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Había una pequeña sonrisita en los labios de BangChan mientras su Omega repartía varios besos por todo su rostro, un cosquilleo familiar se enroscaba en su estómago, a estas alturas y sabía que era imposible recibir atención de Felix sin sentir un sinfín de emociones.
Lo observó un momento, con los ojos pequeños por haberse despertado hace poco. El rostro de Felix se notaba brillante por los rayos del sol que se colaban por los grandes ventanales, el color blanco del lugar hacía verlo más espacioso.
Era cálido, agradeciendo internamente la calma en el ambiente, era maravilloso simplemente por el hecho de que eran contados los momentos así, no se quejaban de nada, después de todo, ellos escogieron esa vida y estaban felices, sin embargo, era agotador estar en constante movimiento y ocupados.
Felix encima de su cuerpo, ningún espacio entre ellos, besos aquí y allá... Chan reforzó su agarre en las caderas contrarias, moviendo los pies ligeramente contra los de su pareja para recibir caricias constantes.
¿Había algo mejor que eso? ¿Alguien podría ser más afortunado que él por ser plenamente bendecido con su vida? Chan se preguntaba eso con frecuencia. Se respondía a sí mismo, no creía que otro alfa fuese tan dichoso.
La noche anterior, aprovechando que se habían desocupado de sus obligaciones temprano, decideron tener una velada romántica improvisada, no tenían una idea exacta de qué ocurrió, pero de pronto, ambos se quedaron dormidos en el sofá, entrelazados entre sí. Despertaron un poco desorientados, pero luego cayeron en cuenta.
— ¿Lixie? —BangChan murmuró con voz levemente ronca, pero aun así sin perder el toque dulce. Recibió un -casi- inaudible "¿Hmm?"— Estaba pensando en pedir las vacaciones de verano pronto, me gustaría que hiciéramos un viaje.
— ¿Es por él? —no pudo evitar sonreír, dando una sutil caricia a la tersa mejilla del contrario. Su corazón se sintió cálido.
— Les dimos lo que querían en su cumpleaños, pero Chenle sólo pidió el viaje y tuvimos que posponerlo por mi trabajo, no me parece justo...
Era entendible que si su lobo tuviese remordimiento, también se había sentido mal a pesar de que el pequeño fingió no tener problemas con ello.
— Se pondrá muy feliz, y-
De pronto, Felix se vio interrumpido por el sonido de varias voces y pisadas, provenientes de las habitaciones.
— Se han despertado... rápido, hazte el dormido —susurró con rapidez el alfa, quien seguido escondió su rostro en la unión del cuello del mayor, riéndose en el proceso. Felix lo abrazó, divertido, pensando en lo tramposo que había sido Chan por esconderse.
Los revoltosos pasos se escucharon más y más cerca, hasta estar en la misma habitación. Cuatro personitas caminaron hasta el mueble, soprendidos de verlos durmiendo todavía.
— ¿Por qué están durmiendo en el mueble? —cuestionó una voz infantil, era JaeMin.
— JaeMin, no seas tonto —dijo entonces RyuJin, sonando obvia— No van a responderte, están dormidos.
Otro niño irrumpió en la conversación, esta vez era Chenle, quejándose.
— Yah, diles que despierten, ¡tengo hambre!
La única niña rodó los ojos y subió al mueble, montándose encima de sus progenitores.
Empezó a sacudirlos sin compasión tratando de despertarlos (aunque seamos sinceros, no era mucha la fuerza que empleaba), mientras que Chan se aferraba aún más al cuello de Felix para que no vieran la sonrisa que tenía en el rostro, el omega, por su lado, quería reír.
— ¡Despierten! ¡Estamos muriendo de hambre!
— RyuJin, no está funcionando, dame un lado —JaeMin utilizó sus piernas cortas para saltar a un lado de su hermana, para zarandear a sus padres con el ceño fruncido.
Pero era inútil, se decían los cachorros, sus padres estaban en un profundo sueño y ellos sentían sus pancitas sonar del hambre. De pronto eran tres niños saltando sobre los adultos.
Era bastante claro, de los cuatrillizos, Chenle, quien tenía cabellos rubios, ojos pequeños como su papá Chan, RyuJin, la castaña con adorables pecas, un bonito lunar en la punta de su nariz e instintos de alfa y JaeMin, con el cabello azabache y sonrisa cuadrada, eran los revoltosos, a comparación del pequeño Jake, un tierno lobito castaño con ojos pequeños y labios fios, el cual era todo tímido y callado, él estaba observando cómo sus hermanos gritaban. A sus cinco años, eran muy inteligentes y desastrosos para su propio bien.
Al notar que ya estaban exhaustos, BangChan aprovechó la ocasión y atrapó a Chenle en sus brazos, haciendo cosquillas.
— ¡Voy a comerte! —gritó riendo al notar las risas de sus hijos, pues Felix había aprisionado a RyuJin y JaeMin, imitando la acción de su alfa.
— ¡Papá, no! ¡Voy a morir, voy a morir!
No podían dejar de reír, la escena era lo más divertida y hogareña posible. Minutos después, estaban calmados, bueno... "calma" era una palabra que no conocían en realidad.
— Ven con papá, JaeYoonnie —Felix extendió su brazo libre a su pequeño bebé que había mantenido distancia.
No esperó dos llamados, el cachorro corrió a los brazos de su papi Lix, quién no perdió el tiempo y repartió dulces besos por los mofletes de JaeYoon.
— Papi, tengo hambre —mencionó el mismo, sacudiendo un poco el brazo de su progenitor para que lo escuchara entre los gritos de sus hermanos.
— Está bien, vamos a la cocina cariño —el omega se puso de pie, tomándolo entre sus brazos. No habían ni siquiera entrado a la cocina cuando un ruido en seco, junto con risas, se oyeron detrás de ellos— ¿Qué ra-
— ...¡Auch!
— No lo puedo creer.
BangChan estaba en el suelo, había sido tacleado por RyuJin, la lobita le estaba mordiendo la oreja mientras JaeMin y Chenle reían a carcajadas.
— ¡No puedes contra mí! ¡Soy la mejor!
— Huyamos de aquí, Yoonnie —susurró el mayor, riendo cuando lo último que escuchó fue un ¡Traidores! de su alfa.
Jake estaba sentado en la encimera, sus pies colgaban a la par que ayudaba a papi Lix a revolver una ensalada de frutas con granola (aunque secretamente se comía los pequeños pedazos de fresa, su boca estaba manchada de rojo), cuando entraron los otros tres revoltosos con Chan.
Chenle estaba en la espalda del alfa, RyuJin colgando de su cuello y pues... JaeMin era un tema aparte, él estaba aferrado a su pierna.
— Amor, he sido atacado brutalmente por tres lobos feroces —se quejó el castaño. Una vez los niños estaban en el suelo, fue directo a abrazar a su omega, fingiendo llorar en su cuello.
Está bien, Felix no quería decirlo en voz alta pero sintió su corazón derretirse de amor. La forma en la que Felix afectaba sus sentidos era inexplicable, lo amaba tanto que, al envolver sus brazos alrededor de su cuerpo, sintió relajarse.
— A veces debes aceptar tus derrotas, mi alfa —acotó divertido, depositando un beso en la nariz del susodicho y otro en sus labios cuando salió de su escondite.
El azabache lo miró, dando una sonrisa brillante, y otro beso más en sus labios.
— No puedo obtener derrotas contigo a mi lado.
— ¡Buagh, qué asco!
Oh, sí... Por un momento se olvidaron ese pequeñísimo detalle, no estaban solos.
— ¿Qué pasa, mocosos? ¿También quieren besos?
Y sí, cuando Chan les decía eso era porque sabían cómo iban a terminar.
La mañana había culminado bien, tomando sus desayunos después de que el pelinegro les hubiese babeado las mejillas a los cuatrillizos mientras pedían clemencia. Algo que adoraba Felix de su pareja y sus hijos era la forma en la que se llevaban, tenían una conexión hermosa como familia y estaba agradecido, Chan realmente amaba a sus hijos, se notaba con facilidad por sus acciones y su forma de tratarlos. Recordaba el impacto que recibieron cuando les dieron la noticia de que tendrían cuatro cachorros al mismo tiempo, ellos seguían siendo jóvenes, además de que serían padres primerizos y no tenían idea de cómo actuar.
No fue cuestión de un día, claro, fueron meses donde no podían dormir bien por el llanto constante de los pequeños cuando despertaban, e incluso cuando se enfermaban era una tortura, tenían a un nervioso Felix a punto de llorar y a BangChan desesperado por no saber cómo apaciguar el malestar de todos los integrantes de su manada, por fortuna estaban JiSung y MinHo para ayudarlos a sobrellevar la situación, luego pudieron tomar por su cuenta las riendas del asunto.
Como estaban empezando el fin de semana, no tenían un plan para ellos, Chan había propuesto ir al super a comprar las cosas que necesitaban para su alacena, los lobitos no eran inquietos solamente, también comían muchísimo. Eran como unas nuevas versiones de ellos pero en miniatura, les sorprendía un poco que con la edad que tenían se mostraban independientes, cada uno había moldeado su personalidad, bastante distintas pero resplandecían a su manera.
— ¿Ya están listos? —preguntó BangChan, sin tener idea que al entrar en la habitación, se encontraría con una escena preciosa. Estaban sus cuatro cachorros vestidos con pijamas enterizas, Jake de Totoro, JaeMin de Stitch, Chenle de unicornio y RyuJin de Tigger.
— Um, necesito ayuda —mencionó Chele, señalando los cordones de sus zapatos desatados.
El azabache se acercó para ayudarlo, notando que su omega estaba ocupado con JaeMin, tomándole menos de un minuto con sus agujetas.
— Cuando regresemos te enseñaré —prometió.
BangChan no pudo aguantarse, así que tanto él como Felix salieron vistiendo sus pijamas enterizas también porque era divertido y se veían geniales. En todo el camino hasta el supermercado estuvieron escuchando canciones infantiles, lo seis gritando al unísono sin poder contener la risa.
El viaje fue relativamente corto y gracioso, pues la gente los veían con ternura por sus atuendos cuando estaban comprando las cosas necesarias, no pasó nada fuera de lo común, en realidad Chan estaba preparado para salir con uno que otro juguete demás a petición de los revoltosos, cosa que fue así.
Los días en familia no eran decepcionantes, no había nada más reconfortante que un abrazo de sus pequeños para olvidar lo cansados que podían estar en ocasiones por tenerlos entretenidos. Las personas solían preguntar a menudo cómo eran capaces de hacerlo pero no tenían una respuesta concreta, RyuJin, JaeMin, Jake y Chenle eran la adoración de sus ojos, harían cualquier cosa por ellos y en definitiva no eran una carga.
Lo terminaron de comprobar esa noche, al verlos durmiendo plácidamente en sus camas, con sus respectivos animales de felpa apresados en sus brazos y sus mejillitas presionadas contra las almohadas.
Eran perfectos.
— Dios, no puedo creer el trabajo tan bueno que hicimos —susurró Felix, maravillado por sus cachorros. BangChan hizo un sonido de aprobación, manteniendose abrazándolo por la espalda con la barbilla apoyada en su hombro.
— No me sorprendre, si tienen tus genes, claro que son hermosos.
— Oh, cállate —sonrió el omega, girando sobre sus pies— Tú eres incluso más precioso.
— ¿De casualidad no quieres hacer otro, Lixie? —cuestionó Chan tan pícaro como se podía ser. Felix trató con todas sus fuerzas no reírse para no despertar a los niños.
— Estás demente, no vamos a tener otro cachorro.
El alfa menor se acercó al oído a su omega, dando una pequeña lamida al lóbulo de su oreja.
— Contigo podría tener cincuenta cachorros más y sería feliz —susurró— Pero me conformaré con ponerlo en práctica y fallar en el proceso adrede.
— Te amo, idiota —respondió Felix, envolviendo sus brazos en el cuello de Chan mientras unía sus labios en su beso.
— Soy tu idiota, te marqué y no puedes escapar de mí —le dijo— Y tú eres mío.
Y no había más que verdad en sus palabras.
Felix era suyo, su omega.
Después de tanta espera el epílogo ya está aquí y con eso doy fin a esta bella historia.
Muchas gracias por leer.
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