
Capítulo 6
Jimin, al despertar, le contó a su padre el sueño, y aunque esto lo consoló un poco, no impidió que lanzara gritos de dolor al separarse de su querido hijo.
Cuando su padre se fue, Jimin se sentó en la gran sala y también se puso a llorar. Pero como era muy valiente, se encomendó a Dios y resolvió no atormentarse durante el poco tiempo de vida que le quedaba, pues creía firmemente que la Bestia se lo comería esa misma noche.
Decidió mientras tanto pasearse y recorrer esta hermosa mansión. No pudo menos que admirar su belleza. Pero se sorprendió mucho al encontrar una puerta en la cual estaba escrito: Apartamento del Doncel.
Abrió esta puerta precipitadamente y quedó deslumbrado por el lujo que allí reinaba. Pero lo que más llamó su atención fue una gran biblioteca, un clavecín y varios libros de música.
—No quiere que me aburra. —dijo en voz baja, y después pensó: “Si no fuese a vivir sino un solo día aquí, no me habría atendido de este modo.”
Este pensamiento le dió valor. Abrió la biblioteca y vio un libro en el que decía en letras de oro: Deseé, ordene; aquí es usted el rey y el dueño. Todas las cosas que aquí hay lo obedeceran.
—¡Ay! —dijo él suspirando—, solo deseo ver a mi pobre padre y saber qué está haciendo ahora.
Había dicho esto para sí mismo. ¡Grande fue su sorpresa al mirar un gran espejo: vio su casa adonde ahora llegaba su padre con una cara extremadamente triste! Sus hermanas venían a recibirlo y, a pesar de las carantoñas que hacían aparentando estar afligidas, la dicha que les causaba la pérdida de su hermano menor se reflejaba en sus caras.
Un momento después todo esto desapareció, y Jimin no pudo evitar el pensamiento de que la Bestia era muy complaciente y que él no tenía por ahora nada que temer.
Al mediodía encontró la mesa puesta y durante el almuerzo escuchó un concierto excelente, aunque no vio a nadie. A la hora de la comida, cuando se iba a sentar a la mesa, escuchó el ruido que hacía la Bestia y no pudo evitar el miedo.
—Jimin —dijo el monstruo—, ¿aceptarías que te vea comer?
—Tú eres el dueño de casa —respondió temblando.
—No —replicó la Bestia—, aquí no hay más dueño que tú. Solo tienes que decirme que me vaya si te molesto; saldré de inmediato. Dime la verdad, ¿te parezco muy feo?
—Sí, es verdad —dijo Jimin—, pues no sé mentir; pero creo que eres muy bueno.
—Tienes razón —dijo el monstruo—. Pero además de ser feo no soy muy inteligente: sé bien que solo soy una Bestia.
—No se es una bestia —replicó el doncel—, cuando uno admite que no es inteligente. Un estúpido nunca lo admitiría.
—Sigue entonces con tu comida, Jimin —dijo el monstruo—, y trata de no aburrirte en esta que es tu casa, porque aquí todo es tuyo, y me daría mucha pena que no estuvieses contento.
—Eres muy bondadoso —dijo él—. Te aseguro que tu buen corazón me hace feliz, cuando pienso en eso ya no me pareces tan feo.
—¡Ay! Sí, por desgracia —respondió la Bestia—. Tengo buen corazón, pero soy un monstruo.
—Hay muchos hombres que son mucho más monstruosos que tú —respondió Jimin—. Y te prefiero a ti con tu aspecto a aquellos que tienen aspecto de hombre pero esconden un corazón ingrato, falso, corrompido.
—Si yo fuera inteligente —respondió la Bestia—, te haría un bonito cumplido para agradecer tus palabras, pero soy un tonto y lo único que puedo decirte es que te estoy muy agradecido.
Jimin comió con buen apetito. Ya no le temía tanto al monstruo, pero casi se muere del susto cuando él le dijo: —Jimin, ¿querrías tú casarte conmigo?
Él se tomó unos momentos antes de responder; le daba miedo excitar la ira del monstruo rechazando su propuesta. Al fin le dijo temblando: —No, Bestia.
En el primer momento la Bestia quiso suspirar y emitió un silbido tan espantoso que todo el palacio retumbó, pero Jimin pronto se tranquilizó porque la Bestia, después de decirle con tristeza:
—Entonces adiós, Jimin.
Salió de la habitación volviéndose varias veces para mirarlo de nuevo. Jimin, al verse solo, sintió una gran compasión por esta pobre Bestia.
—¡Qué tristeza! —dijo—, ¡es una lástima que sea tan feo siendo tan bueno!
•Kat🐾
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