Capítulo 11!
Busan, septiembre de 1816
Querido J:
Ya que no he recibido ninguna respuesta tuya en inglés, pensé que quizás podrías responder en otros idiomas. Considérate advertido, en la lista tienes una frase (probablemente mal escrita) en latín.
Écrivez, s’il vous plaît
Placet scribes
Bitte schreiben Sie
Scrivimi, por favore
Ysgrifennwch, os gwelwch yn dda
Lo confieso, tuve ayuda de las muchachas de cocina galesas con la última expresión, pero el sentimiento permanece.
Escribe, por favor: T
Sin respuesta
(en ningún idioma)
Como copropietario del club de juego más lujoso de Seúl, la tentación no le era extraña a Jeon. Se especializaba en el pecado. Era un conocido personal del vicio. Conocía el atractivo del paño esmeralda extendido sobre una mesa de billar, entendía la forma en que el corazón latía desbocado ante el sonido de los dados repiqueteando en la mano de alguien, conocía el precipicio sobre el cual un jugador se tambaleaba cuando esperaba esa única carta que le haría ganar o perder una fortuna.
Pero nunca había experimentado en su vida tentación tan intensa como esta, la llamada del pecado y la maldad que sonó en su cabeza mientras miraba a su nuevo y virginal esposo retorcerse sobre su cubrecama de piel vistiendo nada más que un camisón de lino.
El deseo lo embargó, denso y apasionado, y luchó para evitar coger y rasgar en dos su ropa de noche, exponiéndolo a sus ojos, a sus manos y a su boca por el resto de la noche.
Para reclamarlo como suyo.
La cólera persistía, ahora mezclada en una combinación embriagadora con el deseo mientras Taehyung se levantaba y parpadeaba lento y lánguidamente bajo la luz vacilante de una vela. El atisbo de la sonrisa que el rubio le ofreció, hizo que deseara desnudarse y entrar en esa cama con él para frotar el cubrecama de piel sobre la prístina piel de su novio y mostrarle exactamente cuán gloriosa podía ser la depravación.
Taehyung parpadeó otra vez y él se endureció, su pantalón perfectamente entallado se sentía demasiado apretado de repente.
—Jungkook —susurró, una insinuación de complacido descubrimiento en su voz que no mejoró las cosas—. No suponía que estuvieras aquí.
Y él se quedó quieto como un zorro antes de asaltar un gallinero.
—¿Esperabas a alguien más? —Las palabras sonaron roncas a sus oídos, llenas de un significado que Taehyung no entendería—. Ésta sigue siendo mi recámara, ¿no es así?
El doncel sonrió.
—Estás bromeando. Claro que lo es.
—¿Entonces por qué no debería estar aquí?
La pregunta pareció molestarlo. Taehyung arrugó su nariz.
—Se supone que estás con tu diosa. —El rubio cerró los ojos y volvió a caer sobre la piel con un ronroneo de placer.
—¿Mi diosa?
—Mmm. Leah me dijo que no duermes aquí. —Intentó sentarse, la piel y el colchón de plumas dificultaban sus movimientos y Jungkook observó cómo el borde de su camisón se deslizaba, de manera extraordinaria y maravillosa—. Siempre eres tan silencioso, Jungkook. ¿Tratas de intimidarme?
Jungkook obligó a que su voz volviera a la calma.
—¿Te intimido?
—A veces. Pero no en este momento.
Taehyung gateó lentamente hacia Jeon, arrodillándose delante de él en la cama, una rodilla tiró de la tela haciendo que se tensara y Jungkook se encontró rezando para que su camisón cayera un centímetro más o medio centímetro. Lo suficiente para exponer uno de sus perfectos pezones rosados.
Se deshizo de ese pensamiento. Era un hombre de treinta años, no un muchacho de doce. No necesitaba desear a su esposo, balanceándose ante él, probando a la vez la fuerza de la tela de su camisón y su propia cordura.
De hecho, no había regresado por un ataque de lujuria. Había regresado porque estaba enojado. Enojado con Taehyung por casi casarse con Ho Seok. Por no decirle la verdad.
Taehyung interrumpió sus pensamientos, y Jungkook lo agarró por la cintura para estabilizarlo.
—Lamento no ser perfecto.
Ahora mismo, la única cosa imperfecta en el doncel era el hecho de que estaba vestido.
—¿Qué te hace decirlo?
—Hoy nos hemos casado —dijo—. ¿O quizás no lo recuerdas?
—Lo recuerdo. —Taehyung hacía que fuera algo imposible de olvidar.
—¿Ah sí? Pero me abandonaste.
—También recuerdo eso. —Había regresado, dispuesto a consumar el matrimonio. Dispuesto a reclamarlo como suyo y eliminar cualquier duda de que estuvieran casados.
Que Taehyung fuera suyo. Suyo y no de Ho Seok
—Los novios no esperamos ser abandonados durante nuestra noche de bodas, Jungkook. —Él no contestó y el rubio se volvió desvergonzado, acariciándole los brazos a través de las capas de su ropa—. No nos gusta. Sobre todo cuando renuncias a una noche con nosotros por una con tu belleza con el cabello como el ala de un cuervo.
Lo que decía no tenía sentido.
—¿Quién?
Taehyung agitó una mano.
—Ellas siempre tienen el pelo como el ala de un cuervo, esas quienes ganan...
—¿Quiénes ganan qué?
El rubio aún seguía hablando.
—... aunque realmente no importa si tiene el cabello como el ala de un cuervo o no. Solo importa que ella exista. Y no me gusta esto.
—Ya entiendo —dijo él.
¿Taehyung creía que había estado con una mujer? Quizás si hubiera estado con otra mujer, no estaría allí, deseándolo tanto.
—No creo que realmente lo entiendas. —Titubeó, mirándolo con atención—. ¿Te ríes de mí?
—No. —Al menos Jungkook sabía que esa era la respuesta correcta.
—¿Te digo qué otras cosas más no nos gustan a los novios en nuestra noche de bodas?
—Por supuesto.
—No nos gusta sentarnos en casa. Solos.
—Me imagino que no es placentero ser abandonados.
Taehyung entrecerró los ojos y bajó las manos, balanceándose hacia atrás, lo suficiente para que Jungkook apretara su agarre y lo mantuviera estable, para sentir el suave calor del doncel bajo su camisón, recordándole la forma en que se amoldaba a sus manos, a su boca, a todo él.
—Te estás burlando de mí.
—Juro que no.
—Otra cosa que no nos gusta es que se burlen de nosotros.
Jungkook debía tomar el control antes que perdiera el juicio.
—Taehyung.
El nombrado sonrió.
—Me gusta la forma en que dices mi nombre.
Jungkook ignoró sus palabras y el flirteo inesperado en ellas. Taehyung no sabía lo que estaba haciendo.
—¿Por qué no estás en tu propia cama?
El pelirrubio ladeó la cabeza, considerando la pregunta.
—Nos casamos por todos los motivos incorrectos. O, todos los motivos correctos, si se está buscando un matrimonio de conveniencia. Pero, por uno u otro motivo, no nos casamos por pasión. Quiero decir, piénsalo bien. Tú no me comprometiste realmente en tu casa.
En su mente destelló una imagen de Taehyung retorciéndose contra él, presionándose contra sus manos, contra su boca. Su sensación. Su sabor.
—Estoy muy seguro de que lo hice.
Taehyung negó con la cabeza.
—No. No lo hiciste. Sé lo suficiente para entender la mecánica del proceso, lo sabes.
Jungkook deseó explorar ese conocimiento. En profundidad.
—Entiendo.
—Sé que hay... más.
Muchísimo más. Muchísimo más que deseaba mostrarle. Había planeado mostrarle mucho más al regresar a casa. Pero...
—Has estado bebiendo.
—Solo un poco. —El antiguo Kim suspiró, mirando sobre el hombro de su esposo hacia la oscuridad del cuarto—. Jeon Jungkook, me prometiste aventura.
—Lo hice.
—Una aventura nocturna.
Apretó los dedos alrededor de su cintura, atrayéndolo hacia él. O quizás Taehyung solo se balanceó en aquella dirección. Fuera lo que fuera, Jungkook no detuvo el movimiento.
—Te prometí un tour en mi club.
Taehyung negó con la cabeza.
—No deseo eso esta noche. Ya no.
Jeon Taehyung tenía los ojos más bellos. Un hombre podría perderse en esos ojos.
—¿Qué deseas en cambio?
—Hoy nos hemos casado.
Sí. Lo habían hecho.
—Soy tu esposo.
Jungkook le acarició la espalda, ascendiendo hasta que sus dedos se deslizaron profundamente en los rizos dorados, para luego cogerle la cabeza e inclinarlo lo justo para así poder reclamarlo y recordarle que él era su esposo.
Él, y nadie más.
Se agachó, rozando sus labios sobre los de Taehyung, suave y provocador.
El doncel suspiró y se acercó aún más, pero Jungkook se retiró, rechazando permitir que Taehyung tomara el control. Se había casado con él. Le había dado la posibilidad de reivindicar su nombre y recuperar sus tierras. Y esta noche, Jungkook no deseaba nada más que introducirlo en un mundo de placer como una forma de mostrarle su gratitud.
—Taehyung.
Él abrió los ojos confuso.
—¿Sí?
—¿Cuánto has bebido?
El doncel sacudió la cabeza.
—No estoy ebrio. Parece que bebí lo suficiente para encontrar el coraje para pedir lo que deseo.
Entonces había bebido en exceso. Lo sabía, aunque sus palabras hicieron que el deseo lo aguijonara.
—¿Y qué es lo que deseas, querido?
Taehyung lo miró a los ojos de frente.
—Deseo mi noche de bodas.
Tan simple, tan directo. Tan irresistible. Jungkook tomó sus labios otra vez sabiendo que no debía, y lo besó como si tuvieran todo el tiempo del mundo, como si no estuviera muriendo por ser parte del más joven. Estar en su interior. Por hacerlo suyo. Chupó su labio inferior lleno entre sus dientes, lamiendo y acariciando con su lengua hasta que Taehyung gimió su placer desde lo profundo de su garganta.
Jungkook soltó su boca, besándolo en su mejilla y susurró:
—Di mi nombre.
—Jungkook —dijo sin vacilar, la palabra tembló en su oído, enviando un rayo de placer directamente a través de él.
—No. Jeon. —Tomó el lóbulo de una oreja en su boca y le prestó toda su atención antes de liberarlo y ordenar—: Dilo.
—Jeon —se movió, apretándose contra Jungkook, pidiendo más—. Por favor.
—No habrá vuelta atrás después de esto —prometió, mientras que sus labios revoloteaban sobre una sien y sus manos se deleitaban en la suavidad del doncel.
Taehyung abrió sus ojos, increíblemente luminosos en la oscuridad, y susurró:
—¿Por qué crees que yo me retractaría?
Jungkook se quedó inmóvil ante la pregunta, ante la sincera confusión de sus palabras. Quien hablaba era la bebida. Tenía que serlo. Era inconcebible creer que Taehyung no entendiera lo que quería decir. Que no se diera cuenta que no era para nada como los hombres que lo habían cortejado antes.
—No soy el hombre con el que habías planeado casarte. —Debía confrontarlo por lo de Ho Seok. Pero no deseaba pronunciar el nombre de aquel hombre en ese momento. En ese lugar.
Taehyung ya lo estaba volviendo débil.
El rubio formó una pequeña y quizás triste sonrisa.
—Pero eres el hombre con el que me he casado. Sé que no te preocupas por mí, Jungkook. Sé que solo te casaste conmigo para recuperar tus tierras. Pero ya es demasiado tarde para mirar hacia atrás, ¿verdad? Estamos casados. Y deseo tener una noche de bodas. La merezco, creo, después de todos estos años. Por favor. Si no te molesta mucho.
Jungkook llevó las manos hacia el cuello del camisón de Taehyung y, con un fuerte tirón, desgarró la prenda en dos. El doncel jadeó ante su acción, abriendo ampliamente los ojos.
—Lo has arruinado.
Jeon gimió ante la insinuación de maravilla en las palabras. Ante el placer que contenían.
Deseaba arruinar más que el lino.
Le bajó el camisón por los brazos hasta que este se acumuló alrededor de sus rodillas, dejándolo pálido y desnudo bajo la luz de vela. Una luz de vela demasiado tenue. Deseaba ver cada centímetro de Taehyung, observar la forma en que su pulso latía ante su toque, la forma en que temblaría cuando le acariciara el interior de sus muslos, la forma en que lo ceñiría cuando entrara en su interior.
Cuando lo reclamara.
Lo acostó con cuidado sobre la piel, dolorido ante la forma en que él suspiró cuando su espalda rozó la suavidad del visón, cuando conoció la afilada decadencia de su piel contra piel. Se inclinó sobre su rubio esposo, reclamando su boca hasta que sus manos estuvieron enredadas en su cabello, y Taehyung se presionaba contra él. Solo entonces dejó de besarlo y susurró:
—Voy hacerte el amor sobre esta piel. Vas a sentirla rozar cada centímetro de tu cuerpo. Y el placer que te otorgue será más de lo que jamás hayas imaginado.
Entonces se apartó, se quitó las ropas, tomándose el cuidado de arreglarlas en una ordenada pila sobre una silla antes de regresar a la cama y encontrar que Taehyung se había cubierto. Él se echó de costado junto a su esposo, apoyando la cabeza en una mano, mientras que la otra acariciaba la suave cima de su muslo, ascendiendo hasta la curva de su cadera, recorriendo su vientre. Jeon Taehyung cerró los ojos con fuerza, su respiración se convirtió en pequeños jadeos y Jungkook no pudo contenerse. Agachó la cabeza, le lamió la curva de una oreja, mordisqueando el lóbulo antes de ordenar:
—Nunca te escondas de mí.
Taehyung negó con la cabeza y abrió los ojos.
—No puedo. No puedo solo... yacer aquí. Desnudo.
Volvió a morderle la oreja.
—No dije nada acerca de tenderse aquí, querido. —Jungkook levantó la mano que le cubría el pecho e introdujo uno de sus dedos en la boca, lamiendo la delicada almohadilla antes de rasparla suavemente entre sus dientes.
—Oh... —Taehyung suspiró, su mirada estaba embelesada por sus labios—. Eres muy bueno en esto.
Jungkook lentamente extrajo el dedo y se inclinó para besarlo, larga y apasionadamente.
—No es la única cosa en la que soy bueno.
Parpadeó ante la promesa erótica de sus palabras, y dijo suavemente:
—Supongo que tienes mucha más práctica que yo.
En ese momento no importaba que hubiera estado con otros donceles. Todo lo que deseaba era conocer a Taehyung. Ser el único que le diera placer. Ser el que le enseñara a conseguirlo por sí mismo.
—Muéstrame dónde me deseas —susurró él.
El doncel se sonrojó, cerrando los ojos y negando con la cabeza.
—No podría.
Volvió a introducirse el dedo en su boca, chupando con cuidado hasta que el rubio abrió sus ojos, encontrándolo irreal bajo la luz de la vela. Observó el movimiento de sus labios y el momento fue tan intenso, que Taehyung creyó que podía desvanecerse en ese mismo instante.
—Muéstrame. Dime «Por favor, Jeon», y muéstramelo.
El coraje llameó en los ojos de Taehyung, y observó con vivo placer cómo ese dedo, ese al que le había hecho el amor, se arrastraba a lo largo de su pezón, moviéndose en círculos por la punta tensa y fruncida. Jungkook se pasó el dorso de una mano sobre sus labios mientras observaba el movimiento, mientras Taehyung lo tentaba más allá de lo que creía.
—Por favor... —Se interrumpió.
El Marqués alzó la cabeza.
—¿Por favor, quién?
—Por favor, Jeon. —Y deseó recompensarlo por decir su nombre, el suyo y no el de alguien más. Agachó la cabeza, chupando suavemente un pezón mientras Taehyung emitía un largo y tembloroso—: Sí...
Jungkook acarició su estómago, más y más abajo, hasta detenerse y retirar la mano para pellizcar la delicada piel de su muslo.
—No te detengas ahora, querido.
Taehyung no lo hizo, su dedo deambuló sobre la piel suave de su estómago, hasta llegar a ese lugar entre sus muslos y un poco más allá. Jungkook lo miró, animándolo con su susurrada guía mientras Taehyung se exploraba a sí mismo, mientras disfrutaba de su propio conocimiento, de su propia habilidad, hasta que Jungkook creyó que moriría si no estaba dentro de él.
Jungkook le dio un beso largo y persistente sobre su vientre, luego sobre su muñeca extendida, el jadeo en su respiración ante su toque fue una recompensa en sí mismo. Él susurró una pregunta sobre su piel.
—¿Qué sientes allí? —Deslizó un dedo sobre el dorso de su mano, demorándose en sus nudillos. Cuando Taehyung no contestó, él alzó la vista para mirarlo a los ojos, leyendo su vergüenza en ellos.
El doncel negó la cabeza y sus palabras apenas fueron audibles.
—No puedo decirlo.
Jungkook tocó los delicados dedos de Taehyung sobre su calor de seda, y dijo:
—Yo sí. —Él presionó un dedo en el anillo del doncel, adentrándose profundamente, y Taehyung jadeó ante la sensación—. Estás mojado, querido, lubricado y listo para mí. Para mí y para nadie más.
—Jungkook —Taehyung susurró su nombre y el placer del sencillo momento casi fue insoportable. Con una sonrisa tímida, dubitativa, abrió sus muslos y le dio la bienvenida con tal confianza que Jeon casi no pudo soportarlo. Se movió contra él, la punta de su glande se acunó contra la abertura anillada del cuerpo del doncel y se cernió allí, descansando su peso sobre los brazos, mirando su rostro, una mezcla de relajación, placer y desconcierto, y no pudo evitar besarlo, su lengua acariciando hábilmente contra la de Taehyung, antes de apartarse. Fue la cosa más difícil que hubiera hecho jamás, detenerse sobre el precipicio de lo que Jeon sabía sería un momento extraordinario, relajándose contra su hermoso esposo suavemente, adentrándose en él un poco antes de salir.
Creyó que moriría de placer.
Taehyung cerró los ojos con fuerza y Jungkook susurró:
—Abre los ojos. Mírame. Quiero que me mires.
Cuando el doncel así lo hizo, lo penetró suavemente, tan gentilmente como le fue posible. Taehyung inspiró hondo y el dolor inundó su mirada. Jungkook se detuvo, ya que no deseaba hacerle daño. Agachó la cabeza y lo besó profusamente para recuperar su atención.
—¿Estás bien?
Taehyung sonrió, y él reconoció el esfuerzo allí.
—Estoy bien.
Jeon negó con la cabeza, incapaz de ocultar la sonrisa en su voz.
—Mentiroso.
Estiró la mano hacia abajo, donde el pene de Taehyung se alzaba, tan maravillosamente duro alrededor de su mano y masajeó lento en esa zona, viendo cómo entornaba los ojos de placer. Continuó el movimiento mientras se deslizaba dentro en él, lenta y profundamente hasta que Taehyung contuvo todo de él.
Se quedó quieto, ansiando moverse contra su hermoso doncel.
—¿Ahora? —Taehyung respiró hondo y Jungkook se hundió más profundo, sorprendiéndolos a ambos. Apoyó la frente en la contraria —. Dime que todo está bien. Dime que puedo moverme.
Su pequeño e inocente esposo deslizó los dedos en el pelo de su nuca y susurró:
—Por favor, Jungkook.
Y él no pudo resistirse a la pequeña súplica. Jungkook tomó sus labios con un beso despiadado, se le escapó un gruñido desde lo profundo de la garganta mientras se movía con cuidado, saliendo lentamente hasta estar casi totalmente fuera del rubio, y luego introduciéndose de nuevo delicadamente, una y otra vez, masturbando a su esposo, asegurando su placer mientras se preguntaba si él sería capaz de contenerse.
—Jungkook~—susurró y él lo miró a los ojos, preocupado por si le había hecho daño. Se quedó quieto.
Taehyung arqueó la espalda.
—No te detengas. No dejes de moverte. Tenías razón... —Sus ojos parpadearon hasta cerrarse, y emitió un gemido de placer cuando Jeon se hundió nuevamente en él con una larga estocada.
Jungkook pensó que perdería el control ante el sonido de ese gemido, bajo y hermoso, desde lo profundo de su garganta, pero no se detuvo.
Taehyung sacudió la cabeza, recorrió sus hombros con las manos y las bajó por su espalda, para finalmente detenerse en sus nalgas, apretándolas al ritmo con sus movimientos, con las caricias de su pulgar.
—¡Jungkook!
También le estaba sucediendo a él.
Jungkook nunca le había dedicado mucha importancia a sincronizar su clímax con el de su compañera o compañero. Nunca le había gustado compartir la experiencia. Pero, de repente, solo pudo pensar en encontrar a Taehyung allí, en el borde de su placer, y dejar que las estrellas explotaran sobre ambos.
—Espérame —le susurró en su oreja, penetrándolo—. No te corras sin mí.
—No puedo esperar. ¡No puedo detenerlo! —Taehyung convulsionó contra él, contrayéndose y relajándose al rededor del pene contrario en un rápido y devastador ritmo, el nombre de Jeon en sus labios lo lanzaron al olvido, haciéndolo caer sobre el borde en un orgasmo aterrador y extraordinario que no tenía comparación con nada que hubiera experimentado jamás, mientras las tiras de semen mancharon su estómago y la mano de Jungkook, quien colapsó contra el doncel, su respiración era laboriosa mientras sepultaba la cara en el ángulo de su cuello y permitía que el extraordinario placer lo embargara en oleadas, a diferencia de cualquier cosa que jamás hubiera sentido antes.
Largos minutos pasaron antes de que Jeon se alejara rodando de Taehyung, temiendo aplastarlo con su peso, pasó una mano por su costado y lo atrajo contra él, porque aún no estaba listo para liberarlo.
Querido Dios. Había sido el sexo más increíble que hubiera tenido jamás.
Había sido una experiencia alucinante.
Había sido más de lo que jamás imaginó podría llegar a ser.
Y la idea de que tal experiencia la hubiera vivido con Taehyung hizo que un miedo frío se propagara por él.
Este doncel. Este matrimonio. Esta noche.
Todo esto no significaba nada.
No podía significar nada.
Taehyung era un medio para un fin. El camino a su venganza.
Era todo lo que el rubio podía ser.
En su vida, Jeon había destruido todo lo valioso que había poseído.
Cuando Taehyung se diera cuenta de eso, cuando fuera consciente de que él solo representaba decepción, estaría agradecido de que no le hubiera permitido acercarse demasiado. Estaría agradecido porque lo introduciría en un mundo tranquilo, simple, donde tendría todo lo que deseara y no tendría que preocuparse por él.
Tú no lo mereces.
Las palabras de Hoseok resonaron en sus pensamientos, aquellas palabras que lo habían enviado a casa, a su esposo, para probar su lugar en la vida de su marido. Para demostrar que le pertenecía. Que él podía dominar su cuerpo de una forma que ningún otro hombre podía.
Pero era Jungkook quien había sido dominado.
—Jungkook —susurró contra su pecho, su nombre fue una promesa persistente en sus labios mientras que con una de sus manos le acariciaba el torso. La larga y lujuriosa caricia envió otra ola de placer por él, seguida muy de cerca por otra de deseo cuando Taehyung susurró, suave, soñoliento y tentador—. Fue espléndido.
Jeon pensó en decirle que no se sintiera demasiado cómodo en su cama.
Que no se sintiera demasiado cómodo en su vida.
Él quiso decirle que la noche había sido un medio para un fin.
Que su matrimonio nunca sería del tipo que él necesitaba.
Pero Taehyung ya estaba dormido.
Busan, enero de 1817
Querido J:
Soy consciente de que puedes no querer contestar mis cartas, pero aun así planeo enviarlas. Un año, dos o diez, nunca querría que pensaras que te he olvidado. ¿No creerías algo así, verdad?
Tu cumpleaños es la próxima semana. Habría bordado un pañuelo para ti, pero sabes que la costura y yo no nos llevamos exactamente bien.
Siempre te recuerdo: T
(Sin respuesta)
A la mañana siguiente, Taehyung entró en el salón de desayuno, esperando ver a su nuevo marido, el hombre que había cambiado todo en un glorioso día y en una gloriosa noche, el hombre que lo había hecho darse cuenta de que quizás su matrimonio podía ser más. Que quizás su falso matrimonio por amor podría ser menos falso y más bien un matrimonio por amor.
Seguramente no había nada tan espléndido como la forma en que lo había hecho sentir la noche anterior en su cama. Era de poca importancia que no hubiera despertado sobre la piel decadente, sino en su absolutamente prístina cama, perfectamente instalada entre las sábanas de lino blancas en la recámara que se le había asignado.
De hecho, estaba sorprendido de que Jungkook hubiera podido trasladarlo hasta allí por la noche sin despertarlo. Obviamente era un amable, preocupado y amante esposo, y su matrimonio, el cual había comenzado como una farsa tan desastrosa, estaba destinado a ser algo muchísimo mejor.
Tuvo la esperanza que Jungkook se reuniera con él mientras tomaba asiento ante la adorable y larga mesa en el hermoso y espléndido salón de desayuno, preguntándose si a él aún le gustaban las salchichas en el desayuno, como hacía cuando era muy joven.
Esperaba que lo acompañara mientras aceptaba un plato de huevos y tostadas (no había ninguna salchicha a la vista) del joven lacayo, que taconeó los talones juntos de una manera bastante extravagante antes de volver a su puesto en la esquina del salón.
Esperó que Jungkook lo acompañara mientras jugueteaba con su tostada.
Mientras bebía a sorbos su té que se enfriaba rápidamente.
Mientras miraba el periódico, perfectamente doblado y colocado a la izquierda del asiento vacío en el extremo opuesto de la de pronto muy larga mesa.
Y, después de toda una hora de espera, Taehyung dejó de esperar.
Jeon no venía.
Él seguía solo.
De repente, fue agudamente consciente del lacayo en la esquina del salón, cuyo trabajo era saber casi de inmediato lo que su amo podía desear e ignorarlo completamente, y Taehyung sintió que el rubor cubría sus mejillas.
Ya que con seguridad, el joven lacayo estaba pensando cosas terriblemente embarazosas.
Lo miró furtivamente.
Él no le estaba mirando.
Pero era más que seguro que lo estaba pensando.
Jungkook no vendría.
Estúpido, Taehyung estúpido.
Por supuesto que él no vendría.
Los sucesos de la noche anterior no habían sido mágicos para él. Solo habían sido necesarios. Oficialmente lo había tomado como su esposo. Y luego, como cualquier buen esposo, lo había dejado para que hiciera lo que se le antojara.
Solo.
Taehyung observó su plato vacío, donde la brillante yema de huevo que había comido tan felizmente se había coagulado, adhiriéndose grotescamente a la porcelana.
Este era el primer día de su vida como un doncel casado, y tomaba el desayuno solo. Algo irónico, considerando que siempre había visto el desayuno con un esposo que apenas lo conocía como un asunto de hecho solitario. Pero ahora, con mucho gusto compartiría el desayuno con su esposo bajo la atenta mirada de un lacayo demasiado joven que hacía todo lo posible para no verle.
Parecía que en su deseo por tener un esposo que lo quisiera por algo más de lo que normalmente se solicita de un esposo, se había encontrado casado con uno que ni siquiera lo quería para eso.
Quizás había hecho algo mal la noche anterior.
El rubor alcanzó sus orejas y las sintió arder, probablemente rojas como rosas mientras intentaba pensar en lo que podría haber hecho mal, de qué forma su noche de bodas podría haber sido diferente.
Pero cada vez que intentaba pensar, recordaba al joven lacayo, quien ahora también estaba sonrojado, en su esquina, sin saber qué decirle a su señor y muy probablemente deseando que terminara su desayuno y dejara el salón.
Tenía que dejar este cuarto.
Se levantó de la mesa con toda la gracia esperada de un doncel y, desesperado por ignorar la vergüenza, se dirigió hacia la puerta. Felizmente, el lacayo, no encontró su mirada cuando Taehyung avanzó por la habitación con un paso que solo podía ser descrito como uno-muy-parecido-al-de-una-huida-pero-sin-serlo-ya-que-un-doncel-no-huía.
Pero la puerta se abrió antes de que Taehyung pudiera alcanzarla, y el señor Choi entró, dejando al rubio sin otra opción que no fuera detenerse en seco.
El joven y bello mayordomo hizo una pausa en el umbral del salón, sin revelar ninguna emoción mientras realizaba una rápida reverencia y decía:
—Buenos días, mi lord.
Taehyung resistió al impulso de hacer lo mismo, en cambio sujetó con fuerzas sus manos delante de ella y respondió:
—Buenos días, señor Choi.
Realizadas las cortesías del caso, los dos donceles se contemplaron durante un largo momento antes de que el castaño dijera:
—Lord Jeon me pidió que le informara que el miércoles cenarán en Park House. Dentro de tres días.
—Oh. —El que Jungkook le trasmitiera un mensaje tan simple con un criado hizo que se diera cuenta de cuán equivocado había estado con respecto a los sucesos de la noche anterior. Si él no podía encontrar el tiempo para comentarle a su esposo sobre un compromiso social para cenar, en efecto tenía poco interés por su esposo.
Respiró hondo, deseando alejar la desilusión.
—También me pidió que le recordara que la cena será la primera a la que asistirán como maridos.
No hubo necesidad de alejar la desilusión, ya que fue sustituida casi al instante por la irritación. La atención de Taehyung recayó sobre el mayordomo. Durante un momento, se preguntó si era quien hacía esa declaración tan obvia, como si Taehyung fuera una especie de imbécil que no podía recordar los hechos del día anterior. Como si de alguna manera pudiera haber olvidado que aún no habían sido presentados como esposos en sociedad.
Pero un vistazo a la mirada abatida del señor Choi hizo que Taehyung estuviera absolutamente seguro de la identidad del causante de esta bochornosa situación, su marido, quien aparentemente tenía poca confianza en su capacidad para responder a invitaciones para cenar o entender la importancia de las invitaciones en sí mismas.
Sin pensarlo, enarcó una ceja, miró a los ojos del más joven, y dijo:
—Un recordatorio excelente. No me había dado cuenta de que hemos estado casados durante menos de veinticuatro horas y que, durante ese tiempo, no he dejado la casa. ¿Qué afortunado, verdad, que tenga un marido tan servicial para recordarme las cosas más simples? —Choi abrió ampliamente los ojos ante el sarcasmo que las palabras de Taehyung destilaban, pero no contestó—. Es una vergüenza que no pudiera recordármelo en persona a la hora del desayuno. ¿Está en casa?
Choi vaciló antes de contestar:
—No, mi lord. No ha estado en casa desde que regresaron de Busan.
Eso no era verdad, por supuesto. Pero nadie le decía a Taehyung que Jungkook había regresado muy tarde anoche y que se había marchado inmediatamente después de su interludio.
Claro que lo había hecho.
La cólera de Taehyung ardió más caliente.
Había venido a casa para consumar el matrimonio y se había marchado otra vez, casi al instante.
Así sería la vida de Taehyung. Llegando y marchándose según el capricho de Jeon, haciendo lo que a él se le antojara, asistiendo a sus cenas cuando la invitación lo incluyera y quedándose en casa, solo, cuando no lo hicieran.
Qué desastre.
Encontró la mirada de Choi y captó la compasión allí. Lo aborreció.
Aborreció a su esposo por hacerlo sentir tan avergonzado. Por hacerlo sentir tan desventurado. Por hacerlo sentir tan poca cosa.
Pero este era su matrimonio. Ésta había sido su elección. Aunque hubiera sido de él, había habido una pequeña parte de Taehyung que lo había deseado. Que había creído que podría ser algo más.
Tonto Taehyung.
Pobre y tonto Taehyung.
Enderezando los hombros, dijo:
—Puede decirle a mi esposo que lo veré el miércoles. Para la cena en Park House.
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