𝐕. 𝑅𝑒𝑒𝑛𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑟𝑜
El ambiente en el Motel, donde convivían provisionalmente un vampiro y una humana, era tranquilo y con mucha serenidad, pero no porque los habitantes de este alojamiento lo fueran. Ellos eran todo lo contrario. Pero justo en éste momento, estaban durmiendo tan despreocupados, en los sillones, que ni siquiera se habían dado cuenta de que la señora de limpieza había traído las toallas. Por un momento la mujer pensó que estaban muertos, pero luego el mayor suspiró tan fuerte que podría haberse volado las cortinas blancas. Solo ahí confirmó que aún seguían con vida.
No fue hasta las 12am que comenzaron a abrir los ojos y despabilarse. Tratando de ubicar dónde estaban. El primero en levantarse fue el de ojos azules. Ya que era el responsable y quien solía hacer el desayuno. Así que algo perezoso se dispuso a hacer el desayuno, más para su amiga que para él. Después de tantos años ya no le afectaba no desayunar. Para qué hacerlo cuando podía ir a alimentarse, al estilo vampiro de otra persona y así llenarse de energía durante todo el día.
Para hacer el desayuno había hecho bastante ruido, ya que necesitaba sacar los ingredientes de la heladera, repisa, etc, además de tener que cocinar los huevos fritos con tosino, ponerle hielo al jugo frío de naranja, sacar los platos, cosa que hacía algo de ruido al chocar los platos con otros. Ante toda ese gran desorden de ruido para hacer el desayuno, Ellie ni se movió, ni mucho menos abrió un ojo. Ella estaba metida en sus sueños y solo en ellos.
Hasta que Damon, aunque no quisiera, tuvo que despertar a Ellie, para que así desayunara temprano, sino se acercarían mucho a la hora de almuerzo. Y Damon pensaba en que para no ir tanto a restaurantes, podría hacer una buena pasta. Era su plato favorito, y el que más rico le salía. Además de que a Ellie le gustaba mucho la pasta y jamás probó la de Damon.
—Ellie, Ellie, cariño, es hora de levantarse — dijo en su oído bajito para no asustarla.
Ellie se quejó y se dio la vuelta, dándole la espalda al ojiazul. Se acurrucó de nuevo y siguió su con su siesta.
El mayor entonces acudió al plan B, no quería porque sabía que la menor odiaba que hicieran eso, ya que era la forma en la que Elena despertaba a Ellie en épocas de escuela. Pero no había otra opción, sino era tirarle agua, pero eso haría que se levantara el doble de peor y malhumorada.
Abrió las cortinas, dejando que la luz del sol entrara llenando la habitación de ésta. Cuando llego a Ellie, esta se quejó por segunda vez. Se tapó los ojos con la mano, intentando que la luz no entrara en sus ojos.
—¡Damon!, ¡cierra las cortinas!
—No hasta que te levantes — respondió caminando de nuevo hacia la isla de la cosina.
La humana se sentó en el sillón, frotando sus ojos con frustración. Odiaba tanto que la despertaran. Pero prefería mil veces que Damon la despertara antes que su hermana, la amaba, pero no a su chillona voz. Estaba segura que se podrían escuchar desde la otra esquina sus gritos.
Caminó arrastrando sus pies, los cuales solo los cubrían unas medias lisas de color negro. Se sentó dando un largo bostezo. Damon le sirvió el plato con su desayuno, dándole una sonrisa de lado. La menor le agradeció y comenzó a comer en silencio.
Había una televisión allí, pero se sentían más cómodos rodeados de silencio. Mientras el sonido de los cubiertos rozar el plato era lo único que se oía.
Damon, para acompañar a Ellie, Se preparó un café amargo. Uno de sus favoritos. Si bien le era bueno el silencio, también le gustaba hablar, más si era con la pequeña Gilbert, quien nunca se cansaba de hablar. Debía estar muy cansada para no estar haciéndolo ahora. O muy hambrienta.
—¿Dormiste bien?— preguntó Damon, rompiendo el silencio con su voz suave.
Ellie asintió, su boca todavía llena de tostadas y mermelada.
—Soñé con estrellas y cometas,— respondió ella después de tragar, —pero siempre me despierto antes de aterrizar.
Damon sonrió, su café aún humeante en la mano.
—Tal vez es porque ya estás en casa,— dijo, y Ellie no pudo evitar sonreír ante la idea.
Ellos compartían más que un techo; compartían sueños, silencios y desayunos. Y aunque el mundo afuera seguía girando, en esa cocina, el tiempo parecía detenerse. Como si fuera para que ellos pudieran hablar tranquilos. Sin ninguna distracción.
Cuando Ellie terminó de comer, Damon levantó su plato y vaso, aún con las quejas detrás suyo de la menor insistiendo en que podía ella hacerlo sola, sin su constante ayuda. Pero él hizo oídos sordos. Llevó las cosas al lavado. Dejándolas ahí. Luego las lavaría.
—Iré a bañarme —avisó Ellie.
— Oh, si, te traje ropa, pero no abrigos
—¿Y en qué momento tú conseguiste esa ropa?
—puede que haya pasado por tu casa mientras dormías antes de venir aquí.
— De acuerdo —levantó los hombros sin importancia — ya que no tengo ningún suéter u abrigo, tendré que usar alguno tuyo.
El vampiro rodó los ojos. Era una costumbre que tenía ella por sacarle su ropa. A veces se las devolvía, pero había otras en las que no lo hacía. Cosa que indicaba que le había gustado mucho esa prenda.
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Entré a la ducha dejando que el agua mojara mi cabello, para luego deslizarse por todo mi cuerpo. Haciéndome sentir un escalofrío ante el frío que poseía esta.
Puse shampoo en mis manos y después lo llevé a mi cuero cabelludo, esparciendolo por todo éste. Haciendo que se formara bastante espuma. Terminando de masajear la zona, me acerqué al agua dejando que me enjuague de a poco, ayudando un poco mientras escurría el cabello. Después apliqué acondicionador en las puntas y mientras esta actuaba comenze lavandome el cuerpo. Al terminar saqué el exceso con agua, y también lo tuve que escurrir. Para después ya terminado todo, cerré la canilla y salí de la ducha, envuelta en una toalla. Me seque rápido y comencé a cambiarme con la ropa que Damon seguramente me había alcanzado mientras me estaba duchando.
Me miré al espejo, tomé el peine y cepille mi cabello de punta a raíz. Cuando terminé agarré una de las cremas para que no se dañen las puntas, lo puse en las puntas y comencé a estrujar el cabello para que se marquen aún más las ondas. Una vez listo me seque un poco con la toalla para que no estuviera goteando agua y me enferme. Dejé la toalla en el canasto de ropa sucia y salí del baño, completamente renovada.
Damon quien estaba acostado en uno de los sillones leyendo un libro, levantó su vista, viéndome de pies a cabeza. Examinando como de costumbre.
—Perfecta —y siguió con su lectura.
—Lo sé, gracias.
—Muy ego de tu parte, me gusta —me guiñó el ojo.
Solo rodó los ojos y se sentó en uno de los sillones. Tomó una revista y empezó a leerla.
Su concentración estaba tan fijada en la revista, que no se percató de sierto golpe que se escuchó a unas habitaciones lejos de ahí. Supuso que eran las de limpieza a las que se les había caído algo.
Un fuerte golpe hizo que dejara la revista a un lado y lo primero que hizo fue mirar a Damon. El cual se levantó rápido, poniéndose en modo de alerta. Lo más rápido que pudo, fue hasta la cocina y agarró un cuchillo. Volvió hasta donde estaba el de ojos azules y se posicionó detrás de él.
La puerta se abrió dejándose ver a tres personas. A quienes no podría creer que realmente fueran capaces de venir hasta aquí. Y como habían sacado donde estaba. Oh, estaban en un motel, eso si que era incómodo. Iban a creer que que algo había pasado entre Damon y ella.
Unos brazos la rodearon, sin dejarla siquiera reaccionar. Más que dejar caer el cuchillo al piso.
—No sabes lo mucho que me hiciste de falta, El —decía sobre su cabello.
—Lo se, pero de veras que todo está bien, Elena.
Su hermana se separó mirándola unos segundos fijamente, para después agarrar su cara con delicadeza y volver a llevarla a su pecho. Esta vez sin querer soltarse de ella.
Los demás presentes en la sala, solo miraban atentos al reencuentro de las hermanas. Stefan miraba atento a Damon. Como si fuera capaz de llevarse nuevamente a Ellie. Pero Damon solo estaba concentrado en extraño olor a algo quemado. Miró hacia la cocina. Pero allí no había nada que se pudiera haber quemado.
Fue entonces que se empezó a sentir mareado. Se agarró de uno de los extremos del sillón. Y pudo ver que los demás también comenzaron a agarrar sus cabezas. Excepto por las hermanas Gilbert.
— Elena... Ellie... Cor — no terminó de decir Damon cuando cayó al suelo desmayado.
Elena se iba a acercar, pero al ver que por la puerta entraba una persona más, decidió que no era la mejor opción. Sin pensarlo dos veces cubrió con su cuerpo a su hermana menor.
—No te llevarás a mi hermana— dijo Elena, pero el contrario no se movió ni un centímetro.
Sin saber cómo, Elena yacía tirada en el piso. Un hombre más alto que la menor se acercó a ésta.
Intentó gritar y correr, pero un agarre en su brazo se lo impidió. Sintió como algo se inyectaba en sus venas. Provocando que se sienta mareada. Cosa que no duró demasiado. Sus ojos comenzaron a pesarle. Trató de mantenerlos abiertos, pero no lo logró. Por suerte unos brazos fuertes lograron agarrarla antes de que se cayera.
—No luches, el suero ya está en tu sangre y no puedes hacer nada —decía una voz gruesa pero a la vez gentil.
Y sin más todo se volvió negro.
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