Calla, tócame
A ella la conozco desde la secundaria. Desde que la vi por primera vez, supe que sería mi perdición.
Su hermoso cabello castaño largo y lacio, y sus ojos color avellana no hicieron más que convertirme en un bruto idiota.
«— Es ridículo, cada que te veo cambio mi forma de ser —»
Cuando nos conocimos nos odiamos, más no pude evitar quedar hipnotizado por su exótica belleza. Algo peculiar que descubrí en ella es que le gustaba usar labiales de colores opacos. Cuidaba su apariencia física lo justo y suficiente, pero de todas formas aquel brillo colorido siempre resaltaba en sus carnosos labios.
Nuestro tiempo de calidad en el instituto siempre fue de peleas y competencias, sin embargo, siempre hubo esa tensión entre nosotros que lograba que todo mi cuerpo temblara. Esa sonrisa cálida que me dedicaba cada vez que estaba de malhumor y todas esas caricias en las espalda que obtuvo de mi parte mientras ella añoraba a sus difuntos padres.
No pude evitar enamorarme, nunca antes había sentido algún tipo de interés en alguien. No me di ni cuenta cuando fue que pasamos de rivales a mejores amigos. Desde entonces hacíamos todo juntos. Nunca quise separarme de ella, sentía que le pertenecía y quería que fuera mía.
Pero siempre había alguien de por medio. Aurora era alguien popular entre los chicos, al igual que yo lo era para las mujeres. Muchas sintieron envidia de ella por acaparar al cien por ciento mi atención. Pero con ella no era lo mismo. Era tan sociable, tan coqueta con los chicos. Podía sentir mi sangre hervir cada vez que se le acercaba alguien con otras intenciones.
Odiaba mis sentimientos, porque verdaderamente me hacían actuar como tonto. Era capaz de acompañarle a través de cielo y tierra y ayudarle hasta en la estupidez más grande que se le ocurriera.
—Jeremías, debes alejarte de esa chica— me dijo Diego, mi hermano mayor. Quién me consolaba esa tarde con palmadas en la espalda, ya que hace unas horas había visto a esa chica que tanto adoro besarse con alguien más, un rubio de nuestra clase llamado Carlos.
Me tapé el rostro frustrado, sentía como mi corazón bombeaba tan rápido, tenía la noción de que en algún momento se detendría del ritmo tan desbordado.
No podía alejarme de ella, todo de ella estaba en mí, aún soy capaz de sentir su aroma entre el húmedo olor del otoño. Era como una maldita droga. Creo que estaba volviéndome loco, y logré darme cuenta por la expresión notoriamente preocupada en su rostro.
≫ ──── ≪•◦ 🚬 ◦•≫ ──── ≪
No podía soportarlo más, tenía que decírselo. Ya no aguantaría retener estos sentimientos en mí, necesitaba decírselo y al menos ganarme la esperanza de tener la mínima oportunidad con ella. Imaginaba varios escenarios en donde ella y yo estábamos juntos y teníamos una familia, donde ambos éramos felices.
Pero la respuesta que recibí no hizo más que despedazar toda la esperanza y cordura que me quedaba. Todas mis fantasías fueron aplastadas en ese momento. El día que le comenté camino a casa que me gustaba, y no solo eso, sino que la amaba.
—L-Lo siento Jeremías... yo...— hizo una pausa afligida.—No puedo corresponderte, no siento lo mismo.—finalizó.
Y no sé qué pasó conmigo desde entonces.
Recordé haberme lanzado a ella, abrazarla con tanta fuerza y rogarle al punto de arrodillarme ante ella. Me dijo que podíamos continuar siendo amigos, pero no, yo no sería capaz de vivir sin eso. Cuando le dije que me negaría a continuar con nuestra amistad, logré ver su expresión ansiosa y desesperada.
Me di cuenta de que no quería perderme tampoco, y si debía jugar sucio para aferrarla a mí lo haría sin importar que.
Esa noche en mi casa poseí cada extremo de su cuerpo. Nos hundimos ambos en una sensualidad de la que sabíamos que no podríamos salir nunca.
Aurora gritó mi nombre, me regaló caricias y miradas de libido puro. Pero algo que me negó de forma rotunda fue un beso, un beso de sus preciosos labios. Nunca me besó ni me dejó besarle en los labios, yo besaba cada extremo de su cuerpo pero sus belfos se negaban a tocarme.
Luego de aquel acontecimiento nos habíamos hecho novios, y yo suspiré de felicidad al ver que mis fantasías se volvían realidad. Pero las cosas jamás fueron como pensé.
Desde nuestro primer mes de noviazgo, Aurora empezó a fumar. Le repetí en varias ocasiones que sería dañino para ella, sin embargo, se justificaba e insistía de que ayudaba con su ansiedad.
¿Aurora tenía ansiedad?
Le pregunté en varias ocasiones al respecto, más siempre respondía que se había estresado por la escuela. Desde que somos novios ella se comportaba algo fría conmigo y no entendía bien el porqué. Varias veces le dije que si no funcionaba podíamos terminar, pero ella se negaba.
Muchas veces peleábamos por ello. Las peleas llegaron a ser violentas, mucho más después de graduarnos.
Cuando fui a vivir a su departamento la convivencia no hizo más que empeorar. En una de ellas terminé borracho, le lancé el frasco de alcohol, el cual chocó contra la pared y se rompió.
Nuevamente tenía mis ataques de celos, pero era justificado. Esa misma tarde vi como mi novia se despedía de un compañero de universidad con un beso en la mejilla. Un maldito beso, beso que me había estado negando por los cuatro años que teníamos de relación. Jamás probé los labios de Aurora.
Siempre que tenemos intimidad, ella suele irse a dormir a otro lado, con la excusa de que no le gusta dormir acompañada.
Pero con ese idiota, a él si lo besaba, besaba al idiota de Carlos, a sus amigos. ¡Pero jamás a su puto novio!
Aurora se agachó esquivando la botella de cognac la cual se rompió contra la pared. Se quedó de cuclillas en el lugar temblando, llorando y tapándose los oídos para evitar oír mis gritos histéricos y todos los insultos que tiraba sin pensar en lo que hacía.
—Jeremías, quiero hacerlo...— me dijo una vez me separé de ella. Yo sonreí y como respuesta besé su frente. Le di el gusto, esa noche le hice el amor y le di placer de la forma más atenta y delicada posible como disculpas. Pero aún así, ni un beso.
Yo era un idiota...
Pasaron pocas horas cuando ella se despertó, se sentó en la cama y encendió el cigarrillo. Inhaló y exhaló el tabaco con un rostro sereno, pero melancólico.
Sonreí al ver su perfil.
Yo era un idiota... tenía más que claro que Aurora no me besaba porque no me amaba. Porque me había engañado numerosas veces y yo era consciente de todas ellas. Todas esas discusiones siempre eran a raíz de ello, siempre era uno tras otro.
Muchas veces me dije a mí mismo que esto no tenía sentido, que sería mejor buscar a alguien que si me amara. Pero sería incapaz de yo amar alguien como amo a Aurora. Me conformaría con solo tocar sus labios, probarlos y saborearlos hasta lo más profundo de su ser.
Pero para ella... para ella soy solo un cenicero. Alguien con quien busca simplemente aliviar todas sus frustraciones.
Me repito a mí mismo que sería la última vez, pero siempre vuelve a ocurrir.
—Podemos ser amigos— soltó de repente mientras volvía a calar el cigarro.
Yo sonreí y negué con la cabeza.
—De ninguna manera...
Una cachetada. Sentía mi mejilla caliente. Toqué mi mano la zona afectada, luego la miré a ella. Sus ojos de color avellana estaban llorosos y su expresión estaba dolida.
Nunca había llegado tan lejos. Pero esta vez fui lo suficientemente bastardo como para no solo golpear a Aurora, sino también llamarla perra y haber querido forzarla a intimar conmigo.
Lo admitía, merecía aquello y mucho más.
—¡¡Ya no lo soporto!!— gritó histérica agarrándose los cabellos. —¡¡No te soporto a ti!! ¡¡No soporto más este lugar maldita sea!!— cayó de rodillas al suelo y comenzó a llorar de forma desgarradora. Tan solo me le quedé viendo, nada de lo que hiciera mejoraría las cosas.
Luego de aquella discusión, Aurora no me volvió hablar, tan solo tomó sus cosas y se marchó. Y sobre la cama dejó un cigarrillo.
La colilla estaba teñida de rosa por su labial, acerqué mi nariz, tratando de reconocer aunque sea algo mínimo de su esencia. Pero solo olía a tabaco.
Acerqué mi lengua y la pasé por los restos de labial en el cigarro.
¿Sabrán a esto sus labios?
Cuando se fue, había dejado uno de sus labiales. Quizás se piense que estoy lunático, pero debo confesar que en más de una ocasión pinté toda mi cara con este. Dejé de ir a la universidad desde entonces. Ahora, si salía, era solamente para buscarla a ella.
Desde que se marchó no he podido dormir, mucho menos comer. En varias instancias mi hermano trató de convencerme de que fuera a vivir con él, pero yo me negué, sabía que si salía de ese departamento moriría.
¿¡Por qué maldita sea!? ¡¿Por qué a mí?!
¿Por qué debo ser yo él que tiene prohibido probar tus labios? ¿¡Por qué no me amas como yo te amo!?
¡Si tan solo no fuera tan idiota! ¡Todo pudo ser maravilloso! ¡Pudimos haber tenido una familia, una gran casa y vivir felices juntos!
Me estaba volviendo loco. Entonces entendí que no solo no podía vivir sin ella, sino que tampoco podría morir en paz sin ella. La amaba tanto, deseaba a tal magnitud que fuera mía que el imaginar a todos esos desgraciados tocándolo me provocaba náuseas.
Agarré un cuchillo de la cocina, lo guardé en mi mochila y por primera vez en días salí de casa. Fui a la universidad, y sin que me viera o reconociera comencé a seguirla durante todo el día. Vigile y juzgué cada una de sus acciones hasta el final del día.
Se veía deprimida, y totalmente ida. Era mi culpa, pero pronto lo enmendaría todo.
La seguí hasta la que ahora era su casa luego de las clases, al parecer vivía en una especie de hotel por ahora.
Apenas entró esperé más de dos minutos para llamar a la puerta desesperadamente. De inmediato ella me abrió algo hastiada, pero su rostro de molestia se deformó a uno de total angustia en cuanto me vió.
—¿Je-Jeremías? ¿Qué haces aquí? ¿E-Estás bien?— me cuestionó con la voz temblorosa.
Mi aspecto era tan deplorable que era natural que pensara que algo mal andaba conmigo.
—Te amo— dije sin más.
Ella bajó la mirada con melancolía.
—Lo sé— respondió. Después hubo un silencio incómodo.
—No Jeremias. ¡Esto se acabó!— enunció. Iba a cerrarme la puerta, más la evité poniendo el pie entre esta.
Comenzaba a temblar. Sudé tanto que podía jurar que estaba empapado.
Abrí la puerta bruscamente y la abracé tan fuerte como aquella tarde en la que le declaré mis sentimientos. Inhalé extasiado su aroma mientras ella forcejeaba contra mí en busca de liberarse.
La agarré del cabello y la obligué a mirarme a los ojos. Después me acerqué a su rostro y forzadamente besé sus labios. Aquellos belfos eran como el placer mismo, tan adictivos y tan satisfactorios al mismo tiempo. No pude evitar querer más.
Tiré bruscamente de su polar, intentando que expusiera más de su piel para mí.
—¡No! ¡Maldita sea, suéltame!— gritó al borde de las lágrimas.
Gruñí frustrado por su resistencia. La acerqué a mí nuevamente y la besé con violencia. Su labial manchaba toda mi boca y se desparramaba por la suya. Bajé su pantalón y toqué en donde no me correspondía tocar, no después de todo lo que había hecho.
Aurora mordió mi lengua. Me alejé adolorido, ella se dio media vuelta, corrió y se encerró en su cuarto.
Saqué el cuchillo de la mochila, ya no había otra opción, si no podía ser feliz con Aurora en vida, lo haría en muerte.
No sé de dónde habré sacado tal fuerza como para golpear la puerta hasta romperla.
Aurora me miraba asustada, aun semidesnuda mientras me pedía por favor que me calmara. ¿Ahora me iba a rogar?
Me abalancé contra ella, botándola al suelo. Traté de apuñalarla, pero ella tomó mi muñeca poniendo resistencia. Yo poco a poco me acercaba a su cuello, y lo hubiese logrado de no ser porque Aurora había logrado golpearme en mi zona baja. Retrocedí adolorido, solté el cuchillo y quedé de rodillas arrastrándome por el suelo debido al dolor incontrolable.
Antes de que pudiera siquiera recuperarme, sentí el ardor punzante en mi espalda. Me di vuelta y la ví, nuevamente con los ojos cristalizados y con las manos cubiertas de sangre. Caí en sus brazos con debilidad y suspiré pesadamente.
—Perdóname— farfullé adormilado.
Aurora me acunó en sus brazos mientras sollozaba.
—Esta bien, cariño. Descansa ahora...— sollozó mientras acariciaba mis cabellos. Mis párpados iban pesando cada vez más.
—Te... amo...— solté finalmente con un suspiro.
—Lo sé mi amor... lo sé...
≫ ──── ≪•◦ 🚬 ◦•≫ ──── ≪
Hola causas, esta es mi primera historia espero haberla hecho bien, este es un borrador viejo que tenia guardado y pues lo vi y dije ¿y si lo publico? y bueno he aqui ya esta completado y publicado :D.
Muchas gracias x haberle dado una oportunidad a este pequeño relato, enserio estoy muy agradecida. !Nos estamos leyendo¡
Att. 🌊Oceanic
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro