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Capítulo 72

Últimos capítulos.

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Vannesa Jonson.
📃

Muerte a la corona.

—¿Cuándo vas a dejar de joder a la mujer del enemigo? —espeta Sergei.

Ivan llegó ayer y con un humor horrible. Sergei por otro lado no deja de discutir conmigo porque sigo trabajando para la jerarquía, pero tuve que hacerlo al saber que mi hermano había dejado un hijo. Otro asunto que debo solucionar cómo la mentira de que Rebelión casi me mata.

No me extraña que sea de Michelle, si no que Michelle es una estúpida, prefirió al hijo de Andersson que está oculto en algún lugar. Por lo que sé tiene dos. Uno o tuvo con la niña que secuestró Love y el otro es de Michelle.

Corto mi trozo de carne y Sergei me mira así que espero a que él me dé.

—¿Por qué no te callas y te ocupas de tu mujer e hijo? —le aconseja. Y yo lo que me da mi esposo en la boca—. ¿Qué pensaría la Bratva si se enteran que tuviste un bastardo con el enemigo? Que sepan de quién es.

De pronto el ambiente se tensa, debo ponerme derecha en la mesa de doce cabezas. La familia de Sergei no suele venir pero cuando lo hace es asunto serio.

—Bastardos los tuyos, el mío no, y menos que tengo a una de las familias más prestigiosas de la jerarquía conmigo.

—Oh, no, no ese —me mira y sonríe—. El bastardo que crió tu mejor amiga y también la enemiga principal de la Bratva.

—Prefiero no hablar de eso —le digo—. Lovely ya no es asunto de la Bratva y Eliot no tiene que ver con ella.

—He sabido que tiene un heredero —saborea la comida y Sergei me mira por un segundo—, voy a obligarla a salir y que me devuelva lo que es mío. Esa hechicera no sabe lo que hizo.

—¿No has pensado en ir a terapia? —le digo—. Probablemente te hagan un favor haciéndote una lobotomia.

Se burla negando y limpia sus labios. El aura oscura no es como la de Sergei, Ivan es maldad pura, sus ojos claros, almendrados parecen rojos cuando tuerce la boca, y no ayuda el cabello largo por las orejas.

—Espero que sepas lo que haces, hermano —le dice Andersson a su hermano—. Yo estoy tranquilo, esa hechicera vivirá bajo el manto de mi oscuridad hasta el último suspiro de su vida.

—Guárdate tus planes para ti.

Se me eriza la piel se recordar como estaba Lovely bajo el cargo de Andersson, recuerdo su cara, cuerpo y ojos. He visto a las sumisas de el área que vagan en la limpieza como zombies; no duran más que semanas medio vivas y finalmente mueren. Sus sumisas mueren poco a poco pero la última sigue en pie, sus ojos en ocasiones están oscuros y su cuerpo pálido pero no parece muerta.

Se que usa las drogas de Aragon y también sangre, sé que lo que hace lo hace con sangre. Nosotros no nos metemos allí. Menos aquí, nuestra casa tiene un toque nórdico como le gusta a mi esposo.

—Tienes razón, arruinaría la sorpresa —sonríe, y lo siniestro que es me eriza la piel.

Sergei asiente y Eliot se acerca de la mano con Roman. Eliot tiene un nombre demasiado dulce, es alto, y de ojos verdes, la sangre alemana y rusa que carga lo hacen ver demasiado fuerte para su edad. Mi pequeño balbucea y lo cargo, pero Eliot se limita a hacer lengua de señas:

—¿Por qué hablan de mamá?

Andersson lo mira detallado pero sé que no sabe exactamente lengua de señas y mucho menos en Alemán.

—No hablemos de ella —le digo y asiente.

—¿Vanessa? —me llama ganándose la mirada de Andersson—. ¿Puedes contarme historias de mami antes de dormir?

—Seguro —acaricio sus rizos rubios.

—¿Qué me dices del caso que te encargó la jerarquía, cuñada? —lo ignoro porque no tengo ganas de más percances con mi marido.

Sergei está más que enojado por aceptar, pero nadie sabe de mi relación con él, tampoco estoy interesada en que se enteren.

—¿Quién te crees para hablarle así? —ruge y lo calmo poniendo mi mano en su rodilla.

—El caso del rey es meramente ético y no revelaré nada —le aclaro.

—¿Pero aún así lo refundirás a la cárcel?

Suspiro y miro a Sergei que teclea el teléfono a la velocidad de la luz.

—Supongo que con pruebas suficiente —le resto importancia.

Elton a cometido muchísimas infracciones hacia su derecho de gobernante y más que infracciones es un abuso de poder. He recopilado información jugosa para mandarlo a prisión, y aunque quisiera no me negaré. Debo tener a mi sobrino conmigo. No lo dejaré con la jerarquía o lo que queda de ella, se escucha que los integrantes están muy dispuestos a firmarle los derechos a Lovely. Se habla que entrena a unas niñas, unas que rescató de aquella misión donde la volvieron a hundir, pero también niñas que ha secuestrado de casas de socios jerarcas.

Lo sé porque escuché hablar a Sergei, es algo que nadie sabe, pero el lugar dónde estuve estaba lleno de mujeres, no eran prisioneras, se escuchaba que entrenaban. Esto es algo grande, pero no creo que lance a niñas a la guerra, las está cuidando cómo cerdos en cría para mandarlas al matadero.

Esto es a largo plazo y no me cabría duda que tiene su propia habitación oscura.

—Supongo que debo ir a cazar a esa puta —dice y Sergei explota golpeando la mesa.

—No hables así en la mesa y menos delante de mis hijos —la furia lo recorre, siempre me dan ganas de que me bese muchísimo.

—Debo ir a arreglar al bebé —le digo a Sergei levantándome—. Mis padres quieren verlo.

—Te iré a buscar al anochecer —es aviso y le deposito un beso casto que recibe con fuerza.

Una vez me levanto de la mesa busco la manera de bañar an Eliot y Roman. Los baño a ambos y me ocupo de los rizos de Eliot mientras me habla de Lovely, la sigue amando cómo a una madre. Rom sale corriendo una vez termino de vestirlo y acomodo los rizos de Eliot cuando veo que mi hombre grande viene siendo cargado por su padre.

—¿Qué me miras?

—Me encanta cómo se te pega la ropa con el agua —me escanea con lujuria y bajo a Eliot que habla cómo loco en Alemán.

Su padre tuvo que aprender. Se acerca y deposita un beso en mis labios después de levantar a Eliot. Ambos son iguales a él pero Eliot es tan parecida a su madre. Nadie sabe de quién es, o más bien quién.

Los baja y Rom se va y Eliot nos mira con curiosidad. Yo me recargo del lavabo de mármol dorado con blanco en lo que el espejo a mi espalda comienza a desempañarse debido al agua tibia que use para los niños.

—Quiero que hagas lo que ya habíamos hablado —comienza él aunque yo creo que es sólo un Niño pero asiente—. El Vor se quedará detrás de la puerta pero no vas a abrir nunca, alimentarás a Rom y jugarán. Cuando quieras comer abres el pequeño refrigerador y lo metes...

—En el calentador con un minuto —le dice.

Ivan sólo se volvería Vor por matar al antiguo. Ha insistido a ser el nuevo, pero conoce las reglas. Por ello Sergei lo dejará aquí, se lo pidió, debido a que sospecha de Ivan, y el Vor tiene la lealtad con mi esposo.

—¿Qué más?

—No abrir hasta que papá o Vanessa lleguen —me pongo junto a ellos y le entrego uno de los sensores.

Es un pequeño botón que me indica su ubicación, y las pulsaciones indican su desespero.

—¿Recuerdas para que sirve? —le pregunta su padre.

Siempre he admirado como lo mira, la manera en que lo ama como si hubiese crecido a su lado.

—Sí, lo presiono si alguien quiere entrar por la fuerza o el hombre de la mesa quiere acercarse.

—Ese es mi vikingo —su padre lo llena de besos y acaricio su cabello húmedo.

Sergei comienza a mover sus clanes y los boyevik de confianza me mueven hasta Londres con Zak gracias al aeronave. Eliot se quedó sólo porque Sergei tuvo que salir y trato de verlo en la cámara todo lo que puedo pero no puedo dejar que en Londres nadie lo vea, Lovely hará todo por recuperarlo y no dudaría en acabar con lo que lo convirtiera en obstáculo, sin contar que no creo que esté embarazada, no después de hacer lo que hizo.

Dejo el bebé con mis padres y me dirijo a la central de la jerarquía en Londres que se encuentra cerca del complejo que acaban de volar. Sólo trato de reunir pruebas y sinceramente lo que haré será bajo, pero es él o yo, y yo no puedo quedar desprotegida.

Elton tuvo un hijo con otra mujer, no sólo una mujer, su hermana bastarda, y eso es una infracción inaceptable, peor aún siendo él el principal participante en los crímenes de Lovely y Aragon.

Por lo que sé, Andersson acogió a Teresa Baker ya que, era su agente a cargo, y Lovely la secuestró y no sé que esté haciendo, sabiendo que su esposo ahora está muerto, ha perdido la cabeza.

Tampoco sabría qué hacer sin Sergei o mi pequeño, y lo único que puedo hacer por ella es darle tiempo de huir.



Lovely Walker de Aragon.

🌹🕷️




Acaricio la cabecita de mi pequeño pelinegro, su cabello luce cómo el de su padre y aún no abre los ojos, ninguno de los tres. Sólo pudimos ver destellos pero han permanecido con los ojos cerrados.

Mi vida está tan llena que tengo un miedo inmenso a sentir lo que sentí hace meses, el día en que dejó de respirar y yo dejé de vivir.

El viaje de ida a Berlín es rápido pero no para Tayler que sigue con la fórmula, Elton habla con Yakuza sobre un juego del teléfono y Cho carga al gemelo.

—¿Cuando hablarás con Aragon? —pregunta Rose que aparece con mi pequeña.

Se sienta conmigo en el sofá de cuero y Cho ni siquiera presta atención ya que el coqueto de la familia la tiene boba.

—¿Por qué hablaría con él sobre mis negocios? —inquiero—. Él no me ha dicho nada de lo que planea hacer, y aquí la que manda soy yo.

Rose resopla, pero no me preocupo ya que mi pequeño niño comienza a gimotear por falta de sustancias. Su piel se marca como la mía y le doy mi pecho que aunque no lo llena, lo controla.

—Porque acabas de dar a luz tres bebés y estarán en peligro, hablen cómo un matrimonio, luchen juntos —me dice y siento que me desmayo cuando lo veo salir casi muerto del laboratorio qué armó con Elton.

Rose se aparta y se hinca ante mí y el bebé. Descubro su pie, niega suspirando e inyecta la aguja que me hace detener su mano, me mira y sé que se siente la culpa, quiere salvar a su hijo. Asiento para que se calme y lo inyecte.

El pequeño deja ir un chillido pero lo calmo, Tayler acaricia su mano y es cómo si supiera que es él, trata de localizarlo.

—Hola, mocoso —susurra, y lo aniquilo con la mirada...

Aprieto la mano de Tayler cuando abre los ojos y lo ve. Pero nos quedamos allí, quietos mientras  sus ojitos cerrados viajan a mí y sonríe con la encía chimuela... sus ojos son...

—Mocosa... —jadea después de dejarme ciega con un beso que me estampa—, tienes tanta suerte de estar en cuarentena.

Mi pequeño tiene las anomalías de su padre pero aquí sólo tiene un ojo verde, brillante, y el otro es una combinación de verde con gris, hay un gris tan pálido como el mío y un punto verde.

—Son... —trato de hablar pero me frena.

—Intocables —sostiene la mano del mayor —, y muy pediches, quieren que les dé el mundo entero y acaban de nacer.

—Lo merecen —contrataco.

A Tayler nunca le ha interesado lo que digan, a mí sí, pero verlo así por ellos es lo mejor que hay en el mundo. Lo único bueno de esto es que son silenciosos, el que más llora es el mayor y sólo porque se siente mal.

Pero una vez Tayler lo inyecta se calma.

—Merecen todo —susurra. Me mira y siento que ardo en llamas—. ¿Me harás caso por una vez?

Cruzo los dedos debajo de mi bebé y asiento.

—Sí.

Deposita un beso en mi coronilla y en la del bebé. Quiere besar a la pequeña pero la tiene Cho así que se limita a tocarle la mano, así cómo a el gemelo. El viaje es corto, y nos ocupamos de los bebés.

Trato de estar con todos, así que Tayler se lleva al mayor con el al despacho una vez llegamos a la fortaleza de Berlín. Cambio mis vendas y hago mi baño de agua tibia cómo me dijeron en la isla.

Klaus me prepara algo con hiervas así que lo dejo. Rose y Cho están encantadas con los bebés. Dejo que los cambien y bañen mientras Klaus me inyecta un suero.

Elton viene cada dos tres a verlos y vuelve al despacho. Me siento en la cama viendo a mis dos bebés cuando la puerta se abre.

—Hola —la voz de Ellie me hace girar.

Viene Petee y su bebé que ya camina un poco. Tiene si no me equivoco un año y seis meses.

—¿Cómo estás, pequeña? —Petee se acerca, pero la verdad es que no quiero que vean mucho a mis bebés.

Yo los quiero, confío en todos ellos, son mi familia, pero mis hijos son carnada, podrían secuestrarlos y obligarlos a hablar.

—Estoy lo mejor que se puede estar después de sacarlos de mi vagina —resoplo.

Ellie no me determina sólo mira a los bebés fascinada, los escanea y vuelve hacia mí, después ve el tercer cubero vacío.

—Love, lo siento...

—Está con su papá —lo calmo, y Petee se va con los bebés.

—Son iguales a ti —carga a la pequeña y Ellie al varón—. Incluso tienen tus ojos.

—¿Ya los abrieron? —me levanto, y me acerco a Petee con el corazón en la garganta.

El corazón se me infla y los ojos se me empañan al ver a mi querubín.

—Pues sí, este tiene lo mejor de ambos —las palabras de Ellie me hacen estremecer—. Tiene ojos verdes.

—Ella también, pero mira —dice Petee mostrándola y le sonríe a los ojitos—, tiene una mancha gris en uno de los verdes.

—¿Tiene algo aquel? —le pregunto a Ellie acercándome.

—Sí, uno es gris y el otro verde, quizá después salga el dorado.

—¿Es malo que todos lo tengan? —inquiero, aprieto mis manos.

—No, es genético, el padre de Tayler también los tiene así, Dominik igual, Klaus, Rome, entonces...

—¿Cómo pudiste sacarlos? —bromea Petee y la pone en su lugar.

Ellie hace lo mismo y me siento en la cama, con la vagina adolorida.

—Sinceramente la mayor parte del tiempo estaba tratando de respirar cómo para darme cuenta.

—Felicidades —dice Ellie y me abraza así como Petee—. Cuenta para todo con nosotros, aunque sea bueno que los bebés estuviesen en la casa de seguridad que está con los demás niños, incluso el hijo de Damon está allá. Llegaron hace poco.

Niego.

—Prefiero tenerlos cerca —les aclaro—. No le digan a nadie que son tres, no les digan.

Casi tiemblo, no quiero a mis hijos en peligro.

—Descuida, pequeña, nadie lo hará.

—Deberías hablar con tu padre él está en la casa de seguridad, Elton trajo a todos los miembros de la familia para que no tengan con qué llamarnos —me cuenta Ellie y me rio. Elton siempre tiene todo pensado—, no sé si también tu madre pero deberías averiguar y ocultar a tus bebés, son literalmente el ojo del huracán.

Me da escalofrío de pensarlo pero no puedo decir que no. Sin más solamente hablamos de cómo fue mi vida en el bajo mundo, cómo fue para ellos estar solos y sobre todo qué pasa allá afuera. Se ven felices, en armonía, y yo consiento al pequeño Derek que me regala un dinosaurio rex.

Finalmente se van abrazándome y besando a los gemelos para finalmente irse a las casas de huéspedes.

La guerra es tan fría que parece nunca acabar y Tayler no necesita hablar para hacer saber que los matará, sin embargo, él está vivo y eso es una mouse herramienta que usaremos más tarde. Por ahora creen que soy yo la del caos, y en parte, pero sinceramente va a arrasar con el mundo para protegernos.

Más tarde me trae al bebé y se vuelve a ir cómo si nada despues de besarme con fuerza, parece no haber comido ni dormido, me preocupa. Klaus viene a estudiar al bebé y me dice que es muy pequeño para hacer lo que me hacía a mí, quizá en unos tres o cuatro meses se pueda.

Alguien toca la puerta y me alejo de los tres cuneros con el corazón en la boca. Tengo tanto miedo, tanto maldito miedo.

—¿Calabacita? —la voz de Damon me hace suspirar de alivio.

Camino lentamente y abro la puerta. El cabello rubio le cuelga húmedo en la frente, el olor a menta y limpio impacta con mis fosas nasales pero su rostro dice que estuvo en guerra. Aquí adentro no sé cuántos días pasan, mis cortinas están cerradas, así que los días no se reflejan.

Sus ojos se dirigen a mi barriga y suspira con ojos cristalinos.

—¿Puedo?

Asiento con una sonrisa. Abro y cruza la puerta, deteniéndose en seco cuando los ve a lo lejos, cierro la puerta. En silencio ambos caminamos junto a los cuneros.

Las manos le tiemblan, y me mira.

—¿Estás bien? —inquiere, repasándome con la mirada.

Mi corazón se calienta y asiento con felicidad. Nadie cree que pudiera pero dar a luz a mis hijos es lo único que hacía una y otra vez hasta saber que están a salvo.

—¿Puedo tomar a uno?

—Claro —me acerco a los tres, tienen los cuneros separados—. Tienes para elegir —me burlo.

Acaricia a mi hija con tanta dulzura que ni parece Damon. La toma en brazos a la perfección y sus brazos la cubren como un manto.

—Hey —la mece en sus brazos, sonríe hacia mí—. Son iguales a ti. Son perfectos.

Asiento, acariciando a mis bebés, mientras mece a la niña.

—Soy Damon —se presenta y no puedo dejar de sonreír—. Fui el primer amor de tu madre. Un poco idiota pero aún estoy aquí. Puedes decirme tío Damon —se acerca a susurrarle—: si algún idiota hace algo desagradable el tío Damon vendrá y le arrancará la cabeza con su cadena.

Mi bebé sonríe como si entendiera y él se entusiasma. Habla con todos, mimandolos y dándoles leves besos hasta que les da de comer y se duermen.

—Son igual a ti —dice, acariciando al pelinegro—. Estoy muy feliz por ti, y no sabes lo agradecido que estoy por aún estar aquí.

—Por favor, mantenlo en secreto, sé que sabrán pero no digas cuántos son —le suplico.

Se acerca, tomando mis manos, las lleva a su pecho.

—Jamás he visto nada —dice, mirándome a los ojos, su olor me traspasa—. Esto jamás pasó.

—Gracias. —dejo ir el aire y besa mi frente.

Una vez se despide de un abrazo cruza la puerta dejo ir el aire de mis pulmones.

Llamo al dragón a escondidas y me habla sobre las bombas que ya están en las zonas que pedí. Una vez mis pequeños duermen bajo a ver qué tanto hace ese idiota como para no dormir conmigo pero aún es tarde de la noche.

Me paro en el umbral de la puerta frontal y siento que los pies se me tambalean cuando hay más de veinte filas con soldados bien armados y hombres de la mafia escuchando lo que les indica. Félix está al frente y Stuart apunta algunas cosas en una tabla con hojas de listado. Todos están armados hasta los dientes listos para salir.

—Podrán sus familias —dice con firmeza—. Quizá entrenaron juntos pero ahora son el enemigo. ¿Entendido? —grita pero nadie dice nada.

Sus miradas está puestas en mí y por un momento creo que me van a disparar pero no, sólo me miran, y cuando Tayler voltea sé que quieren mi aprobación así que simplemente asiento una vez con la cabeza para indicar que acepten la orden...

—¡Sí, señor! —dicen en insonoro, haciendo sonar sus pies en el pasto húmedo.

La piel se me eriza y en lugar de ver rabia en su rostro veo orgullo, camina hacia mí después de decirles que se larguen.

«He creado un imperio», sonrío.

—¿Cuando me robaste mis hombres? —se acerca y sigo recargada del marco de la puerta de unos cuatro metros— ¿Debería castigarte? Quizá debería hacerlo por cambiar el maldito mundo.

El aire se me va y sonrío con malicia cuando me toma de la cintura.

—Oh, deberías —aprieto su camisa blanca y me paro de puntitas sobre mis tacones bajos, rosando sus labios con los míos.

—Cuando te folle me las voy a cobrar todas, mocosa —deja un beso suave.

No es porque no podamos, pero puedo quedar embarazada y Rome me ordenó estrictamente no usar anticonceptivos al menos hasta que termine mi cuarentena, no quiero hacerlo con condon, pero tampoco podemos hacerlo, puede ser malo para mi salud, tomare vitaminas, sin embargo acabo de sacar tres bebés, de milagro sigo respirando.

—Después te voy a dar cómo nunca.

La sola palabra me causa un nudo en el estómago.

—Cuento con ello —beso sus labios con suavidad.

—Vamos a ver a esos latosos —dice, y asiento porque estoy babeando.

—¡Aragon los de adentro dicen que planean algo! —grita Stuart.

Corre hacia nosotros, nos detenemos en el centro de la mansión cuando viene entrando por la puerta y sonando el mármol blanco con rojo, y escaneamos la fotografía; senadores, coroneles, comandantes, presidentes y allí, en medio está Andersson hablando con un senador, y un mayor.

—Están reconstruyendo sus reglas —explica Stuart.

No puedo apartar la mirada de Andersson, ese infeliz, se salió con la suya, y a nadie le importa lo que él me hizo. A mí no me va a importar matarlos a todos.

—¿Quién te lo envío? —inquiere Tayler.

—El Salvatore —explica, pasa otra fotografía donde está hablando Franck con Andersson—. Los convocaron a esto, el círculo dorado está allí, y envío un parlamento de nuevo para que firme Walker. Si quiere permanecer con vida tendrá que ir a prisión, allí cumplir una condena y desaparecer nuevamente en el exilio. Es lo más noble que pueden hacer.

Aprieto los puños, Tayler se da cuenta, pero yo aprendí a dominarme, a no llorar y poner prioridad a mis intereses. Ahora mi prioridad es mi familia.

—Gracias por el comunicado —le digo a Stuart—. Nosotros enviaremos uno mejor.

Se retira haciendo alguna reverencia, suspiro, Tayler me sujeta las mejillas y puedo respirar al ver sus ojos.

—Los quiero muertos.

—Vamos a matarlos —me calma, besa mis labios, respondo anhelando más—. Implantamos bombas químicas en distintas zonas, pero la más grande está en otro lugar, iré por ella, y ese parlamento que desean hacerte firmar va a quedar en cenizas.

Asiento, dejando que ponga su frente contra la mía.

—Les pedí con amabilidad que me dejaran —le explico—, que me entregarán a esas dos ratas e hicieron caso omiso de las cosas, prefirieron a ellos antes que a mí, que a las vidas de su pueblo. Les di piedad y no no lo tomaron.

Sonríe.

—¿Piedad? —se burla—. ¿Cuándo la tuvieron por ti? La prioridad aquí eres tú y mis hijos. Estarán en la cima del mundo, siempre.

—Me encanta cuando te comportas como mi esposo —susurro, parándome de puntitas para dejar un besito en sus labios.

—Lo mismo digo —gruñe, besando mis labios con furia.

Aprieto su erección ignorando a quién sea que esté en este lugar, y sólo se aleja para mirarme con ojos brillantes y decir:

—Tú eres mía.

—Tú mío.

Se burla, salto a sus caderas, me atrapa el trasero y comienza a alejarse de la entrada conmigo, sin más me voy a sus labios jugosos, luchando con su lengua por mantener el control, tomo un puño de su cabello, y jadea al subir al elevador.

Odio cuando otras lo miran, odio cuando no pueden dejar de babear. No importa que sean soldados o sumisas del Yakuza.

—Mío —estrello con fuerza mis labios, sintiéndome plena.

Muerdo su labio hasta sacarle sangre y gime. Me aprieta hacia él cuando salimos del elevador y la sangre de mi labio se mezcla con la suya al morderme.

—Mía.

«Amo esos ojos», brillan tan bonito.

Escucho voces de los invitados pero quiero estar con mi esposo y mis hijos, así que nos besamos como adolescentes calientes en los rincones cuando vemos a alguien hasta que nuestra habitación está cerca. Nos escabullimos para dormir juntos, aunque las noches no son agradables.

Cada que me despierto es por un gritito pero cuándo veo Tayler está cargando a dos y al tercero lo tiene en la encubadora. Les da un chupon y fórmula con mi leche, verlo hacerlo como un profesional me ablanda el corazón, es tan distinto, como les saca el aire y les da la leche a temperatura adecuada, todas después de sacarlas del esterilizador ya que guardamos mi leche materna porque los gemelos son más hambrientos.

—¿Cómo aprendiste a cuidar bebés si a Eliot nunca lo cambiaste? —inquiero sin evitar sonreír.

—Eliot no era mi hijo —dice indignado.

—¿Leíste o...? —entrecierra los ojos hacia mí y oculto mi sonrisa—. No importa, sigues viéndote increíblemente sexi.

Parezco una vaca dando leche así que enciendo los ordeñadores en mis tetas mientras él se encarga de ellos.

Se endereza, echándome una mirada de lujuria pero me ignora. Parece que le ofendió que le dijera que para ser papá debía practicar, pero sinceramente le sale tan natural.

—Te ves tan sexi cargando a tus bebés —me acomodo la ordeñadora, repitiendo el halago.

Sonríe, escaneando mis tetas.

—Y tú te ves jodidamente alucinante con esas tetas, y ordeñadoras. ¿Quieres ayuda?

—Eres un pervertido —ruedo los ojos, quitándome la parte izquierda.

—Déjame algo a mí.

—Por supuesto —le aviento un beso mientras duerme a nuestros bebés al recibir su porción.

Son tan pequeños, acomoda a uno en la cama y la pequeña estira la mano cuando su padre trata de dejarla también. Tayler sólo la sujeta con su mano, y pasea el dedo por su cabello, mi corazón se hincha al verlo así, no puedo evitar pensar en que esto podía haber sido antes, pero se que mis hijos llegaron en el momento correcto.

—Mis bebés están aburridos —le digo—. ¿Qué haces cuando estás aburrido?

Frunce el ceño para decirles:

—Voy al club Yakuza a matar personas.

Abro la boca y lo aniquilo con la mirada.

—¡No digas eso delante de los niños! —susurro-grito en un regaño.

—No aguanta nada —le dice a la pequeña que se ríe.

Sonrío, la pequeña le atrapa el meñique con la mano, cubriendo sólo la primer parte de su dedo, en la punta, negándose a soltar a su padre.

—Eres muy fuerte —le susurra, el otro comienza a hacer pucheros hasta que lo vuelve a cargar—. Son muy cardiacos, igual a su madre. ¿Tendré tres de eso? —habla con ellos, y carga al gemelo sin esfuerzo.

—El meyor es igual a ti —le comento con los ojos entrecerrados.

—El único pacífico aquí.

Abro la boca incrédula mientras mece a los gemelos que se quedan quietos.

—Es gruñón como su padre —le digo, Tayler se carcajea, los gemelos brincan, él se asusta, y yo me burlo, dirigiéndome a mi angélico dormilon—. Eres tan hermoso, así como tu loco padre.

Acaricio su nariz y sonríe mostrándome sus encías chimuelas.

De repente veo sus ojos, pero Tayler no dice nada, sé que cree que es malo pero no es así. El se encarga de los gemelos, después del mayor.

Pero aprecio que lo haga ya que puedo volver a dormir después de dejar leche para la madrugada, me acuna hasta que estoy dormida.

En la mañana siguiente despierto y el hombre que tanto odié, amé y denegué tiene a mis gemelos en brazos, ambos están contra su pecho y los envuelve, está dormido al igual que ellos. Trato de quitarle a uno pero un chillido es lo que me saca cuando aprieta mi muñeca, está alerta, agitado. Acaricio su rostro con los ojos asesinos que me lanza.

—Tranquilo, sólo soy yo —suelta mi mano y cargo a la pequeña mientras él sosteniene al otro—. ¿Estás bien? No has dormido bien.

—Sí —se levanta con cuidado, girándolo contra su espalda para ponerlo boca abajo y lo deja durmiendo de nuevo—. Iré a ducharme, debo irme, dijeron que hay una rata y debo ir a buscar información, también armas que pondremos en la zona de entrada. Los ejércitos están desplegados en la entrada de Alemania, Londres, y Ámsterdam.

Si hay un soplón seguro lo extorsionan, no hay soplones en mi gente.

—Quiero que duermas al menos siete horas, Tay...

—Cuándo esto acabe nos iremos —me consuela.

El pecho se me comprime.

—¿Cuánto tardarás?

—Iremos a pie unas horas después de estacionar así que unas dos semanas de ida —me explica y asiento, dejando a mi niña con su hermano—, Félix estará contigo. Por favor no salgas, las mafias que tengo a mi lado sólo son las que conseguiste, hay muchas más al igual que la jerarquía. Mantente alejada. Hay cualquier estación de policía, agencia y hasta el maldito Interpol está buscándote. Te quieren muerta, hazme caso.

He sentido esto antes, he visto su vida irse ante mis ojos y me niego a que nuevamente sea así.

—No quiero perderte de nuevo —digo con la barbilla temblorosa, las emociones entre nosotros nunca han sido nuestro fuerte pero estoy muriéndome, toma mis mejillas y besa mis labios—. La última vez casi mueres, no voy a perderte otra vez.

Un fuego se arma a nuestro alrededor cuando puedo escuchar nuestros corazones latir tan fuerte como pueden. Sonríe con picardía y parpadeo para evitar las lágrimas de felicidad.

Es bueno que no haya sexo porque no podemos parar, y por alguna razón, ya no es necesario estar en la cama cada nada. Quisiera pero hay algo que ha cambiado entre nosotros probablemente es que primero está la mente en nuestros hijos, la guerra, y después nosotros.

—No salgas —me suplica con la mirada—. Las cosas están siendo un caos, lo digo en serio, no es porque crea que no debas estar, pero ahora quiero que estés descansando.

—Estaré bien —lo tranquilizo. La pregunta navega por mi mente así que le pregunto antes de que se vaya—. ¿Cómo está Cedric?

Frunce el ceño confundido.

—El hermano de la niña.

—Sí se quién es, sólo que no quiero que vayas a arriesgarte —me frena de lo que pienso—. Klaus es bueno en lo que hace, seguramente podrá caminar. Tiene las facultades mentales bien por lo que se.

—Gracias, Anciano —le aviento un beso.

Estamos comunicándonos cómo pareja y me gusta, sé que en la mansión éramos así. Se que ya no hay nadie quien me diga que está mal; me importa una mierda, mataría a quién sea por defender al padre de mis hijos.

—Oh, mocosa —niega con ironía—. Estaré cómo loco cuando te vuelva a tener.

—Puedo darte una mamada —lo escaneo con ojos traviesos.

Aprieta el marco de la puerta con frustración, los ojos oscuros me escanean con la boca abierta, el ambiente espeso arde, y le guiño el ojo haciendo que se eche hacia atrás en una carcajada.

—Me vas a volver loco, pero volviendo te la voy a empujar hasta las anginas —dice con una calma y seriedad que me hace sonreír. Es tan lindo.

—Estaré muy ansiosa —me acerco, acariciando el fierro que tiene a través de la tela, aprieta el marco y truena—. Vas a destruir mi casa.

—Voy a destruirte algo más al volver, lo juro —se acomoda el traje que es más bien uniforme de combate—. No hagas estupideces —advierte.

Le empujo el pecho, y me cruzo de brazos.

—¿No? —bajo la parte de mi manga para que vea mi teta y su rostro cambia.

Siento que no debí hacerlo, así que, la levanto. No dice nada sólo me mira y creo que me va a arrancar la cabeza, cabe resaltar que una pelea cuerpo a cuerpo no la ganaría, probablemente me dejaría follar, realmente quiero. Tayler no sólo es fuerte, sabe matar más que cualquier soldado en el mundo, así cómo mi Ranger X, peleábamos pero nunca era a morir y aún así me ganaba no sé qué entrenamiento mortal tienen pero sería sexi ver a Tayler arrancar la cabeza de alguien.

—¿Todo bien? —digo con voz superficial.

No sé cuándo pero retrocedo al menos tres metros.

—Te follaria las tetas ahora pero lo haré volviendo —dice cómo si nada. Da dos zancadas y está tan cerca que debo elevar la vista—. Bésame, no te tocaré porque si lo hago no me iré ahora.

Asiento y dejo a la bebé en su cunero, rodeo su cuerpo con mi brazos, parándome de puntillas. Paseo mi lengua en su barbilla, acepta el beso que le doy cuando baja la cara y flexiona las piernas para que pueda estar a su altura.

Estoy jodidamente perdida.

Abre la boca tanto que siento cómo mete la lengua hasta mi garganta, me es imposible no gemir cuando comienzo a calentarme cuál cómal.

Acaricio su dureza y gruñe, dejando que el sonido choque en mi garganta. Muerdo se labio inferior hasta el gime con el sabor de su sangre masajeando su lengua con la mía. Me aparto.

—Buen viaje, anciano.

—Me autocomplacere en el camino, envíame una foto desnuda, quiero ver esas curvas —me toma la mandíbula dejando un besito en mis labios, es tan gentil que cierro los ojos—. Me pones cómo nunca y me pone tan duro saber que pariste a mis hijos.

Me carcajeo al escuchar el autocomplacere. Suena tan elegante.

—¿Estás orgulloso? —hago puchero, divertida.

—No tienes idea cuanto. —vuelvo a besarlo, rodeando su cuello con mis brazos.

—Envíame fotos de ti con sangre del enemigo en la piel —le pido—. Me gusta mucho.

Besa mi frente y asiente con una mirada oscura.
Besa a los bebés, se detiene en el marco de la puerta.

—Volveré —asegura.

Aprieto los puños y mandíbula para no derramar una lagrima, sonrío asintiendo para que se pueda marchar tranquilo. Una vez la puerta se cierra mi cuerpo se desploma dejando ir el sollozo que asusta a mis bebés ya que sus cuerpecitos brincan y sus manitos se retuercen en el aire.

Cada que se va siento que no puedo respirar, pero sé que lo hace por nuestros bebés, les canto hasta que vuelven a dormir de nuevo.



HOLA

¿Les está gustando?

Recuerden que estos son los capítulos finales. No olviden comentar y compartir con sus conocidos si esta saga les ha gustado.


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