𝐂apítulo 𝐂uatro
𝑪𝒉𝒂𝒑𝒕𝒆𝒓 𝑭𝒐𝒖𝒓 💥 𝑪𝒉𝒂 𝑪𝒉𝒂 𝑺𝒍𝒊𝒅𝒆
"Creo que está atrapada entre quién es y quién quiere ser."
Me coloqué entre Klaus y Cinco mientras nos reuníamos en círculo en el patio trasero.
Luther sostenía la urna de papá mientras mamá decía:
—¿Ha pasado algo?
Todos la miramos con incredulidad.
Allison fue la única que dijo algo.
—Papá ha muerto. ¿Recuerdas?
—Oh. Sí, por supuesto —respondió mamá, sonriendo.
—¿Mamá está bien? —preguntó Allison, mirando alrededor de nuestro grupo.
—Sí, sí, está bien —respondió Diego sonriendo—. Necesita descansar. Ya sabes, recargarse.
Klaus se encendió un cigarro bajo su paraguas roja de plástico transparente.
Miré hacia él, arrugando la cara con disgusto.
—A papá no le gusta que se fume en casa.
Klaus se encogió de hombros.
—Él está muerto, Ce. ¡Puf, se ha ido!
Pogo se acercó a nosotros, cojeando contra su bastón mientras se unía a nosotros en el círculo.
—Cuando quiera, muchacho —le dijo a Luther.
Luther abrió lentamente la urna, con el rostro sombrío por la reflexión, mientras echaba las cenizas de papá.
Bajaron flotando y aterrizaron en un montón, entre las hojas sucias y el agua de lluvia ácida.
Klaus hizo una mueca, mirando preocupado el montón de cenizas.
Todos miramos incómodos a nuestro alrededor mientras las cenizas de papá reposaban allí.
—Con viento habría quedado mejor —dijo Luther, rompiendo el incómodo silencio.
—¿Alguien quiere decir unas palabras? —nos preguntó Pogo.
Aparté la mirada, moviendo ligeramente los dedos mientras jugaba con las sombras de las hojas.
Klaus inhaló de su cigarro.
Cinco miró a la derecha.
Allison cerró los ojos.
Diego se movió sobre sus pies.
Luther simplemente permaneció en silencio con Vanya.
—Muy bien —dijo finalmente Pogo—. A todos los efectos, sir Reginald Hargreeves me convirtió en lo que hoy soy. Solo por eso estaré eternamente en deuda con él. Fue mi maestro... —dijo y, tras una pequeña pausa, añadió—: y mi amigo. Y le echaré mucho de menos.
Luther se sorbió la nariz y Pogo continuó:
—Sir Reginald deja atrás un legado complicado─
—Era un monstruo —soltó Diego.
Klaus dejó escapar una jadeante carcajada.
—Era mala persona y peor padre. Y el mundo está mejor sin él —siguió diciendo Diego.
—Diego —advirtió Allison.
—Me llamo Número Dos. ¿Sabes por qué? —Allison bajó la mirada y Diego prosiguió— Porque nuestro padre no se molestó ni en ponernos nombres. Tuvo que hacerlo mamá.
—¿Os apetece algo de comer? —preguntó mamá, sin dejar de sonreír.
—No, no hace falta, mamá —respondió Vanya por todos nosotros.
—Oh, de acuerdo —dijo mamá con amabilidad.
Diego dio unos pasos hacia adelante.
—Si queréis presentarle vuestros respetos... hacedlo. Pero sed sinceros sobre la clase de hombre que fue. —Miró directamente hacia Luther.
—Será mejor que te calles —advirtió Luther, con sus grandes manos cerradas en puños.
—Tú, precisamente, deberías estar de mi parte, Número Uno —se burló Diego.
—Te lo advierto —Luther apretó los dientes.
Miré a Vanya mientras Cinco y Klaus intercambiaban miradas.
—Después de todo lo que te hizo. ¡Tuvo que mandarte a millones de kilómetros de aquí!
—¡Diego, no digas nada más! —gruñó Luther.
—¡Lo hizo porque no soportaba ni verte! —le replicó Diego mientras le pinchaba el pecho.
Nuestro hermano agarró a Diego del brazo, empujándolo y propinándole puñetazos con sus grandes puños.
Diego esquivó ágilmente los temerarios puñetazos mientras se echaba hacia atrás para eludir a Luther.
Allison frunció los labios mientras retrocedía con una expresión de fastidio en el rostro.
Suspiré mientras Cinco me apartaba de los dos.
Vanya llevó suavemente a mamá de vuelta mientras ella seguía sonriendo ante la intensa escena.
—Muchachos, ¡déjenlo ya! —gritó Pogo.
Klaus puso una mano delante de Cinco y de mí mientras nos empujaba más lejos. Cinco frunció el ceño y apartó su brazo mientras yo me sacudía la lluvia del hombro con indiferencia.
—¡Venga, grandullón! —se burló Diego, agitando una mano hacia Luther.
Gruñeron al chocar el uno contra el otro, lanzándose puñetazos temerarios y movimientos descoordinados.
—¡Parad! —gritó Vanya.
—¡Dale! ¡Dale! —animó Klaus.
Levanté la mirada para mirarle, con el ceño fruncido.
—¿A quién estás animando exactamente?
Klaus se limitó a encogerse de hombros antes de volver a animar.
Pogo suspiró y resopló, dando media vuelta y dirigiéndose a la mansión.
Luther agarró a Diego por el cuello mientras luchaban.
—¡Suéltame! —gritó Diego, pegándole puñetazos en el brazo.
Diego tropezó frente a la estatua de Ben mientras jadeaban.
—No tenemos tiempo para esto —declaró Cinco mientras me hacía un gesto.
—¡No rompáis nada, chicos! —grité, siguiendo a Cinco adentro.
Estábamos casi en la casa cuando se oyó un fuerte estruendo.
Giré la cabeza inmediatamente.
—Ben.
Y allí, tendida en el suelo con la cabeza separada del cuerpo, estaba la estatua de Ben.
—Vamos —Cinco inclinó la cabeza hacia la casa.
Asentí con la cabeza, tragándome blasfemias para Luther y Diego, y le seguí adentro.
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