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Capítulo 69


Hola, bienvenidos a la recta final.

Pido que comenten mucho y voten, sobre todo que comenten, quiero saber qué piensan, y que califiquen con palabras este capítulo así como se expresen ante el final.

Si les ha gustado esta saga les pido que la recomienden con sus amigos y conocidos.
⚠️

Lovely Walker de Aragon.
🥀🕸️🕷️

Agonía de la realidad.

El maldito horno no quiere funcionar y me estresa porque quería hacerle una sorpresa. Se supone que fue buscar leña.

Jalo la manija del horno, y el humo sale como cascada, cegando hasta que se desliza por mi garganta y me cierra la tráquea, haciéndome toser al invadirme los pulmones con ácido a mi tráquea y arena a mis ojos.

—¿Planeas quemar la casa? —su voz se desliza por mi torrente sanguíneo, y me levanto sonriendo.

Corro hacia el umbral donde está lleno de sudor y tierra pero tiene una camisa de vestir. Abre los brazos para levantarme en el aire y me besa la cara haciéndome reír.

—¿Por qué tan desesperada, mocosa? —ignoro su balbuceo para prenderme de su boca.

—Te extrañamos —me baja para arrodillarse a tallar mi barriga.

—Está completamente loca —susurra en mi estómago, y siento como se mueven.

Son como montones de mariposas locas que tienen pequeñas dagas en las alas.

—Odio que te amen tanto —hago puchero.

—¿Tanto cómo tú? —deja un beso al levantarse para plantar uno rápido en mis labios.

Siento que las mil llamas se desatan en mi interior, puedo sentir la humedad en mis bragas que sólo mi maldito marido me da.

—¿Tanto como tú? —vuelve a preguntar.

Quito el cinturón lo más rápido que puedo y le saco la polla que monto a diario.

Me sube en la barra de la cocina sujetando mis caderas con facilidad y arranca mis bragas al mismo tiempo que gimo arrancando su camisa con desesperación, me tiemblan las manos y la saliva se me escurre haciendo que cierre los ojos cuando pasea la punta en mi entrada.

—¡Responde, mocosa!

—Nadie te ama tanto cómo yo... —la palabra es cortada cuando empuja dentro de mí y tiemblo de la necesidad cuando veo sus ojos.

—No, nadie —gime contra mi boca—. Nunca...

Un temblor me hace jadear, la vista se me nubla y siento que todo me arde.

—No, no, no —la presencia desaparece, mientras mis manos pesadas tratan de alcanzar la figura que se esfuma.

Parpadeo repetidas veces dándome cuenta que estoy en el pasto con Flika y niebla. Coloco la mano en mi pecho, tranquilizando el torbellino que es mi corazón. El sol apuñala mis ojos ardientes de lágrimas mientras el deseo de estar durmiendo otra vez me atrapa.

No sé cuánto podré aguantar, no sé cuál será el último respiro que daré, no sé cuándo me voy a cansar de escuchar nuestra última llamada. «Esas jodidas bolsas», no sé hasta cuándo dolerá, no sé porque siento que voy a morir, y sé que dije que soy fuerte pero justo ahora, en medio de la nada con preparativos navideños polvorientos, con luces de navidad que jamás se encendieron; vuelvo a preguntarme qué haré después, si cada que despierto no encuentro a mi tormento, pero debo ser fuerte.

Y, aquí sigo, esperando por algo que no va a llegar, expandiendo luces en forma de bombas, y sangre que pinta de rojo las cenizas, porque después de todo la guerra fue quién me quitó su mirada.

La barriga apenas se me nota un poco más, y está bien porque en dos semanas debo estar dando a luz. He dejado la guerra porque se me hacía un martirio pelear en las noches, o matar. No podía exponerme así.

—¿Se encuentra bien? —Félix se acerca preocupado, y flika se echa a correr, retumbando el suelo a mis pies.

Se sienta a mi lado, y niebla se pone a mis pies.

—Sí... —respiro hondo cuando mis ojos pican—, es que... siempre y todas las noches sueño con él, pero cuando despertó...

—No está —asiente—. Sólo son pesadillas, señorita.

—No —me burlo arrancando el pasto, en medio del bosque me siento más sola si no está—. Cada noche tengo los mejores sueños, la mejor vida, pero despierto y nuevamente estoy en esta pesadilla.

—Pero están sus hijos —dice—, ellos no son una pesadilla.

—No, pero a veces creo que no tendrán a la madre fuerte que tanto merecen tener.

Toma mi mano y le sonrío. Es lindo tener a alguien con quién hablar. El samurai normalmente está entre árboles y cuidando, sólo está cuando lo necesito, le di vacaciones porque nadie sabe adónde estoy, sí hay un Dios seguramente tampoco lo hace, y el único que lo sabía está durmiendo con satanas.

—El señor murió con alma —dice y me congelo, no despega la mirada del horizonte—. Antes de usted había una especie de sombra, habría matado a todos sin dudarlo, pero usted lo cambió, quizá lo volvió mejor asesino, mejor todo, quizá no lo vea, pero le dió un motivo, y fue amor, él sabe en cualquier lugar donde esté que vivió feliz gracias a usted, y al menos por ese tiempo su vida tuvo colores, sonreía y se divertía.

—Lo odio por eso.

Él se llevó mis colores, todos.

—Lo ama por eso; por dejarla ver eso qué nadie más vió. Convirtió la mafia más poderosa y cruel en un hogar, su hogar. Y por ello debe ser fuerte, estaría orgulloso de usted mi señora.

La barbilla me tiembla por las palabras Félix que es más que un guardia. Dejo que me consuele porque es el único hombro que tengo.

—Gracias, quisiera que viera lo que hicimos, y lo que haremos.

Sonríe, me recargo de su hombro.

—Definitivamente no le gustaría ver cómo estamos ahora —suspira, y las carcajadas apagan las lágrimas.

Limpio mi cara, apartándome de él. Asiento hacia la cascada, y regreso a él que aprieta los labios, como si quisiera llorar.

—¿Cómo está Martín?

Traga saliva.

—Me reclamó sobre la explosión del complejo del señor Elton —me dice con una pizca de agonía—. Supongo que me odia por querer declarar la guerra al Rey.

—Lamento esto, pero no quiero tener nada de aristocracia en Londres y menos de la jerarquía —le explico—, es mi hogar.

—¿Pausamos la guerra? —sonríe, sus ojos oscuros brillan.

Asiento, y niebla se pone en medio de ambos.

—Después invadiremos desde el sur, para asegurarnos de que no hay rebeldes y los joderemos a todos —le aviento un beso.

Asiente, sonriendo, se levanta porque niebla ocupa todo el espacio.

—¿Quiere que la ayude con la cosa? —pregunta, y asiento.

Me ayuda a levantarme y nos dirigimos a mi habitación de parto que es básicamente la habitación de pánico. Nunca he abierto la suya, no planeo hacerlo.

Tayler tenía esta casa equipada con todo, planeaba esto desde que volví de protección de testigos, ni siquiera sé porque me sorprende, jamás dudo en que terminaríamos aquí, la única diferencia es que él no está.

Acomodamos la habitación, es por si en cualquier momento deciden mis angelitos salir. Me siento como una maldita vaca, mi estómago no ha crecido demasiado es como si fuese uno y hubiese comido dos tarros de pollo, pero aún así tengo una bola curveada que no me deja verme los pies.

Aunque... tengo un antojo horrible por comer hamburguesas, Félix suele ir dos veces a la semana a la ciudad y eso tarda porque debe pasar por mar, después tomar un helicóptero, después otro navío para anclarse, y regresar de la misma forma para no llamar la atención o guiarlos fácilmente.

—¿Qué desea comer? —inquiere Félix cuando bajo las escaleras una vez terminamos—. Hice unos espárragos con carne a término jugoso y también jugo de naranja.

—Iré por leña...

—Yo lo hago.

—No, descuida, sólo es para la chimenea, pon la demás —saco el teléfono viendo la hora—. ¿Has sabido algo del Rey?

Niega, a esta hora Elton debería estar planeando contraatacar. Salgo y me voy al granero donde está flika y su caballo. Recojo la leña...

—Mierda —jadeo cuando la barriga se me contrae haciendo que deje ir un grito ahogado, el dolor me recorre el vientre y huesos—. Aún faltan dos semanas.

Respiro hondo, las rodillas me flaquean un instante. De repente un calor frío me recorre y puedo respirar.

—Mamá también los quiere ver, sólo esperen un poco...

Se me sale un grito cuando mi teléfono vibra. Veo el número y «Miranda», dejo que suene.

No tengo ganas de responder justo ahora. Ceno con Félix pero al llegar la noche y cuando él se va a su habitación, simplemente bajo a la chimenea envuelta en su camisa y miro el fuego recordando el día que volvió a besarme.

«Nunca he besado a nadie como ti», acaricio mis labios con su voz.

Recuerdo mi primer día en la casa del acantilado, ese día lo supe, sabía que estaba mal, odiaba sentirme así, pero él fue paciente, fue mi manto, y me abrigó cuando nadie más lo hizo.

Me dió todo y lo engañé, me dió todo, y después le entregué mi alma para que finalmente me destruyera.

Sabía que me iba a hacer mierda, y aún así lo dejé porque si seguís luchando el delirio me ahogaría.

La mañana me toma con un calor y ganas de follar que no me las soporto, tengo ocho meses así y con las hormonas horriblemente dolorosas. Sería fácil seducir a un hombre...

Sacudo la cabeza apartando pensamientos locos mientras desayuno en la cocina. No uso el comedor porque es tan familiar y no veo la necesidad cuando mi familia está enterrada.

Félix me pone la mesa de jardín mientras niebla caza animales silvestres, y no se lleva mucho con Manchas.

El sol aún me calienta pero puedo ver una tormenta a lo lejos, aprecio como el anillo de mi dedo brilla bajo la neblina de la tormenta. Respiro hondo caricio mis labios, y mi vientre mientras veo la cascada del otro lado del acantilado, está lejos pero aún recuerdo las aguas termales entre nosotros, recuerdo amarlo con cada célula de mi cuerpo.

Y, es allí es cuando toda la piel se me eriza, mientras por el rabillo de mi ojo veo una presencia oscura y grande que me hace llevar la mano al arma que llevo en el muslo.

El corazón se me atasca, las piernas me tiemblan y aunque he matado a miles siento que las manos no me responden, tiemblo como un papel al viento y no puedo identificar el rostro del hombre que observo entre los árboles, pero las lágrimas arden en mi garganta mientras los sollozos me parten a la mitad al reconocer esa presencia hasta en el infierno.

Y, entonces, cuando la voz retumba me derrumbo por completo al recordar el día en que mi alma se quebró, en que la vida se me apagó al escuchar por última vez el sonido de su voz, y ahora; ahora apenas puedo mantenerme de pie.

—¿Me extrañaste, mocosa?





Cazador
🗡️

—¿Quieres cortar una?inquiere la loca con la que me casé cuando camina entre su jardín de rosas.

El viento golpea las rocas del acantilado pero sigue corriendo como desquiciada con la pantera y su yegua. Acaricio la botella de ron y me levanto cuando se talla el estómago hinchado.

«¿Cómo llegamos a esto?», me pregunto. No recuerdo nada después de los disparos.

—¿Por qué esa cara de malhumor? —inquiere y camina hacia mí.

La tomo de la cintura y su barriga choca con mi hebilla haciendo que chille.

—¿Estás bien? —inquiero, sujetando su rostro con mi palma.

Comienza llorar y su estómago sangra debajo del vestido amarillo con flores. No pierdo tiempo y lo rompo cuando se va al suelo contra las espinas...

—¡Tayler! —grita pero la tierra comienza a llevársela y yo trato de alcanzarla cuando unas manos comienzan a salir de su estómago—. ¡Sálvame! ¡Sálvalos!

—¡No, no, no! —arranco las ramas haciendo que se me entierren las espinas con el agudo dolor pero no me detengo—. ¡Regresa! ¡Maldita sea, no! ¡Por favor, no otra vez!

Trato de hacerlo pero no hay nada. Me levanto arrancando las rosas...

—¿¡Tay!? —su voz me busca, y giro la vista.

Está completa, viva, pero me mira como si acabara de matarla. Dirijo mi vista hacia su objetivo de visión. Bajo la mirada encontrándome con pequeños trozos de mis hijos.

—¿Qué?

—¡Los mataste! —me grita.

Se acerca pero retrocedo cuando la veo bañada de sangre.

—¡Mataste a mis hijos! —corre hacia mí y me avienta...

El vacío me toma, la abrazo con fuerza para que su cuerpo no sufra la caída, trata de matarme, entierra una daga en mi pecho. Frío, crudo y calor, me ahoga pero sólo veo sus ojos, sólo sus ojos. «mi pequeña mocosa»

Un grito me rompe las cuerdas vocales, jadeo, me arde la sien, el pecho, me tiembla todo, todo zumba a mi alrededor. El ardor de garganta llega tan pronto como un sabor amargo y frío que expulsa mis pulmones al tiempo de congelarme los nervios.

Trato de moverme pero no puedo, me late la cabeza, me pesa, no puedo moverme. Veo siluetas oscuras, voces pero no la huelo a ella. Sólo hay luz, luz, y miembros de plomo contra mí.

—¿No se supone que aguanta 120 kilos? —habla una voz.

Las luces parpadean, lastimándome la vista. Luces negras se mueven en mis córneas y el dolor de la claridad raspa mi pupila.

—¿No pesa lo mismo? —habla alguien pero no me enfoco, todo es oscuro pero con luz—. Inyecta el tranquilizante...

«No»

Abro los ojos y jalo lo que obstruye mi muñeca con un rugido, arranco la del otro lado y me levanto tambaleándome mientras siento como la furia me traspasa la piel. Las piernas me quieren flaquear pero no me dejo caer. Estoy perdido.

¿Quién habla?

—¡Basta! —escucho un grito pero me voy contra la primer visión que diviso, tomándolo del cuello, llevándolo al suelo conmigo.

—¿Adónde está? —suelto puños en la carne de su rostro pero debo sacudir la cabeza ya que no enfoco.

Es una visión borrosa, los golpes son sosos e inútiles.

—¡Leon! —un grito me atropella, y me levanto—. ¡Mírame, soy...!

Tomo una bisturí de una charola caída y veo a un hombre de bata, me preparo para lanzar pero la piel se me eriza cuando escucho su voz...

Todo se frena a mi alrededor porque sé que la he escuchado. Yo... la conozco.

La mujer de mis sueños.

Hola —giro, y me acerco a la imagen, el corazón se me aprieta viéndola con un vestido carmesí que me deja ver su estómago—. Sé que querían venir y querían ver el nacimiento, pero no me arriesgaré. Puedo hacerlo sola, Félix está conmigo, sé que crees que no pero lo haré. Gracias por todo, Elton, Rome y Klaus. —tomo el pedazo rectangular donde habla y acaricio su rostro, al tallar los dedos su rostro se acerca viendo el jardín—. Y..., lo lamento...

—¿Estás bien? —una mano me toca el hombro. Un hombre alto de cabello azabache me escanea y frunzo el ceño—. ¿Recuerdas quién soy?

«—¿Le puedes decir a tu padre que me quedaré contigo? No quiero ir a casa con mamá.

—Por supuesto, soy el príncipe. Puedo hacerlo.»

—El... —la cabeza la palpita, y recuerdos me atormentan enviándome al suelo dónde hago trizas el artefacto en mi mano.

Fragmentos de flashes entre un niño de cabello oscuro y ojos azules me impactan; risas, juegos, muertes, bebidas, peleas, y todo lo que me hizo crecer.

—Soy Elton —dice...

Elevo la vista.

—El bufón —jadeo conteniendo el dolor que me punza en la frente.

No sé qué sucede pero quiero matar.

—Sí, ha vuelto —me escanea, acudiendo su ropa blanca al levantarse—. Eso fue increíble.

Me levanto y veo a ¿Carsten...?

No.

—Bueno —sigue el bufón—. Increíble si omitimos la parte donde casi me matas —se cruza de brazos.

Tiene un golpe en el labio, y escaneo la habitación blanca.

—¿Qué hago aquí? —regreso a ellos.

—Hijo, soy Klaus —dice. «No es Carsten»—. ¿Qué recuerdas?

Niego con una punzada en el pecho.

—Ella —señalo el Teléfono en el suelo—. Ella es mía.

El bufón se retuerce en risa y me dan ganas de matarlo.

Lo que recuerdo de él sigue vivido, siempre es un impertinente hiperactivo.

—Genial —aplaude—. Bueno he lidiado con esta demencia, pero no tenemos tiempo.

—¿Qué mierda quieres? —la cabeza me arde.

No sé qué hacer, estoy medio desnudo, me duele todo y determino tres cicatrices cerca de un tatuaje de serpiente. Un fragmento del tatuador llega pero rápido es abandonado cuando alguien habla.

—Te inyecté lo mismo que ella cuando estaba muriendo. Caíste en coma debido a los disparos, y el químico de la droga de Andersson cuando la modificaste para hacerla letal —habla de cosas que no recuerdo pero fragmentos de imágenes caen a mí mientras me siento en la camilla porque el dolor es insoportable, no puedo respirar aún así no lo demuestro—. Para el mundo estás muerto pero ella se volvió loca, ha quemado ciudades enteras, ha doblegado al mundo si no hacen lo que quiere, y ha cruzado la línea derribando un complejo aristócrata, eso quiere decir que debo responder. Soy el Rey, y ella lo sabía.

—¿Quién? —aprieto mis sienes cuando no soporto el dolor.

No sé de quién habla.

—Lovely Walker —suelta Klaus, y me levanto.

Esa niña, esa niña...

Imágenes de pequeños momentos golpean con fuerza haciendome gritar. «Holi», la vez de la iniciación. Ella corriendo, llorando, gimiendo, sonriendo, besándome. Huyendo en el bosque, cayendo al precipicio.

Ella llorando, tirada en el suelo, orinada, después ella bailando con «¿Laio?»

La imágenes me tienen mareada.

—¿Tayler? Respira.

Escucho la voz pero no me enfoco porque todo pasa en mi cabeza como una película borrosa donde sólo está esa... esa mocosa. «No me asustas», me tapo la nariz cuando comienza a sangrar y grito frustrado.

«—Debería», me recuerdo en la prisión.

«¿Qué hice, Dios?», me casé con ella. Imágenes de ella entrando a la iglesia con un vestido blanco, y degrado carmesí, la corona, un collar...

—Está colapsando —escucho una voz.

Ella bailando en unas cadenas. En una cabaña gimiendo bajo las luces de las luciérnagas. Sus dedos, su voz me impactan el tórax. El bosque...

«—¿Cuántos son? —acaricio su vientre en la penumbra.

—Tres.»

Levanto la vista.

—Son tres —jadeo, creo que la vida me ha jugado una trampa—. Ella... ¿Por qué?

Klaus me levanta y me sienta mientras trato de apartarlo.

—Nunca lo entenderé —dice el bufón—. Pero por el amor de Dios. Ve a darle unas nalgadas y dile que deje de matar.

—¿Por qué? —me ahogo con la sangre que ha salido de mi nariz.

—Ella ha estado matando para atrapar al hombre que casi te mata, y también a Andersson —dice y mis recuerdos se asoman, gritos y lamentos que atraviesan mi piel, erizándola—. Va a tener a tus bebés, sola en un bosque con ayuda de un guardia que no tiene la más mínima idea de lo que sucede, y para ser sinceros ninguno de nosotros.

—¿Mis bebés? —todo esto es mierda.

—La embarazaste —dice Klaus.

No, no. Yo no pude hacerlo, ella no pudo, yo no pude hacerle eso.

—Más de una vez —suelta el bufón—, pero antes se los arrebataron. Ella va a tenerlos pero hay algo que no sabe y es que cuando esos niños se hicieron tú estás contaminado, ese químico reside en tus hijos, no sabemos qué diablos pasó, no se mueven, pero todo está bien, no parecen tener alguna enfermedad.

El pecho me revienta cuando miro mi sortija. Me casé con ella. «¿Qué diablos?»

Yo estaba en prisión. Yo no debía salir.

«¿Fue a buscarme?»

—Estás confundido y lo sé, pero ella te cree muerto y sólo tú sabes adónde está esa mansión —me dice algo que no sé—. La única oportunidad que tenemos de que no mate al mundo entero es que esos bebés sobrevivan.

—¿Ella se enamoró de mí? —algo me punza el estómago, apretándome el vientre—. ¿Cómo pudo?

Trato de sostenerme.

—Y, tú de ella —suelta el bufón—. Y ten —me arroja una pila de álbumes—, ella los ama, y en particular este.

Señala uno rojo envuelto con tiras negras, y acaricio el nombre con letras 3D color negro. «Bajo la misma corteza»

—Es un diario desde que sucedió todo hasta que se casaron, lo conseguí gracias a tu guardia y si sabe que me dió una copia lo matará —suspira no muy preocupado—. Si eso no te hace recobrar los recuerdos, entonces nada lo hará, porque si no lo haces, no tendrás la opción de salvarlos.

—¿Opción? —abro el diario encontrando una fotografía mía en España. «¿Es él?», dice el título.

No recuerdo esto. No mucho, quizá una neblina.

—Elegir entre su vida y la de tu legado —las palabras de Klaus hacen que la piel me arda.

El corazón me retumba y tiemblo cuando sigo las fotografías hasta la mitad. «¿Una boda de sangre?»

—Primero me muero yo antes que perderla a ella y mis hijos.

El bufón suspira.

—Eso ya pasó, y si te soy sincero, no creí que le doliera así, pero si ella vive y sus hijos no...

—¡No digas mierdas estúpidas!

—La poseyó algo, se le metió un simbionte u algo diabólico, porque nadie sale de su casa por el miedo de estar entre ella y una guerra.

Me tiemblan las manos llevándolas a mi cara, soltando el álbum.

—¡Es la verdad! —grita y las imágenes atormentan al mismo tiempo en que retumban en mi pecho—. ¿Qué crees que pasaría cuando una presa y su cazador se enamoran? ¿¡Felices por siempre!?

—¡Basta! —grita Klaus.

Regreso al álbum, pasando las fotografías, y algo se me atraviesa en la garganta cuando veo fotografías de ella y yo en una playa en la penumbra.

—¡Entiende que si no recuerdas morirá! —grita—. ¡Ha muerto dos veces, Tayler! La tercera...

No dejo que termine, me lanzo a él lidiando con los recuerdos y el dolor de cabeza. Todo me atropella cuando intento golpearlo de nuevo y vuelve a gritarme. Fragmentos de su rostro, labios, ojos, dedos, sonrisa, y suspiros al dormir, gemidos y la vista de ella en mi parte inferior de rodillas, mirándome...

—Eres tú el que la abandonó con sus hijos y decidió morir enmedio de la guerra —cubro mis oídos cuando el mareo me toma, el piso se mueve así como mis rodillas duelen—. ¡Ponte los pantalones y se el cazador por una vez con ella! ¡Ve por ella, joder!

—¡Cállate! —sus ojos me desgarran. El mercurio me hunde, sus jadeos contra mi boca y las manos que deslizan por mi cabello—. ¡No, esto es enfermo! No, no. No quiero.

—¡Recuerda la primera vez! —grita el bufón—. En la mansión... ella entregándose.

Niego, y duele; los recuerdos me atrofian, tiro lo que diviso, muevo una camilla que tiene algo, tratando de apartarme pero empujo el cuerpo que grita y yo estoy ahogándome con jadeos.

—¡Se entregó aún sabiendo la bestia que eras! —no veo, no respiro, me asfixio—. ¡Recuerda quién eres! ¡Recuerda quién te ha llevado al límite! ¿Adónde están tus hijos, Aragon?

—¡No, no! —algo me empuja.

«—Son tres...»

Todo el mundo se detiene. Y, es entonces donde dejo de moverme, mis brazos caen al lado lateral de mi cuerpo, su sonrisa me ilumina, su mano me toma, y la aprieto con fuerza.

Su cintura en mis manos, labios en los míos y ojos traviesos a través del velo blanco. Las cenas en la penumbra, un baile en la cacería.

Sus carcajadas, entusiasmo, ella cazándome y retándome. El juego perverso del gato y el ratón donde el ratón no huye ni se esconde... me espera, sonríe para mí y sólo por mí.

No me odia ni me aparta, un juego crudo de amor y odio donde jugamos quién soporta más, quién puede resistirse a estar sin el otro, jugando con otras personas, haciendo el amor con un odio delicioso, comprobando que no es una enfermedad mental y que jodidamente el Estocolmo no es tan grande. O es otra peor, una que inventamos a base de esta locura.

«—Y si me olvidas»

—Vuelvo al inicio de la historia...

—Por ti —termina de decir el bufón.

Mi mujer... mi pequeña encantadora y mocosa desquiciada con demencia acaba de hacer una guerra por mí.

Repaso el anillo de mi dedo y no puedo evitar carcajearme y pasar las manos por mi cara.

—Ya lo perdimos —habla el bufón—. Ahora los dos están locos. Bien. Misión fallida.

—¿Una guerra por mi muerte? —suspiro entre carcajadas—. Maldita desquiciada, estoy jodidamente loco por ver su rostro.

—Bueno —Klaus carraspea—. Debido a la psicosis que tiene lo mejor será que te cuides puede soltarte un disparo.

—Oh, jodidamente lo hará —me levanto mirando al bufón que se queda quieto.

—Seguro —dice entre labios.

—¿Qué diablos me ves? —le trueno los dedos—. ¡Un maldito aeronave!

—Hermano, como te extrañé —me abraza y lo aparto—. Todo volvió a la normalidad... sólo falta lo difícil.

—¿Qué?

—Que le expliques que sus hijos están en riesgo de muerte.

—¿Por qué haría una estupidez así? —es que está pero idiota.

¿Para que me clave una daga ahora en el ojo?

—Debe saber la verdad, aparte puede que no sobrevivan.

—Lo harán —digo.

Ella lo hará.

—¿Adónde está el químico que dejé?

El bufón lo mira.

—Yo... —Klaus balbucea—. Lo apliqué en ti. Fue cuando tratamos de despertarte, estabas muriendo así que te inducí el coma debido a que tu cuerpo comenzó a entrar en shock y entonces si te íbamos a perder, no sabíamos si ibas a vivir realmente.

Frunzo el ceño.

—¿Cómo diablos me despertaron sin matarme? —espeto con fuerza.

El bufón se rasca la nuca, Klaus carraspea y me desespero, creo que me va a explotar la cabeza.

—Una vez me lo comentaste —explica el bufón, pero aún no sé de qué habla, siempre preveo cosas pero renacer no me está sentando bien—. Hablaste sobre la cura, y su sangre... una teoría contigo nunca es teoría, siempre es un hecho.

Y, entonces comprendo.

—Estudiamos por meses tus fórmulas, drogas, teorías, y un día encontré una cápsula en el laboratorio de pruebas —deja la cápsula de líquido azul, la fórmula que creé con fines no comerciales—. Decía: prueba 1001, virus E, la estudiamos con Klaus.

Desvío la mirada, me siento desnudo con estos metiches.

Yo he estudiado todo de Lovely, cualquier cosa, quiere decir que no hay cosa que no conozca de su cuerpo, incluso internamente. Bueno. Eso es obvio, va a darme tres hijos.

—Creaste un virus para matar a otro —concluye Klaus, sorprendido—. Con la sangre de tu mujer. ¿Cómo?

No sé qué les asombra, he creado las bombas químicas más potentes del mundo. Y sólo yo puedo revertir el daño ecológico. Tengo el poder en mi mente, pero decir que mi vida podría ser salvada u otra sobre la de mi mujer no es algo que jamás vaya a pronunciar en voz alta.

—Siempre que ella viva habrá la manera de salvarla, siempre —aclaro—. Siempre tendré algo para salvarla, siempre. Cualquier virus que entre en su cuerpo será eliminado, pero eso no significa que lo haga con mis hijos, son míos y de ella, el ADN es distinto, y también podría ser mortal, podría ayudarla pero debilitarlos así que debo buscar la manera de fortalecerlos.

El bufón sonríe, palmea el hombro de Klaus.

—Bueno —eleva el mentón—. Resolví tu cuaderno de rayones ilegibles, así que eso es un logro para nosotros.

—Si no encuentran esa cápsula seguro me metan —espeto apartándolos para vestirme ya que tengo algo parecido a un tapa rabos que me hace arrugar la nariz por la manera incómoda en que mi pene cuelga.

—Cosas del oficio —concluye el bufón.

Me palpita la sien haciendo que cada terminación nerviosa me atrofie. No puedo desaparecer y al parecer tampoco morir tranquilo porque son inútiles.

—¡Necesito las sustancias en el aero! —espeto.

—Ya extrañaba que me mandaran, hace mucho me aburrió dar ordenes.

Lo ignoro mientras pienso en cómo se lo diré, y cómo haré para que lo olvide.

Diviso al hombre en la camilla de al lado. «Cedric Baker»

El hombre que estaba a cargo de la mocosa en Castle, yo le pagaba para que la protegiera si veía algo mal, un día desapareció. No tengo idea la razón pero ahora tengo muchas preguntas. La primera es. «¿Qué diablos hace Felix con mi mujer en medio de la nada?»

Y, segunda.

—¿Adónde está la pantera? —le pregunto a Klaus que arregla las sustancias.

—Con ella.

—Perfecto.

No es que no recuerde bien las coordenadas pero mi mente está inundada. Preparo todo mientras subo al aeronave, me miro al espejo frente a la habitación del aéreo y frunzo el ceño al ver mi barba, me dirijo al baño, hago trabajo con mi aspecto, quito todo, repaso el tatuaje que tengo en el pecho mientras escucho gritos del bufón sobre un resumen que debo ver. 

Me pongo un traje negro a la medida, peino mi cabello después de cortarlo un poco y me escaneo acomodando el reloj después de aplicar loción. «Una guerra por mí», está loca.

Salgo encontrándome con Klaus que dobla ropa de bebé.

«—Jodidamente no abras esas bolsas sin mí»

Espero que no lo haya hecho o le irá muy mal. No puedo esperar.

—Dios —elevo la vista al bufón que me escanea—. Si fuese mujer también armaría una guerra por quitarme semejante semental.

Ruedo los ojos.

—No tienes que ser mujer para darte cuenta al parecer.

Entrecierra los ojos confundido y antes de que abra la boca le doy al bufón el artefacto para que vea la ubicación. Resopla, y se mete a la cabina mientras oprimo el botón que le da paso en automático a la mesa que sale de la pared de la nave para el químico que debo crear.

El bufón deja el televisor encendido con le resumen de lo que ha hecho mi hermosa encantadora. Las masacres del bajo mundo, ella luchando y derrumbado silenciosamente bases secretas de la jerarquía, declarando la guerra a todo aquel que se atreva a seguirla. Gritos, guerra, explosiones, ella... ¿Los Rangers la ayudaron?

Sonrío no sé porque, pero de pronto una secuencia cambia, una donde le apuntan con láseres, se corta, hay una serie de secuencias sobre ella amenazando en una mesa a alguien que mi mente quiere reconocer. Ella no parece feliz, se ve destruida y me enderezo... pero desparece la secuencia después de formar lo que es un expediente de ella en pantalla. Ella atada con una máscara en la boca, cadena en cuello, y la mirada perdida hacia algo frente a ella, por alguna razón me hace frenar lo que hago al ver que estuvieron haciéndole daño. Aparecen en la imagen distintos crímenes, distintos países a los que atacó, incluyendo la torre Eiffel.

La quieren muerta, pero lo que ha hecho es sólo un probada del poder que cuelga sobre sus manos; todo mi imperio, tiene el poder de arrodillar multitudes con sólo un botón, y el aura que ha desencadenado con terror me agita el pecho, así como la entrepierna. Estoy tan orgulloso, porque yo no podría hacerlo mejor.

Es música para mis oídos mientras no descanso en todo el viaje, para ser precisos, unos 1900 km.

Le ordeno al bufón que aterrice a los inicios de la propiedad para avisarle a Félix por el interruptor de seguridad con clave morse. La tormenta se acerca pero a decir verdad me espera una peor.

«La furia de mi esposa», saboreo las palabras al aterrizar y debo esperar un poco. Este líquido debe ir directo al saco para que los bebés resistan, pero es ella o ellos... y yo... yo no sé qué haré sin ella.

Mentiría si digo que no es egoísta, que es lo que más he deseado, una familia, pero ella es mi maldita familia, porque aunque los recuerdos son fotografías, yo no me imagino que alguien me ame como lo hace la mujer a la cuál de desgracié la existencia, y si se enamoró de la oscuridad en mí, entonces no hay vuelta atrás.

Porque no la voy a dejar morir, así me vuelva a odiar la voy a atar al sótano y le mostraré lo que les pasa a todos los que traten de lastimarla. Mis venganzas no son piadosas; quitarles la vida a esos "inocentes" fue misericordioso para lo que yo haría. Condenándolos a una vida eterna de sufrimiento, lo he hecho y jamás me he arrepentido de lo que he hecho por ella.

—¿Listo? —me habla Klaus cuando aterrizamos, escaneo su rostro tenso—. Todo saldrá bien, hijo.

—Sí, porque no sé que haré si no es así.

He pasado el viaje entero con químicos, y ni siquiera lo sentí. Avanzo a la salida y salto de las escaleras topándome el bufón que trata de tomar señal.

—No lo vas a conseguir, sólo la propiedad cuenta con ese acceso —le aviso—. Si llegan aquí, caerán en un trampa.

Saco lo que necesito de mi pantalón, le aviso a Félix. El interruptor vibra, y veo la pantalla del dispositivo.

—¿Qué se sentirá viajar en avión con más personas? —inquiere el bufón.

Frunzo el ceño ante la pregunta.

—¿Yo que voy a saber? —ignoro sus estupideces—. No soy pobre.

—Sí, probablemente, hasta cuando huí de mi familia le pagaba am aerolínea para viajar solo. Tambien los amenazaba un poco pero nada importante.

—Si, bueno. Son problemas que jamás tendré cómo convivir con esos vagabundos —me concentro en el aparato para ver cuando se abra—. Eso déjalo para los soldaditos que cargas como socios.

—Él es rico y de familia prestigiosa en la militar —se indigna. Ruedo los ojos.

Se me olvidaba que ahora comparten mujer. No despego los ojos de dispositivo.

—Los millonarios son vagabundos para mí —simplifico—. Todos trabajan para mí, el jefe del jefe trabaja para mí. El Rey lo hace, y ahora lo hacen para mi mujer.

—Me gusta trabajar para los demás porque me aburre estar tranquilo sin necesidad de ARMAR UNA GUERRA, debido a que yo tengo lo que quiero.

El sistema abrirá fuego si no me identifico, pero este parásito no abre.

—Sí, por eso tienes a tu hermana mujer pariéndole a otro —trata de abrir la boca pero Klaus lo regaña.

Enciendo el audio.

—Te abriré la cabeza si no abres para que me expliques porqué diablos estás solo con mi mujer.

El bufón escanea el rayo láser y trata de tocarlo pero Klaus le golpea la cabeza.

—¡Niño! —lo regaña griego.

Toma un tronco del pasto y lo pasa rápido viendo cómo se parte por la mitad.

—¿Qué mierda? —espeta Klaus, retrocediendo—. ¿Qué tecnología es?

El bufón me mira mal, girándose lentamente sobre sus talones con las manos en la cintura.

—Me la metiste, y bien profundo, todo este tiempo... —me reclama, y lo ignoro, es un vulgar. El sensor se desactiva y paso—. ¿Cuándo fue que me robaste?

—Mientras te follabas a tu hermana —le cuento—. Fue fácil, sólo copié todo y lo envié a mi sistema.

—¿Sabes lo que me costó construir eso?

—No.

—¿Dormiste con Elleonor? —jadea Klaus.

—Fornicaron —lo corrijo—. Y, tuvieron un hijo.

—¿Qué diablos, niño? —le zapea—. Podrían matarte y también al bebé. Ustedes dos siempre hacen estupideces.

—Eso no es verdad —habla arreglando su traje de Rey—, y no quiero hablar de mis asuntos íntimos de fornicacion.

—Ajá.

—Al menos yo la embarace y no tenía que mentir teniendo otra mujer para que la mafia no me atacara.

—Al menos —sonrío—. Yo me casé con ella.

Abre la boca indignado mientras sigo mi camino, persiguiéndome ofendido.

—Es un golpe bajo, pero aceptable, aunque yo no morí, así que estamos a mano.

Ruedo los ojos y avanzo. Hay hombres en todos lados, y cuando me miran se lanzan de los árboles. Me escanean de arriba abajo, yo no me molesto más que en seguir caminando porque aún falta para llegar al tormento que me encanta soportar.

El lugar verdoso es amplio, y al menos el clima no está tan caluroso, de hecho creo que pronto habrá una tormenta.

—Tengo miedo y ni siquiera soy yo el que se enfrentará a ella —finge escalofríos el bufón—. Hola —saluda a un soldado.

Félix viendo corriendo y jadea. Me mira desde lejos pero lavanto la mano para que se detenga. Se tambalea y parece que vió a un muerto.

—Mi señor —dice con voz quebrada—. Está vivo. La señorita Love estará muy feliz... yo.

—¿Adónde está? —ignoro su drama porque no olvido que está aquí solo con mi mujer, necesito energía para soportar más.

—¿Hay café? —pregunta el bufón, y quiero arrancarle los ojos pero Félix le asiente.

—Al frente —me dice—. Tenga cuidado, ha estado algo sensible, y desenfocada de la realidad, a veces no sabe si está en un sueño o aquí.

Mi maldita mujer me va a matar y estoy preparado. Porque jodidamente nunca estuve listo para dejarla, y ha estado casi toda una vida sin mí, no me le voy a despegar ni para ir al maldito baño.

Siempre estuvimos juntos, desde que cumplió 16 años estuvo persiguiéndome, me acosaba y dejaba que chicos la besaran, maté a cada uno de ellos. Todo el que le hablaba mal pagó una condena peor que la muerte y ella no lo sabe.

Pero todo eso se desató cuando cumplió 15, queriendo huir y supo que si alguien le hacía daño yo iría por ella, ese día comenzó un secreto, algo sucio y oscuro que ninguno quería aceptar.

Todo aquel que cometió una sucia acción hacia ella sufrió en carne propia lo que yo sentí cuando la vi caer por el acantilado.

Y sí, es enfermo, pero primero muerto a dejarla, y ni así, porque regresé del infierno y esta vez será para encadenarla a un sótano donde sólo la veré, donde respira mi aire y sólo se despertara para subirse sobre mí. Ésta vez mis enemigos rogarán no haberse metido con lo mío, porque nunca he sido una buena persona, mientras ellos creían que me derrotaban le podía las armas a mientras mujer para demostrarle que no sirve de nada ser el bueno cuando se sufre y es mejor ser el villano que ellos convirtieron.

Lovely no me conoce cómo debería, pero lo hará y estoy seguro que lo amará.

Veo a la pantera con sigilo cuando me acerco a la parte de enfrente y oprimo el botón de su collar para indicarle que se calme cuando me caza.

Pero lo que me hace contener la respiración es la mujer de cabello ardiente que acaricia su estómago. Su vestido carmesí es pequeño pero deja que le vea las tetas enormes que se carga. Eleva la vista y acaricia sus labios antes de mirar lo que le hice.

Esto fue lo único que pedí, y aún siendo una porquería lo tengo. De mi cuenta corre que no me lo quitarán. Esta vez no será así.

La punzada de electricidad me consume cuando debo detenerme para apreciarla desde lejos, se ve pequeña, un volcán regordete y ardiente.

Nunca he sentido la necesidad de arrodillarme pero... «Joder»

Se ve extraordinaria cargando a nuestros hijos. Acaricia el anillo, suspira haciendo que la piel se me erice y arda bajo el traje. Es como si jamás la hubiese dejado de ver. Sigue jodidamente hermosa; el cabello rebelde es acariciado por el viento, dejándome ver la hermosura angelical que porta, haciendo una película de secuencias donde la veo nuevamente siendo mía, rectificando los momentos donde sentí que me iba a morir.

El día de la cacería, en nuestra boda de sangre, nuestra primer noche juntos y en la isla, cuando la fogata la ilumina al ver cómo le habían hecho una estatua. Convirtiendo en una verdadera religión, y sé que sigue desquiciada porque puedo ver como saca el arma que siempre carga en la pierna.

—¿Me extrañaste, mocosa?

La sonrisa se me ensancha, acompañada de una electricidad por todo el cuerpo cuando la maniaca con la que me casé y me dará tres hijos brinca sobre la mesa y me apunta con un arma...

«Joder, me encanta»

Nota:

I LOVE U. I LOVE U. I LOVE U. I LOVE U.
🥀🗡️

(Esto que ven aquí es una pintura de Tayler a Lovely)



Encantadora

Lovely es magnética, es el símbolo de la belleza irreal, y fuerza que desprende con sólo estar existiendo. Ha habido muchos que se doblegan ante ella cuando la conocen, es una deidad, una religión pero yo... yo caí sin ningún previo aviso desde el instante en que la vi por primera vez, la pureza y esperanza, envolviéndonos bajo la misma corteza; el fuego y dolor se convirtieron en Obsesión, envolviéndome en el Delirio de su voz, y la Negación de sus actos, creyendo que era más sano llamarlo Estocolmo.

Y, no por lo que es: 4 palabras, y Love.

O
D
N
E

El sentimiento de amar el pecado y aún así sentir que está mal, pero por ello seguir haciéndolo.

"Porque donde tú es es adónde yo pertenezco, mi corazón es eterna y devotamente tuyo, para siempre."

-Tayler Aragon.




La palabra ODNE no tiene significado, lo invente yo en el transcurso. Pero para mí eso significa.



Holi. ¿Qué les ha parecido?

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