Capítulo 16
Busan, noviembre de 1823
Querido J:
A estas horas has escuchado la noticia, incluso donde quieras que estés. Estoy arruinado. El duque hizo todo lo que podía para salvarme de la vergüenza, pero esto es Corea y semejante esfuerzo es, por supuesto, inútil. Él se volvió a comprometer para casarse en el plazo de una semana, un matrimonio por amor, nada menos. Madre está fuera de sí (ninguna sorpresa), lamentándose y gimiendo como un coro de plañideras.
¿Está mal que sienta como si me hubieran quitado un peso de encima? Probablemente.
Me gustaría que estuvieras aquí. Sabrías qué decir.
Anónimo
(Carta no enviada)
1831
Taehyung se sentó en un banco de madera, mirando hacia el congelado lago, donde parecía pulular la mitad de Seúl. El frío poco común del invierno había dado como resultado el hielo más grueso en casi una década, dejando el pequeño lago lleno a reventar de gente deseosa de pasar su tarde patinando sobre hielo.
No había modo de escapar de los ojos vigilantes de la alta sociedad.
Una vez que su grupo de patinaje se bajó del carruaje y subió a la colina que descendía suavemente hacia el lago, ellos se turnaron para sentarse y adosar las cuchillas de madera y acero a las suelas de sus botas de paseo.
Taehyung esperó tanto como fue posible para sentarse y atar las suyas, muy consciente del hecho que patinar con Jungkook sería un reto, ya que probablemente aprovechase esta oportunidad para mostrar a todo Seúl qué tan enamorados estaban.
Por enésima vez, maldijo la ridícula farsa y observó a sus hermanos bajar la colina, tomados de la mano, recordándole el gran objetivo de su frustración.
Su distracción le dificultó deslizar las cuchillas para el hielo sobre sus pies y después de un tercer intento, Jungkook arrojó las suyas a un lado y se agachó delante de él, tomando uno de sus pies del tobillo antes de que el doncel se diera cuenta de sus intenciones. Taehyung arrancó de un tirón su pie, haciéndolo inclinarse hacia atrás para sujetarse con sus manos sobre la nieve, llamando la atención de un grupo cercano de jovencitas.
—¿Qué crees que estás haciendo? —susurró inclinándose hacia adelante, no queriendo causar otra escena.
Jeon lo miró, todo atractivos ángulos y ojos falsamente inocentes, y dijo con sencillez:
—Ayudándote con el patín.
—No necesito tu ayuda.
—Perdóname, pero tal parece que lo haces. —Bajó la voz a un nivel que solo Taehyung podía oír—. Deja que te ayude.
Jungkook no estaba ayudándolo por él. Estaba ayudándolo por ellas, esas otras vigilantes que amarían la escena y sin duda, se desvivirían en un frenesí por contar a sus amigas y familiares todo sobre cómo el marqués de Joen era el hombre más solícito, bondadoso y maravilloso que alguna vez hubiera caminado por las orillas del puñetero lago.
Pero a Taehyung no le gustaría eso.
Él se pondría sus condenados patines.
—Estoy bien. Gracias. —Y deslizó los aparatos sobre sus zapatos con presteza, atándose las correas con cuidado para asegurar un calce cómodo—. Ahí está. —Miró a Jungkook, que lo observaba con atención, algo extraño e indefinible en la mirada—. Perfecto.
Jeon se levantó entonces, inclinándose hacia él para ayudarle a incorporarse.
—Al menos deja que haga esto, Taehyung —le susurró y el nombrado no pudo resistirse a sus dulces palabras.
Colocó sus manos en las de él.
Jungkook lo levantó y sujetó mientras el doncel recobraba el equilibrio sobre las cuchillas.
—Si mal no recuerdo, nunca fuiste tan bueno caminando sobre las cuchillas como lo eras patinando sobre ellas.
Taehyung lo miró afectado, casi se cayó encima con el movimiento y se agarró de sus brazos con cautela mientras recobraba el equilibrio.
—Me dijiste que no recordabas.
—No —dijo en voz baja, guiándolo colina abajo y hacia el lago—. Tú dijiste que yo no recordaba.
—Sin embargo lo recuerdas.
Una de las comisuras de sus labios se levantó en una sonrisa pequeña y triste.
—Te sorprenderías de todo lo que recuerdo.
Había algo en las palabras, una ternura que era extraña a él, y Taehyung no pudo evitar la suspicacia.
—¿Por qué estás comportándote así? — frunció el ceño—. ¿Otra oportunidad para demostrar nuestro matrimonio por amor?
Algo brilló en su mirada y al instante se había ido.
—Cualquier oportunidad para demostrarlo —dijo él en voz baja, antes de apartar la mirada. El rubio siguió la línea de su mirada para encontrar a Seokjin y Junkyu, tomados de la mano, ayudándose uno al otro hasta llegar al hielo. Cualquier oportunidad para casar a sus hermanos.
—Deberíamos reunirnos con ellos —dijo Taehyung, levantando el rostro hacia él, chocando con sus hermosos ojos. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo cerca que lo sostenía, cómo la suave pendiente de la colina lo dejaba casi a la misma altura que Jungkook.
Una de las comisuras de su boca se torció.
—Tus mejillas son como las cerezas.
Taehyung metió la barbilla en la bufanda alrededor de su cuello
—Hace frío —dijo a la defensiva.
Jeon negó con la cabeza.
—No me estoy quejando. Pienso que son más bien encantadoras. Te hacen ver como un ángel.
—Difícilmente me vea así.
Jungkook levantó la mano y presionó un dedo sobre su ceño fruncido.
—Nunca acostumbrabas a hacer esto. Nunca solías ser tan sarcástico.
Taehyung se apartó del cálido toque.
—Debo haberlo aprendido de ti.
Jungkook lo miró durante un largo rato, con toda seriedad, antes de que se acercara y le susurrara en el oído.
—Los angelitos no deberían ser cínicos, amor.
De repente, no parecía hacer tanto frío.
El marqués se retiró, negando con la cabeza.
—Qué lástima.
—¿Qué?
Jungkook inclinó la cabeza hacia el doncel, casi tocando su frente con la de él.
—Estoy casi seguro de que estás ruborizado. Pero el frío lo hace imposible de saber.
Taehyung no pudo evitar sonreír, disfrutando la broma, olvidándose durante un momento fugaz que no era real.
—Qué tristeza que nunca lo sepas.
Jungkook levantó la mano de Taehyung a sus labios, besando primero un grupo de nudillos cubiertos de cabritilla, luego el otro y el rubio deseó no llevar guantes.
—Su hielo aguarda. Me uniré a usted dentro de poco.
Taehyung miró más allá de él, hacia el lago abarrotado, donde sus hermanos se habían unido a los juerguistas en sus círculos en la superficie bella y suave, y de repente estar parado aquí con Jungkook parecía mucho más excitante que cualquier cosa que pudiera ocurrir en el hielo. Pero estar parado con él no era una opción.
—Sí, lo hace.
Jungkook lo miró desde el borde del lago, donde Taehyung se marchó y desapareció entre la multitud, encontrándose pronto con sus hermanos. Junkyu le tomó del brazo y dijo:
—Jeon es maravilloso, Tae. Dime, ¿estás contentísimo? —él suspiró—. Yo estaría eufórico.
Taehyung se miraba los pies, observándolos deslizarse por el hielo.
—Eufórico es una forma de describirlo —dijo.
Frustrado y terriblemente confundido sería otra.
Junkyu hizo alarde mirando alrededor del lago.
—¿Me pregunto si él conoce a algunos de estos caballeros solteros?
Si lo que él decía era verdad, entonces, la mitad de ellos adeudaba dinero al The Angel.
—Imagino que lo hace, sí.
—¡Excelente! —agregó Junkyu—. Bien hecho, Tae. ¡Creo que será un cuñado digno de su nombre! Y también guapo, ¿verdad? ¡Oh! ¡Veo a Lady Jeongyeon!
Gesticuló furiosamente con la mano a través del hielo y se fue a visitar a su amiga, dejando a Taehyung diciendo en voz baja:
—Sí. Es guapo —agradecido por un momento en el cual no tuviera que mentir.
Su mirada se trasladó hacia al lugar en la colina donde él había estado de pie hacía escasos momentos. Jungkook estaba completamente inmóvil, toda la atención sobre él. Su mano ardió en deseos de agitarse. Pero eso sería una tontería, ¿no?
Lo sería.
Mientras estaba considerando la acción, Jungkook hizo innecesaria la decisión. Levantó un brazo largo y lo saludó con la mano.
Sería de mala educación ignorarlo.
Así que le devolvió el saludo.
Jungkook se sentó en el banco y comenzó a atarse sus patines, Taehyung dio un suspirito, obligándose a dar media vuelta y alejarse antes de que hiciera algo aún más tonto.
—Ocurrió algo.
Por un momento, Taehyung pensó que Seokjin había advertido las extrañas interacciones entre Jeon y él. Con la mente corriendo a toda prisa, se volvió hacia su hermano menor.
—¿Qué quieres decir?
—Choi se ha declarado.
Los ojos de Taehyung se abrieron de par en par ante el inesperado anuncio, y esperó a que Seokjin reconociera el hecho que habían pasado gran parte de la mañana juntos y él apenas había resuelto mencionar la propuesta.
Cuando Seokjin no dijo nada, deslizándose hacia adelante con tranquilidad, como si estuvieran hablando del tiempo y no de su futuro, Taehyung no pudo evitarlo.
—No pareces muy feliz por eso.
Seokjin mantuvo la cabeza baja durante unos largos minutos.
—Él es un conde. Parece bastante amigable, no le importa que odie bailar y tiene un hermoso establo con caballos.
Taehyung habría sonreído ante la simplicidad de las palabras, como si los cuatro rasgos de la personalidad fueran suficientes para hacer un matrimonio satisfactorio, de no ser por el indicio de resignación en ellas.
A Taehyung se le ocurrió que Seokjin podría haber escogido el momento para compartir la proposición porque había tanta gente alrededor, tantos ojos mirando y oídos escuchando, demasiados para permitir una conversación seria.
No obstante, agarró una de las manos de su hermano y lo arrastró hasta detenerse en el centro del lago. Se acercó y le dijo en voz baja:
—No tienes que decir que sí.
—¿Importará si digo que no? —contestó, con una amplia sonrisa como si estuvieran discutiendo algún acontecimiento divertido de la mañana, en lugar de su futuro. Sus sueños—. ¿No habrá otro hombre a la vuelta de la esquina buscando atrapar mi dote? ¿Y después de eso otro? ¿Y otro? Hasta que mis opciones desaparezcan. Él sabe que soy más listo que él, y está dispuesto a dejarme manejar su patrimonio. Eso es algo. —Él enfrentó a Taehyung —. Sé lo que hiciste.
El rubio encontró la mirada conocedora de su hermano.
—¿Qué quieres decir?
—Yo estaba allí en Navidad, Tae. Pienso que habría notado el regreso de Jeon. Como lo habría hecho la mitad de la vicaría.
Taehyung se mordisqueó el labio, preguntándose lo que debería decir.
—No tienes que decirme que tengo razón. —Seokjin lo salvó—. Pero debes saber que veo lo que has hecho. Y te lo agradezco.
Ellos patinaron en silencio durante un largo rato antes de que Taehyung dijera:
—Lo hice para que no tuvieras que aceptar a Choi, Jinnie. Jungkook y yo... la historia es para vuestro beneficio. El tuyo y el de Junkyu.
Seokjin sonrió.
—Y eso es dulce de tu parte. Pero es tonto pensar que tendremos matrimonios por amor, TaeTae. Estos no se dan todos los días. Eres más sensato que la mayoría.
Taehyung tragó el nudo en su garganta ante las palabras, ante el recordatorio que su propio matrimonio no estaba nada cerca de uno por amor.
—Otros se casan por amor —señaló, mirando hacia afuera del pequeño lago—. Piensa en Bogum y su esposa.
Seokjin lo miró de golpe, los ojos azules grandes como un búho detrás de las gafas.
—¿Es lo mejor que puedes hacer? ¿Un matrimonio escandaloso de ocho años atrás?
Era el ejemplo que llevaba más cercano en su corazón.
—El número de años no importa. Tampoco el escándalo.
—Por supuesto que sí —dijo —. Un escándalo como aquel conduciría a madre a la histeria. Y al resto de vosotros a la reclusión.
—A mí, no. —Él fue enfático.
Seokjin consideró las palabras.
—No, a ti no. Tienes un marido escandaloso.
Taehyung pensó en su marido al otro lado del lago, sus ojos permaneciendo durante mucho tiempo sobre el enorme cardenal en un lado de su rostro.
—Él es un escándalo.
Seokjin se volvió para mirarlo.
—Sea cual sea el motivo de tu matrimonio, Taehyung, a él pareces importarle.
Drury Lane se está perdiendo un gran talento, sin duda. Tae no dijo eso. Seokjin no necesitaba oírlo.
—Yo bien podría casarme con Choi —dijo Seokjin —. Eso hará feliz a padre. Y nunca tendré que ver una temporada por dentro de nuevo. Piensa en todas las visitas a la modista de las que puedo privarme.
Taehyung sonrió ante la broma, incluso cuando quería abrir la boca y gritar ante la injusticia de todo ello. Seokjin no se merecía un matrimonio sin amor más de lo que las otras jóvenes Kim lo hacían. Más de lo que Taehyung lo hacía.
Pero esta era la sociedad, donde los matrimonios sin amor eran la regla. Suspiró pero no dijo nada.
—No te preocupes por mí. —dijo Seokjin, arrastrándolo entre la multitud de patinadores de nuevo—. Estaré bien con Choi. Es un hombre bastante bueno. No creo que padre hubiera permitido su cortejo si no lo fuera. —Él se acercó más—. Y no te preocupes por Junkyu. Él no tiene idea de lo tuyo y lord Jeon... —Seokjin se fue apagando—. Está demasiado concentrado en atrapar a un lord guapo.
A Taehyung no lo reconfortaba la idea de que podría haber engañado a su hermano menor haciéndole creer que su matrimonio era uno por amor. Lo ponía terriblemente incómodo. Junkyu, The Scandal Sheet y el resto de la sociedad creían que Jungkook lo amaba, que él le amaba, eso solo servía para demostrar lo peor, que se estaba perdiendo en esta charada.
Si sus hermanos apenas cuestionaban sus sentimientos por Jungkook, ¿quién iba a decir que él pronto no se creería su fingimiento?
¿Entonces dónde estaría?
Solo de nuevo.
—¿Taehyung? —La pregunta de Seokjin lo sacó de su cavilación.
Esbozó una sonrisa forzada.
Kim lo observó durante un largo rato, pareciendo ver más allá de lo que Taehyung deseaba y este apartó la mirada del escrutinio. Por último, su hermano dijo:
—Creo que me uniré a Junkyu ¿Quieres venir?
El antiguo Kim negó con la cabeza.
—No.
—¿Me quedo contigo?
Volvió a negar con la cabeza.
—No. Gracias.
—¿Esperando a tu esposo? —Taehyung lo negó al instante y la sonrisa de Seokjin se volvió conocedora—. Creo que te gusta, hermano. Contra tu mejor juicio. No hay nada de malo en eso, sabes. —hizo una pausa y entonces dijo de manera realista—: Debería creer que más bien sería bonito que a uno le gustara su marido.
Antes de que pudiera responder, Jin se había ido. Sin pensarlo, buscó a Jungkook una vez más, ahora se había ido de la colina donde lo había visto la última vez. Recorrió el lago y lo localizó, justo en el borde del hielo, conversando con el vizconde Park.
Él observó durante un largo rato antes de que Jungkook se asomara por el hielo, su mirada seria encontrándolo casi de inmediato. El nerviosismo lo atravesó como un relámpago, y se marchó dando media vuelta, incapaz de quedarse, con la mitad de Seúl entre ellos. Metió la barbilla en la bufanda y patinó, con la cabeza baja, rebasando un grupo numeroso de personas cerca, hacia el extremo más alejado del lago, donde se bajó del hielo y echó a andar con dificultad hacia un vendedor de castañas que había montado un puesto en el lugar.
Apenas había dado un paso cuando oyó la charla.
—¿Puedes creer que Park está dispuesto a darle el beneficio de la duda? —La pregunta vino de detrás de él y Taehyung se detuvo, sabiendo al instante que alguien estaba hablando de su marido.
—Ni siquiera puedo imaginar cómo Park conocería a alguien como él.
—He oído que Jeon sigue regentando ese escandaloso club. ¿Qué crees que dicen?
—Nada bueno. Jeon es malo como el pecado, al igual que los hombres que frecuentan ese club.
Taehyung resistió la tentación de darse la vuelta y decirle a las chismosas que ellas fueron muy probablemente engendradas o desposadas por hombres que darían su brazo izquierdo por tener la oportunidad de apostar en el The Fallen Angel.
—Dicen que esta temporada va a la pesca de invitaciones. Que está listo para regresar a la sociedad. Que él es la razón.
Taehyung se acercó más cuando el viento sopló más fuerte y las palabras se volvieron más difíciles de oír.
—Lady Manoban le dijo al primo de mi madre que él no podía dejar de tocarlo durante la cena la semana pasada.
—Escuché lo mismo... y ¿has visto el The Scandal Sheet esta mañana?
—¿Puedes creerlo? ¿Un matrimonio por amor? ¿Con Kim Taehyung? Habría jurado que se casó con él por su reputación, pobrecito.
—Y no olvides las tierras, fue la sede del marquesado antes...
Las palabras se perdieron en el viento, pero Taehyung las oyó de todos modos. Antes que lo perdiera.
—Uno se pregunta cómo alguien tan prístino como Kim Taehyung puede estar interesado en alguien tan malvado como el marqués de Jeon.
Con demasiada facilidad, se temía Taehyung.
—Tonterías. Mira al hombre. La verdadera pregunta es, ¡cómo alguien como él podría caer enamorado de alguien tan aburrido como Kim! Ni siquiera pudo conservar al frío y aburrido Bogum.
Las dos se deshicieron en risas nerviosas y Taehyung cerró los ojos ante el agudo sonido.
—¡Eres terrible! El pobre Taehyung.
Dios, él odiaba ese nombre.
—Bueno, realmente. Perverso como el pecado y el doble de guapo aun con ese ojo. ¿Dónde crees que lo obtuvo?
—Estoy informada de que hay peleas en el club. Riñas que rivalizan como esas de los gladiadores.
Taehyung puso los ojos en blanco. Su marido era muchas cosas, pero un moderno gladiador no era una de ellas.
—Bueno, confieso que no me negaría a atender sus heridas. —La voz se desvaneció en un suspiro.
Taehyung resistió el deseo de demostrar a las perversas mujeres qué tipo de heridas podrían ser infligidas en una persona.
—Quizás Taehyung te daría algunos consejos, podrías tratar de atrapar a uno de los otros miembros.
La risa cruel se desvaneció a la distancia. Él se volvió para verlas irse, los puños apretados, incapaz de reconocerlas desde atrás. No era que hubiese hecho algo si las reconocía.
Por supuesto que encontraban la historia digna de chismorreo. Era ridículo que él y Jungkook tuvieran un matrimonio por amor. Que su matrimonio pudiera ser algo más que un acuerdo comercial.
Que alguien como él pudiera amar a alguien como Taehyung.
Respiró profundo ante el pensamiento, el frío pinchazo del aire luchando contra el nudo de emoción en su garganta.
—Lord Jeon.
Él giró ante el título extraño todavía para encontrar a Kim Jun Myeon a escasos metros de distancia, avanzando hacia él. No había ninguna indicación de que el periodista hubiera logrado oír a las mujeres, pero Taehyung no pudo evitar pensar que lo había hecho.
—Señor Kim—dijo, apartando los pensamientos de hastío y luciendo una sonrisa—. Qué sorpresa.
—Mi hermana necesita un chaperón —dijo, señalando un grupo de jóvenes a varios metros de distancia—. Y confieso una debilidad por los deportes de invierno.— Le ofreció el brazo y señaló al vendedor cercano—. ¿Le apetecerían algunas castañas?
Taehyung siguió su mirada, el humo marrón del carretón oscureciendo el rostro de su dueño.
—Eso me gustaría muchísimo, gracias. —Ellos se adelantaron poco a poco hacia el puesto, Taehyung caminando con dificultad sobre sus cuchillas, el señor Jun demasiado caballeroso para mencionar su falta de coordinación—. Yo también tengo hermanos. —Pensó en la resignación de Jin... su decisión de casarse con Choi a pesar de su desinterés, por todas las razones equivocadas.
—Criaturas problemáticas, ¿verdad?
Taehyung forzó una sonrisa.
—Siendo yo mismo un hermano, debo abstenerme de responder.
—Un motivo justo. —El hombre hizo una pausa y agregó en broma—. Imagino que un matrimonio con Jeon haría a cualquier hermano un tanto problemático.
Él sonrió.
—Considérese afortunado de que no es mi hermano.
Él pagó al vendedor y le pasó una bolsita de frutos secos asados a Taehyung, esperando a que probara uno antes de decir:
—Usted lo está haciendo muy bien.
Su atención se centró bruscamente en su sagaz mirada color café. Él lo sabía. Taehyung hizo lo mejor que pudo para sonar impertérrito cuando habló, entendiendo mal sus palabras deliberadamente.
—He patinado toda mi vida.
Él inclinó la cabeza, aceptando el modo en que el doncel evitaba sus palabras.
—Bueno, su técnica muestra más habilidad de lo que se esperaría en un doncel.
Ellos no estaban hablando de patinaje, eso lo sabía, estaba haciendo referencia al chismorreo sobre él y Jungkook. ¿O a su grotesco matrimonio? ¿O algo aún más dañino?
Taehyung mordisqueaba una castaña, saboreando la carne dulce mientras consideraba su respuesta.
—Siempre estoy encantado de sorprender a los que me rodean.
—Para realizarlo con semejante delicadeza se requiere mucha fortaleza.
El rubio alzó una ceja y habló al periodista con franqueza.
—He tenido años de práctica.
Entonces él le sonrió con calidez.
—Es un hecho que los tiene. Y permítame decirle cuán afortunado es Jeon de tenerlo asegurado. Espero con anticipación verlo a lo largo de la temporada, sin duda seréis la pareja de la que más se hablará en Seúl. Sé que mis columnistas ya están emocionados por tenerlo en la ciudad.
La claridad llegó como el viento helado.
—Sus columnistas.
Él bajó la cabeza, sonriendo misteriosamente.
—The Scandal Sheet es mío.
—El artículo de hoy... —Él se fue apagando.
—Palidecerá en comparación con el artículo sobre sus habilidades de patinaje.
Taehyung frunció los labios.
—Tan inesperadas.
Él se rió. El doncel no trataba de ser divertido.
—Taehyung ha sido capaz de patinar en círculos a mi alrededor desde que ambos apenas teníamos edad suficiente para ponernos de pie. —Las palabras de Jungkook lo sobresaltaron y Taehyung se giró para quedar de cara a él, su sorpresa ante su aparición alterando su precario balance sobre las cuchillas y haciéndolo caer en sus brazos que lo estaban esperando, como si él hubiera planeado todo. El pelirrubio dio un pequeño chillido cuando Jungkook lo acercó a él.
—Como indica mi gracia extraordinaria en este momento —ofreció Taehyung, provocando una risa cálida de Jungkook que retumbó a través de él, enteramente agradable. El doncel se apartó para encontrarse con su mirada.
Él no apartó la vista del más joven cuando dijo:
—Es una de las muchas razones por las que me casé con él. Estoy seguro de que no puedes culparme, Jun.
Con el rubor inundándole las mejillas, Taehyung se volvió hacia el periodista, quien bajó la cabeza y dijo:
—No, en absoluto. Sin duda es un matrimonio dichoso. —Hizo un guiño a Taehyung —. Es obvio que él está comprometido contigo. —Entonces miró a lo lejos antes de inclinar el sombrero y brindar al doncel una reverencia corta—. Creo que he descuidado a mi hermana durante mucho tiempo, ha sido un honor patinar con usted.
Taehyung hizo una diminuta reverencia.
—El placer fue mío. —Cuando él se alejó patinando, el bonito doncel se volvió para quedar de cara a Jungkook otra vez, bajando la voz hasta un susurro—. Ese hombre sabe que hay más en nuestro matrimonio que una unión matrimonial por amor.
Él se inclinó, haciendo coincidir el volumen.
—¿No quieres decir menos en nuestro matrimonio?
Los ojos de Taehyung se entrecerraron.
—Estás evitando el tema.
—Por supuesto que Jun Myeon lo sabe —dijo de manera casual—. Es uno de los hombres más inteligentes en Corea. Posiblemente el más inteligente y uno de los más exitosos, también. Pero él guardará nuestros secretos.
—Es un periodista —le recordó.
Jungkook se echó a reír entonces, una risa encantadora y honesta que lo hacía infinitamente más guapo.
—No hace falta que lo digas como si fuera un insecto bajo una copa. —Él se detuvo, observando al hombre en cuestión hechizar a su hermana y a su grupo de amigas—. Jun es demasiado sensato para especular con nuestro matrimonio en la prensa.
Taehyung no le creía. La verdad de su matrimonio propiciaría un escándalo increíble.
—¿Cómo lo sabes?
—A él le gusta arriesgar.
—Pareciera que el hombre más inteligente de Corea no disfrutaría tanto de un juego de azar.
—Él lo haría si tuviera la suerte del diablo.
—No pareces preocupado de que lo sepa.
—Eso es porque no lo estoy. Conozco muchos de sus secretos para que él reparta cualquiera de los míos.
—¿Pero él repartirá los de Ho Seok alegremente?
Jungkook le deslizó una mirada.
—No hablemos de eso.
Taehyung continuó.
—¿Sigues planeando arrastrarle a la ruina?
—Hoy no.
—¿Entonces, cuándo?
Él suspiró.
—Por lo menos después de una semana a partir de ahora, como prometí.
Había algo allí, en la forma suave y resignada en la que habló, algo que Tae deseaba poder identificar. ¿Era duda? ¿Arrepentimiento?
—Jungkook-
—He comprado y pagado por esta tarde, esposo. No más. —Él metió la mano en la bolsa de castañas y se introdujo una entera en la boca. Inmediatamente, sus ojos se abrieron de par en par y contuvo el aliento durante un rato—. ¡Están hirviendo!
Taehyung no debería haber disfrutado de su dolor, pero lo hizo.
—Si hubieras pedido una antes de simplemente tomar lo que querías, te hubiera advertido.
Una de sus cejas se elevó.
—Nunca pidas. Toma lo que quieras, cuando lo quieras.
—¿Otra regla de los sinvergüenzas?
Él bajó la cabeza para acusar recibo lo de la pulla.
—Es parte de la diversión.
Las palabras chisporrotearon a través del doncel como si el recuerdo llegara de manera espontánea, él lanzándolo sobre su hombro aquella primera noche, la noche que lo había cambiado todo.
Taehyung levantó la barbilla, negándose a avergonzarse.
—Sí, eso descubrí anoche en tu club cuando gané a la ruleta.
Las cejas masculinas subieron súbitamente y Taehyung se sintió bastante orgulloso de sí mismo. Un golpe directo.
—Es un juego de azar. No requiere habilidad.
—Ninguna habilidad, solo suerte —dijo sarcásticamente.
Jungkook sonrió, más guapo de lo que un hombre debería ser.
—Vamos, esposo. Demos la vuelta al lago.
Jeon tomó la bolsa de sus manos y la metió en el bolsillo de su chaqueta antes de guiarlo hacia el hielo, y Taehyung retornó la conversación a los secretos.
—¿Esa es la manera? ¿Canjeas secretos?
—Solo cuando tengo que hacerlo.
—Solo como un medio para conseguir un fin. —Las palabras eran más para él que para Jeon.
—Sé que he estado fuera de la aristocracia durante una década, pero esto sigue siendo Seúl, ¿verdad? ¿Sigue siendo la información el bien más valioso?
—Supongo. —Al rubio no le gustaba lo simple que era para Jungkook. Cuán insensible era. Con qué facilidad guardaba secretos. Con qué facilidad los utilizaba para castigar a aquellos que lo rodeaban. Forzó una sonrisa, sabiendo con seguridad que todos los observaba. Odiando estar en exhibición—. ¿Y ese es el modo contigo y Bang?
Jungkook negó con la cabeza.
—Tampoco ningún Bang, hoy. Hicimos nuestro trato.
—Nunca acepté.
—No lanzarme del carruaje camino hacia aquí fue una aceptación tácita —dijo él con sequedad—. Pero si quieres llegar a un acuerdo formal, aceptaré tu amuleto de la buena suerte.
—No tengo un amuleto de la buena suerte.
—Está bien —sonrió él—. Puedes tomar prestado el mío.
Taehyung lo miró cortante.
—Quieres decir que puedo devolverte el tuyo.
—Semántica.
Jeon Taehyung no pudo ocultar su sonrisita cuando metió la mano al bolsillo de su capa donde llevaba la guinea que Jungkook le había dado y extrajo la moneda.
—Una tarde.
—Una semana —acordó Taehyung.
Dejó caer la moneda en su palma extendida, observando cómo Jungkook la depositaba dentro del bolsillo de su chaqueta. El doncel volvió la cabeza, viendo reír a Seokjin al otro lado del estanque con un grupo de jóvenes.
—Lord Choi se ha declarado a Jin.
Él no se movió.
—¿Y?
—Y él dirá que sí. —Jungkook no respondió. Por supuesto que no lo hizo. No entendía. No entendería—. No son una buena pareja.
—¿Es eso tan extraño?
No. No, no lo era. Pero él no tenía que ser tan insensible al respecto.
Taehyung comenzó a patinar más rápido.
—Él se merece una oportunidad de algo mejor.
—Él no tiene que decir que sí.
Le miró de reojo.
—Estoy sorprendido de que me dijeras algo así. ¿No lo quieres casado a toda prisa?
Jungkook apartó la mirada, focalizándose en su patinaje durante un largo rato.
—Sabes que lo hago. Pero no tengo ningún interés en obligarlo a casarse.
—¿Solo estabas interesado en obligarme a mí a casarme?
—Taehyung —comenzó él y el nombrado tomó la delantera patinando más rápido, sintiendo el viento frío en las mejillas, deseando que pudiera seguir adelante, deseando que pudiera alejarse volando de esta vida extraña y forzada que vivía. Rebasó un gran grupo de personas y Jungkook estaba junto a él otra vez, su mano sobre su brazo, reduciendo su velocidad—. Taehyung, por favor. —Volvió a decir.
Quizá fue la palabra. La suavidad de la misma. Lo extraño de ella sobre su lengua. El modo en que lo dijo, como si Taehyung pudiera ignorarlo y él lo dejaría ir.
Pero se detuvo, los patines cavando profundamente en el hielo mientras se volvía hacia él.
—Se supone que detendría esto —dijo, sabiendo que había muchísima emoción en sus palabras—. Se supone que hacía esto para que ellos pudieran tener una vida diferente. Matrimonios basados en más que...
—Más que una dote generosa.
Taehyung apartó la mirada ante las palabras.
—Se supone que tengan una mejor oportunidad que nosotros. Me diste tu amuleto de la buena suerte.
—Y al menos uno de ellos la tendrá. —Él apuntó hacia el extremo más alejado del lago y el doncel siguió la línea de la vista hacia donde Junkyu y Ji Hoon estaban de pie conversando, un sonrojo en las mejillas perfectas de Kim y una ancha sonrisa en el rostro de Park—. Él vale una fortuna y su reputación está lo bastante limpia como para aspirar a ministro algún día. Si se avienen, entonces podría ser un matrimonio estupendo.
—¿Están solos? ¿Juntos? —Empezó a patinar de nuevo, hacia ellos—. ¡Jungkook, debemos regresar!
Él le tomó la mano, disminuyendo la velocidad.
—Taehyung, ellos no están solos en una galería en un baile. Están de pie, muy felices, a orillas de un lago, conversando.
—Sans chaperone —dijo—. Lo digo en serio. ¡Tenemos que regresar!
—Bueno, si lo dices en francés, por supuesto que debe ser muy grave. —Su rostro se apartó, así que el rubio no podría decirlo con exactitud, pero pensaba que Jungkook le estaba tomando el pelo—. Es todo absolutamente decente. —Jungkook extendió la mano y tomó la de él, dando la vuelta para patinar en la dirección contraria, incluso mientras el doncel trataba de apartarse.
—Me debes una tarde, esposo.
Cuando le sujetó con fuerza, Taehyung dejó de resistirse y Jungkook dio vueltas alrededor de él hasta que no pudo hacer otra cosa excepto seguirlo, mirándolo todo el camino.
Y entonces Jungkook lo tomó en sus brazos como si estuvieran bailando y patinaron hacia atrás en algo parecido a un vals, hasta que estuvieron a una buena distancia de que alguien les oyera.
—Todo el mundo está mirando.
—Déjalos mirar. —Jeon lo abrazó con fuerza, susurrándole bajo al oído—. ¿No recuerdas lo que era pasar esos primeros minutos, sin aliento, a solas con un pretendiente?
—No. —Trató de apartarse—. Jungkook, tenemos que regresar.
De repente, no era por Junkyu que Taehyung sentía que debían regresar. Era por él mismo. Por su cordura. Porque estar en sus brazos, así, con su voz en el oído, no era bueno para sus convicciones.
Jungkook los hizo girar en un círculo lento.
—Regresaremos con ellos en unos pocos minutos. Por ahora, responde a la pregunta.
—La contesté. —Tató de dar un paso atrás, pero Jeon lo sujetó con firmeza—. Esto no es correcto.
—No voy a dejarte ir. Si alguien nos ve, simplemente verán al marqués de Jeon mimando a su precioso esposo. Ahora, responde a la pregunta.
Excepto que él no estaba mimándolo. Esto no era real.
¿Lo era?
—Nunca he sido cortejado. Ningún sin aliento.
Taehyung no podía creer que lo hubiera admitido.
—¿Tu duque no se esmeró en hacerte la corte?
El doncel no pudo evitarlo. Se echó a reír.
—¿Alguna vez te has encontrado con el duque de Park? Lo de él no es el más dispuesto de los galanteos. —Hizo una pausa, un recuerdo del duque deteniendo un baile por su futura esposa lo atravesó como un relámpago, antes de agregar—: Por lo menos, no conmigo.
—¿Y los otros?
—¿Qué otros?
—Los otros pretendientes, Taehyung. Sin duda, uno de ellos hizo todo lo posible para...
Él negó con la cabeza, mirando a su alrededor, buscando a sus hermanos, temeroso de ser visto. Seokjin estaba de pie con un grupo de chicas en el centro del hielo brillante.
—Nunca me he derretido sin aliento por un pretendiente.
—¿Ni siquiera Hoseok?
No. Él debería haberlo dicho, pero no quería. No quería traicionar a su amigo. No quería que Jungkook supiera que él había sido un medio para conseguir un fin para todos ellos, incluso Hoseok.
—Pensé que no estábamos hablando de Hoseok.
—¿Lo amas? —Había urgencia en el tono de su voz, y Taehyung sabía que él no se aplacaría hasta que le contestara.
Levantó un hombro.
—Él es un querido amigo. Por supuesto que me intereso por él.
Sus ojos se oscurecieron.
—No es lo que quiero decir y lo sabes.
Taehyung no fingió entender mal. En cambio, le dijo la verdad, a sabiendas que la confesión le daría poder. Sin importarle, porque quería que algo en su relación fuera real.
—Tampoco él me dejó sin aliento.
Un niño pequeño, no más de cuatro o cinco años, lo rebasó patinando, perseguido por un padre contrito y una madre risueña que se volvió para hacerles una reverencia. Taehyung sonrió y agitó las manos ante la disculpa, previo a decir en voz baja: —Sin embargo, tal vez ese sea el problema. Quizás esperé demasiado tiempo para quedar sin aliento y me perdí, bueno, todo lo demás.
Cuando Jungkook no dijo nada, Taehyung levantó la mirada para encontrarlo siguiendo a la misma familia que él había estado observando. Al fin, lo miró con mucha seriedad y el rubio no pudo apartar los ojos mientras giraban y giraban en el momento del vals, ninguno de ellos forzando el movimiento, pero aun así girando. Algo cambió en el aire entre los dos.
—Estoy muy feliz de que no te hayas casado con Park, ni con Hoseok o con cualquiera de los otros deplorablemente carentes, V.
Nadie más que Jeon Jungkook lo había llamado V, un apodo absurdo que él le había puesto hacía toda una vida, asegurándole que Taehyung representaba su victoria. En el momento, habían sido palabras dulces, una pequeña y adorable idea que había estado seguro lo haría sonreír, y la respuesta del doncel, en este momento, no fue diferente.
La calidez se filtró por él con el nombre, seguido por una pregunta mucho más seria que éste.
—¿Es honesto? ¿O es falsa honestidad? ¿Quién eres en este momento? ¿El verdadero? ¿O cierta aproximación del hombre que tú crees que ellos quieren que seas? No me digas que no tiene importancia, porque ahora en este momento sí la tiene. —Su voz se suavizó—. Y ni siquiera estoy seguro de por qué.
—Es la verdad.
Y tal vez lo hacía un tonto, pero le creyó.
Se quedaron allí durante un largo rato, los ojos masculinos moteados de marrón, dorados y negros y tan absortos en el pelirrubio, como si estuvieran solos en el lago, como si todo Seúl no estuviera bamboleándose y deslizándose a su alrededor y él se preguntaba qué pasaría si no estuviera todo Seúl allí. Si todo Seúl no importara.
Jungkook estaba tan cerca, su calor tan real y tentador, y él pensó que el Marqués podría besarlo allí.
No.
Taehyung se apartó antes que pudiera.
Él tenía que hacerlo.
No podía soportar la idea de que Jungkook lo utilizara de nuevo.
La nieve había comenzado a caer, espolvoreando su inmaculado pelo negro y los hombros de su bellísimo abrigo hecho a medida.
—Debería ir con Junkyu antes de que él y Park decidan fugarse. — hizo una pausa—. Gracias por la tarde.
Taehyung se volvió y se fue, patinando, sintiendo profundamente la pérdida de él.
Era un error que Jungkook pudiera hacerlo querer tanto y tan de prisa, con una sola sonrisa fácil o una palabra cariñosa. Él era débil cuando se trataba de Jeon.
Y Jungkook era muy fuerte.
—Taehyung —lo llamó a voces y él se volvió para encontrar su mirada, algo enteramente peligroso centellando en sus ojos—. La tarde no ha terminado.
Y, por un breve instante, todavía pensó que podía estar sin aliento.
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