
✧ veintidós; quizá en otra vida
El aceptar que estás enamorado no siempre es sencillo, mucho menos después de vivir una relación tan trágica como la que Leigh-Anne había vivido. Sin embargo, aún con ese antecedente, la rubia no sintió miedo de las cosas que Spencer Reid le estaba haciendo sentir.
Incluso se podía atrever a decir que era todo lo contrario. Le emocionaba el hecho de que su corazón pudiera volver a latir de esa manera, aún cuando meses antes había sido destrozado y semanas antes creyó que este no podría resistir más.
Habían sido unos meses bastante complicados en la vida de Leigh. El divorcio, la mudanza, el comenzar desde cero, el alejarse de todo lo que conocía, el reencuentro con Harry, descubrir sus sentimientos por Spencer, su secuestro, el revivir la perdida de su bebé, la pelea con su madre, las peleas con Joseph... era tanto que Leigh en más de una ocasión se cuestionó como es que aún no perdía la cabeza por tantas situaciones tan intensas.
Y tal vez era por eso que el estar sintiendo tantas cosas por Spencer se estaba volviendo tan especial.
Era como si Spencer se hubiera vuelto su luz en el camino de oscuridad por el que estaba pasando.
¿O cómo podía explicar que sintiera su corazón acelerarse con tanta intensidad cada que estaba cerca de él?
¿Cómo era posible que Spencer pudiera afectar tanto en su estado de ánimo? Esto ya fuera de manera positiva o negativa...
Las cosas aún eran muy confusas para ella, en especial después de su regreso a la UAC. Ahora debía convivir con Spencer todos los días habiendo aceptado que lo veía como algo más que un simple amigo. Debía convivir con él sintiendo que sus sentimientos podían ser correspondidos, pero al mismo tiempo dudando de esto por la presencia de Jennifer Jareau.
Su cabeza parecía dar vueltas en un intento de buscar una respuesta a toda la situación y eso la frustraba.
Leigh sentía que ya tenía demasiado en que pensar como para agregar esa situación. Esto gracias a que aún no había solucionado todas las cosas que tenía detrás.
Aunque como ventaja, podía decir que ya iba sanándolas de poco en poco con la ayuda de sus amistades y de su terapeuta, quien pese a que veía a Leigh tratando de evadir algunas cosas, se sentía feliz de ver como trataba de resolver algunas otras.
Leigh sabía que todo era un proceso y que este sería bastante largo. Que necesitaría bastante apoyo para sanar todo lo que había en su interior y que tal vez necesitaría aceptar la visita con el psiquiatra que su terapeuta le había recomendado.
— ¿De verdad es necesario que tengan que considerar el que comience a tomar medicamentos?— preguntó Leigh un tanto insegura— ¿No puedo funcionar solo con las terapias?
— Por supuesto que puedes. Estás en todo tu derecho de negarte a un tratamiento farmacológico, pero creo que sería bueno que tengas esa entrevista con el psiquiatra— le respondió la terapeuta— Tal vez los medicamentos puedan ayudarte. ¿O existe alguna razón por la cual te niegues a consumirlos?
Ella lo pensó.
No tenía ningún antecedente con las medicinas. Simplemente no quería tomarlas y después volverse dependiente a ellas. Había escuchado varias historias sobre los antidepresivos y sus efectos secundarios por años, cosas que tal vez ahora influían en su manera de verlos.
— Le temo un poco a los efectos secundarios— confesó Leigh— No sé que tanto puedan afectar mi vida... y siento que ya paso por demasiado como para agregar eso
— ¿Alguien cercano a ti los consumió y por eso tienes esa clase de temores?
— Mi mejor amigo...— recordó Leigh haciendo una mueca— Después del tiroteo en donde nos conocimos... Adam quedó bastante afectado y su madre lo envió a terapia, lo que derivó al psiquiatra... y bueno, se imagina el resto
— Ya veo. Escucha, todos los cuerpos van a reaccionar de manera diferente al tratamiento. Depende mucho de que medicamento tengas que tomar, la dosis y un poco el estilo de vida que lleves— explicaba la psicóloga— Que tu amigo tuviera diversos efectos secundarios no significa que tu los vayas a tener
— Lo sé... es solo que no quiero agregarme más malestares a los que ya tengo...
— Te daré tiempo para que lo pienses. Como te lo dije, no estás obligada a aceptar el tratamiento, pero me gustaría que por lo menos consideraras la opción— sonrió la terapeuta de manera comprensiva— ¿Me prometes que lo pensarás? Sea cuál sea tu elección, yo la respetaré
Leigh-Anne lo pensó por unos segundos, sonrió y asintió, accediendo así a la petición de su terapeuta.
•••
Adam: "¿Cómo te estás sintiendo? Lamento estar algo ausente últimamente. Tengo muchas cosas pendientes"
Me: "Estoy odiando el seguir viva"
"Pero no es nada que no haga desde que pasó todo"
Adam: "Bienvenida al club de los que odiamos vivir. La siguiente ocasión que te vea te voy a obsequiar un botón"
"Uno que diga odio vivir"
Me: "Que detallazo. Prometo cargarlo en mi maleta de viajes"
Adam: "Eso espero"
"¿Cómo te fue hoy con tu psicóloga?"
Me: "Me van a internar en un hospital psiquiátrico para que se aseguren de que todos los días consuma mi medicación"
Adam: "¿¡Qué!?"
"¡Tú a mi no me vas a dejar! Eso si que no"
"Aquí van a pasar dos cosas. Nos internan juntos o te ayudo a escapar, pero dejarte en uno de esos sola no es una opción"
Me: "Es un chiste"
"No me van a internar"
"Pero si están considerando el canalizarme a un psiquiatra para una medicación"
Adam: "Babosa, me asustas, burra"
"Pero si es medicación, solo te recomiendo que nunca mezcles la fluoxetina con vodka"
Me: "¿Por qué harías eso?"
Adam: "O la sertralina con whisky"
Me: "¿Qué no se supone que si empiezas una medicación no puedes ingerir alcohol?"
Adam: "Ups"
"Pero no nos centremos en mi. Hablemos de como te sientes con las opciones de las medicinas"
Me: "No quiero hacerlo..."
Adam: "Lo imaginaba"
Me: "¿Cuándo vuelves a venir?"
"Quisiera hablarlo contigo en persona antes de aceptar o de negarme"
Adam: "Estoy arreglando unos asuntos que abarcan casi todo mi día"
"Pero intentaré ir dentro de dos semanas. ¿Estás bien con eso?
Me: "¿Qué haces ahora?"
"Si, está bien para mi. Gracias"
Adam: "Pronto lo sabrás"
"Te veo en dos semanas y sabes que no tienes nada que agradecer"
•••
Ya habían pasado dos meses desde que Leigh-Anne tuvo el valor y la fuerza para volver a la UAC. En su mente, los recuerdos seguían bastante presentes, surgiendo en momentos inesperados y, en ocasiones, la abrumaban hasta el punto de hacerla llorar. Sin embargo, cada lágrima era un paso hacia adelante, una liberación que la acercaba a recuperar su luz.
El equipo realmente había sido su salvavidas. Sus compañeros no solo la apoyaron profesionalmente, sino también emocionalmente, respetando su proceso de sanación y dándole el espacio que necesitaba. Gracias a ellos, Leigh comenzó a sentirse más fuerte, más capaz de enfrentar los desafíos que la vida le arrojaba.
Hotch tenía reuniones con ella una vez a la semana para hablar de su progreso. Hablaban hasta por horas en caso de que Leigh lo necesitara.
Gisselle compartía habitación con ella cuando llegaban a salir de Virginia, esto para calmarla en las noches que llegaba a tener pesadillas.
Tara siempre le obsequiaba algún caramelo cada que notaba que su animo comenzaba a decaer, además de ser su compañera para investigar durante los casos.
JJ se aseguraba de no dejarla a solas cuando subía a los elevadores, conversaba con ella de cualquier cosa para distraerla y que la ansiedad no la atacara mientras se encontraba en los espacios pequeños.
García le enviaba vídeos de animales tiernos o divertidos cada que se encontraba en algún caso que involucrara secuestro de mujeres. Esto ayudaba a que la mente de Leigh no guardara tanto tiempo las imágenes de los casos.
Rossi siempre la acompañaba hasta su auto al irse y se aseguraba de enviarle mensajes para comprobar que la rubia ya estuviera en su hogar sana y salva.
Morgan le hablaba emocionado sobre el embarazo de Savannah, por lo que Leigh siempre encontraba una manera de sonreír y sentirse feliz, aún cuando su empleo parecía estar rodeado de oscuridad. Además, durante los primeros días después de su regreso al trabajo, el moreno se quedaba con ella en llamada todo el camino de la UAC a su casa y viceversa, esto para darle la confianza de que alguien estaría al pendiente, aún cuando se encontrara a solas.
Y por último estaba Spencer... el castaño llegaba a ausentarse por temas relacionados a su madre, sin embargo trataba de siempre estar al pendiente del progreso de Leigh. Le llevaba sus chocolates favoritos para ayudarla a bajar su consumo de tabaco, le contaba datos históricos y divertidos cada que la veía perdida en sus pensamientos y la notaba con ganas de llorar, le mandaba mensajes todas las mañanas...
Vaya que todos hacían lo posible para que Leigh-Anne volviera a ser la persona que era cuando llegó a la UAC.
Sin embargo, la sombra de los ocurrido meses atrás aún la perseguía. Y es que pese a todo, la persona responsable de su último trauma, seguía libre, y aunque el miedo ocasionalmente asomaba su cabeza, Leigh confiaba en que su equipo no descansaría hasta llevar al culpable ante la justicia. Era una promesa que si bien nadie expresaba en voz alta, todos compartían.
En medio de todo esto, una verdad que al principio fue incómoda para la rubia, terminó saliendo desde el fondo de su corazón y sus pensamientos: Leigh-Anne estaba completa y perdidamente enamorada de Spencer Reid.
Evidentemente no fue algo que hubiera planeado, pero el tiempo y las circunstancias habían dejado claro que esos sentimientos eran reales. Lo que la confundía era la incertidumbre sobre si sus sentimientos eran o no correspondidos. Había momentos en que sentía una conexión especial con Spencer, pero esos momentos se desvanecían cuando veía cómo él se perdía en los ojos de Jennifer Jareau. Esa pequeña llama de esperanza se apagaba, dejándola con un corazón roto y más preguntas que respuestas.
Aun así, Leigh había decidido no actuar sobre lo que sentía. Sabía que primero tenía que sanar por completo, recuperar su equilibrio antes de enfrentar cualquier dilema amoroso. Pero, por más que intentara mantener sus emociones a raya, su cariño por Spencer solo parecía crecer con cada día que pasaba, como una herida que, en lugar de cerrar, se profundizaba lentamente.
Leigh-Anne seguía adelante, día tras día, centrando su atención en sus responsabilidades como agente de la UAC, aunque algunas veces sus emociones parecían tomar el control de sus acciones y pensamientos. Sin embargo, había aprendido a controlar mejor lo que sentía. Sus compañeros notaban su esfuerzo, su determinación por no dejarse vencer por lo que había vivido, y eso les inspiraba a apoyarla aún más.
Pero en su interior, el conflicto seguía latente. Cada vez que Spencer entraba en la habitación, Leigh no podía evitar que su corazón diera un pequeño vuelco. Intentaba no mirarlo demasiado, mantenía la distancia justa, pero su presencia era como un imán que la atraía.
Había noches en las que se sorprendía a sí misma pensando en él, imaginando cómo sería si las cosas fueran diferentes, si Spencer pudiera verla del mismo modo que ella lo veía a él.
El contraste de sus emociones era desgastante. Por un lado, deseaba que Spencer supiera lo que sentía, que de alguna manera él le diera una señal clara de lo que pasaba por su mente. Pero por otro lado, el miedo al rechazo y la incertidumbre la mantenían paralizada. Lo último que quería era complicar aún más su vida, sobre todo cuando todavía estaba en proceso de reconstruirse.
El vínculo entre Spencer y JJ era otro punto que le causaba dolor. JJ era una mujer increíble: fuerte, inteligente, y sobre todo, hermosa. Leigh no podía evitar compararse con ella, preguntándose si alguna vez podría competir con alguien como ella por el afecto de Spencer.
Así pasaron las semanas, en un delicado equilibrio entre el deseo de acercarse a Spencer y la necesidad de mantenerse distante para proteger su corazón y su estabilidad. Leigh sabía que el tiempo eventualmente la obligaría a enfrentar sus sentimientos de alguna manera, pero por ahora, había optado por centrarse en su recuperación y en hacer bien su trabajo.
La situación era compleja, pero Leigh se aferraba a la esperanza de que, un día, las cosas se aclararían. Mientras tanto, continuaría luchando contra sus propios demonios, apoyándose en su equipo y en su propia fortaleza para salir adelante. Y aunque el amor que sentía por Spencer seguía creciendo, ella estaba decidida a no dejar que esos sentimientos la debilitaran, sino a usarlo como una fuerza que la ayudara a seguir avanzando.
Una mañana, en donde el equipo no tenía un caso asignado y todos se encontraban acomodando sus archivos pendientes. Leigh tenía que avanzar con algunos perfiles preliminares que Hotch le había encargado, por lo que su atención estaba de lleno en las carpetas frente a ella. O al menos así fue hasta que Gisselle se acercó, con una sonrisa que sugería que tenía algo en mente. Leigh levantó la vista, notando la energía positiva que siempre parecía rodear a su amiga, y dejó a un lado su trabajo, intuyendo que Gisselle estaba por proponer algo.
—¿Qué pasa? —preguntó Leigh con curiosidad.
—He estado pensando —comenzó Gisselle, cruzando los brazos mientras se inclinaba un poco hacia Leigh— Hemos estado trabajando sin descanso estas últimas semanas. Creo que todos necesitamos un respiro, ¿no crees?
Leigh la miró, sin saber a dónde se dirigía esta conversación, pero asintió lentamente.
—Sí, definitivamente hemos estado bajo presión, pero... —dudó, sin querer sonar negativa, pero sintiendo que su energía social estaba al mínimo—. No sé si sea el mejor momento para distraernos
—Justo por eso es el momento perfecto —insistió Gisselle, su tono firme pero amable—. Estamos planeando una reunión en la casa de Rossi. Algo tranquilo: cenar, conversar un rato, simplemente relajarnos. Nada de trabajo, nada de estrés, solo tiempo para disfrutar y desconectar un poco.
Leigh frunció el ceño, la idea sonaba bien, pero el pensamiento de socializar todavía le generaba una especie de resistencia interna.
—No estoy segura, Gisselle. No quiero ser la que arruine el ambiente si... no estoy del todo bien —admitió, dejando ver su duda.
Gisselle le dedicó una mirada comprensiva, acercándose un poco más para que nadie más escuchara.
—Leigh, nadie espera que seas perfecta, ni que estés completamente recuperada. Sabemos por lo que pasaste, y solo queremos verte dar un paso más hacia adelante. No tienes que estar al cien por ciento para disfrutar de una noche con amigos—añadió con una sonrisa cómplice— Además, puedes traer a Ayla. Estoy segura de que le vendría bien distraerse también.
Leigh suspiró, considerando la propuesta. Su hermana Ayla había estado preocupada por ella, y tal vez ver a Leigh dar ese paso le daría algo de tranquilidad.
—¿Estás segura de que no será un problema si llevo a Ayla? No quiero incomodar a nadie.
—Claro que no será un problema, además, JJ llevará a Will, Derek a Savannah...—respondió Gisselle con seguridad— Todos estarán felices de verla, y será bueno para ti tener a alguien de confianza cerca. Además, creo que todos necesitamos esa noche de risas y buena compañía.
Leigh esbozó una pequeña sonrisa, sintiendo que Gisselle tenía razón. Tal vez salir y pasar un buen rato con su equipo era justo lo que necesitaba.
—De acuerdo, lo haré. Invitaré a Ayla y... nos veremos en la casa de Rossi. —dijo finalmente, sintiendo una mezcla de nervios y anticipación.
Gisselle sonrió ampliamente y le dio una suave palmada en el hombro.
—Esa es la Leigh que conocemos. Te prometo que la pasarás bien. Y si en algún momento necesitas espacio, solo dilo. Estamos para apoyarte.
Leigh asintió, agradecida por la comprensión y la amabilidad de Gisselle. Aunque aún tenía sus reservas, decidió confiar en que dar ese paso sería beneficioso para su recuperación.
— Por cierto, Adam me mandó un mensaje para recordarte que tienes que tomarte algo. No me dijo que, pero me pidió que te diera el recordatorio porque conociéndote sabía que lo olvidarías— agregó Gisselle— ¿A qué se refiere?
La rubia sonrió. Del cajón de su escritorio sacó unas pastillas, las cuales le extendió a su amiga para que pudiera ver de lo que se trataba.
— Sertralina. La psiquiatra me lo recetó para tratar mi estrés post traumático, la ansiedad y los ataques de pánico— explicaba Leigh mientras abría una botella de agua— Adam siempre me está recordando que debo tomarlo porque se me olvida
— No sabía que estabas medicada...— susurró Gisselle
— Me tomó un par de semanas aceptar el tratamiento, es reciente— decía Leigh mientras tomaba su pastilla— Te soy honesta no quería hacerlo, pero mi psicóloga dijo que esto podría ayudarme a mejorar... que es lo que mas deseo en este momento. Ya no quiero que las pesadillas continúen...
— ¿Quién más sabe esto?
— ¿Del equipo? Solo Hotch— respondió ella— ¿De las personas que me rodean? Adam y Ayla. No quise hacer de esto algo grande, siento que ya todos están demasiado preocupados por mi como para mencionar esto... así que te agradecería mucho si no lo mencionas
— Entiendo, entiendo. No te preocupes, no diré nada— dijo Gisselle forzando una sonrisa. Apoyaba a su amiga, y aunque tal vez no estuviera tan convencida de la idea de no mencionar lo que pasaba, respetaría las decisiones de Leigh— Entonces te veo en la noche. ¿Te llevo o traes tu auto?
— Puedo llegar yo sola, solo voy a necesitar que me den la dirección porque aún no conozco la casa de Rossi
— Pues... puedes irte con Reid, no trae auto así que...
La sola mención del apellido del castaño hizo que su piel se erizara.
Había vuelto de manera temporal para ayudar con un caso, y aunque Leigh había mantenido un poco la distancia para no comenzar a sentirse nerviosa ante él, sabía que no podría evitarlo por mucho tiempo, después de todo eran un equipo algo pequeño, por lo que tenían que estar en constante contacto.
— Lo buscaré mas tarde— sonrió Leigh fingiendo que en su interior los nervios no la consumían ante la idea de pasar un lapso medianamente largo a solas en su auto
Gisselle asintió, le dio un abrazo a su amiga y se despidió para volver a su escritorio para continuar con su trabajo pendiente.
¿Qué tan buena idea había sido aceptar el estar a solas con Spencer después de todo lo que había estado pasando en su cabeza últimamente?
Me: "Reunión en la casa de Rossi."
"Hoy en cuanto salga del trabajo. Paso por ti, así que arréglate"
Ayla: "¿Qué acaso crees que no tengo nada mejor que hacer?"
"¿Qué no tengo una vida y que siempre voy a estar disponible para ti?"
"Pues estás en todo lo correcto. ¿A qué hora dices que pasas por mi?"
Me: "Pues, en teoría salgo de trabajar en tres horas, así que estaría llegando como a las 8:30 posiblemente, pero cualquier cambio de planes te lo hago saber"
Ayla: "Está bien. ¿Tengo que llevar algo?"
"¿O solo mis ganas de embriagarme con whisky caro?"
Me: "Tal vez una o dos botellas de vino. Sabes que yo no tomo, pero se que casi todos aquí lo aman"
Ayla: "Dos botellas de vino, anotado"
"Te veré mas tarde"
Leigh-Anne guardó su celular y dejó escapar un suspiro profundo, intentando calmar el torbellino de pensamientos que le rondaban. Se repetía a sí misma que estando con Ayla, todo saldría bien. Después de todo, ella siempre lograba poner las cosas en perspectiva, y Leigh-Anne necesitaba eso más que nunca.
No había razón para empezar a sobrepensar la situación, o al menos eso intentaba decirse. Sin embargo, evitar que su mente corriera en mil direcciones le resultaba casi imposible.
Spencer no era la primera persona por la que desarrollaba sentimientos, pero, de alguna manera, estos parecían más profundos, más complejos.
Había confiado en él de una manera bastante veloz, cosa que no había pasado desde que conoció a Adam años atrás. Así que... ¿Cómo mantener la compostura ahora? ¿Cómo seguir adelante como si nada, sabiendo que iba a trabajar con él cada día, que sus caminos no dejarían de cruzarse?
Debía ser madura, manejar sus emociones con la calma que siempre había creído tener, pero cada vez que pensaba en Spencer, algo en ella se desmoronaba. No quería que nada se volviera incómodo entre ellos; eso era lo último que deseaba. Pero a veces el corazón no escucha a la razón, y el suyo se aceleraba cada vez que lo veía.
¿Y cómo no sentir nervios cuando su cuerpo reaccionaba de esa manera al tenerlo cerca? Cada roce accidental, cada cruce de miradas, parecía encender una chispa en ella, una chispa que no sabía si podría ignorar.
Lo que más le confundía no era tanto la intensidad de sus sentimientos, sino la duda persistente que se cernía sobre ellos: ¿Sentía él lo mismo? ¿Podría alguna vez corresponderle, o estaba destinada a mantener su amor en silencio?
La incertidumbre la desgastaba. No era solo el miedo al rechazo; era el miedo a perder esa conexión que ambos compartían, ese equilibrio que parecía tan frágil cuando sus emociones tomaban el control. Pero en el fondo, Leigh-Anne sabía que no podría seguir escondiendo lo que sentía para siempre.
Y entonces la posible respuesta a sus dudas apareció saliendo de la oficina de Aaron Hotchner.
— Tal vez necesito hablar con alguien que me entienda...— susurró Leigh para si misma— ¡Gisselle, espera!
•••
Expresar sus sentimientos por Spencer ante una nueva persona era una idea que llenaba a Leigh-Anne de una inquietud profunda.
Sabía que estaba al borde de hacer una confesión que cambiaría las dinámicas en su vida. Sin embargo, no había vuelta atrás. Ya no podía seguir cargando sola con esos sentimientos; necesitaba desahogarse, compartirlo con alguien que la comprendiera de verdad, alguien que pudiera darle el consejo que tanto anhelaba.
Gisselle Pipes.
Gisselle había pasado por un camino similar, quizás aún más complicado. Leigh-Anne sabía que su amiga había tenido que reprimir lo que sentía por Aaron Hotchner durante meses, manteniéndolo oculto detrás de una fachada profesional mientras trabajaba codo a codo con el hombre que la volvía loca.
—¿Y qué era eso tan importante que debías decirme que no podía esperar a que estuviéramos en casa de Rossi? —preguntó Gisselle, aceptando uno de los cigarrillos que Leigh le ofrecía—. ¿Y por qué tanto misterio?
Leigh suspiró antes de sacar un cigarrillo para sí misma.
—Siento que estoy perdiendo la cabeza... y eso no me gusta —negó con un leve movimiento mientras encendía el cigarro—. En este momento, tú eres la única persona que creo capaz de entenderme.
Gisselle frunció el ceño, desconcertada.
—¿Entenderte en qué?
Leigh exhaló el humo lentamente, buscando las palabras adecuadas.
—Creo que... me estoy enamorando de Spencer —confesó finalmente.
La declaración arrancó una sonrisa de sorpresa en el rostro de Gisselle, pero Leigh no la compartía.
—Y esto me hace perder la cabeza —añadió Leigh, dejando entrever el caos que llevaba dentro.
Guardó silencio por un momento antes de continuar.
—Una parte de mí quiere gritarlo a los cuatro vientos, pero otra está aterrorizada de un posible rechazo... uno que podría destruir nuestra amistad. Y luego está esa otra parte, la más grande, que no quiere sentir nada por nadie, porque sabe que emocionalmente no está lista para amar.
Gisselle asintió con empatía, pero la confusión no desapareció del todo.
—Entiendo tus incertidumbres, pero no termino de captar por qué yo soy la única persona que puede entenderte. Digo, no es como si yo también me hubiera enamorado de él.
Leigh soltó una risa breve y amarga.
—No, pero te enamoraste de alguien del equipo y tuviste que trabajar junto a él mientras reprimías lo que sentías —respondió con un tono más firme, haciendo que la sonrisa de Gisselle se ampliara ligeramente al comprender por fin.
—Ah, ya veo. —Gisselle exhaló una risa ligera—. ¿Cómo lo hice? Negando lo que sentía.
Leigh la miró incrédula, esperando que dijera que era una broma. Pero Gisselle no lo hizo.
—Sí, ya sé, pésimo consejo que claramente no te sirve —admitió, sonriendo de lado antes de tomar una calada—. Pero déjame contarte un poco más sobre eso.
Leigh asintió, centrando toda su atención en ella.
—Desde antes de que llegara a la UAC ya conocía al equipo, Aaron incluido... Algo que pocos saben es que, desde esos dos encuentros previos, él y yo habíamos sentido algo el uno por el otro. Algo que en su momento no entendimos y que intentamos ignorar. —Gisselle hizo una pausa, mirando el humo que se elevaba en espirales—. Cuando llegué aquí y lo conocí más a fondo, descubrí que tenía una relación con alguien más.
Leigh observó cómo su amiga se tensaba al recordar, lamentando haber sacado el tema.
—En un principio pensé que no me importaba. Después de todo, sabes que solía huir de las relaciones. Pero con el tiempo, comencé a darme cuenta de que sí me importaba. Y mucho.
—¿Qué hiciste? —preguntó Leigh con curiosidad.
—Primero, llamé a Lysander y me desahogué durante dos malditas horas sobre mi pésima suerte por fijarme en un hombre que no estaba disponible. —Gisselle rió con un toque de amargura— Después, decidí reprimirlo todo. Me negué a enfrentarlo.
—¿Eso es lo que debería hacer? —preguntó Leigh, con la voz ligeramente quebrada
—Por supuesto que no. Déjame terminar. —Gisselle negó con firmeza—. La razón por la que decidí confesar lo que sentía fue... fue por Gwen.
Leigh sintió una punzada en el corazón al escuchar ese nombre. Llevaba años sin pensar en ella, evitando recordar aquel último día en donde sus caminos se cruzaron.
— Sabes lo que Gwen sentía por mí, y yo también lo sé... el problema es que yo lo supe demasiado tarde. —Gisselle bajó la mirada, con tristeza reflejada en sus ojos— Gwen hizo exactamente lo que yo estaba haciendo con Aaron: negar lo que sentía, evadir sus emociones. Todo por miedo al rechazo, por miedo a salir herida.
Gisselle tuvo que tomar un momento para controlar las lágrimas que amenazaban con brotar. Leigh la miró con dulzura.
—No tienes que contarme esto si no quieres, Giss. No quiero que te afecte.
—No te preocupes. —Gisselle negó suavemente, mirando al cielo y parpadeando varias veces— Me gusta hablar de Gwen de vez en cuando. Me ayuda a recordarla de una manera distinta a como usualmente la recuerdo
Leigh hizo una mueca de tristeza, entendiendo el dolor de su amiga.
—Gwen me confesó lo que sentía demasiado tarde. Ni siquiera tuve la oportunidad de cuestionarme si algo podía pasar entre nosotras. Nuestra historia terminó en un "quizá en otra vida"—Una lágrima cayó por la mejilla de Gisselle—. Y dolió. Vaya que me dolió. Por eso decidí no volver a reprimir lo que sentía... no quería que la historia se repitiera
Se permitió reír ligeramente, aunque con un tono melancólico.
—Y en un arrebato de valor —o quizá gracias al alcohol—, le confesé lo que sentía a Aaron. Por fortuna, las cosas salieron bien. Si no, probablemente ahora estaría viviendo en Australia por la vergüenza.
Ambas rieron ligeramente ante ese último comentario.
—A lo que quiero llegar con esta historia es que no puedes privarte de amar a alguien por el terror de salir herida —dijo Gisselle con suavidad, mientras apagaba el cigarro contra el borde de la baranda y se giraba para mirar directamente a Leigh.— El en otra vida, es de las cosas que mas duele... no quiero que lo vivas... menos de la manera en la que yo lo hice
Leigh desviaba la mirada, jugueteando nerviosamente con el cigarro entre sus dedos. Sus labios temblaron ligeramente, como si quisiera responder pero no supiera cómo.
—Es fácil decirlo —susurró finalmente, apenas audible— Pero es distinto cuando lo estás viviendo y lo sabes
Gisselle suspiró, viendo cómo su amiga intentaba mantener la compostura. Sabía lo difícil que era para Leigh-Anne abrirse de esta manera, especialmente después de todo lo que había pasado.
—Lo sé, Leigh. Sé que duele, y sé que tienes miedo. Pero el amor... el amor no es algo que planeas. Simplemente sucede, como un rayo que te alcanza de la nada. No puedes controlarlo.
—Eso es lo que me asusta —admitió Leigh, alzando la vista hacia ella, sus ojos brillando con lágrimas contenidas— No quiero sentirme fuera de control... no cuando la última vez que lo hice, terminé destrozada
Gisselle sonrió con ternura, entendiendo perfectamente ese miedo.
—¿Sabes? Cuando me di cuenta de que sentía algo por Aaron, llegué a pensar que si lo ignoraba lo suficiente, eventualmente desaparecería. Pero no funciona así. — hizo una pausa, como si eligiera cuidadosamente sus palabras—. Ignorar lo que sientes no te protege. Solo te hace sentir más sola.
Leigh tragó con dificultad, apretando los labios mientras apartaba la mirada nuevamente.
—Es que... no estoy lista para esto, Giss. Apenas estoy lidiando con todo lo que dejó mi divorcio. No sé si puedo volver a abrirme de esa manera.
Gisselle se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre sus rodillas mientras observaba a Leigh con seriedad.
—Nadie está realmente listo para amar, Leigh. Nadie despierta un día pensando: "Que bonito día, es mas hoy voy a enamorarme". Simplemente pasa. Y cuando pasa, no importa cuán rota, asustada o insegura te sientas, porque el amor tiene una forma de colarse en esos huecos y hacerte sentir completa otra vez.
Leigh negó con la cabeza, una lágrima escapando por su mejilla. Rápidamente la limpió con el dorso de la mano, sintiéndose vulnerable bajo la mirada de su amiga.
—¿Y si no funciona? ¿Y si termino más rota de lo que ya estoy?
Gisselle alargó la mano y la colocó sobre la de Leigh, dándole un apretón cálido.
—¿Y si sí funciona? ¿Y si él es quien logra juntar las piezas? —respondió con una leve sonrisa— Sé que el divorcio fue difícil. Sé que te hizo cuestionarte muchas cosas sobre ti misma, pero también sé que eres fuerte. Más de lo que te das crédito.
Leigh dejó escapar una risa amarga.
—No me siento fuerte, Giss. Me siento... perdida. Como si estuviera en un limbo del que no puedo salir.
Gisselle se enderezó y se acercó a Leigh.
—Escucha, perder a alguien, incluso cuando eliges dejarlo ir, siempre te deja cicatrices. Pero esas cicatrices no tienen que definirte. Spencer no es tu exmarido, Leigh. Es alguien completamente diferente, y lo que sea que sientas por él merece una oportunidad.
Leigh observó a Gisselle, buscando en su mirada alguna certeza que pudiera aliviar el nudo en su pecho.
—¿Y si lo arruino?
—Entonces, al menos sabrás que lo intentaste. —Gisselle apretó su mano con más fuerza—. Lo peor que puedes hacer es quedarte quieta, atrapada por el miedo. La vida es demasiado corta para no arriesgarse por lo que te hace feliz.
Leigh cerró los ojos por un momento, dejando que las palabras de Gisselle calaran en su mente. Una parte de ella sabía que tenía razón, pero el miedo aún la dominaba.
—No sé si puedo, Giss. Pero... lo pensaré.
Gisselle sonrió, aliviada de haber llegado al corazón de su amiga, aunque fuera solo un poco.
—No tienes que tomar una decisión hoy. Pero recuerda, Leigh, el amor nunca llega en el momento perfecto. Siempre será caótico, siempre será impredecible, pero al final, siempre vale la pena.
Leigh asintió lentamente, dejando escapar un suspiro profundo mientras intentaba procesar todo lo que acababa de escuchar. Por primera vez en mucho tiempo, permitió que una chispa de esperanza se encendiera en su interior, aunque tenue y frágil.
❥
Hola de nuevo, jsjs
¿Cómo están? Yo medio estancada con como manejar las emociones de Leigh-Anne. Entre su proceso de sanación, lo que siente por Spencer, su medicación. Tengo tantas ideas y no tengo como organizarlas, pero bueno, aquí estoy de vuelta.
Ahora no tuvimos interacción entre Spencer y Leigh-Anne, pero creí que era necesito que Leigh hablara directamente de lo que sentía con alguien que la iba a entender. ¿Y quién mejor que Gisselle?
Como les dije, tengo muchas ideas, por lo que espero no ausentarme. Gracias por seguir aquí, tqm a todas.
K. 🦋
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