Capítulo 26
Tayler Aragon.
Legado.
Tiemblo tratando de escuchar lo que dicen pero no me enfoco. Confié en ella y lo sé, pero no soporto no estar allí. Algo no se siente bien, mi dulce y maldita mujer está arriesgándose.
Si Dios existe necesito que me dé algo paciencia porque ya no me queda. Hay un diablo enjaulado en mi pecho y si algo pasa...
«Paciencia», me exijo. Ella quería esto así que le daré confianza. Confianza que está asfixiándome desde que el Miller dijo que el maldito bastardo de Andersson quería tocarla... algo me dice que algo más paso.
Cuento los segundos desde mi posición con el peso en el edificio. La pierdo de vista después pero aún veo su punto de trayecto. Si no sale en el tiempo acordado voy a reventarlos a todos.
Tengo muchas cosas que hacer. Sobornar a testigos para que no digan... matarlos sería mejor, no tengo ganas de una piedra en mi camino. Necesito al dragón en acción y casi podría decir que siento lástima por el bufón. Si mis decisiones salen a la luz puede salir perjudicado y eso no me molesta, es un hombre con poder puede resolver sus asuntos.
La pantalla de mi antebrazo vibra y descanso el mirador para observar qué diablos quiere el bufón.
Sin embargo, lo que me deja con la piel helada es lo que veo. Está siendo transmitida...
—¿Tayler, lo ves? —habla en mi oído.
Me levanto, tomo el francotirador que me dió el dragón y corro hasta sentir que los pulmones me arden. Bajo las escaleras y salto dos pisos para acortar mi camino. Esto no es un rescate, es una trampa para ella.
—¡Tayler!
Escucho pero no respondo y no me importa, bajo las escaleras del edificio brinco dos pisos cuesta bajo tratando de llegar donde todos. Le van a arrebatar todo...
Algo en el pecho se me comprime, el aire me hace falta, las manos me laten. «Me la van a matar»
Ya no la voy a perder. Ella es mía desde siempre, y quise ser bueno pero no lo seré de nuevo, no, porque si lo soy van a derribarmela. Su alma, y el brillo que pude presenciar este fin de semana. «¡No me la van a apagar, carajo!»
Algo me tira y trato de apartarlo pero los ojos me arden, no veo sólo quiero ir hasta allá y matarlos a todos. No debí dejarla ir, pero es fuerte, ella necesita saber que puede, compensar todo lo malo qué pasó con el poder que tiene.
—¡Hermano, ya! —me grita—. ¡Tranquilo! Lo solucionaré.
—¡Suéltame! —empujo al bufón.
Me levanto tratando de enfocarme. El pecho me retumba y determino a mis hombres y que cubren la entrada de la zona sur.
Miro al bufón tratando de respirar.
—El vídeo...
Asiente acomodando su uniforme.
—El mundo aún no está listo para esto —palmea mi hombro—, necesito de tu ayuda.
Lo aparto y me dirijo con él a la computadora que está sobre el capot del auto. Los soldados del bufón siguen viendo la transmisión.
—¿Lo estás viendo? —le pregunta el bufón a la mujer que está en la pantalla—. ¿Qué tan grave?
—No sé cuánto me tarde...
—¡Bett puede! —la copia de Jesucristo aparece como si fuese El Salvador—. Ella está en el plantel.
—Estaré con ella —contesta la mujer de bufón. Guarda silencio y me mira—. ¿La protegerás, no?
Desvió la mirada para que se encarguen de la transmisión mientras me contengo las ganas de de respirar, no tengo cabeza para dejarlo pasar. Doy vueltas mientras la transmisión sigue, y todos gritan, golpes, sangre.
No me preocupa que no pueda, sé que puede, es un soldado completo con habilidades extraordinarias en combate fuera del campo, no sólo estrategia militar, si no distintas artes marciales.
La obsesión que sentía por Lovely cambió. Ya no es cómo cuando estaba preso o estábamos en la misma casa, ahora siento que estoy quemándome por dentro si no la tengo, porque ya estuve sin ella y no puedo estarlo otra vez.
—Hijo —escucho una voz mientras camino hacia donde fue Love—. Leon.
Giro frunciendo el ceño. Mis puños se aprietan y lo único que hago el lanzarme sobre ese infeliz mientras lo encuello llevándolo al suelo. «No huyó»
—¡Era una trampa! —grito—. ¡Tú y tu puta mujer lo sabían y la dejaron! ¡Y te vas a arrepentir toda tu puta vida, Carsten! ¡Te juro que vas a arrastrarte rogando perdón y eso jamás te lo daré! —impacto mi puño una y otra vez—. ¡Te lo advertí!
—¡No lo sabía! —aclara y lo golpeo con lo salado atravesándome la garganta—. ¡Ella escapó, creí que había escapado! Hasta que me habló su madre y me dijo que estaba bien, pero Jossie me dijo que debía decirles algo... tienen a alguien más.
—¡Eres un infeliz! —lo azoto en el suelo—. ¡Ella es mi mujer! ¿Por qué no te importa?
—¡Michelle vió a Jossie en Nuevo México y sabía que vendría por ella! —me empuja y unos brazos me apartan sobre él—. Sólo huyó. Andersson y Michelle hicieron todo esto, no Jossie. No puedes culparla por querer proteger a nuestro hijo.
—¡Corre, Carsten! —rujo hasta que me truena la campana—. ¡Corre porque te voy a cazar!
El aire se espesa porque decir su nombre a gritos es un problema.
—¡Ya basta! —el bufón se mete—. ¡Sabemos que la madre de Love fue la que le dijo a Jossie que huyera y aún no tengo idea cómo diablos supieron que no estaban cuidándolo a Eliot pero carajo. ¡Love está en problemas y me importa muy poco tu bastardo, Carsten!
Me toma del cuello con ojos cristalinos.
—Hermano —le tiembla la barbilla—. Cántale, dedícale el poema del kdrama o libro que le guste. Pídele matrimonio y llévatela lejos, ya no somos unos niños.
Me jala del brazo para que vea la imagen de Love tirada en el suelo en la jaula llorando y gritando ahogando a un niño. Los gritos de mi mocosa me erizan la piel. Doy dos pasos hacia atrás mientras unos cuantos soldados se tapan la boca pero mis hombres. Ellos no, ellos la admiran sin importar que esté matando a un niño.
—Sólo quería advertir... —el seguro de un arma se activa y veo al bufón apuntarle al que se hace llamar mi padre—. ¡No hagas pelotadas por algo que no tenía ni puta idea!
—¡Ella se iba a arriesgar así por tu mujer e hijos y nietos o lo que sea! —le grita mientras no puedo despegar los ojos de mi mercurio que es enfocado. Pero no me puedo mover sin el bastardo—. ¡Tienes el descaro de venir aquí sabiendo quién eres!
—¡Porque no iba a permitir que mi hijo caminara a una hoguera! —escupe.
Los soldados comienzan a acercarse y me pierdo en lo que mis ojos ven. El bufón baja el arma y todos nos concentramos en los gritos femeninos desgarradores mientras yo estoy implorando que el bastardo llegue ya.
La masacre que está haciendo deja a todos con la mandíbula en el suelo, incluyendo a la tapadera desabrida que tiene. Se vuelve loca, ágil, sacando y enterrando un cuchillo a todo aquel que se le acerque. Los intestinos son expandidos, y grita cada que mata.
El pecho me crece, y me hace sentir jodidamente orgulloso de mi mujer. No la van a matar, el vikingo sabe lo que sucedería, pero aún así disfruto de esto, y aún así lo van a pagar.
Petrova entra y el corazón me sube a la garganta cuando la toma del pelo pero ella lo aparta cortándole el brazo. Este la tira llevándola al suelo mientras bufa y le habla para que salga del transe.
Cómo un maldito vínculo asqueroso. La levanta a gritos y la obliga a mirar a la cámara. Está llena de sangre con una sonrisa en el rostro mientras las lágrimas le escurren, los ojos grises están ocultos por el negro de su pupila, inclina la cabeza firme mirando hacia la cámara. «Joder»
—Bufón —advierto.
—¡Chiquita, por favor! —le grita a la mujer.
El vikingo la obliga a hablar.
Determino al bastardo que trae lo que le pedí.
—¿Qué quiere probar? —inquiere el maldito mequetrefe.
—Díselo, Leon —habla mi padre—, dile lo que quieren probar.
—Si algo le pasa a esa mujer me encargaré de cazar a la tuya y darte de comer a tu hijo —lo amenazo—. Créeme que lo haría. Si su alma no regresa, entonces te quitaré lo que amas. —lo señalo—. Esto es traición y yo jamás perdono, no importa quién.
Carsten da dos pasos hacia atrás acomodando su traje.
—¡Ellie, por Dios! —se frustra el bufón.
Lovely mueve los labios...
—¡Apágala! —le ordeno al bufón—. ¡Ahora!
Cierra la computadora dejando en veremos lo que fueses a decir.
Todos se quedan en silencio mientras los trotes del bastardo se hace más acércanos.
—¿Qué diablos pasó? —jadea.
—¿Tienes lo que te pedí? —inquiero.
—Aquí están tus porquerías —me avienta la mochila como si fuesen libros.
—Sácalos de aquí —le digo al bufón quitándome el uniforme ridiculo que me puse.
—¿Qué harás?
—Haremos —corrige el bastardo—. Sabíamos que algo no iba a ir bien, pero nos aseguraremos de que para ellos tampoco.
—¡Si entran allá la van a matar! —se opone el amante cobarde.
—¡Retirada! —vocifera el bufón—. ¡Misión cumplida y no hay reporte de misión!
—¡Sí, Majestad! —responden sus guardias.
El tal Miller empieza a hacer la retirada de todos y los autos comienzan a ser abordados. Me arreglo el traje y tomo la mochila avanzando. Coloco las armas en el cinturón, y en las piernas granadas así como dagas y cartuchos.
—¡Yo voy! —grita el mequetrefe.
—Sólo es para mafia, y no para pequeños cobardes que arriesgan a los demás salvando a sus madres —espeto y recargo.
—¿Que me dices tú? —me dice y giro—. Dejaste que fuera por un niño que no es suyo.
—Es suyo, y a diferencia de ti. Habría matado a mi madre por salvarla a ella.
El bufón se burla y el bastardo también mientras empacan armas.
—¿Ustedes también van? Creí que era sólo mafia.
—Mira esto —el bastardo levanta la manga de su camisa de camuflaje—, me lo hice hace unos años.
—Yo no tengo pero soy el Rey y hago lo que quiera.
No me detengo. No voy a esperar sólo necesito llegar, sé de buena mano que no la van a matar, pero algo me dice que ya murió de cierta manera.
Escucho el trote...
—Con el debido respeto, pero es mi novia, y mi madre las que están allá así que iré —contesta tajante.
Freno en seco.
—Agente —lo tomo del cuello azotandolo contra un árbol del camino. Se asfixia y hago presión cuando lo elevo dejando que los pies le cuelguen—. No vuelvas a repetir que es tu algo o si encontrarás a tu madre, pero muerta. ¿Entendido?
Trata de golpearme pero pongo presión mientras el bufón y el bastardo no dicen más que maldiciones.
—S-sí —dice casi inaudible.
Lo suelto. No me importa, simplemente camino hacia la avenida. Si se mueren que se mueran.
El corazón que creí no tener acaba de dar un vuelco con ella así. Gritando y suplicando que una casualidad llegara, yo debí llegar. Debí ser yo el mafioso que no conoce reglas y en cambio las acate.
Me coloco las otras armas en el las cruzaderas de cuero en la espalda después de tirar mi saco. Ubico las bombas químicas y las agito.
Queman iglesias. Yo les mostraré cómo se prende fuego.
Arrojo la mochila a para que el bufón la agarre.
—Adoro la acción.
—¿Quieres callarte? —me estreso.
Escucho la cadena del bastardo y lo miro de reojo. Está ansioso por matar y estoy tentado a que lo haga.
La piel se me eriza, el corazón se me atrofia, mis pies vibran con la bola que viaja de mi estómago a mi garganta cuando veo a una imagen de negro llena de sangre tambaleándose con Eliot y otro colgando de su brazo.
No sé cómo lo hago pero el único impulso de mi cuerpo es correr hasta que el pecho me zumba donde está ella. La atrapo con mis brazos cómo puedo y se desploma pero la sostengo mientras el bufón le quita a Eliot y alguien más al otro. Sus brazos están al lado lateral de su cuerpo y no tengo idea de qué decirle.
Yo siempre tengo todo planeado pero me estoy muriendo por sentir como no puede abrazarme, como no me golpea diciendo que yo tuve la culpa.
—Estoy aquí, mocosa —susurro—. Lo siento tanto mi maldito mercurio, los voy a quemar a cada uno de ellos.
Solloza mientras acaricio su cabello lleno de sangre. Me aparto para ver su rostro, le tiembla el labio y mis mercurios están vacíos esos ojos.
—Primero ellos —dice entregándome algo en el pecho con la mano temblorosa.
Tomo su mano y veo una pastilla. El bufón se acerca mientras están tratando de revivir al muerto y la mujer que se desangra.
—Primero ellos —reitero mirando al bufón.
Mira a Love y asiente. Le doy la pastilla al bufón y acaricio su mejilla mientras observa a la absoluta nada.
—Él estará bien —tomo su nuca y la atraigo hacia mis labios...
—No.
—Estará bien, lo juro —la tomo con la otra mano.
—¿Me perdonas? —se le quiebra la voz—. Lamento no hacerte caso pero era nuestro bebé, y sin embargo, sigues con ella, no llegaste por mí. No estuviste aquí.
—No volverá a ocurrir.
Si algo me purga es que sepa que soy un fracasado, que tuviera la esperanza de verme entrar antes de que ese niño dejara de respirar pero no, no es así.
—Escúchame —la sostengo y niega llorando—, tú lo sabes, joder. Todo, todo es por ti. Cambié mi vida, mi mundo por ti. Por estar cerca de ti. No me alejes ahora.
—Cambia al mundo —me dice.
El pecho se me enciende y la tomo con fuerza presionando sus labios que me arrancan el alma en un instante por el fuego que arde cuando nuestras lenguas chocan pero así mismo se va después de que su cuerpo pierda fuerzas y se desmaye.
—¿La ahogaste o qué? —me regaña el bufón.
Con este maldito nunca se puede hablar bien.
—Reid, llévatela —pide—. Nosotros tenemos trabajo.
El maldito mequetrefe me mira como yo lo vi en el momento que apareció con ella en el juicio. «Odio puro»
Me burlo en su cara mientras el bufón le pasa a mi mujer en los brazos.
—Sabes que... —mira hacia la carretera—, si, genial. ¡Miller llévate a la madre de Matthew!
—¿Como está Love? —inquiere mientras mi vista va en en Eliot que está en los brazos del bastardo.
—Cargo a la Love y los niños sin problema —asegura Miller.
Los soldados de su calibre o al menos todos los entrenados por la jerarquía pueden con unos o dos compañeros heridos. Prefiero que la cargue ese soldado a que sea el amante.
No necesito al maldito Jesucristo.
El bufón lo ayuda y el bastardo me sigue mientras el silencio se hace asqueroso cuando veo cómo se aleja con mi mujer.
—El chico le conviene, deberías dejarla a que pruebe su vida sin ti —habla cosas que claramente no me importan una mierda—, su madre al parecer es una perra que siempre odié, su padre no la busca. Su hermana la usa, todas la buscan para ayuda, tú la follas como si fuese la sangre de cristo pero él es su novio. Y te entiendo porque la amo, y estuve en tu posición.
Camino activando la bomba química con toda la intención de tirársela.
—La compartiría, joder. Dejaría que otro la toque y que ella me permita ver porque sé que es libre de hacerlo, ella siempre ha sido así —suspira—. Aunque me cueste decirlo contigo nunca fue así, nunca necesito más porque ya lo tenía, y sin embargo, siempre estaba llorando, porque te jodio que me amara y te engañara cuando estaba enamorada, fui su primer hombre y primer amor. Ya no eres un niño, y ya no tienes una pistola en la cabeza.
—¿Hoy todos amanecieron con título en psicología? —escupo.
Deslizo la bomba química desde la distancia hasta el auto negro que se ve estacionado mientras los demás gritan y festejan.
—¿Enamorándose? —llega el bufón de gracioso—. ¿Cómo van?
—Le decía a tu amigo que deje de tratar a Love como sumisa y que la dejé o simplemente se la lleve porque si no lo hace lo haré yo —dice absolutamente todo lo contrario al mensaje que me quiso dar.
—Lovely no se iría contigo —se burla el bufón y saco la daga de mi cinturón—, creo que con el doctor sí. Me dijo que la quiere...
Lanzo la daga de electroshocks haciendo que la bomba reviente y eleve el auto hacia los demás vehículos y los hombres que están allí. El temblor del suelo me eriza la piel. La bomba química quema todo en frío y todo lo que esté cerca. El bastardo ya se inyectó así como el bufón. Destroza los huesos y carne humana en segundos.
—¡No mates a todos que quiero acción! —gruñe el bufón.
Ruedo los ojos y corremos hacia el alboroto.
Se levantan en armas pero en táctica somos más rápidos y hábiles. Lanzo una daga y la clavo en el ojo de uno llevándolo al suelo. El bufón tira a uno de una patada, el bastardo envuelta a uno trabándolo con la cadena mientras lucha porque no lo maten. Coloca su rodilla en la cadena impulsando el peso y este cedé arrancando la cabeza del hombre que queda dentro del auto y su cabeza afuera en el suelo de la puerta de piloto.
La música de adentro no deja escuchar nada pero lanzo dos bombas cuando el bufón y el bastardo dan una patada para abrir las puertas. Estas explotan mientras nos medio cubrimos.
Los gritos se hacen sonoros pero el bastardo entra corriendo a matar a diestra y siniestra. El bufón me mira y yo simplemente ruedo los ojos.
—Sacaste a pasear al perro —se burla.
—Sí, ya necesitas aire.
Curveo una sonrisa y entramos con el humo y la multitud despavorida...
A lo lejos determino al hombre de pantalones ajustados y corro hacia él. Lanzo una daga dándole en la espalda debido a que se movió. Se dobla debido a la zona... uno de sus hombres me impide el paso y empujo rompiéndole el cuello porque lo tengo tiempo de jugar, la sangre me hierve al grado de sentir que vuelo.
No estoy para circos. Lo quiero y lo voy a matar. El hedor a sangre es notorio...
—¡Llegó el maldito demonio de Ámsterdam pendejos! —grita el bastardo y salta de un segundo piso arriba de un cuerpo sin cabeza.
Lanza la cadena atrapando a otro llevándolo al suelo mientras el bufón saca a esclavas que podrían servir.
Corro subiendo las escaleras y el maldito vikingo va bajando del otro lado. Me purga, saco las estrellas y lanzo cinco aniquilando a sus escudos. Doy un salto del segundo piso para caer en la parte central de la iglesia. Camino sacando dagas chinas.
—¡No corras, hijo de puta! —le grito—. ¡Aquí estoy! ¡Querías al cazador y aquí lo tienes!
Frena en seco y sonrío para mis adentros. Salto en un brinco con el revolucionario de gente. Le doy una patada en el pecho que lo envía al suelo, se levanta, se saca mi daga de la espalda y me la lanza, activo el guante azul y cae con el mango en mi palma.
—¿Qué? ¿Se te cerro? —me burlo.
—¿Cerrase? —niega—. Tu puta siempre estaba abierta para mí, incluso cuando le metía los dedos...
Todo se me transforma en rojo yéndome a los golpes con él al suelo. Rodamos entre cuerpos, me da un codazo que me envía el suelo aturdido, me levanto de un salto enviando a un boyevik al infierno cuando me trata de tomar, le rompo el cuello, me regreso al vikingo que trata de irse, y le doy un golpe en el hígado sacándole el aire. Estamos de casi la misma altura, él tiene ropa de combate, yo un traje, soy más alto, hábil y estoy más harto.
Respiro hondo esperando que se reponga, lanza un golpe, lo esquivo pero canto victoria demasiado pronto ya que me toma del cuello llevándome al suelo en una llave. Golpea mi costilla y se lo regreso cuando me pongo sobre él.
—¿Qué tanto te gusta la puta rata rubia que tienes? —golpeo su costilla preso de la furia. Le doy otro—. Dos más y el pulmón se te colapsara...
Su rodilla cae a mi mandíbula enviándome al suelo entre gritos, muertes y cuerpos. Me levanto de un salto y escupo sangre. Los golpes son como truenos al impactar en la cara y cuerpo de cada uno.
Cada golpe resalta en el sudor y sangre que provocamos.
—¡Está pelea no es conmigo, cazador! —dice poniéndose en guardia.
Me lanza otro golpe que esquivo y me lo devuelve enviándome al suelo. Saco mi daga... la clavo pero mete la mano y de una maniobra me empuja contra las rejas. La cabeza me late al sentir el golpe seco.
Saca un arma de su espalda apuntándome. «Maldito sucio hijo de perra»
Dispara y desvío el cañón golpeándole la cara. Me levanto como puedo y saco mi daga, toma nuevamente el arma, me apunta pero clavo la daga en su abdomen. Me golpea con el cañón y empujo más para desgarrar.
Lo desarmo y se carcajea sorprendiéndome con otra... me muevo pero el plomo impacta en mi hombro enviándome al suelo con un golpe en las costillas.
—Despreocúpate —me dice—, tu puta es lo único que te vale un mísero peso, cazador. Porque eres igual o peor que mi hermano. Deberías contarle porque eres mi enemigo, deberías decirle eso qué piensas pero no sabes antes de que sea demasiado tarde.
Aprieta mi abdomen mientras corre sangre y me río porque se va a morir si no se larga. Saco la bomba de electroshocks y la disparo arrojándolo lejos de mí. Me levanto sintiendo que la tierra se mueve y camino hacia él presionando su herida.
—Despreocúpate —evoco sus palabras—, mi mujer es lo único que te mantiene con vida.
—¡Tayler, vienen más! —grita el bufón aún parando a lo que se le acerca.
Quito el pie de la herida y saco las bombas que me regaló el dragón. Camino hacia la salida con el bastardo matando a lo que se mueve.
—Hay un contrato firmado —le digo al hombre que se agarra la herida, levantándose—. Me importa una mierda, Petrova.
Se que dije que lo dejaría vivir, pero esto es más bien un pago por no dejarla morir, depende de él sobrevivir así como él la apuñaló para dejar que corriera sola en el bosque, drogada, sola y con frío.
Quito los aros.
—¿Qué es eso? —chilla el bufón.
—La resurrección.
Corre el ver mi sonrisa y hago lo mismo saliendo de la iglesia. Alejándonos lo más que podemos. La adrenalina recorre mi cuerpo hasta la última médula, las carcajadas se hacen sonoras mientras el beso de la muerte nos empuja por el impacto de las dos bombas que nos arrojan al suelo.
Ruedo tratando de frenar, la cabeza me da vueltas, mis costillas impactan contra el pavimento, los oídos me zumban y el calor del fuego me hace reír mientras trato de respirar.
Ladeo la cabeza para notar que todo el lugar está en llamas. Mis oídos comienzan a acoplarse y las carcajadas del bufón me hacen fruncir el ceño. Me levanto poco a poco mientras él está sentado como niño pequeño viendo el fuego y el bastardo está acostado mirando el fuego de color verde sosteniendo su cabeza con la mano y otra en su cintura.
—No sé ustedes pero eso fue liberador —dice el bastardo.
—¿Mataste al vikingo? —inquiere el bufón.
Niego y veo cómo se desfigura su cara.
—Mejor.
Me mira como borrego a medio morir. Saco el teléfono que le robé en la lucha y se lo aviento, escanea lo roto que está pero suspira.
—Puedo con eso.
Las llamas van desapareciendo en lo que el mareo me toma.
—¿Estás bien?
—Vámonos —ordeno.
—Está teniendo el periodo o está muriendo —habla el bastardo pero no veo de dónde viene su irritante voz.
Todo comienza a desaparecer y acto seguido el chillido de un auto hace que abra los ojos para prepararme.
—¡Gracias a Dios! —grita el bufón—. ¡Romeo está apunto de morir!
—¡Súbanlo! —dice el maldito ese.
A lo lejos veo las llamas y del fuego de la calle veo la silueta de una mujer balanceándose hacia mi dirección. Es encantadora, hipnotizante y hermosa. Recuerdo verla oliendo las rosas del jardín y odiar que pisaran del lugar de sus rosas, escucho su risa y enojos fingidos.
El día que la hice mi esposa, la noche de bodas, sus lágrimas... el pecho se me abre.
—Lovely Walker —susurro.
—Cuando mucho es una iglesia en cenizas —habla el bufón.
Me toma por los brazos metiéndome a un auto o algo mientras la cabeza me da vueltas. Miro a mi lado y viene el bufón revisándose una herida. A mí no me importan las heridas, sólo estoy apunto de hacerle caso al idiota más grande del mundo.
—¿Cuál poema? —inquiero mirando la oscuridad de este lugar abandonado.
—¿Qué?
—¿Cuál es el poema que le gusta?
Me aprieta el hombro haciendo que jadee empujándolo.
—Lo siento.
Me trata de limpiar pero lo quito.
—Sólo recuerdo el poema de Goblin mientras estábamos en Grecia. —aclara la garganta mientras recargo la cabeza en la ventana y de alguna parta aparece una música triste de Tom odell «Maldiro bufón—. Esa chica tan pequeña como una violeta...
Frunzo el ceño.
—¿A la deriva en el cielo? —continuo.
Mi mocosa leyó ese poema una vez.
—¿Goblin? —inquiere el maldito infeliz mientras trato de incorporarme—. El poema se llama la física del amor.
—¿Se lo dedicaste a Love? —se burla el bastardo.
—No.
—De todas formas a ella le gusta el romance oscuro —me dice el bufón—. Córtale la cabeza a alguien y dásela. Le gusta más que un poema.
—Lo sé, ya lo he hecho —resoplo con el mareo.
Ruedo los ojos hastiado, ya no tengo fuerzas, sólo quiero hacer las pases, no quiero pelear, joder. Ya no quiero discutir con ella.
—Dejen de hablar estupideces, he hecho poemas con la sangre de mis víctimas de solo mirar a mi mujer —los freno de su demencia.
—El día de su boda —dice el bufón, mientras las luces se me apagan—. Jamás olvidaré que estuviste de rodillas como treinta minutos, lo grabé y puedo extorsionarte.
No escucho bien, todo zumba.
—Mantente conmigo —escucho el grito del bufón—. Necesito contarte todo lo que he guardado para hacerte pasar vergüenza.
No quiero estupideces, y menos con esos dos imbeciles de al frente que esperan a que yo la dejé para lanzarse como buitres...
El maldito dolor de cabeza me toma zumbándome los oídos y palpitando mis sienes como si me estuvieran taladrando...
—¿Tay? —su dulce voz me hace abrir los ojos—. Tranquilo, aquí estoy mi vida.
Sus dulces labios caen en los míos y mi cuerpo vibra con el ardor de piel deseando que jamás pare. Que sus labios jamás me falten.
Que si me faltan la voy a buscar donde sea o con quién esté para que me cumpla porque es jodidamente mi esposa, y si quiere que quiere que cambie al mundo entonces lo haré.
Nota:
Sólo un capítulo más y ya.😔👍🏻
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