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Capítulo 4

Busan, noviembre de 1813

Querido J:
¡Un regalo! ¡Qué despilfarrador! La escuela sin duda te está convirtiendo en un hombre refinado; el año pasado, me diste un pedazo de pan de jengibre a medio comer. Esperaré con entusiasmo para ver lo que has preparado.
Supongo que eso significa que tendré que encontrar un regalo para ti también.
Responde tan pronto como te sea posible.

Tuyo: T

                

Seúl, noviembre de 1813

Querido T:
Era un excelente pan de jengibre. Debería haber sabido que no apreciarías mi generosidad en lo más mínimo. ¿Qué pasó con la intención y lo que cuenta?
Será bueno estar en casa. Echo de menos Busan. Y a ti, V (aunque me disguste admitirlo)

J...

1831

¡Huye!

La palabra hizo eco por Taehyung como si hubiera sido gritada a través de la noche, pero sus extremidades parecían ser incapaces de seguir la orden. En lugar de eso, se agachó, escondiéndose detrás de los arbustos y abrigando la salvaje esperanza de que el hombre no lo viera. Oyendo cerca los ruidos de sus pasos en la nieve, avanzó a rastras a lo largo del cerco de setos hacia el lago, disponiéndose a alejarse de él en una loca carrera, cuando se pisó el borde de la capa, perdiendo el equilibrio y aterrizando de lleno sobre el arbusto de acebo.

Lo que fue realmente espinoso.

—¡Uf! —Taehyung sacó una mano para salvarse de verse enredado en la planta cruel, solo para ser apuñalado por una rama sin escrúpulos. Se mordió el labio y permaneció inmóvil cuando el ruido de pasos se detuvo.

Contuvo el aliento.

Tal vez él no lo había visto.

Después de todo, estaba muy oscuro.

Si solo él no estuviera sujetando una linterna.

Empujó la luz dentro del arbusto.
No sirvió de nada, ya que casi al instante estaba inundado por una fuente de luz diferente.

Su luz.

Él dio un paso hacia Taehyung.

El rubio se apretó contra el arbusto, las filosas hojas eran preferibles a su oscurecida mole.

—Hola.

Él se detuvo pero no contestó, y se quedaron en un silencio largo e insoportable. El corazón del doncel latía acelerado, la única parte que al parecer recordaba cómo moverse. Cuando no pudo soportar el silencio un momento más, habló desde su ubicación, caído en un arbusto de acebo, intentando un tono de voz más firme.

—Usted está en propiedad privada.

—¿Sí? —Para ser un pirata, él tenía una voz muy agradable. Salía de lo más profundo de su pecho, haciéndole pensar en mullidos edredones y brandy caliente. Taehyung sacudió la cabeza ante el pensamiento, obviamente producto de los fríos trucos jugados por su mente.

—Sí. Lo está. La casa a lo lejos es propiedad privada . Propiedad del marqués Jeon.

Hubo un golpe.

—Impresionante —dijo el pirata y  Kim tuvo la clara sensación que él no estaba impresionado en lo más mínimo.

Trató de levantarse con arrogancia. Fracasó. Dos veces. En el tercer intento, se sacudió el trasero y dijo:

—Es muy impresionante. Y le aseguro que el marqués estará muy infeliz al saber que está usted aquí. —Taehyung hizo un gesto con la mano en el aire—. Para lo que sea que esté haciendo... en su tierra.

—¿Lo estará? —El pirata parecía indiferente, bajó su linterna, dejando su mitad superior en penumbras y continuó su avance.

—Efectivamente. —Kim cuadró los hombros—. Y le daré un consejo de tres peniques; es mejor no meterse con él.

—Suena como que usted y el marqués son muy cercanos.

Taehyung levantó la linterna y comenzó a alejarse poco a poco.

—Oh, sí. Lo somos. Realmente cercanos. Mucho incluso.

No era precisamente una mentira. Ellos habían sido muy cercanos cuando él usaba pantalones cortos.

—No lo creo —dijo en voz baja y amenazante—. De hecho, no creo que el marqués esté en algún lugar cerca de aquí. No creo que nadie esté cerca de aquí.

Kim Taehyung se detuvo ante la amenaza en sus palabras, un ciervo vacilando por adelantado ante la detonación de un rifle, y consideró sus opciones.

—Yo no correría si fuera usted —continuó él, leyéndole la mente—. Está oscuro y la nieve es espesa. No llegaría muy lejos sin...

Se calló, pero el joven sabía el final de la frase.

Sin que él lo atrapara y lo asesinara.

Taehyung cerró los ojos.

Cuando dijo que quería más, esto no era en absoluto lo que estaba pidiendo. Iba a morir aquí. En la nieve. Y no lo encontrarían hasta la primavera.

Eso si su cadáver no era llevado por los lobos hambrientos.

Tenía que hacer algo.

Abrió los ojos para encontrarlo mucho, mucho más cerca.

—¡No se acerque más!... —Él se debatió por una buena amenaza—. Estoy armado.

Su respuesta fue impasible.

—¿Tiene intención de asfixiarme con su manguito?

—Usted, señor, no es un caballero.

—Ah. Al fin la verdad.

Taehyung dio otro paso atrás.

—Me voy a casa.

—Creo que no, Taehyung.

Su corazón se detuvo ante el sonido de su nombre, luego arrancó de nuevo, latiendo con tanta fuerza en su pecho que estaba seguro que este malandrín lo oiría.

—¿Cómo sabe mi nombre?

—Sé muchas cosas.

—¿Quién eres? —Kim levantó la linterna como si pudiera alejar el peligro y él entró en el charco de luz.

No se veía como un pirata.

Se veía... familiar.

Él no se movió. De hecho, durante un largo rato, Taehyung pensaba que no lo había oído.

—No.

La negativa fue fría.

Taehyung reanudó la lucha, lo pateó, una bota conectó con su espinilla, lo bastante fuerte como para incitar un muy satisfactorio gemido.

—¡Maldita sea! —gritó Kim, sabiendo que los donceles no maldecían, sabiendo que probablemente pasaría una eternidad en el purgatorio por la transgresión, pero sin saber de qué otra manera comunicarse con este bruto desconocido—. ¿Qué vas a hacer, dejarme aquí en la nieve para que me congele hasta morir?

—No. —La palabra sonó baja y oscura en su oído mientras lo sujetaba con facilidad.

Él rubio no se dio por vencido.

—¿Secuestrarme entonces? ¿Pedir tus antiguas tierras como rescate?

—No, aunque no sería mala idea. —Él estaba tan cerca que podía olerlo, bergamota y cedro, y Kim hizo una pausa ante la sensación de su aliento rozando contra la piel de su mejilla—. Pero tengo algo mucho peor en mente.

Taehyung se calmó. Él no lo mataría.

Después de todo, una vez habían sido amigos. Hacía mucho tiempo, antes de que él se volviera tan hermoso como el diablo y el doble de frío.

Él no lo mataría.

¿Lo haría?

—¿Q... qué es eso?

Él deslizó la punta del dedo por la larga columna de su cuello, dejando un rastro de fuego a su paso. Se quedó sin aliento ante el toque, toda perversa calidez y una sensación casi insoportable.

—Tú tienes mi tierra, Taehyung —le susurró al oído, el sonido bajo, claro y totalmente molesto, incluso mientras enviaba pequeños temblores de ansiedad subiendo vertiginosamente a través del joven—. Y yo la quiero de regreso.

Taehyung no debería haber salido de la casa esta noche.

Si sobrevivía, nunca saldría de la casa de nuevo.

Él negó con la cabeza, los ojos cerrados mientras Jeon causaba estragos en sus sentidos.

—No puedo dártelas.

Él deslizó una mano por su brazo en una larga y adorable caricia, tomando su muñeca con un agarre firme y cálido.

—No. Pero yo puedo tomarla.

Kim Taehyung abrió los ojos y encontró los de él, negros en la oscuridad.

—¿Qué significa eso?

—Significa, mi querido —el afecto fue burlón— que nos vamos a casar.

La conmoción lo atravesó cuando él le levantó un brazo, lo arrojó por encima de su hombro y se dirigió hacia los árboles.

Busan, febrero de 1814

Querido J:
No puedo creer que no me contaras que fuiste nombrado jefe de clase y tuve que oírlo de tu madre (que está muy orgullosa por cierto). Estoy sorprendido y consternado de que no lo compartieses conmigo y no poco impresionado de que lograras no alardear de ello.
Debe haber un montón de cosas que no me has contado sobre el colegio. Estoy esperando.

Siempre paciente: T

Seúl, febrero de 1814

Querido T:
Temo que ser jefe de clase no es mucho más que un título cuando eres un alumno del primer año; todavía estoy sujeto a los caprichos de los niños mayores cuando no estoy estudiando. No temas cuando sea nombrado jefe de clase el año que viene, presumiré desvergonzadamente.
Hay montones de cosas para contar... pero no a donceles.

J...

1831

Jungkook había imaginado media docena de escenarios que terminaban con él alejando a Taehyung de su padre y de su familia y casándose con él para recuperar la tierra. Había previsto la seducción, la coerción, e incluso en caso extremo, el secuestro.

Pero ninguno de esos escenarios había implicado un doncel cubierto de nieve con inclinación al peligro y menos de la cuota recomendada de sentido común acercándose a él en el terrible frío de un enero de Busan, en plena noche.

Kim Taehyung le había ahorrado bastante trabajo.

Naturalmente, había estado mal que él mirara los dientes a este especial caballo regalado.

Y entonces él se lo había llevado.

—¡Bruto!

Él hizo una mueca mientras Taehyung le golpeaba los hombros con los puños, sacudiendo las piernas, la mala posición de éstas era la única cosa que evitaba que Jungkook perdiese partes cruciales de su anatomía por una patada simple y certera.

—¡Bájame!

Él lo ignoró, en cambio atrapó sus piernas con un brazo, inclinándolo hasta que Taehyung chilló y se aferró a la espalda de su chaqueta para mantener el equilibrio, luego lo reacomodó en su hombro, teniendo una buena dosis de placer con su «¡Uf!», gruñido mientras el hombro se adhería al suave abultamiento de su vientre.

Parecía que el doncel no estaba contento con el rumbo de su noche.

—¿Hay algún problema con tu capacidad para oír? —dijo el chico socarronamente o tan socarronamente como uno podría sonar estando arrojado sobre el hombro de un hombre.

Él no respondió.

No tenía que hacerlo. Kim Taehyung estaba llenando el silencio bastante bien con sus murmuraciones.

—Nunca debería haber salido de casa... Dios sabe que si hubiera sabido que estarías aquí afuera, hubiera trabado puertas y ventanas y enviado por la policía... Y pensar que... ¡Estaba verdaderamente feliz de verte!

Taehyung había estado feliz de verlo, su risa como la luz del sol y su emoción palpable. Se detuvo a pensar en la última vez que alguien había estado tan feliz de verlo.

A preguntarse si alguna vez alguien había estado tan feliz de verlo. Nadie excepto Kim Taehyung.

Él había arrasado la felicidad del chico, frío y eficazmente, con maestría, esperando que él estuviera acobardado por ello, debilitado.

Y Taehyung había hablado, las palabras suaves y simples resonaron por el lago, enfatizadas por la nieve cayendo, la presión sanguínea en sus oídos y el mordaz conocimiento de la verdad.

Estás en mi tierra.

No es tuya.

La perdiste.

No había nada débil en este doncel. Era fuerte como el acero.
Con un puñado de palabras, él le había recordado que era el último estorbo en la única cosa que había querido en toda su vida adulta. Lo único que le daba un propósito.

Sus tierras.

La tierra de donde había venido, y su padre antes que él, y el padre de su padre antes de eso, generaciones atrás, demasiadas para contarlas.

La tierra que había perdido y se había comprometido a recuperar.
A cualquier costo.

Incluso el matrimonio.

—Tú no puedes simplemente acarrearme como... como... ¡una oveja!

Su zancada se interrumpió por una fracción de segundo.

—¿Una oveja?

Taehyung hizo una pausa, obviamente repensando la comparación.

—¿Los agricultores no acarrean las ovejas sobre sus hombros?

—Nunca he visto semejante cosa, pero tú has vivido en el campo más tiempo que yo, así que si dices que te estoy tratando como una oveja, que así sea.

—Evidentemente no te importa que me sienta como si hubiera sido maltratado.

—Si te sirve de consuelo, no tengo intención de trasquilarte.

—De hecho, no es ningún consuelo en absoluto —dijo Taehyung con aspereza—. ¡Te lo diré otra vez! ¡Bájame! —Él volvió a contonearse, casi deslizándose de su agarre, con un pie peligrosamente cerca de conectar con una parte valiosa de su anatomía.

Él gruñó y lo agarró con más fuerza.

—Detén esto. —Levantó una mano y lo zurró una vez, con fuerza, en el trasero.

Taehyung se puso tieso como una tabla ante la acción.

—Tú no... No puedes... ¡Me golpeaste!

Él abrió la puerta trasera de la cocina de la residencia y lo llevó hacia adentro. Colocando la linterna sobre una mesa cercana, lo apoyó sobre el suelo en el centro del cuarto oscuro.

—Llevas puesta una media docena de capas de ropa y una capa de invierno. Estoy sorprendido de que lo sintieras.

Los ojos de Taehyung brillaban con furia.

—Sin embargo, un caballero jamás soñaría con... con...

Él le observaba titubear torpemente por la palabra, disfrutando de su incomodidad y finalmente ofreciendo:

—Creo que la palabra que estás buscando es “nalgadas”.

Los ojos del chico se abrieron de par en par ante la palabra.

—Sí. Esa. Un caballero no...

—En primer lugar, pensé que ya habíamos establecido que no soy un caballero. Ese barco ya zarpó hace mucho tiempo. Y en segundo lugar, te sorprenderías de lo que hacen los caballeros... y de lo que disfrutan las damas o donceles. —hizo énfasis en esa última palabra.

—No este doncel. Me debes una disculpa.

—No contendría mi aliento esperando eso. —Él oyó su pequeño jadeo y se movió por la cocina hasta el lugar donde había dejado una botella de whisky más temprano esa noche—. ¿Quieres un trago?

—No, gracias.

—Tan educado.

—Uno de los dos debería serlo, ¿no crees?

Se volvió hacia Kim, medio divertido, medio sorprendido por su boca mordaz.

La capucha de su capa se había desprendido y su cabello estaba desarreglado, brillando rubio pálido a la luz tenue. Su barbilla estaba levantada en un signo universal de rebeldía, sus hombros tiesos y derechos, su pecho subía y bajaba con violenta rabia, hinchándose bajo su capa.

Parecía como si a Taehyung le hubiera agradado hacerle no poco daño corporal.

—Esto es un secuestro.

Él tomó un largo trago de la botella, disfrutando de la mirada de conmoción por su comportamiento cuando se limpió los labios con el dorso de la mano y le miró a los ojos. Él permaneció en silencio, divertido por el modo en que su silencio lo erizaba.

Después de un largo rato, Taehyung anunció.

—¡Tú no puedes secuestrarme!

—Como dije afuera, no tengo intención de secuestrarte. —Él se inclinó hacia adelante hasta que su cara estuvo al mismo nivel que la del chico—. Tengo la intención de casarme contigo, cariño.

Taehyung le clavó la mirada un buen rato.

—Me voy.

—No, no te vas.

—No estoy atado. Podría irme si quisiera.

—Las ataduras son para los aficionados. —Él se recostó contra el aparador—. Te aliento a intentarlo.

Taehyung le lanzó una mirada incierta antes de levantar un hombro y dirigirse hacia la puerta. Él le bloqueó la salida. Taehyung se detuvo.

—Me doy cuenta que has estado fuera de la sociedad desde hace mucho tiempo, pero simplemente no puedes secuestrar a tus vecinos.

—Como ya dije, esto no es un secuestro.

—Bien, sea lo que sea, no se hace —dijo malhumorado.

—Creería que a estas alturas te habrías enterado de que me importa muy poco lo que se hace.

Taehyung meditó las palabras por un momento.

—Deberías.

Había una vaga familiaridad en el modo en que él estaba de pie, un palo derecho, instruyéndolo en el comportamiento correcto.

—Ahí está.

—¿Quién?

—El Kim Taehyung de mi infancia. Tan preocupado por el decoro. No has cambiado nada.

Taehyung levantó la barbilla.

—Eso no es cierto.

—¿No?

—No, en absoluto. He cambiado bastante. Por completo.

—¿Cómo?

—Yo... —empezó, luego se detuvo y él se preguntó por lo que estuvo a punto de decir—. Solo soy yo. Ahora déjame ir. —Taehyung se movió para pasar a su lado.

Cuando él no se movió, Kim se detuvo, reacio a tocarlo.

Una lástima. El recuerdo de la calidez de su mano enguantada sobre su mejilla fría destelló. Al parecer su comportamiento afuera había sido fruto de la sorpresa.

Y del placer.

Él se preguntaba qué más podría hacer el chico de manera instintiva en respuesta al placer. Una imagen destelló... cabellos rubios desparramados por las sábanas oscuras y sedosas, ojos de hielo iluminados por la sorpresa mientras él le brindaba al Taehyung correcto y remilgado un atisbo de oscuro y embriagador placer.

Casi lo había besado en la oscuridad. Había comenzado como una forma de intimidarlo, de empezar a comprometer de modo sistemático al tranquilo y modesto Kim Taehyung. Pero él no negaba eso mientras estaba en su cocina estéril, preguntándose cómo sabría. Cómo sonaría la respiración del doncel moviéndose trémulamente por su piel. Cómo se sentiría contra él. Alrededor de él.

—Esto es una tontería.

Las palabras lo trajeron bruscamente al presente.

—¿Estás seguro que no te gustaría tomar un trago?

Sus ojos se abrieron de par en par.

—Yo... ¡No!

Era tan fácil de frustrar. Siempre lo había sido.

—Sigue siendo educado ofrecer un refrigerio a los invitados, ¿no?

—¡No whisky! ¡Y ciertamente no directamente de la botella!

—Supongo que he cometido un terrible error entonces. ¿Quizás podrías recordarme lo que se debería ofrecer a mis invitados en una situación así?

Taehyung abrió la boca y luego la cerró.

—No lo sé, teniendo en cuenta que no estoy acostumbrado a ser secuestrado en mitad de la noche en casas de campo yermas. —Sus labios se apretaron en una furiosa línea recta—. Debería volver a casa. A la cama.

—Sabes que eso se puede arreglar sin que tengas que volver a casa.

Tae hizo un sonidito de frustración.

—Jungkook...

Odiaba el nombre en sus labios.

No, no lo hacía.

—Jeon.

El rubio lo miró a los ojos.

—Jeon... ya has demostrado que tenías razón. —Él permaneció en silencio, curioso y Kim siguió—. Entendí que fue una mala decisión vagar por el bosque en medio de la noche. Ahora entiendo que podría haber sido derrotado. O secuestrado. O peor, y estoy dispuesto a admitir que me has enseñado una lección muy necesaria.

—Qué amable de tu parte.

Taehyung continuó como si él no hubiera hablado, rodeándolo poco a poco. Él se movió para bloquearle la salida. El doncel se detuvo y lo miró a los ojos, sus ojos marrones centellantes con lo que él imaginaba era frustración.

—También estoy dispuesto a ignorar el hecho de que has cometido una flagrante violación a la etiqueta moviéndome físicamente de un lugar público a uno enteramente inapropiado y del todo demasiado privado.

—Y no olvides que te zurré.

—Eso también. Absolutamente... Completamente... más allá de lo apropiado.

—Lo apropiado no parece haberte llevado muy lejos.

Taehyung se aplacó y él supo inmediatamente que había golpeado una fibra sensible. Algo desagradable estalló en lo profundo de él. Él se resistió.
Podría estar planeando casarse con él, pero no estaba planeando cuidar del chico.

—Me temo que tengo planes para ti, Taehyung, y no vas a ninguna parte esta noche. —Él le tendió la botella de whisky y habló, toda seriedad—. Tómate un trago. Lo suavizará hasta mañana.

—¿Qué pasa mañana?

—Mañana, nos casamos.

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