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Capítulo 60

Lovely Walker.

🥀💍🗡️

Hasta la muerte.

El amor a veces duele y duele como la mierda pero jamás me sentí tan completa como ahora. Mientras amanezco al lado del hombre que me arruinó, que puso en juego mi juicio pero aún así armó una guerra para mantenerme viva.

Todo esto mientras mi madre me vendía para mantener a su primer hija a salvo porque era una bastarda, porque no valía nada y si llegaba el día la elegirían a ella y no a la hija de un ex general.

Me sacrificó a mí y aún así el vacío en mi pecho prevalece porque no ha venido a abrazarme y decirme que lo acepta y que está feliz por mí.

Acaricio la barba castaña apenas creciente del hombre que me tiene agarrada y la esposa está abierta pero aún así su mano está entrelazada con la mía. Amanecimos en nuestra cama y no sé cómo llegué.

Me estiro para darle un beso en los labios delirante y gruñe apretándome.

—¿Qué soñaste? —inquiero cuando abre un ojo con ese destello azul y lo vuelve a cerrar.

—Que me ataban a una loca.

Me subo a horcadas sobre él, sintiendo su pene contra mi trasero.

—Es tu momento de huir —susurro contra su oído—. Llama por ayuda antes de que no puedas escapar porque así será.

—He esperado casi una década —mira mis ojos y sonrío—, y esas malditas dagas siguen siendo lo único que quiero ver antes de morir.

El pecho me da un vuelco.

—¿A qué hora tenemos que salir? —inquiero mordaz cuando las lágrimas me pican.

Me muevo sobre la erección hasta oscurecer sus ojos.

—Pode...

—¡Arriba las manos calenturientos! —la voz de Elton atraviesa la puerta. Me cubro y se pone los puños en las caderas—. Son casi las 10.

Tayler rueda los ojos y se sube sobre mí.

—Largate que no me apetece que como regalo de bodas veas a mi mujer.

—La he hasta baña... —corta la palabra y abro los ojos como platos—. Los espero abajo.

Envuelvo mis piernas en su cadera y no lo suelto cuando nos levanta a ambos.

—No hagas berrinche...

—Quiero que eso cambie —me toma de la mandíbula y asiento burlona—. No juego, Lovely. Me enardece en rabia que seas tan coqueta.

—¿Celos?

—No juegues.

—Pero no éramos nada cuando Elton me cuidaba.

Pero me perteneces.

El estómago me da un vuelco y envuelvo su cuello con mis brazos para regalarle el beso de buenos días que se convierte en la follada del día cuando nos duchamos juntos ya que Elton realmente nos ha despertado a las 7. Me gustan las cicatrices de Tayler y amo las mías, me gusta mucho que él haya sido el que me marcara. Nadie más.

Aplico espuma en su mandíbula y sobre su labio superior después de las mejillas. Me toma de las caderas y me sube al lavabo de mármol. El espejo detrás de mí me ayuda a reflejar con la luz para no rebanarle el cuello.

Comienzo a quitar el vello mientras sus ojos están en mí, apreciando cada movimiento mientras enjuago las navajas y quito poco a poco.

—¿Cómo puedes lucir tan bien estando despeinada y mordiéndote el labio al quitarme la barba? —aparto la cuchilla y le doy un besito en los labios.

—Estás loco por mí —me encojo de hombros.

Termino y aplico un poco de cicatrizante en su espalda, todas están cerradas, y el tatuaje de raíces tiene un toque algo más sombrío gracias a eso.

Le doy un besito en la espalda, ladea la cabeza sobre su hombro y me escanea al poner mi barbilla sobre su dorso.

—Las dagas más hermosas —dice y me encara para besarme antes de salir del baño.

Elton grita como loco, y Tayler desaparece mientras a mí me tiembla todo, me tiembla absolutamente todo. Quiero buscar al culpable de embarazarme pero no me dejan salir del cuarto. Quiero vomitar.

Toco mi vientre y mi bebé viene a visitarme.

—Luces asustada —susurra, mirando cómo me muerdo las yemas.

—Estoy feliz, amor —le beso su cabello precioso y platicamos una hora mientras hay un montón de gritos por toda la casa.

Deja una carta que me hizo y la guardo para leerla después porque están llegando mujeres para arreglarme.

—Te quiero mi niño —beso su carita y sonríe para abrazarme—. Ve a interrogar al tío Tayler.

Sonríe y corre hacia la salida pidiendo que se aparten a una que otra mujer. Eliot es el bebé más lindo de todos, quiero que mis bebés sean tan dulces como él. No puedo dejar de imaginar lo mucho que los amará y crecerán como hermanos. Tendré cuatro hijos y ni siquiera sabía que podía tener.

Desayuno rodeada de personas que apenas conozco y entra Ellie con las demás mientras me maquillan y hacen un peinado que no me gusta.

—Parezco una maceta —los ojos me pican el mirarme en el espejo de cuerpo completo—, voy a verme como una maceta.

—¡Nada de llorar! —me regaña Rose y me tiembla la barbilla—. Okay, llora.

Me saca una carcajada.

Después de un rato elijo el peinado y ya son la 1, aún no llega mi vestido y me estoy muriendo de nervios. «Me voy a casar», sonrío frente al espejo cuando me prueban el accesorio que elegí. Cho sonríe y veo que no trae su parche, está mostrándome su ojo. Rose se pone a mi lado y Ellie también.

—Eres preciosa, niña —dice Cho—. Serás una novia preciosa.

Asiento tragándome las lágrimas porque aunque quisiera que mi padre estuviera aquí y que mi madre fuese otra, no los necesito. Porque a este grado no la quiero cerca de mí, tengo miedo de que sepa y venda a mis hijos antes de nacer.

Las quiero a todas porque sin importar lo que pasó siguen conmigo, y han estado firmes. Ellie arriesgó su vida para salvar a un niño que no era suyo, me ayudó sin ningún tipo de duda y Cho me dió la mano más de una vez al igual que Rose. Tengo a mi propia familia.

—¡Vestido! —grita Ellie dejándome sorda.

El pecho me da un vuelco cuando Félix entra con Martín cargando una pieza envuelta en negro. Sonrío mientras lo colocan en la cama.

—¡Fuera, fuera! —los despacha Cho.

Cierra la puerta y suspiro cuando abren el artefacto que le da paso a la cosa más hermosa que mis ojos han visto.

—Love —Ellie suspira—, harás jodida historia.

No digo nada, sólo quito el albornoz para quedar en lencería roja y me dirijo hacia mi vestido. Detallo los diamantes que tiene el corset, el encaje fino, degradado rojo que carga en las mangas y la parte baja del vestido.

Me ayudan a ponérmelo porque pesa horrible. Se adhiere a mi cintura como si fuese cinderella.

Rose saca la cola y me tiembla la barbilla. Es larga y cae en cascada acabado con pétalos rojos sobre un cuarto de la punta. Acomodan el velo sobre mi corona y sonrío con todos los dientes al ver mi collar. Mi maquillaje es sencillo pero resalta mi rostro con luz, mis ojos resaltan más ya que eso quería, quiero que me vea a los ojos y recuerde que son aquellos por los que juró vivir y morir.

—Mier-da —una voz masculina me hace brincar y veo a Elton con el traje de Rey en la puerta—. Vine a decirte que debes estar allí a las 4:44 —me guiña el ojo.

—¡Vete! —lo corren todas.

Antes de salir me dice entre labios.

—Eres hermosa. —sonrío con lágrimas en los ojos.

—Te quiero —respondo.

Las chicas cierran de nuevo y suspiro reparándome. Si como otra hamburguesa ya no entro aquí. Miro mi anillo al caminar hacia ellas después de colocarme las zapatillas de diamantes que me dió Elton en la boda de sangre.

—Te dejamos para que respires —dice Cho cuando me miran tan cálidas y asiento.

Salen mientras me contemplo en el espejo, los diamantes del corset hacen contraste con el rojo de mis mangas, me veo como una princesa. Una diosa delirante, no voy a mentir porque realmente parezco una deidad, mis ojos, boca y fracciones están más recalcadas que nunca, haciendo de mi cara una porcelana.

La puerta es abierta de nuevo y veo a través del espejo al hombre rubio vestido de negro como si fuese a un funeral. No sé porque el pánico se instala en mi pecho. Miedo de que no lo acepte y planee secuestrarme.

—Damon —digo con nerviosismo al girar. No parece querer moverse—. No te había visto.

Por fin enfoca sus ojos azul cielo en mí.

—Necesitaba espacio y yo... —niega y se pasea por la habitación dejando ir el aire al mirarme.

Retrocedo al espejo y me escanea. El cabello rubio lo tiene alborotado, los ojos están inyectados de rabia, de dolor.

—¿No vas a ir a la boda?

—No te cases —las manos se le tensan, aprieta la mandíbula y trato de mantener la calma—. ¿Debería arrodillarme?

—Damon... —la respiración se me corta.

Se burla, acortando espacio. Su aura es dominante y asfixiante.

—No sabes lo que deseo —se pega a mí, sujeta mi barbilla y aprieto los puños— arrancarte ese vestido. Quemarlo y hacerte mía sobre él, pero una vez más sería para demostrar que eres mía.

Trato de respirar con tranquilidad. El miedo se vuelve lastima.

—Pero ya no lo eres —junta su frente contra la mía—. Jodidamente nunca lo has sido.

Inhalo su aroma a licor y menta. Deslizo la mano hacia el metal que está sobre la mesa al lado del espejo.

—Lo siento —lo digo de verdad.

Su mano viaja a mi pecho y detalla el diamante de mi collar, así como el vestido. Busco alguna señal de que me guste pero no hay más que una vieja chispa apagada, una que no quiero jamás.

—Aún recuerdo el día en que maté a un tipo en la calle por ti —sonríe, tomando distancia y respiro. Dejo la pistola en la parte de la mesa al lado del espejo—. Cuando despertaste asustada sabía que era el miedo de que él supiera pero eras una niña, quería eso y ahora eres todo lo que siempre quisiste.

—¿Me estás dando tus buenos deseos? —sonrío conmovida.

Niega con la cabeza alborotando el cabello lacio que le cae por las cejas.

—Espero que use cada latido de su corazón para venerarte, Lovely —me escanea con ojos brillantes—. O te juro por Dios que lo mataré.

—Eres muy lindo —no puedo evitar sonreír y abrazarlo—. Gracias.

—Nos vemos en la fiesta —dice y besa mi mejilla tan lentamente que parece querer deslizarse a mi boca.

Me separo y sonrío despidiéndome con una sonrisa. Volteo al espejo y suspiro cuando sale echándome un último vistazo.

Quisiera decir que me hace falta algo más pero no, no necesito a nadie más que a mi padre. No quiero ver a Miranda. Mis hijos jamás serán un error y así como sufrí para concebirlos, ahora voy luchar por ellos, porque antes pensaba en todos menos en mí, ahora no hay nadie más que mi familia. No sé cuánto tiempo pasa pero estoy estática perdiendo el sentido del los minutos.

Respiro hondo y tiemblo cuando Martín me abre la puerta.

—Es hora, señorita —dice—. La están esperando.

Respiro hondo y salgo encontrándome con las chicas están arregladas, sus vestidos son rojo escarlata, la seda se adhiere a sus cuerpos, y nunca les pedí ser mis damas de honor, quizá porque sabía que lo serían, lucen despampanantes y hermosas. Niebla porta un collar de diamantes rojos y se pone a mi lado. Martín me ayuda mientras soy un manojo de nervios.

«¿Y la italiana? —me pregunto—. ¿Si todo esto es un juego?»

El televisor está encendido y veo que se levanta mi hermana que está arreglada, hermosa con un vestido que se adhiere a su cuerpo llamativo de color verde oscuro, mi madre igual pero sólo me medio escanea. Mi padre cubre su boca y es allí cuando me desplomo abriéndole los brazos para que me abrace.

«No pises mi vestido», mi mente de diva se transforma. Probablemente es la viuda negra a la que guardé.

—Eres mi orgullo más grande, mi niña —dice y sé separada de mí mientras controlo mi llanto—. Siempre, siempre serás mi hija.

—Te quiero —sollozo apretándolo a mi cuerpo.

Probablemente es culpable pero, al menos es el único que se ha preocupado un poco de mis sentimientos.

—Y yo a ti mi niña —besa mi mejilla y me repara de pies a cabeza—. Eres lo más hermoso que existe, mírate. Mira, Miranda.

Veo a mi madre cuando él se hace a un lado y simplemente asiente quitando las lágrimas de sus mejillas.

—Luces extraordinaria, Love —dice y sonrío.

—Gracias.

—Es hora —anuncia Ellie—. Nosotras nos vamos, te vemos allá.

Les digo que sí y los guardias las escoltan. Y yo me quedo parada frente a mis padres. Sé que no puedo hacerlo pero lo haré.

—Cuando Jossie desapareció —comienzo—, mi mundo se vino abajo porque era mi hermana y la quería como a nadie, la admiraba, sin embargo, con el tiempo me di cuenta de que lo único que me unía a ti era ella, después de eso apenas me mirabas, me tratabas bien porque decías que debía cuidarme. Nunca entendí porque de todas fue a mí y aunque nadie me lo dijera lo dedujé, y me tragué la rabia —mi padre me mira y sigo—. Sé que ella no es tu hija, también sé que por ser yo hija de un matrimonio estaba protegida, y más siendo hija tuya, pero, fui un cambio, una ruleta que se canjeó por la paz de mi hermana que fui justo a las manos del lobo. Cuando me eligieron no fue porque le gustara, fue porque ya estaba en la lista. Creí que era mentira, que quizá creíste que no me atraparían porque te casaste con un general. Quizá me amaste pero después viste una salida fácil. Quizá después de nacer lo pensaste, cuando viste que podías salvarla.

—Love... —Jossie trata de hablar pero niebla se pone a la defensiva.

—Elegí salvarte y a todos mis seres amados porque ese era mi deber, para eso fui entrenada en la jerarquía, tú lo sabes —digo—, pero hoy eso acaba y no voy a ponerme nunca más entre ustedes y una bala. Me vendieron, pero supe jugar mis cartas, quizá sí, me enamoré de un monstruo pero hice lo mío volviéndolo loco, haciendo que hiciera todo por mí, alguien que no es nada mío, pero lo da todo por mí y por eso lo elijo a él como mi familia.

—Cariño —mi padre toma mi mano.

—Tienen la protección de la aristocracia, pero no la mía. Al finalizar esta noche —miro a mi madre y a Jossie—. Ustedes dos dejan de ser algo mío.

—¡No puedes...! —grita mi madre.

—¡Puedo y lo haré! —espeto—. No soy una niña y no me tiemblan las manos para echarte así como tú me vendiste porque te avergonzaba que me enamorara de un maldito pero Jossie se coje a dos y tuvo hijos de ellos, no veo porque ella es mejor que yo.

—¿¡Qué!? —mira a Jossie.

—Mamá... —no termina de hablar cuando le estrella la mano contra la mejilla.

—¡Basta, Miranda! —espeta mi padre—. Lo que hagan nuestras hijas no quita lo que son, nuestras hijas. Estamos aquí por Lovely y acompañarla en esto, no para que vengas con tus ataques de moral que no te quedan en absoluto.

El pecho de mi madre está a reventar y Jossie me mira mal pero me da igual. Mi madre se acomoda el vestido de seda dorada y respira como si nada.

—Vamos, que no serás de las novias que llegan tarde —espeta.

Respiro hondo y mi mirada se enfoca en la pantalla.

—Súbele —le pido a Jossie.

Hace caso y me zumban los oídos.

Se dice que se casará un heredero, no ha dado la cara, no hay novia y no dejan entrar a la iglesia. —habla una reportera. «¿iglesia?»—. Esta vez tiraron la casa por la ventana. Uno de los palacios asociados a la aristocracia está repleto de rosas rojas, la seguridad real está rodeando el perímetro a más de cuatro manzanas.

Un guardia le ordena que se aleje, este se asusta cuando marcha con el rifle en pecho.

Hasta ahora sólo se puede esperar a que nos siga sorprendiendo —dice la reportera.

—Señorita —me llama Martín—. Es hora.

Respiro hondo y me sacan del lugar. Unos soldados agarran mi cola y mi padre se va conmigo en la camioneta mientras que Jossie y mi madre en la otra.

Me sudan las manos y mi padre me sujeta con fuerza. No sé si esto es un sueño pero jamás me había sentido tan feliz. Siento que el corazón me late en la garganta y lengua al momento en que llegamos, divisando autos de lujo aparcados en la zona privada así como helicópteros, los soldados rodean el área y nos pasan hacia el frente de la iglesia. Es gigantesca, fachada imperial como si fuese castillo y mis ojos se salen cuando por la ventana diviso montones de pétalos en el suelo. A lo lejos hay drones que los soldados destruyen con francotiradores, pero no demoran en llegar otros. Las escaleras están adornadas de rosas en el barandal de las escaleras de piedra y sonrío al ver Tambien pétalos blancos.

—Cariño —me llama mi padre pero yo no puedo respirar. Sujeta mi rostro—, eres Lovely Walker. Mi hija y la única mujer que ha llegado a lograr algo como esto, esto es historia. Cuando hablen de ti, no serás una más, serás un ejemplo, una leyenda y estoy orgulloso de poder decir que eres mi hija.

—Gracias por tratar de entender.

Me tiembla la barbilla y respiro para no soltar las lágrimas que me atrofian la garganta.

—¡Abran paso! —espeta es soldado real.

Se ponen en dos filas y uno abre la puerta. Mi padre baja mi velo y sonrío cuando una de mis zapatillas de diamantes toca los pétalos. Me pongo a andar por la alfombra de pétalos y elevo la vista, no puedo ver pero me sudan los pies y mi estómago amenaza con sacarme la comida. Noviembre es húmedo y frío pero juro que veo un sol resplandeciente.

—¡Honores! —espeta un soltado vestido de negro, golpeando el suelo.

Unos están de uniforme negro que son enormes. Son Ranger X y la otra mitad son soldados reales de azul marino.

Sonrío con todos los dientes tratando de ver al ruso y se encuentra firme al igual que los soldados reales.

Levantan espadas uniéndolas mientras paso dentro del puente donde debo subir unas escaleras que tienen adornos de rosas rojas y blancas. Cuando salgo mi padre me toma del brazo y siento que voy a vomitar.

La música de violines y pianos me erizan la piel, y sonrío porque el jodido Elton lo hizo. Always de Bon jovi está siendo tocada, y casi quiero reírme. Niebla se pone alerta antes de entrar y la calmo con una seña.

—Todo está bien —susurra mi padre pero siento que estoy caminando sobre agua.

Cruzo el umbral, mis oídos se hacen sordos, escuchando mis tacones, y mis pies se anclan en la entrada cuando veo al hombre de dos metros con uniforme de Ranger X y mafia. Trae insignias a más no poder y una boina, es un traje precioso. Espero que no me vaya a desmayar. Se que observa y echa la cabeza hacia atrás cuando su pecho se infla para volver a verme. El velo me cubre así que prefiero no mirar.

—Cariño —mi padre me llama al mundo y avanzo.

Todos están aquí, mis amigos, y los suyos. Familia y algunos socios así como guardias el las paredes, pero el montón de pétalos no son lo que me impresiona si no el lugar lleno de candelabros, velas y demás que me hacen saber porque estoy con él, porque no hay manera que olvide algo de mí. Conoce hasta la última cosa de mí mente, mi alma.

Mi padre frena y no sé cómo pero estamos frente a él, me entrega y no soy capaz de mirar, sólo veo su pecho y puedo sentir que me incendio al inhalar el aroma a hombre.

—Te entrego a mi más grande tesoro —dice—, y espero siempre la cuides con tu vida.

Él no responde pero no hace falta ya que, toma mi mano haciendo que suspire. Mis manos tiemblan cuando siento el tacto de sus manos enguatadas. Está vestido de Ranger X, haciendo uso por primera vez de su derecho a ciudadano para poder darme esto.

Una boda real.

Me acomodo frente a él pero sigo sin verlo, no puedo, no quiero, siento que todo me da vueltas.

—Bienvenidos hermanas y hermanos —habla el padre y al fin soy capaz de mirar a los lados.

Elton esta de padrino, y Ellie a mi lado así como mis damas de honor.

—Hoy estamos aquí reunidos para presenciar a la congregación de estas dos almas que a partir de hoy que convertirán en una... —dejo de escuchar cuando atrapa mi mano.

—Mírame —exige para nosotros haciendo que todo lo demás desaparezca—, déjame verte.

No hago caso porque estoy temblando, de pronto no puedo respirar, su perfume me atropella el estómago y el corazón sólo me sube a niveles catastróficos la presión.

El padre comienza a orar pero yo balbuceo mientras el diablo en persona me está tentando.

Su voz se vuelve suave pero profunda.

—¿Estás asustada, mocosa? —susurra acortando espacio mientras el padre sigue con la misa, pero sólo veo mi vestido—. Estás apunto de casarte con el diablo.

El aire se me va y él da un paso hacia atrás.

—Tómense de las manos —habla el padre y creo que me acaban de disparar con una escopeta—, mírense a los ojos y respondan con honestidad.

Comienzo a temblar como gelatina y me paro frente al altar junto con él que me ayuda. Giro para estar frente a frente y respiro hondo. Veo cómo sus manos se acercan a mí y tiemblo cerrando los ojos al sentir que me desliza el velo hacia atrás. Me quedo quieta y el silencio prevalece, sin embargo, siento su pulgar en mi labio inferior y es ahí cuando abro los ojos para toparme con los tuyos...

El cuerpo me hierve, el pecho se me retuerce y no puedo evitar derramar una lágrima cuando escucho su suspiro al momento en que su mirada se suaviza recorriéndome el rostro.

Sus ojos me escanean y niega.

—Eres la mujer más hermosa que hay y habrá sobre la faz del universo, Lovely Walker —susurra acabando con todas las dudas que tenía—, y yo me casare con ella.

Sus ojos siempre serán algo que apreciar pero ahora sólo veo sus labios.

—Hermanos —carraspea—. Prosigamos con la ceremonia.

Me calmo y retrocedo un poco sonriendo al hombre que me escanea el escote, recayendo en el collar rojo.

Estoy portando mi corona, y el collar que me regaló antes. Porque es un nuevo comienzo, uno que vengo construyendo con creces.

El padre prosigue.

—Entonces yo te pregunto a ti Tayler Leon Aragon Grey. —trago grueso y miro sus ojos—. ¿Aceptas a Lovely Walker Raken cómo esposa, para honrarla, amarla en la salud y en la enfermedad, en lo próspero y lo adverso hasta que Dios los separe?

Aprieta mi mano y mira mi barriga.

En la vida y en la muerto, lo acepto —dice en Alemán, suspiro ante sus palabras que de alguna manera me hacen sentir plena por primera vez en mi vida.

—Así mismo te pregunto a ti —miro al padre—. Lovely Walker Raken, ¿recibes a Tayler Leon Aragon Grey cómo esposo, para honrarlo, amarlo, en la salud y en la enfermedad, en lo próspero y lo adverso hasta que Dios los separe?

Volteo a verlo y me doy cuenta de que jamás he visto un brillo como el que él emana cuando me escanea. Es verdad lo que he estado cayendo por años y aunque jamás lo he dicho, justo ahora me arde cada poro de la piel y recuerdo a Ostin, porque sé que si viese cómo me mira me diría que es lo correcto, pero aunque no lo fuese, no podría dejar de arder por él.

En la vida y la muerte, lo acepto —digo en escocés y noto que deja ir el aire al igual que Elton.

El padre nos dice que estrechemos nuestras manos y nos bendice mientras no puedo dejar de pensar en que soy la mujer más feliz del mundo.

—Firmen aquí —pone un libro gigante dorado en un portador y me da un bolígrafo.

Es como el matrimonio de sangre. Como una renovación de votos. Condenándome a la vida eterna con él. Una boda en la mafia pero como si fuese una mujer normal.

Con la mano temblando dejo que pinche mi dedo y usa la sangre para poner su nombre. Una vez acaba yo hago lo mismo con él, me escanea y estudia a detalle. Firmo mi nombre con su sangre y colocamos nuestros dedos unidos en lo que el hombre hace unos juramentos a la mafia sobre lealtad, amor, y prosperidad. Pero estoy perdida en esos ojos brillantes.

«Juro solemnemente lealtad, fidelidad, y respeto a con mi alma a la orden»

Separamos las manos. El padre pide las argollas y Elton rebusca pero no encuentra y a mí los nervios me atropellan. Veo que llama a niebla y esta bosteza mientras juega con una caja de acero.

Tayler aprieta el puente de su nariz y le hablo a niebla. Hace caso y me entrega la caja babeada que le doy a Elton.

—Mil disculpas, ministro —dice Elton llegando con ella, y el padre no le dice nada.

Casi enarco la ceja ante la disculpa. Nos entregan las argollas y se va pero me avienta un beso que recibo con discreción.

—Sus votos —habla—. ¡Son una promesa de amor y de pureza a la unión de sus almas!

Sonrío y él hace lo mismo con discreción mientras hablamos a medida que insertamos nuestros anillos.

Porque cuando estoy contigo es la misma piel —decimos—. Estamos bajo la misma corteza; si tienes sed corto mis venas y te doy de beber. Si te hace falta calor dejaré que tu cuerpo sucumba el mío. Si te hace falta amor, sacaré mi corazón y te lo entregare.

Acorto espacio entre nosotros cuando mis manos comienzan a temblar.

Porque si lloras lameré tus lágrimas —seguimos—. Si tienes miedo cuidaré de tus pesadillas sin importar qué yo sea la más grande de ellas, pero si el mundo te arranca de mí, le prenderé fuego y esparciré las cenizas en tu nombre para que vean que la guerra nunca será por la corona, si no por ti.

Suspiro y seguimos:

—Porque donde tú estés es adónde yo pertenezco, mi corazón es eterna y devotamente tuyo para siempre

—Porque somos uno —dice.

—Porque yo soy la presa.

—Y yo el cazador.

—La presa que quiere ser atrapada.

—El cazador que se doblega.

Somos la obsesión —toma mi nuca y me enfoco en sus ojos para hablar al compás—: buscando la manera de atraparnos, y no de huir. Somos el Delirio de las voces, la Negación de nuestros actos y el Estocolmo. Sobrepasamos lo enfermo pero aferrados a un sentimiento.

—Porque mientras este no tendrás miedo y abriré tus piernas para hacerte olvidar.

—Porque mientras este no pensarás en nadie más.

—Mi regazo te recibirá.

—Y mis pliegues te otorgarán permiso.

—Y si me olvidas —dice, y la frase hace que algunos rían por debajo.

—Vuelvo al inicio de la historia...

—Por ti.

Sonrío y sujeto su traje con fuerza cuando las lágrimas me atropellan.

—¿Lo sabes, verdad? —inquiere.

Asiento y me atrae con el brazo a su cuerpo para darme un beso que no es digno de la casa de dios. Jadeo cuando muerde mi labio inferior y me hace hacia atrás.

Deslizo mi mano hasta su nuca y lo atraigo con ganas, gruñe estrujando mi espalda y dejo que meta mi lengua hasta el fondo de mi garganta...

—¡Hijos! —nos reprende el padre y empujo al loco insensato que quiero follar sobre el altar—. Prosigamos, por favor.

Limpio mis labios y él simplemente limpia para llevarse el brillo a la lengua. «Joder»

Me va a matar, voy a salir con cuernos de aquí.

Seguimos con un par de cosas más y tengo unas ganas de follar como perra loca. Sigo mirando a Tayler a los ojos hasta que el padre acaba y siento que jamás será suficiente...

—Con el poder que dios me otorga —dice y me tiembla la barbilla—. Los declaro, marido y mujer... ahora sí, puede besa...

No terminar de decirlo cuando los gritos se hacen al tiempo en que nuestros cuerpos se encuentran y nos unimos con un beso que me ciega, es tierno, como si hubiese esperanza, sujeta mis mejillas y me arranca el aliento cuando pone su frente con la mía.

—Joder —jadea—, creí que jamás llegaría este puto día.

—¿Lo esperaste mucho? —susurro.

—Como no tienes idea —dice y vuelve a besarme.

Me levanta estrujándome, Elton viene a abrazarnos junto con Petee y el padre de Tayler que está como disfrazado de alguien más viejo.

—¡Vivan los novios! —Elton le quita el micrófono al padre y éste se va persinándose.

Avanzamos a la salida una vez nos bendice el padre a lo lejos. «Al fin»

Cuando salimos somos bañados de pétalos y Elton arroja arroz como si fuésemos palomas.

—¡Sangre y huesos! —espetan voces grotescas y aprieto el abrazo de Tayler.

El alma se me devuelve cuando veo al Yakuza, el dragón, y miembros de la pirámide haciendo un puente a nuestros lados laterales. El Yakuza tiene su kimono, el dragón tiene una espada y los demás sus respectivas armas, están firmes con uniforme de sus respectivas mafias, ya sea trajes o como el dragón su ropa de samurai.

Inclinan una rodilla, hacen una reverencia y extienden la mano. El último en hacerlo es el dragón pero finalmente veo cómo los clanes se inclinan hacia nosotros...

Un recuerdo viaja por mi mente donde esto ya había pasado.

—Mentón —ordena, y elevo la mirada mientras me tiemblan las piernas.

—¡Sangre y huesos! —dicen en insonoro rompiendo formación.

Nos giramos un poco y puedo ver a todos, pero veo a esos ojos zafiro. Segundo hombre por el cual habría dado la vida, el primero va conmigo de la mano. Pero sé que lo sabe porque me sonríe y avienta arroz como loco...

En la punta de la iglesia hay un hombre de cabello rubio con un francotirador de silenciador, sé que lo piensa, pero me quiere, no lo hará, final lo suelta cubriendo sus ojos. El corazón me hílate con tanta fuerza que debo hacer uso de mi fuerza para no alarmar a Tayler. Me mira negando con la cabeza y por un segundo puedo ver cómo me devuelve la sonrisa en lágrimas. Es un cierre, uno para siempre entre el demonio y la presa de alguien más.

Trago amargo, y escaneo el lugar en espera de que nadie lo haya notado. Seguramente dijo que cuidaría. Agradezco que nadie más haya visto.

Nos desplazamos hacia los autos cuando me saca de mi mente y entro con él a una camioneta blanca con adornos de rosas rojas...

—Eso fue escalofriante —susurro en un jadeo.

—Eso es poder.

Comienza a quitarse el cinturón y yo trato de luchar con el maldito vestido que pesa una tonelada, me estrello contra su boca... la ventanilla se abre...

—Señor...

—¡Cierra esa mierda! —espeta y sigo abriéndole paso a mi vestido.

Arranca las bragas y me siento en la dureza que maltrata mis pliegues.

—Dios —gimo.

—Maldita sea —gruñe, hundiendo su boca en mi cuello—, y si no salíamos de ahí te juro por Dios que allí mismo te follaba.

—¿Dentro del agua bendita?

—Sí —gime y empuja la longitud que me pone a temblar.

—Lo mismo pensé —me burlo.

Toma mi tocado y la corona cae al igual que mi velo cuando comienzo a saltar sobre lo que tanto me gusta de este hombre. Siento como si me quemaran por dentro cada que da estocadas haciendo que me tiemblen las piernas.

Así es como me imagine mi vida, pero nunca follando después de salir de la iglesia, es claro que jamás he sido devota pero me importa muy poco.

El orgasmo me atrapa cuando mete sus manos debajo del vestido para apretar mi trasero y penetrarme con fuerza, aprieta tan fuerte que arde donde entierra sus dedos pero mi coño lo recibe como si jamás hubiésemos follado, como si no me hubiese desmayado hace unas horas cuando me tenía en cuatro.

—¡Joder! —gime y me azota con fuerza—. Dime quién soy ahora —empuja y a mí el torrental me está tentando.

No puedo articular palabra porque estoy ocupada en no ahogarme con mis jadeos y gemidos.

—¡Dímelo! —ruge y tiemblo sonriendo con descaro—. Dímelo, mocosa.

—Mi esposo...

Las palabras se me atoran cuando se apodera de mi boca, devorando como si fuese un caramelo, me aprieta y yo me refriego sin parar, devorando la boca dulce que se carga.

—Repítelo —pide en un jadeo.

Vuelvo a besarlo y el orgasmo me traiciona cuando pone presión a las estocadas.

—¡Repítelo! —exige.

«Mierda», el orgasmo me atraviesa como una corriente eléctrica.

—Mi esposo —gimo y sigo moviéndome al igual que él cuando comienzo a palpitar—. Mío.

—Tuyo, mocosa —jadea y caigo en su hombro.

Las palpitaciones me tienen al borde y siento que puedo seguir pero lamentablemente llegamos al maldito salón que es como un maldito templo.

—Dos horas como mínimo —le digo.

—¿Dos horas? —rueda los ojos.

Me levanto sintiendo que estoy más mojada que una alberca.

—Tres si no eres paciente —recalco y acomodo un beso en sus labios.

Se arregla la ropa al igual que yo. Aplico labial, me veo muy hermosa embarazada y acabando de follar.

—Dos horas y nos largamos —suelta y sale como si nada.

—Maldito loco.

«Mi maldito esposo loco», saboreo y me abre la puerta empujando a Félix cuando lo intenta.

Le aviento un beso a Félix sin que el loco se de cuenta y le tomo la mano para que me lleve hacia el salón, estamos en la penumbra del atardecer, el lugar es inmenso y el pasto luce con las luces y lámparas. La tarde reluce llenándonos de brisa reconfortante por el calor que me cargo. Felix saca mi corona llevándola mientras que veo a niebla salir de una camioneta donde viene con Martín que lo trae acalorado.

Niebla se acopla a nosotros y nos detenemos a apreciar el lugar. Giro poniéndome en su pecho.

—Señor Aragon de Walker —le digo y enarca la ceja—. ¿No pensará usted besarme?

—Acabo de meterte la lengua hasta las anguinas —suelta—. ¿No te cansas?

Niego divertida y me estrella un beso devolviéndome el aire...

—¡Vivan los novios! —grita Elton—. Vamos a beber y a bailar porque hoy es simplemente en único día donde no veo muerte en esos ojos. —señala a Tayler y va con Petee que lleva al bebé.

Ellie se pone al par con ellos y me rio cuando mi esposo rueda los ojos llevándome hacia los invitados...

—¡Bienvenidos! —gritan los invitados tocando sus copas—. ¡Larga vida al líder, la dama y su legado!

Todo es hermoso, candelabros con rosas y flores en la mesa, hay violinistas tocando. Pasamos y agradezco con la cabeza, no conozco a la mitad pero los otros son soldados que cambiaron de bando. Alemania es su territorio y mucho más Berlín. La música se escucha de fondo y aprecio el lugar mientras somos arrastrados a una mesa de honor donde se encuentran nuestras familias. «Esto será divertido»

El lugar cómo de imaginarlo carga candelabros rojos y blancos, las mesas de mantel carmesí y blanco. Así es todo el lugar con un toque dorado en el mármol. La tarima es grande y el sitio si se diga, estoy segura que hay más de 500s personas. Y no conozco ni a 200s. Los continentes vinieron a comprobar si era verdad la unión de una presa y el líder pero no. Es la boda de la viuda negra y el cazador.

Nos acomodamos en la mesa de honor y nuestros lugares están apartados ya que, están al centro mirando a todos. Mis padres se sienta a mi derecha y la familia de Tayler al otro lado. Tiene cara de amargado como es normal.

—Mi ojos de tinieblas —me saluda Klaus saliendo con Tabatha de no sé dónde.

—Hola —sonrío correspondiendo al abrazo que me da.

—Luces preciosa —besa mi mejilla.

Tabatha me felicita, abrazándome.

—Ya deja a mi esposa —gruñe el Alemán con el que me casé y me jala con él casi arriba de su regazo.

Niebla se sienta en la tarima y le digo a Félix que le ponga sus tapones. La velada transcurre bien, Miranda no me mira, Jossie se mira con el padre de Dominik y este la aniquila con la mirada. Bostezo y me recuesto del hombro de Tayler que me acerca más a él tomando la silla por debajo.

—Vámonos, mocosa —dice y niego—. Pero te he compartido por mucho tiempo.

—¿Quieres que sean cuatro horas? —advierto con la mirada.

Se quita la boina y la deja caer en la mesa. Me toma de la mano y entrelazamos los dedos mientras reparten la comida. Yo quedo satisfecha pero Miranda no me mira y Jossie simplemente menea su comida.

Mi padre me habla sobre cómo está su mujer e hijo, ellos están fuera de aquí porque no quiere que nadie los involucre y lo entiendo. Al final él hizo su vida, y sabemos que está es la última vez que nos vamos a ver.

No sé si Miranda siga con Harold pero me hubiese encantado verlo. Damon no está por ningún lado pero supongo que no se molesto en venir. Realmente no espero que esté en mi boda, sólo espero que no haga una idiotez, no puedo decir que no me dolió verlo en la iglesia así, pero Damon siempre será Damon y una parte de mí quiere que avance y sea feliz. A la otra le importa una mierda.

El lugar es hermoso y sólo sonrío a las personas que vienen a felicitarnos mientras Die with a smile  suena. No los conozco pero Tayler sí, me tratan con amabilidad pero en sus caras veo que saben que soy su presa y para ser sincera me importa muy poco. Me meso en mi asiento al escuchar la canción de bruno y lady gaga y veo a mi esposo sonreí ir al verme. Besa mis labios acariciando mi mejilla así como yo.

—¡Hora del brindis! —Elton habla desde la tarima y por un segundo veo a Ostin ahí—. ¿Alguien que tenga unas palabras que decir?

Nadie dice nada y me duele el pecho, Tayler aprieta mi mano y suspiro dándome cuenta que acaricia mi vientre. Casi suspiro de resignación pero el que se levanta es Tayler, tomando un micrófono que le pasa Félix como si fuese a dar la noticia del año.

—Esto y más comprueba porqué soy el líder —comienza—, la elegí y reté al mundo para tenerla, no voy a ocultar que si se acercan a diez metros sin mi supervisión voy a volarles la cabeza, pero ahora van a protegerla con su vida. —me mira—. Ahora tienes el mundo y yo a ti —sonrío limpiando mis lágrimas porque el corazón me duele de lo mucho que crece.

—Tay... —trato de levantarme pero se vuelve a sentar al mismo tiempo en que sujeta mi nuca para atraernos en un beso caótico del que los invitados son testigos.

Los aplausos me erizan ma piel.

—No necesitas nada de nadie más —susurra para nosotros y asiento apenas abriendo los ojos...

—Yo —habla alguien a mi derecha y veo que mi padre se levanta hacia la tarima.

Los reflectores lo bañan y sonrío con todos los dientes.

—Supongo que algunos me conocen por ser el padre de Lovely o quizá por ser el que metió a más de uno a prisión —dice y me rio—. Cuando Lovely llegó a mi vida juré protegerla de todo mal, de toda pesadilla. —limpia sus lágrimas—. Pero no pude protegerla y se enamoró de una de ellas en lugar de tenerle miedo. Lovely ha demostrado ser la pesadilla viviente de más de uno y no sólo por ser "mujer" de un mafioso o sea hija de un general. Es la pesadilla de muchos porque hace lo que nadie hizo en más de veinte años. Derrocar un imperio.

«Que nadie se tome a pecho lo que acaba de decir», ruego. Está literalmente delante de los continentes y así Tayler sea un líder pueden quererle quitar el lugar.

Tiemblo siendo un mar de llantos valiéndome mierda que me vean y los aplausos se hacen sonoros.

Te amo, cariño —susurra en gaélico y sólo soy consiente de que amo a mi padre más de lo que amo a mi madre o amé.

—¡Dios! —suspira Elton—. Eso fue dulce, Sr. Walker. Pero, yo quiero decir unas palabras para los novios.

Mi padre me abraza al llegar y le doy besitos en la cara.

—Te amo —susurro.

Besa mi coronilla y espero a ver qué dirá el loco de Elton.

—Bueno —resopla con un vaso de licor en mano—. Conocí a Leoncito —dice y las carcajadas se desatan— mucho antes de conocer a Lovely, sin embargo, no podía medir el cariño de ninguno, por eso cuando la chica ebria me dijo que la ayudara a atrapar a un hombre que odiaba y le había hecho cosas horribles acepté, y por eso cuando él tipo horrible me dijo que la salvará de todo aquel que le hiciera daño la alejé de él, por eso acepté que ella se uniera a él, porque ambos huían de ellos mismos, ella lo buscaba porque lo deseaba, pero él huía de ella porque tenía miedo de hacerlo. Al final ninguno se odiaba —se ríe—, pero daban la vida por el otro, y por eso es que te quedas entre el desastre que son tus amigos. El amor no es algo que aparezca de la nada, se construye y ellos lo hicieron más de una vez. Por eso es que acepté, vi cómo se obsesionaba, fui testigo de lo malo que es el cerebro pero también vi que no importa quién seas, ni que tanto daño hayas causado, una vez entregas tu alma estarás dispuesto a arder en el infierno —levanta la copa—, y por eso estoy aquí, porque si arderán por amarse, arderemos todos.

Los aplausos se hacen presentes y me desarmo a aplaudir sintiendo que la vida me dió a Elton para compensar quitarme a mi Os.

—En conclusión; si una chica les pide investigar a un mafioso y te dice que lo odia no le crean —me rio—, y si él dice que la odia, no la soporta y la quiere lejos; no le crean. Desató una guerra por tenerla y pobre del que se lo impidiera. ¡Salud!

—¡Te quiero! —le grito.

—Y yo a ti, muñeca —susurra entre labios.

—¿Vas a seguir coqueteando o nos vamos a largar?

—Aún no hemos bailado —hago puchero—. Tienes que bailar conmigo.

Rueda los ojos y beso su mejilla.

—Ahora una canción para la pareja —Elton carraspea y fuerzo una sonrisa.

Soldados acomodan un piano en la tarima.
Pero me sorprendo cuando comienza a cantar Everytime de Britney Spears mientras toca el piano. La cámara de vídeo nos ilumina y sonrío mandando beso.

Tayler siempre parece enojado o despreocupado, pero cuando giro hacia él hace lo mismo para atrapar el beso que le doy, le quito el labial de sus comisuras y hace lo mismo con los míos.

«¿Puedo ser más feliz que ahora?»

No.

Tomo su mano y abrimos la pista.

Lo que me haría feliz es estar en casa con mis cuatro bebés, mis mascotas y este imbécil delicioso al que sonrío para atrapar mi boca de nuevo, con Elton cantando de fondo. Cantando hermoso de verdad, es casi angelical y la manera en que toca el piano hace que se me hinche el corazón.

Es un Rey.

Los regalos no dejan de llegar y nos dirigimos a la mesa para seguir saludando, los regalos van de propiedades. Islas, viajes, joyas o amuletos de sus culturas. El regalo del Yakuza es un hilo rojo que está en una caja dorada con su insignia pegada, en dragón me regala unas bombas verdes en una caja de cristal y sonrío porque es el primer gesto lindo que ha hecho desde que nos conocemos, las chicas me regalan montones de cajas sorpresa y no puedo esperar a abrirlas.

Tayler está más que aburrido, gracias al cielo Elton pone música después de cantar tres canciones que todas son hermosas y representan tanto este amor, lo tomo de la mano para que se levante conmigo de nuevo.

—Vamos —pido y me hace caso.

Ya se quiere ir, y yo también pero esta es una de las noches más felices de mi vida. La balada lenta me hace tomarlo del cuello para llevarlo a la pista de luces.

Las luces se apagan, veo a todos lados, se enciende un reflector rojo y veo su sonrisa.

—Bienvenida a tus recuerdos —dice y Sonne de Rammstein comienza a sonar en una balada lenta enfocando el coro.

El pecho me vibra por lo bien que baila, me guía y hace qué mis manos acaricien su rostro cuando pega mi espalda a su torso.

Aprecio el calor que surge en mi cuerpo cuando sus manos me levantan en el aire y debo recoger mi cola con sutiliza. El escalofrío me recorre cuando nos desplazamos y el reflector nos sigue.

Tayler parece saber los pasos y mi cabeza también porque lo sigo aunque las vueltas sean violentas, su cuerpo golpea al mío. Jadeo y no me da tiempo, me estira nuevamente y besa mis nudillos para inclinarse hacia mí en forma de respeto.

Es una danza de presentación. Después de literalmente descolgar mandíbula doy tres vueltas en la pista y me atrapa como una pluma. «No sabía que me había casado con un maldito dios del baile»

Entrelazo mis dedos con los suyos, me da la vuelta para quedar frente a él y me cantee para acercase a mis labios.

—¿Algo? —inquiere, y niego.

Pero joder, estoy loca por él. Me elevo y planto un beso entre los jadeos. Los invitados aplauden y debo separarme antes de follar aquí, no puedo, pero quisiera.

Hace un cambio de pista y es allí cuando mis lágrimas comienzan a escurrir porque Mind Over metter comienza a sonar.

La pista se abre y todos comienzan a bailar, nosotros nos quedamos para bailar con los invitados. Limpia mis lágrimas y sonrío aunque no diga nada sé que sabe que es nuestra canción. Sé que lo sabe. Porque desde ese momento lo supe, creo que siempre fue así, sabía lo que quería y aunque viví una mierda después de eso volvería a hacerlo si eso me trae de nuevo aquí. He amado a Tayler más de lo que me he amado a mí misma, he aceptado todo porque no he deseado nada más que morir y vivir a su lado.

Me negué tanto pero ahora. Ahora no puedo dejarlo ir, no es por mis hijos, es porque le importó una mierda hacer una guerra con tal de tenerme, es porque es un hombre lleno de poder y ese poder me hace querer más, ya que todo el poder viene de él.

Me quedo contra su pecho cuando actúa indiferente y averiguo lo que imaginé, su corazón quiere salirse así como el mío.

Después de un rato nos sentamos y le pido a Félix que me traiga unas bragas. Se acerca a mí y me da la mano después de depositar un beso en los labios del loco que me mira como si acabara de ganar mi tumba.

—Relájate. —le guiño el ojo.




Tayler Aragon.



Me late la cabeza a más de mil por hora y eso intensifica cuando la loca con la que aparentemente decidí casarme se larga con mi guardia a sabrá Dios donde. Me levanto dejando a los arrimados de la mesa porque mi única familia está a las carcajadas con el bufón. Tomo una botella de ron que pertenece al bar y me la empino...

—Hey —el bufón llega de la nada y me la quita—. Llego tu hora.

—Al fin —suspiro y avanzo para largarme.

—Pero la del show —suelta y me jala con un sinfín de guardias. No tengo idea de qué sucede, la música sube de volumen, me sientan en una silla, y...—. Que lo disfrutes.

Quedo atónico y mis músculos cuando las luces enfocan a la mujer de un vestido negro de encaje con corset que levanta sus tetas, acunando un collar para hacer sonar el látigo. Hay mujeres detrás pero sólo enfoco a la del vestido negro. La mía. Olvido las ganas que tenía de largarme y veo a mi mujer ser todo menos una santa... observo a todos lados y esos malditos... el látigo me hace voltear cuando se inclina hacia adelante dejándome ver su trasero, la tanga roja le reluce y el pecho se me calienta.

Respiro hondo y ladeo la cabeza para tener mejor vista. Sube y baja haciendo sonar el látigo, no soy capaz de mover una célula mientras se pasea a mi alrededor. Se pone de rodillas ante mí y estoy estúpido que no puedo tomarla y montarla sobre mí.

Acaricia mis piernas y sube arriba de mí, moviéndose al ritmo de la música. El miembro está palpitándome como jamás en la vida, muerde el lóbulo de mi oreja y cuando trato de pescarla huye de mí dejándome loco.

—¿Te gusta, anciano?

Unos hombres traen un violín y la balada de la canción sigue pero está esperando por mí.

—Toca —ordena haciendo sonar el látigo.

La maldigo por ser una hija de puta que me va a matar, y dejar en vergüenza: me enfoco en ella y mis dedos aprietan las cuerdas en lo que paso los hilos que vibran en mi hombro, y cuando el agudo tiembla debo hacer uso de mi fuerza...

Mi mujer se abre de piernas en el piso y usa el látigo para levantarse con delicadeza. Sus caderas se quiebran y balancean como su fuesen cascabeles en lo que mezclo la sinfonía.

No escucho más que su risa pícara y trago grueso cuando me avienta un beso. Unos tipos le traen una silla y se sienta abriendo las piernas. Veo la liga color blanco dándole final del tono. Dejo el maldito violín en el suelo y respiro quitando dos botones de mi camisa que me están ahogando así como el botón del saco.

Me levanto yendo hacia mi pequeño mercurio y me percato de que el papá no cabe en su silla, la mamá no ve y la hermana aplaude, pero ella no los mira, me ve a mí y jodidamente lo hice. «Es mía». «Ellos son míos»

—Muéstrame qué tan ágil eres —señala la liga y me burlo porque no hay manera—. ¡Hazlo! —señala el piso.

Voy a dar de rodillas y el olor de su sexo me aniquila la razón, tomo todo el autocontrol que tengo y lamo piel y muerdo la marca que le hice año atrás para deslizar la liga hasta sacarla por su bello pie adornado por una zapatilla digna de ella.

Se levanta, los gritos y aplausos la hacen reír en lo que me termina sentando de nuevo en la silla donde ella estaba. Se sube arriba de mis muslos enterrando el tacón y soporto cuando envuelve en latigo en mi cuello al igual que sus piernas, dejándolas en mis hombros. Me indica con la mirada lo que quiere, pero no tiene que hablar, yo lo sé.

Me levanto y las luces tenues se encienden para que se pueda dejar de ver el rojo. La bajo una vez acaba la pieza y siguen aplaudiendo. La tomo de las muñecas.

—¿Feliz? —inquiero.

—Mucho, mucho —dice dulcemente y a mí se me hace agua la boca por besarle el coño húmedo que se carga.

—No dormirás hoy.

—Contigo he pasado más follando que durmiendo en toda mi vida —dice y no sé porque curveo una sonrisa—. Vamos a comer, me cansé.

Me jala y yo la dejo porque está cansada por esas zapatillas. Le dije y no me hizo caso así que más tarde la castigaré por desquiciada. «Mi esposa», joder.

Me siento con ella y le traen papas y hamburguesas porque la niña no come otra cosa.

El papá y ella se ponen a hablar, la hermana la mira y su mirada recae en mí que la aniquilo con la mirada, quiero matarlos a todos porque para mí todos son una amenaza.

Ella sigue hablando como loro y yo estoy a nada de arrastrarla para largarnos de una buena maldita vez. Le envío un mensaje a Félix para ver si está todo como yo quiero y sí.

El bufón bebe como desquiciado, pero yo por otro lado me mantengo sobrio, ella vuelve a bostezar y me mentalizo en quince minutos para sacarla de aquí.

El bufón me llama y cuelgo la llamada, está a metros de mí.

—Iré a ver a los demás —me dice y enarco la ceja—. Mis amigos.

No contesto porque hace lo que se le pega la gana como ahora que no esperó que me dijera nada y se larga con ese vestido que me pone la polla como acero.

El bufón se sienta de golpe a mi lado y trago mil bolas de paciencia.

—¿A qué horas termina todo esto? —espeto.

—Pues apenas comienza —dice y veo cómo mi mujer baila con los amigos y amigas—. Debo hablarte de algo.

La boca se me amarga y veo a la pelirroja que salta y salta, se frena y me avienta un beso para seguir bailando con las mujeres de mis socios.

—¿Tus acuerdos fueron abolidos? —susurro percatándome de que los demás estén ocupados viendo hacia mi mujer.

—Me denegaron que esté bajo mi mando debido a ti —me dice—. El traslado se está haciendo en este momento, pero te juro que aquí no entra, ni en Grecia. La familia Gunn que era importante en los votos no lo hizo. Me denegó el derecho de tenerlo en prisión.

Le creo, pero el problema es que no voy a esperar, lo necesito muerto y a todo al que amenace con quitármela.

—Cálmate —me dice—. Deberías decirle, si se entera por sí sola se alterará, puede haber malos entendidos...

—No —ordeno—, si esa loca sabe algo se querrá hacer la heroina.

—No lo creo —susurra—. Ahora no lo hace sólo por ella.

La veo bailar e inconscientemente lleva la mano a su vientre en lo que niebla llega hacia ella. Es allí donde me pierdo en la maravilla que es mi mujer, porque la mujer del bufón le entrega un ramo de rosas rojas y blancas para que haga entrega de él. Se carcajea tan dulce...

—Voy por el ramo —dice el bufón—. Tienes una semana para salir, espero tengas un lugar lejos. No pasaremos juntos la víspera de año pero enviaré regalos.

Se larga corriendo como si fuese un adolescente y el Yakuza lo embiste tirándolo al suelo. Me levanto poniendo las manos sobre la mesa mientras veo como mi mocosa juega con el ramo... finalmente lo suelta y una mano lo toma, no sé quién es y no me importa.

—Todos ustedes —hablo para los que están en la mesa—, bola de inservibles. Les daré al menos diez minutos para que se despidan de mi esposa, porque de ahora en adelante la verán cada diez años si suerte tienen.

Miro a la madre porque la bastarda llega con el ramo, Carsten se remueve incómodo, Dominik no ya que la agarra con violencia y la besa, pero el padre de mi mujer se lavanta.

—Aún soy miembro de la jerarquía —dice encarándome—. Cuida a mi hija con tu vida.

—¿Alguna vez te demostré que no? —espeto—. Defenderla te queda patético, ahórratelo.

Lo aparto de mi camino mientras mi mujer viene corriendo con zapatillas. «Me va a matar, juro por Dios.»

Siento que me late el ojo.

—Despídete —le digo y su sonrisa se borra.

—¿Ya nos vamos a nuestra casa? —susurra.

—Sí.

La sonrisa se le ensancha y abraza a su padre que la besa por toda la cara. Se despide de su hermana de un abrazo, de Carsten y de ese maldito de Dominik que no la toca pero su madre ni siquiera la mira, ella se queda parada esperándola pero por ello tomo su mano jalándola conmigo. No van a hacerle un desplante.

—Ellos ya no existen para ti —le digo y asiente con un brillo que me domina.

Por eso hice esto, por esto.

El bufón pone música y yo me harto, todos comienzan a bailar, incluyendo el Yakuza.

De la nada siento un jalón y me obligo a soltarla que se carcajea y unos brazos me atrapan para levantarme en el aire. Los gritos se escuchan, y los clanes aplauden mientras todos hasta el Yakuza me empujan hacia el techo que está adornado para que ella se sintiera en casa.

—¡Pesas como la mierda! —grita el Yakuza.

Me dan vuelta mientras espero estresado, ella esta sonriendo y aplaudiendo así que dejo que me lleven como marioneta por los aires. Me dejan delante de ella y el bufón le entrega una botella mientras sigue roja de carcajadas. Me toma de la mandíbula.

—Bebe —me ordena y malditos ojos.

Abro la boca y me empuja la botella sólo un trago porque es parte de la ceremonia.

Los aplausos no se detienen mientras comienzan a bailar un par de escoceses de cabello rojizo, pero no tan hermoso como el de mi mujer.

—¡Me encanta! —aplaude el bufón tomándome del hombro mientras mira a todos bailar—. Disfruta tu luna de miel. Haré como si no supiera. No salgan del país.

Se larga con los demás, y mi mujer me toma la mano para reír y despedirse de los amigos sacudiendo su mano, pero puedo ver los diamantes que lleva su dedo. Son invaluables, el diamante rojo es por ella y poco hay en su existencia, pero el verde es el alma que tengo, y es por ella. Ella tiene mi alma en sus manos. Los mandé a fabricar hace ya un tiempo, el bufón se encargó de ello, probablemente haya costado una embarcación de millones pero vale cada centavo al verle el rostro iluminado.

Los hijos de todos los locos no están, se los llevaron una vez empezaron a beber. El bufón le avienta un beso a mi mujer y ella lo atrapa en el aire. Se lo arrebato de la mano y lo tiro al suelo.

—¿Por qué? —le tiembla la barbilla y no sé porque hago lo que hago recogiendo algo inexistente y se pongo en la mano—. ¿Me besas?

No respondo, niebla se acopla a nosotros al igual que la seguridad.

Sus tacones resuenan y la lavanto cargándola, lleva horas con esas mierdas y mis hijos tienen que estar a un grado de sufrir un quiebre vertebral.

—Eres un caballero —dice recostándose en mi cuello—. ¿Llamaras por ayuda? —me muestra el anillo—. Ya tienes esposa.

La mera palabra me causa una dicha, el pecho se me infla y no por casarme si no porque es ella con quién lo hice. Porque siempre supe que respiraba por ella, pero ahora sólo me interesa lo que ella lleva dentro al igual que tenerla, porque ya no vivo por mí, si no por ellos. Así es como funciona mi sistema ahora, sólo vivo si ellos también y prefiero mil veces morir que vivir sin ellos.

—¿Ya te arrepentiste? —digo metiéndola al auto.

—Nop, jamás —dice dulcemente como si no follara como una loca—. ¿Cuánto bebiste?

—Un trago —respondo poniéndole el cinturón de seguridad.

Se ríe y entro del otro lado para conducir. «Al fin...»

—¡Vivan los novios! —el grito de la bola de carroñeros me hace voltear a ver.

Todos los vagabundos, y el bufón principalmente están a reventar de ebrios, despidiéndose de mi mujer que grita como loca despidiéndose. Había olvidado que sólo tiene 22.

Enciendo enciendo el motor preparándome para que Félix se lleve a la pantera.

Toma su teléfono y bosteza... llevo mi mano a su vientre y no dice nada, pone la suya sobre la mía.

—Háblales —dice y frunzo el ceño—. Son unos bebés muy lindos.

—No van a a escucharme.

—Pero yo sí —sonríe como loca y niego divertido.

Llegamos al hotel donde nos quedaremos la noche y salgo para abrir la puerta y cargarla, no quiero que se canse porque la voy a follar toda la noche.

Mi seguridad sigue firme y el bufón me llama pero le rechazo la llamada, no voy a regresar a ese lugar lleno de gente. No la voy a llevar a ninguna casa, y la voy a desaparecer de la faz de la tierra si es necesario.

Entramos al lugar y Félix deja las maletas que le pedí en la puerta.

—No sabes absolutamente nada —le digo.

—Sí, señor —niebla ruge y la loca que cargo se baja yendo hacia ella, acariciandola.

La pantera talla la cabeza en su vientre y feliz la saca. Mi mujer cierra la puerta y ladea la cabeza mordiendo su dedo índice.

—¿Te dije que me pone muy caliente como te ves como ese uniforme? —inquiere, caminando hacia mí.

—Lastima —comienzo a quitármelo—, porque te voy a follar sin él.

—Que rico —ronronea y se dirige al baño encendiendo la luz.

Me deshago de los zapatos, y ubico el botón que quiero. Las cadenas caen y aseguro todo mientras escucho el agua.

No me interesa así que, me dirijo hasta ella, donde la encuentro mojándose la ropa negra que resalta sus curvas, con la mirada fija a la puerta esperando mi llegada. El cabello rojizo le cae por los hombros hasta la cintura.

Lovely siempre ha estado loca, y me complace decir que lo ha estado por mí.

—¿Me pasas esa toalla? —inquiere dándome la espalda para enjuagar su cuerpo, y yo no lo voy a pasar pero ni oxígeno.

No espero y me voy hacia ella arrancándole un grito cuando la azoto contra el mármol, al tiempo en que devoro la boca feroz que me recibe.

Sus manos tocan mi piel y no se siente más que placer, rodea mi cuello con sus brazos y la levanto con una mano debajo del trasero para con la otra sostener su nuca.

Gime y muerde mi labio inferior hasta que el sabor metálico inunda nuestras bocas. Continuo así hasta sacarla del baño mientras sigue goteando.

La bajo pero la loca no me suelta la boca y debo flexionar las piernas para que pueda alcanzarme.

—Tay... —jadea, y sus manos recorren la serpiente.

—¿Sí, mocosa?

—Yo... —no termina de decir y vuelve a besarme, una y otra vez haciendo que la polla me palpite como desquiciada...

De la nada estoy tirado en la cama cuando aplica una llave, no puedo evitar soltar una carcajada y contemplar al medio metro que tengo como mujer quitarse de mí. Ya no trae zapatillas y aprecio silueta iluminada.

Retrocede y choca con las cadenas.

—¿Qué es esto? —dice con una pizca de nerviosismo.

Veo su vientre plano percatándome de que su vientre está al menos dos centímetros más hinchado.

—Te voy a azotar suspendida en el aire —digo y repaso el culo redondo cuando se da la vuelta.

—¿Así? —pero santa mierda...

Cuando veo esta elevada en las cadenas, se sostiene, y sujeta con fuerza envolviendo sus muñecas. Quedo estático apreciando cómo baila arriba, suspendida mientras las cadenas se le envuelven en la piel.

Su cabello espeso medio húmedo cae cuando arquea su espalda y da una voltereta volviéndome loco. Jadea y pasa las manos por su cuerpo.

«Con una mierda —saboreo el meneo de sus caderas—. Me voy a correr aquí»

Parezco puberto.

Se mueve para mí, pasea la lengua por las cadenas y menea sus caderas con delicadeza, hipnotizándome cuando se vuelve violenta y mueve su cabello. No sé de dónde salió la música pero navega por mi mente. Sonríe con descaro y con una voltereta queda ahorcadas en mi regazo.

—¿Te gustó? —inquiere jadeando.

No respondo porque gustar no significa nada al tratarse de ella. La tomo del cabello estampándome en los labios que aniquilaron mis sentidos, jadea y muerde.

Chupo su cuello hasta su mandíbula y la aprieto a mi entrepierna, para que sienta como me tiene, que es la única que pone así.

La cargo directo adónde quiero mientras me devoro sus pecho.

—Agárrate de mí —ordeno.

Sus piernas y manos se aprietan para que yo la pueda soltar, arranco en vestido que me ha vuelto loco y gime cuando la tela maltrata su piel.

Lo aviento y me prendo de mi chicas jugosas. Me acomodo en el lugar, la tomo de una muñeca y sigue besándome, gimiendo, desesperada porque la empale. Encierro su muñeca con la cadena y hago lo mismo con la otra provocando que se tense. Amarro la cadera con las cadenas, su cuello, su cintura y así mismo con sus pies.

—Suéltame —ordeno y temblando lo hace.

El aire la de de mis pulmones al verla así, suspendida, jadeando, temblando, y mirándome.

El artefacto está diseñado para poderla mover como me plazca, para que experimente dolor, yo le daré el placer.

—¿Hay palabra de seguridad? —inquiere burlona.

—No. —la mera palabra la hace jadear.

Apago todas las luces con el control, dejando que sólo el ventanal nos permita apreciarnos. Saco mis instrumentos y las cadenas suenan cuando comienzan a lastimarla.

Tomo la fusca paseándola por su abdomen y dejo caer un azote que la hace retorcerse, lo repito diez veces más por sus piernas y parte baja abdominal.

Sus gemidos retumban, trata de sostenerse pero comienza a resbalar. Tomo el vibrador y lo inserto haciendo que patalee cuando inclino a chupar su clitoris hinchado, sabe tan dulce. Lamo cada hueco de ella, probando el néctar de mi mujer.

Trata de tocarme pero las cadenas se contraen, hacen lo mismo con las piernas y va quedando como una estrella en lo que su cadera es sostenida por el arnés más grande. Repito la tortura sacando el vibrador, azotando. Echo mi cabello hacia atrás cuando siento que ya no puedo seguir, azotar me hace fuerte, me tiene en control pero hacerla mía se siento jodidamente más poderoso.

Aviento la fusta y me voy contra ella besando su piel lastimada.

—¡Oh, por Dios! —gime—. Follame, por favor... por favor. No aguanto, ya no aguanto, Tay.

Sus lloriqueos me atrofian el control. Me saco el miembro palpitante.

Mi polla está llorando por ella desde que comenzó el maldito día, pero está es la segunda follada que le doy como mi esposa. «mía»

—Como digas —jadeo ubicando su entrada húmeda y apenas puedo sostenerme—. Joder, mocosa.

—¿Muy jugosa? —se burla e introduzco la punta en la entrada chorreante para sacarla—. ¡Por favor!

Patalea y las piernas se le abren cuando las cadenas se contraen. Tomo sus caderas para que no se mueva y de un empujón le dejo ir mi miembro, joder, me sostengo y respiro para no lastimarla, me estoy muriendo por marcharla. Grita y se empuja buscando la escotada que vuelvo a acomodarle, las pieles truenan, y el clima relámpago nuestro acto de lujuria. Comienzo la tanda de embestidas que hacen chasquido a contra piel.

La piel me arde y el calor sube por mi nuca al sentir su humedad. Su piel erizada bajo mis manos, y gemidos encerrados en la habitación me enloquecen. Su cuerpo brilla como si se recargada cada que se la meto, que la hago mía.

He destrozado a esta mujer tantas veces y todas ellas están conmigo, están a mi lado, pidiendo más. Cada que la sumerjo ella sólo sabe a suplicarme que siga, ella es una maldita Diosa, cada parte de su cuerpo, su alma retorcida. Es mía. Nos convertimos en monstruos distintos porque no aceptaban esto, y ahora, ahora se mueren de envidia.

Está completamente loca, entregada a mí, porque siempre he sabido que el sexo la vuelve loca, y sólo yo la pongo así. Adoro sus gritos, no sé porque sonrío, intensificando los embates, supongo que es porque voy a dar hasta el último respiro en esta mujer.

—¡Maldita sea! —chilla, jadeando.

—Grita —jadeo perdido en el placer que me da su calor, sus tetas, su alma—. Grítame cuando me odias, joder.

Embisto, acomodando mis dedos cuando el sudor comienza a resbalar. Su coño me aprieta con fuerza, la electricidad me recorre y tengo que parar para no lastimarla. Una vez perdí el control y la rompí, no haré esa estupidez ahora.

Salgo de ella y gime dejándose caer. Rodeo el área hasta su cabeza. La tomo por los cabellos y ruedo las cadenas envolviéndola en ellas.

—Chupa —ordeno—. Si siento tus dientes te la voy a empujar hasta donde comienza tu tráquea.

Se burla y alzo su cabeza... «Joder»

Está llena de lágrimas de placer, babeando, roja, el cabello se le pega en la cara y lo aparto delicadamente.

—Déjame probar —suplica y tomo mi verga para abofetearla con ella.

Abre la boca, babea como una necesitada. La inserto...

—¡Oh, mierda! —jadeo agarrando la cadena con una mano—. No sabes lo rico que lo haces. Deberías tener... una puta medalla... joder.

Su lengua chupa los jugos, su boca succiona y aprieta. Los gemidos que desata me acomodan una vibración que me hace crecer la polla a más no poder.

—¿Te gusta? —gime separándose y vuelve a prenderse de mi polla en lo que pierdo la paciencia enviándole una estocada que la hace dar arcadas—. Que rico.

Se ahoga y vuelvo a repetir hasta que el sonido de su garganta choca con mi punta hurguetea y ella me recibe cuál caramelo.

Salgo de ella y deja caer la cabeza. La dejo así, porque necesito follarla, necesito hacerlo. Las bolas se me tensan, el líquido de su saliva y el presemen gotean de la punta rosa.

Tomo sus caderas y vibra de desesperación. E escaneo, me deleito de lo jodidamente hermosa que es. Gime y la embisto sin pudor, sin piedad, arranco un grito de su garganta y trata de tomar las cadenas porque se va de picada, el paso del aire se le corta por la fricción de las cadenas y el collar. No puede sincronizarse a mi embestidas pero poco a poco comienza a respirar en lo que yo me pierdo, sin control, no me mido, es rápido y duro, apenas consigo mantenerla en un maldito lugar. Jadeo perdido y extasiado de cómo se siente allí dentro, que jamás había sentido algo así, tan placentero, tan embriagador.

—¡Dios, Dios! —lloriquea—. Tayler, joder.

Sigo embistiendo hasta que la nube roja de placer me atrapa y tomo la cadena del cuello que la obliga a arquearse, aprieta el coño y con ello me succiona la polla o mi alma. La manera declinada le da paso libre para que empuje y es lo que hace cómo desquiciada.

—Follame sin miedo —me pide—, estaré bien.

Y allí se va mi puto auto control. La aprieto más y comienzo la tanda de estocadas que la hacen jadear, gemir y yo no sé estoy jadeando porque ambos estamos por completo perdidos.

Freno el acto y aún dentro de ella la hago girar, desenvolviéndola de las cadenas, su cara se aprecia en la penumbra y ese metal brilla. Esas dagas me aniquilan.

—Estoy bien —me asegura—, puedes hacerlo duro.

Apenas está consiente, y me voy contra ella besándola hasta que siento que me arden los labios sin dejar de embestir. Tiembla bajo de mí y quito las muñequeras. Sus manos me tocan desesperadas, me aprieta con ella y vibra cómo si no quisiera separarse.

Sus gemidos tocan mi columna y alma, aprieto su culo contra mi para profundizar los embates y echa la cabeza hacia atrás, besándome como si quisiera decirlo.

La tengo perdida en el placer que le doy y tomo su cara para que me vean esos mercurios cuando el calambre me toma el estómago y comienza a ahogarse con los jadeos.

—No dejes de hacerlo fuerte —me pide y me prendo de su boca.

Ahogo mis gemidos con ella, tiembla cuando una ola de líquido sale de ella y me aprieta haciendo que me descargue y embisto con más frenetismo, sin pudor, azoto, muerdo, jalo y lamo lo que veo, mientras ella se retuerce de placer.

Muerdo sus tetas sin dejar de embestir, ahogándome en lo deliciosas que se sientes contra mis dientes, y paso la lengua hasta su mandíbula hasta que sus labios me tapar el gemido que se me escapa.

Quedo inerte, jadeando, pero ella apenas respira, la tomo de la nuca y busco su mirada.

—¿Mocosa? —nuevo su rostro, está con la boca abierta, pero no parece moverse—. ¡Love...!

—Déjame apreciar este momento —dice sin aliento—, déjame apreciarte así.

Talla mi rostro y sonríe. Me aprieta desde adentro y comienzo las embestidas suaves.

—¿No te cansas de babear por mí? —inquiero, y niega divertida.

—Me encanta —susurra y deja un beso en mis labios—, y me encanta cuando me haces el amor.

Sigo moviéndome suave.

—Creí que te habías desmayado —comienzo a tomar velocidad y gime.

—El voltaje de tus caderas es lo único brusco que resisto. —muerde su labios inferior echando un vistazo a lo que le hago—. Joder, me encanta.

Beso su cuello dejando que eche la cabeza hacia atrás, toca mi pecho y me aparta. Aprecia el tatuaje y sonríe.

—Cada que me voy te haces un tatuaje por mí —alardea y la embisto con fuerza—, y me gusta.

—¿Sí? —gimo, y asiente porque ya no puede hablar debido a que tomo su cabello embistiendo sin medirme—. ¿Te gusta?

—Me encanta —lloriquea dándole paso el siguiente orgasmo que la deja temblando pero lista para montarme.

Nota:

Escribiendo esto lloré como nada.

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