señoría.
Él giró bruscamente la cabeza.
—¿Su Señoría? Oh, no, Taehyung. Tienes la intención de ser un esposo ceremonioso, ¿verdad?
—Se espera que un esposo le muestre deferencia a su marido.
Jungkook arrugó el ceño ante eso.
—Supongo que es como has sido entrenado para comportarte.
—Te olvidas que se suponía fuera un duque.
—Siento que hayas tenido que conformarte con un marquesado mancillado.
—Trataré de perseverar —contestó, las palabras secas como arena. Viajaron en silencio durante un buen rato antes de que dijera—: Tendrás que volver a la sociedad. Por mis hermanos.
—Has aumentado bastante convenientemente las demandas hacia mí.
—Me casé contigo. Diría que podrías hacer uno o dos sacrificios, visto que abandoné todo para que pudieras tener tu tierra.
—Tu matrimonio perfecto, ¿quieres decir?
Taehyung se recostó.
—No habría sido perfecto. —Jungkook no dijo nada, pero su mirada incisiva le hizo agregar en voz baja—. Sin embargo, no dudo que habría sido más perfecto que esto.
Ho Seok no lo irritaría tanto.
Viajaron en silencio durante un buen rato antes de que Jeon dijera:
—Asistiré a las recepciones necesarias. —Él miraba por la ventana, el retrato del aburrimiento—. Vamos a comenzar con Ji Hoon. Él es lo más cercano a un amigo que tengo.
La descripción era desconcertante. Jungkook nunca había sido una persona sin amigos. Él había sido listo, vibrante, encantador y lleno de vida y todo el que lo conoció de niño lo había amado. Taehyung lo había amado. Él había sido su amigo más querido. ¿Qué le había pasado? ¿Qué lo había convertido en un hombre oscuro y frío?
El doncel apartó el pensamiento. El vizconde Park era uno de los solteros más codiciados de la alta sociedad, con una madre que estaba por encima de cualquier reproche.
—Una buena elección. ¿Te debe dinero?
—No. —Se hizo silencio—. Cenaremos con él esta semana.
—¿Tienes una invitación?
—Todavía no.
—Entonces, ¿cómo...?
Jungkook suspiró.
—Terminaremos esto lo antes posible, ¿de acuerdo? Soy el dueño del club de juego más lucrativo de Seúl. Hay pocos hombres en Corea que no puedan encontrar tiempo para hablar conmigo.
—¿Y qué hay de sus esposas?
—¿Qué pasa con ellas?
—¿Crees que no te rechazarán?
—Creo que todas me quieren en sus camas, por lo que van a encontrar lugar para mí en sus salones.
Taehyung echó hacia atrás la cabeza bruscamente ante las palabras, ante su falta de delicadeza. Ante la idea de que dijera semejante cosa a su esposo. Ante la idea de que pasara tiempo en las camas de otras esposas.
—Creo que confundes la importancia de tu presencia en el dormitorio de una dama o doncel.
Él enarcó una ceja.
—Creo que pensarás diferente después de esta noche.
El fantasma de su noche de bodas surgió amenazadoramente en las palabras y Taehyung odió que su pulso se acelerara aun cuando quería despreciarle.
—Sí, bueno, sin embargo aunque pudieras fascinar a las mujeres y donceles de la alta sociedad, puedo garantizarte que son mucho más exigentes con su compañía en público de lo que lo son en privado. Y tú no eres lo bastante bueno.
Taehyung no podía creer lo que había dicho. Pero Jungkook lo hacía enojar, mucho.
Cuando el pelinegro lo miró, había algo poderoso en su mirada. Algo parecido a la admiración.
—Me alegro de que hayas descubierto la verdad, esposo. Es mejor eliminar cualquier falsa esperanza de que pudiera ser un hombre o un marido decente al principio de nuestro tiempo juntos. —Él hizo una pausa, cepillando una mota de su manga—. No necesito a las mujeres o donceles.
—Las mujeres y donceles son los porteros de la sociedad. Tú, de hecho, los necesitas.
—Es por eso que te tengo a ti.
—Yo no soy suficiente.
—¿Por qué no? ¿No eres el perfecto doncel coreano?
Taehyung apretó los dientes ante la descripción y la forma en que subrayó su finalidad presente y futura. Su absoluta falta de valor.
—Estoy a centímetros del suelo. Han pasado años desde que fui el rey del baile.
—Ahora eres el Marqués de Jeon. No tengo la menor duda de que rápidamente te convertirás en una persona de interés, querido.
Taehyung enfocó su mirada sobre él.
—No soy tu querido.
Jungkook abrió los ojos de par en par.
—Me hieres. ¿No te acuerdas de lo de Navidad? ¿Nuestro reel no significó nada para ti?
Taehyung no sentiría lástima si él se cayera al lado del carruaje y rodara hasta una zanja. Ciertamente, si lo hiciera, no se detendría a recuperar sus restos.
A Taehyung no le importaba si su propiedad jamás le fuera devuelta.
Pero se preocupaba por sus hermanos y no permitiría que sus reputaciones fueran enturbiadas por la de su marido. Respiró hondo, deseando calmarse.
—Tendrás que demostrar lo que vales una vez más. Necesitarán verlo. Creer lo que yo veo.
Jeon lo fulminó con una mirada.
—Mi valor es tres veces el de la mayoría de los hombres respetados de la alta sociedad.
Tae negó con la cabeza.
—Me refiero a tu valor. Como marqués. Como hombre.
Él se quedó inmóvil.
—Cualquiera que conoce mi historia te puede decir que no tengo mucho valor en cualquiera de esas cosas. Lo perdí todo una década atrás. ¿Tal vez no lo habías escuchado?
Las palabras exudaron de él, toda condescendencia, y el antiguo Kim sabía que la pregunta era retórica, pero no se acobardaría.
—Lo he oído. —Levantó la barbilla para encontrarse con su mirada de frente—. ¿Y tú estás dispuesto a dejar que un tonto pecadillo de infancia enturbie tu imagen para siempre? ¿Y la mía también, ahora?
Él cambió de posición, inclinándose hacia el doncel, todo peligro y amenaza. Taehyung se mantuvo firme, rehusándose a echarse para atrás. A apartar la mirada.
—Lo perdí todo. Cientos de miles de libras. A una carta. Fue colosal. Una pérdida para los libros de historia. ¿Y tú lo llamas un pecadillo?
Taehyung tragó saliva.
—Cientos de miles.
—Más o menos.
El rubio resistió la tentación de preguntarle exactamente cuánto era más o menos.
—¿A una carta?
—Una carta.
—Quizás no un pecadillo, entonces. Pero tonto, de seguro. —Taehyung no tenía ni idea de dónde vinieron las palabras, pero no obstante vinieron, y supo que sus opciones eran volverse descarado o mostrar miedo. Por milagro, mantuvo la mirada fija y enfocada en él.
Su voz fue baja, casi un gruñido.
—¿Acabas de llamarme tonto?
Su corazón latía con fuerza con tanta fuerza que le sorprendió que Jeon no pudiera escucharlo en el estrecho espacio del carruaje. Taehyung agitó una mano con la esperanza de parecer indiferente.
—Ese no es el punto. Si vamos a convencer a la sociedad de que mis hermanos son dignos de casarse, debemos demostrar que eres una escolta más que digna para ellos. —Tae hizo una pausa—. Necesitas desagraviarte.
Jungkook permaneció en silencio durante mucho tiempo. El tiempo suficiente para que el doncel pensara que podría haber ido demasiado lejos.
—Desagravio.
El rubio asintió con la cabeza.
—Yo te ayudaré.
—¿Siempre negocias tan bien?
—No, en absoluto. De hecho nunca negocio. Simplemente cedo.
Jungkook entrecerró los ojos.
—No has cedido una vez en tres días.
Taehyung sin duda había estado menos dócil de lo habitual.
—No es cierto. Acepté casarme contigo, ¿verdad?
—Sí, lo hiciste.
El doncel sintió calor ante las palabras, la forma en que éstas le hicieron tan consciente de él.
Su marido.
—¿Qué más hay?
La confusión destelló.
—¿Su Señoría?
—Encuentro que no me gustan las sorpresas constantes que provienen de nuestro acuerdo. Pongamos las cartas sobre la mesa, ¿de acuerdo? Quieres una temporada exitosa para tus hermanos, buenas parejas para ellos. Quieres mi regreso a la sociedad. ¿Qué más?
—No hay nada más.
Un destello de algo... ¿displacer, tal vez?... cruzó por el rostro de él.
—Si tu adversario hace que sea imposible que pierdas, Taehyung, deberías apostar.
—¿Otra regla de los juegos de azar?
—Otra regla de los sinvergüenzas. Una que también es válida con los maridos. Doblemente con los maridos como yo.
Los maridos como él. Taehyung se preguntó qué trataba de decir, pero antes de que pudiera preguntar, él siguió adelante.
—¿Qué otra cosa, Taehyung? Pídelo ahora, o nunca más.
La pregunta era tan amplia, tan abierta y sus respuestas miles. El pelirrubio dudó, pensando aceleradamente. ¿Qué es lo que quería? En verdad quería.
¿Qué es lo que quería de él?
Más.
La palabra susurró a través de sí mismo y no un simple eco de esa noche que ya parecía tan lejana, esa noche que lo había cambiado todo, pero por una oportunidad. Una oportunidad de ser más que una marioneta para Jungkook, para su familia y para la sociedad. Una oportunidad de tener experiencias extraordinarias. Una vida extraordinaria.
Taehyung le miró a los ojos.
—Te podría no agradar.
—Estoy seguro que no lo hará.
—Pero, como tú preguntaste...
—Es mi culpa, te lo aseguro.
Taehyung frunció los labios.
—Quiero más que una vida simple y correcta como un esposo simple y correcto.
Eso pareció hacerlo retroceder.
—¿Qué significa eso?
—He pasado mi vida como un joven modelo, al filo de ser un solterón modelo. Y fue horrible. —Las palabras lo sorprendieron. Taehyung nunca había pensado que fuera horrible antes. Nunca había imaginado otra cosa. Hasta ahora. Hasta él. Y Jungkook le estaba ofreciendo una oportunidad de cambiarlo—. Quiero un tipo diferente de matrimonio. Uno donde tenga permitido ser más que un doncel que pasa sus días haciendo encaje de aguja y obras de caridad y que conoce poco más que el pudín favorito de su esposo.
—No me importa si haces encaje de aguja o no, y si mal no recuerdo, la actividad y tú no os lleváis bien.
Taehyung sonrió.
—Un excelente comienzo.
—Si nunca dedicaras un minuto de tu tiempo a obras de caridad, honestamente no puedo imaginar que me importara un bledo.
La sonrisa se amplió.
—Prometedor, además. ¿Y supongo que no tienes un pudín favorito?
—Ninguno en especial, no. —Él hizo una pausa, mirándole—. ¿Hay más, imagino?
A Taehyung le gustó la forma en que la palabra sonó en sus labios. El fluir de ella. Su promesa.
—Espero que sí. Y me gustaría mucho si me lo mostraras.
La mirada de Jungkook se oscureció casi al instante.
—No estoy seguro de entender.
—Realmente es muy simple. Quiero la aventura.
—¿Qué aventura?
—La que me prometiste.
Jungkook se reclinó, un brillo de diversión en sus ojos, un brillo que Taehyung reconoció de su infancia.
—Nombra tu aventura, Kim Taehyung.
El nombrado lo corrigió.
—Jeon Taehyung, por favor.
Los ojos de Jungkook se abrieron ligeramente. Lo suficiente para que Taehyung viera su sorpresa antes de que él ladeara la cabeza.
—Jeon Taehyung, entonces.
A Taehyung le gustó el sonido del nombre. Aunque no debería. A pesar de que él no le había dado ninguna razón para hacerlo.
—Me gustaría ver tu club de juego.
Él enarcó una ceja.
—¿Por qué?
—Parece como que sería una aventura.
—En efecto lo sería.
—¿Supongo que las mujeres y donceles no frecuentan el lugar?
—No, los donceles como tú, no.
Donceles como tú.
A el pelirrubio no le gustó la insinuación en las palabras. La implicación de que él era común, corriente, aburrido y con pocas probabilidades de hacer algo aventurero jamás. Taehyung siguió adelante.
—Sin embargo me gustaría ir. —Lo pensó un momento y luego agregó—: Por la noche.
—¿Por qué debería importar la hora del día?
—Los acontecimientos de la noche son mucho más aventureros. Mucho más ilícitos.
—¿Qué sabes sobre lo ilícito?
—No mucho. Pero confío en que seré un estudiante aventajado. —Su corazón latió con fuerza cuando el recuerdo de su primera noche juntos, del placer que había sentido en sus manos destelló antes de que recordara el modo en que lo había abandonado después de haberse asegurado el matrimonio. Taehyung carraspeó, estremeciéndose de repente—. Qué suerte que tengo un esposo que me puede dar un recorrido por estas oscuras emociones.
—Qué suerte, ciertamente —dijo Jungkook arrastrando las palabras—. Si solo tu deseo de aventura no corriera directamente en la dirección contraria a la respetabilidad con la que insistes me recubra, felizmente te complacería. Por desgracia, tengo que rehusarme.
La rabia se encendió.
Su oferta de más no había sido una oferta de más en absoluto. Jungkook estaba dispuesto a darle sus antojos, dispuesto a pagar un precio por su matrimonio, por sus tierras, pero solo el precio que él estipulaba.
Jeon Jungkook no era diferente a cualquiera de los otros. A su padre, a su prometido, a cualquiera de los otros caballeros que habían intentado cortejarlo en los años sucesivos.
Taehyung no lo iba a aceptar.
Había sido obligado a contraer matrimonio por acontecimientos que no había podido controlar. Había aceptado un matrimonio con un notorio sinvergüenza. Pero no sería hecho un rehén.
No cuando Jungkook lo tentaba tanto a ser un jugador.
—Fue parte de nuestro trato. Tú me lo prometiste la noche que acepté casarme contigo. Me dijiste que podría tener la vida que quisiera, las aventuras que deseara. Me prometiste que me dejarías explorar, que asumir el título mancillado de Marqués de Jeon podría arruinar mi reputación, pero me daría el mundo.
—Eso era antes de que insistieras en mi respetabilidad. —Jungkook se inclinó hacia adelante—. Tú quieres que tus hermanos se casen de manera respetable. No apuestes lo que no estás dispuesto a perder, cariño. Tercera regla de los juegos de azar.
—Y de los sinvergüenzas —dijo irritado.
—De esos también. —Jeon lo miró durante un largo rato, como poniendo a prueba su rabia—. Tu problema es que no sabes lo que realmente quieres. Sabes lo que deberías querer. Pero no es lo mismo que el verdadero deseo, ¿verdad?
Era un hombre exasperante.
—Semejante rencor —dijo Jungkook con diversión en su voz, mientras se reclinaba.
Taehyung se inclinó hacia adelante y dijo:
—Por lo menos cuéntame sobre ello.
—¿Sobre qué?
—Sobre tu infierno.
Jungkook cruzó los brazos sobre el pecho.
—Imagino que sería muy similar a un largo viaje en carruaje con un novio con un gusto por la aventura recién descubierto.
Taehyung se echó a reír sorprendido por la broma.
—No ese tipo de infierno. Tu casa de juego.
—¿Qué te gustaría saber sobre eso?
—Quiero saberlo todo. —El doncel le sonrió ampliamente—. No tendrías que contarme sobre eso si me llevaras allí para experimentarlo de primera mano. —La comisura de los labios de Jeon se levantó una vez, solo apenas. Taehyung se dio cuenta—. Veo que estás de acuerdo.
Jungkook enarcó una ceja.
—No del todo.
—Pero, no obstante, ¿me llevarás?
—Eres tenaz. —Jeon le clavó la mirada durante un largo rato, considerando su respuesta. Al fin, dijo—: Te llevaré. —El doncel sonrió ampliamente y Jungkook se apresuró a agregar—: Una vez.
Era suficiente.
—¿Es muy emocionante?
—Si te gusta jugar —dijo él sencillamente, y Taehyung arrugó la nariz.
—Nunca he jugado.
—Tonterías. Tú has apostado cada minuto que hemos estado juntos. En primer lugar por tus hermanos y hoy, por ti.
Él consideró las palabras.
—Supongo que lo he hecho. Y he ganado.
—Eso porque me he dejado ganar.
—¿Tengo entendido que eso no sucede en tu club de juego?
A Jungkook le dio un pequeño arranque de risa.
—No. Preferimos dejar que pierdan los jugadores.
—¿Por qué?
Jungkook lo fulminó con la mirada.
—Porque su pérdida es nuestra ganancia.
—¿Te refieres a dinero?
—Dinero, tierra, joyas... cualquier cosa que sean lo bastante tontos para apostar.
Sonaba fascinante.
—¿Y se llama The Angel?
—The Fallen Angel, El Ángel Caído.
Taehyung consideró el nombre durante un buen rato.
—¿Tú lo bautizaste?
—No.
—Parece apropiado para ti.
—Supongo que por eso Park lo escogió. Es apropiado para todos nosotros.
—¿Todos vosotros?
Jungkook suspiró, abriendo un ojo y evaluándolo con una mirada.
—Eres voraz.
—Prefiero curioso.
Jungkook se sentó, jugueteando con el borde de una manga.
—Somos cuatro.
—¿Y todos vosotros estáis... caídos? —Lo último vino en un susurro.
Los ojos oscuros del pelinegro se encontraron los de Taehyung en el carruaje escasamente iluminado.
—En cierto sentido.
Taehyung consideró la respuesta, el modo en que dijo las palabras, sin vergüenza ni orgullo. Solo simple y desbocada honestidad. Y se dio cuenta de que había algo muy tentador en la idea de su ser caído, en la de ser un sinvergüenza. De haber perdido todo ¡Ciento de miles de libras! y recobrar todo en un tiempo tan corto. En cierta forma lo había recuperado todo. Sin la ayuda de la sociedad. Con nada más que su voluntad incansable y su compromiso feroz con su causa.
No solo tentador.
Heróico.
Taehyung lo miró a los ojos, de repente lo veía bajo una luz completamente nueva.
Jungkook salió disparado hacia adelante y el carruaje se volvió pequeño al instante.
—No hagas eso.
Taehyung se echó hacia atrás, apretujándose lejos de él.
—¿No hacer qué?
—Puedo verte haciéndolo romántico. Puedo verte convirtiendo al The Angel en algo que no es. Convirtiéndome a mí en algo que no soy.
El rubio sacudió la cabeza, crispado por el modo en que él había leído sus pensamientos.
—Yo no estaba...
—Por supuesto que sí. ¿Crees que no he visto esa misma mirada en los ojos de una docena de donceles? Un centenar de ellos. No lo hagas —dijo él con firmeza—. Solo te decepcionará.
Se hizo silencio. Jungkook descruzó las largas piernas calzadas con botas y volvió a cruzarlas, un tobillo sobre el otro antes de cerrar los ojos de nuevo. Excluyéndolo.
Taehyung lo observó en silencio, maravillado por su calma, como si no fueran nada más que compañeros de viaje y esto nada más que un viaje común en carruaje. Y quizás tenía razón, porque no había nada en este hombre que se sintiera marital, y en verdad no se sentía ni de lejos como un esposo.
Imaginaba que los esposos estaban más seguros de su finalidad.
No es que Taehyung se hubiera sentido más seguro de su finalidad la última vez que había estado a punto de convertirse en esposo. La última vez que había estado a punto de casarse con un hombre que no conocía.
El pensamiento lo interrumpió. Él no era diferente del duque, este nuevo Jungkook adulto, no se parecía en absoluto al niño que una vez había conocido. Taehyung rebuscaba en su rostro ahora por algún indicio de su viejo amigo, los hoyuelos hundidos en sus mejillas, las sonrisas fáciles y amigables, la risa de boca ancha que nunca dejaba de meterlo en problemas.
Él no estaba allí.
Había sido reemplazado por este hombre frío, duro e inconmovible, que se abría camino a través de la vida de esos que lo rodeaban y tomaba lo que quería sin importarle.
Su esposo.
De repente, Taehyung se sintió muy solo, más solo de lo que nunca había estado antes, aquí en este carruaje con este hombre extraño, lejos de sus padres, sus hermanos, Hoseok y todo lo que alguna vez había conocido, traqueteando rumbo a Seúl y lo que debía ser el día más extraño de su vida.
Todo había cambiado esta mañana. Todo.
Para siempre, su vida iba ser considerada en dos partes, antes y después del matrimonio.
Antes, existía su familia. Y después, existía Jungkook.
Jungkook y nadie más.
Jungkook y quién sabe qué más.
Un Jungkook desconocido convertido en marido.
Un dolor se instaló en lo profundo de su pecho, ¿tristeza quizás? No. Anhelo.
Casado.
Taehyung respiró profundo y se estremeció de manera visible, el sonido del traqueteo rodeando los estrechos confines del carruaje.
Jungkook abrió los ojos, captando su mirada antes de que el doncel pudiera fingir dormir.
—¿Qué pasa?
El rubio supuso que debería estar emocionado porque él aún preguntara, pero encontró que no podía sentir nada excepto enfado ante su tono insensible. ¿Acaso él no entendía que ésta era una tarde más bien complicada en cuanto a las emociones?
—Tú puedes reclamar la posesión de mi vida, mi dote y mi persona, Su Señoría. Pero sigo siendo el guardián de mis pensamientos, ¿no?
Él le clavó la mirada durante un largo rato y Taehyung tuvo la clara e incómoda impresión de que él podía leer sus pensamientos.
—¿Por qué precisabas una dote tan grande?
—¿Perdón?
—¿Por qué no estabas casado?
Taehyung se echó a reír. No pudo evitarlo.
—Supongo que eres la única persona en Corea que no conoce la historia. —Él no respondió y el doncel llenó el silencio con la verdad—. Fui la víctima de la peor clase de compromiso roto.
—¿Hay “tipos” de compromisos rotos?
—Oh, sí. El mío fue particularmente malo. No la parte de las circunstancias de la ruptura que me permitieron cancelarlo. Pero el resto... ¿un matrimonio con una mujer a la que amaba de verdad a la semana? Eso no fue muy halagador. Me llevó años aprender a ignorar los cuchicheos.
—¿Qué podría tener la gente para murmurar al respecto?
—A saber, ¿por qué yo... un novio perfecto, consentido, con dote, título y todo... era incapaz de retener a un duque, incluso durante un mes?
—¿Y? ¿Por qué no pudiste?
Taehyung apartó la mirada, incapaz de decir las palabras en su cara.
—Él estaba locamente enamorado de otra. Tal parece ser que el amor realmente lo conquista todo. Incluso los matrimonios aristocráticos.
—¿Crees eso?
—Lo creo. Los he visto juntos. Son... — buscó la palabra—. Perfectos. —Él no contestó, así que Taehyung siguió adelante—. Al menos, me gusta creerlo.
—¿Por qué debería importarte?
—Supongo que no debería. Pero me gusta pensar que si ellos no estuvieran perfectos juntos, si no se amaran tanto, entonces él no habría hecho lo que hizo y...
—Y tú estarías casado.
Taehyung le miró con una sonrisa sardónica en los labios.
—De todos modos, estoy casado.
—Pero tendrías el matrimonio que estaba planeado que tuvieras en lugar de este, un escándalo esperando para ser descubierto.
—No lo sabía, pero aquello era un escándalo esperando ser descubierto también. —Ante su mirada inquisitiva, dijo—: La hermana del duque. Ella estaba soltera, ni siquiera comprometida y con un niño. Él deseaba nuestro matrimonio para asegurarse que había más en la mansión Park que solo su escándalo.
—¿Él pensaba utilizarte para tapar el escándalo? ¿Sin decirte nada?
—¿Es eso diferente a utilizarme por dinero? ¿O por las tierras?
—Por supuesto que es diferente. No mentí.
Era cierto y por alguna razón, importaba. Lo suficiente como para hacerlo darse cuenta que no cambiaría este matrimonio por ese de antaño.
Estaba haciendo frío en el carruaje, Taehyung arregló sus capa, tratando de apropiarse de lo último del calor del ladrillo en sus pies. La acción le dio tiempo para pensar.
—Mis hermanas, ¿Yeji y Yuju? — Taehyung esperó a que él recordara a las gemelas. Cuando él asintió con la cabeza, continuó—. Tuvieron su primera temporada inmediatamente después del escándalo. Y sufrieron por eso. Mi madre estaba tan aterrorizada de que fueran manchadas por mi tragedia, que las urgió a aceptar las primeras ofertas que recibieron. Yeji fue cortejada por un conde envejecido, desesperado por un heredero y Yuju por un vizconde guapo, pero con más dinero que sentido común. No estoy seguro de que sean felices. Pero no imagino que alguna vez esperaran serlo, no una vez que el matrimonio se convirtió en una posibilidad real. —Hizo una pausa, pensando—. Todos nosotros somos sensatos. No fuimos educados para creer que el matrimonio fuera algo más que un acuerdo comercial, pero yo hice imposible para ellos tener más.
Taehyung siguió hablando, sin comprender del todo por qué sentía que debería contarle toda la historia.
—Mi matrimonio iba a ser el más premeditado, el más serio de todos ellos. Yo iba a ser el duque de Park. Iba a guardar silencio, a hacer la voluntad de mi marido y criar al siguiente duque de Park. Y lo habría hecho. Dichosamente. —Levantó uno de sus hombros en un pequeño gesto de encogimiento—. El duque... tenía otros planes.
—Tú te escapaste.
Nadie nunca se había referido a eso de tal manera. Taehyung nunca lo había admitido, el silencioso alivio que había venido con la disolución del compromiso, incluso cuando su mundo se había derrumbado a su alrededor. Nunca había querido que su madre lo acusara de ser egoísta. Incluso ahora, no podía atreverse a estar de acuerdo con Jungkook.
—No estoy seguro de que la mayoría de las mujeres o donceles llamaran a lo que me sucedió un escape. Es gracioso como algo tan insignificante como un compromiso roto puede cambiarlo todo.
—No tan insignificante, imagino.
Taehyung volvió a mirarlo a los ojos, dándose cuenta de que le estaba prestando mucha atención.
—No... supongo que no.
—¿Cómo te cambió?
—Ya no era un premio. Ya no era el novio aristocrático ideal. —El doncel pasó las manos sobre sus pantalones, alisando las arrugas que habían aparecido durante el viaje—. Ya no era perfecto. No a sus ojos.
—En mi experiencia, la perfección a los ojos de la sociedad está altamente sobrevalorada. —Jungkook estaba clavando la mirada en él, sus ojos brillando intensamente con algo que Taehyung no podría identificar.
—Es fácil para ti decirlo; te alejaste de ellos.
Él ignoró el desplazamiento del foco y se negó a permitir que la conversación versara sobre él.
—Todas esas cosas... todo lo que acabas de decir... es la forma en que tu compromiso te cambió para ellos. ¿Cómo te cambió a ti, Taehyung?
La pregunta le dio una pausa. En los años transcurridos desde que el duque Bogum había causado el escándalo de la época y destruido cualquier posibilidad de Taehyung de convertirse en duque, él no se había preguntado ni una sola vez cómo la había cambiado.
Pero ahora, mientras miraba a través del carruaje a su marido, un hombre al que se había acercado a altas horas de la noche y con quien se había casado solo días más tarde, la verdad lo atravesó como un susurro.
Le había dado una posibilidad de ser feliz.
Taehyung se tragó el pensamiento y se inclinó hacia delante, rápidamente, casi ansioso.
—Ya está. Ya... has respondido a la pregunta.
—Yo... —se detuvo.
—Dilo.
—Ya no tiene importancia.
—¿Por mí?
—Nunca estuve destinado a tener lo que ellos tienen. —El doncel consideró las palabras con cuidado—Me hizo darme cuenta que el matrimonio no tenía que ser un arreglo. El duque, ama a su esposa con locura. El matrimonio de ellos, no hay nada tranquilo y sosegado en torno a ello.
—¿Y tú querías eso?
Solo una vez que supe que era una alternativa.
Pero no había importado.
El joven hizo un leve encogimiento de hombros.
—No tiene importancia lo que yo quería, ¿verdad? Tengo mi matrimonio ahora.
Los dientes de Taehyung rechinaron ante lo último, y Jungkook masculló su desaprobación con el sonido, girando y atravesando el carruaje para sentarse al lado de él.
—Tienes frío. —Él le rodeó los hombros con un largo brazo, acercándole, su calor derramándose de él en oleadas—. Aquí —agregó, tirando de una manta de viaje en torno a ellos—. Esto ayudará.
Taehyung se acurrucó contra él, tratando de no recordar la última vez que estuvo tan cerca de él.
—Parece que siempre estas compartiendo tus mantas conmigo, Su Señoría.
—Jeon —corrigió él, arrebujándolos muy juntos en la lana áspera, las palabras un estruendo debajo de sus oídos—. Y es compartir mis mantas o tenerte robándolas.
El pelirrubio no pudo evitarlo. Se echó a reír.
Viajaron en silencio durante un largo rato antes de que Jeon hablara otra vez.
—Entonces, todos estos años has estado esperando un matrimonio feliz.
—No sé si esperando es la palabra que usaría. Más bien, teniendo la esperanza. —Él no contestó y Taehyung jugó con el botón de la chaqueta contraria.
—Y tu prometido, aquel de quien te robé, ¿te lo habría dado?
Tal vez.
Puede que no.
Taehyung debería decirle la verdad acerca de Hoseok. Que no estaban comprometidos de veras. Pero algo lo detuvo.
—No vale la pena pensar en ello ahora. Pero no voy a ser culpado de dos matrimonios infelices más. No me engaño pensando que mis hermanos podrían encontrar el amor, pero ellos podrían ser felices, ¿no? Podrían encontrar alguien que les convenga... ¿o tal vez es mucho pedir?
—Honestamente, no lo sé —dijo, deslizando una mano alrededor del más joven, acercándolo más, mientras el carruaje traqueteaba sobre un puente que los llevaría hacia Seúl —. No soy la clase de hombre que comprende qué personas son convenientes.
Taehyung no debería disfrutar de la sensación de su brazo rodeándolo, pero no podía dejar de inclinarse hacia su calor, fingiendo, por un momento fugaz, que esta tranquila conversación era la primera de muchas. Su mano se deslizaba lentamente arriba y abajo de su brazo, transfiriéndole calor y algo más maravilloso con cada cálida y tierna caricia.
—Seokjin está virtualmente comprometido con Lord Choi; esperamos que él se declare en cuestión de días a su regreso a Seúl.
La mano de Jungkook se detuvo un momento antes de continuar su deslizamiento largo y lento.
—¿Cómo llevaron a conocerse él y Choi?
Taehyung pensó en el conde, simple y aburrido.
—De la misma forma que ocurre con cualquiera. Fiestas, cenas, bailando. Él parece lo bastante agradable pero... no me gusta la idea de él con Jin.
—¿Por qué no?
—Algunos dirían que Seok Jin es peculiar, pero no lo es. Es estrictamente teórico, ama las ciencias. Está fascinado por cómo funcionan las cosas. Él no parece ser capaz de seguirle el paso. Pero, ¿honestamente? No creo que, de cualquier modo, a Seok le importe un pepino si se casa o con quién se casa. Mientras él tenga una biblioteca y unos pocos perros, mi hermano creará una especie de felicidad para sí mismo. Solo deseo que pudiera encontrar a alguien más bien, odio sonar cruel, pero inteligente
—Mmm. —Jungkook fue reservado—. ¿Y tu otro hermano?
—Junkyu es muy hermoso —respondió.
—Eso suena como que él agradará a la mayoría de los hombres muy bien.
El doncel se incorporó.
—¿Es así de simple?
Él lo miró a los ojos.
—La belleza ayuda.
Taehyung nunca iba a ser considerado hermoso. Común y corriente, sí. Pasable incluso en un buen día, con ropas nuevas. Pero nunca hermoso. Incluso cuando se iba a convertir en el duque de Park, no era hermoso. Era solo... idóneo.
Él odió la honestidad en las palabras de Jungkook.
A nadie le gustaba que se le recordara que era sobrepasado en valor por una dama o doncel más bonito.
—Bueno, Junkyu es hermoso y él lo sabe...
—Suena delicioso.
Taehyung ignoró el tono irónico.
—... y él necesita un hombre que lo trate muy, muy bien. Que tenga una gran cantidad de dinero y no le importe gastarlo para mimarlo.
—Eso suena como lo opuesto a lo que Junkyu necesita.
—No. Ya lo verás.
Se hizo silencio y a Taehyung no le importó, en lugar de eso se metió en su calor, amando la forma en que se sentía contra Jungkook, el calor de él haciendo el carruaje infinitamente más confortable. Justo cuando el movimiento mecedor del coche estaba a punto de dormirlo, el Marqués habló.
—¿Y tú?
Sus ojos se abrieron de golpe.
—¿Yo?
—Sí. Tú. ¿Qué tipo de hombre te agradaría?
El doncel observó la forma en que la manta subía y bajaba contra su pecho cuando él respiraba, los movimientos largos y tranquilos, calmándole de forma extraña.
Me gustaría que tú me agradaras.
Él era su marido, después de todo. Era natural para el joven imaginar que podría ser más que un compañero fugaz. Más que un conocido. Más que un amigo. Más que el hombre frío y duro que el rubio había llegado a esperar que fuera. A Taehyung no le preocupaba este Jungkook, el que estaba junto a él, calentándolo, hablando con él.
Por supuesto que no dijo nada de esas cosas. En lugar de eso, dijo.
—Ya no tiene mucha importancia, ¿no?
—¿Y si la tuviera? —Jeon no iba a dejarlo evadir la pregunta.
Ya sea por el calor, la calma del viaje o el hombre, contestó.
—Supongo que me gustaría alguien interesante, alguien amable, alguien que esté dispuesto a enseñarme...
Cómo vivir.
No podía decir eso. Jungkook se caería del carruaje de la risa.
—Alguien con quien bailar, alguien con quien reírse, alguien por quien preocuparse.
Alguien a quien yo le importara.
—¿Alguien como tu prometido?
Él pensó en Hoseok, considerando por un momento fugaz decirle a Jungkook que el hombre sin identificar al que él se refería era el amigo que habían conocido todas sus vidas. El hijo del hombre que le quitó todo. Pero no quería contrariarle, no mientras estaban tranquilos y calientes, y él podría fingir que disfrutaban de su mutua compañía.
Así que en cambio, susurró.
—Quisiera que fuera alguien como mi marido.
Jungkook se quedó en silencio durante mucho tiempo, el tiempo suficiente para que el pelirrubio se preguntara si lo había oído. Cuando se arriesgó a mirarle a través de las pestañas, encontró que Jungkook tenía los ojos clavados en él con inquietante intención, sus ojos en la luz mortecina.
Por un momento fugaz, Taehyung pensó que lo podría besar.
Deseaba que él lo besara.
Un sofoco subió por sus mejillas ante el pensamiento, y se apartó rápidamente, volviendo la cabeza a su pecho, cerrando los ojos con fuerza, y deseando que el momento desapareciera junto con su necesidad.
No sería tan malo si ellos se agradasen.
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