
Capítulo 4
Su caballo tomó una de las rutas del bosque y, en pocas horas, el buen hombre llegó a su casa. Sus hijos lo rodearon, pero en lugar de alegrarse con las caricias que le hacían, el comerciante se puso a llorar en cuanto los vio.
Tenía en la mano la rama cubierta de rosas que le traía a Jimin; se la dio y le dijo: —¡Toma, Jimin, estas rosas! Le han costado muy caro a tu pobre padre.
E inmediatamente se puso a contarle a su familia la funesta aventura que le había sucedido. Al oír este recuento, las tres hijas se pusieron a gritar y a injuriar a Jimin, que no lloraba.
—Vean lo que causó el orgullo de esta pequeña criatura —dijeron ellas—. Ojalá hubiera pedido adornos o ropa como lo hicimos nosotras: pero no, ¡el jovencito quería distinguirse! Va a ser el causante de la muerte de nuestro padre, y sin embargo no llora.
—Sería bien inútil —replicó— ¿Por qué iba yo a llorar la muerte de mi padre? Él no va a morir. Ya que el monstruo acepta a uno de sus hijos, yo quiero entregarme a su furia y creo que soy muy afortunado porque al perecer tendré la dicha de salvar a mi padre y probarle que lo amo con ternura.
—No, hermanito —le dijeron sus dos hermanos— tú no vas a morir: nosotros vamos a ir a buscar al monstruo y si no logramos matarlo, pereceremos bajo su furia.
—¡Ni lo penséis, hijos míos! El poder de la Bestia es tan grande que no tendrían ninguna esperanza de matarla. Me conmueve el buen corazón de Jimin, pero no quiero exponerlo a la muerte. Yo ya estoy viejo, me queda muy poco tiempo, de manera que no voy a perder sino unos pocos años de vida, y morir me duele sólo por ustedes, queridos míos.
—Te aseguro, padre mío —dijo Jimin—, que no irás a ese palacio sin mí: no puedes impedir que te siga. Aunque soy joven, no soy muy apegado a la vida y prefiero que el monstruo me devore antes que morir de tristeza por perderte a ti.
No fue posible que cambiara de parecer; Jimin quería de todos modos irse para el palacio, y sus hermanas estaban encantadas pues las virtudes del hijo menor les habían inspirado muchos celos.
El comerciante estaba tan preocupado por el dolor de perder a su hijo que no pensaba en el cofre lleno de oro, pero en cuanto se encerró en su cuarto para acostarse se sorprendió al ver que el cofre se encontraba al pie de la cama.
Resolvió no contarles a sus hijos que se había enriquecido pues sus hijas habrían querido volver a la ciudad y él estaba decidido a morir en esta finca; pero le confió el secreto a Jimin, quien le contó que durante su ausencia habían venido tres gentiles hombres que estaban enamorados de sus hermanas. Y le pidió a su padre que las casara, pues el bello doncel era tan bueno que las quería mucho y les perdonaba de todo corazón el mal que le habían hecho.
•Kat🐾
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