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Capítulo 7 🔥

El beso se tornó apasionado, el calor de su cuerpo sobre su ropa no fue suficiente, quería más. Sus labios descendieron desde la boca a mi cuello aumentando mi excitación.

Mis manos viajaron por su espalda hasta sumergirse por debajo de su camiseta teniendo contacto directo con su piel, se separó de mi conectando su mirada a la mia por prolongados segundos.

Asentí dando mi consentimiento a su silenciosa pregunta. Sus manos tallaron mis costados hasta dar con el prendido de mis jeans, sus labios regresaron a los míos en el momento que comenzó a quitarme los pantalones junto a mi ropa interior. Gemí en su boca, arañé su espalda y podía asegurar que mis mejillas estaban rojas, aun sin haber concluido nada.

Mis prendas pasaron a decorar el suelo.

—Quítate la ropa, por favor... —susurré.

Christopher asintió tomando el espacio suficiente para quitarse la camiseta y desprenderse los pantalones a la velocidad de la luz, nuevamente regresando a colocar su peso por encima mí.

Mis labios desprendieron un gemido cuando friccionó su masculinidad cubierta por el bóxer en mi centro desnudo. La cantidad de estímulos ejercidos, nublaron mis sentidos prácticamente despertando cuando estaba totalmente desnuda a su merced. Su ropa acompañó a la mía en el suelo, con cada roce mezclaba su esencia impregnando su aroma en mí piel y de un momento a otro se alejó dejándome absolutamente expuesta a su mirada.

Por la antigua posición mis piernas estaban abiertas a él, lentamente quise cerrarlas por vergüenza, pero su negación me detuvo al ser consciente del deseo que desperté en él, Chris se encontraba estimulándose a sí mismo con un gesto que rozaba la agonía. Eso causó en mi un calor que viajó por todo mi cuerpo intensificándose desde mis mejillas hasta el cuello, teniendo un intenso efecto entre mis piernas.

Chris descendió dejando un beso en mi abdomen bajo, en el mismo instante en el que sus poderosas manos se adueñaron de mis muslos volteándonos a ambos de manera que mis caderas quedaron sobre su cara.

En la cama se sintió el momento exacto en el que mis antebrazos amortiguaron el ruido de mi pecho al llegar al colchón, así como también la espalda de Chris apoyarse en él. La vergüenza llegó hasta lo profundo de mi ser al ser completamente consciente que su rostro se encontraba entre mis piernas sin nada que le impidiera verme completamente, intenté levantar mi cadera sintiendo su suave cabello en mi abdomen, pero sus manos me acercaron a su boca gracias a su presión en mis nalgas como si quisiera ser asfixiado.

Su boca se adueñó de mí, proporcionando potentes gemidos incontrolables de mi parte, tuve una lejana idea que mi sabor podría disgustarle por lo que intente nuevamente elevar la pelvis, pero para mi sorpresa Chris me acercó a él con más fuerza. Atiné a sujetar un cojín y colocarlo en mi boca con el fin de silenciarme, pero me fue imposible no responder a su intensidad. 

Me deshacía en sus manos. 

El chasquido de piel rompió el silencio, enrojeciendo una de mis nalgas. Chris me dio una fuerte nalgada y un apretón que me encantó.

—Si sigues haciendo ruido, van a descubrirnos. —dijo y yo jadee en respuesta.

También asentí estúpidamente como si pudiese verme y él continuó su labor.

Con el paso de unos minutos mis piernas comenzaron a temblar en torno a su cabeza informando sobre mi cercano orgasmo. Mecí mi pelvis en su boca sintiendo un increíble placer que me trasportó prácticamente a otra dimensión.

Por más que quise, no me pude contener a la magia que hacía en mí su lengua, pensé en cosas desagradables, pero aún así, él fue el ganador por dominarme e impulsarme al inminente final en el que acabé en su cara...

Christopher nuevamente nos volteó trepando por encima de mi hasta llegar a mi boca, besándome de una manera que hizo temblar de necesidad otra vez a mi cuerpo, me saboreé en su boca mientras contagiaba a mi piel los restos de mi clímax que se habían deslizado por su barbilla. 

Sus manos abrieron nuevamente mis muslos dejándome sentir su excitación comprendiendo que quería ir más allá y yo también.

—¿Duro o suave? —preguntó.

—Lo que quieras darme está bien...

Sus pupilas se dilataron mientras me observaba fijamente.

—Vas a ser mi muerte, Renata Aragón.

Su boca se adueñó de mí, en la precisión que sus caderas se sumergían en mí interior. Gemí por su intromisión, así como también mis uñas se clavaron en su espalda, abandonó mi boca aun sin moverse para dejar senderos de besos en mi cuello dónde posteriormente colocó su frente y el aire de su respiración me erizaba la piel.

—¿Estás bien? —indagué, a lo que él negó sin mirarme. —¿Qué está mal entonces?

Él movió sus caderas obligándome a suprimir un gemido, y a él, un suspiro trabajoso.

—Que estés prohibida y yo quiero más y más...

Mis piernas apresaron sus caderas mientras él me hacía suya una y otra vez con cada empuje, cada vez era más difícil no reaccionar a sus movimientos. Mis uñas dejaron patrones en su espalda, atrayéndolo hacia mí mientras nuestros cuerpos se movían al unísono en una melodía que solo nuestra piel oía.

Su boca realizó un trabajo pobre en silenciar mis gemidos hasta alcanzar el clímax unos segundos después de él. A causa del sudor nuestros cuerpos quedaron pegados lo cual me fue inevitable no mirar sus ojos encontrándome con miles de emociones conjuntas entre esas divisé a una que conocía perfectamente en carne propia.

Miedo. 

Por más que intenté ocultar, mi lengua me 

—¿Estás arrepentido? —pregunté en susurro con temor a saber la respuesta.

Chris quitó su peso sobre de mi cuerpo, a lo que me alejé. Y él fue consciente de ese hecho atrayéndome a sus brazos nuevamente.

—¿Por qué estaría arrepentido?

—No lo sé... Lo veo en tus ojos...

Él volteó mi cuerpo de manera que nuestras miradas se conectaron por unos prolongados minutos. Movió su cabeza en una negación.

—Yo tengo que hablar seriamente contigo, scumpa. —dijo moviendo suavemente un mechón de mi cabello hacia atrás mientas su penetrante mirada continuaba clavada en mí. —Yo te-

—¡¿Renata, ya estás despierta?! Olvide decirte algo. —repercutió la voz de mi abuelo, acompañado de insistentes golpes en la puerta.

A la velocidad de la luz, comenzamos a vestirnos. Pero eso no impidió a que mi pánico aminore.

—Don Gabriel ¿Sucedió algo? —se agregó la voz de mamá, habían regresado.

Con más terror que él quería demostrar lo miré presa de mis emociones, Chris subió sus pantalones por las piernas y se puso la camiseta de un tirón, yendo en dirección al baño.

—Renata ¿Estás bien? Si no es así voy a ingresar. —mis ojos se abrieron a más no poder al oír a mi madre presa del pánico.

—No, mamá. ¡Estoy bien! —exclamé al momento en el que Chris regresó a mí y me besó sujetando mis mejillas con sus manos. —¿Qué harás?

—No te preocupes por mí, tú solo encárgate de verte linda ¿Sí? Te veré más tarde. —agregó en susurro antes de besarme una vez más en despedida.

Cuando lo vi escabullirse en dirección baño, abrí la puerta de entrada no sin antes liberar un suspiro. Mamá ingresó orillando mi cuerpo a uno de los lados mientras que mi abuelo me miró con una ceja enarcada.

Sabe más el diablo por viejo, que por diablo.

Seguí de cerca el análisis de mamá, me miró y luego a la desordenada cama.

—Oh, estabas durmiendo hija... Lo siento, creí que... —su voz se apagó con culpa.

—¡Ay, mamá!

—Mujeres. —murmuró el abuelo.

—Oye, señor, tampoco me acuse que usted pensó lo mismo.

—¿Qué pensaron? —interveni en la conversación fingiendo demencia.

Mamá se puso roja y mi abuelo miró la hora en el reloj de su muñeca con obvias intenciones de pasar de la situación.

—Solamente venía a informarle a Renata que en el día de mañana posiblemente se lea el testamento. —la alarma inundó sus facciones. —Tenemos una charla pendiente.

Mamá lo miró con desconfianza.

—Supongo que no es lo que estoy pensando.

—Hay cosas de familia a la que no tienes acceso Raquel, eres la esposa de mi hijo, te respeto y aprecio, pero-

—Usted no va a meter ideas locas en la cabeza de mi hija.

—¡Mamá!

—Es una Aragón y esto... No te concierne.

—Tiene sentido que Emilio no haya querido que nuestros hijos tengan roce con ustedes. —dijo Mamá.

—¿Podrían parar? —exclamé fuerte ganando sus miradas. —Puedo aceptar cualquier cosa, menos a que mi mamá y mi abuelo discutan como dos niños de cinco años por una decisión que solamente a mí me concierne.

El abuelo Gabriel me miró con una media sonrisa en los labios y una mirada orgullosa.

—Nos vemos más tarde en la biblioteca, Renata. —afirmó el mayor retirándose.

Mamá cerró la puerta a sus espaldas para luego dirigirse al baño, dónde para cuando reaccioné ya era tarde. Su paz solo significaba una cosa, Chris ya no estaba.

Con notable cansancio caí en la cama suspirando, miré el techo dando lugar a un extraño sentimiento relacionado a Chris. ¿Qué había cambiado con el tiempo? Aun así, cuando él podía ser hombre más dulce del mundo tenía la sensación de que detrás suyo había muchas cosas que desconocía.

Y me moría por averiguarlo.

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