𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐏𝐘 ➛「𝒇𝒂𝒏𝒕𝒂𝒔𝒚」
𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐏𝐘
for ғᴀɴᴛᴀsʏ
WESH BLACKTHORNE
❝ the boy who fell into the sky
had no one there to watch him cry,
he looked at you with his empty eyes
and said, i'm doin' you a favour ❞
• 40 años • humano • nómada •
Igtia no es un lugar amable con sus habitantes. El calor es asfixiante, el olor a especias de los mercados es mareante y la arena entra hasta en donde no tiene permiso.
Para alguien como Wesh, su reino natal era tanto una prisión como un hogar. Fue el lugar del que le sacaron a la fuerza, pero también el que vio nacer el odio que luego le alimentaría por años y años.
Siendo lo más bajo de lo más bajo, el muchacho se crió en una comuna en medio del desierto, donde vivían bajo tiendas hechas con tela y postes. La mayoría de los días ni siquiera había pan que llevarse a la boca o, si lo había, estaba tan duro como para quebrarse las muelas.
Aún así, recuerda su hogar como un mar de colores, rodeado de señoras que tendían la ropa en cuerdas y hombres que iban todos los días a trabajar a los pozos de agua que se cavaban en el reino para subsistir al clima desértico.
Había canciones por las noches, hogueras en honor a Ignis, historias antiguas y otros niños con los que jugar.
Su madre le mantenía allí porque decía que una persona jamás debe olvidar sus raíces, le lleve la vida donde le lleve. Ella nunca hablaba de su padre, pero para Wesh era suficiente con tenerla a ella y subsistir un día más.
Por desgracia, a sus quince años las cosas se tornaron complicadas. A pesar de ser Igtia un lugar donde los extranjeros no eran bienvenidos, un grupo de mercenarios pareció tomarse la advertencia como una broma.
El pequeño asentamiento donde Wesh vivía estaba en la frontera del reino, así que fue lo primero que se toparon. Aún los recuerda con ropa preparada para las condiciones desérticas, pañuelos cubriendo sus rostros y grandes machetes que usaron para cortar absolutamente todo a su paso.
Las enormes telas coloridas que formaban sus casas se redujeron a nada más que retazos, los postes fueron destrozados y muchos murieron defendiendo su hogar.
Aquellos fueron los que tuvieron suerte.
Wesh era demasiado joven para luchar y su madre no tenía nada para defenderse, como muchas otras allí. Los que no opusieron resistencia quedaron vivos.
Inocentemente, el chico pensó que tal vez se apiadarían de ellos. Por supuesto no fue así.
Tras saquear todo lo que tenían, incluyendo el poco oro, estimaron que toda esa gente ya no les servía para nada. Los ataron de pies y manos, los taparon la boca con pañuelos y los subieron al carro que llevaban consigo, tirado por un pobre caballo agotado.
Desconociendo dónde les llevaban, muchas de las mujeres fallecieron de golpes de calor en el carro. Los que llegaron a su destino sufrieron uno peor.
Cuando le arrastraron prácticamente dentro de una subasta donde se pujaba por esclavos, Wesh conoció por primera vez lo que era el odio, la rabia y la vergüenza.
Muchos pujaron por él, en busca de alguien que pudiera trabajar el campo y fuera un sirviente obediente y tranquilo. Por su madre solo pujaron hombres que la querían para usarla y tirarla.
Después de esa noche, entre gritos, su madre y él no se volvieron a ver.
Quien le tomó bajo su ala forzosamente fue un mercader de productos vegetales en Arcadia. Con plantaciones más allá de lo que abarcaban los ojos, pronto enseñó a Wesh lo que sería su nueva vida.
Horas y horas y horas agachado sobre tierra mojada, recogiendo vegetales en una cesta y cargándolas hasta los carros. Por las noches, tan solo un montón de paja para dormir.
Wesh cargaba el nuevo trabajo como un tormento, pero trató de seguir adelante, como su madre hubiera querido. No era tan ingenuo de pensar que se reencontrarían, pero era el único pensamiento que le sacaba adelante.
Tras dos años en esa rutina esclavista, se encontró cada día rogando a divinidades. No a la diosa del fuego de su hogar, ni a los de los otros elementos. Se encontró rezando a Muerte para que se le llevara de ese mundo injusto y cruel.
Con diecisiete años, su único deseo era aquel. Y pareció estar a punto de cumplirse cuando el hambre y las malas condiciones pesaron sobre su espalda, enfermándose gravemente.
Recordaba estar tumbado bajo un tejadillo, con las sirvientas del patrón llevándole y trayéndole agua. Podía ver sus miradas, cómo murmuraban que ese niño no saldría de esa.
Su cuerpo temblaba, sudaba y la herida de donde provenía la infección no cerraba. Wesh estaba muriendo.
Tras unos días de estar batallando, finalmente creyó que el momento esperado había llegado.
Esa noche soñó, o eso creía. Pudo escuchar los pasos de un hombre, que se acercaban con parsimonia. Cuando alzó la mirada, la figura imponente se erguía junto a él.
-No es tu momento aún.
Esa noche Muerte le perdonó. Cuando amaneció, su herida estaba curada y vendada. Wesh jamás olvidaría ese rostro y desde ese momento se juró solo rezar por la Muerte y la Vida.
Aquello fue la señal para tomar la decisión más difícil de su vida: huir. Sabía que se convertiría en alguien buscado, solo por el orgullo de su captor, pero no le importó.
Durante el resto del año, planeó cuidadosamente cada paso del plan y, en plena noche de invierno, lo efectuó.
Esa noche escapó, para terminar dejando de lado todo lo que fue anteriormente. Lo único que conservó fue su nombre, en un intento de recordar al menos una sola cosa de sí mismo.
Así fue como comenzó su viaje. Con dieciocho años y nada a su nombre, terminó trabajando para un herrero a las afueras de Arcadia. Un hombre tosco y viejo, pero que le enseñó el arte y le dejó hacer básicamente lo que quisiera.
Wesh sacó de allí el gran surtido de cuchillos que guarda entre sus ropas, destinados a ser lanzados y deslizados por las gargantas que la gente con dinero marca como víctimas actualmente.
El muchacho fue perdiendo los escrúpulos poco a poco. Fue un ladrón, un asesino, un rufián y un mentiroso. Hizo daño solo porque a él se lo hicieron.
No está orgulloso de su juventud, pero hizo lo que pudo para sobrevivir.
Su fama como mercenario y asesino fue creciendo, hasta llegar a ojos de nobles, que comenzaron a contratarle en Arcadia a cambio de oro para espiar a comerciantes, a otros nobles o incluso a la familia real.
Los trabajos crecieron en caché y sus habilidades también se fueron desarrollando. Desde moverse entre saltos por tejados hasta caminar a la cuerda floja o pasar días apostado siguiendo a una persona. Se convirtió en un maestro del disfraz, de las sombras y de los venenos. Nunca volvió atrás.
Ya no era un niño que cantaba y bailaba en una aldea. Ahora era un adulto que se había convertido en lo que su madre tachaba como hombre de mala vida.
Incapaz de asentarse en un hogar por desconfianza pura y miedo a que se le fuera arrebatado, el hombre ha pasado estos años de su vida siendo nómada.
Nunca se privó de los placeres de la vida, en especial sabiendo que el trabajo nunca le va a faltar. Si no lo hay en un reino, lo habrá en otro.
Le gusta pasar tiempo con mujeres, de hecho piensa que debe tener algún hijo suelto por ahí. Gajes del oficio, aunque nunca le ha importado en realidad ser padre. Si los conociera los querría, pero muchos fueron fruto de amantes nobles que no querrían tener nada que ver con alguien de su estatus a la mañana siguiente.
Ha sido amante de reinas y campesinas, nobles y esclavas, sin hacer distinciones entre clases.
Todos requieren sus servicios, pero nadie quiere reconocer que tiene trato con él.
La realidad es que Wesh es un alma libre, siempre esperando el último gran reto hasta que le llegue la hora donde Vida y Muerte se pongan de acuerdo en su final.
Su personalidad ha mostrado ser calmada, pero reacia a establecer conexiones realmente importantes. Le cuesta confiar y tiene sus secretos bien pegados al pecho para evitar problemas.
Su trabajo es demandante y hace que mucha gente quiera tener su cabeza en una bandeja de plata, por tanto siempre tiene que ser cauteloso.
Es una persona muy callada, de hecho acostumbra a hablar muy poco. Prefiere hablar con acciones antes que con charleta estúpida.
A pesar de todo, cuando alguien encuentra camino hasta su corazón, Wesh hace todo lo posible por mantener a esa persona a salvo. No tendrá escrúpulos a la hora de defenderlo.
➥ Desconoce quién es su padre o si está vivo, pero lo que sí sabe es que es el bastardo de alguien importante en Arcadia. Su madre guardaba muchos recuerdos de ese lugar y siempre hablaba de que su padre era alguien con poder allí. Wesh pensó por mucho tiempo que podría ser una mentira piadosa, pero ahora que se ha codeado con ellos no le parece tan descabellado.
➥ De costumbres arraigadas, sigue manteniendo el estilo de ropa del desierto a pesar de encontrarse muchas veces en otros reinos. Telas coloridas y rostro tapado hasta la nariz con pañuelos, solo dejando ver sus ojos oscuros.
➥ Se le suele encontrar en tabernas y burdeles más de lo que quiere reconocer. No por la compañía evidente, más bien por los contactos y la bebida.
➥ Sus capacidades de pelea son envidiables y se pueden reconocer las muertes a su nombre por la marca de la estrella que traza en sus nucas con uno de sus cuchillos.
➥ Ha robado secretos de más de un reino para intercambiar la información con los otros.
PLAYLIST
despicable - grandson
gold - imagine dragons
run boy run - woodkid
my boy builds coffins - florence + the machine
( Celia_Kai_ )
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