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Capítulo 65



Viuda negra.
🕷️

Sin colores.

El frío cala mis huesos, la nieve tiene al menos cinco centímetros pero la rabia y el dolor me entumen, sólo dejo ir el vaho de la boca cuando mi mente en blanco capta que la camioneta se detiene. Todo el lugar es tan vacío, es tan oscuro, no hay color en ningún lugar hasta mi cabello se ve oscuro ante mis ojos.

—Es aquí, señorita —dice Félix, atrayéndome a la realidad.

Frunzo el ceño, y bajo con niebla cuando veo un auto azul oscuro, brillante que reconozco. Me escanea el hombre de ojos zafiro, niega cuando me ve divisar la casa detrás de él.

—No lo hagas.

—Oh, lo haré —trato de caminar y saca se pistola de dardos.

Mis hombres se alertan pero subo la mano para que no lo maten.

—Esto se puede evitar —trata de negociar.

No lo entiendo porque no me importa nada de lo que vaya a decir.

—Apártate de mi camino —suspiro pero sé que sufre al verme así, llena de sangre, y destruida.

—Lovely —camina hacia mí y hago ademán a soltar a niebla así que frena—. ¿Cuándo fue la última vez que dormiste o comiste? Mira cómo estás, deja la guerra. Te lo pido. Necesitas ser fuerte por ellos.

—¿¡Fuerte!? —casi siento el veneno en mi lengua—. ¿Tienes idea de lo fuerte que he sido? —me tiemblan las manos por llevarme al suelo—. ¡Quiero llorar y gritar! Pero no puedo, por mis hijos. ¡Quiero correr, beber hasta el coma, y sufrir cómo debería por su muerte! Pero no puedo por... mis hijos. Cada vez que... trato de llorar me recuerdo que no puedo. ¡Por mis hijos! ¡Así que no me digas que sea fuerte, Elton! No tienes idea de lo que me cuesta respirar en un mundo donde no está, y sólo debo pensar en... ¿mis hijos? Lo hago, pero sigue siendo jodidamente duro despertar sin él a mi lado. ¿Aún tienes a Ellie? —asiente levantando las manos en forma de paz—. Aprovéchalo, cállate a la mierda y quítate de mi camino porque no voy a pedirlo amablemente de nuevo.

—Piensa en esto...

—¿Qué? —camino dos pasos a él—. ¿Qué no me lleve a esa maldita niña para matarlo? ¡Lo haré joder! No me puedes decir que no.

—Es sólo una niña —trata de hablar—. Tiene casi la edad que tenías tú.

—¿Eso la hace inocente? —niego divertida.

—No la puedes matar —sigue con lo mismo—. Es inocente. ¿Qué diablos haces? Pasando de territorio enemigo a territorio enemigo, matando y aterrorizado las calles para venir por una niña inocente, ¿qué crees que conseguirás? No lo vas a revivir...

—Apártate —camino hacia él, tratando de controlarme— de mi camino..., Elton.

—Sé que te duele...

Las lágrimas me revientan del pecho y acorto espacio hasta quedan unos seis metros.

—¡No lo sabes! —le grito con las manos temblorosas—. ¡Perdí al hombre que amo por sus estupideces! Eras mi amigo, si me hubieras dicho lo que planeaba estaría aquí, porque yo no lo habría dejado.

—¡Entiende que lo hizo por protegerlos! —el rugido de su voz sólo sirve para encenderme y más porque habla en griego así que respondo de la misma manera.

—¿Y adónde lo llevó eso? Respóndeme, Ryan —se me quiebra la voz con las lágrimas que limpian mi cara llena de sangre—. ¡Está muerto! ¡Muerto y debo lidiar con eso, y el hecho de que lo amo más que nunca! Y que jamás lo volveré a ver. Que voy a criar a mis hijos sola, y jamás podré irme lejos con él porque ya no está. —limpio mis lágrimas con rabia—. Y voy a matar a quién se me atraviese sin importar qué tan inocente, pequeño, indefenso o insignificante sea, porque él era lo único que yo tenía y nadie me podía quitar, pero... ahora, tampoco tengo eso.

—Los tienes a ellos —señala mi vientre con la barbilla en alto—. ¡No puedes arriesgarte, maldita sea! ¿Qué diablos harás después de tenerla?

—Le diré que venga por ella.

—¡Él no la quiere! —responde en inglés.

—Oh, pero lo hace —acorto espacio, tratando de que vea que tengo razón—. Han sido años, y jamás la ha tocado o destruido como lo hizo conmigo. Le importa y yo le quitaré eso.

—¿No te basta con saber que tienes el poder? —dice agitado—. Que en algún punto de tu vida estarás con ellos, y serás feliz viéndolos crecer. ¡Que no tendrás que huir, no correrán peligro, que su maldita muerte te dió lo que tanto deseabas!

Es como si el aire hubiese dejado de fluir y sólo existiera la rabia que me consume al apretar la mandíbula.

—No.

—Tendrás que pasar sobre mí, y eso te pondría en una guerra conmigo.

Le sonrío, y eleva el mentón. Es un rey y Elton tiene el poder de derrotarme, pero no lo hará.

—Bien —la rabia me corrompe mientras trato de no matarlo ya que el arma de mi cintura está ansiosa—. Si eso quieres.

Antes de que pueda hacer algo con la pistola de dardos le suelto el disparo que lo deja en el suelo. Su guardia sale, y me mira preparando su arma.

—Sólo son un par de volteos, Coddy —me paro a su lado y lo miro retorciéndose—. Es un Ranger X. Sobrevivirá. ¿No es así, Majestad?

La rabia del Rey se acaba de desatar y aunque quiero decir que no sé si me puede encerrar. Por ello les ordeno a mis hombres con la mirada que rompan la puerta de la vivienda y el grito femenino me complace.

Escaneo el lugar hogareño y huelo a medicinas. Escaneo con rapidez en lo que los hombres verifican que sea seguro.

A lo lejos en la esquina veo a una chica teñida de rubio con ojos perdidos a todos lados. Tiene un cuchillo en la mano y camino hacia ella al lado de niebla.

—Deja eso o te vas a lastimar —le aconsejo.

—¿Qué haces aquí maldita perra? —me amenaza con el cuchillo.

Trata de apuñalarme pero se lo quito empujándola contra la pared antes de matarla, los trastes de la cocina caen al suelo, pelea pero a mí no me va a ganar nadie.

—Vengo a secuestrarte —le sonrío, jalo su cabello para que me mire contra la pared—. ¿No es lo mismo que dejaste que me hicieran?

—¡Jodete! —me grita, la azoto sacándole un chillido—. Él va a encontrarme.

—Cuento con ello —ruedo los ojos.

«Cuento con ello», el corazón se me aplasta, y debo respirar más de una vez para no llorar.

—¡Señorita! —me habla Felix y ordeno con la mano que se la lleven después de tirarla al suelo porque la quiero matar—. Debe ver esto.

Me dirijo al pasillo y freno en la puerta donde está parado.

—¿Qué? —le quito la pelusa del uniforme.

Señala con la cabeza hacia adentro.

El pecho me retumba, y debo sostenerme de Félix cuando las piernas comienzan a temblarme al igual que las manos.

Las imágenes de mi sonriendo, entrenando, de él esperándome en cada visita, de él diciéndome que sería fuerte y abrazándome cuando me convertí en subteniente giran en mi cabeza al mismo tiempo en que comienza a temblar atado en una cama.

—¿Cedric?

Camino hacia él, y tomo su mano. Algo brilla en mi interior pero lo entierro.

—¡Deja a mi hermano! —grita esa niña, y Cedric se desespera apretándome.

«¿Y si está con él por protegerlo?»

—Te preguntaré y responderás con dos parpadeos, , y con uno el no. ¿Entiendes? —lo miro, y las lágrimas le recorren la sien.

Parpadea dos veces haciéndome suspirar.

—¿Te secuestró? —pregunto y parpadea dos veces—. ¿Tu hermana está obligada? —parpadea dos veces—. ¿Está... está con él?

Comienza a temblar y parpadea una vez.

—¿Por qué la tiene aquí? —trato de hablar pero no hay tiempo.

—Debemos irnos, señorita —Félix me toma el brazo—. El enemigo viene, y estamos en su territorio.

—No lo puedo dejar —le digo, y lo empujo para dirigirme a Cedric de nuevo—. ¿Puedes respirar sin esto?

Parpadea tres veces.

—¿Muy poco? —parpadea dos veces. Extiendo la mano a Félix—. Dame el suero antigas.

Me lo pasa y me percato de que sus sábanas están llenas de semen...

—¿Qué es esto? —pregunto al ver el líquido viscoso.

Comienza a temblar y su corazón late con fuerza en el monitor.

—¿Quién lo hizo? —acaricio su rostro, cierra los ojos a mi tacto—. ¿Fue hoy? ¿Él estuvo aquí? —parpadea una vez.

Giro la mirada, y veo una inyección. Es la misma droga.

—¿Ella...? —dejo la pregunta al aire porque sus llantos lo ahogan debido al tubo, y entierro la inyección en el pecho tragándome las lágrimas.

Un respiro de su boca hace que quite los cables, así como el tubo que lo mantenía así. Félix me ayuda y otros soldados entran a ayudarlo.

—Dile a Klaus que se encargue de él —le ordeno a Félix—. Si soluciona algo puede ayudarnos. No quiero que esté en movimiento conmigo, aún hay cosas que hacer.

—Claro, señorita.

Y, con eso mismo me largo a la salida donde exploto la casa con el detonador al salir con niebla, la brisa fría y nevada de Chicago me recibe. Elton está allí, y no parpadea viendo la explosión a mi espalda, se enfoca en mí y lo que he hecho.

Apenas escucho por la explosión de contracción. Quiere decir que sólo destroza lo de adentro y no se expande, eso usaba el Coronel en mi exilio pero la mía tiene llamas, quería hacerlo un poco más dramático.

—Te daré exactamente veinticuatro horas para que salgas —suelta aún con los espasmos de su cuerpo—. Lo hago por ustedes, pero si te atrapa la ley no podré hacer nada. Piensa bien si quieres que nazcan en la cárcel.

—¿Eso debería asustarme?

—¡Debería aterrarte la idea de que te arrabate la ley a tus hijos! —espeta cómo el rey que es y lo escaneo con coquetería—. Cuando sepan de quién son los querrán y entonces lo harás.

La sonrisa se me borra y paso de largo viendo los ojos cristalinos de mi amigo. Ambos estamos muy interesados en el orgullo pero sí en algo tiene razón es que mis hijos no serán de la ley. Jamás, y de eso me voy a encargar.

—Vuelve a tu castillo, Rey, no me gustaría quitarte la corona también.

Le doy la espalda.

—Te quiero, y aún eres mi amiga —dice en un suspiro, provocando que apriete la correa de niebla sin detenerme—. Recuerda que la venganza siempre destruye al vengador.

Cierro los ojos y aguanto el sollozo subiéndome a la camioneta que sale de la zona haciendo que me rompa en mil pedazos. Encerrada nadie ve cuando me rompo, sólo Félix pero él ya lo sabe él sabe cuánto me ha costado mantenerme de pie. Una vez en el aeronave envío un mensaje a Matthew...

El teléfono suena, y tomo la llamada, acomodándome en el sofá.

—¿Qué sucede? —parece agitado—. ¿Adónde estas?

—Dile a Bett que inicie la televisión aristócrata y jerarca en la transmisión que te enviaré —no contesto sus preguntas—. Gracias, Matthew Reid. Probablemente en otra vida.

—Yo...

—Por favor.

—Claro, enseguida estarás al aire.

Las manos me sudan con dedos temblorosos al abrir la laptop. Niebla se me acerca y la luz roja parpadea.

—Buenas tardes —hablo a la cámara sin flaquear—. Quizá algunos ya me conocen pero para los que no. Soy Lovely Walker, y líder de la pirámide del poder. He sido presa, moneda de cambio y víctima de los que juraron protegerme, he sido arrastrada por la escoria que maneja el sistema gobernamental en todo el mundo. —tomo un respiro—. No estoy pidiendo tregua, sólo advierto que los acuerdos entre mafias y la jerarquía quedarán cancelados si están en mi pirámide, de no ser así, me encargaré que lo sea. No soy una villana, pero me volveré una de lo contrario. Para todos ustedes que tengan miedo de decir no a la jerarquía, estaré yo, que muchas veces fui utilizada por el gobierno para su fin, convirtiendo en la mala o víctima, haciéndose pasar por los buenos. Incluyendo uno de los ministros de los continentes. Agust Salvatore, que no sólo se aprovechó de mí para enviarme en una misión suicida y cuando no le serví me despejó, le debía a la mafia enemiga y rescaté a su hija. Secuestraron a miembros inocentes y fui yo la que los afrontó.

Félix camina hacia atrás de mí, sólo se ve pecho y caderas, cuando pone a las manos debajo de su vientre, sujetando una con la otra en puño.

—Si tratan de cubrir o proteger al Imitador van a arder junto con él —declaro con firmeza antes de tomar aire—. Y, no busquen más, que esa criminal que aterrorizaba a sus bandos criminales, matando a integrantes de mafias o socios de la jerarquía no fue ningún líder, clan o gobierno. Fui yo. —la rabia me cala la piel recordándolo lleno de sangre y a mí gritando—. Porque me veían en la fosa, y no me ayudaron, pese a ser socios del líder dejaron que me hundiera, y ahora podrán decir que realmente los mató la viuda negra. Porque soy yo la que aterrorizaré sus noches, no es el cazador, no el vikingo o la rebelión. Seré yo; la viuda negra, y declaro la guerra del poder por la jerarquía a Franck Graham, bastardo hijo de perra. Estoy esperando por ti. Esos acuerdos que me atan a ese mundo, los voy a quemar con la sangre de tu familia.

Sonrío, y me calmo.

—Si no quieren que la información que los perjudicara salga a la superficie les sugiero que firmen un contrato que les llegará al menos en veinticuatro horas —explico—. Ustedes serán mis peones, siempre ha sido así, pero ahora lo tomaré en serio. Si este papel no está firmado por la aristocracia y la jerarquía, no voy a detener la guerra y publicaré cada sucio trato que hayan hecho. Se sus códigos, tácticas, satelitales, se todo. Ustedes me hicieron, deberían pensar en sí tenerme miedo o no.  —muestro un pendrive que es una caja encriptada roja—. Piénsenlo con la almohada, pero no mucho. Tic-tac. La corrupción los alcanzará.

Apago la transmisión, y cubro mi rostro cuando el sollozo me atrapa. Al recordar que esto era lo que quería, y maldita sea la vida que me quitó lo único que me hacía sentir viva.

Caigo al suelo y el llanto no para, no deja de doler haberlo perdido. Es que ni toda la sangre que hay mi piel compensa el dolor que me atropella dejándome sin aire.

Pateo el suelo como una idiota. «Sólo tengo 22», sigo llorando. Recordando que no podré pasar la navidad con él y no abriremos esas bolsas.

Los recuerdos me atropellan sin dejarme descansar.

—Llévame a Londres —le ordeno a Félix mientras sigo tirada y niebla trata de consolarme.

—Es zona de guerra —me advierte, y lo acribillo con la mirada.

—Yo soy la guerra, Félix —me recargo en el sofá con niebla—. Pon el aeronave en modo sigilo y prepara las armas.

—Como usted ordene.

Llegar a Londres no es difícil, lo difícil es no llorar. Mientras me doy un baño y me mentalizo para lo que vendrá, me hago a la idea de lo que será mirarlo a los ojos.

Acomodo mis armas y amarro mi cabello en una cola alta mientras acaricio el collar que tenía. Tayler...

—No —me freno.

Una vez aterrizamos Félix se encarga de mi seguridad así como el escuadrón táctico que siempre conmigo. El aeronave está en una zona que aún le pertenece... aún me pertenece.

Diviso el edificio al salir donde soy recibida con el frío húmedo que caracteriza London, pero yo, yo no puedo sentir, y suspiro indicándole con la mano a Félix que tenga listo el lanza cohetes así como la cabina es abierta para darle paso al auto que cargamos en la parte de atrás.

—¿Está segura de que entrará sola? —interviene mi guardia cuando doy el primer paso.

—Cúbreme la espalda y hazme saber si firmaron el contrato —le digo mientras camino a la entrada con niebla, y acomodo el auricular.

Los silbidos de comunicación con la rebelión me erizan la piel al dejar ir el vaho de mi boca.

El edificio es el que visité antes de que me diera la espalda. Rebelión es un buen hombre, uno que mezcló sus sentimientos pero también le mentí y no lo culpo por ello.

Abro la puerta del edificio abandonado, y al instante cañones de armas me apuntan, los silbidos alertan pero uno más profundo indica que no disparen. Niebla se inquieta pero no tengo nada más que perder, si me matan me llevaré todo.

—Vaya, vaya —niego divertida, pasando entre sus hombres y lo determino a él curándose una herida en el brazo sobre una mesa con otros de sus aliados que se apartan cuando me ven acercarme—. ¿Quieres decirme que haces en mi territorio?

El aspecto de guerra lo tiene y me mira a través de su cabello azabache lleno de sangre, los ojos azules son oscuros, y me causa una satisfacción increíble.

—Es lo mínimo que me debes después de casi costarme mi clan, alianzas y vida —espeta levantándose de la mesa para encararme después se inspeccionar mi cuerpo—. Al final conseguiste lo que querías a base de mí y te largaste.

—Esto siempre lo he tenido, sólo no quería tomarlo así —hago puchero—. Pero te diré algo —suspiro—. Puedes correr por tu vida, unirte a mí o morir con honor.

Acorta espacio y elevo la vista.

—¿Crees que me arrodillaré ante ti después de lo que me hiciste?

—¿Lo harás? —le sonrío, y acaricio su barba.

Se aleja temblando.

—Vete, viuda, y no vuelvas.

—¡No, William! —espeto—. Se van de mi zona o los mato, es eso o únete a mí. —veo a los hombres que me escanean con duda y llenos de sangre así como heridas por la guerra—. Pueden tenerle respeto y yo valoro la lealtad pero lo fueron a mí, así que, sí quieren vivir pueden unirse a mí.

—¡Vienes a robarme a mis hombres después de todo! —me toma de la mandíbula estrellándome contra la pared mohosa y fría del lugar abandonado—. Creo que subestimas mi poder.

Aplico una llave torciéndole la muñeca, la estiro y disloco, sacándole un gruñido, lanza un puñetazo y saco la daga que entierro en su brazo. Matarlo no es lo que quiero pero la rabia me puede, porque todos tienen la culpa y no descanse hasta verlos muertos.

—¡No te confundas, Barrow! —me carcajeo mientras se repone—. Aquí la líder, la dueña y con voz entre los bajos mundos soy yo. Tu muerte será un zumbido para el huracán que provocaré. —acorto espacio mientras respira con dificultad y sus hombres bajan las armas.

Saco la daga y gime de dolor sin despegarme la mirada. Al final él fue quién me enseñó a pelear.

—Aún no eres nada —espeta con ojos cristalinos.

—Lo soy —tomo su mandíbula y deslizo mis dedos por su barba hasta su nuca despues de guardar mi daga—. ¿Para esto querías muerto al cazador? Oh, Will, esos zapatos te quedarán muy grandes.

Jadea, cerrando los ojos para acercar su boca a mí. Es tan miserable pero yo sigo viva y a mí me lo arrebataron.

—Es verdad lo que decían de mí —me aparto, sacándole un suspiro—. Soy la pesadilla de cada uno, pero no era por él, sí no por lo que yo le hacía hacer —sus ojos impactan con los míos—. Ahora yo haré lo misma, y no porque me lo pida, es porque esto él lo planeaba para mí. Tú me querías a tu lado pero él me quería en la cima y eso es lo que tomaré.

—Jamás tendrás algo cómo lo que yo te di —se endereza.

—Debiste follarme —palmeo su mejilla—. Quizá ahora me servirías, pero ya no lo necesito.

—No voy a darte nada —me toma la muñeca, embarrándola de sangre—, pero tienes a los hombres que quieran irse contigo —no puedo ocultar mi sonrisa—, yo no estaré allí. Me verás venir, pero será para cazarte, viuda.

—Jamás lo harías —junto su frente con la mía mientras tiembla y puedo ver las lágrimas arrancar la suciedad y sangre de sus mejillas—. Estoy embarazada —suelto en su idioma con un pequeño susurro.

Me aparta, se echa hacia atrás incrédulo. Los hombros se tiemblan y le extiendo la mano.

¿Saben que es lo peor de enamorarse?

Hacerlo de la mujer del enemigo, y demostrarle cómo llegar a tu corazón. Rebelión no sólo me dió enseñanzas, me dió su corazón y ahora lo veo.

Cae de rodillas al suelo como un niño pequeño y nadie de los que está aquí dice nada porque son su familia, lo conocen, saben lo que perdió, esos secretos que nos unieron son los que llevaron a este hombre a su tumba.

Cuando los acuerdos se firmaron, él pertenecía a la mafia y se negó a hacerlo. Cómo consecuencia mataron a su mujer e hijos ahora yo soy su reflejo.

Sus sollozos me erizan la piel, pongo su mano en mi cadera, me atrae hacia él y coloca su oído en mi vientre como si los pudiera escuchar. Grita aferrándose a mí y veo a los hombres.

Su imagen de respeto está en el suelo, llorando por la mujer de su enemigo. Los saludo con los dedos, hay unos en los pisos de arriba que se ven en el piso sin techo, les guiño el ojo pero esos son más fieles.

—Pobre, Rebelión —acaricio su cabello, regresando mis ojos a él en lo que niebla esta deambulando con su chaleco—. Eres sólo un buen hombre peleando entre malos hombres.

Me suelta y se queda inerte sobre su talones.

—Mala mujer —susurra. Eleva la vista levantándose—. Me iré, y no nos volveremos a ver, no te debo nada y tú a mí tampoco pero no me detendré si se que esto es una trampa. Una mentira...

—Genial —aplaudo, y giro hacia los hombres—. ¿Quién quiere ir a una boda?

Algunos se enderezan y pasan hacia la puerta en señal de que se irán conmigo. Ver el temblor de rebelión al ver la bajeza que hago no me hace más que sonreír.

Camino hacia él y deposito un beso en sus labios que lo hace suspirar, me aferra con fuerza a él. Me zafo para caminar a la salida y me detengo en el umbral cuando los hombres me abren y le dan paso a la fría de la tarde húmeda en Londres.

—Oh, sí —giro a verlos, Rebelión no tiene alma en los ojos, y se ve como yo—. Tienen cinco minutos para salir antes de que vuele esto a pedazos.

Salgo junto con los demás hombres que intercambian conversación en su idioma, no soy buena al 100% pero me consta que sólo se lamentan ver a Rebelión así, saben que estará bien, y muy en el fondo también lo sé. Veo sobre mi hombro y corren, pero no él aún así, se que tiene un plan de escape.

Niebla se pone a mi lado, Félix sube la bazuca a su hombro viéndose como todo hombre de la mafia y mientras nos acercamos a él a una distancia prudente, deja ir el explosivo que sólo ocasiona cómo inercia que los hombres de rebelión me protejan.

Los tímpanos me zumban y veo el edificio caer a pedazos, los quito para apreciar el atardecer en la explosión. Me aparto los escombros del hombro, sonriendo al fuego y ruinas, los hombres me miran en espera de ordenen. Félix los escanea con desdén y me toma amablemente del hombro para ponerse a mi lado.

—¿Listos para un viaje? —sonrío—. Esto debe ser antes de la boda.

Mis guardias no me hablan, sólo me obedecen y así es como llegamos a Japón con el aeronave y nuestras tácticas. No puedo decir que no duele, porque debo pasármela estudiando las armas del dragón en la cama, tratando de comer y aferrándome a que esto es temporal. ¿Lo es? Tiene que serlo.

Se que es una broma, porque él está bien y yo sólo debo avanzar hasta que decida regresar. ¿No? Él jamás se perdería mis momentos de embarazo, no me dejaría sola en medio de la guerra.

Arreglo mi vestido y acaricio mi vientre, unas horas más tarde, me encuentro en un club con el Yakuza que está enfrente de mí con los socios de la mafia escaneándome mientras juegan póker. Está vacío, sólo me estaban esperando.

—¿Algo que decir, rojita? —se acomoda.

Los hombres tienen sus armas en la mesa pero Yukimura lo tiene en el suelo. Descargada.

—Tayler —su nombre me retuerce el corazón—, ha caído, y con ello su gobierno. Y yo estoy aquí, no va a cambiar absolutamente nada, el negocio seguirá igual, a diferencia que la distribución de mujeres va a disminuir al menos hasta que yo haga supervisión. La cacería será en unos meses, y por razones que no les importan yo no participaré, pero lo hará Yukimura.

Los hombres al rededor me escanean bajo la luz roja del club nudista sin nadie más.

—¿La mafia más sangrienta haciéndole caso a la presa de un líder muerto? —habla uno en Japonés.

—Tu dama —lo corrijo en su idioma—. Y qué te quede claro que si vuelves a referirte a mí como presa tus ojos terminarán en las garras de mi pantera.

Niebla bosteza haciendo que el hombre se enderece ya que se le acerca.

—Aquí sólo hay una manera de probar que eres líder —dice el hombre. Llama a un tipo alto que está en la esquina como otros más, con tatuajes hasta los codos—. Espero que sepas correr.

—Se pelear... —antes de terminar la palabra corro para subir sobre la mesa tomando una flecha del Yakuza que está al lado de su silla con la ballesta desarmada y me lanzo sobre el hombre que me recibe poniendo las manos en mis caderas.

Trata de aventarme pero clavo mis zapatillas de dagas en su espalda cuando lo rodeo con las piernas...

Jala mi cabello gritando en lo que el ardor me puede debido a que me arroja contra la mesas y ruedo tratando de no golpearme según cómo Cho dijo. «No pueden saber que estoy embarazada»

Me levanto de un salto y lo veo escupir sangre debido al golpe que le di, sigo sujetando la flecha oculta a mi espalda.

Me rodea y le guiño el ojo mientras los demás carcajean con la música de fondo.

—¿Por qué los más locos son los más guapos? —jadeo entre risas.

Viene hacia mí y me derrapo golpeándole los pies haciendo que su craneo retumbe con el suelo con la música baja. Se escuchan carcajadas pero el tipo me atrapa el pie arrancándome la zapatilla.

—Déjenlo jugar —dice otro de los hombres.

Me levanto lo más rápido que puedo y me toma del brazo jalándole para darme un puñetazo que evito, lo tomo de la mano, la doblo y le hago una de mis llaves que lo aturden debido a que rodeo el tronco de su cuerpo y clavo la flecha en su cuello provocando que me aviente.

Caigo a tropezones cerca del Yakuza, me aparto el cabello de la cara al quitar mi zapatilla y correr hacia el hombre que chorrea sangre, salto entre las mesas hasta llegar a él y la clavo en su ojo al tiempo en que lo rodeo con las piernas, enviándolo al suelo y caigo en una voltereta.

Peleas a mano no puedo ganarle pero sé evadir, y jodidamente no dejaré que me pongan una mano encima.

Giro hacia ellos y hago una reverencia... una que freno cuando alguien me apunta con un arma.

—No —espeta Yukimura, sujetando el cañón con su palma—. Ganó, y lo hizo bien. Es la dama de la mafia y la dueña de la pirámide. Tiene mi lealtad.

—Y la mía —escucho una voz familiar y giro para encontrarme con el Dragón que se acerca a nosotros desde la puerta—. Creí que no sobrevivirías.

Se burla escaneándome cómo siempre y no hablo porque no puedo distraerme, niebla se acerca a mí y la acaricio.

—Me ahorraste el viaje a China —le digo, y asiente—. Derriba la torre Eiffel.

La cara del dragón y la de los hombres en la mesa se contrae.

—¿Por qué? —interviene el Yakuza.

—Es uno de los mayores puntos de comunicación de la jerarquía —le explico—. Es como un satélite pero en la tierra. Elimínenlo. Debido a que ustedes sólo tenían un acuerdo de paz debido a Tayler, y él ya no está. Pueden hacer lo que quieran.

—Joder —susurra uno.

Me doy la mano con el dragón y Yukimura mientras me largo, ignorando a los misóginos que me escanean con ojos calientes que voy a arrancar.

—Mi nombre es Zhi Peng —dice el Dragón, haciéndome girar—. Pero llámame Linn.

—¿Te llamas qué? —el Yakuza se atragante.

—No me importa una mierda tu nombre si no lo que hacen tus armas, y jodidamente quiero que revientes esa torre. —miro al Yakuza—. Daré un tour por el bajo mundo, ya sabes que hacer.

Y, así es como comienza mi viaje al continente africano, donde me encuentro con el líder de la distribución de diamantes. Yo no hablo con los encargados.

Debido a que es el negocio que menos conozco permanezco allí al rededor de un mes, me muestra donde hay, el Congo aún los conservan, los mafiosos saben cubrir sus pertenencias ahora.

Félix se encarga de mi alimentación y la de niebla en lo que Omar me reporta las cosas que suceden en Londres, Chicago, y Rusia.

Veo a la pequeña hermana de Cedric mientras Klaus me habla sobre una sustancia no determinada en el sistema nervioso de Cedric.

—¿A querido hablar? —le pregunto a Tabatha a través de la llamada.

La veo con Klaus por la pantalla, el cuerpo de Cedric está conectado.

—Sólo experimentos —Klaus me regala una sonrisa tensa.

Hay otro pero no lo puedo ver y él lo mueve así que me limito a escuchar lo que me importa.

—Se niega —me dice—. Estuvo cinco años con él, y está enamorada. Sólo dice que va a matarte.

«Estocolmo»

Cierro la computadora para no seguir escuchando. Necesito que hablé algo.

El dragón me habla cuando quiere que encienda el noticiero, sonrío mientras los truenos de balas chocan y explosiones avivan mi visión de reporte a la caída mas grande del mundo. Un evento histórico.

—¡Estamos aquí en el centro del recorrido más importante de Francia! —grita el reportero cubriéndose entre la gente—. ¡Acaba de suceder lo nunca antes visto y es un ataque directo al país mismo que se niega a las amenazas de una de las mafias más grandes del mundo y líder de la pirámide! Los líderes no dicen nada y hasta ahora sólo se sabe que la guerra está declarada al líder de la jerarquía. El rey no ha querido declarar pero estaré... —la torre termina de explorar así como la grabación se corta haciendo que recueste la cabeza en la panza de niebla mientras escucho los gritos.

Felicidades —me dice el dragón a través de la llamada—. Eres considerada una terrorista, genocida, y enemiga pública de al menos medio continente, viuda.

Sonrío, y cuelgo para acariciar mi anillo y a mis bebés. Mañana vuelo a México para abrir la negociación. Hasta ahora sólo tengo el apoyo de dos continentes que es africa y asia. Sin embargo hay clanes que aún no me tienen la confianza sólo saben que me deben respetar y respaldar.

El jefe de la mafia me pide visitar los cabos ya que, está en una reunión con el Capo de Costa Nostra. Y aunque quise negarme era mi única oportunidad.

No tengo idea qué sucedió con Isabelle pero no me interesa esa perra, hice que mataran a todos los italianos que llegaron, unos se pusieron de mi lado, a los demás los soltaron hace unas horas de un helicóptero en el territorio italiano. Muertos.

No tengo miedo porque sinceramente es rotundamente prohibido matar en reuniones de negocios, eso lo aprendí de él...

—¿Todo bien, señorita? —inquiere Félix cuando me veo al espejo.

El vestido me queda perfecto, lo cual me preocupa, tengo dos meses y medio y mis bebés están muy ocultos. Rome dice que es normal y que no debo preocuparme sólo están escondidos y formándose bien.

Klaus me envía unas sustancias extrañas que dice fabricar pero sé que fue él, no digo nada porque si hago como que estoy de vacaciones no recuerdo que ya no está a mi lado.

—Sí, me preguntaba cuando crecerán —lo miro a través del espejo y desvía la mirada.

—Debería no pelear cuerpo a cuerpo —me dice más bien cómo una orden—. Yo lo haré.

—Me verán débil...

—¡No lo hará! —tiembla haciendo que gire para encararlo—. Lo siento... yo... sólo... la quiero mucho, yo.... No quiero que algo malo les pase y creo que el señor estaría furioso, me mataría si sigo dejando que ponga en peligro a sus bebés.

Me acerco a él acunando su rostro.

—¿Qué sucede?

—Martín... —se le quiebra la voz y lo abrazo.

Acaricio su espalda mientras me acuerdo del horrible sentimiento de perder a alguien, pero la diferencia es que Martín sigue vivo, aunque no con él, pero vivo.

Félix y yo nos volvimos cercanos este último mes, pero cada quién sabe su lugar. Yo tengo un nuevo guardia, es el Samurai, regalo del Dragón. Sólo lo uso para reuniones que me traerán problemas.

Pero aquí prefiero a Félix. En los Cabos él es mi mano derecha y aunque la familia de los Lombardi no deja de preguntar por sus hijos yo no tengo la menor idea, el viejo no vino pero sí su otro hijo un idiota con mirada oscura que determino al entrar al restaurante privado con luces tenues que iluminan las mesas y sillas oscuras con humo y conversiones silenciosas.

Mis zapatillas resuenan al igual que las garras de niebla cuando le suelto la correa y se ajila al mexicano con porte luchador.

—La dama de la mafia —me escanea y llego hacia él entregándole mi mano.

Da un beso en el dorso y me presenta a los presentes que aparentemente son sus guardias, la mafia mexicana es leal hasta la muerte y prefieren morir antes que traicionar por ello me interesó venir, demostrando que después de que me l cazador matase a Ricardo podemos estar tranquilos. Pero lo que no me gusta es ello infeliz hermano de Lucían Lombardi.

Bella ladra —se levanta al igual que los otros dos. Extiendo la mano y da un beso en el dorso—. Creí que era mentira pero es real el mito de la belleza que cegó al cazador. Eres bella, bella.

Traducción: Bella ladrona.

—Eso decía el lambe botas de tu primo —finjo pensar—. Roko.

La cara del hombre se tensa, y sonrió dulcemente.

—Él es Alessandro Lombardi —dice el Mexicano de ojos oscuros—. Yo soy Esteban Aguilar pero puedes decirme Alacrán. Nos encanta tenerte como invitada de honor.

Sonrío ante el apodo.

—No tienen de otra —digo, y me siento.

Ellos asienten y me imitan para comenzar los acuerdos que ya se saben. La mirada del italiano no me deja, y me arrancan una que otra sonrisa debido a lo que hice con la torre Eifell, sin embargo no me fio de ninguno, y Félix parece tigre de bengala ya que cuando hacen comentarios a cerca de mi belleza irreal carraspea, y no es que tenga miedo de que muera porque para ser guardia de Tayler debe tener más experiencia que ellos dos, y me consta que tendría que matar al menos a 30 hombres él sólo para considerarse digno, pero mostrar hostilidad a un Jefe de la mafia mexicana traería enemigos.

Pero sobrevivo llegando cansada al jet después de un nuevo acuerdo de paz con el mexicano, no me quedo porque sería ponerme en riesgo y con ello a mis hijos, tampoco quiero estar en los Cabos sabiendo que hace un mes lo recorrí de la mano de un hombre que ya no está. Estoy en modo sigilo así que ni el dios Elton me localizará.

Las próximas semanas las paso estudiando las bombas con el dragón y hablo con Klaus sobre el químico pero él no conoce la fórmula y con eso acaba mi paciencia, yo conozco la fórmula de la droga que a Tayler me enseñó pero sólo eso.

—¿Novedad? —inquiero mirando a Klaus.

—Mueve la mano —dice—. La chica esta igual, pero creo que sabe que Andersson vendrá, y para ser sinceros, también yo. ¿Cómo están mis tres tinieblas?

Asiento sintiendo el revoloteo y cuelgo porque hablar de mis hijos me pone el nudo en la garganta.

El Rey da una entrevista amistosa pidiendo que no toque su zona y es algo que no planeo hacer. Organizo todo dejando a cargo al Yakuza y al dragón de la siguiente sesión.

La jerarquía se hace de aliados y Franck sale a hablar como el cobarde que es.

—¡Mi padre murió a manos del líder de la mafia que decía estar de nuestro lado! —su voz me amarga, y no puedo creer que le dije amigo—. Por eso me cobre con lo mismo y ahora están declarándome la guerra por defenderme, si debo iniciar una por la libertad y La Paz lo haré. ¡Hace 8 años nuestras vidas eran armónicas, y una criminal vino a irrumpir La Paz! ¿¡Todo por la muerte de su vil abusador!?

«No estamos en los maldito juegos de hambre, imbécil»

Apago el televisor y cubro mi rostro. Niebla sube a la cama aplastando las fotografías que estaba acomodando en el álbum y suspiro mirando la ecografía que me mandó Klaus del día que él quería ver a sus hijos. Era un regalo de navidad, era nuestra navidad, y yo la pasé matando a lo que se me cruzaba, pero ahora.

Ahora es mi cumpleaños número 23 y él no está, no está, sólo yo en una mansión en Berlín que jamás había visto pero no puedo estar donde su esencia desborda, menos si vivimos juntos.

No soportaría saber que estuvo allí todo el tiempo, y fui tan estúpida.

Un grito me desgarra y aprieto a niebla porque es lo único que tenemos de él. Lo único que tengo es dolor.

—Señorita —Félix entra a la habitación, mirándome con ojos rojos—. ¿Necesita algo?

—No —aparto las lágrimas mientras sigo sollozando.

—Esto es para usted, el rey lo envío —me entrega un sobre—. Dijo que el señor lo dejó para usted como regalo de cumpleaños en caso de...

Tomo el papel y le pido que se vaya con la mano. Obedece como siempre.

Espero que esto te haga entrar en razón...,

Aviento el papel de Elton yo sé que me quiere de vuelta pero no lo logrará, no hasta que acabe.

El vacío mi pecho crece, y abro el sobre con las manos temblando al apreciar la caligrafía de su carta escrita.

Odio que me hagas hacer tantas cursilerías pero esta es la que más me gustó.

Eres una mocosa muy pediche...

Aparto la nota y veo una fotografía de una casa dentro del bosque, una mansión a decir verdad. Parece un rancho amplio, quito las lágrimas, y la volteo para mirar el grabado.

Nos esperan las vacas y esos jodidos animales que tanto amas...

No puedo terminar de leer porque lo llevo a mi boca besando el papel que huele a él y pataleo haciendo que niebla se baje.

Bajo de la cama, yéndome directo a nuestro armario donde tenía nuestras maletas, y tiro la ropa. Todo va a dar al suelo entre los gritos y trato de que el dolor merme pero no puedo porque odio tanto haber desperdiciado tanto tiempo, odio haber sido tan estúpida como para no aceptar esto y que cuando lo hiciera me lo quitaran.

Odio saber que lo voy a extrañar para siempre, odio saber que me va a doler el resto de mi vida y que jamás tendré algo así, que siempre sufriré porque no hay manera en que el vacío se llene si no es él. Sus ojos, la sonrisa que me daba, sus manos contra mi piel y los besos que me mareaban. Las imágenes chocan con mi mente y el recuerdo en mi memoria del acantilado sólo me hace saber que fui una niña tonta.

Caigo de rodillas al suelo y atraigo una de sus camisas que ha caído de mi maleta. La llevo mi rostro y aspiro tan fuerte que duele.

—Te amo...

Las palabras se me atascan debido a las lágrimas y aprieto la prenda contra mi pecho.

—En tu idioma y en el mío.

«No voy a detener», me digo a mí misma.

Mis hijos no van a huir, y por eso voy a matar a todos para estar siempre en la cima.

—Quiero que sepas que te voy a amar toda la vida —me ahogo con el gruñido de frustración, ya que mi pecho se encoge hasta ahogarme.

Tomo su camisa y la lluvia nevada de Alemania me recibe afuera en una de las fortalezas secretas. Escaneo el lugar y a los hombres que se paran firmes debajo de la lluvia con truenos.

—¡Ha muerto su líder pero estoy yo —me acerco a ellos—; yo y su legado!

Levantan la vista mirándome y reconozco a los de confianza que en menos de nada van a dar de rodillas así como veo a los guardias de lejos hacer lo mismo. Cada guardia al alrededor se forma tras otro, no sé cuántos son pero el pecho se me hincha al ver la fila de hombres de negro que se arrodillan bajo la brisa y frío. Así como la nieve que empapa a los árboles que reciben el agua congelada.

—¡Larga vida a la dama de la mafia y a su legado! —grita en insonoro—. ¡Sangre y huesos!

—No voy a esconderme y así como cada maldito clan me niegue algo lo voy a derrumbar hasta los cimientos —vocifero a través de la tormenta, paseándome frente a ellos—. Así que, desde hoy hay una guerra con todo aquel que quiera atrapar a la viuda negra. —la lluvia me acaricia como si fuese él—. Hombres, mujeres, niños y hasta sus malditos animales querrán estar de este lado. La guerra inició y la culminaremos hasta el final. Una vez que el poder esté doblado los destrozaremos y dejaremos en claro quién es la mafia alemana. —todos tienen el puño en el corazón—. Los invito a que quemen y esparzan cenizas a todo aquel que los hirió. Que esclavizaron sus pueblos, ciudades y familias. ¡Sólo quedarán sangre y huesos!

Me paro frente a ellos con la piel ardiéndome.

—¡Todos van a recordar mi nombre! —grito—. ¡Lo van a gritar mientras mueran en el nombre sus familias! ¡Y arderán hasta los cimientos! —suspiro hondo—. Vamos a caminar sobre sus cenizas para construir un nuevo imperio, uno que ni volviendo a nacer recobrarán. ¡No habrá paz! ¡Esto es la cuarta guerra mundial si lo que desean es retarme!

—¡Sangre y huesos! —se levantan y elevan el mentón así como el brazo en puño.

Félix interviene, pero los hombres de la mafia más grande del mundo siguen golpeando su pecho y coreando: Sangre y huesos.

—Alguien envió esto —me muestra el papel que es mojada por la lluvia.


Los italianos planean algo.


—¿Cómo lo conseguiste? —digo a través de la lluvia.

—La red roja, quizá. —lo tomo, y me tenso con su camisa en mi mano—. Fui hace unas horas al lugar. El sobre decía que era para la viuda negra.

Frunzo el ceño y acaricio la caligrafía alejando cualquier recuerdo, la lluvia moja el papel. Lo extraño pero ya no puedo verlo en todos lados.

Desde hoy soy yo y mis hijos. Pero está a mi lado, todo el tiempo, cada muerte será en su nombre.



Elton Ryan Makris.

👑

Necesito una aspirina. O mejor aún, una maldita extracción de córneas para no ver todo lo que está haciendo la mujer que jamás creí ver.

Lovely no sólo ha declarado la guerra, abrió la boca sobre el gobierno a pantalla abierta y yo estoy que no me quito de encima a las naciones unidas, el pentágono y cualquier sector secreto del gobierno debido a que eran mis protegidos. Aún lo son, no ha roto ningún acuerdo. Porque nunca declaró en mi contra, y sabe bien la razón. Son guerras con la jerarquía y mafia, no me ha tocado, no puedo intervenir. Tampoco es que quiera.

—¿Sabes adónde está? —pregunta el general Walker en la mesa de la junta.

Una vez se enterró Tayler ella se olvidó del mundo entero, de hecho no hay una pizca de la Lovely que algún día conocí. Cuando la vi solo había oscuridad, era hermosa y radiante con toda esa sangre, a él le encantaría verla pero no hay brillo, sólo sangre; sombras rojas, y oscuras que seguro le dan las cenizas y sangre.

Me disparó otra vez, ya se le hizo costumbre tirarme al suelo como marrano. Lo peor es que el voltaje es calibrado así que sabe lo que un Ranger soporta. No me quería matar, es mi amiga, se que sigue allí. Aún puedo salvarla, aún tengo el plan A. Porque el maldito Plan B aún no está, y no se que haré si no funciona el A.

—No, y sinceramente, General, su paradero es el menor de mis problemas —aclaro levantándome—. Tiro el mayor acceso de comunicación en el continente y probablemente el mundo.

Y, digo mundo porque mi tecnología no la tiene nadie.

—El que debería tener el poder es Dominik —habla Carsten que aunque es un hombre elegante no me recuerda a mi hermano—. Ella está haciendo que todo por lo que trabajamos se vaya a la mierda. Leon no la dejó como líder.

Se detiene cuando ve a que dijo mierda. Supongo que los modales hacen al hombre.

—No, pero está ganando el lugar que ya tenía —le aclaro con el peso del cansancio—. Todos la conocen en el bajo mundo y si es capaz de hacer esto en un ataque de dolor, no quiero imaginar lo que hará más adelante. Lovely tiene años en la mafia, y se ganó ese puesto a base de respeto y lealtad, no van a voltear a los hombres de la mafia si eso es lo que quieren.

—¿Qué pasará con su legado? —inquiere Dominik.

—¿Qué legado? —salta Walker y antes de que Carsten lo joda intervengo.

No puedo dejar que sepa que la muñequita tendrá hijos que la pondrán como una bandera roja. Carsten tampoco dice nada, pero el general sabe de su embarazo, sólo no sabe qué sucederá con su legado.

—No estoy dispuesto a contiendas con Lovely —les aclaro—. Ustedes no quieres y nadie quiere. Hablé con las naciones unidas, así como el FMI y no podemos intervenir en disputas de mafias, las luchas de poder no nos conciernen y a decir verdad prefiero estar lejos del radar de Lovely al menos por ahora. Ella tiene táctica, conocimiento y tropas sin contar a toda la mafia que en menos de dos meses ya la respalda.

FMI: Fuerzas de misiones imposibles: Ranger X.

—Va a destruir todo el negocio —espeta Carsten.

—Sí, pero Lovely tiene el mando, y también la lealtad de la mafia —le aclaro y miro a su padre—. Es mejor que se queden aquí porque si alguien los atrapa, y llaman a ella sé que los tratará de salvar, eso no puede suceder, hay demasiados que perder.

La verdad dudo que lo haga pero trato de creer que aún tiene alma.

Todo está saliendo exactamente como lo queríamos. Ella debe irse pronto y tendrá sus bebés donde yo estaré presente porque sé que me necesitará.

—Si la lucha del poder comienza, supongo que también debo incluirme —suelta Dominick.

—Deberías pero cuidar a tu mujer que no me extrañaría que esté haciendo alguna idiotez —gruño con la paciencia que queda—. Sería todo por hoy, no quiero verlos.

—Makris —trata de hablar Dominik.

—¡Rey Makris para ti! —espeto con fuerza.

Se levantan, y salen por la puerta mientras me dejo caer al asiento. Las manos me tiemblan y cubro mi boca dejando que el agua salada atraviese mi garganta.

He perdido a todos y todo. Lo único que tengo en mi corona y saber que Ellie está tranquila, y que Love sigue viva. Estoy haciendo algo que podría matar a Lovely, podría acabar una guerra pero sé que también la mataría el saber la verdad.

Nota:

Bienvenidos a la toma de poder y la guerra.

Una que ya se ganó, todos sabemos quién es la dueña del mundo.

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