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━━ 𝟎𝟎𝟏: 𝗸𝗶𝗻𝗴'𝘀 𝗹𝗮𝗻𝗱𝗶𝗻𝗴

I. Desembarcó del Rey

⤷ "𝘮𝘦 𝘱𝘦𝘳𝘮𝘪𝘵𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘣𝘢𝘪𝘭𝘦, 𝘮𝘪 𝘱𝘳𝘪𝘯𝘤𝘦𝘴𝘢"

                𝑬l regreso a King's Landing no era lo que Aelyra esperaba. No había nadie para recibirla en la entrada de la Red Fortres, más que unas doncellas para cargar su equipaje, y bueno, tampoco era que se lo esperaba. Estaba aquí no por órdenes del rey, sino de su madre, por ende, nadie estaba enterado de su llegada.

A pesar de que estuvo muchos años lejos, conocía tan bien a qué dirección llevaba cada pasillo.

No fue entonces que la Mano del rey, su abuelo Otto, fue a quien se le avisó y llegó a recibirla en los pasillos.

—¿Qué haces aquí, Aelyra? El rey no ha dado órdenes de tu regreso.

Aelyra cruzó sus dedos conteniendo paciencia. No se llevaba bien con su abuelo, de hecho, ninguno de sus otros hermanos lo hacía.

—Lo sé, pero ya estoy aquí.

Aelyra pasó raspandole el hombro a Otto para seguir su camino. Estaba consciente de que, aunque lo primero que quería hacer era ver a su madre, lo más importante era la conversación que iba tener con el rey. Así después de la reprimenda que le dará su padre, podrá irse a refugiar en los cálidos abrazos de su madre como cuando era niña.

Sin embargo, sus pensamientos no serían exactamente así. Antes de que el guardia que custodia la entrada a los aposentos del rey, le abriera la puerta, escuchó partes de la conversación que tiene el rey con su esposa.

—Esposo, han pasado casi nueve años desde que Aelyra fue desterrada y en ninguno de esos años se me fue permitido viajar a ver a mi hija —exclamó la reina con el tono calmado, pero acusador —. Porque también es mi hija.

Mantenía contacto con su madre mediante cartas, y recordó en algunas de las muchas que se escribían donde su madre le decía que no podía viajar porque la salud del rey empeoraba cada día, que debía cuidarlo y ocuparse del reino. No sabía que era que no le era permitido verla.

—Podrías comprender que una parte del exilió de Aelyra la tienes tú.

A pesar de que no estaba viéndolos, solo escuchando, podía ver tan claro en su mente la cara de ofensa que debía tener su madre en estos momentos.

—Es tu culpa por malcriarla —una respiración pesada salió de los labios de la reina —. Si Aelyra no hubiera dicho semejantes cosas y tú hubieras hecho tu trabajo como madre, no hubieran tenido que separarse.

Aelyra aún le costaba creer que su padre prefiero creerle a un niñato antes que a su palabra.

El ardor de la bofetada aún estaba impregnada en su mejilla, podía sentir el calor que emanaba cada que el recuerdo volvía a su cabeza y se tocaba el área del golpe.

—Viserys, ¿alguna vez pensaste en darle el beneficio de la duda a tu hija? —cuestionó Alicent —. Todos estamos conscientes de la rivalidad que hay entre el príncipe Jacaerys y Aelyra. Es muy posible que esa noche el hijo de Rhaenyra haya mentido como una broma para mí hija.

Su sangre comenzó a calentarse al escuchar el nombre de aquella persona que odiaba más que a cualquiera persona, o cosa en el mundo.

Tantos años en Oldtown tratando de buscar una buena forma de vengarse, pero lo que le hizo Jacaerys era tan imperdonable que ninguna de las cosas que pensó le hacía justicia.

—Lo que piense o no piense, no cambia que le has pasado por encima a la palabra del rey, Alicent.

Aelyra supo que era momento de dejar de espiar y tomar las riendas de la situación que se le venía encima. El guardia anunció su llegada mientras le abría la puerta para que entrara.

Un pie puso adentro cuando sintió el cuerpo de su madre abalanzarse contra el de ella y envolverla en sus brazos.

—Aelyra. Oh, mi corazón. Has vuelto.

No necesitaba verla para saber que estaba derramando lágrimas, suficiente tenía con sentar las gotas caer en su hombro desnudo. Aelyra disfruto el momento acurrucada contra el pecho de su madre, recordando la cantidad de veces que se sentía tan sola y lo único que deseaba era un abrazo de su madre.

Se separó después de que Alicent depositara un beso en la mejilla de su hija. Tímida y con los nervios a topé, se inclinó reverenciandose ante su padre.

—Su majestad.

—Aelyra. Bienvenida —dijo el rey, sin despegar los ojos de la maqueta que estaba tallando.

Los ojos color amatista de Aelyra buscaron los de su madre. Alicent le sonrió.

—Su majestad, se que probablemente se encuentre bastante molesto por mi llegada, pero...

—No estoy molesto por tu llegada, Aelyra —se adelantó a decir el rey —. Es más estoy pensando en celebrar. Rhaenyra está por llegar.

Madre e hija compartieron miradas confusas.

—Su majestad, yo solo quería informarle que he sido obligada a venir a King's Landing. No he desafiado sus órdenes, nunca, en ninguno de todos estos años —entrelazo sus manos —. Quiero que sepa que no ha sido mi culpa.

Tenía miedo que nuevamente la fuera a acusar por algo de lo cual no tiene culpa y que le diera un castigo peor. Así que la necesidad de sentir que tiene que darle una explicación para que no le eche la culpa estaba palpitando por todo su cuerpo.

—Soy consciente de lo sucedido, Aelyra. Y no te voy a culpar por ello. Puedes estar tranquila.

No muy convencida asintió y se retiró. Alicent fue detrás de su hija.

—¿Tu estás entendiendo algo de todo esto? —susurró a su madre apenas salieron de los aposentos.

—Cariño mío, también eres su hija y puede que la furia que hubo en aquel año haya cegado su buen juicio. Pero te quiere y está contento de tenerte.

No lo creía. ¿Por qué hacerlo? Es bien sabido que los hijos de Viserys con Alicent son los menos queridos para el rey, a excepción de Helaena. Pero Aelyra estaba convencida que ella era sin duda la hija menos favorita de su majestad, y no solo era por lo sucedido en Driftmark. Nunca tuvo una buena relación con su padre, el rey la trataba como si de un fantasma fuera, Aelyra es invisible ante los ojos violetas de Viserys.

—Es difícil de creerte, madre.

Alicent tomó de las mejillas a su hija.

—No te preocupes por eso, cariño —le dió una sonrisa reconfortante, como tratando de decirle que no importa porque ella siempre iba a tener el amor de su madre —. Vamos a qué descanses. El viaje tuvo que ser cansado.

Aelyra estaba terminando de dar los ajustes necesarios en su vestuario para salir a cenar con toda la familia de su padre. La reina verde le había comentado el por qué de la visita de la heredera, ya que estaba con esa espina. «El rey solicitó que viniesen. Lo hace cada año. Una vez al año vienen a visitar a Viserys» fue lo que le dijo.

Aelyra se sintió mal. Mientras que Viserys rogaba por la visita de su otra familia, a ella no fue capaz ni de enviar un cuervo preguntando por cómo se encontraba.

Siempre iba a tener una astilla clavada en su corazón preguntándose el por qué debía conformarse con las migajas que dejaba Rhaenyra a su pasó. Ni siquiera Helaena recibe tanto desprecio.

Pero no por eso las iba a despreciar. Siempre se llevó de maravilla con sus hermanas. El lazo de hermandad que compartió con Rhaenyra cuando niña, se rompió después del exilió, y ahora no sentía que deba retomar el lazo de hermandad, después de todo la familia estaba separada y los bandos ganaban por sobre todo.

—Lamento mi demora —hablo, cuando hizo acto de presencia en la sala.

Caminando con la postura recta y desprendiendo una seguridad llamativa, con un bello vestido azul marino de hombros caídos y escote en V.

Tanto hermanos como sobrinos fue imposible que apartaran su mirada de la recién llegada. Aelyra desarrollo una belleza inigualable, el amatista de sus ojos hace una combinación hermosa con su cabellera castaño rojizo. Y ni hablar de la figura que revela el pegado vestido, su cuerpo estaba más desarrollado para una jovencita de su edad, con unas curvas pronunciadas y atributos abultados.

Contuvo una sonrisa cuando noto como una de las hijas de su tío Daemon, Rhaena, si mal no recordaba, le pegó en el brazo a Lucerys que estaba boquiabierto mirándola.

Tomó asiento en la larga mesa de madera, en la silla que está en la cabeza de la mesa, justo al frente de cierto príncipe que también encabezaba el otro extremo de la mesa.

Una vez su la reina término de agradecer a los siete por los alimentos en la mesa, Aelyra agarró la copa de vino llevándosela a la boca como distracción para no mirar el lugar donde sentía que venía la intensa mirada que no se despegaba de ella.

—Es bueno verte de nuevo, Aelyra. ¿Cuándo has llegado? —preguntó la heredera.

—Esta mañana, princesa —contesto con educación.

—Eso me alegra. Por cierto, estás bellísima. Apuesto que muchos lords harán fila por tu mano.

—Muchas gracias —soltó una exquisita sonrisa —. Es un hágalo que usted diga eso. Viniendo de la princesa que es el deleite del reino.

Rhaenyra devolvió una sonrisa dulce. Su media hermana se había convertido en toda una mujer educada y apenas se había dado cuenta.

—¿Qué le pareció Oldtown, princesa?

Fue un repentino asombro que su tío le hablará. Lo que Aelyra no notó fue las miradas cómplices entre padrastro e hijastro mayor.

—Maravilloso. Un lugar exquisito para vivir entre prados, libros y un clima perfecto para volar en dragón a toda hora.

—A cómo lo describe para ser un lugar muy extraordinario para su gustó. ¿Por qué no se quedó allá si es tanto de su agrado?

Aelyra trago grueso al recibir sus oídos el sonido de aquella voz. Ahora era la voz de un hombre lo que escucho, no la voz de un mocoso bastardo irritable, pero las palabras cargadas de odio y hostilidad era la evidencia que tenía para saber de quién se trataba.

Noto como su media hermana miraba acusadoramente a su primogénito.

Fijó sus ojos en el dueño de la voz. Jacaerys estaba muy cambiado físicamente. El cabello negro rizado lo traía largó, sus ojos marrones ahora destiliaban seguridad, y en su cuerpo veía un cambio grande. A pesar de la ropa podía notar lo trabajado que estaban sus brazos ahora con músculos y su pecho fuerte como un muro de hierro. No había rastro de aquel mocoso debilucho que molestaba a diario.

Clavó una mirada antipática cargada de rencor, mientras que sus comisuras se estiraban en una bien fingida sonrisa amable y dulce.

En Oldtown su tía abuela se había encargado de educarla, enseñándole como debe comportarse una dama. Así que con una sonrisa, Aelyra podría parecer una maldita santa sin un ápice de sentimientos malvados en su interior.

—Extrañaba mi casa. Mi familia. ¿No le parecen motivos suficientes, sobrino? —la sonrisa perfecta se vio reemplazada por una macabra.

Jacaerys repugnaba que lo llamara sobrino. Aelyra siempre vivió recalcandoselo. «No me hables en ese tono. Soy tu tía. Me debes respeto» la voz chillona y llena de burla de una cría mimada y repugnante inundó su cabeza. Apretó su mandíbula.

—¿Haría usted lo mismo si fuese exiliado? ¿Extrañar a su familia y hogar?

Jacaerys hizo un gesto desinteresado.

—No lo sé. Nunca me han exiliado —soltó una sonrisa arrogante.

Aelyra apretó los puños. El enfado que le había provocado ahora se lo había devuelvo.

Todos parecían estar congelados, pues no movían los músculos de su cuerpo más que sus ojos en dirección de ambos príncipes, sintiendo como cada que se miraban se creaba una tensión perfecta para cortar con una espada.

Pero el único que estaba gozando del intercambio de provocación de los príncipes era el príncipe Daemon. Quien soltó una sonrisa con el comentario de su hijastro.

—Si usted gusta, princesa. Si mi exilió llegase a pasar podríamos volver a tener esta conversación y compartir opiniones.

Aelyra sonrió encantadoramente.

—Nada me gustaría más, mi príncipe —alzó su copa y Jacaerys hizo lo mismo.

Y ahí estaban. Brindando por el otro como si no quisieran arrancarse la cabeza uno al otro.

—Es gratificante verlos a todos aquí reunidos. Ver compartir una cena y palabras a las personas que amo. Hacen feliz a este viejo hombre —comentó el rey Viserys, con una sonrisa en su rostro —. Por eso, he decidido celebrar una cacería por mi familia reunida.

—Es una excelente idea, su majestad. A Jace y Luke les agradara asistir.

—Excelente, entonces —comentó el rey —. Disfrutemos de la música.

Los músicos tocaron una balada suave, pero lo bastante movida para no quedarte dormido. Aunque, definitivamente lo que estaba por pasar iba a despertar del aburrimiento a todo aquel que estuviera siendo doblegado por él.

El príncipe Jacaerys se levantó de su asiento y con pasos firmes se fue acercando a donde se encuentra Aelyra sin despegar sus ojos de ella y una sonrisa burlona. Aelyra estaba entre confundida y nerviosa.

No se atrevería.

—¿Me permite este baile, mi princesa?

Escuchó el sonido de su voz y cerró sus ojos. No. Jamás iba a danzar con él, pero tampoco puede rechazarlo o su padre lo verá y no le agradara en absoluto.

Cuando estaba dispuesta a dar una respuesta, sus ojos se abrieron encontrándose con el rostro de Jacaerys, pero extendiendo su mano en dirección a Helaena que estaba sentada a la derecha de Aelyra.

Y ahí lo vió. El gran sentimiento de mofo en la cara de Jacaerys, mientras llevaba al centro del salón a su hermana después de haberla humillado haciéndola pensar que la propuesta sería para ella.

Notita:

Tengo varios capítulos ya escritos y trataré de actualizar rapido estos borradores que tengo.

No olvides dejar tu voto y comentar, pls, en serio me encanta leer sus comentarios y eso me motiva mucho. En fin, cuídense.

Con amor, Fey









 

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