
Capítulo 14
Kim House, marzo de 1820
Querido J:
Bien, por cierto la marquesa Kim está muy orgullosa hoy. Tuve mi debut, mi presentación en la corte, abonos para Almack’s y todo, y no hay duda que soy un éxito rotundo.
Esto no debería ser una sorpresa, ya que oficialmente he estado en el mercado matrimonial durante casi dos semanas, y no he tenido una sola conversación interesante. Ni una sola, ¿podrías creerlo? Mi madre está en busca de un duque, pero no es como si hubiera un exceso de duques jóvenes y elegibles a la mano.
Lo confieso, esperaba poder verte... en un baile, en una cena o en algún evento esta semana, pero has desaparecido y todo lo que me queda es una hoja de papel.
Un nombre apropiado. Tonto por supuesto
Anónimo
(Carta no enviada)
1831
The Fallen Angel era magnífico.
Taehyung nunca había visto nada tan imponente como este lugar, este maravilloso y opulento lugar, lleno de luz de velas y color, rebosando de personas que voceaban apuestas obscenas, se revolcaban de risa, besaban sus dados y maldecían su mala suerte.
Él se había anunciado en voz baja, sin querer revelar su identidad, pero sabiendo que si no les dijera a los hombres que protegían la entrada su nombre, no sería admitido. Los ojos de éstos se habían abierto de par en par cuando dijo su identidad, nombrando a su marido y demorándose en las sombras de la entrada, esperando a que ellos decidieran creerle.
Cuando uno de los hombretones había sonreído de oreja a oreja y golpeado dos veces en la puerta interna con un puño del tamaño de un jamón, la puerta se había abierto apenas.
—El Marqués de Jeon. Mejor dejarlo entrar.
<<El Marqués de Jeon>>
Un temblor de conciencia lo atravesó como un rayo ante la descripción, una que él no quería y aun así no podía oponerse. Una que planeó utilizar para su completo provecho esa noche cuando le había dado a su marido una parte significativa de su mente.
Pero entonces, la puerta se abrió de par en par, revelando un carnaval de movimiento y sonido, Taehyung olvidó su objetivo inmediato.
Se arrebujó en la capa, agradecido por el consejo de Choi y por la capucha demasiado grande que lo dejaba en las sombras mientras observaba a aquellos a su alrededor pendientes de sus naipes, rastrear la pelotita de marfil de la ruleta, seguir sus dados a través del lujoso tapete verde mientras éstos caían a los vientos del destino.
Era la aventura en su forma más vil y pura.
Y él amó cada centímetro de eso.
No era de extrañar que Jungkook pasara gran parte de su tiempo aquí, esta era su diosa, su belleza de cabellos negros como el ala de un cuervo. Y Taehyung no podría culparlo. Era una amante magnífica.
Los hombres con sus abrigos negros y austeros, y sus corbatas perfectamente anudadas, los mayordomos que se desplazaban al piso del casino con bandejas cargadas con whisky y brandy, y las mujeres con sus reveladores canesús, cada uno de un color más brillante que el anterior. Estaban pintadas, ataviadas con excesivo detalle, peinadas y teñidas, y Taehyung deseó ser como ellas. Por un momento fugaz, conocer lo que era sostener la fortuna en tu mano. Lanzar los dados y conocer la emoción de la proeza.
Pero fue el vitral macizo e innegablemente bello que le hizo contener el aliento. Un retrato grande e impresionante de Lucifer, la cadena alrededor de su tobillo rodeándole dos veces la pierna antes de arrastrarse al abismo, su cetro roto por la mitad todavía apretado en una mano, su corona en la otra. El enorme ángel caía de cabeza en las llamas del infierno ya que sus alas ya no eran capaces de mantenerlo en vuelo.
Era a la vez hermoso y grotesco, el escenario perfecto para este antro de vicio.
Mantuvo la cabeza gacha y se desplazó por entre la multitud, amando la forma en que los cuerpos lo movían a través de sus masas. Taehyung permitió que lo guiaran y se prometió que haría escala en la primera mesa que encontrara en su camino.
Fue la mesa de la ruleta, y la excitación le saltó a la garganta con una mezcla de excitación y gratitud. Conocía el juego. Conocía sus reglas. Sabía que era suerte pura y llana. Y él quería probar la suya.
Por cierto, de pronto se sentía muy afortunado.
Encontró los ojos del croupier, quien levantó una ceja y agitó su largo rastrillo sobre la mesa.
—Doncel...Caballeros, hagan sus apuestas por favor —entonó con seriedad.
Su mano ya estaba en su bolsillo, jugueteando con las monedas que tenía allí. Taehyung sacó un soberano de oro brillante, pasó su pulgar por la cara de la moneda, observando a los demás en la mesa hacer sus apuestas. Las monedas fueron colocadas todo a lo largo del intenso terciopelo verde y sus ojos se sintieron atraídos por un espacio tentador de color rojo en el centro de la mesa.
Número veintitrés.
—Aguardamos la apuesta del doncel.
Sus ojos se encontraron con los de la banca y extendió la mano, tentativamente para colocar una moneda sobre el tapete, amando la forma en que el oro destelló a la luz de las velas.
—No más apuestas, por favor.
Y luego la rueda estaba en movimiento y la pelotita daba vueltas por la canaleta, el sonido del marfil contra el acero una tentación en sí mismo. Taehyung se inclinó hacia adelante, ansioso de una vista sin obstáculos, el aliento atascado en la garganta.
—Dicen que la ruleta es el juego de Lucifer. —Las palabras llegaron desde su hombro y no pudo resistir volverse hacia la voz, incluso mientras tenía cuidado de mantener su capa calada sobre su rostro—. Le calza bien, ¿no?
El desconocido puso la mano en el borde de la mesa, lo bastante cerca como para tocarlo, la continua caricia demasiado lenta para ser un error. Taehyung retiró su mano bruscamente ante la desagradable sensación.
—Fascinante —dijo, apartándose de la compañía no deseada, esperando que la sola palabra finalizara la conversación. Su atención regresó a la ruleta, girando en gloriosos rojos y negros, demasiado rápido para seguirle el rastro.
—Hay una historia de un francés que estaba tan atrapado por el juego, tan tentado por la ruleta, que vendió su alma al diablo por sus secretos.
La rueda estaba empezando a disminuir la velocidad y Taehyung se inclinó hacia adelante, entendiendo la tentación del pobre francés. El hombre a su lado deslizó un dedo por la parte externa de su brazo, enviando un escalofrío de disgusto a través de él y llamando su atención.
—¿Qué lo tentaría a vender su alma?
Taehyung no tuvo oportunidad de responder o de decirle a su vecino que le quitara las manos de encima, cuando al instante el hombre fue arrancado de un tirón de su lugar y lanzado descuidadamente al suelo a varios metros de distancia. El doncel se volvió ante la conmoción para encontrar a Jungkook siguiendo los pasos del hombre mientras este retrocedía de prisa, como un cangrejo, entre las piernas de un grupo de personas que se habían detenido en el medio del casino para observar el drama que se estaba desarrollando.
Su marido se agachó y agarró al hombre por la corbata, su gran corpulencia bloqueando el rostro del hombre postrado.
—Usted no volverá a tocar a un doncel o dama en esta casa de juego —dijo su marido con un gruñido, levantando el puño en una malvada amenaza.
—Maldito seas, Jeon. —Las palabras salieron estranguladas de la garganta del hombre mientras levantaba las manos a las muñecas de Jungkook—. Déjalo. Él es solo un...
La mano de Jungkook rodeó el cuello del otro hombre.
—Termine la frase, Oh y deme el placer de quitarle la respiración —dijo bajo y cerca de su presa—. Si veo o escucho que usted puso otra mano sobre un doncel o dama aquí, su membresía no será la única cosa que perderá. ¿Entiende?
—Sí.
—Dígalo. —Él parecía a punto de matar y la historia de BeomGyu hizo eco en la memoria de Taehyung.
—Sí. Sí, entendí.
Jungkook lo arrojó de nuevo al suelo, y se volvió hacia Taehyung quien se movió instintivamente para retroceder en su capa. Jungkook extendió una mano y agarró una de las de el rubio, metiéndolo en una habitación muy pobremente iluminada para que cualquiera pudiera verlo, dando un paso más cerca para escudarlo de miradas indiscretas.
—Y tú, ¿qué diablos estás haciendo aquí? —le susurró con furia inconfundible.
Taehyung lo miró a los ojos con firmeza, rehusándose a dejarse intimidar. Era hora de que representara su papel.
—Estaba pasando un buen momento antes de que llegaras y provocaras una escena.
Un músculo tembló en la mejilla masculina, y sus dedos se apretaron en torno a sus muñecas.
—¿Yo provoqué una escena? ¿Medio Seúl está en este salón y tú crees que una tonta capa te ocultará de ellos?
Taehyung retorció las manos en su agarre, tratando de liberarse. Jungkook no lo soltó.
—Estaba haciendo precisamente eso. Nadie se fijó en mí. —Jeon lo empujó contra la pared, más en la oscuridad—. Nadie me reconoció. Ahora, por supuesto, todos se preguntarán quién soy.
—Lo más probable es que lo sepan. —Él lanzó una ruda sonrisa—. Te he reconocido en el momento en que te vi, doncel tonto.
¿Lo había hecho? Taehyung ignoró el zumbido de placer que lo atravesó como un rayo y cuadró los hombros, rehusando dar marcha atrás.
El crupier de la ruleta apareció en el umbral de la habitación.
—Jeon.
Jungkook le lanzó una mirada por encima del hombro que podría haber detenido un ejército.
—Ahora no.
—Bueno, teniendo en cuenta que estoy a la vista de la mitad de Seúl, como tú tan rápido has señalado, ¿qué es lo peor que podría ocurrir? —preguntó Taehyung.
—Veamos, podrías haber sido secuestrado, maltratado, descubierto... —dijo con su voz destilando sarcasmo.
El doncel se puso tenso.
—¿Y cuán diferente me has tratado tú? —murmuró, manteniendo la voz lo suficientemente baja como para que él pudiera oírle, sabiendo que estaba empujando los límites de Jungkook.
Los ojos masculinos llamearon.
—Muy, muy diferente. Si no puedes ver que...
—Oh, por favor. No finjas que te preocupas un poco por mí o por mi felicidad. Sería la misma celda con un carcelero diferente.
El Marqués apretó los dientes.
—Tres minutos en privado con el cerdo de Oh y habrías visto que soy un verdadero santo en comparación con algunos sinvergüenzas. Te dije que no debías venir aquí. No sin mí.
—Encuentro que ya no me interesa que me digan lo que no debo hacer. —Taehyung respiró profundo, sin saber desde dónde había venido su coraje, pero esperando que no le fallara ahora, mientras Jungkook se veía muy, muy enojado.
Y notó, muy desaliñado. Su corbata estaba arrugada más allá de la reparación, su chaqueta no estaba derecha sobre sus hombros, y uno de los puños había desaparecido debajo de la manga.
No era normal. No para Jungkook.
—¿Qué te pasó? —preguntó.
—Jeon.
La tercera vez que el crupier dijo su nombre, Jungkook se dio vuelta.
—Maldita sea, ¿qué pasa?
—Es el doncel.
—¿Qué pasa con él?
Taehyung se asomó alrededor de Jungkook, tirando de la capucha hacia adelante, asegurándose de que no pudiera ser reconocido. Las cejas del crupier se levantaron mientras les ofrecía una media sonrisa.
—Él ganó.
Un latido, luego Jungkook dijo:
—¿Qué dijiste?
—Él ganó. —El crupier no podía ocultar su sorpresa—. Número veintitrés. Pleno.
La mirada de Jungkook se deslizó hacia la mesa, luego hacia la ruleta.
—¿Lo hizo?
Los ojos de Taehyung se abrieron de par en par.
—¿Lo hice?
El crupier le dirigió una sonrisa tonta.
—Lo hizo.
—Envía sus ganancias a la suite. —En cuestión de segundos, Jungkook lo había hecho atravesar una puerta cercana bien custodiada.
A medida que subía un conjunto de escalones largos y oscuros, Taehyung fortaleció su coraje, y se dispuso a hacerle frente. Pero primero tenía que mantenerse al ritmo de sus pasos. Su mano metida en la suya, y él no mostraba ningún indicio de soltarlo mientras lo llevaba a rastras por el largo pasillo y finalmente dentro de un cuarto grande que habría estado completamente oscuro de no ser por la luz de la planta principal del casino vertiéndose a través del vitral en uno de los extremos de la habitación convirtiendo todo el espacio en un mosaico de color.
—Qué espléndido, desde abajo no hay ningún indicio de que haya algo detrás del vidrio —susurró, sin darse cuenta que Jungkook lo había soltado antes de cerrar la puerta detrás de ellos.
—Ese es el punto.
—Es impresionante. —Taehyung se dirigió hacia la ventana, extendiendo una mano para tocar un panel de oro que formaba un mechón del cabello de Lucifer.
—¿Qué estás haciendo aquí, Taehyung?
El nombrado retiró la mano ante la pregunta, volviéndose hacia él, apenas capaz de divisarle en las sombras. Jungkook parecía haber desaparecido en la oscuridad en el extremo más alejado de la habitación. Su corazón empezó a latir acelerado, y Taehyung recordó por qué se había encaminado hacia el club.
—Hay una conversación que debemos tener.
—¿No podrías haber esperado a que regresara a Hell House?
—Si alguna vez creyese que volverías a casa, Su Señoría, podría haber esperado —dijo agriamente—. Como estoy seguro de tus planes en ese sentido, sentí que lo mejor para mí era venir.
Él cruzó los brazos sobre su ancho pecho, la tela de su abrigo tensándose contra los musculosos brazos.
—Voy a despedir al cochero que te trajo.
—Imposible. Vine en un coche de alquiler. —Taehyung no pudo evitar el triunfo en su voz.
—Si Ho Seok te ayudó a entrar de alguna manera, tendré un gran placer en destruirle.
El rubio levantó la barbilla.
—Y así es que llegamos a eso.
—No vas a volver a verle.
A Taehyung no le importó que Jeon se elevase sobre él en la oscuridad, claramente enojado. El doncel también estaba enojado con él.
—No estoy muy seguro de que seguiré esa orden.
—Lo harás. —Jungkook lo apretujó contra la puerta—. Vuélvelo a ver y lo destruiré. Pesará en tu conciencia.
Era el comienzo que había estado esperando.
—Me han dicho que tienes intención de destruirlo de todos modos. —Él no lo negó y una pizca de desilusión le atravesó como un rayo. Negó con la cabeza—. Es asombroso cómo continúo creyendo lo mejor de ti solo para ser echado por tierra. —Se alejó de él, en dirección a la ventana una vez más, mirando al suelo—. Eres despiadado.
—Es mejor que te des cuenta de eso ahora, antes de que pasen más días de nuestro matrimonio.
Taehyung se volvió hacia él, furioso ante la forma insensible en que se refirió a sus vidas. A la vida de él.
—De todos modos, quizás nuestro simulacro de un matrimonio no dure mucho en este mundo.
—¿Qué significa eso?
Taehyung soltó una risita sin humor.
—Solo que tú a las claras no te preocupas ni un poco por ello.
—Tu precioso Ho Seok te pidió que huyeras con él, ¿no? —Era el turno de Taehyung de permanecer en silencio. De dejarlo creer lo que quisiera. Jungkook se acercó más—. ¿Estás planeando irte, Taehyung? ¿Tienes intención de arruinar nuestro matrimonio, tu reputación y el nombre de tus hermanos con una elección egoísta?
Taehyung no pudo evitar responder.
—¿Yo soy egoísta? —Se echó a reír, y se abrió paso hacia la puerta—. Eso es gracioso, viniendo de ti, el hombre más egoísta que he conocido, lo bastante egoísta como para destruir a sus amigos y a su esposo en función de sus objetivos.
Trató de alcanzar la manija de la puerta, jadeando cuando una mano salió de la oscuridad para capturarle la muñeca.
—No te vas hasta que esto esté acabado. Hasta que me des tu palabra que te mantendrás alejado de él.
Por supuesto que no iba a ninguna parte con Ho Seok. Pero él se negó a permitirle la satisfacción de saberlo.
—¿Por qué? ¿No sería más fácil para ti si me fuera con él? Entonces podrías conseguir tu venganza y tu libertad con un amplio golpe de guadaña.
—Eres mío.
El doncel se volvió hacia Jungkook.
—Tú estás desequilibrado.
—Eso puede ser. Pero también soy tu marido. Harías bien en recordar ese hecho. Y el hecho de que te comprometiste a obedecerme.
El rubio dejó escapar una risita sin sentido del humor.
—Y tú te comprometiste a honrarme —replicó. Y ambos se habían comprometido a amar al otro. Y eso no había funcionado bien tampoco.
Jungkook se quedó quieto.
—¿Crees que te he deshonrado?
—Creo que tú me deshonras cada vez que me tocas.
Jungkook lo soltó entonces, tan rápidamente que era como si su piel le hubiera quemado.
—¿Qué significa eso?
El antiguo Kim vaciló, indeciso, la discusión de repente moviéndose hacia una dirección en la cual no estaba del todo cómodo.
—Oh no, mi lord. —Jungkook casi escupió el título honorífico. Se dio cuenta que lo había ofendido—. Responderás la pregunta.
Sí. Lo haría.
—Cada vez que me tocas, cada vez que me demuestras el menor interés, es en tu beneficio. Tus objetivos. Tus venganzas, de las cuales no quiero formar parte. No hay ninguna cosa en eso que sea por mí.
—¿No? —La palabra destilaba sarcasmo—. Interesante, ya que pareces haber disfrutado de mi toque.
—Por supuesto que lo he disfrutado. Has hecho todo lo posible para asegurarte que te seguiría a través del fuego en tales instancias. Has usado tu evidente... —hizo una pausa agitando la mano en su dirección—... destreza en el matrimonio para favorecer tus objetivos. —Las palabras llegaban rápidas y furiosas ahora—. Y has hecho un trabajo notable. Lo confieso, estoy impresionado. Tanto por tu astuta estrategia como por tu impecable desempeño. Pero el placer es fugaz, lord Jeon, lo bastante fugaz como para que no valga la pena el dolor de ser utilizado. —Taehyung apoyó una mano sobre el picaporte de la puerta, ansioso por alejarse de la habitación. De él—. Perdóname si me encuentro poco dispuesto a tirar todo y recordar mis votos cuando tú me has usado indebidamente en tu propio beneficio.
—¿Crees que habría sido diferente con tu precioso Ho Seok?
Taehyung entrecerró los ojos.
—No voy a pedir disculpas por preocuparme por él. Hubo un tiempo en que tú te preocupabas por él también. Era tu mejor amigo. —La tercera parte de un trío. Taehyung dejó que su desilusión se transparentara ligeramente en su tono.
La rabia ardía en los ojos de Jungkook.
—Él no fue del todo amigo a la hora de demostrarlo.
Taehyung sacudió la cabeza.
—¿Crees que no lamentó las acciones de su padre? Estás equivocado. Lo hizo. Desde el principio.
—No lo suficiente. Pero lo hará cuando haya terminado con él.
El doncel se volvió protector.
—No voy a permitir que le hagas daño.
—No tienes otra opción. Tu querido Ho Seok se arruinará junto con su padre. Juré venganza nueve años atrás y nada se interpondrá en mi camino. Y gracias a Dios que no te casaste con él o te demolería con ellos.
Taehyung entrecerró los ojos.
—Si tú arruinas a Seok, entonces te prometo que lamentarás cada instante de nuestro matrimonio.
Jungkook se echó a reír, el humor ausente en el sonido.
—Imagino que tú ya estás en ese camino, cariño.
Su hermoso esposo negó con la cabeza.
—Escúchame. Esta venganza mal dirigida, si llegas hasta el final con ella, probarás que todo lo que alguna vez fuiste, todo lo bueno en ti... se ha ido.
Él no se movió. Ni siquiera demostró que le había escuchado.
No le importaba. No se trataba de Ho Seok. O de Taehyung. O del pasado de ellos, y la verdad de eso le lastimaba. El doncel no podría contener la marea de palabras.
—Él estaba devastado con tu pérdida. Así como... — se detuvo.
—¿Así como...? —apremió él.
—Así como yo —escupió, odiando las palabras incluso cuando estas llegaron en un desborde de recuerdos, junto con la dolorosa pena que había sentido cuando había oído la historia de la ruina de Jungkook —. Él perdió al igual que tú lo hiciste. Se preocupó por ti como yo. Te buscó. Trató de encontrarte. Tal como yo. Pero tú te habías ido. —Taehyung dio un paso hacia él—. ¿Crees que él te abandonó? Fuiste tú el que te fuiste, Jeon. Tú nos abandonaste. —La voz del doncel estaba temblando ahora, toda la rabia, la tristeza y el miedo que había sentido en aquellos meses, en aquellos años después que Jungkook había desaparecido—. Tú me abandonaste. — puso las manos sobre su pecho, empujándolo con todas sus fuerzas, con toda su rabia—. Y te eché tanto de menos. —Jungkook dio varios pasos hacia atrás en el silencio de la habitación oscura, y Taehyung se dio cuenta de que había dicho más de lo que debería haber dicho, más de lo que nunca habría imaginado decir. Respiró profundo, refrenando las lágrimas que amenazaban, tan cercanas. No iba a llorar. No por Jungkook.
En lugar de eso, murmuró en torno al nudo en su garganta.
—Te extrañé tanto. Todavía lo hago, maldita sea.
Taehyung esperó allí, en la oscuridad, para que él dijera algo. Cualquier cosa.
Para que él se disculpara.
Para que le dijera que también lo extrañaba.
Pasó un minuto. Dos. Más.
Cuando se dio cuenta de que Jeon no iba a hablar, se apartó, abriendo la puerta antes de que él se moviera, la mano masculina se disparó sobre su hombro para volver a cerrarla de un golpe. Taehyung tironeó de la manija, pero él la mantuvo cerrada con una mano amplia.
—Eres un bruto. Déjame salir.
—No. No hasta que terminemos con esto. Ya no soy más aquel muchacho.
El rubio dejó escapar una risita sin humor.
—Lo sé.
—Y no soy Ho Seok.
—También lo sé.
La mano de Jungkook llegó a su cuello, sus dedos siguiendo el rastro del músculo tenso allí y Taehyung supo que él podría sentir su pulso acelerado.
—¿Crees que no te he echado de menos? —El doncel se congeló con las palabras, su respiración volviéndose superficial, desesperado porque dijera más—. ¿Crees que no he echado de menos todo de ti? ¿Todo lo que representabas?
Jungkook se apretó contra él, su aliento suave contra la sien. Taehyung cerró los ojos. ¿Cómo se habían encontrado aquí, en este lugar donde él estaba tan sombrío y roto?
—¿Crees que no quería volver a casa? —Su voz ronca por la emoción—. Pero no había casa a la cual pudiera regresar. No había nadie allí.
—Estás equivocado —replicó —. Yo estaba allí. Yo estaba allí... y estaba... —Solo. Se tragó saliva—. Yo estaba allí.
—No. —La palabra fue dicha con dureza y los dientes apretados—. Bang se lo llevó todo. Y a aquel chico, al que echas de menos... también se lo llevó.
—Eso puede ser cierto, pero Ho Seok no lo hizo. ¿No puedes verlo, Jungkook? Él es solo un peón en vuestro juego, como yo, como mis hermanos. Te casaste conmigo; los vas a casar a ellos. Pero si lo arrastras a la ruina... nunca te lo perdonarás. Lo sé.
—Estás equivocado —le respondió—. Dormiré bien. Mejor de lo que lo he hecho durante una década.
Taehyung negó con la cabeza.
—No es verdad. ¿Crees que tu venganza no te hará daño? ¿Crees que no te lastimará el impacto de eso? ¿El saber que destruiste a otro hombre en la forma sistemática y horrible en que Bang te destruyó a ti?
—Ho Seok era una víctima desafortunada en esta guerra. Después de hoy, después de su intento de alejarte, no estoy tan seguro de que no se merezca el castigo que le impondré.
—Te apostaré por eso. —Las palabras escaparon de su boca antes de que las pensara—. Nombra el juego y el precio. Jugaré. Por los secretos de Ho Seok.
Él se quedó quieto.
—No tienes nada que yo quiera.
Taehyung odió las palabras y a él por decirlas. Se tenía a sí mismo. Tenía su matrimonio. Tenía su futuro, nada de eso era de valor para Jungkook.
Y ese fue el momento en que se dio cuenta que Ho Seok había tenido razón, que siempre había sido Jungkook, ese chico fuerte y seguro que había conocido. Con quien se había reído, crecido y llevado luto durante demasiado tiempo. El que se había ido, dejando en su lugar a este hombre oscuro y obsesionado, que era, a su modo, igual de tentador.
La lucha lo abandonó.
—Déjame ir.
Él lo apretó aun más, le habló al oído.
—Tendré mi venganza. Mientras más rápido te des cuenta de eso, más fácil será nuestro matrimonio.
Taehyung permaneció quieto, el silencio, su resistencia.
—¿Quieres irte? —le preguntó con los dientes apretados, las palabras en carne viva.
<<No. Quiero que tú quieras que me quede.>>
¿Por qué? ¿Por qué tenía semejante efecto en él? Taehyung respiró profundo.
—Sí.
Él levantó la mano de la puerta y dio un paso atrás, y el doncel echó de menos su calor casi al instante.
—Vete, entonces.
Taehyung no vaciló.
Escapó por el pasillo más allá, incapaz de dejar de pensar que algo había ocurrido entre ellos. Algo que no podía ser recobrado. Se detuvo, apoyándose contra la pared, respirando profundamente mientras estaba oculto en las sombras y el barullo amortiguado del casino más allá.
Se abrazó con fuerza, cerrando los ojos contra el pensamiento, contra las palabras que acababan de compartir, con la aguda comprensión de que había esperado durante ocho años por un matrimonio que fuera más que por lo que Taehyung poseía, representaba, o por la manera en que había sido criado, solo para casarse con un hombre que lo consideraba nada más que por esas cosas.
Peor aún, un hombre que él siempre había pensado sería diferente.
Ese hombre nunca había existido.
Nunca había pasado de ser el chico que él había conocido.
El chico que había amado.
Soltó un largo suspiro y se rió con aspereza en la oscuridad.
Por cierto, el destino era cruel.
—¿Lord Jeon?
Taehyung echó a andar hacia el sonido de su nombre, todavía tan ajeno a él y se presionó de nuevo contra la pared cuando un hombre alto se materializó en la oscuridad. Era delgado, con un maxilar firme, y la expresión en sus ojos, una mezcla de simpatía y alguna otra cosa que no podría nombrar, le hicieron creerle más amigo que enemigo.
Él le brindó una leve reverencia.
—Soy Kim Nam Joon. Tengo sus ganancias.
Le tendió una bolsita oscura, y a Taehyung le llevó un momento entender lo que era, recordar que había venido aquí esta noche por emoción, aventura y placer y se iba nada más que con decepción.
Extendió una mano por la bolsita, el peso de las monedas dentro lo sorprendió.
Él se rió, el sonido bajo y rico.
—Treinta y cinco libras es bastante dinero —dijo él—. ¿Y en la ruleta? Tiene mucha suerte.
—No soy para nada afortunado. —Esta noche no, por lo menos.
Un latido.
—Bueno tal vez su suerte esté cambiando.
Dudoso.
—Tal vez.
Hubo un largo silencio mientras Joon lo evaluaba antes de que hundiera la cabeza en un leve gesto de saludo y le dijera:
—Tenga cuidado en su viaje a casa. Esto es lo bastante contundente para hacer la ganancia de un año de un ladrón. —Él se marchó dando media vuelta y Taehyung trasladó la bolsita de una mano a la otra, probando el peso de las monedas en el interior, el sonido que hacían mientras se rozaban unas contra otras.
Y luego, antes de que pudiera pensarlo, lo llamó.
—¿Señor Kim?
Él se detuvo, retrocediendo.
—¿Mi lord?
—¿Conoce bien a mi esposo? —barbotó en la oscuridad y durante un largo tiempo Taehyung pensó que él podría no responder.
Y entonces lo hizo.
—Tan bien como cualquier persona conoce a Jeon.
Él no pudo evitar reírse un poco ante las palabras.
—Mejor que yo, no cabe duda.
Él no respondió ante la afirmación. No tenía que hacerlo.
—¿Hay algo que desee preguntarme?
Había tantas cosas que deseaba preguntar. Demasiadas cosas.
¿Quién es él? ¿Qué pasó con el chico que una vez conoció? ¿Qué lo hizo tan frío? ¿Por qué no cedería ni un milímetro en este matrimonio?
Taehyung no podría preguntar ninguna de ellas.
—No.
Él esperó un largo rato a que el doncel cambiara de opinión. Cuando no lo hizo, le dijo:
—Usted es exactamente lo que yo esperaba.
—¿Qué significa eso?
—Solo que el doncel que coloque a Jeon tan completamente al borde, debe ser algo verdaderamente notable.
—Yo no lo coloco al borde. Él no piensa en mí más allá de lo que puedo hacer en beneficio de sus metas más altas. —Taehyung lamentó las palabras al instante. Lamentó su irascibilidad.
Una de las cejas de Nam se elevó rápidamente.
—Le aseguro, señor mío, que no es en absoluto el caso.
Si tan solo fuera verdad.
Por supuesto, no lo era.
—Parece que usted no lo conoce muy bien después de todo.
Él pareció entender que no estaba interesado en discutir el asunto. En lugar de eso, cambió de tema.
—¿Dónde está?
Taehyung negó con la cabeza.
—No lo sé. Lo dejé.
Los dientes masculinos brillaron blancos en la oscuridad.
—Seguro que él adoró eso.
Jungkook lo había echado a la fuerza.
—No me importa en absoluto cómo se sintió al respecto.
El moreno se echó a reír, entonces, el sonido fuerte y amigable.
—Es perfecto.
Taehyung no se sentía perfecto. Se sentía como un idiota singular.
—¿Perdón?
—En todos los años que he conocido a Jungkook, nunca he conocido a un doncel que lo afectara de la forma en que usted lo hace. Nunca lo he visto resistirse a alguien del modo en que se resiste a usted.
—No es resistencia. Es desinterés.
Una ceja se elevó.
—Lord Jeon, eso definitivamente no es desinterés.
Él no lo sabía. No había visto cómo Jungkook lo dejó. Cómo se quedó tan lejos de él. Lo poco que le importaba.
No quería pensar en ello. No esta noche.
—¿Cree que podría ayudarme a contratar un coche? Me gustaría ir a casa.
Él negó con la cabeza.
—Jeon me mataría si sabe que lo dejé volver a su casa en un coche de alquiler. Déjeme localizarle.
—¡No! —barbotó antes de que pudiera detenerse. Taehyung bajó la mirada al suelo—. No quiero verlo.
Él no quiere verme.
El rubio ya no sabía qué era más importante.
—Si no es él, entonces yo la acompañaré. Está a salvo conmigo.
Taehyung entrecerró los ojos.
—¿Cómo sé que está diciendo la verdad?
Una de las comisuras de su boca se levantó.
—Entre otras cosas, Jeon tendría el placer visceral de destrozarme si le hago daño.
Taehyung recordó la manera en que Jungkook había arrojado a Oh a través del suelo del casino sin una gota de sudor más temprano en la noche. La forma en que había permanecido de pie sobre el conde que tartamudeaba y escupía saliva, con los puños apretados y la voz temblando de furia.
Si había algo de lo que estaba seguro, era que Jungkook nunca permitiría que fuera herido.
Al menos, claro, que él le estuviera haciendo daño.
●🇰🇷●
Discúlpen los errores de género, pronto serán arreglados.
Gracias por leer...
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