Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 21

Busan, noviembre de 1829

Querido J:
Estoy de un humor un poco reflexivo, han pasado seis años del día de “La Debacle Park”, como a mi padre le gusta referirse a ello y he rechazado tres propuestas, cada una menos atractiva que la anterior.

No obstante, mi madre continúa llevándome a modistas y casas de té para donceles, como si de alguna manera pudiera borrar el pasado con unos pocos metros de seda o un olorcillo a bergamota. Esto no puede continuar para siempre, ¿verdad?

Peor aún, sigo escribiendo cartas a un fantasma e imagino que, un día, las respuestas llegaran por correo.

Sin firma

(Carta no enviada)
1831

—Grosella tonta.

Taehyung no levantó la cabeza de donde esta reposaba en el hombro de Jungkook, el cabello rubio despeinado.

—¿Perdón?

Jeon deslizaba una mano cálida por su espalda, acariciándolo y haciéndole estremecer de placer.

—Tan educado.—Se recostó sobre el borde del diván, sin querer soltarlo todavía, pero sabiendo que el doncel se enfriaría en la gran sala si no hacía algo. Agarró su levita de donde la había dejado amontonada en el suelo en su prisa por acercarse a su esposo y arrojó la tela de lana azul marino sobre ambos.

Taehyung se acurrucó contra él debajo del abrigo y Jungkook contuvo el aliento ante la sensación suave y sedosa contra él.

—Grosella tonta —repitió él.

—Eso no es una cosa muy bonita para llamar a tu esposo —dijo Taehyung con una pequeña sonrisa, sin incluso abrir los ojos—. Aunque después de lo que acabamos de hacer, yo podría ser un poquito grosella tonta encima de ti.

Era increíblemente tonto y Jungkook no pudo evitar su risa.

¿Cuánto tiempo había pasado desde que se había reído de algo tan tonto?

Toda una vida.

—Chico chistoso. —dijo, abrazándolo con fuerza—. Gooseberry fool (Grosella tonta) es mi pudín favorito.

Taehyung se congeló ante eso, sus dedos detuvieron los adorables remolinos en su pecho. El marqués le tomó la mano, llevándoselos hasta sus labios y besándolos rápidamente.

—También me gusta Raspberry fool (Frambuesa tonta). Y el de ruibarbo.

Taehyung levantó la cabeza, sus ojos lo buscaron, como si acabara de hacer una confesión impactante.

—Gooseberry fool.

Jungkook comenzó a sentirse idiota. El doncel realmente no estaba interesado por su pudín favorito.

—Sí.

Entonces sonrió, una sonrisa cuadrada y bella y Jungkook ya no se sintió más idiota. Se sintió como un rey. Taehyung volvió a apoyar la cabeza sobre su pecho, su pecho subiendo y bajando en contra de este a un ritmo tentador.

Luego dijo con sencillez:

—Me gusta el de melaza.

Y Jungkook quiso volver a hacer el amor con él.

¿Cómo era posible que una conversación sobre postres pudiera ser tan afrodisíaca?

La mano del pelinegro volvió a bajar por su columna, se curvó sobre su trasero redondeado y lo tiró hacia él, amando la sensación de Taehyung. Le besó la sien.

—Lo recuerdo. —No lo había recordado hasta el momento en que el doncel lo mencionó, cuando una imagen de un Taehyung joven en las cocinas de su casa, con la cara redonda cubierta de melaza, había llegado rápida y nítida. Jungkook sonrió ante el pegajoso recuerdo—. Solías convencer a nuestro cocinero que te dejara lamer el tazón.

Taehyung escondió la cara en su pecho, avergonzado.

—No lo hacía.

—Sí, lo hacías.

El rubio negó con la cabeza, su sedoso cabello resolviéndose aún más.

—Cucharas, tal vez. Pero nunca el tazón. Los donceles no lamen los tazones.

Él se rió ante la decorosa corrección, el ruido ronco sorprendiéndolos a ambos. Se sentía bien yacer allí y reír con su esposo. Mejor de lo que se había sentido en mucho, mucho tiempo. A pesar de que sabía que este momento era todo lo que tenían, el último momento tranquilo antes de que todo el infierno se desatara y arruinara la poca buena voluntad que Taehyung tenía para con él.

Lo rodeó con un brazo, estrechándolo con fuerza mientras el pensamiento resonaba en su cabeza.

Pero en este momento, el chico era de él.

—Parece que tu aventura fue un éxito.

Taehyung levantó la cabeza, apoyó su barbilla sobre sus palmas y lo miró con sus ojos brillando de excitación.

—Estoy deseando la próxima.

La mano de Jungkook se deslizó por un muslo.

—¿Por qué dudo en preguntar?

—Quiero jugar a los dados.

Él se imaginó a Taehyung besando los dados de marfil antes de arrojarlos por el lujoso tapete verde en una de las habitaciones de dados escaleras abajo.

—Sabes que los dados son un juego que no puedes ganar.

El rubio sonrió.

—También dicen eso sobre la ruleta.

Jungkook correspondió a su sonrisa.

—Lo hacen. Solo tuviste suerte.

—El número veintitrés.

—Por desgracia, los dados solo totalizan doce.

El pelirrubio se encogió de hombros brevemente y el abrigo se deslizó del hombro pálido y perfecto.

—Perseveraré.

Jungkook bajó la cabeza para colocar un beso en su piel desnuda.

—Pensaremos lo de los dados. Todavía me estoy recuperando de la aventura de esta noche, brujo.

Y mañana recordarás todas las razones por las que no me quieres cerca de ti.

Jungkook cerró los ojos y suspiró con el placer recordado, el sonido lo tuvo cambiando de posición debajo del doncel para esconder su engrosado deseo.

Lo deseaba de nuevo.

Pero se controlaría.

Deberían levantarse.

Pero Jeon no podía resignarse a moverse.

—¿Jungkook? —Taehyung volvió a abrir los ojos, brillantes como un cielo de verano. Un hombre podía perderse para siempre en ellos—. ¿Dónde fuiste?

—¿Dónde fui cuándo?

—Después que... perdiste todo.

Un estremecimiento de aversión lo atravesó de lado a lado. Jungkook no quería contestarle. No quería darle más razones para lamentar su matrimonio.

—No fui a ninguna parte. Me quedé en Seúl.

—¿Qué sucedió?

Qué pregunta. Habían pasado tantas cosas. Tantas habían cambiado. Tantas que él no quería que el doncel supiera. Tantas cosas de las que no quería que él formara parte.

Tantas de las que deseaba no haber formado parte.

Jungkook respiró profundo, las manos en su cintura para moverlo, para levantarse.

—No quieres oír hablar de eso.

Taehyung se levantó con un impulso con las manos apoyadas sobre su pecho, suspendiendo el movimiento.

—Quiero oír hablar de eso. —Bajó la mirada hacia el pelinegro, rehusándose a ceder.

A dejarlo retraerse.

Jungkook se recostó resignado.

—¿Cuánto sabes?

—Sé que lo perdiste todo en un juego de azar.

Taehyung estaba muy cerca con sus ojos tan absortos y la pena se disparó a través de Jungkook. Odiaba que conociera sus errores. Su vergüenza. Para el doncel, deseaba ser otra persona. Alguien nuevo. Alguien digno.

Pero tal vez si le contara la historia, si Taehyung supiera todo, evitaría que se acercara demasiado. Quizás evitaría que le importara demasiado.

Demasiado tarde.

Él se armó de valor con el pensamiento y susurró apenas.

—Tenía vingt-et-un.

Taehyung no apartó la mirada.

—Eras joven.

—Veintiuno. Lo bastante mayor para apostar todo lo que tenía.

—Eras joven —repitió con énfasis.

Jungkook no discutió.

—Me jugué todo. Todo lo que no estaba vinculado. Todo lo que no estaba inmovilizado por generaciones. Como un tonto. —Jungkook esperó que el chico estuviera de acuerdo. Cuando no lo hizo, continuó—. Bang me empujó a apostar más y más, acicateándome, ridiculizándome ofensivamente hasta que todo lo que tenía estaba sobre la mesa y yo estaba seguro de que ganaría.

Taehyung negó con la cabeza ante eso.

—¿Cómo podrías saberlo?

—No podía, ¿verdad? Pero había estado caliente durante toda la noche, había ganado mano tras mano. Cuando estás con una racha ganadora, te sientes eufórico. Llega un momento en que todo cambia, se te escapa la razón y crees que es imposible perder. —Las palabras brotaban con libertad ahora, junto con los recuerdos que había mantenido bajo llave durante muchísimo tiempo—. Para algunos jugar es una enfermedad. Y yo la padecía. El remedio estaba ganando. Esa noche no podía dejar de ganar. Hasta que dejé de ganar y perdí todo. —El doncel lo observaba con absorta atención—. Me hizo caer en la tentación, convenciéndome de apostar cada vez más...

—¿Por qué tú? —había un surco entre las cejas y rabia en su voz y Jungkook extendió la mano para alisar la piel arrugada allí—. ¡Eras tan joven!

—Tan rápido para defenderme sin toda la información. —Su toque siguió la pendiente de su nariz—. Él lo había cimentado. Las tierras, el dinero, todo. Mi padre era un buen hombre, pero cuando murió, la hacienda no era tan exitosa como podría serlo. Pero había suficiente allí para que Bang trabajara, para hacerla prosperar, y él lo hizo. Para cuando yo heredé el marquesado valía más que sus propias tierras y él no quería renunciar a eso.

—La avaricia es un pecado.

Como lo es la venganza. Jungkook hizo una pausa, pensando de nuevo en el juego de años atrás que había revivido centenares, miles de veces.

—Me dijo que con el tiempo le agradecería que me hubiera quitado todo —dijo, no pudiendo evitar la ironía en el tono de su voz.

Taehyung se quedó en silencio durante un largo rato, sus ojos serios.

—Tal vez tenía razón.

—No la tenía. —No pasaba un día en que Jungkook no tuviera resentimientos hacia el mero aire que Bang respiraba.

—Bueno, tal vez gratitud es demasiado. Pero piensa en cómo te levantaste a pesar de sus obstáculos. Piensa en la forma en que te enfrentaste a sus acciones. Conquistándolas.

Había una apremiante falta de aliento en la voz de Taehyung, y Jungkook de inmediato lo adoró y odió.

—Te dije una vez que no me convirtieras en un héroe, Taehyung. Nada de lo que hice... nada de lo que soy... es heróico.

El rubio negó con la cabeza.

—Estás equivocado. Eres mucho más de lo que crees.

Jungkook pensó en los papeles en el bolsillo de su abrigo, en el plan que había puesto en marcha esa mañana. En la venganza por la que había esperado todos estos años. Taehyung vería muy pronto que él no era un héroe.

—Desearía que fuera verdad.
Por ti.

El pensamiento lo obsesionaba.

El antiguo Kim se acercó, su mirada seria y firme.

—¿No lo ves, Jungkook? ¿No ves cuánto más eres ahora de lo que habrías sido? ¿Cuánto más fuerte? ¿Cuánto más poderoso? Si no fuera por ese momento, por la forma en que te cambió, por el modo en que cambió tu vida... no estarías aquí. —Su voz se convirtió en un susurro—. Y yo tampoco.

Jeon apretó los brazos en torno a él.

—Bueno, eso es algo.

Yacieron allí durante mucho tiempo, perdidos en sus pensamientos antes de que Taehyung cambiara de tema.

—¿Y después del juego? ¿Qué sucedió entonces?

Jungkook levantó la mirada al techo, recordando.

—Me dejó una guinea.

Taehyung levantó la cabeza.

—Tu amuleto.

Su inteligente esposo.

—No lo gastaría. No tomaría nada de él. No hasta que pudiera tomar todo de él.

El de cabellos dorados lo estaba observando con atención.

—Venganza.

—No tenía nada excepto las ropas sobre mis espaldas y un puñado de monedas en el bolsillo... Yu Gyeom me encontró. Habíamos sido amigos en la escuela y él peleaba contra cualquiera que pagara por un combate. En las noches cuando no estaba boxeando, jugábamos a los dados en la calle en Bar.

Taehyung frunció el ceño.

—¿No era peligroso?

Él vio la preocupación en sus ojos y una parte de Jungkook ansió su ternura, su dulzura. Su presencia allí, en sus brazos mientras le contaba esta historia, era una bendición. Era como si Taehyung, con su preocupación y cuidado, le pudiera salvar.

Excepto que él estaba mucho más allá de la salvación y el doncel no se merecía esta vida llena de pecado y vicio. Se merecía mucho más. Algo mucho mejor. Él encogió un hombro.

—Aprendimos rápidamente cuándo pelear y cuándo huir.

Una de las manos de Taehyung subió hasta su rostro y le tocó con suavidad el labio que estaba curándose.

—Todavía peleas.

Él sonrió y su voz se volvió oscura.

—Y ha pasado un tiempo largo desde que huía.

Su mirada parpadeó hacia la ventana de cristal, donde la noche estaba avanzando y las velas en las arañas más allá desvaneciéndose.

—¿Y The Angel?

Jungkook levantó la mano, asió un mechón de cabello rubio y lo enroscó en sus dedos, amando la manera en que se aferraba a él.

—Cuatro años y medio después, Yu Gyeom y yo habíamos perfeccionado nuestro negocio, nuestras partidas de dados se movían de un lugar a otro, dependiendo de los jugadores, y una noche tuvimos veinte o treinta hombres, todos apostando. Yo tenía un montón de dinero en la mano y sabíamos que era cuestión de tiempo antes de que tuviéramos que terminar el juego o arriesgarnos a que nos robaran. —Él soltó su cabello y restregó el pulgar por su mejilla—. Nunca fui bueno para saber cuándo parar. Siempre quise una partida más, una rodada más de los dados.

—¿Apostabas en los juegos?

El marqués lo miró a los ojos, queriendo que escuchara las palabras. La promesa en ellas.

—No he hecho una apuesta en nueve años.

La comprensión destelló en la mirada contraria. El orgullo también.

—No desde que perdiste contra Bang.

—Eso no cambia el modo en que las mesas me llaman. No hace los dados menos tentadores. Y cuando la ruleta gira... siempre hago una suposición de en donde se detendrá.

—Pero nunca apuestas.

—No. Pero me encanta ver que otro lo hace. Esa noche, varias veces Yug Geom dijo que deberíamos irnos. Que el juego se estaba enfriando, pero me podría haber pasado otra hora, otras dos y continué retrasándolo. Una rodada más de los dados. Una ronda más de apuestas. Una más importante. —Él estaba perdido en el recuerdo—. Ellos salieron de la nada y deberíamos estar agradecidos de que tuvieran garrotes y no pistolas. Los hombres haciendo rodar los dados huyeron ante el primer indicio de problema, pero ellos habrían estado bien aun si se quedaban.

—Ellos os querían. —Las palabras de Taehyung eran un susurro.

Jungkook asintió con la cabeza.

—Ellos querían nuestra recaudación. Unas mil libras. Tal vez más.

Más de lo que cualquiera debería llevar en una calle.

—Peleamos tan bien como pudimos, pero éramos dos contra seis... se sentían como nueve. —Jungkook se echó a reír, el sonido apenas allí—. Diecinueve, más bien.

A Taehyung no le hacía gracia.

—Deberías haberles dado el dinero. No valía tu vida.

—Mi astuto esposo. Si tan solo hubieras estado allí. —La cara de Taehyung se había puesto en blanco. Jungkook bajó su boca hacia la de él para un beso rápido—. Estoy aquí. Vivo y bien, desafortunadamente para ti.

Taehyung negó con la cabeza, su urgencia haciendo cosas extrañas en sus tripas.

—No lo digas ni en broma. ¿Qué pasó?

—Pensé que estábamos arruinados cuando un carruaje salió de Dios sabe dónde y un batallón de hombres del tamaño de Yu Gyeom se apearon. Ellos se unieron a nosotros, vencieron a los enemigos y cuando los sinvergüenzas escaparon, con la cola entre las piernas, fuimos arrojados dentro del carruaje para conocer a nuestro salvador.

Taehyung se adelantó a la historia.

—Jimin.

—El propietario del The Fallen Angel.

—¿Qué quería?

—Socios comerciales. Alguien para armar los juegos. Alguien para manejar la seguridad. Hombres que entendieran tanto el brillo como la vulgaridad de la aristocracia.

Taehyung dejó escapar un largo aliento.

—Él salvó tu vida.

Jungkook estaba perdido en el recuerdo de aquel primer encuentro, cuando se había percatado de que podía tener una posibilidad de recuperar todo lo que había perdido.

—Por cierto.

Taehyung se estiró y le besó el labio inflamado, su lengua saliendo para lamer el cardenal allí.

—Él está equivocado.

Su atención volvió bruscamente al doncel.

—¿Jimin?

Taehyung asintió con la cabeza.

—Cree que tiene una deuda conmigo.

—Así parece.

—Soy yo quien tiene una con él. Él te salvó. Para mí.

El doncel volvió a besarlo y Jungkook se quedó sin aliento, diciéndose a sí mismo que era en respuesta a la caricia, cuando eran sus palabras las que amenazaban sus fuerzas. Jeon levantó las manos enterrándolas en su cabello, mientras saboreaba su gratitud, su alivio y alguna otra cosa que él no podía identificar, una tentación maravillosa.

Algo que estaba seguro no merecía.

Apretó el puño en su cabello y se apartó del beso, deseando con desesperación poder continuarlo. Pero él no le podía permitir, no podía permitirse, sin recordarle con precisión quién era, lo que era.

—He perdido todo, Taehyung. Todo. Tierras, dinero, el contenido de mis casas... de las casas de mi padre. Perdí todo lo que me recordaba a ellos. —Se hizo un largo silencio. Luego, en voz baja—. Te perdí.

Taehyung inclinó la cabeza, inmovilizándolo con la mirada.

—Lo has reconstruido. Lo has duplicado. Y más.

Él negó con la cabeza.

—No la parte más importante.

El rubio se quedó en silencio, como si se hubiera olvidado de los planes de Jungkook, el futuro de ambos.

—Tu venganza.

—No. El respeto. El lugar en la sociedad. Las cosas que debería haber podido brindar a mi esposo. Las cosas que debería haber podido brindarte.

—Jungkook...

Él oyó la censura en su tono y lo ignoró.

—No estás escuchando. Yo no soy el hombre para ti. Nunca he sido ese hombre. Te mereces alguien que jamás haya cometido los errores que he cometido. Alguien que pueda cubrirte de títulos, de respetabilidad, decencia y más que un poco de perfección. —Él hizo una pausa. Odiando la manera en que el doncel se puso rígido en sus brazos ante las palabras, resistiéndose a la verdad. Lo obligó a mirarlo a los ojos y se forzó a decir el resto—. Me gustaría ser ese hombre, V. Pero no lo soy. ¿No lo ves? No tengo ninguna de esas cosas. No tengo nada digno de ti. Nada para mantenerte feliz.

Y Dios querido, deseo que seas feliz. Deseo hacerte feliz.

—¿Por qué pensarías eso? —preguntó—. Tienes mucho... mucho más de lo que jamás necesitaría.

No lo suficiente.

Jeon había perdido más de lo que alguna vez podría recuperar.

Podría tener cien casas, veinte veces más dinero, todas las riquezas que pudiera acumular y nunca serían suficientes. Porque nunca borraría su pasado, su imprudencia, su fracaso.

Nunca lo sería el esposo que Taehyung se merecía.

—Si no te hubiera obligado a casarte conmigo... —empezó y Taehyung lo interrumpió.

—Tú no me obligaste a hacer nada. Yo te escogí.

El doncel no podía creer eso. Jungkook negó con la cabeza.

—Tú en realidad no lo ves, ¿verdad? ¡Lo extraordinario que eres!

Jungkook apartó la mirada ante las palabras. Ante la mentira en ellas.

—No. Mírame. —Las palabras eran firmes y él no pudo evitar prestarles atención, los ojos del chico tan bellos. Tan honestos—. Crees que de algún modo perdiste toda respetabilidad cuando perdiste tu fortuna. Pero, ¿qué era esa fortuna excepto dinero y tierras acumuladas por otros hombres durante generaciones? Era el logro de ellos. El honor de ellos. No el tuyo. Tú... —Él oyó la adoración en la palabra. Vio la verdad de sus sentimientos en sus ojos—... Tú has construido tu propio futuro. Has logrado ser un hombre.

Un adorable y romántico sentimiento, pero equivocado.

—¿Te refieres a un hombre que robó a su esposo a altas horas de la noche, lo obligó a casarse con él y lo usó por la tierra y la venganza y luego, esta noche lo desnudó en la casa de juego más legendaria de Corea? —Él escuchó el desdén en su propia voz y miró hacia otro lado, hacia la oscuridad que cubría el cielorraso de la habitación, sintiéndose que pertenecía al estrato más bajo de la sociedad. Lo quería vestido y lejos de él—. Dios. Juré que nunca te volvería a deshonrar. Lo siento mucho, Taehyung.

El nombrado se negó a dejarse intimidar. Colocando la mano en su barbilla, lo obligó a que lo mirara otra vez.

—No lo hagas sonar sucio. Yo lo deseaba. Lo disfruté. No soy un niño para ser mimado. Me casé contigo para vivir y esto... tú... todo es vivir.

Se detuvo y sonrió, brillante y hermoso, y el placer y la pena que la simple sonrisa le causó fue un golpe físico.

—No hubo un momento esta noche durante el cual me sintiera deshonrado o usado de mala manera. De hecho, me sentí bastante...adorado.

Eso era porque Jungkook lo había adorado.

—Te mereces algo mejor.

Taehyung frunció el ceño, se incorporó y se levantó del diván como un ave fénix, envolviéndose en el abrigo de él.

—Eres tú el que no está escuchando. Odio que me coloques en un estante tan alto donde mantienes los objetos valiosos que no quieres que se rompan. No quiero ese lugar de honor. Lo odio. Odio la forma en que me dejas allí por miedo a lastimarme. Por miedo a quebrarme, como si fuera una especie de muñeco de porcelana sin fuerzas. Sin carácter.

Jungkook se puso de pie, avanzando hacia él. Nunca había pensado que no tuviera carácter. Por cierto, si tuviera más carácter lo volvería loco. Y en lo que respecta a la fuerza, el doncel era Atlas. Un Atlas, pequeño y hermoso, vestido con nada más que su abrigo.

Alargó la mano hacia él y Taehyung dio un paso atrás.

—No. No lo hagas. No he terminado. Tengo carácter, Jungkook.

—Sé que lo tienes.

—Una gran cantidad de ello.

Más de lo que Jungkook jamás hubiera imaginado.

—Sí.

—No soy perfecto. Prescindí de la perfección cuando me di cuenta que lo único que conseguiría sería un matrimonio solitario con un esposo igualmente perfecto. —Taehyung estaba temblando de rabia y él lo alcanzó, deseando meterlo en sus brazos; pero el rubio dio un paso hacia atrás, rehusándose a dejar que lo tocara—. Y en cuanto a que tú no eres perfecto, bien, menos mal. Yo tuve una vida perfecta a mi alcance una vez, y era una aburrida. Lo perfecto es demasiado limpio, demasiado fácil. No quiero lo perfecto más de lo que quiero ser perfecto. Quiero la imperfección.

»Quiero al hombre que me lanzó sobre su hombro en el bosque y me convenció para que me casara con él por la aventura de ello. Quiero al hombre que es frío y caliente, con altibajos. El que dirige un club de hombres, uno de damas y donceles, un casino y cualquier otra cosa que este increíble lugar sea. ¿Crees que me casé contigo a pesar de tus imperfecciones? Me casé contigo por tus imperfecciones, hombre tonto. Tus gloriosas e insoportablemente irritantes imperfecciones.

No era cierto, por supuesto. Taehyung se había casado con él porque no tenía otra opción.

Pero Jungkook no estaba dispuesto a dejarlo ir.

No después de que acababa de descubrir lo maravilloso que era tenerlo en sus brazos.

—¿Taehyung?

Él dejó caer las manos y su abrigo se abrió, dejando al descubierto una franja larga de piel, desde el cuello a la rodilla.

—¿Qué? —Jungkook se habría reído de la terquedad en su tono si no hubiera estado abrumado por el aspecto que tenía. El doncel respiró profundo.

—¿Terminaste?

—Tal vez —dijo, reservándose el derecho de decir más.

—Sabes, puedes ser muy difícil cuando quieres.

Una de sus preciosas cejas se enarcó.

—Bien. Si eso no es «la sartén le dijo al cazo, apártate que me tiznas», no sé lo que es.

Jeon alargó la mano hacia él y Taehyung se dejó atrapar esta vez. Le dejó meterlo en sus brazos, presionando su cuerpo contra el suyo.

—Soy demasiado imperfecto para ti —le susurró en la sien.

—Eres perfectamente imperfecto para mí.

Estaba equivocado, pero Jungkook no quería pensar más en ello. En cambio, dijo:

—Estás desnudo en una casa de juego, amor.

La respuesta fue amortiguada contra su pecho y él sintió más que escuchó las palabras.

—No lo puedo creer.

Una de sus manos le acarició por la espalda, sobre la tela de su abrigo y sonrió ante la idea de que Taehyung estaba usando sus ropas.

—Yo puedo, mi dulce y aventurero doncel.

Le besó la rubia coronilla, deslizando la mano dentro de su abrigo para acunar su trasero, adorando el estremecimiento que lo recorrió por el toque.

—Me gustaría que estés denudo debajo de mis ropas todos los días.

Taehyung sonrió.

—Sabes que estoy desnudo debajo de mis propias ropas todos los días, ¿verdad?

Él gimió.

—No deberías haber dicho tal cosa. ¿Cómo voy a hacer otra cosa excepto pensar en ti desnudo de ahora en adelante?

Taehyung se apartó con una risa y comenzó a vestirse, dando un golpecito en las manos de Jungkook cada vez que él trataba de alcanzarlo.

—Estoy ayudando.

—Estás estorbando.

El rubio terminaba de botonar la camisa de seda roja mientras Jungkook se ataba la corbata sin espejo.

Jeon felizmente podría vestirse con él todos los días, por el resto de la eternidad.

Pero no lo haría.

No una vez que Taehyung descubra tus mentiras. El susurro hizo eco por su mente.

—¿Esto es agua? —Taehyung señaló hacia un cántaro de pie en la esquina junto al lavabo.

—Sí.

Con la afirmación el doncel vertió agua en el tazón y sumergió las manos. No las lavó, simplemente las metió en el líquido fresco. Jungkook lo observó durante un largo rato mientras el doncel cerraba los ojos y respiraba profundo. Dos veces. Tres.

Quitó las manos, se sacudió el líquido y se volvió hacia el pelinegro.

—Hay algo que siento que debería decirte.

Jungkook había aprendido a leer los rostros en nueve años de jugar a los dados, las cartas y cualquier otro juego que existiera. Había aprendido a identificar el nerviosismo y la euforia, el hacer trampas, mentir, enfurecerse y cualquier otra cosa en el espectro de la emoción humana.

Todo menos la emoción que llenaba los ojos de Taehyung... la emoción que se ocultaba bajo el nerviosismo, el placer y la excitación.

Era curioso, porque nunca lo había visto antes, pero sabía con exactitud lo que era.

Amor.

El pensamiento le robó el aliento y se enderezó, consumido al mismo tiempo por el deseo, el miedo y algo en lo que no quería pensar. No quería reconocer.
Le había dicho que no creyera en él.

Se lo había advertido.

Y por su cordura, no podía dejar que Taehyung le dijera que lo amaba.

Encontró que lo deseaba muchísimo.

Así que hizo lo mejor. Resistió la tentación, se acercó a él y lo empujó a sus brazos para un beso rápido, un beso que estaba desesperado por prolongar. Por disfrutar. Por convertirlo en algo tan poderoso como la emoción atravesándolo de prisa.

—Se está haciendo tarde, cariño. No más conversación por esta noche.

El amor en la mirada de Taehyung dio paso a la confusión y él se odió.

Lamentablemente, esa también se estaba volviendo una emoción familiar.

Un golpe sonó en la puerta, salvándolo. Jungkook comprobó el reloj; eran casi las tres de la mañana, demasiado tarde para visitas, lo que solo significaba una cosa. Noticias.

Cruzó la habitación rápidamente y abrió la puerta, leyendo el rostro de Nam Joon antes de que el otro hombre tuviera posibilidad de hablar.

—¿Él está aquí?

La mirada de Namjoon parpadeó por encima del hombro de Jungkook hacia Taehyung, luego regresó a Jungkook, inescrutable.

—Sí.

No podía mirarlo. El doncel estaba cerca, lo bastante cerca como para que su delicado aroma lo envolviera, probablemente por última vez.

—¿Quién está aquí? —preguntó y Jungkook no quería responder, aún cuando sabía que Taehyung tenía que saberlo. Y que una vez que lo supiera, le perdería para siempre.

Lo miró a los ojos, haciendo todo lo posible para estar tranquilo e impasible.

Recordando el único objetivo que se había puesto una década atrás.

—Bang.

Taehyung se quedó en silencio mientras las palabras se estrellaban por la habitación.

—Una semana —dijo Taehyung en voz baja, recordando su acuerdo antes de negar con la cabeza—. Jungkook. Por favor. No hagas esto.

Él no podía detenerlo. Era todo lo que siempre había querido. Hasta que llegó Taehyung y volvió a poner todo de cabezas.

—Quédate aquí. Alguien te llevará a casa. —Salió de la habitación, el sonido de la puerta cerrándose detrás de él resonó como un disparo en el corredor oscuro y vacío más allá, y con cada paso que daba se armaba de valor contra lo que estaba por venir. Extrañamente, no era enfrentar a Bang, el hombre que le había arrancado la vida, lo que requería fuerza adicional.

Era perder a Taehyung.

—Jungkook. —El doncel lo había seguido al pasillo y el sonido de su nombre en los labios del rubio lo hizo volverse, incapaz de ignorar la angustia allí. Queriendo desesperadamente, instintivamente, protegerlo de eso.

Protegerlo de él.

Se acercaba corriendo, rápido y furioso, y él no pudo hacer otra cosa excepto atraparlo, levantarlo en sus brazos mientras las manos ajenas le asían el rostro y lo miraba a los ojos.

—No tienes que hacer esto —susurró mientras le acariciaba las mejillas con los pulgares, dejando huellas de agonía—. Tú tienes las tierras... The Angel... y más de lo que jamás podrías soñar. Mucho más que la rabia, la venganza y la furia. Me tienes a mí. —Taehyung le buscó la mirada antes de decir por último, y dolorosamente bajo—. Te amo.

Jungkook se había dicho que no quería las palabras, pero una vez dichas, el placer que se precipitó por él con el sonido sobre sus labios fue casi insoportable. Cerró los ojos y lo besó, profundamente y buscando el alma, deseando recordar su sabor, su sensación, su olor, de este momento, para siempre. Cuando liberó sus labios y volvió a apoyarlo sobre el suelo, dio un paso atrás, respiró profundo, amando el modo en que sus hermosos ojos brillaban cuando lo tocaba.

Jungkook no lo había tocado lo suficiente.

Si pudiera volver atrás, lo habría tocado más.

Te amo.

El susurro resonó a través de él, todo tentación.

Jungkook negó con la cabeza.

—No deberías.

Se marchó dando media vuelta, dejándolo en el oscuro corredor, mientras se dirigía para enfrentar su pasado, negándose a volver la vista atrás. Negándose a aceptar lo que estaba dejando.

Lo que estaba perdiendo.




●♡●
Posdata: El capítulo próximo fue el que hizo que me enamorara completamente de esta historia.

Posdata de la Postdata: Espero que le hayan prestado suma atención al prólogo, porque hay detalles que marcan demasiado en el final :)

Posdata de la Posdata de la Postada: Lxs amo

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro