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Capítulo 17

Lovely Walker.

Tentación.

Al día siguiente me preparo para ir con las voluntarias hacia el recorrido con los pasientes. Algunos me miran y el miedo me atrapa, es como si me pudiesen arrancar un ojo y comérselo. En el día todo es mejor que en la noche. Damon y Elton no han llegado ya que me, informó Ellie que él lo cubriría.

Matthew me llamó después para informarme sobre unos movimientos y la petición de Michelle para hablar conmigo, pero para ser sincera no tengo ganas de que me reclame por desgraciarle la vida.

—Señorita, Firtz —habla un anciano, y sonrío—. ¿Qué es eso? —señala el árbol de naranjas.

—Naranjas —le digo y corto una entregándosela, la huele—. ¿Qué tal?

—Huele a lima —arruga la nariz.

La tira y muerde otra con todo y cáscara. Suspiro. Me la he pasado con ellos toda la mañana. Los pacientes del área cerrada no han salido mucho pero puedo verlos en los árboles y rascando con sus uñas la corteza hasta que sale sangre. Jesús.

Una vez termina mi jornada de sacarlos a pasear, verificar sus pupilas y su horarios, me dirijo a entregar medicamentos a los pacientes. Las pastillas son rojas y amarillas. Se forman de manera ordenada, y puedo ver sus manos. Cada vez esto me hace saber lo que está pasando. «Un imperio», resuena en mi mente.

Guardo de esas pastillas a discreción y me retiro a la cocina para la hora del almuerzo.

—¿Qué tal todo? —le pregunto a Ellie cuando se soba la barriga y pica ingredientes.

«¿Por qué nos quieren mantener en la cocina?», me digo.

No puedo entrar al área cerrada, y tengo miedo.

—Tengo ganas de vomitar las tripas —arruga la nariz mientras entran voluntarios.

—¿Ya tienen el almuerzo? —pregunta la madre.

—Ya casi —le digo poniendo el puré—. ¿Han llegado los doctores? Debo comentarle algo al doctor Guillermo.

—Después del almuerzo —me dice la madre, y se larga como si nada.

Ahora resulta que no me quiere decir sobre mi marido.

En el recorrido vi partes quemadas, y las siembras salen mal, como si algún químico estuviera pudriéndolo todo. Es muy parecido al de Tayler pero si fuese él ya estarían muertos o con tercer ojo.

Ellie ayuda a los ancianos y mi regalo del día es limpiar a uno de ellos ya que se hace del baño en pleno desayuno.

—Lo siento mucho, hija —me dice cuando lo comienzo a vestir—. Algún día tus hijos estarán como tú solo que yo soy un viejo que es nada tuyo.

—Descuide señor Bell —le sonrió y le aplico su loción—. La mierda no es nada comparado con lo que he tocado.

Sonríe y me comienza a platicar mientras lavo su dentadura. La coloca de nuevo y sonríe.

—Ojalá mis hijos fuesen como tú, me dejaron aquí una vez no les serví —sus ojitos se empañan—. Alegaban que estaba loco.

—¿Por qué? —le digo ayudándolo a salir.

—Tienen mi seguro.

—¿Por qué no se los quita?

—Son mis hijos —sonríe—. Si tuvieses uno lo entenderías.

—Prefiero no pensar en eso ahora —sonrío lo más sincera que puedo.

—¿Está casada?

—Oh, sí.

—Entonces es cuestión de tiempo —me dice y asiento.

Es horrible, porque probablemente jamás tenga hijos, después de las drogas y torturas no sé si pueda tener algo mío. No sé si pueda traer a un bebé que van a querer matar antes de nacer.

Me dispongo a ir al comedor con las enfermeras y la madre está con la novicia. Yo me siento con Ellie en el comedor y la madre carraspea viendo que debo orar. «Como jode»

—La señorita Firtz dará las gracias —dice la madre.

Esta vieja me da mala espina. Las enfermeras se enderezan al igual que los hombres. Hago caso y agradezco por la comida, los días y absolutamente todo, como si no fuera suficiente haber bañado a un señor en mi horario. También ayer haber sido atacada y no poder caminar sin sentir que me arrancaran un ojo, y seguramente
huelo a mierda.

—Gracias —contestan cuando termino de rezar.

Me siento y tomo. La piel se me eriza y aprieto las piernas cuando el aire se vuelve espeso de la nada.

—Buenos días —la voz sensual se me cuela en las entrañas y debo contenerme todo lo que puedo para no mirar.

No. Se supone que vendrían Damon y Elton. Ese imbécil va a arruinar mi armonía y plan de alejarme del pecado...

Elevo la vista y el fuego de sus ojos me atraviesa. El informe de doctor jamás me había parecido un maldito símbolo sexual, su gafete donde parece un maldito modelo y la corbata que lleva en el informe, me repasa de arriba abajo. El corazón me brinca como un idiota y sonríe como si no estuviera odiándolo ahora.

Puedo olerlo desde aquí y eso empeora mi mal humor.

—Provecho —dice Damon—. Llegamos antes, queríamos conocerlos y hablar después de los horarios.

—Claro, hijos —dice la madre—. Señorita Eva, sírvele a Xavier.

«¿Y por qué no a Tayler?», maldita.

Aprieto los puños y elevo la vista ignorando a todos menos a la madre a la cual le sonrío.

—Cla...

—Que me sirva a mí —Dice Tayler, y siento que me tambaleo. Mira a la madre y está se pierde—. Siéntese.

La mujer hace caso y me hierve la sangre. Se sienta y debo levantarme hasta el extremo de la mesa para servirle. A medida que me acerco siento que hiervo por dentro.

Me pongo entre Damon y él mientras se concentra en hablar con la madre y tomo el plato para servirle en lo que Ellie no me deja de mirar y Damon se ríe con alegría al platicar con la madre mientras se sirve.

—¿Cómo estuvo el viaje? —inquiere la madre.

—Tranquilo, estamos contentos de contribuir a estas buenas obras —dice Tayler y le sirvo casi riéndome.

Le pongo puré y pollo en salsa. Dejo ir uno que otro pimiento.

—¿También podrías servirme algo de ensalada, cariño? —señala y me inclino.

—Claro, cariño.

La madre se pone roja y no sé porque la quiero estrangular.

—Dios —susurro cuando su mano busca cabida debajo de mi uniforme.

Sus dedos hacen chispas cada que los desliza sobre las medias, extiende la palma y aprieto los labios cuando aprieta mi carne.

No digo nada y sirvo mientras él sigue hablando, y su mano detrás de mi rodilla va subiendo, y subiendo haciendo que me tiemblen las piernas.

Le pongo el plato a su lado y...

—Vaya —saborea, aprieto los puños cuando sube de un tirón y mis pliegues se remueven ante el tacto inminente—. Está delicioso, puedo olerlo.

—Provecho —le digo.

Aprieto mi piernas y su dedo acaricia la tela de mis bragas haciéndome jadear. Me sostengo de la mesa.

—Hace mucho calor —dice el maldito.

—Sí —apoya Damon mientras trato de irme—. El uniforme de trabajo debería ser opción.

—Ya puede sentarse —dice la madre mientras aprieto los puños y el sudor se me desliza por la columna—. Después se cambia para que pueda trabajar en el cultivo con el doctor Firtz.

—Siéntate conmigo, cariño —ordena.

Me quedo quieta y Damon se levanta como si nada para recorrerse mientras intercambia información con unos psiquiatras.

Maldigo al infierno y remuevo en el momento que la mano de Tayler sale de mi falda.

Me siento a su izquierda y...

—Demos gracias ahora sí —me mira la madre.

La rabia me atraviesa cuando ese maldito lleva el dedo que me toco a su labio y me mira haciendo que las llamas ardan en mis bragas.

—Debería hacerla el doctor, él llegó tarde —sonrío—. ¿No, cariño?

—¿Hay algún problema? —la madre interviene y los demás se remueven.

—No, madre —le sonríe, y lo odio porque no debería de sonreírle a nadie más—. Debo agradecer por este manjar. Huele delicioso.

«Hijo de puta»

—No tengo apetito —me levanto—. Será mejor que vaya a adelantar el labor. Cómo llegaron antes voy a hacer un informe de lo que pueden aportar.

—Señorita, Firtz...

—Déjela —Tayler la mira mal pero después se calma—. Ella sabe lo que hace.

En el labor no podemos tratarnos como esposos pero estaremos juntos y eso me da algún tipo de satisfacción y miedo.

Hago una reverencia leve y me disculpo.

—Provecho —le digo a los demás.

Me largo porque no quiero esto. Me cambio de ropa cuando llego a mi habitación como un rayo, y colocar un uniforme gris sin medias, pero coloco un gorro de sol.

Me voy a la cocina donde están todas las voluntarias y también Ellie que me mira con cara de "lo siento por ti"

Terminamos de limpiar la cocina, y me lavo los dientes. Vengo aquí por ella pero si no me dejaba todo a esa madre que parece que quiere tener problemas conmigo.

Me duelen las tetas, tengo calor y la falda  del uniforme aunque sea fresca sólo hace imaginarme lo fácil que sería...

Aparto el pensamiento y me dirijo hacia el patio trasero viendo a los pasientes que son ayudados por pasantes. A la distancia veo a Ellie recolectando mientras corto las ramas de los árboles de manzana para ponerlos en una reja.

Algunas ramas se deshacen en mis pulgares y huelo...

—¿Amargo, no? —esa voz. Sigo sin responder y me dirijo al árbol contrario—. ¿Por qué me odias si soy tan amable contigo? Eres mi esposa, finge un poco.

—¿¡Amable!? —me burlo y le entrego la reja de un empujón—. No considero que seas amable con alguien más que tú mismo.

Las manzanas que están buenas las coloco en otra reja. Me sigue mientras hacemos esto juntos y tomo notas mentales.

—He dejado que juegues a la agente del FBI y que tengas a un payaso como tapadera —susurra a mi espalda—. Sé porque lo haces, pero no pongas mi paciencia en el limbo porque sólo te di una semana.

—Soy una agente del FBI —lo encaro—. Estudié y sufrí para llegar adónde estoy, Tayler. —acorto espacio—. No te interpongas en mi camino o te juro que te vas a arrepentir.

Los ojos me escanean como dos volcanes mientras la comisura de sus labios se curvea.

—Me encanta cuando te comportas así —suspira y se aleja con la caja.

Me quedo como idiota mientras lidio con el calor que desborda mi cuerpo. Tiene el trasero más delicioso que haya visto.

Nos vemos en la noche después de las plegarias —dice de perfil, no habla, nueve los labios—. Puede que me enseñes cómo rezas. —se endereza y me mira—. Llevaré esto el laboratorio. Ven conmigo.

«Descarado»

Lo sigo hasta el área que es subterránea y los pasillos se vuelven húmedos. El silencio entre Tayler y yo es grotesco, pero me mira cuando escucha un frito, lo ignoramos cuando no vuelve a suceder.

Frenamos en el laboratorio y al pasar el escáner cierra la puerta con seguro.

Me enderezo en mi lugar al ver que se quita la bata de hospital.

—¿Qué haces? —retrocedo y frunce el ceño.

—¿¡Analizar!? —entrecierra los ojos y suelto el aire.

Coloco mis guantes después de lavar mis manos al igual que él. Camino rápido para no topármelo cuando rodea la mesa.

—Cuidado te ensarto el catéter —dice y lo miro con los ojos entrecerrados.

—Idiota.

Se carcajea de forma tan sensual que no puedo evitar mirar sus colmillos y sonrisa cálida.

El silencio el grotesco y me deslizo a su lado pasando diapositiva.

—Creo que ya se lo que es —susurra—. Es algo que he estado probando, y alguien ha robado alguna de la fórmula.

—¿Qué significa?

—Que hay alguien dentro de mi organización jodiendome —eleva la vista y suspiro—. Apareces asustada. ¿Te asusta estar a solas con su esposo? —elevo la vista porque su altura es aterradora—. ¿Te comió la lengua el ratón o simplemente quieres frenar esta guerra e irte conmigo?

«Maldito»

Tomo la siguiente diapositiva y se la entrego.

—Déjate de estupideces —espeto con rabia—. Apúrate que tengo cosas que hacer.

—Ajá —se burla mientras analiza y me quedo como idiota viendo sus dedos mover el revólver, su cabello arreglado y rostro brillante ante la luz blanca—. Lo tengo.

Dice más para sí mismo y anota algo. Sigue mirando y anota mientras yo estoy perdida en esos malditos labios.

Aprieto la mesa con las manos y puedo ver la corbata que lleva debajo del uniforme. Me imagino a mí sosteniéndome de ella mientras me hace el amor sobre la mesa.

Rodeo la mesa y me pongo a su lado. Su cuerpo se tensa y sonrío. Tayler tiene un control sobre mí que ni siquiera yo sabía pero conozco mi poder sobre él, sólo debe ceder.

Deja de ver y cierra los ojos mientras aprieta con fuerza la mesa de metal. Se endereza y respira hondo sin mirarme.

—¿Qué quieres?

—Mata a alguien por mí —le digo con coquetería—. La viuda negra no ha hecho nada y es tan obvio. Necesito que haya acción. Saben que Michelle no es.

—¿Por qué haría algo así? —inquiere aún sin mirarme.

Acaricio su corbata.

—No lo sé, ¿lo harás?

El lugar se vuelve silencioso, caliente y asfixiante, puedo escuchar su respiración.

—Vete si no quieres que te folle —advierte.

—¿Eso quiere decir que tú cederás? —muerdo mi pulgar.

—¿Por qué lo haría? —me mira y mala idea porque al hacerlo sus ojos se suavizan.

—Porque no voy a ceder y si me quieres tener vas a pedirlo —sonrío.

Sus ojos no se mueven de los míos y comienzo a arder. Se acerca a mí mermando el oxígeno y toma mis caderas acomodándome en la mesa con tanta facilidad. Abro las piernas para que entre y levanta mi rostro. Sus ojos brillan y sus dedos acarician mi rostro.

Pero hay algo que no me gusta de esto, no hay lujuria, hay algo más. Un brillo que destella entre la oscuridad de los suyos. Tayler no quiere que le de sexo, quiere algo más y eso me va a costar la vida.

Sé que cuando lo tenga me va a destrozar, ya lo hizo una vez, no voy a confiar en que no lo haga de nuevo.

—Mocosa —junta su frente con la mía y suspira—. Lo lamento. Fui un completo idiota. Te juro que no lo haré, no lo haré de nuevo. Debí cuidarte, confiar en ti... yo...

Tiemblo apartándolo de mí. Me arden los ojos y me bajo de la mesa.

—Quédate —pide y niego—. No me hagas rogar.

—¿Cuánto te rogué yo? —me quiebro—. ¿Cuánto no sufrí yo por tu perdón? —retrocedo cuando se me acerca porque si me atrae a él me voy a morir—. Tú no quieres sexo, y eso es lo único que el contrato te puede dar de mí. Ya no te daré mi corazón, Tayler.

—Escucha —niego cuando trata de tocarme y se endereza—. Por una vez en tu vida hazme caso.

—¡Lo hice! —le grito—. Y si no me darás algo más que tu entrepierna entonces no te me acerques.

—Entonces cumple tu deber —espeta.

—No —respiro hondo—, porque te quieres llevar algo más y yo no te lo voy a dar.

—Love...

—No, Tayler. —trato de irme pero me toma del brazo—. Haz tu trabajo y déjame. Ya no quiero nada, ni siquiera sexo porque eres un engañoso e hipócrita mentiroso.

Me suelta del brazo, y sonríe. Retrocedo porque no sé si me ahorcará o qué diablos, pero simplemente me repara de pies a cabeza y gira hacia la mesa de metal donde tiene las muestras.

—Imbécil —paso mi tarjeta en el escáner y salgo por el pasillo sintiendo el vacío en mi pecho.

Respiro entrecortada con el pánico de que venga, no puedo, así que corro lo más rápido que puedo y subo las escaleras hasta cerrar la puerta detrás de mí.

La maldita tarde se me va en ayudar a pacientes y ancianos a buscar sus placas o pañales, así como los amigos imaginarios, sus parientes los visitarán  y deben limpiar todo. Ayudo a monaguillos que aparentemente traen víveres, justificándome que mi esposo desea trabajar sólo. Y comenzamos a pintar las partes que terminaron dañadas. Ya me quiero largar.

Si no fuera porque necesito atraer a rebelión ya me hubiese largado. Necesito saber qué tan metido está en esto.


Tayler Aragon.

🗡️

Es una maldita desquiciada, me encanta cómo trata de ocultar su cabello en ese maldito sombrero de sol. Cómo quiere ocultar el cuerpo de curvas preciosas en ese uniforme o evitar que su vestido se levante debido a las tetas deliciosas que se carga. Ese trasero...

Sigo examinando a la mujer de tercera edad que dice que le duele la próstata sabiendo que no tiene, pero mejor mato mi tiempo. Habla sobre la guerra y cosas mientras la escucho.

Desde aquí veo cómo la trenza larga le golpea la cadera y los pechos se le pegan a la madera con pintura roja. El granero está grande así que está sobre una escalera mientras un maldito la sostiene. Sisea y seca su sudor tratando de quitar la pintura de su pecho. Se embarra la cara y no puedo evitar sonreír... «¿Qué diablos hago?», me pregunto sabiendo que estoy enojado con ella.

No quiere estar conmigo. No quiere, y eso me fastidia la paciencia. No la quería raptar tan rápido. Le quedan tres días.

—¿Y bien? —inquiere la anciana.

—Excelente, no me sorprendería que viva más que yo —le digo y se pone roja.

—Oh, jovencito —se acomoda la bata—. estoy muy vieja para ti. —mira hacia la ventana—. Pero me temo que esa no está disponible.

—¿Por que no? —vuelvo con el mismo tono.

—Es una hija de Dios.

—Tiene razón —le sonrío abriendo la puerta que gracias al cielo ya acabe—, pero yo no. Y mire —levanto la mano y le muestro el anillo—. Se la quite a Dios.

Casi hay terror en su mirada pero me responde la sonrisa.

—Si necesita una venda más en la quemadura, hágamelo saber  —le sonrío y se pone como un tomate.

Se marcha dándome las gracias porque me duelen las mejillas de sonreír hipócritamente si se que la única persona que soporto me ignora, y trato de cerrar la puerta pero el bastardo entra como si estuviese en su casa. Lo ignoro una vez entra y cierra. Busco en mi maletín los binoculares y el bastardo se sienta en la camilla. Espero le da algún tipo de infección y se muera de una vez.

—¿Qué haces? —inquiere y lo ignoro. Miro hacia afuera buscando lo que me pertenece—. ¿No te habla? A mí tampoco...

Lo ignoro y se me retuerce el intestino cuando la veo sonreír con un maldito.

—Hijo de...

—¿Sí sabes que son monaguillos, no? —habla el bastardo—. Deberías dejarla tiene otros intereses.

—Bastardito —me enderezo—, si quisiera de alguna manera tu horripilante voz cerca de mí habría optado por ir hasta adónde estás.

—¿Te duele? —inquiere mientras yo sigo mirándola.

Sopla su cuerpo y jadea rascándose la nuca. El sombrero de sol deja que sólo vea su boca entreabierta cuando echa la cabeza hacia atrás. La polla me crece porque por primera vez en mi vida necesito que me la chupen, y no alguien. Ella.

—¿Te la vas a jalar viéndola o...?

Aparto la mirada y lo escaneo.

—¿Por qué no te largas?

—No estoy aquí por ti —escupe.

—¿Entonces por qué? —espeto aventando al escritorio los binoculares.

Sonrío y me siento acomodando el uniforme.

—No es qué —suspira mirándome con malicia—, es quién.

Aprieto los puños siendo testigo de que la tranquilidad ya no es parte de mi sistema.

—No tiene caso —cambia el tema mientras aprieto la daga en mi cinturón—. Descubrí de dónde llegan los loquitos que tienen en el área cerrada. La información se la darán a Makris, y sólo así nos iremos. Ya sabes lo que realmente buscan o a quién pero Andersson está trabajando de una manera sorprendente. Seguí a unos enfermeros y encerraron a dos personas en el área cerrada después de que casi se desnudaran en los pasillos.

—¿Qué pasa con los monaguillos? —empiezo porque habla mucho.

—Justo al final de las siembras hay vías de tren a unos metros, por allá traen a mujeres, y hombres —me enseña una foto del teléfono—. Están como zombies, y los monaguillos lo hacen. Este lugar está lleno de ancianos que o están locos o simplemente no les importa, lo que ven no importa. Y los que son jóvenes están demasiado drogados para darse cuenta de algo.

Comenzamos a repasar las zonas y vías de escape por si las cosas se ponen mal, esa mocosa debería de saberlo. Quizá ella vió algo.

Necesito darle la inyección, quizá así hagamos una tregua. El bastardo me comenta que los ancianos son medicados para que a cierta hora no salgan, y eso es lo que haremos ya que a nosotros igual nos obligan a encerrarnos después de la cena.

Me dice que le enviara la información al maldito Jesucristo y no respondo. Jamás había odiado la existencia de un hombre tanto como la de ese infeliz. Ni siquiera el bastardo me irrita tanto, y si hubiese venido ese maldito ya estaría encerrado en el área de la muerte.

Le enviaremos información, sólo necesita detener las masacres, y si conseguiré lo que quiero, necesito parecer el bueno por un momento. Necesito tiempo, y lo que sea que haga esa mocosa me dará cierta ventaja.

Mataré a un calavera, y lo pondré como estampa para que esté feliz. Al final sé que le gustará, y puede ceder.


Lovely Walker.


La vista se me nubla una vez me siento en la cama en busca de ropa. Me palpita la sien y hago uso de mi inhalador para meterme mi pastilla a la boca.

Las tetas me duelen y mientras intento quitarme la ropa noto que la izquierda está roja, sensible. Me quito el sostén y la presiono...

—Mierda —jadeo cuando un líquido sale de ella. Sabe dulce cuando lo llevo a mi lengua, es como. ¿Leche?

Algo sube y baja por mi garganta haciendo que me quede quieta. Esto puede ser malo, y no sé si estoy lista pero solamente una persona puede ayudarme.

Me doy una ducha tratándome con cuidado, siento que es una parte más, como si pesara. Los pacientes del área cerrada estuvieron gritando la mayor parte del tiempo y no podía creer que realmente tenía miedo. Respiro dejando que el agua cubra mi piel, las manos me tiemblan y respiro hondo.

Trato de no tocarme mientras me lavo bien. Una vez salgo me voy al comedor porque ya dejamos todos listo.

Los ancianos se fueron a la otra casa porque algunas de sus habitaciones están arreglándose debido a lo que sucedió. Incluso la madera de estancia donde estamos comienza a pudrirse, es como un plaga. Voy vi a dos de los pacientes más jóvenes comerse la piel de los pulgares y casi me desmayo.

Hice como si no los hubiese visto pero podía sentir su mirada en mí, es como si todavía los viese parados mientras me miran y se muerden los dedos.

—¿Cómo estuvo tu día? —dice Ellie entrando a la habitación.

Me termino de poner los zapatos y suspiro. Estaba en una burbuja automática de recuerdos que prefiero olvidar.

—Creí que estaba en Raccoon City —suspiro—. Andersson está experimentando con estas personas y no sé porque lo están permitiendo.

—Estoy segura de que mi hijo quiere abrirse camino en mis caderas y no podré correr si me quieren comer o matar —resopla sentándose en la cama—. Le avisé a Elton y mañana vendrán por mí, no creo poder con este bebé.

—Claro —me acerco para tallar su barriga—. Descansa hoy, mañana a primera hora te dejo con el equipo de extracción.

—Gracias —suspira y me escanea—. Por cierto, me dijo Aragon que fueses, que necesitan intercambiar información.

—Sí, nos reuniremos con Damon en los sembríos. —reviso el bip—. Me avisó el idiota de Damon y aunque me gustaría no verlo, debo de.

—Dijo que en su habitación, supongo que para evitar ser vistos o comidos vivos. —talla su barriga—. Me da miedo hasta respirar cerca de ellos.

Asiento sin más.

—No puedo cruzar los malditos pasillos, creo que prefiero estrangularme a tener que recorrer los pasillos —tallo mi teta adolorida.

—Vi que hay una manera de llegar hasta su habitación por las paredes —me dice. Camino hacia la ventana para ver y pues no pero...—. Trata de no caer.

—Lo tendré en cuenta —suspiro.

Acomodo mi pijama y abro bien la ventana mientras Ellie busca ropa para ducharse. El aire acaricia mi piel y las manos me comienzan a sudar.

No he sido una mujer de fobias pero caer de esta altura me dejaría inmóvil. Pongo un pie en el filo del soporte de las ventana y con el tubo de la protección me sustento para dar un salto a la siguiente ventana...

—Joder —jadeo en silencio.

El hormigueo en mis pies se hace notorio mientras trato de no caer. Miro el suelo y debo comenzar a ser devota ya que, hay enfermeros aún circulando. Entrecierro los ojos cuando uno de ellos se pierde en la oscuridad de los sembríos.

«Enfócate»

El corazón me late a mil por hora y no por la altura si no por lo que me espera. Salto a la siguiente ventana después de pasar el filo y me quedo parada observando.

Estoy apunto de tocar cuando veo que sale con toalla en la cintura y no es como que pueda ocultar la erección de un metro que se le levanta en la toalla.

Su cuerpo y piel perfecta. Las cicatrices de su espalda y el tatuaje de raíces que brilla debido al agua que acaricia cada músculo como si no quisiera despegarse de él, y el trasero delicioso que se carga con las caderas que me hacen estrellado tantas veces, la serpiente se le curvea por la V que llega al límite y debo haber dejado de respirar debido a que me estoy ahogando. Trae el cabello húmedo y aprecio cómo se aplica loción. Parece que va a salir...

Entrecierro los ojos y la rabia me recorre todo el cuerpo. «¿por qué diablos se arregla?»

Toco la ventana sin ningún pudor y veo cómo gira a mirarme. Me quedo inerte cuando veo el tatuaje que tiene sobre los pectorales. Es como si hubiese una brecha del infierno y en ella unas garras femeninas quisieran salir.

Abre la ventana y se recarga de ella mirándome mientras trato de controlar los latidos de mi pecho. Mis dedos pican por las ganas de acariciar la nueva tinta que adorna su cuerpo, de acariciar su piel suave y dura.

La V de la cadera se le marca mientras se comporta como un adolescente coqueto que se recarga y me escanea en forma de burla.

—Creí que te quedarías toda la noche como acosadora —dice y frunzo el ceño.

«Me estaba viendo y no dijo nada»

Me pude haber caído debido a que tenía el equilibro en el limbo.

—Quítate —lo empujo.

Se aparta para que pase y me enderezo sintiendo el calor asfixiante dentro de su habitación. «¿Por que su habitación no es compartida?» Estar aquí con él no es lo peor es la manera en que lo único que quiero ver se mueve a través de la toalla.

—¿Desea algo, señora Firtz? —se sienta sobre la cama y recarga los codos...

La polla se le marca en la tela de algodón y si pudiera describir diría que que es un maldito sable.

—¿Qué mierda quieres? —escupo.

—¿Así le hablas a tu esposo? —dice mientras niega, tronando la lengua en ese maldito tono malicioso.

—Así le hablo a los imbeciles.

—No he escuchado que le hables así al maldito escuálido que tienes como novio
—la última palabra la dice burlona haciendo que mi estómago se contraiga.

Respiro y me siento a su lado no sé porque. El yoga no funciona con este.

—¿Qué me vas a decir?

—¿¡Yo!? —se ofende—. Tú eres la que debes darme información. Se supone que ya llevas veinticuatro horas aquí, es para que ya tengas resultados.

—¿Tú que has hecho aparte de coquetear o servir para nada?

—¿Me has estado espiando, mocosa?

—No —suspiro—. Me lo dijo Ellie.

Es mentira pero veo que no es mentira. «Maldito»

—La mujer del bufón fue la que me dijo que tenías algo que decirme.

«¿Qué?»

—Ella me dijo que tú le dijiste... —me levanto—. Damon debe estar esperándonos.

Trato de irme pero me toma de la mano.

—¿Qué importa el bastardo? —se levanta y la humedad de su piel acaricia la mía cuando su toalla roza mi vientre—. Dime lo que necesitas.

—Nada —me aparto—. Sólo venía a decirte sobre lo que hacen, están pasando a los ancianos a la otra casa debido a la visita familiar. Y los pacientes del área cerrada están siendo transferidos a una de las áreas a las afueras. Cómo si no quisieran que los vieran.

—Mejor para mí —dice. Me mira de arriba abajo y hago una mueca cuando la teta comienza a dolerme—. Me aburrí de ayudar a ancianos.

Casi me río.

—Te comprendo —me burlo y se toma desliza hacia una gaveta—. ¿Qué crees que esté pasando?

—Hay algo debajo —dice—. Estuve estudiando las quemaduras y todas son químicas.

La presión se me baja cuando quita la toalla y la polla gruesa y larga llena de venas que le palpita queda descubierta apuntándome.

Me doy la vuelta tratando de no respirar, siento que si lo hago y huelo su loción no podré controlarlo. Hay algo que cambió. Tayler se siente más fuerte, dominante, ardiente y me está llevando con él.

El miedo de caer me está llevando a la demencia.

—¿Te asusta? —susurra a mi espalda. Aprieto los puños—. Lo conoces bien, su sabor, textura y calor. No te hará nada que no quieras.

Desliza la mano de mi cadera hacia arriba, sus dedos arrancan un suspiro silencioso de mi boca y tomo su mano cuando el calor burbujea en mi coño.

Puedo sentir como algo entre las piernas se me humedece y el clitoris me palpita en espera de algo más.

—Déjate de estupideces —lo aparto. Me cruzo de brazos y lo observo sin respirar.

Esta agitado, puedo sentir su calor como un tatuaje en mi piel pero sé ocultarlo bien.

—Siéntate —me pide. Traga saliva—. Te mostrare el plano de las vías. Allí es adónde traen rehenes para lo que sea que hagan.

Asiento sin ganas y me siento pero en el suelo. Resopla y trae el pergamino. Se coloca un bóxer que no le oculta la polla ni tampoco los tatuajes.

Comenzamos a trazar las posibles vías de llegada pero no damos y él no me ayuda. Ya que, sigue en bóxer y con la maldita punta de la polla de fuera. Yo no sé Tayler que mierda se cree. «Me estresa»

Es verdad que lo deseo, y el deseo no es por cómo se ve, hay algo más que me hace sucumbir, sin embargo, ya no es como antes. Es más fuerte, viene desde mi pecho.

—Justamente aquí —le señalo las vías que están a unos kilómetros más lejos de lo que están las principales—. Están lejos y hay una vía de paso. Le daré los datos a Elton. Escuché que llegaran víveres...

—No.

Me quedo quieta y veo su tatuaje para regresar a sus ojos.

—¿Qué quieres decir con no?

—No creo que sea por allí —simplifica.

Ya pasan de la media noche y el sueño me está atrapando al igual que el dolor de mi teta.

Frunzo el ceño viendo todas las líneas que trace.

—Bien —resoplo—. Será mejor que vaya a ver a Damon. Seguramente se quedó esperando.

—No —me toma de la mano cuando trato de levantarme. Aparto la mano—. Un poco más. Necesitamos acabar con esto.

—¿Seguimos hablando de las líneas de estrategia?

—De lo que tú quieras.

—Tayler...

—Lovely.

«Joder»

—¿Qué hago para que lo entiendas? —se levanta y vuelvo a sentirme como una niña de 19 años a su lado—. ¿Quieres que te deje ser feliz con él?

—Es bueno...

—Él no sabe lo qué quieres —pone su palma en mi mejilla y enfoco sus ojos.

—No seguiré este juego.

—¿Qué te da él que yo no? —me sujeta con fuerza.

Pone su palma en mi nuca y la otra en mi mejilla.

—No me hace llorar.

Se separa de mí y retrocede haciendo que su pecho se eleve. El ataque de rabia lo está sobrellevando.

—¿Cómo están tus tetas?

—¿¡Perdón!?

«¿Volvió el paciente?»

—Quiero hacer las pases mientras juegas esta semana —me dice. Camina hacia un maletín y saca algo—. Esta es mi ofrenda de paz.

—¿Qué es? —trato de tomarlo pero lo aparta.

—Déjame ver —señala mis pechos.

—No...

—Yo voy a ver qué sucede —me tranquiliza—. Somos esposos y te he visto antes. ¿Qué sucede? ¿No confías en mí?

—¿Elton te lo dijo?

No responde y la habitación comienza a hacerse pequeña.

—Levanta la blusa —ordena—. No haré nada que tú no quieras. Sólo quiero ver.

Me seco las manos con pijama, sin despejarle la mirada del pecho y ojos, alzo el dobladillo. El corazón late al mil por hora mientras Tayler aprieta los puños. Mi estómago se hunde y levanto la blusa por completo.

—Joder —jadea, atragantado—. Déjame ver. Necesito saber que tienen.

Se acerca a mí haciendo que los circuitos se me atrofien.

—No te muevas —ordena, y asiento.

Levanta su mano y un dedo recae contra mi pecho haciéndome jadear. Cierro los ojos con fuerza mientras desliza el áspero dedo por mi piel y se detiene entre mis montículos.

—Está morada —susurra. Presiona mi teta y jadeo—. ¿Duele?

—Un poco —respondo en un hilo.

—Lo quitare y te inyectare algo —dice—. No tengas miedo. Abre los ojos.

Tiemblo con una necesidad que en mi vida había sentido y me encuentro con su mirada mientras me ahogo con la saliva inexistente.

Lleva su mano a mi espalda y con dos dedos quita el sostén. Mis tetas rebotan haciendo que gima por el dolor.

—Oh, joder —lleva ambas manos a cubrirlas—. Míralas.

Sus ojos brillan como un maniático sediento. Luce igual a los adictos de aquí, pero él no quiere drogas.

Aprieta la izquierda y chillo cuando siento que se me va a caer.

—Déjame probar —pide.

—No —trato de apartarme pero me empuja contra la pared.

—Puedo saber que tienes, sólo... Dios —me mira a los ojos haciendo que mi dignidad se esfume—. Lo arreglaré. Sabes que puedo, déjame... —el desespero vibra en sus ojos y asiento.

La mirada se le oscurece y trato de negarle pero no puedo debido a que me toma con fuerzo chupando mi teta.

Reprimí un gemido cuando toma mi cuello y aún sostengo la camisa que estiro hasta que la tela se desgarra con los temblores que me da la sensación de su lengua sobre mi piel.

—Joder —gime—. Que deliciosa estás, mocosa.

Chupa hasta arriba, y aparta mis manos poniéndolas en sus hombros. Trato de no pensar, no puedo dejarme llevar.

—No sabes cómo quiero hacerte el amor —dice y jadeo, lanza un lengüetazo a mi cuello.

—Tayler —digo apenas audible.

Aprieto mis uñas a sus hombros mientras me palpita el clitoris de una manera feroz, echo la pelvis hacia adelante y mala idea porque la polla me roza el estómago.

—Dime que sí —susurra. Besa mi cuello y sube—. Dime qué sí... por favor.

Deslizo mis manos a su nuca y enredo su cabello crecido en mis dedos. La húmeda me hace jadear y muerde mi mandíbula azotandome contra la pared, reafirma su dureza.

Desliza su lengua hasta mis labios, haciendo que entreabra la boca, y sonrío.

Se detiene en seco y se separa.

—¿Qué diría tu novia de esto? —pongo mi mano en la polla que me quiero llevar a la garganta—. ¿Qué crees que pensaría de su novio que da todo por ella? Es una estúpida ilusa, la tienes en el bardo, donde cree que la deseas tanto como para mantenerla contigo, y si hay algo en lo que nos parecemos es en que tenemos un plan B, el mío al menos es agradable.

—¿¡El tuyo!? —se mofa, amargo.

—Te follaria —comienzo a deslizar mi mano sobre la tela y se tensa bajo mi agarre—. No te confundas, Tayler. Ya no soy la misma de hace dos años, y jodidamente haré lo que se me antoje y ahora mismo no se me antoja follarme a un idiota con novia cuando tengo al mío. Yo no soy la otra de nadie.

Niega divertido y me toma la mano. La lleva a su cara y escupe haciendo trizas los pensamientos. Abre el boxer y trato de quitarme pero me obliga a apretarle la polla que no puedo rodear por completo.

—Sigue porque si te tocó no voy a parar —gime y parpadeo repetidas veces para poder respirar.

Comienza a deslizar mientras deseo que esté dentro de mí, la calentura que tengo y el sudor me está provocando un temblor, siento que si me muevo voy a reventar.

Sus ojos me miran mientras se recarga de la pared y su aliento acaricia mis labios.

La carne caliente en mi mano se desliza sobre el tronco lleno de venas mientras la cordura está tentándome. Me acerco con ganas de que pierda el control. Debe perderlo él, no yo.

—Cuando te aburras vas a tener que suplicar —advierte. Jadea e intensifica las sacudidas haciéndome gemir. Golpea la mano en la madera y su lengua acaricia mis labios entre abiertos—. Cuando eso pase me vas a rogar... ese mercurio... —Sacude con más fuerza y aprieto mis dedos contra él sintiendo la palpitación de mi clotoris al igual que el fuego que arde— estará rogando por esto, y te lo daré. Pero vas a suplicar.

Respiro con dificultad al escuchar la piel, y agacho la mirada mirando lo grande que es entre mi mano, la suya aprieta la mía para que siga y jadeo pasando mi lengua en su pecho... me jala del cabello haciéndome gemir, golpeo mi cabeza con la pared y las bragas se me están resbalando. Su boca queda pegada a la mía pero su orgullo es grande, y el mío también.

Se presiona conmigo para que lo haga y lo bese, pero no lo hago, trato de tensarlo y sólo sigue guiando mi mano recibiendo la humedad de ese miembro que tanto me gusta. Aprieto su punta y se abalanza contra mí, me aprieta y pasa su deliciosa lengua por lo largo de mi mandíbula, regresa a mis labios. Se queda allí mientras veo sus cejas fruncirse al tiempo en que su polla y venas crecen en mi mano, me palpita el clitoris y no puedo creer que me vaya a correr viéndolo, dejo de mover las piernas para no correrme. Me ahogo con un jadeo al sentir la fricción pero cuando cierro los ojos siento su lengua en mis labios... esquivo el beso pero recorre todo mi cuello con su boca hasta chupar y hacerme gemir.

—Eres una mocosa caliente... —su burla atraviesa mi oído y dignidad.

Le tuerzo la muñeca lastimándome por la fuerza que ejerce y aprieto sus testiculos haciendo que junte su frente con la mía. Jadea burlón, su aliento y loción me recorren el cuerpo y debo tragar hondo para mentir. La polla que tanto me gusta está palpitando, la punza rosa me señala como un bebé en sufrimiento que necesito amor y ahora mismo tengo unas ganas irracionales de follar con Tayler hasta que me desgarre por dentro que no sé cómo controlar.

—Vas a suplicar —jadea y sonrío.

—Veremos quién lo hace primero —quito la mano de un empujón y se lo guarda.

En mi mente estoy de rodillas, y en cuatro mientras me folla hasta que me rompe el cervix de nuevo. Me bofetea y asfixia hasta no poder ver. Pero yo no ya no voy a perder.

—Toma —extiende algo—. Es para mis chicas —señala mis tetas—. Y una cosa más, mocosa.

Enarco la ceja y tomo el artefacto.

—Los días corren y me vas a conocer —advierte—. No soy el bastardo o el jesucristo que trajiste como tapadera para las masacres que has cometido en más de un continente. Me perteneces y cuando me canse de este juego voy a tomar lo que es mío. —le arrebato lo que me da.

—¿Quién te dijo a ti que sólo por eso estoy con él? —me burlo—. Matthew es un hombre y un caballero, y a diferencia de ti no tengo que rogar.

—Lárgate —escupe.

—Ya era hora de que sacaras tu verdadera cara —hago puchero—. La faceta de niño bueno no te queda y a mí tampoco, por eso te lo diré ahora. —acorto espacio, y pongo mi mano en el tatuaje—. Cuida a Selinne, porque si me apetece la mataré, no por celos, si no porque no me gusta que tengan con mis juguetes.

—¿Sí?

—Sí —ronroneo—. Me gusta mucho este juego de poder, pero soy yo o tú. Y hace mucho me olvide de mí por ti, no volverá a pasar.

Asiente y se aleja. Hago lo mismo yendo hacia la ventana. Miro los papeles en el suelo.

—Trabaja un poco más y dame un punto —le ordeno.

—Justo en las vías —escupe.

Entrecierro los ojos, y aprieto el artefacto.

—¿Estuviste reteniéndome por?

—Porque me perteneces y hago lo que quiera con mi juguete —dice sin mirarme cuando va por una camisa—. Y no me vuelvas a amenazar, no soy idiota. No pretendo ser el bueno, pero jamás has conocido al malo, no por quererte dar celos es el monstruo, no sabes absolutamente nada de tu cazador, pero ya que sé que te gusta que sea el malo y si es así lo seré, pero créeme cuando te digo que él jamás te dará el lugar que yo.

—¿De amante?

—¡Mi mujer! —revienta—. Eres mi mujer. Mía y de nadie más. ¿Qué crees que haces? ¿Te crees muy lista? ¡Estás libre porque yo lo deseo! Caminas en ese complejo porque yo quiero, porque me gusta, pero este juego me aburrió y piensa en esto —acorta espacio—. Tienes hasta mañana para dejarlo o lo mato.

—Pedazo de mierda —aprieto los puños—. No te me vuelvas a acercar.

Cierra los ojos y respira.

—Hagamos las pases —extiende la mano—. Dejaré que hagas lo que tienes que hacer y si me convences de que es bueno para ti te dejaré libre.

Casi me atraganto. Lo conozco, pero está mintiendo y lo hace bien. Extiendo la mano.

—¿Tregua? —inquiere.

—Tregua.

—Eso que te di te ayudará —me dice.

Asiento y me asomo por la ventana. Me percato de que un tipo entra debajo de...

—Y..., Mocosa —giro y lo veo mirándome el trasero.

—¿Qué?

—Tic-tac...

La piel se me eriza haciendo que Tayler ruede los ojos cuando unos toquidos estrellan contra la puerta.

—¿Doctor? —habla la madre y aguanto una carcajada—. ¿Está despierto?

—¿Una anciana? —digo con asco—. Has caído muy bajo, cazador.

—Cállate —levanta la mano para que me vaya.

—¿Todo bien? —pregunta mientras me pasó del otro lado.

—Sí, necesitaba una pastilla para la presión.

—¿No hay en el botiquín?

—No la encontré.

—En un segundo, me vestiré.

—Oh, descuida, hijo. No demoraré.

Me carcajeo ahogándome mientras el loco se viste a toda prisa.

—Suerte semental —le aviento un beso, y el mundo se detiene cuando sus ojos brillan y una sonrisa le ilumina el rostro.

El viento se vuelve asfixiante cuando golpea mi rostro y quedamos mirándonos por los minutos más largos de mi existencia.

—Respira —ordena lanzándome una sonrisa de lado que me muestra su colmillo.

De pronto el mundo comienza a avanzar.

Suspira mirándome a los ojos, y mi metal se derrite ante su fuego. Sonrío y me la regresa. Asiento y me desplazo mientras él va a abrir.

La emoción recorre mi cuerpo. Es un escalofrío, y no por miedo, es felicidad.

Hago las mismas maniobras al regresar eso esta vez más rápido. Reviso que Ellie esté durmiendo pero está esperándome sentada en la cama.

Paso en silencio y me quito la ropa sin decir una palabra. «Ella lo planeo»

Me pongo la pijama y resoplo.

—No vuelvas a hacer algo así —le digo.

—Es que no soporto ver a personas que se aman separadas —se desespera.

Se acuesta y apago la lámpara.

—Nosotros no nos amamos.

Trato de que las palabras entren a mi pecho pero no sucede y el silencio de Ellie hace que me sienta peor. Subo y abro el artefacto. Un papel cae pero es de noche. Saco la lámpara debajo de mi almohada y la ilumino.

"Cuando necesites algo, dímelo a mí. No hay algo que no haría por mis chicas"


Y es estúpido pero eso hace que mi estómago revolotee. Aplico la inyección en mi brazo y jadeo. Apago la lámpara, y me recuesto con él papel en mi pecho. Lo llevo a mi nariz y huelo el aroma de mi cazador. «Tic-tac»

La sonrisa se me ensancha.

—A veces hay que dejar el orgullo a un lado o puedes perderlo todo —la voz de Ellie es apenas audible.

Suspiro, y me niego a responder porque perderlo no es algo que haya sopesado en algún momento.

Tayler es mío, y no de Selinne.

Pero no voy a dejar que esto sea más fuerte, quiero ser feliz, y construir mi vida lejos de él hasta que pueda tomar una decisión sobre lo que siento. Se que me va a odiar cuando todo pase, y no puedo amarlo cuando eso suceda.

Nota:

Cositas👍🏻😔

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