
𝐓𝐇𝐄 𝐆𝐎𝐃𝐃𝐄𝐒𝐒 ➛「𝒇𝒂𝒏𝒕𝒂𝒔𝒚」
𝐓𝐇𝐄 𝐆𝐎𝐃𝐃𝐄𝐒𝐒
for ғᴀɴᴛᴀsʏ
CONSTANCE EDEVANE
IGNIS
❝ my love, are you the devil?
i would worship you instead of him
i have no time for confession
for i'm too busy committing sins ❞
• diosa del fuego • viva desde hace milenos, aparenta unos 30 años •
Las leyendas mienten en muchos detalles, pero no en cómo surgió la primera chispa que calentó el mundo.
Sabido por todos los ciudadanos de Igtia y contado con devoción por los fieles, la diosa del Fuego nació de la diosa de la Tierra, a quien los manuscritos originales llamaban Madre.
Ignis, como fue nombrada por su adorado pueblo, fue representada una y mil veces en runas, pinturas rupestres y esculturas. Al principio era representada como una mujer de cabello rojo, que sostenía en su mano derecha un báculo que apuntababa al sol y en su mano izquierda una llama.
En tiempos antiguos, Ignis era adorada por haber bendecido a los humanos y criaturas mágicas con la capacidad de crear fuego, con un astro que les calienta y con una estación que les otorga tiempos fuera de sus casas, festivales y bailes.
Anteriormente, la diosa era un símbolo de la prosperidad y el bienestar. Allá donde se pudiera ver el sol, Ignis estaba cuidando de sus queridos humanos.
Su esfuerzo le costó, teniendo en cuenta que tuvo que derrotar a su madre junto a sus hermanos en una batalla ardua, sangrienta y larga. Una que la dejó agotada en muchos sentidos, confinándola por mucho tiempo al palacio donde los dioses habitaban.
Por supuesto, la mujer nunca fue un espécimen poco curioso. Durante su descanso de siglos y siglos, sus ojos estaban fijos en la humanidad con una intriga difícil de suprimir. Estaba observando cuando consiguieron la primera chispa rozando piedras, cuando dejaron de ver la vida como solo una oportunidad para sobrevivir y cuando comenzaron a descubrir el arte de la guerra.
Con el tiempo, los humanos parecieron tomar vida e ideales propios e Ignis lo encontró encantador. Jamás había tenido un interés intenso en bajar al mundo humano, pero esa fiesta del solsticio decidió que sería divertido ir a bailar y a cantar un rato. Después de todo, sus deidades vecinas no eran una excepción en esto de bajar al mundo humano.
Esa noche Ignis descubrió la desgracia y encontró una forma de vengarse.
Se encontraba con un vestido de campesina y su cabello recogido, bailando con un dulce anciano, cuando de pronto una flecha cayó a sus pies. Luego otra, y otra más allá. Extranjeros de fuera de Igtia estaban atacando en busca de adelantar sus fronteras.
Caprichosa y furiosa por haber sido interrumpida en un momento mágico como aquel, en una de sus pocas visitas al mundo humano, sus ojos se encendieron de rabia y fue incapaz de controlar la ira que la sacudía.
¿Cómo se atrevían a simplemente pisar el hogar de sus siervos y tratar de atacarlos solo por el egoísmo de un trozo más de tierra a su nombre?
La ráfaga de fuego hacia los soldados del reino vecino no dejó ni sus huesos. La intensidad del calor los redujo a polvo y cenizas en cuestión de instantes, bajo la atenta mirada de los presentes.
Cuando Ignis se giró, ojos rojos como la sangre y báculo en mano, uno a uno los presentes se inclinaron ante la deidad que los había salvado.
Igtia vivió de ese recuerdo durante siglos, hasta que todos los que lo contaban terminaron falleciendo tarde o temprano y la historia se tornó simplemente como una leyenda. Aún así, ver a su diosa peleando de forma fiera contra unos extranjeros hizo que el reino se tornara cerrado y hermético, dedicado a la guerra y la lucha.
La leyenda fue muriendo con los que la contaban y, con los nuevos tiempos, muchos la creeían falsa.
El desafío del dogma era algo nuevo para Ignis, que observaba con atención cómo muchos se alejaban de la fe. La mujer encontró que podía entenderlo en personas que no tenían nada, pero cuando uno de los monarcas más recientes de Igtia fue quien la cuestionó en público, su paciencia se agotó.
Había bendecido a su pueblo con un propósito de vida y ahora elegían burlarse de ella y retarla. Si guerra quería ese fantoche, guerra tendría.
Sabiendo que su comportamiento haría que sus deidades hermanas la miraran por encima del hombro, decidió que no valía la pena bajar al mundo mortal simplemente siendo ella.
Su báculo fue hechizado para convertirse en una lanza, su cabello fue recogido y cambió sus vestidos lujosos por el hábito de una sacerdotisa. No fue difícil que la creyeran cuando mostró cierto control sobre su propio elemento.
Nombrada sacerdotisa junto a muchos otros, trabajó para quedar cerca del rey. Una noche hace dos años, tras una fiesta de culto, este levantó su hábito con intenciones extramatrimoniales y la mujer repitió la leyenda que tanto peso había dado a Igtia.
De él no volvieron a quedar ni los huesos, pero antes le brindó una demostración y le hizo rogar por su vida de rodillas a los dioses. Por supuesto, alguien como Ignis, que vivía para la lucha y la venganza, no tuvo misericordia.
Al día siguiente las campanas repicaron y el luto se estableció cuando se encontró la masa de sangre y cenizas en el suelo de los aposentos del rey. A pesar de las sospechas de la descendencia de este, unos meses después Constance Edevane pareció estar libre de cualquier sospecha.
Constance Edevane, un nombre totalmente inventado, sin padre o madre. Un nombre destinado a ocultar a Ignis, la diosa del fuego, de la guerra y del verano.
Decidiendo que hacer su vida en el mundo humano le permitía tirar de los hilos mucho más de cerca y participar ella misma en sus adoradas guerras, Ignis decidió descuidar poco a poco sus deberes en el Panteón y sellar su báculo en una cueva para evitar la presencia de tanto poder en el aire, que parecía atontar a los humanos.
Un año era sostenible, pero a partir del año y medio las olas de calor en otros puntos de los reinos vecinos comenzaron a sacudir, secando cosechas y provocando hambrunas puntuales.
Y ese es solo el principio, porque Ignis aún no se ha percatado de las consecuencias de abandonar ser una diosa por una vida humana. Y si lo ha hecho, poco le importa realmente siempre que pueda disfrutar de lo mundano, como las intrigas palaciegas, los romances y el propósito que viene como vivir con una humana.
Aún así, las consecuencias graves no terminan. Podrían poner en jaque toda la jerarquía y la tranquilidad de los humanos, volviéndolos locos en cuánto el alimento y los recursos son escasos.
Muchos se sienten preocupados por ello, pero ella tiene un gusto peculiar por ver el mundo arder y no tomar jamás responsabilidad por ello. Con ver a sus fieles adorándola, siente que tiene todo lo que necesita, aunque aquello está lejos de ser una verdad.
¿La realidad? Su vida es tan vacía como cuando se encontraba sentada en su trono. Solo cambió un asiento por otro.
Respecto a su personalidad, Ignis es una mujer de ego grande. Le gusta ser adorada y encuentra muy necesaria la atención de sus fieles para seguir cumpliendo sus funciones. Quizá fue por eso por lo que, cuando la fe de estos descendió, se tomó el tiempo de arreglarlo a su manera.
Es imprudente, es impredecible y es una fuerza de la naturaleza que, como el fuego, lo arrasa todo a su paso. Tanto en relaciones románticas como simplemente resolviendo problemas. Con ella no hay un término medio, a pesar de tener algunos momentos de lucidez gracias a llevar tanto tiempo con vida.
Su falta de autocontrol la compensa con su ingenio y su sabiduría. Es pícara, sabe moverse para no ser descubierta y el don de la palabra es algo que ha desarrollado con el paso del tiempo.
Se sirve de su encanto y del poder que irradia para atraer a sus presas, decidiendo en última instancia si solo las desea, las odia o ya no le sirven.
➥ Su báculo lleva abandonado en esa cueva al menos dos años. No ha vuelto a comprobar que siga allí, pero sería un gran problema que alguien tomara ese poder. Canalizaría su energía para darle habilidades de fuego inconcebibles para un humano, pero también significaría que el báculo absorbería gran parte de su salud y sus años de vida.
➥ Ha tenido más de un amante. Algunos los mató, otros se fueron y otros la amaron hasta que Muerte se los llevó.
Respecto a los hijos que tuvo con ellos, rondan el mundo haciendo de las suyas. Ella intentó criarlos lo mejor que pudo, aunque tras unos cuantos milenios una se cansa de repetir la maternidad una y otra vez.
➥ Al adorar el arte de la guerra, se ha asegurado a lo largo de los siglos de aprender varias disciplinas. Sabe disparar con arco y luchar con espada y lanza.
➥ Constance vive muy cerca de la familia real y de personas influyentes, siendo parte de la iglesia y ocultando sin mayor problema que ella mató al anterior rey.
( Celia_Kai_ )
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