Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 70


Lovely Walker de Aragon.

🌹

Regalo de bodas.

El alma se me va, no puedo respirar debido a que todas mis terminaciones nerviosas explotan, el frío me recorre y el calor me empapa la cara... pero después. «Rabia...»

Toda lo que sentí, por llorar y haber sufrido la muerte de un bastardo egoísta, un infeliz que sólo juega con mi vida.

El día que lo perdí, el día que sus ojos se apagaron y mis colores también...

Me levanto tambaleando y enfoco al hombre de dos metros que trae traje a la medida, y la fragancia que tanto odio me atormenta.

Maldito idiota.

—Espera —trata de hablar pero salto de la mesa, lanzo la daga de mi pierna, recargando mi arma, toma la daga en el aire con los dedos, yéndose hacia atrás, gruñe por los cortes, dejándola caer, suelto el disparo que desvía y me atrapa la mano—. ¡Espera!

Levanto la rodilla una vez aterrizo en el pasto, golpeándole las bolas tan fuerte que ruge, y va al suelo, la piel me arde y con el arma golpeo su sien y le vuelvo a apuntar.

Eleva la vista y no puedo soportar verlo, sus ojos, su piel, sus labios, y sonríe mientras hay sangre en su labio. «Es él»

—¿Qué diablos crees que eres maldito idiota de mierda? —vuelvo a golpearlo, y me vuelve a dar la cara con el arma, intensificando la rabia—. ¡Eres un egoísta, un maldito egoísta!

—Lo soy —suspira con sangre en la boca y a mí me tiembla la barbilla—, pero, tú tienes al mundo, y yo a ti.

La descarga de adrenalina se me escapa y lo vuelvo a abofetear para inclinarme ya que de rodillas estamos casi a la misma altura, sólo puedo concentrarme en sus labios, ojos, labios, oj...

La vida me vuelve, los poros se me abre y la saliva se me vuelve agua cuando sus labios jugosos atrapan los míos en un beso que arde bajo los truenos, sus manos encendidas me rodean, quemando. La piel se me calienta y me subo a horcadas sobre él mientras arranco su camisa, tocando cada centímetro caliente bajo la tormenta luminosa.

La lágrimas no me dejan. «¡Está vivo!», mi mente grita y vuelvo a la romperme en pedazos tratando de ir por su pantalón.

—Está bien —susurra contra mis labios y el aroma me enloquece—. Te extrañé tanto, te he deseado tanto. No sé cómo pude despertar sin ti. Me estoy muriendo, me estoy volviendo loco por ti. Siempre...

—Te odio tanto —me aparto golpeando su pecho—. Te odio... te odio... —las manos me tiemblan y suspiro cuando sus manos toman mi muñeca. Me escanea y es allí cuando mi alma estrella contra mi cuerpo, fría, y caliente—. ¡Estás bien! Estás vivo... tú... Dios... no, no, no. Tú estás muerto. No.

Me sujeta las mejillas y comienzo a negar porque el asco se me atora. Tengo el estómago en la garganta y no puedo respirar. Todo lo que hice, tantas cosas...

—Tócame —pide.

Las gotas de la lluvia comienzan a deslizarse por su mandíbula afilada y con los dedos temblorosos lo hago...

—Soy real —susurra, y cierro los ojos—. Estoy aquí, y voy a quedarme para siempre.

Sigo recorriendo con mis dedos mientras sus manos deslizan de mis caderas a mi barriga, esto es tan irreal. Trazo con los dedos sus músculos y su pecho. El corazón me revienta hasta sangrar.

—Llegue para abrir esas jodidas bolsas —dice y las mariposas se me atrofian.

Abro los ojos que no sabía tenía cerrados y me sujeta, sus labios, su cabello perfecto.

No me importa si es otro sueño, si despertaré pero ahora está aquí y yo no puedo estar mejor. Porque yo me encadené a esta vida lo hice desde el momento en que usé a Damon para olvidarlo hasta convertirlo en obsesión.

Porque debería elegir las cadenas, debería querer la libertad pero sus ojos golpean contra mi pecho y sólo quiero asentir mientras el viento golpea el bosque, la madera cruje cubriendo mis gemidos, y los relámpagos sellan los azotes.

Lo elegí a él y jamás me arrepentiré de hacerlo el padre de mis hijos.

Estrella su boca con la mía haciéndome jadear, apretándome contra su regazo. Los relámpagos acarician mi piel, dejo que arranque el vestido cuando me estorba para que me haga el amor. Cada toque es multiplicado por mil, con cada respiración sólo anhelo más, quiero más, quiero todo.

Me levanta un poco de su regazo con las manos en mi cadera para que me deshaga de su cinturón echando la cabeza hacia atrás para que chupe el agua que cae sobre mí, y es como si cada gota se evaporara en mi piel, en mis labios. El sonido se desliza por mi columna va al mismo tiempo en que el trueno rompe algún árbol del bosque contrario. Le saco lo que extraño tanto y masajeo haciéndolo gruñir, está tan duro, tan caliente y necesitado que hasta parece real; cada vena se tensa contra mi palma resbaladiza.

Quedo con el vestido roto y mi alma se congela cuando trato de deslizarme en el miembro que acomoda, resbaladizo, delicioso que me hace temblar.

Me frena en seco debido a que me toma de la mandíbula.

—Mírame, mocosa —suplica mientras la lluvia comienza a bañarnos—. Quiero verte, maldita sea.

Elevo la vista del tatuaje en su pecho, y me encuentro con los colores más hermosos que tienen sus ojos.

Mi grito es ahogado por los truenos cuando me embiste sin aviso y caigo a sus caderas. Me quedo allí, jadeando, reprimiendo un gemido cuando se pone de pie conmigo empalada y toma mi cabello, apretando mis tetas con sus dientes.

—Aliméntame —jadea, y eleva la pelvis haciendo que palpite contra él—. ¿Tan rápido? —su sonrisa se extiende y le doy una palmada en la cara.

—¿Qué esperabas después de dejarme sola? —le jalo el cabello y comienza a follarme de pie—. ¿Crees que alguien más me follo...?

—¿Quién? —deja caer una bofetada contra mi trasero y gimo saltando sobre el tubo grueso que se carga cómo miembro mientras su mano me guían, mi barriga choca un poco pero soy una pulga a su lado, aún así quiero meterlo todo dentro de mí—. ¿Quién te follo? ¿Alguien se atrevió a tocar lo mío cuando no estuve? —su voz entre jadeos y gemidos mientras lame mi piel llena de agua me debilitan las neuronas.

Sonrío para saltar con más fuerza haciendo que cierre los ojos moviéndome lentamente, y abre la boca dejando que la lluvia deslice a su lengua; su piel bañada por lluvia cabello húmedo, labios jugosos, rojos, pestañas largas y espesas, brillantes, oscurecidas por la lluvia así como su cabello castaño. «es angelicalmente diabólico»

Me estampo en su boca, luchando para no correrme porque estoy latiendo de necesidad mientras arranca los trapos de mi vestido, salto como loca desenfrenada y gimo cuando atrapa mi culo, follandome más duro. Siento que los rayos saltan entre el choque de nuestras pieles, sellando los azotes de nuestro sexo, y los árboles crujen, cubriendo nuestros gemidos.

Acaricia mi estómago, y me pone más caliente, al parecer a él también porque crece dentro de mí y sonrío mientras siento cómo mis terminaciones nerviosas se contraen apretándolo y devorando sus labios suaves, la lluvia nos empapa provocando que nuestra piel deslice, y se sienta suave, resbaladiza, mis pezones chocan con su boca cuando salto sin freno, él chupa la leche que sale de mí como un loco, gime con fuerza, apretándome, se alimenta y vuelve a besarme dejando el sabor dulce en mis labios. Su espalda choca contra un árbol para apoyarse.

Entre rayos, azotes y destellos me doy cuenta de que siempre preferí esta vida. Porque cuando ya no puedo más me baja al pasto, poniéndome en cuatro haciendo que algo se contraiga dentro de mí, acaricia mi estómago y besa mi hombro. Coloca su mano en mi abdomen levanta mi barriga, regalándome un descanso, es como si el peso desapareciera.

—Joder, amor —gime sobre el ruido de la tormenta—. Maldito coño jugoso, mocosa. Deberías verte, luces como una religión. Córrete para mí de nuevo que quiero sentirte. Obedéceme por una vez.

Un grito se me escapa cuando arquea mi espalda jalándome del cabello y estampa sus labios con los míos, muerde mi labio inferior hasta que la sangre sale de él haciendo que sonría y lame mi barbilla para que ninguna gota se escape.

—Te sientes tan bien —gime, no creo que pueda sentir resistiendo correrme—. Eres una mocosa tan buena.

Aprieto mis labios, y lloriqueo al sentirlo dentro, no me cabe nada más a mí.

—Ahora, sí —jadea, follandome suave, mi cuerpo no puede con el placer de estar tan llena—. ¿Me extrañaste...?

El cielo truena pero yo sólo veo cómo la lluvia se desliza por su rostro, el cabello se le pega a la frente mientras respira entre cortado y sus labios entre abiertos forman una sonrisa... sus ojos, estoy derretida por el infierno que hay en ellos. «Joder, este hombre»

—¿Es un sueño? —inquiero, perdiendo la vista.

—No despiertes —susurra, la línea caliente se me desliza por la columna hacia mi coño...

Un trueno cae mientras el cielo es iluminado y aprieto con fuerza la polla de mi esposo, «mío», me empujo como frenética dejándome caer al vacío cuando el orgasmo me hace lloriquear, y no me sostengo. Me sostiene con sus brazos cuando estoy en cuatro, cruzándolos en mi pecho, aplastando mis tetas y toma mis hombros, para seguir haciéndome el amor, follandome o sacándome el alma.

Y después... oscuridad... se que al despertar estaré nuevamente en esa pesadilla, pero por primera vez siento que pude sentirlo.



Tayler Aragon de Walker.
🗡️

El retumbar de los truenos no reprimen el instinto de la lujuria que hay entre ella y yo. La electricidad me retuerce mientras veo sus ojos cerrándose y empujo dos veces más haciendo que truene la piel hasta derramarme dentro de ella y aprieto su trasero a mi tronco tanto que siento que puedo entrar más hondo.

Se siente exquisita follandola con mis hijos dentro. Grita temblando y cae entra mis brazos.

—¿Quieres que te acune? —inquiero. Salgo de ella y me acomodo la ropa, rápido cuando se retuerce para encontrarse conmigo—. ¿Me extrañaste?

Le tiembla la barbilla y acaricia mi rostro. La lluvia no merma y jodidamente sus ojos relucen en la tormenta. Hay algo que me atropella cuando la veo, lo mismo que sentí cuando fue a la cárcel, cuando me miró por primera vez en el acantilado, lo mismo cuando supe que estaba embarazada, y lo mismo cuando la vi entrar en la iglesia. Esa capa ardiente que me convierte en un monstruo para el mundo, pero para mí ella es mi mundo.

Hay algo en ella, que jamás va a cambiar porque lo único que hace es crecer, a pesar de todo lo que hemos vivido no puedo demostrar lo que siento con palabras pero espero que lo sepa cuando dejo un suave beso en sus labios.

—Siempre te extrañaré, anciano —sus ojos brillan, y no es la lluvia—, pero ya déjame ir. No quiero soñarte nunca más. Déjame ir.

La tomo de la mandíbula hundiendo mis labios a los suyos, húmedos suaves, y sonrío contra su boca.

—No es un jodido sueño, mocosa —muerdo su mandíbula para mirar el mercurio que brilla—. Regreso tu maldita pesadilla.

Sus ojos se entrecierran y cuando trata de de matarme porque lo veo en sus ojos, el cuerpo se le duerme y veo que me he salvado. Le levanto entre mis brazos. Camino hacia la casa, disfrutando del ardor que dejaron sus uñas afiladas en mi cuerpo cuando quitó mi camisa.

Cuando abro debido al sensor de reconocimiento y cruzo el umbral el bufón casi se desmaya, Klaus corre por una cobija ya que me dirijo a la chimenea donde hay una alfombra es oscura y sofás carmesís al rededor después de cruzar el pasillo de la estancia y después la cocina. Félix trae café, pero ella no puede tomarlo.

—Genial —resopla el bufón—. Bien hecho, Tayler. Te revivimos para que la mataras. —levanta los pulgares, y pasa las manos por su cara con desespero—. ¿Qué haré, Dios?

Lo ignoro.

—¿Sabes que está a dos semanas de dar a luz, no? —espeta Klaus—. Maldita sea, están locos. Abby estaría avergonzada, y tú... Tayler. ¿Qué no ves que está embarazada?

—Estaría riéndose a carcajadas —dice el bufón—. Por favor, no la mates en esto.

Acaricio el rostro de mi mujer y sonríe entre sueño, tomando mi mano.

—Lárguense —ordeno.

Me quito la ropa sobrante con una mano y con la otra la cargo mientras desaparecen, me recuesto con mi encantadora desquiciada. Se acuna en mi cuello regresándome el aliento. Acaricio su estómago y aunque no está cómo se supone que están los trillizos, es una pequeña panza hinchada que la hace ver angelical y jodidamente sexi, no sé como lo hace pero, me deleito de lo que la vida me dió.

Aparto el fuego de su rostro y aprecio a la mujer más hermosa que el universo me ha obsequiado. Lovely maniaca desquiciada de Aragon. «Mía»

—Te odio —susurra.

Aprieto su labio inferior con mi pulgar y beso la suave piel con carnosidad. Su nariz y pestañas espesas de un color más oscuro que su cabello, me abren una herida que no determino. Tiene el rostro de porcelana, su belleza es tan irreal, magnética. No hay obra de arte que haya hecho dónde pudiese plasmar la belleza que emana.

—Lo sé.

Y, disfruto de mi mujer mientras no sé de cuenta de que realmente estoy vivo. Porque seguramente me va a matar, eso hace que me estómago se contraiga en entusiasmo y excitación.

Acaricio su estómago y dejo que se quede completamente dormida con su cuerpo acunado al mío. Rebusco en mi pantalón al lado de la alfombra la inyección y descubro su estómago, la punazada caliente hace que se me vaya la respiración y debo respirar con calma para no gritar.

Me inclino a depositar un beso a la piel brillante donde mis hijos se están formando.

—¿Ya se dieron cuenta de que está completamente loca? —susurro cómo si me escucharan. Vuelvo a besarlos, el corazón me late con fuerza—. Espero que lo sepan, porque lo hago.

Quito la tapa y me levanto para inyectarla, porque no lo permitirá, y siempre he sido egoísta cuando se trata de ella. Ya la he perdido, no lo haré de nuevo.

Coloco mi mano en su estómago y apunto a su pecho. Se remueve cuando la punzada trata de atravesar su piel...

—Joder —jadeo sin aliento cuando algo golpea mi mano.

Suelto la inyección después de taparla y me acerco a la zona. Deslizo mi dedo sobre la línea de su ombligo, algo me retumba en el pecho, apenas puedo mantenerme quieto.

—Mocosa —le hablo—. Se movieron... algo se movió. Nacerán, creo... yo...

Sigue inerte y gruñendo a través de sueños.

—¿Quieren oírme? —digo y un golpe levanta su estómago—. No tan fuerte, van a lastimar a su maniaca madre.

Beso su estómago, es una sensación a felicidad que no había digerido, pero se extiende desde mi pecho hasta mi estómago, pies y manos. La tormenta sigue, y no sé a qué hora despertará pero es al rededor de las cuatro.

No voy a dejarla, así que una vez está tibia me dirijo a mi habitación con ella en brazos. Al abrir me percato de que no la ha usado, y por ello me desplazo a la suya donde encuentro un aroma a mi loción que no pasa desapercibido podría jurar, podría ponerme en el fuego apostando que ella realmente me ha extrañado.

La dejo en cama antes de cubrirlos bien. Me doy una ducha y cuando salgo sigue dormida. Me coloco un traje a la medida de mi habitación y regreso a ellos para aplicarme loción ya que tiene mis lociones con ella.

Siguen durmiendo y me deleito como nunca. Pero necesito hablar con ella.

Estuve en el infierno, día y noche soñando con el único miedo que he tenido que es perderla; ahora he vuelto de allí, convirtiéndome en el dueño del inframundo, voy a construir un pedestal para mi mujer.

Nadie ha conocido a alguien cómo yo, pero siempre han sabido de lo que soy capaz, donde quiera que vaya soy su peor pesadilla, nunca he sido hipócrita o piadoso, mataría a quién sea por mi mujer e hijos. No hace falta decir que de los depredadores que existen yo soy el dominante, y se ha visto en todo lo que he logrado, manipulando y envolviendo con sus propios hilos hasta tener todo en la palma de mi mano.

Y ahora, el final de esa rata bastarda imitadora será lo que más disfrute. Voy a crucificarlo, dárselo de juguete a mis hijos en sus días de diversión, y verán quién es el dueño del mundo.

—¿Cómo sigue? —inquiere Klaus desde la puerta y me enderezo, saliendo de mis metas mentales—. ¿Le dijiste que vas a inyectarla?

Niego, y me acerco a ella. Me siento en el borde de la cama.

—Hazlo —dice—. No sabemos si puede dar a luz hoy o en otra semana. Si planeas tener sexo ten cuidado, puede adelantar el parto.

Ruedo los ojos y me concentro en el rostro de mi mujer.

—¿Cómo va la guerra? —pregunto.

El bufón aparece en la puerta y su atención se va en mi mujer, la cubro y me levanto cuando trata de acercarse.

—La quieren muerta —dice—. Están cruzando la frontera de Alemania. Cuando ella estaba allá nadie se acercaba pero creen que está retirada. Quieren darle un golpe bajo pero ha tomado muchísimo territorio y tiene apoyo de Rusia. El presidente apoyó su causa debido a que la jerarquía la atacó primero con tu muerte. Los Rangers X siguen sus ordenen, han derrumbado bases secretas de la nada. ¿Recuerdas el área 51? Extorsionó a la NASA. Han firmado más de 10 acuerdos para tenerla contenta pero la jerarquía sigue firme. —la escanea y vuelve a mí—. Lo único que hace falta es que la aristocracia seda los derechos de la jerarquía.

—Me encargare de eso —digo, y trato de salir pero no me deja el maldito bufón—. Cazaré al líder de la jerarquía y lo mataré.

—No salgas a la luz, Tayler, es peligroso y más ahora —advierte—. No hagas conocido que tienen hijos, no salgas, los hombres de la mafia están resolviéndolo. Tienen a Stuart al mando. Lovely no es débil y créeme que ordenó olvidar la misericordia hace mucho. No hay palabras para describir las atrocidades que cometió, realmente es una de las guerras más violentas que se han visto. Sin contar los inocentes, esto no es como la guerra fría. Ha secuestrado niñas de casas donde las habían vendido, las ha entrenado por estos meses en un subterráneo, y allí torturó a su ex mejor amiga.

No me es suficiente, quiero acabar con la guerra. Una bomba química nuclear puede hacerlos cambiar de opinión, van a firmar o cambiarán de bando.

—¿Tay? —la vocecita me hace girar.

Trata de levantarse, acaricia su estómago, pero está desnuda y la cubro antes de que la vean.

—Shh, estoy aquí, mocosa —la atraigo a mi cuerpo y cómo una necesidad se hunde desesperada a mi cuello—. Estaré listo cuando tú lo hagas.

—No quiero despertar —aprieta mi cabello y busca mi boca. No se la niego porque la anhelo y la manera en que me besa...—, no quiero tener que volver a esa pesadilla. No quiero, no me obligues a dejarte, por favor —sus lágrimas se deslizan y las bebo de sus labios.

La tomo del cuello y sus ojos mercurio me escanean con la barbilla temblorosa.

—No es un maldito sueño —le sacudo la cara y abre los ojos como platos—. Estoy aquí, y estaba en coma, pero ahora estoy aquí, y no me iré...

—¿Qué? —niega—. No, no.

—No es un sueño, muñeca —habla el bufón y la palabra apelativa me retuerce—. Te lo explicaremos todo. Sólo cálmate.

La rabia es palpable y trato de alejarme porque entierra las uñas en mi cuello mientras ve al bufón.

Le aprieto la muñeca y tiembla como una maldita loca.

—¡Par de egoístas, hijos de puta! —y ladeo la cabeza cuando deja caer su pequeña mano de una tonelada a mi mejilla—. ¡Váyanse a la mierda! Infelices, mentirosos, egoístas.

Se levanta de golpe sin cubrirse, dando un espectáculo de su cuerpo. Juro que de alguna manera me excita como nunca, pero la bilis se me sube a la garganta cuando se que la observan.

—¡Todos ustedes malditos! —tiembla señalándolos.

—Creo que nos vamos —dice Klaus.

—Mejor —dice el bufón, y se largan.

Me mira perdida y trato de concentrarme porque una palabra en falso podría ponerla mal. O enviarme al infierno definitivamente.

—Escucha —trato de acercarme pero agarra un arma del tocador.

—¿Qué me dirás? —se le quiebra la voz—. ¿¡Ya llegue, es que estaba ocupado haciendo negocios cómo encamarme con la hermana del enemigo, pero quiero estar contigo!? ¡Jodete! No te necesite... no lo hicimos y no te quiero volver a ver, Aragon. ¡Jamás!

Suelta el arma por fin, se va a los cajones y me deleito de cómo arroja camisas mías al suelo hasta encontrar una bata de dormir que hace que se vea cómo una pequeña cereza enojada, y rabiosa con el cabello encendido.

—¿Te vas a quedar callado? —me grita y comienzo a acercarme—. ¡No te me acerques! No te quiero cerca de mí.

—¿No? —me acerco más y tiembla de rabia.

—Aléjate —advierte—. Es muy en serio, Aragon. No te quiero cerca de mí o mis hijos.

—¡Nuestros! —la tomo de la mandíbula.

—¡Mis hijos! —grita empujándome, consiguiendo la rabia que se me atraviesa—. Estuve seis meses sin ti, y pude seguir adelante, no te necesito.

—Yo sí...

El ardor de mejilla me calienta el cuerpo cuando deja caer la palma darme otra bofetada. Perdí la cuenta de las bofetadas que me ha dado en la vida. La única aparte de ella fue Rose y recibió un castigo según el Yakuza. Una semana encadenada con tortura sexual. Muy de dominantes.

—Sal de mi cuarto, y lárgate que no te quiero ver.

—¿No? —sonrío, asintiendo.

Paso las manos por mi cabello.

—Pues no.

No contesta, está enojada, y dolida.

—¿Qué? —dice en tono agrio—. ¿No quisieron darte a Isabelle después de lo que les hice? Perdón —se cubre la boca—. ¡Yo exterminé a su gente!

—Sí, es eso —al soltar las palabras su cara de cae—, y vine aquí porque quieras o no eres mi esposa...

—¡No quiero ser nada de ti! —me empuja y la sujeto para que no se caiga. Arranca la camisa con el saco—. Te quiero lejos de mí y mis hijos, Tayler.

Vuelve a empujarme y veo cómo tiembla con respiraciones entrecortadas.

—¿Entendiste lo que dije o tengo que volver a decirlo? —sus ojos están ardiendo y no siento más que calor—. ¡Te hice una puta pregunta!

Pierdo los estribos tomándola de la mandíbula.

—¿Quién diablos te crees para hablarme así?

—¡Tu esposa! —vuelve a empujarme enterrándome las garras—. La madre de tus hijos y jodidamente voy a gritarte si me apetece porque eres un idiota.

«Lo soy», saboreo mis pensamientos viéndola lucir exquisita, jamás había tendido tantas ganas de asfixiarla y follarla hasta dejarla inconsciente.

—Baja cuando estés lista, necesitas saber algunas cosas —su cara se pone roja y sostiene su barriga—. ¿Están bien? —trato de tocarla pero me manotea.

—¡Lárgate! —camina rápido con sus piecitos enojados y abre la puerta.

Huele tan bien, toda ella está tan jodidamente bien.

No me da tiempo de girar porque estrella la puerta a mi espalda, me recargo de ella para escuchar sus gritos y llantos. «¿Está furiosa porque cree que he estado con Isabelle todo este tiempo?»

No tiene idea de lo cerca que tiene a esa rata. Quiero entrar pero no puedo, debe tomarlo con calma y yo debo tranquilizarme. No puedo tratarla cómo antes, no porque no me guste, si no, por mis hijos.

—Imbécil de mierda —la escucho decir y sus pequeños pies hacen ruido de aquí para allá. Esa barriga la hace lucir perfecta, debí embarazarla desde el día que llegó a la mansión—. Maldito infeliz, mafioso de mierda, arrogante, hipócrita, desgraciado y egoísta manipulador.

Cierro los ojos disfrutando de los apelativos, de su voz. De mi maldita mujer que está totalmente desquiciada. Joder, fue como un sueño pero la extrañé, ya quiero que tenga a mis hijos para colgarla y azotarla de una vez por ser tan imprudente.

«Una guerra a base de su dolor por perderme», saboreo.

—Lo odio —gruñe, y acaricio las cuencas de mi bolsillo—. Lo odiamos.

Podría jurar que los está señalando, pero ellos me contaron que no lo hacen.


Lovely Walker de Aragon.
🕷️🥀



No puedo creer que fui tan estúpida creyendo su muerte. Cuándo lo único que quería era tiempo para derrocar a sus enemigos, lo peor es que yo hice yo, volví mierda al mundo por él. Y cómo lo predije, mientras él estaba con su verdadera mujer, yo estaría en una mansión en la nada. Todas las señales en mi cara, soy tan estúpida.

«Estúpida», me regaño.

Coloco mis zapatillas y un vestido.

Tengo las tetas llenas de chupetones... el ardor y calor se desliza así como el jugo de mis pliegues. Maldito cuerpo traicionero que con tan sólo un roce de ese maldito animal se pone a temblar.

Está como si nada, muy quitado de la pena. No le importamos...

—Joder —jadeo cuando otra contracción me hace ver negro y debilita mis piernas—. Ahora no.

Tomo los papeles que necesito después de imprimirlos en el escritorio de mi habitación que aunque necesite validación, firmo después de media hora pensándolo.

Me dirijo a las escaleras hasta la sala comedor dónde veo al traidor de ojos zafiro.

—Mira que mamacita tan linda —me abre los brazos.

—Vete a la mierda —escupo al momento en que mi palma impacta contra su mejilla, tambaleandolo hacia atrás.

—Me lo merecía...

Paso a su lado dejándolo con brazos extendidos y veo a Klaus que aunque ha estado cerca de mí, está traición no se la voy a perdonar. ¿Pero que esperaba?, es su sobrino.

Y, entonces debo sostenerme del mármol de la cocina cuando lo veo parado como si nada, bebiendo ron. Después de todos estos meses, lloré y sufrí por alguien que no estaba muerto, pero yo morí por dentro.

—Necesito hablar a solas con Aragon —declaro.

Se largan cuando los veo a los ojos y me regreso a Tayler. Con las manos temblando y el dolor de vientre pongo el papel sobre la isla de la cocina lo suficientemente grande para poner distancia entre nosotros.

—Quiero el divorcio —al oír mis palabras por un segundo veo como sus ojos se agrandan hacia mí.

—No.

Se gira, dándome la espalda y sirve más ron. No me va a tomar por tonta de nuevo, camino rabiosa hacia él. Tomo la botella de ron, y la vacío en el regadero...

—¿Qué quieres para dejarme? —lo empujo cuando trata de tocarme.

—Ya tengo lo que quiero —dice sentándose en un taburete.

—¡Pues lárgate! —le grito. No puedo creer que venga después de todo—. Te lo dije antes y lo repito, no te necesitamos.

—Pero yo sí —sus palabras causan estragos y debo tragarme las lágrimas.

La máscara que he usado por meses sigue, y él sólo ve a alguien enojada, pero estoy triste, dolida, no tengo palabras para describir cómo me siento ahora. Quería que estuviera vivo pero ahora... lo odio.

—Sólo firma —le resto importancia—, y no le digas a nadie adónde estoy.

—No.

Cierro los ojos llenándome de paciencia al respirar.

—¿Qué quieres decir con no? —espeto, y se levanta.

—¿En qué idioma te lo digo para que lo entiendas? —acorta espacio, me alejo porque ardo cada que está cerca—. No te daré el divorcio, no me iré, y no estaba con ella... no estaba con nadie.

—No te creo —me largo hacia la salida.

—¿Necesitas pruebas? —inquiere, y mi estómago se retuerce pero no son contracciones.

—Necesito que te vayas —no se porque me tiembla la barbilla—, porque no te quiero en mi vida. —se acerca y retrocedo—. Así que vete de mi casa.

—No lo haré.

—¡Me mentiste! —le golpeo el pecho con las manos temblorosas—. Me engañaste y traicionaste. Eres un maldito mentiroso, siempre lo has sido. —trato de abofetearlos pero me sujeta las muñecas con fuerza—. Me abandonaste, me usaste y embarazaste para irte con otra sabiendo que te necesitaba.

—No —su rugido me retumba—. Sí, te mentí, pero no te engañé, no te traicioné, no te usé y no te abandoné. Estaba muriendo...

—¿Piensas que voy a creerte? —la pregunta es un calvario porque acorta espacio entre mis labios y los suyos—. ¿Qué voy a esperar de ti que siempre me mientes? ¿Qué? Pero eso querías, joder, eso querías. ¡Querías que te diera mi alma! Me viste sangrar por ti todos estos meses, ¿eso querías? ¡Pues lo conseguiste y me hiciste mierda! ¡Te gusta la manera en que me veías sangrar por ti!

—¿Cómo puedes si quiera pensar en que me alejé de ti por quererlo? —frunce el ceño, desesperado.

—¡No sé qué creer! —la rabia me pone a temblar.

—¿¡Cómo puedes pensarlo, joder, si yo no puedo vivir sin ti!?

«No confíes»

—Lo sabes, joder —espeta con los ojos perdidos—. Mataría por ti, moría por ti. ¡Morí literalmente por ti! Me arrancaría el corazón para mostrarte que lo hago, y aún así dices estas insensateces. ¡Sabiendo que he dado mi vida para protegerte, y lo sabes!

—¿Qué hay de mí? ¿Qué he hecho yo por ti? —grito, perdida en los temblores—. Arruiné mi vida, me entregué a un monstruo, me arrodillé ante él, me casé con él. ¡Me embaracé de él! Querías tenerme así para hacer lo que quisieras. Después de todo lo que sangre por ti... vuelves por más. Vas a matarme Tayler, y no voy a soportarlo pero tampoco voy a permitirlo, ya no joder ¡Ya no me vas a usar...!

—Confía en mí, y escúchame...

—¡No quiero hacerlo, y escúchame tú a mí! —grito, empujándolo—. Lo que sea que planees, el matrimonio o regla de la mafia que debas respetar. No quiero saber, no quiero formar parte. ¡Está es mi mafia! ¡Es mi puesto! ¡Yo soy la líder de la pirámide, y no tú! El cazador está muerto.

Me sujeta las muñecas con fuerza, y debo concentrarme en la rabia, en que lo odio. Lo odio, lo odio tanto que duele.

A veces creo que lo odio tanto que apenas puedo respirar.

—Es lo único que debes hacer o vivirás el resto de tu vida con alguien que no confías —su aliento se funde con el mío y debo invocar al infierno para que me de fuerzas porque ya no sé cómo rezar—, porque no voy a dejarte, no lo hice antes, no lo haré y jamás lo haría.

Lo empujo llena de rabia, harta de su ego.

—¡Te odio! —lo empujo pero apenas se mueve y la bofetada que le doy sólo hace que ladee la cabeza—. Te odio y mil veces te odio. Te odio tanto, tanto que me duele. ¡Infeliz asqueroso!

Se endereza y respira. El miedo me recorre pero la electricidad también.

—Hazlo de nuevo —susurra—, te reto, mocosa. Porque aunque tengas a mis hijos, tienes otro agujero, no voy a ser amable si me sigues excitando así. Me encanta esto, podría seguir por horas —echa la cabeza hacia tras y se acerca. Retrocedo—. Y horas.

La sangre me fluye cómo lava ardiente mientras trato de respirar porque veo su pantalón y tiene un maldito fierro detrás de la tela, me apunta cómo rifle y aunque sé que me dolería no sé porque quiero que lo haga. Quiero saber que está vivo, que no es un sueño.

—¿Abriste esas bolsas? —inquiere, y aparto la vista cuando el alma sale de mi cuerpo—. Oh, mi pequeña mocosa estaba esperándome.

—Vete a la mierda, imbécil.

—¿Quieres tu regalo de bodas?

Ruedo los ojos yendo hacia mis vitaminas que están en las gavetas de la pared. Vacío dos y las tiro a mi garganta.

—Déjate de estupideces —suelto cuando trata de darme un vaso de agua, poniendo la mano debajo de mi barbilla.

—Traga —me toma de la mandíbula—. Toma agua, la necesitarás.

Le arrebato vaso... no sé porque hago estupideces pero baño su cara de agua fría así cómo su corazón.

Se que debo huir mientras aprieta los puños y tiene la cara inclinada hacia abajo, la endereza con labios apretado y niega divertido. No espero nada y corro hacia el área del despacho, cruzando la zona de las escaleras pero antes de que tome la perilla empuja la puerta cerrándola de nuevo.

No giro, no quiero verlo, el agua gotea mi hombro y respiro con fuerza para que no se note que estoy temblando.

—Vas a hacer que te saque a mis hijos antes de tiempo —dice, y me aferro a la puerta—. Voy a darte tu maldito regalo de bodas.

Quiere distraerme, manipularme. No puedo caer de nuevo.

—¿Será el divorcio? —digo, tratando de sonar fuerte.

—Te mostrare algo, y después te daré el divorcio.

No sé porque el pecho se me comprime y lo empujo. Maldita infeliz, quiere deshacerse de mí para casarse con esa. Pues no lo hará porque va a tener que criar a mis hijos o lo vuelvo a matar.

Me aparto de él y camino cómo si supiera adónde ir.

—Por acá —habla y giro para ver qué abre el despacho.

Ruedo los ojos pasando por su lado, empujo la puerta para golpearlo. Deja ir el aire y no me importa. Me cruzo de brazos esperando a que me muestre lo que me va a mostrar.

Cierra con llave, camina hacia la chimenea y se abre como en la mansión. No me extraña, he entrado a la bodega. Félix la limpia una vez al mes.

Sólo fui una vez para conseguir una llave, y Félix casi me corre ya que, los químicos de la pintura pueden dañarme.

Me pide que pase con la mano y pisándolo con el tacón paso el maldito umbral.

—Dios, mocosa —sisea.

Lo ignoro, me planto enmedio del lugar aún con los brazos cruzados.

—¿Me quieres pintar embarazada? —me mofo.

Me escanea como si quisiera tragarme y aparto la vista de sus ojos ardientes.

—Maldito trasero —suelta haciendome gritar cuando deja caer una bofetada en mi trasero.

Me sostengo de la mesa de pinturas y lo empujo.

—Déjate de idioteces que necesito el divorcio.

Y es allí cuando las piernas me flaquean. Oprime un botón que abre una puerta detrás de los marcos.

El corazón me retumba en los oídos y contengo la respiración cuando me pide que pase. El frío de la puerta me hace mirarlo, pero cierra a nuestro paso y bajo las escaleras.

—¿Por qué te pones malditas zapatillas? —sigue con sus estupideces, y lo ignoro.

—Estuve en la guerra meses con zapatillas, espero te hayas revolcado en el infierno viéndome —espeto—. Quiza inútilmente creí que te invocaría.

—Probablemente te folle hasta que ya no quieras estar en otro lugar que no sea montada en mí.

No tengo ganas de darle respuesta ya que, no me ha dado ninguna coherente porque se perdió los ascos, antojos y mareos. Porque no me mimo cuando no podía dormir y lloraba porque mis bebés no se mueven.

—Cierra los ojos —me frena antes de doblar.

Hay una pared curva. Me pone la mano en los ojos y ayuda a que camine. Comienza a quitar su mano así como mi corazón late con rapidez.

La luz comienza a aturdirme y debo enfocar más de una vez para poder ver el cristal, hay una caja de cristal...

—¿Te gusta? —su voz se escucha lo lejos.

La piel se me eriza al ver y escuchar a lo lejos los gritos, son como pequeños chillidos, sus manos se pegan al cristal mientras mi estómago se contrae con fuerza.

Sostengo mi vientre, sigo mirando los golpes contra este, luchan, y luchan.

Pero entonces mi mirada se dirige a una mujer de cabello rubio, su cabeza conserva un par de puños de caballo, y debo acercarme un poco más para contemplar cómo se come los dedos, tirada, los pedazos de piel se le desprenden cuando se rasca, y eleva la mirada. Una sensación me recorre y coloco mi mano en el cristal, ignorando a los demás, sólo la veo a ella. Las lágrimas se me deslizan, al mismo tiempo en que mi sonrisa se ensancha. «Desire»

Escaneo los cuerpos dentro del cubo, es como el lugar donde me tenían los italianos. Y allí, allí es donde mi estómago se contrae nuevamente.

—Isabelle —digo apenas audible.

La mujer esbelta está en el rincón cerca de un hombre que trata de tocarla. Esta tocándose, a diferencia de Desire, ella aún conserva la piel, está pálida, grita y grita. Después de un momento reconozco a Edward Finn. Acaricia el pie de Isabelle porque sólo hasta allí le llega la cadena del cuello.

Retrocedo para apreciar todo y veo a ¿James? Ni siquiera lo recordaba. Y Lucian Lombardi está casi irreconocibles de no ser por su rostro que aún conversa. No tiene la oreja y su ojo está caído.

Me agacho para apreciar a la mujer que reconozco por el tatuaje de flecha en el pecho.

—¿Greta? —susurro.

—Y Angela —susurra detrás de mí.

Regreso mi vista a él y con la cabeza me señala hacia arriba. Veo y hay una cadena con una torso.

—Se la comieron —dice cómo si nada.

Me levanto con las manos temblorosas.

—Mira —toca mi hombro, lo observo y señala el techo.

Justo arriba hay una pintura que debo ver con atención por lo grafica que es...

—¿Selinne? —apenas puedo respirar por tener el cuello así.

Está clavada en una fuente, destrozada de una manera grotesca en lo que su voceras salen. La cara sangrando. Es gigante la pintura, por eso puedo apreciar cada corte de su cara, la sangre y los clavos de sus palmas. Tayler es un artista excelente, realmente el mejor que he conocido y ver la imagen es como ver una imagen vivida, es como si estuviese allí.

—¿Te gusta? —inquiere.

No sé que quiere que responda, o cómo debería hacerlo. No sé si deba estar bien o mal. Pero entonces todo se viene encima, todo me atropella, y cada uno de ellos me atrofia la vista.

Se me apachurra el corazón, y tiemblo. Está enfermo, hizo todo esto por mí. Construyó un cuarto de gas, por y para mí. Los encerró aquí para que pagaran por lo que me hicieron, pero él ha hecho cosas peores.

Tayler me ha dado todo, dinero, poder, y demás pero esto no se compara con esto.

Giro sobre mis talones, aún lo veo en espera, por primera vez en su vida aprecio que mete las manos a su pantalón y mueve una cómo si tuviese algo allí. Su respiración le agita, resopla y trata de hablar pero no lo dejo porque extiendo una sonrisa y hace que su oxígeno vuelva a fluir.

—Me encanta.

—Joder —exhala en alivio, y me estrella contra el cristal, al momento en que sus labios tragan los míos.

Respondo el beso ardiente, me ciega y marea, las contracciones vuelven pero talla mi barriga...

—Joder —grito empujándolo—. ¿Sentiste?

Me tiemblan las manos, trato de tocarme pero no puedo.

—Sí, son agresivos —se burla—. Cómo su madre.

Quiero golpearlo por el comentario pero me hace reír.

—Nunca lo han hecho —el pecho se me comprime—. Nunca me han... no se mueven.

—Sí —dice—. Mientras dormías.

Niego, y otro tipo de rabia me atormenta. Se va por meses y cuándo vuelve, simplemente deciden perdonarlo.

Me aparto cuando trata de tocarme.

—Déjame —pide—, están felices. Ellos sienten todo, ¿recuerdas? Saben que ahora estamos juntos, eso era lo que querían.

Acaricio mi vientre y dejo que se acerque, y entonces vuelven a patear. Lo odio, lo odio pero éste sentimiento me hace sentir tan grande, tan importante. Estamos juntos, todos lo estamos.

Es un zumbido increíble, mi estómago se revuelve de una emoción extraña, mis manos tiemblan así como mis piernas.

—¿Extrañaron a su tonto padre? —les pregunto y hay un revoloteo que me hace jadear.

Me sostiene y me sienta en una mesa de metal. Levanta mi vestido y deja que veamos cómo mi estómago es un mar de olas que me hacen sentir tan completa.

El hormigueo en mi corazón me hace sostenerme de su hombro.

—Brazos —dice, y cómo si tuviese un botón levanto los brazos para que deslice mi vestido.

Quedo en bragas porque mis tetas están muy adoloridas para un sostén. Desliza su dedo sobre los chupetes que me dió, y aparto el saco mientras me acomodo sobre la mesa.

Reparte beso calientes en mi piel, entierro mis dedos en su cabello, mientras desliza su lengua a mis pechos, dejando mordiscos, baja hasta mi coño, apoderándose del doloroso botón rojo que me atormenta.

Lo chupa y me desespero por sentirlo dentro de mí, contorneo mis caderas, bajo la mirada cuando se levanta con la boca brillante de mis jugos. Hago lo mismo, quito el cinturón mientras se arranca la camisa, estrella sus labios sedientos y un gemido vibrante se me escapa al sentirlo completamente desnudo, deslizo mi lengua por su mandíbula hasta su pecho, muerdo y acaricio su piel que está relajada por primera vez a mi toque. Llego hasta el tronco y paso la mano por mis pliegues húmedos sin dejar de mirarlo a los ojos, el fuego arde y comienzo a acariciarlo mientras se mueve con cada deslizada de mi mano.

—Abre las piernas —ordena, jadeando—. Voy a follarte, mocosa.

—¿Sí, anciano?

La sonrisa maliciosa se le escapa, caigo en la mesa, me toma la mandíbula, levanta mi pierna y cuando está en su hombro me obliga a mirar los monstruos que hay detrás del cristal. Su polla se pasea por mis pliegues, atormentando mi entrada débil por él...

—Joder —grito cuando su polla entra y la saliva se me riega en la mesa.

Las cosquillas de mi clitoris me hace temblar, la boca se me seca, jadeo tratando de no ahogarme.

—Estás más jugosa, mocosa —gime.

Comienza a follarme despacio, dejándome que vea cómo me miran.

—¿Me extrañaste? —inquiere, comenzando a tomar velocidad—. Joder, claro que sí. Hiciste una guerra cuando no me tenías para ponerte así. ¿No?

No respondo porque estoy concentrada en no ahogarme con los jadeos y lo caliente que me pone lo que veo. «Me hizo esto a mí», se me escapa un gemido con su nombre y las estocadas comienzan a tomar forma.

—¡Contesta! —exige y a mí se me retuercen los intestinos con el orgasmo que me ahoga.

Trato de hablar pero los jadeos me lo impiden, sólo veo los cuerpos deshechos y algo se contrae dentro de mí. No me importan las muertes, esa es la verdad me importan una mierda volvería a bombardear al mundo por él.

—¿Te dolió? —gime, lo hace lento, en círculos, me ahogo con mi saliva y deposita un beso en mi mejilla—. Córrete sobre mí, quiero saber que tanto me extrañaste.

Estoy perdida.

—Dios... —jadeo sin aliento—. Tay, Tay —aprieto su antebrazo cuando comienza a hacerlo fuerte, con cuidado—. Ya no puedo...

—Dímelo...

—Mucho, mucho —jadeo cuando la vista se me nubla y los gritos de esos malditos son melodías—. Te extrañé, y lo haría de nuevo, mataría a todos con tal de tenerte de nuevo.

—Así es, mi pequeña encantadora —gimotea mi nombre y me suelta la cabeza, baja mi pierna y me da la cara para follarme con las piernas en su cadera—. Apriétame.

Temblando sostengo sus hombros y acaricia mi vientre. La espalda se me arquea, apreciando el cuadro del techo cuando los líquidos hacen la fricción resbaladiza, la respiración se me acelera y no puedo evitar gritar cuando mi epicentro da mil vueltas y cae a mis pies, gruñe mordiendo mi mandíbula, pasea su lengua hasta llegar a los labios que me devora cuando dejo ir un grito ahogado al momento en que la réplica de mi orgasmo me ciega, él da estocadas rápidas, gruñendo, haciéndome saber que estoy llena de él e inhala de mi cuello cuando ambos quedamos en el clímax. Jamás en mi vida me sentí tan llena.

Me quedo así, quieta, callada. Acariciando su cabello húmedo y con su aliento en mi cuello, chupa mis tetas moviéndose, causando un calambre genial.

—Siempre te voy a elegir —dice...

Trato de hablar pero un grito me adormece cuando algo se entierra en mi pecho. Jadeo, tratando de apartarlo con desespero.

—¿Qué hiciste? —me somete, y arranca un artefacto.

—Es para que resistas —dice, pero no entiendo.

Me levanta.

—¿Qué diablos es eso? —señalo la inyección que cae a nuestros pies cuando la suelta.

—Hay algo de lo que debo hablar —dice, algo comienza a punzarme el pecho. Dejo que sus labios se muevan—. No te va a gustar, probablemente me vas a querer matar, es algo habitual en ti pero no pasa nada.

Debo respirar hondo y olvidar que acabo de tener un orgasmo que aún late en mis piernas, y la manera en que su semen resbala de mi vagina no ayuda, y mucho menos que siga sin camisa, y que se vea jodidamente hermoso. Siento que el calor me abruma, está loco, y lo extrañé, pero necesito seguir fingiendo que estoy enojada, cuando sólo quiero llorar y decirle que lo odio hasta que me lo crea.

—¿Vas a hablar o seguirás viéndome las tetas? —me cruzo de brazos.

—Lo empeoras si haces eso, y no es mi culpa...

—¡Es tu maldita culpa! —suelto, y respiro hondo—. Habla.

Niega riendo con descaro, si no estuviera concentrada en la contracción y el calor que tengo en la entrepierna, ya lo habría matado.

—Cuando viaje con el bufón antes de que los italianos te secuestraran —comienza. Me pongo firme porque sé que es importante— estudié la droga de ese imitador, también conseguí un antídoto e hice la bomba química. Estuve mucho tiempo con los químicos, estaba demasiado concentrado en buscar algo para que dejaras de tomar medicamentos.

Me sostengo de la mesa y siento que se pondrá peor.

—Me di cuenta después de habernos casado —hace una pausa y así mismo comienzan a temblarme las manos—, y es muy probable que los bebés nazcan con algún problema, o qué mueran en el parto.

En base a que termina yo también porque voy a dar al suelo, y cómo en años pasados, al perder nuestro primer hijo viene hacia mí, me sube a su regazo y me carga como un bebé.

Las manos me tiemblan pero no puedo determinar qué sucede hasta que puedo escuchar mi propio lamento, y sollozos aferrándome a su pecho.

Sus brazos me rodean y suspira contra mi cabello. Ya no puedo perder otro bebé, no puedo perder otro hijo, ya me cansé de luchar por conservar lo que merezco.

Merezco una vida, una familia, un lugar en la nada, donde sólo estén mis animalitos y mis hijos con el hombre que elegí para que fuese el padre.

—Mírame —me toma del rostro mientras sigo hipando—, nada pasará, tú eres fuerte.

Acaricio la piel suave de su mandíbula.

—Lo sé, tú eres mi fuerza —digo y deja un besito en mi nariz, después por todo mi rostro.

—Necesitas comer —me dice.

Me recuesto en su pecho como si fuese una dulce niña sabiendo los homicidios que cometí. No me arrepiento pero tampoco estoy orgullosa. Sólo un poco.

Dejo que me suba de nuevo cuando me visto con el vestido medio roto, no sé porque si lo quito con cuidadoy nos detenemos en el umbral de la cocina donde está Klaus comiendo de mis papas con Elton. Casi siento ganas de estrangular.

—¿Ya le dijiste? —inquiere Elton.

Tayler me deja en un taburete y no le responde.

Le arrebata mis papas y las coloca al frente de mí después de dejar un jugo de uva que estaba en el refrigerador.

—Bueno —Klaus limpia sus manos—. Me temo que debo palparte aunque ya lo hayan hecho, preciosura —me dice Klaus, y asiento—. Pareces tan dulce. Quién diría que el mundo entero te tiene pavor.

—Yo tengo una pregunta —Elton me observa—. Aquella vez en el departamento de defensa antiterrorista... —sonrío negando, se inclina con ojos curiosos—. ¿En qué agujero lo metiste?

—Justo en donde vas a verlos salir.

—¡Bingo! —aplaude, y me burlo/—. Pase noches sin dormir por esa pregunta.

—Supe de eso —dice Klaus mientras Tayler simplemente me mira.

Tay me sujeta de la cintura y me sienta a mi lado. Ni siquiera les pone atención. Gracias a Dios porque de lo contrario se enoja al saber que inserté algo en mí. Debería ver los intentos de replicar su pene.

—Es como si no hubiese sido el mesías —dice Elton y no puedo evitar reírme—. Bueno, ya que estás lista, debo decir que haré todo lo posible por mantenerte con viva. Supongo que inyectó a los bebés...

—Cierra la boca —habla Tayler, pero yo me quedo estática.

—¿De qué hablas? —le pregunto a Elton.

—Nada... —el mentiroso trata de hablar pero levanto la mano para que se calle.

—¿De qué diablos hablas? —vuelvo con Elton—. ¡Habla!

Klaus se acomoda y yo sigo mirando a Elton.

—La inyección...

—¿Qué puta inyección? —los miro a los tres, pero Tayler solamente mira mis manos—. ¿Qué inyección?

—La que te apliqué —dice el idiota con el que me casé—. La inyecté a tu pecho para que tu corazón resista.

—¿Y los bebés? —inquiero.

Sólo el silencio se siente espeso, casi puedo escuchar el corazón de Elton mientras se aleja de la escena y Klaus también.

—¿Y mis bebés? —vuelvo a preguntar.

—Debía inyectarlo a los sacos —suelta y lava ardiente vuelve a surgir.

Me levanto del taburete y hace lo mismo alejándose.

—¿Elegiste que mis hijos mueran? —apenas puedo hablar.

—Siempre preferiría que vivieras —dice cómo si nada. Me mira a los ojos y no puedo palpar una mentira—. No importa que... —no me controlo la rabia y lo empujo, llevándolo contra el refrigerador.

—Si algo le pasa a mis bebés, si uno de eso se muere —tiemblo de rabia, las lágrimas quieren escurrir pero no dejo que pase—. Voy a matarte... —niego aún señalándolo con el dedo—, voy a encerrarte en esa maldita caja, y voy a hacer de tu vida un infierno. Me subiré sobre esa mesa y me verás por el resto de tu vida con las piernas abiertas mientras otro me follan como tú... mejor que tú —la mirada se le oscurece y se endereza—, y entonces vas a saber quién diablos soy. Mis hijos son mi mundo, y no lo voy a permitir que sólo porque no puedes vivir sin mí, pero yo sí.

Aparto la lágrima que se me desliza con rabia porque es verdad pero claramente no podría vivir sin él.

—¿Terminaste? —me aparta—. Que bueno, se nota que tú no harías lo mismo, secuestrando a una niña sólo por matar al hombre por el que casi me muero. Cometiendo genocidio, declarando la guerra, terrorismo y masacres.

Niego divertida.

—Estaba mejor cuando estabas muerto —digo sin pensar.

Trato de hablar, pero las manos me tiemblan, sólo veo como ríe amargamente. Camina lejos de mí, no viene ni me somete o ruega que no diga estupideces. Sólo se va y me doy cuenta que los demás se fueron.

—Que quede claro, Lovely —aparece de la nada haciéndome temblar—, que no sólo son tus hijos. Son nuestros, y la próxima vez que vuelvas a hacer cómo si no hubiese estado allí cuando los hicimos, cosas malas van pasar —no sé cuándo se puso la camisa pero se la acomoda por botón—. Porque eso que llevas ahí es nuestro, lo hicimos ambos, y dime si es que es un error para ti. Dime si es que crees que no son míos, dime si de alguna manera no te sientes a gusto cargando la semilla de un monstruo cómo yo. Porque preferirías perderme a mí, ¿no? Quizá por lo que soy, pero no me vuelvas a decir o sugerir que no me importan sólo porque no los elegí. ¡Sí tú mueres, ellos también!

Niego aturdida, cada palabra me rompe, y debo apretar los labios para no llorar.

—Porque lo hago, joder —se acerca, y retrocedo—. Pero siempre, siempre te elegiría a ti. Porque sin ti no los tendría a ellos. —endereza la espalda y casi podría jurar...—. Nuestros hijos.

—¿Por qué no a ellos? —trato de calmar las cosas. Se que nos mataríamos—. Yo... ellos son lo único puro que tenemos.

—¿Y todo lo que hemos hecho? —vuelve a acercarse y vuelvo a retroceder—. Lo que hicimos para tenerlos, lo que sacrificamos, joder. ¿Me dices que debía simplemente dejarte morir porque ellos son lo más puro? ¿Qué mierda crees que haría yo con el vivo recuerdo de que falle? ¿Que te perdí? ¿Qué crees?

—¡Ser el padre que nunca tuviste! —le grito—. Darles lo que no nos dieron, y decirles lo que luchamos. ¡Eso es lo que deberías hacer!

—¿Y qué diablos hago yo cuando crezcan y no te tenga a ti? —su voz desgarra mi pecho, su desesperación me congela, jamás lo vi así—. ¿Qué hago sin ti? ¿Que hiciste tú?

—Es muy diferente...

—¡Es malditamente lo mismo! Sólo que tenías el recuerdo de nosotros dentro de ti, ¿pero que ibas a hacer después de tenerlos?

—Eso no importa.

—¡Ibas a lanzarte a la guerra sin importar que murieras! —dice haciéndome temblar—. No seas hipócrita y acepta que tanto tú como yo no somos capaces de seguir. ¡Yo no puedo vivir sin ti, y lo sabes! Así que no me vuelvas a reclamar por quererte conmigo, por tenerte a ti. Porque es lo único egoísta que he hecho, y no voy a renunciar a ti.

—¿Crees que fue fácil para mi maldito idiota?

—¿Y para mí?

—¡Estuve meses en el bajo mundo, y soporté todo sin tu ayuda! —le grito—. Mientras tú eras un idiota yo cuidaba que nuestros bebés estuviesen bien. No estabas en las pesadillas, ascos, dolores y llantos cuando te necesitaba. ¡Te necesitabas y tú no estabas!

—¡Estaba jodidamente muerto! —grita—. ¿Por qué no puedes creerme?

—¡Porque siempre me ocultas cosas y estoy harta de que lo hagas! —grito.

Me arde la piel.

—Es verdad —una voz atrofia la discusión y me percato girando a mi derecha que es Elton comiendo helado—. Me aburrí de escuchar como se aman y todo lo que harían por el otro. Deberían hablar por una vez.

Limpio mis lágrimas y acomodo mi vestido. No puedo apartar los ojos del padre de mis hijos.

—Cayó en coma —concluye—. Queríamos fingir su muerte para que ustedes pudiesen vivir aquí y hacer como si estuviese muerto. Pero su corazón dejó de latir realmente, cuando te desmayaste lo inyecté como acto desesperado.

Carraspeo y ruedo los ojos a Tayler para concentrarme en lo que dice Elton.

—Descubrimos que realmente su pulso estaba casi nulo por el exceso de químico. —entra a la sala y suspira—. Una vez despertaste ya no queríamos decirte que estaba muerto en vida, sería peor para ti y los bebés. Creímos que despertaría, que en unos días lo haría pero no pasó y entre más pasaba más difícil era decirlo, tú desapareciste, no escuchabas a nadie, te aislaste, pero si te decíamos que estaba en una cama postrado quizá de por vida habrías estado allí todos los días y no lo desconectarías, Love, lo vi porque estuviste diez horas junto a su cama y ni una vez quisiste comer o dejarlo —suspira, negando con ironía—. Habrías estado allí por años en pausa, lo sé. No podíamos hacerte eso. Prefería verte matarlos a verte morir lentamente a su lado sin saber cuál de los dos saldría vivo. Finalmente cuando inició la guerra tratamos de despertarlo pero su corazón dejaba de latir, Klaus lo indicio a un coma, y estudiamos por meses todo, no creíamos que iba a sobrevivir pero al menos si no te decíamos, no iba a morir dos veces.

—¡Eso no lo sabes!

—¡Niégalo! —espeta, Tayler avanza hacia él pero lo empujo encarando a Elton—. Dime por un momento que no. No comías, no podías más que ver sus ojos. Y, yo no iba a permitir que también tú murieras.

—¡Cuida tu boca cuando le hables a mi esposa! —la voz de Tayler ruge, y me toca el estómago hinchado para ponerme detrás de él.

Le aparto la mano de un manotazo, ignorando las mariposas que se me revolotean llamados patadas de mis hijos traicioneros. Paso las manos por mi cara, lo aparto de Elton que le pone mala cara y Klaus calma a su sobrino, pero mi amigo tiene razón. Sé que no debería juzgarlo...

—Y perdió la memoria pero a diferencia de ti, ese cerebro al final es más blando —concluye, defendiendo al amigo.

—Lo hicimos por ti —dice Klaus.

Habría deseado todo menos la muerte de Tayler, pese a ser un idiota, pese a todo lo que hemos pasado, no puedo entender cómo no podían entender que me iba a morir sin él.

—Necesito descansar —les aclaro. Camino hacia Tayler que está del otro lado gracias a Klaus porque sinceramente no quiero discutir más—. Necesitan descansar —cuando me escucha me mira y esos ojos...

No dice nada, y aparta la mirada. Me largo sin decir una palabra. La habitación se siente más sola que de costumbre, me quito el vestido y comienzo a bañarme. Dejo que las lágrimas fluyan debido a que no quiero sentir dolor.

Aunque en el espejo me vea feliz, siento un vacío enorme. Sus ojos, y lo que me dijo dolió. Porque de alguna manera me sentí culpable, porque no estuve con él, le hice daño a una niña. No me importa, realmente lo volvería a hacer.

Maté a tantas personas, y apenas recuerdo sus caras, era automático, no pensaba, sólo lo veía a él cubierto de sangre.

No me arrepiento porque mientras ese maldito viva mis hijos están en riesgo.

Me recuesto después de ponerme una bata, tratando de dormir pero no llega, la noche me atrapa con frío y una nueva tormenta se escucha. Algo me dice que seguirá. Aprieto la sábana a mi pecho y mi corazón se agita cuando la puerta se abre, el aura cambia al igual que la temperatura y siento un pequeño golpecito en mi estómago.

«Ellos también lo sienten»

El colchón se hunde y respiro hondo cuando me rodea con un brazo para atraerme hacia él, mi vida está totalmente repuesta, lo siento. Es como si después de la tormenta viniese la calma, pero él es mi tormenta aunque lo odie un poco ahora.

—No debí gritarte —susurra, y me aferro a su brazo, para que no se vuelva a ir nunca—. ¿Me perdonarán? Debí despertar y estar a tu lado en los ascos, en los antojos, y llantos, debí estar para ustedes. Lamento ser un débil y no mostrarte que son lo más importante que hay en mi vida. Que he sangrado por ti y lo haría por mis hijos.

El primer sollozo se me escapa y me giro hundiéndome en sus labios, probando mi sal en sus besos, y labios jugosos que me responden al instante. La saliva se me aliviana al igual que la presión en el pecho, como si mi corazón galopara a tres mil por minutos, hundiéndome en el limbo. Acaricia mi cabello.

—Lamento decir que son míos —le digo entre besos, anhelando su cercanía—. Son nuestros, no lo volveré a decir y no lamento que sean tuyos. Jamás imaginé hijos de otro hombre, nunca.

Sumerge sus labios con fuerza sin dejarme respirar pero debe escucharme.

—Nunca —le sujeto las mejillas y la penumbra sólo ilumina sus ojos, no sé de donde saco la fuerza para no llorar—. Nunca quise que mis hijos fuesen de alguien más, los amo con todo mi ser porque son tuyos, y míos.

—No sigas —junta su frente con la mía, dejando ir el aire.

—Mataría a quién sea —no miento—. Mataría a todos por ti, por nosotros; no me importa que tan inocentes sean.

—No hay inocentes si se trata de salvarte —susurra.

El corazón de Tayler golpea con tanta fuerza que paga el mío, es un golpeteo duro, firme, rápido, y el mío es tan desesperado, agonía...

—Voy a mostrarte algo —susurra, y asiento.

Se separa un poco de mí con el corazón aún retumbándole. Nos quita la manta, erizándome la piel, se quita el cinturón, trago saliva y de repente se baja el pantalón mostrándome su miembro dormido.

Sonrío por primera vez, y lo miro a los ojos. Una carcajada se le desata, apartando la mirada.

—Jamás lo había visto dormido —susurro con curiosidad, mis dedos se mueven a tallarlo, es tan suave—. Aún así es muy grande.

Nunca entenderé cómo me cabe.

—Ahora pon tus ojos en mí —pide.

Lo observo, su mirada intensa, sus labios, y con la otra mano me toma la mandíbula, obligándome a mirarlo, con la mano me guía hacia abajo...

—¿Ves?

Puedo ver cómo crece, cómo las venas gordas se le marcan.

—¿Cómo lo haces?

—Mírame —y obedezco.

Su cuerpo se tensa al verme, y algo caliente me recorre, cada parte de mi cuerpo reacciona, sus ojos brillan, lo azul en su ojo destella...

—Sólo con verte, joder —sonrío, deslizando mi mano a su torso, levantando la camisa—. Verte, olerte, sentirte. No sólo me pongo duro, eres una droga; yo las creo, y lo trasmito en lo que siento por ti.

La barbilla me tiembla, yo sé que es tinto pero me está diciendo lo que siente por mí.

—Me costó muchísimo bajarla ahora que estoy contigo así que...

—Sólo contigo he sentido placer —suelto—. La forma en que todo esto —acaricio su polla sin despegarle los ojos del rostro, paseo mis dedos por la punta, donde aparto el líquido y aprieta la mandíbula con los ojos oscuros— me pone, como algo tan grande entra en mí. Está hecho para mí, estoy hecha para ti. —aprieto la base y tuerce el cuello, jadeando.

—Por eso eres mi mujer —busca mi boca, respirando de ella—. Te caben 11 pulgadas, y si sigues mirándome así, probablemente más. Me vuelves loco.

La nariz me pica, las lágrimas me pueden.

—No vuelvas a morir otra vez —clavo las uñas en su miembro.

El cabello le cae sobre la frente mientras su pene late húmedo contra mi palma.

—Levanta la pierna —ordena, lamiendo mi mandíbula—. Te voy a follar así, y te vas a correr en cinco segundos. ¿Entendido?

Sonrío contra sus labios, y asiento.

—Entendido.

Es que joder, aún no me ensarta y ya estoy palpitando.

Nota:

Jamás fui tan feliz.

Instagram: Wualkcetsson_wattpad

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro