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Capítulo 18

Busan, mayo de 1826

Querido J:
Esta noche estaba en el teatro y oí tu nombre. Un grupo de damas estaban hablando de un nuevo club de juego y sus escandalosos propietarios, y no pude evitar escuchar cuando te nombraron. Es tan extraño oír referirse a ti como Jeon, un nombre que todavía asocio a tu padre, pero supongo que ha sido el tuyo durante una década.
Una década. Diez años desde que te vi o hablé contigo. Diez años desde que todo cambió. Diez años y todavía te echo de menos.

Sin firmar

(Carta no enviada)
1831

Jungkook subió las escaleras de la residencia de la ciudad de los Kim una semana después, respondiendo a la citación de su suegro que había llegado a Hell House esa mañana, mientras estaba en su estudio tratando de evitar el cruzar la casa como una exhalación para agarrar a su esposo y demostrar de una vez por todas que estaban casados y que era suyo.

Había llegado a esto, la verdad embarazosa de que se pasaba la mayoría del tiempo en casa atento a los pasos de su esposo al otro lado de la puerta, esperando a que viniera a él, que le dijera que había cambiado de opinión, a que le rogara que lo tocara.

Al igual que él deseaba que Taehyung lo tocara.

Durante seis noches, se las había pasado en casa, evitando al doncel aunque se quedaba de su lado de la puerta en aquella maldita alcoba contigua, escuchando cómo los sirvientes le llenaban la bañera y charlaban con el chico, entonces cuando se deslizaba en el agua, los sonidos de sus movimientos en el líquido le hacían sufrir por la tentación.

Por el deseo de demostrar su valía.

La experiencia era una tortura. Y se la merecía, castigándose a sí mismo por negarse a entrar en aquella habitación, sacarlo del baño y tumbarlo en la cama, precioso y exuberante, para seducirlo. Sentía pesar mientras se apartaba de la puerta que lo provocaba con los secretos que estaban al otro lado.

Taehyung se había convertido en todo lo que él deseaba y siempre había sido más de lo que se merecía.

La última noche fue la peor, se había estado riendo con su doncella sobre algo y él de pie con una mano en el pomo de la puerta, el sonido de su risa lírica era como el canto de una sirena. Presionó la frente contra la puerta como un tonto y escuchó durante largos minutos, esperando algún cambio.

Por fin, se alejó, ansiando ir con él, para encontrarse a Beomgyu de pie al otro extremo de la habitación, justo en el interior con la puerta cerrada.

Estaba avergonzado e irritado.

—¿Ya no se llama a la puerta?

Choi alzó una ceja.

—No pensé que fuera necesario ya que pocas veces está en casa a estas horas.

—Esta noche estoy en casa.

—También es un idiota. —El mayordomo no había sido jamás de andarse con rodeos.

—Debería echarte por insolente.

—Pero no lo hará. Porque tengo razón. ¿Qué le pasa? Sin duda el doncel le importa y a él claramente le importa usted.

—Aquí no hay nada claro.

—Tiene razón —dijo, dejando una pila de toallas cerca de la jofaina—. Es muy confuso la razón por la que ambos se pasan tanto tiempo en los lados opuestos de esa puerta, escuchando al otro.

Las cejas de Jungkook se juntaron de golpe.

—Él...

Beomgyu encogió un hombro.

—Supongo que usted nunca lo sabrá. —Hizo una pausa—. ¡Caray! Jeon. Se ha pasado tanto tiempo de su vida adulta protegiendo a los demás. ¿Quién le protegerá de sí mismo?

Jungkook se alejó del mayordomo.

—Déjame.

Esa noche, escucharía atentamente, esperando a que Taehyung saliera de su baño y fuera hacia la puerta contigua. Juró que si captaba un indicio de él estando en el lado contrario, esperando, abriría la puerta y tratarían el asunto. Pero en cambio observó la luz extinguirse por debajo de la puerta, oyó el susurro de las mantas cuando se subió a la cama y huyó hacia The Angel, donde se pasó la noche en el salón de juego, observando cómo decenas de miles de libras se apostaban y perdían, recordándole el poder del deseo, de la debilidad. Recordándole lo que había conquistado.

Lo que había perdido.

Todavía llevando el abrigo y el sombrero, Jeon siguió a un lacayo a través del laberinto Kim, una de las pocas fincas en los límites de Seúl, y salió a una gran terraza que conducía a los terrenos cubiertos de nieve de la propiedad. Había una serie de pisadas humanas que se alejaban de la casa, rodeadas por un grupo de huellas de patas.

La detonación de un rifle hizo eco en el silencio y Jungkook se giró hacia el lacayo, sabiendo que estaba esperando para seguir el sonido. Siguió el rastro hacia su suegro con la nieve recién caída amortiguando sus pisadas.

Soplaba un viento fresco y él se frenó, girando la cabeza apartándola de la ráfaga, enseñando los dientes ante el frío glacial. Un rifle de caza sonó más allá de una pequeña colina y la inquietud empeoró. No estaba buscando que le disparara el marqués de Kim, por lo menos no accidentalmente.

Considerando sus opciones, se detuvo, ahuecó las manos alrededor de su boca y gritó:

—¡Min Seok!

—¡Hurra! —un grito sonoro se oyó más allá de la cuesta, interrumpido por media docena de ladridos y aullidos diferentes.

Jeon se lo tomó como una señal para acercarse.

Se detuvo cuando llegó a la cima, mirando el amplio despliegue de terreno que se extendía. Respiró profundamente, disfrutando de la sensación del aire fresco en sus pulmones y dirigió su atención hacia Kim, que se protegía los ojos del sol matutino.

A medio camino de la bajada, Min Seok le llamó.

—No estaba seguro si vendrías.

—Encuentro que es conveniente responder a la citación del suegro de uno.

Min Seok se rió.

—Especialmente cuando el hombre en cuestión tiene la única cosa que quieres.

Jungkook aceptó el firme apretón de manos de Min Seok.

—Hace un frío espantoso, Min Seok. ¿Qué está haciendo aquí fuera?

El marqués lo ignoró, alejándose con un alto:

—¡Ja! —y enviando a los perros a los matorrales veinte metros más allá. Un único faisán salió al vuelo. Kim levantó su arma y disparó.

—¡Maldición! ¡No le di!

Un horror, ciertamente.

Los dos hombres caminaron hacia los matorrales y Jeon esperó que el hombre mayor hablara primero.

—Has hecho un buen trabajo manteniendo a mis niños fuera de tu fango. —Jungkook no contestó y el mayor siguió—. Choi ha propuesto matrimonio a Jinnie.

—Lo oí. Y lo confieso, me sorprendió que lo aceptara.

Kim hizo una mueca cuando les pasó una ráfaga de viento. Un perro ladró en las cercanías y Min Seok se giró.

—¡Vamos Brutus! ¡No hemos acabado! —reanudó la caminata—. Este perro no puede cazar ni una maldita cosa. —Jungkook contuvo la réplica evidente—. Choi es un bobo pero es conde y eso hace feliz a mi esposa. —Los perros hicieron salir a otro faisán y Kim disparó y falló—. Seokjin es demasiado listo para su propio bien.

—Seokjin es demasiado listo para una vida con Choi. —Sabía que no debería decirlo. Sabía que no debería importarle con quién se casara el chico, siempre y cuando el compromiso acabara con el medio para vengarse de Bang en sus manos.

Pero no pudo parar de pensar en Taehyung, y el modo en que la poco inspirada pareja de Choi lo había disgustado. No lo quería disgustado. Lo quería feliz.

Se estaba ablandando.

Kim no pareció darse cuenta.

—El chico aceptó. No puedo cancelarlo. No sin una razón decente.

—¿Y el hecho de que Choi sea un tontorrón?

—No es bastante.

—¿Y si te encuentro otra razón? ¿Una mejor? —Seguramente había algo en los archivos de The Angel... algo que condenaría a Choi y acabaría con el compromiso.

Kim lo cortó con una mirada.

—Olvidas que soy muy consciente del castigo por romper compromisos. Incluso por una buena razón que perjudique a los chicos. Y a sus hermanos.

Como Penelope.

—Deme unos cuantos días. Encontraré algo para terminarlo. —De pronto, era fundamental que Jeon encontrara un modo de que Seokjin saliera de su compromiso. Sin importar que pudiera saborear la venganza, tan cerca y dulce.

Min Seok negó con la cabeza.

—Tengo que aceptar las ofertas que llegan o tendré a otro Taehyung en mis manos. No puedo permitírmelo.

Jungkook apretó los dientes ante las palabras.

—Taehyung es Marqués.

—No lo habría sido si no hubieras ido tras las tierras ¿no? ¿Por qué crees que de entrada uní la tierra a él? Era mi última oportunidad.

—¿La última oportunidad de qué?

—No tengo un hijo varón, Jeon —miró hacia el frente—. Cuando muera, esta casa y la propiedad pasarán a algún primo idiota que no se preocupará ni una pizca por Taehyung ni por la tierra en la que se asienta. Mi Tae es un buen chico. Hace lo que se le dice. Estaba claro para él que tenía que casarse para mantener el valor de sus hermanos. No podía decidir ser un solterón y pasarse el resto de su vida languideciendo en Busan. Conocía su deber. Sabía que tus tierras sería para sus hijos y con esto parte de la historia de las tierras de nosotros.

Una pequeña fila de niños rubios apareció en sus pensamientos.

No un recuerdo. Una fantasía.

Los hijos de Taehyung.

Los hijos de ambos.

El pensamiento lo consumió, como lo hizo el deseo que vino con él. Jamás consideró a los hijos. Jamás se imaginó deseándolos. Jamás pensó que sería la clase de padre que ellos se merecían.

—Quería algo de su pasado para entregar a su futuro.

El marqués se giró de vuelta hacia la casa.

—Algo que comprendes, me apuesto.

Lo extraño es que jamás había pensado en serio de esa manera. No hasta ahora. Había estado tan concentrado en recuperar su propiedad que nunca pensó en lo que haría. O qué sería lo siguiente. O quién sería el siguiente.

En su mente, no había nada después de la restauración del marquesado. Nada excepto la venganza.

Pero ahora había algo más, más allá de la descomunal sombra de la casa y su pasado.

Algo que la venganza podría matar.

Apartó el pensamiento.

—Lo confieso, cuando Bang ofreció tus tierras como su apuesta en el juego, sabía que irías tras ello. Me alegró ganarlo, sabiendo que eso te haría venir.

Jungkook oyó la suficiencia en las palabras.

—¿Por qué?

Min Seok levantó un hombro en un pequeño encogimiento.

—Siempre supe que Taehyung se casaría contigo o con Ho Seok y, entre nosotros, siempre esperé que fuera contigo, por la razón obvia: la ilegitimidad de Bang, aunque eso era una pequeña parte; siempre me gustaste, chico. Siempre pensé que volverías de la escuela y estarías listo para aceptar el título, la tierra y al chico. Cuando Bang te desposeyó, y tuve que salir a la caza de Bogum, te diré que no me molestó lo más mínimo.

Jungkook habría encontrado divertido el egoísmo de la afirmación si no estuviera tan impactado por la idea de que Min Seok siempre lo había querido para Taehyung.

—¿Por qué yo?

Kim miró hacia él, considerando la pregunta. Al final, dijo:

—Eras al que más le importaba la tierra.

Era cierto. Le importaba la tierra y su gente. Tanto que cuando lo perdió todo, no había tenido el valor de volver para dar la cara, ante ellos, ante él.

Y ahora era demasiado tarde para subsanar aquellos errores.

—Eso —siguió Min Seok—, y que tú eras el que más le gustaba a él.

Una vibrante excitación lo recorrió, por las palabras, por la verdad en ellas. Era el que más le gustaba. Hasta que se fue. Y se había quedado solo. Y había dejado de confiar en él. Por supuesto, Taehyung estaba en lo cierto en no confiar. Había dejado claros sus objetivos, y al asegurar la única cosa que siempre quiso, lo perdería.

Taehyung era el sacrificio que había planeado desde el principio. Entonces no tanto sacrificio, ahora, demasiado en lo que pensar.

Por supuesto era lo esperado, había destruido todo lo que alguna vez tuvo de valor.

—Ahora no importa —siguió Kim, sin ser consciente de la cacofonía de los pensamientos de Jungkook —. Lo has hecho bien. Este periódico matutino ensalza las virtudes de tu matrimonio. Lo confieso, estoy sorprendido por el esfuerzo que has puesto en darle un vuelco positivo a tu historia: comer castañas, patinar sobre el hielo y pasar las tardes con mis niños y otras ridiculeces. Pero lo has hecho bien y Jun Myeon parece creerlo así. Los periódicos juran que vuestro enlace es por amor. Choi no habría hecho la propuesta si tu nombre estuviera manchado de algún modo por un matrimonio escandaloso.

Deberías ser tú quien te opusieras al enlace, no Choi. Seokjin estaría mejor con un hombre que fuera su media naranja. Jungkook abrió la boca para decirlo cuando Kim soltó:

—En todo caso, los has engañado. La venganza es tuya, como acordamos.

La venganza es tuya. Las palabras que había esperado oír durante una década.

—Tengo la carta en la casa, lista para ti.

—¿No quieres esperar a que Junkyu también esté comprometido? —La pregunta salió antes de poder detenerla, antes de poder considerar el hecho de que estaba recordando a su suegro que el final del trato de Jungkook todavía no se había completado oficialmente.

Min Seok levantó el rifle, señalando en dirección de un seto bajo a orillas del río.

—Ji Hoon lo ha invitado hoy a cabalgar. El chico será un día primer ministro; el futuro de Junkyu parece brillante. —Disparó, luego miró a Jungkook —. Y además, lo has hecho bien con los chicos. Yo mantengo mis promesas.

Pero no lo había hecho bien con ellos, ¿no? Seokjin se iba a casar con un imbécil y Taehyung... Taehyung se había casado con un asno. Se metió las manos en los bolsillos, preparándose para el viento y se giró para mirar hacia la amenazante casa.

—¿Por qué me la da?

—Tengo cinco hijos y, aunque me llevan a la bebida, si algo me pasara, quisiera saber que su guardián, el hombre que designo en la escritura, se ocupará de todos como si fuera yo. —Kim se giró hacia la casa, volviendo sobre sus pasos—. Bag ignoró ese código. Se merece todo lo que le hagas.

Jungkook debería sentirse victorioso. Debería sentir placer. Después de todo le acababan de entregar lo que más deseaba en el mundo.

En cambio se sentía vacío. Vacío salvo una simple e indisputable verdad.

Taehyung le odiaría por esto.

Pero no tanto como se odiaría a sí mismo.

En el billar esta noche.
Un carruaje te recogerá a las once y media.

Éloa.

La pequeña nota color crudo, sellada con un delicado ángel femenino, llegó justo después de la comida, entregada por Beomgyu con una sonrisa cómplice. Taehyung abrió la carta con manos temblorosas y leyó la promesa oscura y misteriosa en la nota.

La promesa de aventura.

Alzó la vista de la citación con el color brotando en sus mejillas y le preguntó al mayordomo:

—¿Dónde está mi marido?

—Ha estado fuera todo el día, mi lord.

Taehyung levantó el papel.

—¿Y esto?

—Llegó no hace ni cinco minutos.

Taehyung asintió, pensando en la invitación y sus consecuencias. No había visto a Jungkook desde el día en que patinaron sobre hielo, discutieron y se había dado cuenta que lo amaba. Él abandonó su alcoba esa noche y no volvió jamás, aunque lo había esperado, aprendiendo a no esperar que él decidiera abandonar la búsqueda de venganza y en lugar de eso elegir una vida con él.

¿Era posible que la invitación proviniera de Jeon?

El pensamiento le atoró la respiración en la garganta. Tal vez lo era. Tal vez lo había elegido. Tal vez le estaba ofreciendo una aventura y otorgándoles a ambos una nueva oportunidad de vivir.

Tal vez no.

De cualquier manera, la nota era una tentación a la que no se podía resistir, deseaba la oportunidad de aventuras, en los billares, una noche en The Angel. Y no mentiría; deseaba una oportunidad de volver a ver a su marido. Su marido, a quien anhelaba aún sabiendo que era inútil.

Quizás debería obligarse a evitarle, a mantenerse a distancia de la tentación, protegerse del modo en que él le hacía sentir, pero no podía resistírsele.

Entonces todo lo que podía hacer era esperar a que anocheciera, en la oscuridad, a que la hora de la cita llegara.

Se vistió con esmero, deseando que no le importara tanto lo que Jungkook pensara, la forma en que lo viera, eligiendo un atuendo totalmente inadecuado para principios de un frío febrero junto con un maquillaje suave.

La fina y holgada camisa de seda roja caía como cascada desde sus hombros, dejando a los ojos la prístina piel de sus clavículas ser decorada por un fino colgante plateado y el relicario rubí que este sostenía, siendo un ajustado pantalón negro el que no dejaba mucho a la imaginación, sin embargo a insistencia del bello mayordomo se encontraba colocando un largo colgante en su oreja izquierda para terminar de complementar su escandaloso y nada desapercibido atuendo.

Simplemente hermoso y Taehyung se sentía así, se sentía poderoso.

El carruaje llegó por la entrada de los sirvientes de Hell House y fue Beomgyu quien fue a buscarlo, con los ojos brillantes con un conocimiento que hizo a Taehyung ruborizarse por la anticipación.

—Necesitará esto —Susurró cuando le puso en la mano un dominó todo negro de seda adornado con cintas escarlatas.

—¿Sí?

—Disfrutará de la velada mucho más si no está preocupado porque lo descubran.

El corazón de Taehyung empezó a acelerarse mientras acariciaba la máscara, le encantaba la sensación de la seda, prometía emoción.

—Una máscara —susurró, más para él que para el mayordomo. La anticipación se enardeció—. Gracias.

Beomgyu sonrió, en silencio y cómplice.

—De nada. —Hizo una pausa, observando cómo Taehyung levantaba la máscara hacia sus ojos, la ataba por detrás y ajustaba la seda contra su frente—. Mi lord, ¿puedo decir lo feliz que me siento de que Jeon lo haya elegido?

Era atrevido y no la clase de cosa que los sirvientes decían, pero Choi no era la clase de mayordomo que normalmente se tenía, así que Taehyung sonrió y dijo:

—No estoy seguro de que mi marido estuviera de acuerdo con usted.

Algo se iluminó en los ojos del otro doncel.

—Creo que solo es cuestión de tiempo antes de que lo esté. —Beomgyu hizo un gesto de aprobación y Taehyung atravesó la puerta entrando en el coche que lo esperaba, con el corazón en la garganta, antes de echarse atrás.

Antes de poder detenerse.

El carruaje no lo dejó en la entrada principal de The Angel si no en una extraña y discreta entrada accesible a través del callejón que había al lado del edificio. Subió casi a oscuras, agarrando la mano del cochero que vino a ayudarle a bajar y lo guió hacia la puerta de acero ennegrecido. Los nervios se enardecieron.

Otra vez estaba en el club de Jungkook, esta vez con invitación, con el que creía era su atuendo más bonito para un juego de billar.

Era extraordinariamente emocionante.

El conductor golpeó la puerta por él y se alejó un paso mientras una pequeña ranura en la puerta se abría y un par de ojos, negros como carbón, aparecían. No provino ningún sonido de detrás de la puerta.

—Re... recibí una invitación. A los billares —dijo, levantando una mano para comprobar que tenía la máscara en su sitio, odiando el movimiento y el nudo en su garganta, el modo en que sus nervios se apoderaban del doncel.

Se hizo una pausa y la ranura se cerró, dejándolo solo en la oscuridad en medio de la noche. En la parte trasera de un club de juego de Seúl.

Tragó saliva. Bueno. No ha ido exactamente como esperaba.

Golpeó la puerta de nuevo. La pequeña ranura se abrió una vez más.

—Mi marido es...

La ranura se cerró.

—...su jefe —le dijo a la puerta, como si pudiera abrirse sola con el estímulo adecuado.

Desgraciadamente, permaneció firmemente cerrada.

Taehyung se envolvió con la capa y miró por encima del hombro al cochero detrás de él a punto de subirse en su asiento. Él se percató de su apuro y, gracias a Dios, dijo: —Normalmente hay una contraseña, mi lord.

Por supuesto. La extraña última palabra de la invitación.

¿Quién necesita una contraseña para hacer algo? Era como sacado de una novela gótica. Se aclaró la garganta y se enfrentó a la enorme puerta una vez más.

Golpeó de nuevo.

La rendija se abrió con un clic y Taehyung sonrió a los ojos.

Ninguna señal de reconocimiento.

—¡Tengo una contraseña! —anunció triunfante.

Los ojos no estaban impresionados.

—Éloa —susurró, sin saber cómo funcionaba el proceso.

La rendija se cerró otra vez.

¿En serio?

Esperó, se giró hacia el carruaje y lanzó una mirada nerviosa al conductor. Éste se encogió de hombros como si dijera:

—No tengo ni idea.

Y justo cuando estaba a punto de rendirse oyó el clic de una cerradura, el roce de metal con metal y la enorme puerta se abrió.

No pudo evitar la excitación.

El hombre del interior era enorme, de piel y ojos oscuros y un semblante inamovible que debería haber puesto nervioso a Taehyung, pero estaba demasiado excitado. Iba vestido con calzas y una camisa oscura, de un color que no podía distinguir bajo la tenue luz, y no llevaba abrigo. Pensaría que no iba vestido de un modo apropiado pero rápidamente se recordó que nunca había entrado en un club de juego por una puerta misteriosa que necesitaba contraseña, así que suponía que sabía muy poco sobre la vestimenta apropiada de un hombre en tales circunstancias.

Ondeó el papel que le habían entregado a primera hora del día.

—¿Quiere ver mi invitación?

—No. —Se hizo a un lado para dejarlo entrar.

—Oh —dijo, levemente decepcionado, mientras pasaba por la pequeña entrada, observando cómo él cerraba la puerta tras ellos con un siniestro sonido. Ni lo miró; en cambio, se sentó en un taburete colocado cerca de la puerta, levantó un libro de un estante cercano y empezó a leer bajo la luz de un aplique de pared.

Taehyung parpadeó ante el cuadro. Al parecer era un hombre de letras.

Se quedó quieto durante mucho rato, sin estar seguro de su próximo movimiento. Él pareció no darse cuenta.

El doncel se aclaró la garganta.

Él giró una página.

Al final dijo:

—¿Disculpe?

Ni levantó la vista.

—¿Sí?

—Soy...

—Nada de nombres.

Taehyung abrió los ojos de par en par.

—¿Disculpe?

—Nada de nombres en este lado. —Giró otra página.

—Yo... —se detuvo, sin estar seguro de qué decir. ¿Este lado?—. De acuerdo, pero yo...

—Nada de nombres.

Permanecieron en silencio durante un ratito más hasta que ya no lo pudo soportar.

—¿Tal vez pueda decirme si me quedaré aquí toda la noche? Si es así, me habría traído un libro.

Ante aquello el hombre levantó la mirada y Taehyung disfrutó con el modo en que sus ojos se abrieron aunque fuera tan ligeramente, como si lo hubiera sorprendido. Señaló el otro extremo del vestíbulo, donde otra puerta, que no había visto antes, surgía en la oscuridad.

Fue hacia allí.

—¿El billar es por aquí?

El hombre lo observó atentamente, como si fuera un espécimen bajo un cristal.

—Entre otras cosas.

El de cabellos dorados sonrió.

—Le preguntaría su nombre para darle las gracias adecuadamente, señor, pero...

Él volvió a su libro.

—Nada de nombres.

—Exacto.

Taehyung abrió la puerta, dejando pasar un chorro de luz que venía del otro lado del pasillo. Volvió la mirada hacia el extraño hombre, impresionado por el juego de luces doradas que le cruzaban la piel oscura, y dijo: —Bueno, de todas formas gracias.

No contestó, y entró en el pasillo intensamente iluminado, cerrando la puerta con firmeza tras de sí, quedándose solo en el nuevo espacio. El pasillo era amplio y largo, extendiéndose en ambas direcciones, y las velas encendidas cada pocos pasos ardían en contraste con la decoración dorada, convirtiendo el espacio en acogedor y brillante.

Las paredes estaban cubiertas con un diseño estampado de seda escarlata y terciopelo color vino, Taehyung no pudo evitar alargar la mano para tocarlos, adorando el modo en que la tela cedía bajo su toque.

Un estallido de carcajadas femeninas provenía desde uno de los extremos del pasillo y se dirigió hacia allí de manera instintiva, sin saber lo que encontraría, pero sintiéndose extrañamente preparado para lo que pasara. Avanzó por el pasillo, arrastrando los dedos por la pared, siguiendo su movimiento desde una puerta cerrada tras la siguiente. Se detuvo ante una puerta abierta, la habitación más allá de la entrada vacía salvo por una mesa larga, y entró sin pensar en mirar más detalladamente.

Había un tapete verde incrustado en la mesa, hundido varios centímetros, y la tela suave estaba bordada con hilos blancos nítidos y nuevos con una rejilla de números que lo recorría a lo ancho y a lo largo. Taehyung se inclinó para inspeccionar el batiburrillo de texto cuidadosamente elaborado, la misteriosa combinación de números, fracciones y palabras.

Alargó la mano para recorrer con un dedo la palabra Azar, un zumbido de excitación la recorrió mientras reseguía el ángulo de la A y la ondulación de la Z.

—Ha descubierto el riesgo.

Jadeó por la sorpresa y se dio media vuelta hacia quien le hablaba, con la mano en la garganta, para encontrarse con el señor Namjoon de pie en la entrada de la sala con una media sonrisa en su atractivo rostro. Se puso tieso, sabiendo que lo habían atrapado.

—Lo siento. No sabía dónde... No había nadie en el... —se fue apagando, decidiendo que el silencio era una mejor elección que continuar como un imbécil.

Él se rió y avanzó.

—Las disculpas no son necesarias. Ahora es un miembro y puede moverse con libertad.

Taehyung ladeó la cabeza.

—¿Un miembro?

Él sonrió.

—Esto es un club. Se tiene que ser socio.

—Solo estoy aquí por el billar. ¿Con Jungkook? —No había tenido la intención de que le saliera como una pregunta.

Namjoon negó con la cabeza.

—Conmigo.

—Yo... —el doncel se detuvo frunciendo el ceño. No con Jungkook —. La invitación no venía de él.

Nam Joon sonrió pero Taehyung no estaba cómodo.

—No, de él no.

—¿No está aquí? —¿Tampoco lo vería aquí?

—Está aquí, en alguna parte. Pero no sabe que usted está aquí.

La decepción estalló.

Claro que no.

No estaba interesado en pasar las noches con él.

Pisándole los talones a tal pensamiento vino otro. Se va a poner furioso.

—Vino de usted.

El hombre ladeó la cabeza.

—Vino del The Angel.

Taehyung sopesó las palabras y su misterio. The Angel.

—Es más que una invitación ¿no?

Namjoon alzó un hombro.

—Ahora sabe la contraseña. Eso la convierte en un miembro.

Un miembro.

La oferta era tentadora: el acceso a uno de los clubes más legendarios de Seúl, y toda la aventura que siempre había querido. El pensamiento del asombro que conllevaba la invitación a los billares, del asombro que había llegado cuando atravesó la puerta y entró en el cálido y luminoso pasillo de este misterioso club. De la emoción que le recorrió mientras observaba girar la ruleta durante su primera visita.

Pero pensaba que su siguiente visita, esta noche, sería con él.

Estaba equivocado.

Jungkook no quería nada de él.

Así no.

Jeon se lo recordaba cada vez que fingían su historia de amor. Cada vez que lo tocaba para asegurarse de la participación de Taehyung en la farsa. Cada vez que abandonaba la casa en vez de pasar la noche con él. Cada vez que elegía la venganza sobre el amor.

Se tragó el nudo de emoción en su garganta.

Jungkook no le ofrecería un matrimonio. Así que en su lugar debía aceptar la aventura.

Después de todo había llegado demasiado lejos para ser capaz de alejarse.

Se encontró con la serena mirada gris y respiró profundamente.

—Entonces el billar. ¿Tiene la intención de cumplir esa promesa?

Nam sonrió e hizo un gesto con la mano hacia la entrada.

—La sala de billares está al otro lado del pasillo. —El corazón de Taehyung empezó a palpitar—. ¿Me permite su capa? —Preguntó —Tiene un aspecto encantador —dijo él cuando la lana negra dio paso a la seda escarlata, la ropa que se había puesto para otro hombre, uno que no lo vería y si lo hacía no le importaría en absoluto su aspecto.

Alejó el pensamiento de su mente y se encontró con la amistosa mirada de Kim Namjoon, sonriendo cuando le dio una rosa blanca, ofreciéndosela por el tallo.

—Bienvenido al Otro Lado —dijo, cuando aceptó la flor—. ¿Vamos?

Señaló el pasillo y Taehyung encabezó el camino desde la sala. Antes de poder abrir la puerta de la sala de los billares, una retahíla de parloteo vino desde el pasillo. Se giró, agradecido por su simple disfraz cuando un grupo de dos mujeres y tres donceles, de igual modo enmascarados, se apresuraban hacia ellos.

Agacharon las cabezas cuando pasaron y la curiosidad surgió en Taehyung. ¿También eran miembros de la aristocracia? ¿Eran donceles como él? ¿En búsqueda de aventura?

¿Sus maridos también los ignoraban?

Sacudió la cabeza ante el pensamiento descarriado e inoportuno antes de que una de las mujeres se detuviera delante de Namjoon, sus ojos azules brillaban tras su dominó rosado.

—Joonie... —arrastraba bastante las palabras, inclinándose hacia delante para ofrecerle una vista excelente de su busto—. Me dijeron que a veces estás solo por las noches.

Taehyung se quedó boquiabierto.

Namjoon alzó una ceja.

—Esta noche en concreto no, querida.

La dama se giró hacia Taehyung, rezagando la mirada sobre la rosa en su mano.

—¿La primera noche? Puede unirse a nosotros, si quiere.

Taehyung abrió los ojos de par en par ante las palabras.

—Gracias, pero no. —Hizo una pausa, añadiendo—: Aunque me siento muy... halagado. —Decir aquello parecía lo correcto.

La mujer inclinó la cabeza hacia atrás y se rió, el sonido alto y sin vacilación, y Taehyung se dio cuenta de que seguramente jamás había oído una carcajada honesta de una mujer con la que no estuviera emparentado. ¿Qué era este sitio?

—Vete, cariño —dijo Nam con una sonrisa alentadora—. Preciosos, tenéis que ver una pelea, ¿no?

La sonrisa se convirtió en un mohín perfecto y Taehyung se resistió a la tentación de intentar esta expresión. Algunas mujeres y donceles hacían parecer el flirteo tan fácil.

—Sí, claro. Oí que Yu Gyeom está en plena forma esta noche. Tal vez estará solo después del combate.

—Tal vez —dijo Namjoon de un modo que le hizo pensar a Taehyung que de ninguna manera Yu Gyeom estaría solo después del combate.

La dama enmascarada levantó un dedo hacia sus labios.

—O tal vez Jeon... —dijo considerándolo.

Las cejas de Taehyung se alzaron de golpe.

De ninguna manera Jeon.

La mera idea de esta mujer con su marido hizo que Taehyung quisiera arrancarle la máscara de los ojos y ofrecerle pelea para que lo viera escandalosamente de cerca. Abrió la boca para decir justo aquello cuando Namjoon se interpuso, pareciendo comprender la dirección en la cual la conversación se estaba dirigiendo.

—Es poco probable que Jeon esté disponible esta noche, querida. Te perderás el inicio si no te apresuras.

Eso pareció alentar a la otra mujer a moverse.

—¡Caray! Debo irme. ¿Te veré en el Pandemónium?

Namjoon agachó la cabeza con elegancia.

—No me lo perdería.

La mujer se fue corriendo y Taehyung la observó durante un buen rato antes de girarse hacia él.

—¿Qué es el Pandemónium?

—Nada de lo que debas preocuparte.

Consideró presionarle con el tema cuando llegaron a la puerta de la sala de los billares. Si la otra mujer estaba planeando asistir a este evento, Taehyung también quería, aunque no fuera por otra razón que encontrar el valor para llamarla mala pécora.

No es que Taehyung fuera muy diferente.

Después de todo, llevaba una máscara y estaba a punto de recibir una lección de billar de un hombre que no era su...

—Ya era puñetera hora que aparecieras. No tengo tiempo para esperarte a ti y a tus damas esta noche. ¿Y qué narices estamos haciendo jugando en este lado? Jimin querrá nuestras cabezas si...

...su marido. Que estaba apoyado en la mesa de billar en cuestión, taco en mano, y con un aspecto muy, muy atractivo.

Y muy, muy enfadado.

Se levantó en toda su altura.

—¿Taehyung?

Se acabó la máscara.

—Este lado es más tranquilo para que un doncel juegue —dijo Namjoon, a todas luces divertido.

Jungkook dio dos pasos hacia ellos antes de pararse en seco, con las manos cerradas en puños a los costados. Su mirada, de un oscuro refulgente bajo la luz de las velas, se encontró con la del doncel.

—Él no va a jugar.

—No creo que tengas elección —contestó Taehyung —, cuando tengo una invitación.

A él no pareció importarle.

—Quítate esa ridícula máscara.

Namjoon cerró la puerta, Taehyung levantó la mano para quitarse el dominó, desenmascararse delante de su marido era más difícil que desnudarse delante de todo el Parlamento.

Sin embargo, cuadró los hombros y se quitó la máscara, encarándose de frente.

—Me invitaron, Jungkook —dijo, oyendo la defensa en su voz.

—¿Cómo? ¿Namjoon te ofreció una invitación cuando te acompañó a casa en mitad de la noche? ¿Qué más te ofreció?

—Jeon —dijo Namjoon, sus palabras llenas de advertencia mientras daba un paso al frente para defenderse.

Defenderlo a él. Taehyung no necesitaba su defensa. No había hecho nada malo.

—No —dijo Taehyung, su tono de voz acerada—. Lord Jeon sabe exactamente dónde he estado y con quién desde la duración de nuestro corto y desastroso matrimonio. —Dio un paso hacia Jungkook, su ofensa lo hacía atrevido—. En casa, solo. En vez de aquí, donde la mitad de la población femenina de Seúl al parecer desea tener el pase a su cama. —Los ojos de Jungkook se abrieron de par en par. —Jungkook, te agradecería que te fueras —añadió, arrojando la máscara y la rosa a la mesa de billar—. Mira por donde, he estado esperando esta lección de billar y tú estás haciendo muy difícil el disfrutarlo.

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