Capítulo 3
—¿Cómo conseguiste las tierras?
—El cómo no tiene importancia —dijo el marqués sin levantar la vista de su comida—. No puedo tenerte arriesgando los éxitos de tus hermanos en el mercado matrimonial por más tiempo. Necesitas casarte. No serás un solterón durante el resto de tus días. Las tierras de los Jeon lo garantizará. Como se ve, ya lo ha hecho. Si no te gusta Ho Seok, ya tengo media docena de cartas de hombres interesados a lo largo de Corea.
Hombres que querían lo que le pertenecía por derecho a Jungkook.
Deja que te proteja.
Las extrañas palabras que Ho Seok le había dicho más temprano tenían sentido ahora.
Se había declarado para protegerlo del lío de propuestas que vendrían por su dote. Se había declarado porque era su amigo.
Y se lo había propuesto por las tierras. Existía una pequeña parcela perteneciente al vizconde Bang al otro lado del territorio.
Algún día, sería de Ho Seok y si Taehyung se casaba con él, tendría las tierras para sumar a eso.
—¡Por supuesto! —exclamó Jun Kyu —. ¡Con razón!
Él no se lo había dicho.
Taehyung sabía que realmente no estaba interesado en casarse con él, pero la prueba de eso no era exactamente agradable. Él permaneció enfocado en su padre.
—La dote. ¿Es pública?
—Por supuesto que es pública. ¿De qué serviría triplicar el valor de la dote de tu hijo si no la haces pública?
Taehyung pasó su tenedor por el puré de nabos, deseando estar en cualquier lugar, excepto en esa mesa, en ese momento, cuando su padre dijo:
—No luzcas tan infeliz. Agradece a tus estrellas que finalmente tendrás un marido. Con las antigua tierras Jeon en tu dote, podrías conquistar al príncipe.
—Me encuentro cansado de los príncipes, padre.
—¡Taehyung! ¡Nadie se cansa de los príncipes!—exclamó su madre.
—Me gustaría conocer a un príncipe —dijo de pronto Jun Kyu, masticando con aire pensativo—. Si Taehyung no quiere las tierras, entonces con mucho gusto la aceptaría como parte de mi dote.
Kim deslizó la mirada hacia su hermano.
—Sí, imagino que lo harías. Pero dudo que la necesites. —Jun Kyu tenía los mismos cabellos rubios, la piel pálida y los ojos de color castaños claro que tenía Taehyung, pero en lugar de hacerlo lucir como Taehyung, lucía como lavazas tibia. Jun Kyu era impresionantemente hermoso y el tipo de doncel que podía chasquear los dedos y traer los hombres a su lado.
Peor aún, él lo sabía.
—Tú lo necesitas. Sobre todo ahora —dijo Min Seok de manera pragmática antes de volverse de nuevo a Taehyung —. Hubo un tiempo en que eras lo bastante joven para captar la atención de un hombre decente, pero estás muy lejos de eso.
Kim Taehyung esperaba que uno de sus hermanos entrase en el combate para defenderlo. Para protestar por las palabras de su padre. Para decir, quizás, Taehyung no lo necesita. Alguien maravilloso vendrá y descubriría el amor con él. A primera vista. Obviamente.
Él ignoró la punzada de tristeza que estalló ante la aceptación silenciosa de las palabras.
Taehyung vio la verdad en la mirada de su padre. La certeza. Y supo, sin lugar a dudas, que estaría casado como su padre deseaba, como si fuera la Edad Media y él estuviera repartiendo una pequeña porción de su feudo.
Excepto que él no estaba repartiendo algo.
—¿Cómo es posible que las tierras pertenezca ahora al marqués Kim?
—Eso no debería preocuparte.
—Pero lo hace —presionó Taehyung —. ¿Dónde lo obtuviste? ¿Lo sabe Jungkook?
—No sé —dijo el marqués levantando su copa de vino—. Imagino que es solo cuestión de tiempo antes de que lo haga.
—Quién sabe lo que Jungkook sabe —se mofó su madre—. Nadie de la clase refinada ha visto al marqués de Jeon en años.
No desde que él desapareció por el escándalo. No desde que lo había perdido todo por el padre de Ho Seok.
Taehyung negó con la cabeza.
—¿Has tratado de devolvérselo?
—¡Taehyung! ¡No seas desagradecido! —trinó la marquesa—. ¡La incorporación de esas tierras a tu dote es un brillante ejemplo de la generosidad de tu padre!
Un ejemplo del deseo de su padre de librarse de su problemático hijo.
—No lo quiero.
Él sabía que las palabras eran una mentira incluso mientras las decía. Por supuesto que lo quería. Las tierras anexas eran exuberantes, vibrantes y estaban llenas de recuerdos de su infancia.
De recuerdos de Jungkook.
Habían pasado años desde que lo había visto, él había sido un niño cuando Jeon había dejado Busan y apenas se fue cuando su escándalo había sido la comidilla de los aristócratas de Seúl y de los sirvientes de Busan. Ahora, si Taehyung oía hablar de él, era en fragmentos de chismes de las mujeres y donceles más experimentados de la alta sociedad. Él estaba en Seúl regentando un club de juego, Kim había escuchado una vez a un grupo de mujeres particularmente locuaces en un salón, pero nunca había preguntado dónde, pareciendo saber de manera instintiva que los donceles como él no frecuentaban el lugar donde Jungkook había aterrizado cuando cayó en desgracia.
—No tienes elección, Taehyung. Es mío. Y pronto será de tu marido. Los hombres a lo largo de Corea del Sur vendrán en busca de una oportunidad para ganarlo. Cásate con Ho Seok o con uno de ellos después, si lo deseas. Pero te casarás en esta temporada.
Él se recostó en la silla, extendiendo sus manos sobre su ancha circunferencia.
—Un día, me lo agradecerás.
Te casarás en esta temporada.
—¿Por qué no se lo devolviste a Jungkook?
Min Seok suspiró, arrojando al suelo la servilleta y levantándose de la mesa, dando por terminada la conversación.
—Él la descuidó primero —se limitó a decir antes de salir de la habitación. Con Ji Soo pisándole los talones.
Podrían haber pasado dieciséis años desde que él lo había visto por última vez, pero una parte suya todavía consideraba a Jeon Jungkook, el marqués de Jeon, un querido amigo y no le gustaba el modo en que su padre hablaba de él. Como si fuera de poco valor y escasa importancia.
Sin embargo, Taehyung no conocía a Jungkook, no al hombre. Pero se permitía pensar en él, más a menudo de lo que le hubiera gustado admitir, él no era el joven de veintiún años que había perdido todo en un absurdo juego de azar.
No, en sus pensamientos, Jungkook seguía siendo su amigo de la infancia, el primero que a los doce años lo había llevado a través de un terreno enlodado de una aventura a otra, riéndose en los momentos inoportunos hasta que Tae no podía resistirse a reír con él, cubriendo de lodo sus rodillas en los campos húmedos que se extendían entre sus casas y lanzando guijarros a su ventana en las mañanas de verano antes de que se dirigiera a pescar al lago que se extendía por las tierras de Jeon.
Él suponía que el lago era parte de su dote ahora.
Jungkook tendría que pedir permiso para pescar allí.
Él tendría que pedir permiso a su esposo para pescar allí.
La idea sería risible si no fuera tan equivocada.
Y nadie parecía darse cuenta
Taehyung levantó la mirada, encontrando primero la de Seok Jin al otro lado de la mesa, los ojos marrones abiertos de par en par parpadeando, luego la de Jun Kyu llena de... ¿alivio?
Ante la mirada interrogativa de Taehyung, Jun Kyu dijo:
—Confieso que no me gustaba la idea de un hermano que hubiera fracasado en el mercado matrimonial. Es mucho mejor así para mí.
—Estoy feliz de que alguien pueda estar satisfecho con los acontecimientos del día —dijo Kim.
—Bueno, en realidad, Taehyung, tienes que admitir que casándote nos ayudarás a todos nosotros —continuó Jun Kyu—. Tú fuiste una razón importante para que Yeji y Yuju se conformaran con sus aburridos maridos.
No era como si él lo hubiera planeado de ese modo.
—¡Jun Kyu! —dijo Seok Jin en voz baja—. Eso no es muy agradable.
—Oh, puro bla, bla. TaeTae sabe que es verdad.
¿Lo sabía?
—¿Te lo he dificultado? —Preguntó volviéndose a Seok.
Seok Jin contestó con evasivas.
—De ningún modo. Choi envió la semana pasada noticias a padre de que planeaba cortejarme en serio y no es como si fuera el más común de los debutantes.
Era un eufemismo. Seok Jin era una especie de marisabidilla, muy enfocado en las ciencias y fascinado por el interior de los seres vivos, desde las plantas a las personas. En una ocasión, había robado un ganso de la cocina y lo había cortado en pedacitos en su dormitorio. Todo había estado bien hasta que una criada había entrado, descubierto a Seok Jin metido hasta los codos en las entrañas del ave y gritado como si ella hubiera tropezado con una escena de crimen en Seven Dials.
Jin había sido regañado con dureza y la criada reasignada a los pisos inferiores de la casa solariega.
—Debería ser llamado lord Simplón —dijo Jun Kyu con franqueza.
Seok Jin se rió entre dientes.
—Detente. Él es bastante agradable. Le gustan los perros. —Él miró a Taehyung —. Como a Ho Seok.
—¿Esto es a lo que hemos llegado? ¿Elegir a nuestros potenciales maridos porque les gustan los perros? —preguntó Jun Kyu.
Seok Jin, simplemente levantó un hombro.
—Así es como se hace. El gusto por los perros es más de lo que la mayoría de esposos y esposas de la alta sociedad tienen en común.
Seok Jin tenía razón.
Pero no como debería ser. Los donceles con la apariencia y la crianza de sus hermanos deberían estar escogiendo a sus maridos basados en algo más que en la camaradería canina.
Deberían ser consentidos por la alta sociedad, con toda esta en sus manos, esperando moldearlos.
Pero no lo eran, debido a Taehyung quien, irónicamente, había sido considerado el más mimado de los mimados de la alta sociedad cuando había debutado, el novio elegido por el duque Bogum, de conducta y pedigrí impecable. Después de que su compromiso se hubiera disuelto en un vendaval perfecto de mujeres jóvenes arruinadas, hijos ilegítimos y el matrimonio por amor de la época; Taehyung, trágicamente para sus hermanos, había perdido el amado status.
En lugar de eso, había sido relegado a buen amigo de la sociedad, en ese entonces amistad bienvenida, y más recientemente, el de invitado perfecto con una bienvenida muy hospitalaria.
Él no era hermoso (a sus ojos). No era inteligente. No era gran cosa en nada, excepto el hijo mayor de alguien muy rico y aristocrático.
Nacido y criado para ser el esposo de alguien igual de rico y aristocrático.
Y casi había sido simplemente eso.
Hasta que todo había cambiado.
Incluso sus expectativas.
Lamentablemente, las expectativas no hacen buenos matrimonios. No para él y tampoco para sus hermanos. Y, del mismo modo que no era justo para Taehyung sufrir a causa de un compromiso roto de casi una década de antigüedad, no era justo para sus hermanos sufrir por eso tampoco.
—Nunca tuve la intención de haceros pasar un mal rato para conseguir esposo —dijo en voz baja.
—Tienes suerte entonces de poder rectificar la situación —dijo Jun Kyu, obviamente desinteresado en los sentimientos de su hermano mayor—. Después de todo, tus posibilidades de encontrar un marido de calidad pueden ser escasas, pero las mías son muy buenas por cierto. Incluso mejor si tú estás casado con un futuro vizconde.
La culpa estalló y Taehyung se volvió hacia Seok Jin, quien lo estaba observando con atención.
—¿Estás de acuerdo?
Seok inclinó la cabeza, considerando sus opciones, resolviendo por último:
—No puede dañar, Tae.
No a ti, al menos, pensó Taehyung, en una oleada de melancolía cuando se dio cuenta que iba a aceptar la propuesta de Ho Seok.
Por el bien de sus hermanos.
Después de todo, podría ser mucho peor. Quizás, con el tiempo, él lo amaría.
Busan, noviembre de 1813
Querido J:
Esta noche quemaron a Guy y todo el clan partió para la impresionante exhibición. Tuve que escribir, dado que me acongojé realmente al darme cuenta que un joven estaba dispuesto a probar su habilidad en trepar el montón de madera para robar el sombrero del señor Bang. Tal vez en Navidad, tú puedas enseñarles una o dos cosas.
Tu leal amigo: T
Seúl, noviembre de 1813
Querido T:
Ellos no me necesitan para enseñarles, no cuando tú estás allí y eres perfectamente capaz de robar esa desvencijada gorra por ti mismo. ¿O eres un verdadero doncel en los tiempos que corren? Estaré en casa para Navidad. Si eres muy bueno, te llevaré un regalo.
...J
1831
Esa noche, cuando toda la casa estaba dormida, Taehyung se puso su capa más abrigada, buscó su manguito y una linterna de su escritorio y salió a caminar por su tierra.
Bueno no precisamente su tierra.
La tierra anexada a su mano en matrimonio. La tierra que Ho Seok y un sinnúmero de apuestos y jóvenes pretendientes aceptarían felices a cambio de sacar a Taehyung del rebaño familiar y tomarlo por esposo.
¡Qué romántico!
Se había pasado demasiados años esperando por más. Creyendo, aunque él mismo se dijera que no, que también podría ser tan afortunado. Que podría encontrar algo más, alguien más.
No. Él no pensaría en eso.
Especialmente ahora que se encaminaba hacia la clase de matrimonio que siempre había esperado evitar. Ahora que no tenía ninguna duda de que su padre se había comprometido a casar a su hijo mayor esta temporada con Ho Seok o algún otro. Él pensó en los hombres solteros de la alta sociedad que estaban lo bastante desesperados para casarse con alguien de veintiocho años con un compromiso roto en su pasado.
Ni uno solo tenía la apariencia de un marido que le pudiera apetecer.
Un marido que pudiera amar.
Por lo tanto, era Ho Seok.
Sería Ho Seok.
Él se preparó contra el frío, hundiendo la cara en la capa, y tirando la capucha baja sobre la frente. Sabía que, los donceles bien educados no salían a dar un paseo a altas horas de la noche, pero todo Busan estaba dormido, el vecino más cercano estaba a kilómetros de distancia, y el intenso frío se correspondía con su intensa irritación ante los acontecimientos del día.
No era justo que un compromiso roto en un pasado remoto ocasionara un presente tan difícil.
Uno pensaría que ocho años habían hecho que Corea olvidara el legendario otoño de 1823, pero en lugar de eso, Taehyung era mortificado con su historia. En los salones de baile, permanecían los cuchicheos; en los salones de las damas y donceles, los abanicos todavía revoloteaban como alas de colibrí, escondiendo las conversaciones en voz baja de las cuales de vez en cuando atrapaba fragmentos, la silenciosa especulación acerca de lo que él había hecho para perder el interés de su duque o de por qué se creía lo bastante encumbrado como para rechazar las otras ofertas.
Por supuesto, no que Taehyung tuviera un alto concepto de sí mismo. No que él tuviera un alto concepto de la promesa de más.
De una vida llena con más que el marido que había estado preparado para esperar, él le gustaría pero no lo amaría; y de uno o dos niños que siempre había asumido lo amarían, pero no lo conocerían.
¿Era eso mucho pedir?
Al parecer.
Kim subió una pendiente ventiscosa, haciendo una breve pausa en la cima de la elevación, bajando la mirada hacia la negrura del lago, el lago que marcaba el límite de las tierras de Kim y Jeon, de las antiguas tierras de Jeon. Y mientras estaba de pie, mirando perdido hacia la oscuridad, reflexionando sobre su futuro, se dio cuenta de lo poco que quería una vida tranquila de color de rosa, contradanzas y limonada tibia.
Taehyung quería más.
El susurro de la palabra atravesó sus pensamientos en una oleada de tristeza.
Más.
Más de lo que tendría, más de lo que había resultado.
Más de lo que nunca debería haber soñado.
No era que él estuviera descontento con su existencia. Realmente, era lujosa. Taehyung estaba bien alojado, alimentado y le faltaba muy poco. Tenía una familia que era, por lo general tolerable, y amigos con quienes podía pasar una tarde de vez en cuando. Y cuando se redujo a eso, sus días no eran tan diferentes ahora de lo que serían si estuviera casado con Ho Seok.
Entonces, ¿por qué lo ponía tan triste pensar en casarse con Ho Seok?
Después de todo, él era amable, generoso, tenía un poco de buen humor y una sonrisa acogedora. No era tan guapo como para llamar la atención, ni tan listo como para intimidar.
Todo parecían atributos apropiados.
Imaginó tomar su mano y dejarlo escoltarle a un baile, al teatro, a cenar. Se imaginó bailando con él. Sonriéndole. Imagino la sensación de su mano sobre la de él.
Era...
Era fría y húmeda.
No existía una verdadera razón para creer que Ho Seok tendría las manos húmedas, por supuesto, ciertamente, él probablemente tuviera manos cálidas, completamente secas. No obstante, Taehyung se limpió la palma de la mano enguantada sobre sus ropas. ¿Se suponía que los maridos tuvieran manos fuertes y firmes? ¿Sobre todo en la fantasía?
¿Por qué Bang no?
Él era un buen amigo. No era muy amable de su parte imaginarlo con las manos húmedas y frías. Se merecía algo mejor.
Respiró profundo, disfrutando del pinchazo del gélido aire, cerró los ojos y volvió a intentarlo, hizo su mejor esfuerzo para imaginarse siendo un Bang.
Sonriéndole a su esposo. Con amor.
Él le sonrió.
—Vamos a hacerlo, ¿de acuerdo?
Taehyung abrió los ojos.
Caray.
Bajó con dificultad la colina en dirección al lago helado.
Se casaría con Ho Seok.
Por su bien.
Por el bien de sus hermanos.
Salvo que no parecía para nada bueno. No de verdad.
A pesar de todo. Era lo que los hijos mayores de buena crianza hacían.
Ellos hacían lo que se les decía.
Incluso si no lo deseaban.
Incluso si deseaban más.
Y fue entonces cuando vio la luz a la distancia, en el bosquecillo de árboles, en el borde más alejado del lago.
Se detuvo, entrecerrando los ojos en la oscuridad, ignorando el viento corrosivo en sus mejillas.
Quizás la había imaginado.
Quizás había sido la luna brillando en la nieve.
Una razonable posibilidad, si no fuera porque la nieve cayendo le bloqueaba la vista de la luna.
La luz parpadeó de nuevo y Taehyung jadeó, dando un paso atrás, los ojos abiertos de par en par mientras la luz se movía rápidamente a través de los árboles.
Él entrecerró los ojos en la oscuridad, inclinándose hacia adelante sin mover los pies, con la mirada fija en el lugar donde una luz amarillenta parpadeaba en la arboleda, como si unos pocos centímetros le pudiera facilitar ver la fuente de luz.
—Hay alguien... —susurró, las palabras desvaneciéndose en el silencio frío.
Alguien estaba allí.
Podría haber sido un criado, pero parecía poco probable. Los criados de Jeon no tenían motivos para estar junto al lago a altas horas de la noche y habían pasado años desde que el último de los criados hubiera dejado la residencia Jeon. Después de que se hubieran ido, el contenido de la finca había sido recolectado y la enorme estructura de piedra había quedado vacía y no querida.
Tenía que hacer algo.
Podría ser cualquier cosa. Un incendio. Un intruso. Un fantasma.
Bueno probablemente no lo último.
Pero era muy posible que se tratara de un fisgón que pronto sería un intruso dispuesto a asediar la propiedad. Si lo fuera, alguien tenía que hacer algo.
Después de todo, los intrusos no podían tener permiso para instalarse dentro de la propiedad del marqués Jeon.
Si el propio hombre no estaba dispuesto a asegurar su hacienda, parecía que la tarea recaía en Taehyung. Él tenía una inversión igual en las tierras a estas alturas, ¿no es así? Si la casa solariega era invadida por piratas o bandidos, de seguro eso afectaría el valor de su dote, ¿verdad?
No que a él le hubiera entusiasmado la perspectiva de usar su dote.
Sin embargo, era cuestión de principios.
La luz destelló de nuevo.
No parecía que hubiera muchos bandidos por allí afuera, al menos que ellos hubieran venido mal equipados de artefactos lumínicos.
Ahora que lo pensaba, era poco probable que fueran piratas o bandoleros planeando establecer su residencia aquí, debido a que el océano estaba a buena distancia.
No obstante...
Alguien estaba allí...
La pregunta seguía siendo quién...
Y por qué.
Pero había una cosa de la cual Taehyung estaba seguro. Los donceles de buena crianza no inspeccionaban luces extrañas en medio de la noche.
Decididamente, eso sería demasiado aventurero.
Sería más.
Y, en verdad, eso tomó la decisión por él.
Había dicho que quería más y más había llegado.
El universo funcionaba de formas maravillosas, ¿verdad?
Respiró hondo, enderezó los hombros y avanzó, la excitación impulsándole hacia una gran mata de acebos al borde del lago antes de que registrara la estupidez de sus acciones.
Él estaba afuera.
En medio de la noche.
En el frío intenso.
Se dirigía hacia cualquier número de criaturas nefastas y cuestionables.
Y nadie sabía dónde estaba.
De repente, el matrimonio con Ho Seok no parecía tan malo.
No cuando era muy probable que estuviera a punto de ser asesinado por piratas terrestres.
Él escuchó el crujido de la nieve cercana, y se detuvo de golpe, levantando la linterna en alto y mirando con atención en la oscuridad más allá del acebo hacia la arboleda donde había visto la luz antes.
Ahora, no veía nada.
Nada excepto nieve cayendo y una sombra que fácilmente podría haber sido la de un oso rabioso.
—Qué disparate... —se susurró, el sonido de su voz en la oscuridad era un alivio—. No hay osos en Busan.
Taehyung no quedó convencido y no se quedaría para descubrir si esa sombra negra era, de hecho, un oso. Tenía cosas que hacer en casa. La primera de ellas, aceptar la propuesta de Ho Seok.
Excepto que, en el preciso momento en que había decidido dar media vuelta y regresar, un hombre llegó a través de los árboles, con una linterna en la mano.
Nota: La Noche de Guy Fawkes (en inglés: Guy Fawkes Night, también conocida como Bonfire Night, la Noche de las Hogueras.
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