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||CAPÍTULO 0.2||✅

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Desde que ella había sido declarada como esclava, el tiempo podía transcurrir rápido o relativamente lento. Las jornadas laborales empezaban antes del alba y culminaban cuando los últimos vestigios del atardecer se eclipsaban con la imponente noche. Sus escasas horas de sueño eran contadas, a veces sentía que solo habían pasado unos minutos entre su dormitar y el brusco despertar causado por los guardias.

A veces tenía preguntas filosóficas consigo misma, sobre el sentido de la vida y sus propósitos. No había explicación razonable, por más que la buscaba no la encontraba.

No sé sabía a ciencia cierta cuál fue el primer omega esclavo o la razón de esto. Era como un secreto a voces en su sociedad, un tema prohibido y vetado del que nadie quería hablar, pero si se aprovechaban del poder que se les ofrecía. Los ricos burgueses se jactaban de hablar en las fiestas sobre sus inversiones en las famosas minas crown, en los próximos esclavos que comprarían y los retorcidos planes que tenían para ellos.

Algunos se podían llamar afortunados, eran enviados a trabajar al campo en las tierras de cultivo, se rumoreaba que ellos vivían mejor, podían robar comida con facilidad y no pasar la hambruna común en su facción, el trabajo era menos forzoso y el Sol no era tan acarriante, luego estaban los omegas del servicio, ellos sí que estaban en lo alto de la pirámide, tenían ropa, comida, techo y por si fuera poco un estipendio según el amo, eran unos jodidos dioses, lastima que a ella le había tocado la peor parte ser una omega obrera era lo peor que te podía pasar y ella estaba allí.

En su barracón estaban esclavos que llevaban más tiempo que ella, nunca se había atrevido a hablar con ninguno, ya que estaba prohibido, pero podía notar la vejez en ellos, el cansancio de los años y las canas de sus cabellos. Era poco común que un lobo envejeciera, cuando llegaban a la edad adulta su apariencia se detenía en el tiempo, la longevidad era un regalo de la Diosa Luna tenían que pasar 1000 años para que los signos vejez se presentarán, así que podía deducir que esos lobos tenían siglos aquí, siendo esclavos de un sistema podrido o tal vez la dura esclavitud había adelantado lo inevitable.

No lo sabría nunca, pero le aterraba seguir viviendo como lo hacía, a eso no se le podía llamar vida. Era una condena por un crimen jamás cometido, la ley de pagaran todos justos por pecadores, pero ¿Realmente era un pecado pertenecer al eslabón más débil de la cadena?

No se merecía esto, nadie lo merecía, pero no había nada existente en este mundo que lo pudiera cambiar.

[...]

Y así empezaba otro día más en una esclavitud perpetua, con los rayos del astro rey entrando por las rendijas de los desgastados tablones de madera con los que fueron hechos los barracones.

Apenas me remuevo en mi improvisado lecho y siento mi cuerpo tan dolorido como si una manada de elefantes le hubiesen pasado por encima. Odio a los alfas tanto como los envidio, desearía tener aunque sea una cuarta parte de su capacidad de regeneración.

Con mucho cuidado de no lastimarme me volteo boca arriba para sumergirme en mis pensamientos. Las heridas en mi espalda aún están frescas y el que no hayan cerrado todavía me produce más dolor, es probable que se infecten como en otras ocasiones.

Estoy en un perfecto cultivo de hongos y bacterias, es algo que puedes percibir de nada más olfatear el aire.

Es insalubre y de condiciones ínfimas, su estructura es grotesca y primitiva, aún está a medio hacer y se duda mucho que lo terminen, fueron construidos con mucha prisa y tampoco es que se hayan tomado el tiempo y esmero en construir algo habitable, hablando sarcásticamente es todo un hotel de cinco estrellas, ellos simplemente hicieron algo que se pudiera mantener en pie y que pudiera recluir del exterior a los esclavos, ese exterior en donde ellos descansan a pata suelta en sus lujosas cabañas.

Son unos privilegiados al no nacer esclavos o sencillamente al no ser condenados a serlo por su categoría. Solo los omegas y gammas corren con este destino, rara vez se ve a otra especie de lobo en los campos de trabajo y esto es porque han violado severamente alguna estúpida ley del rey.

El rey... en mi mente me quedo degustando el desagrado que me causa pensar en su título. Nunca he tenido la desgraciada oportunidad de cruzarme con él, claro está ¿Cómo una estúpida omega esclava tendría la desdicha de estar frente a frente con su opresor?, si esto de ser fuera posible sería muy predecible mi accionar, lo enfrentaría, lo miraría con estos ojos vacíos y sin vida, le lanzaría un escupitajo en su impoluto rostro para luego maldecirlo hasta expulsar la última gota de aliento de mi ser, no quedaría como una mártir entre la historia, pero por lo menos me iría de esta vida con mi alma tranquila rezando porque en la próxima no me cayera la desgracia de pertenecer a una facción defectuosa.

Entre tantas cavilaciones se me fue volando el tiempo, lo más probable es que vengan a despertarnos pronto, así que me pongo de pie para poner en marcha mi plan de saqueo, el cual es muy poco elaborado a decir verdad, pero es eso o morir de inanición.

Mis pies descalzos tocaron el suelo y el dolor no se hace de rogar, tendría que agradecerles la paliza a esos hijos de puta. Me siento como la mierda y por si fuera poco agreguémosle el hecho de dormir en una cómoda y mullida cama cortesía de mi suite real.

Mi cuerpo magullado y lleno de contusiones hace esfuerzos sobrehumanos para poder mantenerse en pie. Apenas está amaneciendo y nadie más del barracón se ha levantado y qué decir de los pedazos de alcornoque que tenemos por guardias, esos duermen plácidamente y muy seguro que con unas femeninas en sus lechos.

Tengo como una hora cuando mucho para ir a robar un poco de comida para mí y para Hanna. Lo difícil será no ser descubierta en el proceso.

Mis ágiles pies se mueven con sigilo por todo el campamento mientras me oculto entre las rinconeras para no ser vista por algún centinela, en ese caso sí que estaría perdida con una muy posible condena de muerte por intento de escape. Gracias a la Diosa Luna logró llegar sin percances hasta las puertas de los almacenes de alimentos, un suspiro de alivio sale de mis labios, pero no me puedo confiar y debo de actuar rápido para no ser atrapada con las manos en la masa.

La puerta se encuentra cerrada con un gran candado de plata, sería muy estúpido tocarlo a menos que quiera hacer que las palmas de mis ardan en carne viva - ¡Ah!, ¡Maldición!

Intento borrar la sensación de derrota de mi mente concentrándome en segundas opciones. No es primera vez que robo en los almacenes un poco de comida y las anteriores veces abrir el candado me resultaba sencillo, ya que este era un poco viejo y tenía su sistema de cilindros desgastado, solo lo tenía que tirar con un poco de fuerza hacia abajo y este era abierto fácilmente, robaba algo no mucho para no levantar sospechas y luego cerraba el candado nuevamente, aplicando la fuerza contraria, mis manos sufrían quemaduras pero no graves, al parecer se han dado cuenta y han cambiado los candados por unos jodidamente nuevos.

- Adiós comida y esperanzas de no morir por inanición - maldigo resignada por lo bajo con la intención de volver antes de que los demás despierten, pero siempre hay una luz al final del túnel supongo.

Una de las ventanas laterales está ligeramente levantada, ya que alguien pensó haberla cerrado por completo. Es un muy, pero muy pequeño espacio; sin embargo, tengo la esperanza de que mis dedos y mi poca fuerza puedan abrirla por completo. Una sonrisa surca mis resecos y agrietados labios al conseguir abrir la pequeña ventana, no demoró en incursionar dentro del lugar, mis ojos se encandilan al ver tanta cantidad de comida guardada en cajas y sacos, obviamente esta comida no está destinada para los esclavos, a nosotros solo nos dan un pequeño pedazo de pan viejo junto con medio cucharón de agua estancada proveniente de pozos cercanos.

Mis manos pican por querer coger todo lo que estas puedan abarcar, pero me abstengo de buscar solo lo necesario, ya que lo tengo que ocultar dentro de mis ropajes. Abro una de las tantas cajas y tomó dos simples barras nutritivas de ajonjolí y nueces, casi nadie las come porque son de sabor amargo y prefieren tener una dieta rica en carnes y proteínas, así que no se darán cuenta de dos simples faltantes. Después de guardarlas en un pequeño bolsillo interno de mis harapos, cierro nuevamente la caja y me dispongo a huir como si mi vida dependiera de ello y lo chistoso es que es así.

Regreso a los barracones y de puro milagro nadie me ha visto, aunque mis tripas gruñan y se retuerzan, no me puedo dar el lujo de ingerir tan siquiera un solo mordisco de la barra porque sería muy riesgoso y no quiero levantar sospechas.

Tendré que esperar a la madrugada para poder compartir mi pequeño botín con Hanna y que al fin caiga algo en nuestros hambrientos estómagos. Llevamos días sin comer por un intento de fuga, no sé cómo aún hay esclavos que tienen la falsa ilusión de salir aquí, es imposible y si lo logras te darán caza como si fueras una maldita presa.

Luego está el castigo que recibirás por simplemente anhelar ser libre, bueno la forma correcta de decirlo es castigos ya que son más de uno los escarmientos que reciben los aspirantes a fugitivos. Aún tengo grabado a fuego los gritos de aquel omega al recibir la humillación pública.

Esta consiste en una reunión en la cual están presentes todos los esclavos para presenciar la tortura, los jodidos jefes del lugar y los sádicos de los guardias. Ellos tienen el placer de elegir participar es un verdadero orgullo ser el primero en arrancarle la piel al fugitivo, lo descueran como si de una vaca se tratase, lo marcan con un fierro al rojo vivo, lo insultan, lo escupen y hasta llegan a orinar encima de su cuerpo. Luego de asegurarse de que se haya desangrado lo suficiente lo tiran al hoyo, un hueco tan profundo en el que sólo ves oscuridad, si no mueres por la humillación pública, mueres por la caída y si no de una infección.

Sólo una persona logró salir de ese pozo con vida, fue en mi segundo año de cautiverio, habían pasado tres días desde que lo abandonaron allí a su suerte.

Tuvo que ingeniárselas para poder escalar metros y metros de profundidad, largando las uñas de sus manos en el proceso, cuando logró salir a la superficie estaba irreconocible, parecía un monstruo deforme y sangriento. Desafío a la muerte y eso no le gusto mucho al general Lee, el encargado de este maldito lugar que terminó con su vida pegándole un tiro en la cabeza.

Con esas anécdotas de terror no sé cómo se atrevió a salir ese pobre chico sabiendo lo que le esperaba. Por eso siempre soy precavida cuando hago algo que sé que me traerá problemas siempre estoy alerta justo como ahora cuando mis oídos captan pasos acercándose al lugar.

En cuestión de segundos estoy acostada de nuevo como si no me hubiese movido de allí por lo cual me volteó contrario a la puerta y finjo dormir, aunque no por mucho.

Un estrepitoso sonido hace que todos salgan de su profundo sueño. Abro los ojos y veo la asquerosa mirada de los guardias. Son dos alfas, parece que hay cambios en la guardia hoy, uno porta un fierro y una mandarria y el otro un balde lleno de agua puerca para lanzarlo al que se haga el perezoso al no despertar, por ese motivo siempre me levanto antes, nadie le gustaría pasar todo el día oliendo a suciedad y de por sí ya el baño de agua puerca que me lanzaron ayer me bastó de sobra, ya ni se logra percibir el aroma de ningún esclavo aquí adentro y mucho menos el asqueroso olor a rosas que se supone que debería de portar. Solo lo pude sentir una sola vez, el día de mi presentación, ese fatídico y maldito día, el inicio de mi muerte en vida.

Continuará...

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