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Capítulo I


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¿Qué importa que el comienzo amargo fuera? Bien está lo que acaba.

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Finalmente en Forks, pensé así cuando el  taxi cruzó la señal verde de la ciudad, dando la bienvenida e informando de lo pequeño que es el número de habitantes que habitaban en este pequeño pedazo de tierra cubierto por pesadas nubes de lluvia.

Sonrío a todo el verde que me rodea, sintiéndome feliz de ver un paisaje conocido y que me gusta tanto. Abro el vidrio de la ventana y respiro, sintiendo el aire húmedo, el olor de bosque y de tierra mojada.

Nada como volver a casa.

Dios, cómo he extrañado esta maldita pequeña ciudad , donde llueve casi todos los días del año y los días de sol son tan raros que cuando ocurren, es casi como unas vacaciones. Esta es la ciudad en la que nací, crecí y viví, hasta que obtuve una beca en Nueva York y me mudé allí.

Parecía extraño volver a casa, había un sentimiento de nostalgia creciendo por mis huesos mientras el taxi se deslizaba por el asfalto de la carretera hasta ir entrando más en la civilización. Siempre estuve enamorada del arte y cuando tuve la oportunidad, me fui sin pensarlo dos veces, con papá apoyándome en todos los pasos.

Yo respiraba arte. El olor de la tinta para mí era el paraíso, esculturas, cuadros, dibujos a mano, grafito... Era todo tan fascinante, y yo amaba con tal fervor que mi padre, Charlie Swan, no pudo negar la oportunidad para que yo viviera ese sueño.

Hacía un año y medio que me había mudado y, contrariando mis expectativas, yo estaba de vuelta en la ciudad.

Cerré los ojos, con miedo de lo que el destino había preparado para mí.

Bella estaba en la ciudad, y ella era la razón por la que pedí el traslado de la escuela de arte y vine a terminar la escuela secundaria en Forks, donde la escuela no era tan completa - medio, tal vez. Bella enloqueció y papá no supo qué hacer, y como último recurso, me pidió que volviera a casa.

No pude negarlo, no cuando parecía preocupado de verdad, cuando me llamó un jueves y dijo "Bella se fue a Italia, sola, sin mi permiso!". Fue un poco divertido pensar en ello, Bella nunca actuó en el impulso o tenía esos lapsos de rebeldía. Bella era solo Bella, después de todo. Un poco sosa, lenta, torpe y tímida. Bella.

Pero papá dijo, con todas las letras, que ella dejó una nota y se fue a Italia para hacer no sé qué, y volvió con Edward a Forks. Edward, el ex-novio que le había dado una patada en el culo y se había largado de la ciudad.

Ex-novio,  ese que papá habló horrores: era él el motivo de la depresión profunda que Bella estuvo hundida en el último año.

Bella lo ignoró completamente y volvió con él a la primera oportunidad.

Bufé, mirando el paisaje. Bella parece haber cambiado un poco, pero aún necesitaba de buen sentido y un poquito de amor propio.

Un poco no: ¡mucho!

Interrumpiendo mis pensamientos, el celular sonó en la bolsa luego que el taxi pasó frente a la cafetería que solía almorzar con papá los viernes cuando vivía aquí.

Revisé mi bolso en busca del celular, y lo atendí, poniéndolo en la oreja sin ni siquiera mirar quién era. No tenía que hacerlo porque sabía exactamente quién me estaba llamando.

— Ya estoy en la ciudad, papá. Casi llego a casa!

— ¿En la ciudad? ¿Cómo que en la ciudad, Ada? ¡Te iba a recoger en el aeropuerto de Port ángeles! — La voz de papá sonó preocupada y un poco enojada.

Comenté que estaba pensando en alquilar un coche para llegar a la ciudad, pero papá casi tuvo un infarto al pensar en mí, viajando sola y conduciendo en la autopista.

Me sentí ofendida por eso, ya que, a pesar de haber sacado la licencia de conducir hace poco tiempo, ¡era una conductora muy buena!

— Tomé un taxi apenas salí del aeropuerto. llegaré en unos minutos, jefe.

Respiró hondo del otro lado, buscando calma.

— Tú y tu hermana son la razón de las canas que tengo, Ada! te esperaré afuera, entonces. Bella está en la escuela.

Me río de su tono exasperado, mordiendo el canto de la uña. Una manía fea que tenía desde la infancia y no conseguí renunciar.

— Está bien, papá. Besos.

— Nos vemos pronto, hija.

El coche sigue yendo por las calles que conozco tan bien, hasta llegar a la manzana donde estaba mi casa. La casa podía ser vista desde lejos, ya que una de las últimas de la calle, rodeada por el bosque. Tenía dos pisos, blanca y desgastada y ya podía ver la enorme camioneta de Bella, aquel monstruo naranja que Billy consiguió empujar para papá y papá empujó para Bells.

Mi pobre hermana, manejando en esa antigüedad digna de un museo.

El coche se detuvo frente a la casa y papá salió, bajando las escaleras corriendo y viniendo a mi encuentro. Le pagué al muchacho, que agradeció mientras salía del coche para recoger las maletas en el maletero.

Papá ni siquiera me dejó salir del auto, tirándome en sus brazos mientras me apretaba, la nostalgia haciéndome retribuir su apretón de hierro.

— Te extrañé, papá— Suspiré, acurrucándome en sus brazos.

Papá rompió el abrazo, dándome dos palmaditas en la espalda y revolviendo mi cabello.

— Y yo a ti, querida. Vamos, llevemos tus cosas adentro.

Papá ayudó al taxista a sacar las maletas del maletero y después me ayudó a llevarlas hasta el cuarto que compartiría con Bella a partir de ahora. Era temprano, no más de las nueve de la mañana, así que estaba en la escuela.

Había tomado el vuelo de medianoche en Nueva York, fueron seis horas volando hasta Port ángeles y luego una hora en coche hasta Forks. Estaba muy cansada, quería dormir y dormir hasta la noche.

— Aquí. Puse la litera de nuevo en la habitación. Bella está usando la cama de abajo— Papá dijo entrando en el cuarto, mientras cargaba dos de mis tres maletas.

Miré hacia la habitación que tenía un gran cambio en la decoración: todo parecía un aburrimiento allí, ya que Bella no era una persona de colores extravagantes. La litera estaba allí, con las dos camas arregladas y yo podía ver que el cuarto había pasado por una buena limpieza recientemente.

—Bien. Yo me quedo con la de arriba— Hablo, tirando la maleta que yo cargaba a la esquina. — Necesito dormir.

— Por supuesto, querida. Fue un viaje agotador, ¿no? — Afirmo, mientras abro mi maleta buscando un pijama. — Date un baño y vete a la cama. Tengo que ir a la estación ahora.

—Está bien— Me levanto y le doy un beso en la mejilla, abrazándolo rápidamente. — Es bueno estar en casa.

Él sonríe, de esa manera aburrida como él siempre lo hace. Charlie Swan no era un tipo que demostraba afecto con facilidad, pero lo hacía en las pequeñas cosas.

— Es bueno que estés en casa. Ahora vete a dormir, tienes unas ojeras enormes.

Me río de su intento de cambiar el tema, mientras él da la espalda y dice que volverá para la cena.

Me doy una ducha rápida y cierro la casa, asegurándome de que todo estaba cerrado. No quería que un loco entrara en mi casa y me mirara dormir.

Me río de ese pensamiento, Forks era demasiado tranquila para tener ese tipo de loco. Lo más cerca que teníamos de bandidos por aquí, eran unos granujas que a veces hacían cosas malas y le daban dolor de cabeza a mi padre.

Subo a la habitación y me voy a mi cama, me envuelvo en las sábanas y me envuelvo por el ruido de la lluvia en la ventana de la habitación.

Era bueno estar en casa

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