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Capítulo 13

Busan, septiembre de 1818

Querido J:
Ho Seok estuvo en casa por Navidad y lo celebramos a lo grande, incluso, aunque brilló por su ausencia nuestro propio Jungkook. Sin embargo, seguimos adelante, escogimos las últimas moras y comimos hasta enfermar, como manda la tradición. Nuestros dientes se volvieron por completo de un inquietante azul grisáceo en un proceso del que te habrías sentido orgulloso.
¿Puede que te veamos por Navidad este año? La fiesta de Navidad se está convirtiendo en una fine fête de hecho.
Todos pensamos en ti, y te echamos mucho de menos.

Siempre: T


(Sin respuesta)

1831


Taehyung le había pedido que no lo tocara y él había accedido a su petición.

Había dado un paso más allá.

Lo había dejado completamente solo.

Lo había dejado solo esa noche, cuando le había llevado de vuelta a Hell House y había salido rápidamente, sin una palabra, dirigiéndose a donde quiera que fueran los maridos sin sus esposos.

Y de nuevo la noche siguiente mientras Taehyung cenaba en el enorme y vacío comedor bajo la atenta mirada de varios criados inapropiados por su excesiva juventud. Se estaba acostumbrando a ellos, y al final, estaba bastante orgulloso de sí mismo por no sonrojarse durante toda la cena.

Y de nuevo la noche siguiente, se quedó en la ventana de su dormitorio como un bobo, atraído por la dirección de su carruaje como si estuvieran unidos por una cuerda mientras veía cómo se alejaba. Como si mirando el tiempo suficiente Jungkook fuera a volver.

Y nunca le daría el matrimonio que el doncel deseaba.

—No más ventanas —se prometió, dando la espalda a la calle fría y oscura, y se dirigió a través de la habitación para sumergir las manos en la jofaina, miró el agua fría y pálida y sus manos distorsionadas bajo la superficie.

—No más ventanas —se repitió en voz baja, cuando escuchó un carruaje detenerse fuera de la mansión, ignorando el incremento de los latidos de su corazón y la tentación de la ventana.

En su lugar, se secó las manos con una calma admirable y se movió hacia la puerta que separaba su dormitorio del de su marido, presionando la oreja contra la fría madera y escuchando si llegaba.

Después de unos largos minutos que no le brindaron más que un irritante calambre en el cuello, ganó la curiosidad de Taehyung, y se dirigió a la puerta de su dormitorio para colarse en el pasillo y ver si su marido, de hecho, había regresado a casa.

Entreabrió la puerta —menos de un centímetro— para mirar el pasillo.

Y se encontró cara a cara con Choi.

Dio un pequeño respingo y cerró la puerta, su corazón palpitó antes de comprender que estaba haciendo el tonto frente al inquietante mayordomo de su marido.

Respirando hondo, abrió la puerta con una amplia sonrisa.

—Señor Choi, me ha asustado.

El mayordomo bajó la cabeza.

—Tiene una visita.

Taehyung frunció el ceño.

—¿Una visita? Son pasadas las once.

El pelinegro le extendió una carta.

—Él dice que es muy importante.

Él.

Taehyung tomó la carta.

Ho Seok.

La felicidad vibró a través de él. Ho Seok era la primera persona que lo visitaba en esta casa vacía y grande, ni su madre había venido, en su lugar le había escrito que iría a visitarlo una vez que el recién casado floreciera hasta convertirse en una rosa.

Qué poco sabía su madre de que semejante floración jamás se iba a insinuar en la rosa.

Pero Hoseok era su amigo. Y los amigos se visitaban. Era incapaz de contener la sonrisa frente al doncel más joven.

—Bajaré. Ofrézcale té. O... vino. O... whisky —sacudió la cabeza—. Lo que sea que la gente beba a estas horas.

Cerró la puerta y comprobó su apariencia antes de arrojarse escaleras abajo y entrar en la sala de visitas, donde él estaba frente a una gran chimenea de mármol, empequeñecido por la extravagante sala.

—¡Hoseok!—le llamó, dirigiéndose directamente hacia él, encantado de verle—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Él sonrió.

—Estoy aquí para robarte, por supuesto.

Debería haber sido una broma, pero había un filo en sus palabras que a Taehyung no le gustó y fue en ese momento que comprendió que Hoseok no debería estar allí, que Jungkook se pondría furioso si descubría al hijo de Bang en su salón de visitas, con su esposo. No importaba que Ho Soek y Taehyung hubieran sido amigos durante una época.

—No deberías estar aquí —le dijo mientras él se volvía hacia el rubio, tomándole las manos y llevándolas a sus labios—. Se pondrá furioso.

—Tú y yo seguimos siendo amigos, ¿o no?

Taehyung no dudó, el sentimiento de culpa tras su último encuentro seguía aún fresco.

—Por supuesto que lo somos.

—Y como buen amigo, estoy aquí para asegurarme de que estás bien. Al diablo con él.

Después del último altercado que había tenido con su marido, debería haber apoyado la expresión «al diablo con él», pero no podía. Por alguna razón, la mera idea de estar con Hoseok en esa habitación hacía que Taehyung se sintiera como si estuviera traicionando a su marido y a su matrimonio.

Sacudió la cabeza.

—No es una buena idea que estés aquí, Seok.

El nombrado bajó la mirada hacia él, con una inusitada seriedad en la misma.

—Dime una cosa. ¿Estás bien?

Las suaves palabras estaban llenas de preocupación, y el rubio doncel no se esperaba la emoción que rompió a través de sí mismo, las lágrimas acudieron instantáneamente a sus ojos. Hacía una semana que se había casado en una pequeña ceremonia precipitada en Busan, y a nadie se le había ocurrido preguntar por cómo estaba.

Ni siquiera a su marido.

—Yo... —se detuvo, la emoción le cerraba la garganta.

Los ojos de Ho Seok, normalmente amigables, se oscurecieron.

—Eres infeliz. Le mataré.

—¡No! No. —Puso una mano sobre el brazo del muchacho —. No soy infeliz. No lo soy. Yo solo... Yo...

Tomó aliento profundamente y se decidió finalmente.

—No es fácil.

—¿Te ha hecho daño?

—¡No! —saltó para defender a Jungkook antes de considerar la pregunta—. No... no.

No de la forma que él suponía.

No le creía. Cruzó los brazos.

—No le protejas. ¿Te ha hecho daño?

—No.

—¿Qué entonces?

—No le veo demasiado.

—Eso no es una sorpresa —le dijo, y Taehyung escuchó el aguijón en sus palabras. La emoción que acompañaba a la amistad se había perdido. Lo había sentido cuando Jungkook se había ido. Cuando había dejado de escribirle. Cuando había dejado de preocuparse por él. Hoseok estuvo quieto un largo rato antes de decir—. ¿Deseas verle más?

Era una pregunta que no tenía una fácil respuesta. Taehyung no quería tener nada que ver con la mitad de Jungkook, esa fría y distante del hombre que se había casado con él por la tierra. Pero a esa otra mitad del hombre que lo había abrazado y se había preocupado por su comodidad y hecho cosas deliciosas y hermosas a su cuerpo y a su mente no le importaba volver a verla.

Por supuesto, no iba a decirle eso a Seok. No podía explicarle que Jeon era dos hombres y que estaba a la vez furioso con él y fascinado por él.

No podía decirlo porque apenas quería admitirlo ante sí mismo.

—¿Tae?

Él le miró.

—El matrimonio es una cosa extraña.

—Es un hecho que lo es. El doble si uno está casado con Jungkook, supongo. Sabía que él vendría a por ti. Sabía que era frío y sin corazón y que encontraría una manera de casarse contigo rápidamente por tus tierras.

Tardíamente, Taehyung comprendió que debería estar protestando ante esas palabras y contarle a Ho Seok su bien hilado relato, pero él seguía hablando y era demasiado tarde.

—Intenté que te casaras conmigo antes... evitarte un matrimonio con él.

Las palabras de Ho Seok de la mañana de su proposición resonaron en su mente.

—Eso es lo que querías decirme. Querías protegerme de Jeon.

—No es el mismo que era.

—¿Por qué no me dijiste eso?

—¿Me habrías creído?

—Sí.

<<No>>.

Él sonrió, menos de lo habitual. Más serio.

—TaeTae, si hubieras sabido que él venía a por ti, hubieras esperado —hizo una pausa—. Siempre fue él.

Taehyung arrugó la frente. No era cierto. ¿O sí?

Una visión destelló de una cálida tarde primaveral, ellos tres estaban dentro de una vieja torre que aún seguía en pie en las tierras del marquesado Jeon. Mientras exploraban, una escalera había cedido bajo Taehyung y estaba atrapado un nivel sobre Jungkook y Ho Seok. No estaba tan alto, un metro o dos, pero lo suficiente para que él tuviera miedo de saltar. Él pidió ayuda, y Ho Seok había sido el primero en encontrarlo. Lo había instado a saltar, prometiendo sujetarlo. Pero estaba congelado por el miedo. Y entonces Jungkook había llegado. El calmado e intrépido Jungkook que lo había mirado a los ojos y le había dado fuerzas.

<<Salta V, yo seré tu red.>>

Él le había creído.

Taehyung inspiró profundamente ante ese recuerdo, ante la evocación de su tiempo con Jungkook, en la forma en la que él siempre le había hecho sentir seguro.

—Ya no será ese chico nunca más.

—No. No lo es. Bang se aseguró de eso... —Hizo una pausa y entonces dijo—: Desearía haberte prevenido, Tae. Lo siento.

Él negó con la cabeza.

—Sin disculpas. Él es frío e irritante cuando lo desea, pero ha conseguido tanto por sí mismo que ha probado que vale por diez. El matrimonio puede ser un reto pero imagino que la mayoría lo son, ¿no crees?

—El nuestro no lo habría sido.

—El nuestro hubiera sido un desafío de otra forma diferente, Seok. Lo sabes —sonrió—. Tu poesía... es horrible.

—Es algo a tener en cuenta —La sonrisa que estaba ahí entonces se fue. Cambió de conversación—. He estado pensando en la India. Dicen que hay un mundo de oportunidades allí.

—¿Vas a dejar Corea? ¿Por qué?

Ho Seok tomó un trago largo ante esas palabras y dejó el vaso vacío en una mesa cercana.

—Tu marido planea arruinarme.

Le llevó un momento comprender sus palabras.

—Estoy seguro de que no es verdad.

—Lo es. Él me lo dijo.

La confusión destelló.

—¿Cuándo?

—El día de tu boda. Fui a Kim House para verte, para convencerte de que te casaras conmigo, solo para descubrir que era demasiado tarde y que te habías ido a Seúl con él. Te seguí. Fui derecho a su club.

Jungkook no le había dicho nada.

—¿Y le viste?

—Lo suficiente como para que me explicara que tenía planes para vengarse de mi padre. De mí. Cuando lo haga no tendré más remedio que dejar Corea.

Sus palabras no le sorprendieron. Por supuesto, las tierras no sería suficiente para su inamovible marido. Por supuesto que querría vengarse de Bang. ¿Pero de Ho Seok?

—Él no haría eso, Ho Seok. Tenéis un pasado. Una historia. Nosotros tres.

El castaño sonrió con una pequeña sonrisa irónica.

—Nuestro pasado no pesa tanto como la venganza, me temo.

El doncel negó con la cabeza.

—¿Qué podrá estar planeando?

—Yo no soy... —Él tomó aliento profundamente—. Él sabe...

Hizo una pausa y miró a otro lado. Lo intentó de nuevo.

—No soy hijo de Bang.

La mandíbula de Taehyung cayó junto con su voz.

—¿En serio?

Él le ofreció una sonrisa de auto desprecio.

—Ciertamente no mentiría sobre ello, Tae.

Llevaba razón, por supuesto. No era el tipo de cosa sobre el que uno bromearía.

—No eres su hijo.

—No.

—¿Quién?

—No lo sé. No supe que era un bastardo hasta hace unos años cuando mi... cuando Bang me contó la verdad.

Taehyung le miró detenidamente, registrando la tranquila tristeza que había detrás de sus ojos.

—Nunca dijiste nada.

—No es algo que uno cuente, la verdad —hizo una pausa—. Haces lo que puedes para mantener el secreto... y esperas que nadie lo descubra.

<<Pero alguien lo había descubierto.>>

Taehyung tragó saliva y centró su atención en un gran cuadro al óleo de la pared, otro paisaje, un páramo demasiado accidentado y virgen para ser otra cosa que el norte del país. Fijó su mirada en una gran roca que había a un lado de la obra de arte cuando la comprensión brilló.

—Eso arruinaría a tu padre.

—Su único hijo es un bastardo.

Volvió su mirada hacia él.

—No te llames así.

—Todo el mundo lo hará, muy pronto.

Silencio. Y con él, la conciencia de que Ho Seok estaba en lo cierto. Que los planes de Jungkook incluían su ruina.

Un medio para un fin.

Él observó el momento en que Taehyung reconoció la verdad y dio un paso hacia él.

—Ven conmigo TaeTae. Podemos dejar este lugar, esta vida y comenzar de nuevo. En la India. En América. En Grecia. En España. En Oriente. En cualquier sitio que elijas.

Taehyung abrió los ojos, asombrado. Iba en serio.

—Estoy casado, Ho Seok.

Él elevó la comisura de su boca.

—Con Jungkook. Necesitas escapar tanto como yo. Tal vez más, por lo menos mi ruina llegará de sus manos rápidamente.

—Sea como fuere, estoy casado... Y tú...

Su voz se apagó.

—Yo no soy nada. No cuando él venga a por mí.

El antiguo Kim pensó en su marido, a quien había prometido fidelidad y lealtad, quien había luchado tanto tiempo por reconstruir su fortuna sin un nombre. Conocía la importancia que tenía un nombre. La identidad. No podía creer que él hiciera esto.

Negó con la cabeza.

—Estás equivocado. Él no...

Pero incluso mientras decía esas palabras sabía que no eran verdad.

Él haría algo para vengarse.
Incluso arruinar a sus amigos. Ho Seok tensó la mandíbula, y de repente, Taehyung se puso nervioso. Nunca le había visto tan serio. Tan lanzando.

—No me equivoco. Tiene pruebas. Está deseando utilizarlas. Es implacable Tae, nunca más será el amigo que conocimos una vez.

Ho Seok se acercó, y tomó la mano del rubio entre las suyas.

—No te merece. Ven conmigo. Ven conmigo, y ninguno de nosotros estará solo.

Taehyung permaneció en silencio durante un largo momento antes de decir suavemente:

—Es mi esposo.

—Te está utilizando.

Las palabras, a pesar de ser ciertas, escocían. Taehyung encontró su mirada.

—Por supuesto que lo hace. Igual que han hecho todos los hombres en mi vida. Mi padre, el duque Park, los otros pretendientes... tú.

Cuando él abrió la boca para negarlo, el doncel negó con la cabeza y levantó un dedo.

—No, no intentes que nos hagamos los tontos. Puede que no me estés usando por la tierra, el dinero o la reputación, pero tienes miedo de tu vida una vez que la verdad salga y crees que seré un compañero amigable para mantener a raya la soledad.

—¿Y eso es tan malo? —preguntó, había desesperación en su voz—. ¿Qué pasa con nuestra amistad? ¿Qué hay de nuestro pasado? ¿Qué hay de mí?

Taehyung no fingió que había malinterpretado sus palabras y el ultimátum que contenían, nacido de la angustia. Él le estaba pidiendo que eligiera. O su amigo más antiguo, el que nunca lo había dejado, o su marido, su familia y su vida. No había elección. No realmente.

—Él es mi marido —le dijo—. Quizá no habría escrito esta historia, pero no obstante esto es lo que hay.

Se detuvo, la irritación y la frustración le quitaban el aliento. Ho Seok lo miró durante un largo momento, las palabras de Taehyung pendían entre ellos.

—Y eso es todo —sonrió él triste—, debo confesar que no estoy sorprendido. Él siempre te gustó más.

El doncel negó con la cabeza.

—Eso no es verdad.

—Por supuesto que lo es. Un día, lo comprenderás.

Él levantó una mano hacia su barbilla en un gesto fraternal. Ese era el problema, por supuesto, Ho Seok siempre había sido más un hermano que un pretendiente. No como Jeon. No había nada fraternal en Jungkook.

No había nada amable en él, sin embargo. Y aunque Taehyung había tenido que elegirle en esta extraña y triste guerra, no iba a permanecer de brazos cruzados mientras él derribaba a Ho Seok.

—No le voy a permitir que te destruya —le dio su palabra—. Te lo prometo.

Bang deslizó una mano por su cabello, con una incredulidad palpable.

—Oh, Tae... como si tú pudieras detenerle.

Esas palabras deberían haberlo entristecido. Debería haber escuchado la verdad que contenían.

Pero en su lugar, lo hicieron enfurecer.

Jungkook lo había sacado de su familia, había cambiado su vida en cien formas, había forzado esta farsa y amenazado a su amigo más querido. Y una vez que había hecho todo eso lo mantenía a una distancia de seguridad, como si pensara que era una cosa insignificante de la que no tenía que preocuparse.

Bueno, Jungkook haría bien empezando a preocuparse.

Taehyung alzó la barbilla y enderezó los hombros.

—Él no es Dios —le dijo con voz firme—. No tiene el derecho de jugar con nosotros como si fuésemos soldaditos de plomo.

Ho Seok reconoció su ira. Él sonrió, con tristeza.

—No hagas esto, Tae. No merezco la pena.

Él elevó una ceja.

—No estoy de acuerdo. E incluso aunque no estuvieras tú, estoy yo. Y he terminado junto a él.

—Te hará daño.

La comisura de su boca se torció en una sonrisa irónica.

—Me hará daño de todas maneras. Otra razón más para plantarle cara.

Taehyung se dirigió a la puerta de la sala de visitas, abriéndola para dejar que él se marchara. Mientras él se acercaba, sus relucientes botas negras Hessians brillaban contra la tupida alfombra, la tristeza lo atravesó.

—Lo siento, Seok.

Ho Seok lo tomó de los hombros y le dio un beso en la frente, antes de decir.

—Quiero que seas feliz, lo sabes, ¿verdad?

—Lo sé.

—¿Me harás saber si cambias de opinión?

Taehyung asintió.

—Lo haré.

Miró a Taehyung durante largo rato antes de marcharse, una sombra cruzó su atractivo rostro.

—Te esperaré. Hasta que no pueda esperar más.

Tae quiso decirle que no se marchara. Quiso decirle que se quedara. Pero ya fuera por la tristeza o por la profunda certeza de que su marido era un barco sin retorno, en su lugar dijo:

—Buenas noches, Ho Seok.

Él se giró y caminó a través de la puerta abierta hacia el recibidor, y Taehyung siguió la línea de sus hombros mientras Ho Seok caminaba hacia la salida de Hell House. La puerta se cerró tras el hombre y Taehyung escuchó el repiqueteo de las ruedas del carruaje en el espacio silencioso, interrumpiendo su soledad. Se quedó solo.

Solo en ese mausoleo que era la casa, llena de cosas que no eran de él sino de gente que no conocía. Solo en ese mundo silencioso.

Hubo un movimiento en las sombras en el extremo más lejano del vestíbulo, y Taehyung supo inmediatamente que era el señor Choi. Conocía también dónde estaban las lealtades del mayordomo.

Taehyung habló en la oscuridad:

—¿Cuánto tiempo hace que Jeon sabe que un caballero ha hecho una visita a las once?

El chico se acercó a la luz pero no habló durante un largo rato. Cuando lo hizo, era toda tranquilidad.

—Envié una nota al club a la llegada del señor Bang.

Taehyung miró al precioso doncel, la traición aunque esperada lo inundó, avivando los fuegos de su ira.

—Desperdició el papel.

Se dirigió a la escalera central de Hell House y empezó a subir. A mitad de la escalera, se dio la vuelta para encararse con el mayordomo, que estaba al pie de la misma, mirándolo con su perfecto cabello, su perfecta piel y sus ojos perfectos, como si pensara que si se quedaba de centinela podría prevenir a Taehyung de hacer algo más que pudiera irritar a su señor.

Y eso solo sirvió para hacer que el rubio se enfureciera más.

De repente, se sentía bastante imprudente, de hecho.

—¿Dónde está el club?

El mayordomo abrió los ojos.

—Le aseguro que no lo sé.

—Que bien, pues estoy seguro de que lo sabe.

No bajó la voz, regañando al otro doncel sin remordimientos.

—Estoy seguro de que conoce todo lo que sucede en esta casa. Todas las entradas y salidas. Y estoy seguro de que sabe que mi marido pasa las noches en su club en lugar de hacerlo aquí.

Por un largo momento, el señor Choi no habló, y Taehyung se preguntó, fugazmente, si tenía autoridad para despedir al insolente y precioso doncel. Finalmente, ondeó una mano y empezó a subir una vez más.

—Dígamelo o no. Si debo hacerlo contrataré un coche y lo buscaré.

—A él no le gustaría eso.

El mayordomo estaba siguiéndole ahora, por el largo pasillo superior hacia la habitación del pelirrubio.

—No, no le va a gustar. Pero tengo muy poco interés en lo que a él le gusta o no.

De hecho, estaba descubriendo que su falta de interés en esas cosas era bastante liberador. Abrió la puerta de su habitación y la cruzó hasta llegar al armario, de donde sacó una capa grande. Se dio la vuelta y encontró al adorable mayordomo mirándolo con los ojos como platos. Y se detuvo. Tal vez este era el Dios de Jungkook. Quizá era él quien calentaba su corazón, su mente y sus noches. Y mientras estudiaba el rostro de porcelana del chico, midiendo el peso del doncel, la forma en la que se ajustaría su cuerpo al de Jungkook, cómo le convendría mucho más que Taehyung, el chico sonrió. No era solo una sonrisa, en verdad. Era una sonrisa abierta y de bienvenida.

—El señor Bang. No es su amante.

La idea de que un criado pudiera decir algo tan completamente inapropiado hizo que Taehyung se diera la vuelta por un momento antes de responder, con total honestidad.

—No. No lo es. —Y como ya se andaban sin tapujos—. Y usted no es el amante de Jungkook.

La sorpresa hizo que el mayordomo hablara sin pensar.

—Dios mío, no. No lo hubiera sido ni aunque me lo hubiera suplicado —hizo una pausa—. Es que... no quise decir... Es un buen hombre, mi lord.

Taehyung jugó con la alianza en su dedo anular.

—Es el trasero de un caballo. Y no estoy completamente seguro de que yo lo hubiera sido si él lo hubiera suplicado. Excepto por el hecho de que estoy casado con él.

—Bueno, si me disculpa, no debería en absoluto serlo hasta que él no se lo ruegue. No debería dejarlo tan...

—¿Regularmente?

Taehyung llenó el silencio, decidiendo que quizá había juzgado mal al chico.

—Desafortunadamente señor Choi no creo que rogar figure en el repertorio de mi esposo.

El doncel sonrió.

—Puede llamarme Beomgyu. Es como todos los demás me llaman.

—¿Los demás?

—El resto de socios de The Angel.

El rubio alzó las cejas.

—¿Cómo es que conoce a los socios de mi esposo?

—Yo trabajaba en The Angel, fregando ollas, desplumando pollos, cualquier cosa que hubiera necesidad de hacer.

Su curiosidad se encendió.

—¿Cómo terminó aquí?

Una sombra cruzó el rostro del doncel.

—Mi cuerpo empezó a desarrollarse. Y la gente empezó a notarlo.

—¿Los hombres?

No tenía que haber sido una pregunta. Taehyung conocía la respuesta. Una cara como la de Beomgyu no podía esconderse durante mucho tiempo en la cocinas de un antro de juego.

—Los empleados hacían lo que podían para evitar que los socios se acercaran demasiado, no solo a mí sino a todas las chicas y donceles.

Taehyung se inclinó, sabiendo qué era lo que se avecinaba. Resistiéndose. Deseando poder borrar las palabras antes de que fueran dichas.

—Pero yo era descuidado. Y los hombres poderosos pueden ser persistentes. Los hombres ricos pueden ser una tentación. Y todos ellos pueden ser muy mentirosos cuando quieren serlo.

Jeon Taehyung lo sabía. Su esposo había sido muy elocuente cuando venían.

La sonrisa de Choi era triste.

—Jeon nos descubrió.

Taehyung vio cómo el otro doncel pasaba un dedo por el marco dorado de un gran cuadro pintado al óleo de la pared.

—Estaba furioso —dijo, sabiendo instintivamente que, con todas sus faltas, su marido no pasaría semejante comportamiento.
—Casi mató a ese hombre. —El pelirrubio sintió una oleada de orgullo mientras Choi continuaba—. A pesar de su oscuridad... de todo su egoísmo... es un buen hombre.

Beomgyu dio un paso atrás, evaluando las prendas de su amo.

—Si va a ir a The Angel, tendrá que entrar por la entrada de los dueños. Es la única forma de que llegue a la planta principal. Y necesitará una capa con una gran capucha si quiere mantener su rostro cubierto.

Taehyung no había pensado en ello. Cruzó la habitación, pasando al pasillo débilmente iluminado.

—Gracias.

—Se pondrá furioso cuando llegue —añadió Choi—. Mi nota no ayudará.

Hizo una pausa.

—Lo siento.

Taehyung lanzó una mirada a Choi mientras llegaban al pie de las escaleras.

—Me cobraré esa deuda —dijo—, pero no esta noche. Esta noche simplemente le diré que su mensaje estaba incompleto. Y que pretendo entregar el resto en persona.

Busan, agosto de 1820

Querido J:
Mi cumpleaños ha llegado de nuevo, y este con más problemas que ninguno de los anteriores. Mi madre está preparando un baile de presentación para una multitud, y me han marcado como un cordero gordo (No es mi mejor metáfora, ¿verdad?). En cualquier caso, ella ya está haciendo planes para marzo, si puedes creerlo estoy seguro de que no aguantaré el invierno.
¿Me prometes que vendrás al condenado evento...? Sé que a los veinte eres demasiado joven para ir a bailes o preocuparte un poco por las temporadas, pero estaría bien ver una cara amiga.

Siempre: T

(Sin respuesta)

1831

—Deberías estar en casa con tu esposo.

Jungkook no se apartó de su puesto en la ventana que daba al del salón de juegos del The Fallen Angel.

—Mi esposo está a buen recaudo en su cama, durmiendo.

Sabía qué aspecto debía tener, estaría vestido con su prístino camisón de lino blanco, arropado por una pila de mantas, acurrucado de lado, con su pelo rubio revuelto, suspirando suavemente en sus sueños, tentándole, incluso en sus fantasías.

O, incluso mejor, en su cama, tapado con sus pieles, exuberante y esperando a ser descubierto.
Los días desde que Taehyung le había exigido que no lo tocara habían sido interminables.

La noche en Park House había comenzado con un solo objetivo, conseguir sentar las bases del falso amor entre Jungkook y el doncel frente al resto de la sociedad. Pero entonces había llegado Taehyung y se había crecido dentro de ese nido de víboras que era el comedor, reforzando su historia, fingiendo cariño y devoción y, por último, defendiéndole a su manera perfecta y culta.

Por mucho que se dijera a sí mismo que había ido tras Taehyung para tratar de convencer a los invitados y a Park de la fascinación que sentía por su esposo, él sabía, muy en el fondo, que no era verdad. Los invitados estaban muy lejos de su mente, y su fascinación no era nada cercano al fraude. Tenía que tocarlo. Tenía que estar cerca de él.

En el momento en que lo besó, perdió el control de la situación, respiró con dificultad, estrechándolo contra él, deseando estar en cualquier sitio en vez de allí, en ese pasillo, con esa gente. Quiso matar a Park por interrumpirles, pero Dios sabía qué habría sucedido si el vizconde no lo hubiera hecho, teniendo en cuenta que Jungkook había considerado seriamente bajarle el pantalón de su novio, y ponerse de rodillas para mostrarle dónde podía llevarles el placer a ambos cuando el vizconde se había aclarado la garganta y la cabeza de Jungkook.

Taehyung se quedó inmóvil como una estatua entre sus brazos, y él supo en ese momento que creía lo peor sobre él. El doncel creía que todo había sido tramado en beneficio de Park y así había sido, pero Jeon no había esperado ir tan lejos. Él nunca lo admitiría en su presencia, pero se había dejado arrastrar a esa situación tanto como su hermoso doncel.

Así que le dijo la verdad sobre el acuerdo, a sabiendas que esas palabras dolerían. Sabiendo que le odiaría más por engañarlo. Y cuando Taehyung pronunció, con todo el porte de un rey, que no volviera a tocarlo, él supo que era lo mejor para ambos.

Incluso aunque no deseara más que llevarlo a casa y hacer que se retractara de sus palabras.

Jimin volvió a intentarlo.

—Has estado por aquí todas las noches desde que volviste.

—¿Por qué te importa tanto?

—Conozco a las mujeres y donceles. Y sé que no les gusta ser ignorados.

Jungkook no contestó.

—He oído decir que estás intentando pescar a uno de los Kim para que se convierta en lord Park.

Jungkook entrecerró los ojos.
—Escuchaste.

Jimin se encogió de hombros y sonrió.

—Tengo mis fuentes.

Jeon se volvió hacia la ventana, mirando hacia Ji Hoon que estaba abajo, a lo lejos en la mesa de piquet.

—Los solteros y jóvenes donceles Kim estarán hoy en la ciudad. Lo que me da unos cuantos días para asegurar el interés del vizconde.

—¿Así que la cena fue un éxito?

—Sueño con invitaciones que llegan en tropel.

Jimin rió.

—Pobre y triste Jeon. Obligado a recuperar la única cosa que no desea, por lo único que anhela.

Jungkook dirigió una mirada a su amigo, pero no discrepó.

—Has comprendido que con el club has hecho más dinero del que podrás gastar jamás, y que no hay ninguna razón para demostrar lo que vales exigiendo venganza, ¿verdad?

—No es por dinero.

—¿Y entonces de qué va todo esto?, ¿por el título? ¿Por la forma en la que lo desvalorizó?

—No me importa el título.

—Por supuesto que sí. Eres igual que el resto de lores consumidos por el poder mágico de su título. Incluso aunque te ofenda. —Jimin hizo una pausa—. Eso ya no tiene importancia. Te has casado con el doncel, y estás en el buen camino hacia la venganza. ¿O es hacia la resurrección?

El pelinegro frunció el ceño a través del cristal tintado de rojo, marcado con una llama del infierno, a través del cual podía ver abajo la rueda de la ruleta girando.

—No tengo planes de resurrección. Haré lo necesario para arruinar a Bang. Y una vez hecho, volveré a mi vida.

—¿Sin él?

Sin él.

Pero Jungkook lo quería.

Había pasado sin las cosas que quería antes. Sobreviviría.

—¿Cómo vas a explicarle eso al doncel?

—Él no me necesita para tener la vida que quiere. Puede vivir donde desee y de la forma que quiera, en mi tierra, con mi dinero. Soy feliz dejándoselo.

Ya lo había dicho antes, más de una vez, pero estaba empezando a ser más difícil de creer.

—¿Y cómo has previsto que eso suceda? —le dijo el rubio arrastrando las palabras—. Estás casado.

—Hay muchas formas de que Taehyung sea feliz, no obstante.

—¿Y es eso lo que estás buscando? ¿Su felicidad?

Consideró las palabras, escuchó la sorpresa en el tono de Park. Ciertamente, no había empezado este viaje pensando en la felicidad del doncel. Aun así, sabía que se convertiría en la peor clase de marido al sacrificar la felicidad de él por su venganza. Pero no era un monstruo; si podía, lo mantendría feliz y arruinaría a Bang.

Como prueba, honraría su petición de no tocarlo.

Él sabía muy bien que convertir en un hábito el llevar a la cama a su perfecto y virginal novio sería un error, pues él era precisamente la clase de doncel que querría más.

Mucho más de lo que Jungkook tenía para dar.

Así que permanecería lo más lejos posible de él.

Incluso aunque lo deseara más de lo que pudiera expresar.

—Lo obligué a casarse conmigo por un trozo de tierra. Lo menos que puedo hacer es pensar en qué podría contentar al doncel después de que nuestro matrimonio haya servido a su propósito. Lo enviaré lejos en el momento que pruebe que la caída de Bang es cosa mía.

—¿Por qué?

<<Porque Taehyung se merecía más.>>

Fingió desinterés.

—Le prometí libertad. Y aventura.

Park Jimin se rió de eso.

—¿En serio? Estoy seguro de que estaría encantado de aceptar. Esperó un largo tiempo desde esa primera proposición, lo suficiente para comprender que la mayoría de los matrimonios no tienen ni el valor del papel en el que se imprimen las licencias. ¿Así que honrarás tu promesa?

Jungkook no apartó la mirada del salón de juegos.

—Lo haré.

—¿Cualquier aventura?

Jungkook giró la cabeza.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir, que según mi experiencia, las damas y donceles con emociones a su alcance son más... creativos. ¿Estás preparado para que viaje por todo el mundo? ¿Para que derroche tu dinero en frivolidades? ¿Para que organice fiestas atrevidas que escandalicen a la alta sociedad? ¿Para que tenga un amante?

Lo último fue dicho de forma casual, pero Jungkook sabía que Park estaba burlándose deliberadamente de él.

—Taehyung podrá hacer lo que le apetezca.

—Así que si el doncel se decide, ¿permitirás que te ponga los cuernos?

Sabía que era una trampa. Sabía que no debía perder los estribos. Y sin embargo, sus puños se cerraron.

—Si es discreto, no es asunto mío.

—¿No lo quieres para ti?

—No.

<<Mentiroso>>

—Una experiencia poco satisfactoria, ¿verdad? Mejor dejar que otro lo maneje, entonces.

Jungkook resistió la urgencia de estrellar a Park directamente contra la pared. Odiaba la mera idea de que otro hombre lo tocara. Que otro hombre descubriera su entusiasmo, su pasión, más tentadora que las cartas, que el billar, que la ruleta. Taehyung amenazaba su control, sus deseos más reprimidos, su conciencia oculta durante mucho tiempo.

Jungkook no podía hacerlo feliz.

Y era solo cuestión de tiempo que él quisiera hacerlo.

Es mejor así.

Para ambos.

La puerta de la habitación de propietarios se abrió, y Yu Gyeom salvó a Jungkook de continuar teniendo esa irritante conversación. La corpulenta silueta del tercer hombre bloqueaba la luz conforme iba cruzando la habitación. Era sábado por la noche, Jimin, Nam Joon y Yu Gyeom habían quedado para jugar al Faro.

Kim iba tras Yu Gyeom, barajando un mazo de cartas. Habló, con sorpresa en su voz.

—¿Jungkook va a jugar?

El nombrado ignoró la tentación que destelló en esa pregunta. Quería jugar. Quería perderse en las reglas simples y directas del juego. Quería fingir que no había nada más en la vida que la suerte.

Pero él lo sabía bien.

La suerte no había estado de su lado durante un largo tiempo.

—No voy a jugar.

Ninguno de los tres esperaba realmente que él se uniera, pero siempre preguntaban. Jimin encontró su mirada.

—Toma algo entonces.

Si se quedaba, Park podría empujarle más lejos. Podría preguntarle más cosas.

Pero si se marchaba, Taehyung le atormentaría, le haría sentir como una docena de tontos.

Se quedó.

Los demás tomaron asiento en la mesa de propietarios, que utilizaban solo para este juego; Yu Gyeom, Nam Joon y Jimin eran los únicos jugadores. Jungkook se sentó en la cuarta silla, siempre en la mesa y nunca en el juego.

Yu Gyeom barajó las cartas, y Jeon miró cómo se abanicaban a través de los grandes dedos del hombre, una vez, dos, antes de que volaran sobre la mesa, el ritmo del papel satinado contra el grueso tapete era una tentación en sí misma.

Jugaron dos manos en silencio antes de que las preguntas de Park volvieran, claras e inflexibles a través de la mesa.

—¿Y cuando él quiera niños?

Yu Gyeom y Nam Joon dudaron en considerar sus cartas, pero la pregunta había sido tan inesperada que no pudieron evitar mostrar interés. Nam habló primero.

—¿Cuando quién desee niños?

Park se echó hacia atrás.

—El Taehyung de Jungkook.

<<A Jeon no le gustó lo posesivo de la descripción.

O quizá le gustó demasiado>>.

Niños.

Merecerían algo más que un padre en Seúl y otro en el campo. Merecían más que pasar su infancia a la sombra de una casa de juego. Y si eran niñas o donceles, merecerían más que un padre con una sórdida reputación. Un padre que arruinaba todo lo que tocaba.

Incluido a Taehyung.

<<Mierda>>

—Él querrá tenerlos —le presionó—. Es del tipo que los quiere.

—¿Y tú cómo lo sabes? —preguntó Jungkook, irritado con que eso fuera incluso tema de discusión.

—Conozco mucha información sobre el doncel.

Yu Gyeom y Nam Joon ahora volvieron su atención hacia Park.

—¿De verdad? —preguntó Yu Gyeom, con incredulidad en su tono.

—¿Tiene cara de caballo? —preguntó Joon—. Jungkook dice que no, pero creo que esa debe ser la razón por la que él está aquí con nosotros en vez de en su casa, mostrándole lo entretenida que puede ser la experiencia nocturna de ser el Marqués de Jeon.

El enfado llameó en Jungkook.

—Ninguno de nosotros pasa la noche en celo como los cerdos. —Nam Joon estudió sus cartas una vez más.

—Prefiero los conejos —dijo a la ligera, dibujando un amago de sonrisa a Yu Gyeom antes de que mirase a Park de nuevo.

—De verdad, vamos. Cuéntanos.

Jimin hizo un descarte.

—No tiene cara de caballo.

Jungkook apretó los dientes.

<<No. No la tiene>>

Nam Joon se inclinó hacia delante.

—¿Es aburrido?

—Por lo que yo sé, no —dijo el rubio, antes de volverse hacia Jungkook —. ¿Es aburrido?

Brilló una visión de Taehyung caminando trabajosamente a través de la nieve en la oscuridad de la noche con una linterna antes de anunciarle que estaba buscando piratas de tierra, seguido por un recuerdo del doncel desnudo, acostado sobre su manta de piel. Se revolvió en su asiento.

—Él no es aburrido de ninguna manera.

Yu Gyeom sacó una carta.

—Entonces, ¿qué problema hay contigo?

Hubo una pausa, y Jungkook miró de uno en uno a sus socios, y cada uno tenía los ojos más abiertos que el anterior.

—De verdad, todos vosotros sois como esas cotillas amantes de los escándalos.

Park enarcó una ceja.

—Por eso voy a preguntarles a ellos —hizo una pausa, mientras el resto se inclinaba, esperando—. ¿Qué está mal en él que está empeñado en enviar lejos al doncel?

Yu Gyeom miró hacia arriba.

—¿Por cuánto tiempo?

—Para siempre.

Nam Joon frunció los labios y se giró hacia Jeon.

—¿Es porque era virgen? En serio, Jeon. No puedes culparlo por eso. Quiero decir, Dios sabrá por qué, pero la mayoría de los peces gordos aristócratas que hay por ahí valoran ese rasgo. Dale tiempo. Aprenderá.

Jeon apretó los dientes.

—Él lo hizo muy bien.

Yu Gyeom se inclinó, muy serio.

—¿A Taehyung no le gustó?

Jimin soltó una risita, y Jungkook cerró los ojos hasta convertirlos en dos rendijas.

—¿Estás disfrutando? ¿Verdad?

—Mucho.

—Quizá podrías pedirle algún consejo a Beomgyu —ofreció Nam Joon, haciendo un descarte.

Park cogió la carta.

—Estaré encantado de compartir mi experiencia personal, si quieres.

Yu Gyeom sonrió ante su mano.
—Y yo.

Esto era demasiado.

—No necesito consejos. Taehyung lo disfrutó inmensamente.

—He escuchado que no todos lo disfrutan de inmediato —dijo Nam.

—Eso es verdad —dijo Park, todo un experto.

—Está bien si él no lo disfrutó, viejo —ofreció Yu Gyeom —. Puedes intentarlo de nuevo.

—Él disfrutó.

La voz de Jungkook era baja y firme, y pensaba que mataría al siguiente que hablara.

—Bueno, una cosa es cierta —dijo Yu Gyeom a la ligera, y Jungkook ignoró la punzada de decepción pues ese hombre enorme era quizá el único de la mesa al que no podría matar.

—¿Qué cosa? —dijo Park, tirando una carta.

—Si él quiere niños, alguien tendrá que hacer el trabajo.

<<Si su Taehyung quería niños, Jungkook mismo haría el trabajo.>>

Nam Joon tiró otra carta.

—Si estás seguro de que no es feo, estaría feliz de...

No terminó la frase. Jungkook se abalanzó sobre él y los dos cayeron al suelo, en una cacofonía de sillas rotas, risas, y sonidos de carne golpeando hueso.

Yu Gyeom suspiró tirando sus cartas a la mesa.

—Estos juegos de cartas nunca acaban de la forma en la que se supone que acaban.

—Yo creo que los juegos de cartas buenos siempre terminan en pelea —dijo Park.

Nam Joon y Jungkook rodaban con una silla derribada cuando Yoon Gi entró en la suite. El hombre ignoró a los dos hombres que daban tumbos por el suelo, y se inclinó para susurrarle algo a Yu Gyeom y Jimin.

Yu Gyeom entró en la refriega, un puñetazo casi rozó el pómulo, provocando que maldijera antes de que apartara a Nam Joon de Jungkook. Sacó un pañuelo, Nam se limpió la sangre de un corte justo sobre el ojo y se quedó quieto mientras lanzaba a Jeon una mirada larga y conocedora.

—Si estás tan nervioso en la primera semana de matrimonio, necesitas o meter a tu esposo dentro de tu cama o sacarlo de tu casa.

Jungkook se pasó una mano por el labio hinchado, sabiendo que esas palabras eran verdad.

—Lo necesito. Sin él no tengo a Bang.

<<Y si vuelvo a tocarlo no podré dejarlo marchar>>

Y entonces lo arruinaría igual que había arruinado cualquier cosa de valor que hubiera tenido alguna vez.

Los ojos de Nam brillaron, uno de ellos se cerraba por la rápida inflamación, como si hubiera escuchado los pensamientos del menor con una claridad cristalina.

—Eso limita tus opciones, entonces.

—Jungkook —dijo Yoon Gi, llamando su atención—. Una nota de Beomgyu.

Un zumbido de inquietud recorrió a Jungkook mientras rompía el sello de Hell House y leía las pocas líneas de texto garabateadas a toda prisa en el papel. Incredulidad y furia le golpearon ante esas palabras.

Bang Ho Seok estaba en su casa. Con su esposo.

Iba a matarle si lo tocaba.

<<Iba a matarle de todas formas.>>

Murmurando una maldición, se levantó y se dirigió a la puerta, había cruzado la mitad de sala cuando Jimin habló:

—Me han dicho que también hay un problema en la mesa de la ruleta.

—A la mierda la mesa de la ruleta —gruñó, tirando de la puerta de la suite de los propietarios.

—Bueno, si tenemos en cuenta que tu esposo está ahí abajo, Nam Joon podrá estar dispuesto, pero...

Jungkook se quedó inmóvil ante esas palabras, la incredulidad y el temor se instalaron en su estómago al notar que sus socios sonreían. Con el control que apenas conservaba, fue hacia la ventana para mirar hacia abajo al salón del casino, inmediatamente se sintió atraído por una figura encapuchada que estaba a un lado de la ruleta, una mano delicada puso una moneda de oro en el tapete numerado.

—Parece que el doncel está experimentando las aventuras que le prometiste —dijo Park con ironía.

No.

No podía ser él. Taehyung no haría algo tan estúpido.

No pondría en riesgo a sus hermanos.

No se arriesgaría a sí mismo.

Podía ocurrirle cualquier cosa allí abajo, en el nido de víboras, rodeado de hombres que bebían demasiado y apostaban demasiado, hombres con grandes ganancias o que se trataban de probar que controlaban algo, aunque desde luego no su bolsillo.

Soltó una maldición oscura y cruel, y fue corriendo hacia la puerta.

Sonó un silbido, y las palabras de Nam Joon le persiguieron.

—Si su rostro es la mitad de bueno que su coraje, con mucho gusto te lo quitaré de las manos.

<<Sobre su cadáver>>

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