𝟬𝟭. 𝗠𝗜𝗟𝗟𝗣𝗢𝗥𝗧
N/A:
¡Ven conmigo en este fic completamente autoindulgente! Tuve muchos problemas con la serie original que quería cambiar, así que pensé, ¿por qué no hacer un fanfic donde Neil tenga un hermano? Así que, aquí está.
Algunas notas antes de empezar: Andrew sigue medicado. Me tomé algunas libertades con los efectos de sus antipsicóticos, basándose en su personalidad de la serie original en lugar de los típicos efectos de los medicamentos antipsicóticos.
Además, esta historia inicia con la misma estructura y diálogos de la original. Con la incorporación de Alex Josten, los aspectos canónicos se desviarán gradualmente, pero claramente hasta que la historia sea completamente diferente. All For The Game le pertenece a Nora Sakavic, así como lo hacen los diálogos y personajes.
Incluiré advertencias (CW) con cada capítulo, pero tengan en cuenta también las advertencias de la serie original. Si sienten que algo que debería tener alguna advertencia no la tiene, ¡háganmelo saber! Ya tengo gran parte de la historia escrita y planeo actualizarla una o dos veces a la semana.
Básicamente es una reescritura del canon con mis propios giros y cambios porque el canon no siempre me acomodaban. ¡Espero que la disfruten!
N/T:
¡Hola! Primero que nada me gustaría presentarme, soy Danna y soy la traductora no oficial de este fanfic al español. Antes que nada, quiero agradecer a le autore mordax por dejarme traducir su trabajo. <33
Estoy por entrar a la universidad y especializarme en una carrera relacionada con idiomas, así como proyecto personal decidí comenzar a traducir este fanfic, no soy una experta, pero hago mi mayor esfuerzo para que este esté lo mejor traducido, aunque tuve que adaptar algunas partes debido a que la traducción literal no encajaba correctamente.
De antemano quiero pedirles una disculpa en caso de que se me haya escapado alguna falta de ortografía, a veces mi dislexia no me permite detectarlas todas, de cualquier forma haganmelo saber y la corregiré lo antes posible, al igual si encuentran algún error en la traducción.
Para igualar o no ir con tanta diferencia del ritmo original de la historia, actualizaré dos o tres veces por semana.
No sé olviden de darle apoyo a la obra original (disponible en AO3 como "The Sun Still Rises"), y a le autore (mordax101 en tw) y el link para que le echen un vistazo al fic en su idioma original.
CW del capitulo: referencias a conversaciones no pasadas, referencias a abuso infantil pasado, violencia canonicamente leve.
Neil acercó su cigarrillo encendido y aspiró el humo acre. Mantuvo sus rodillas pegadas a su pecho mientras contemplaba el campo de atletismo. contando números y sintiendo su familiar y desesperada necesidad de moverse. Incluso después de un exhaustivo partido de Exy, sus pies ansiaban correr, Llevaba demasiado tiempo en la corte. Llevaba demasiado tiempo en Millport. Debería ir a recoger a Alex de la guardería, pero claro, recoger a Alex podría significar ponerlo en riesgo. También significaba otra noche en una casa abandonada que volvía a Neil paranoico y a Alex callado.
Era momento de seguir adelante y cambiar de identidades. Neil sabía eso. Se volvió indulgente y mantuvo un nombre por casi un año, Discutió consigo mismo, se decía que era difícil mudarse y obtener nuevas identidades discretamente sin su madre. Una familia de tres mudándose entre ciudades era mucho menos notorio que un adolescente y un niño de cuatro años. Aun así, no era ninguna excusa.
Neil agarró el cigarrillo más cerca e inhaló. Casi se quemaba hasta el filtro. Neil siempre guardaba este ritual para cuando estaba solo. El humo resultaba repugnante y reconfortante, le recordaba a la gasolina, al fuego y a duras manos femeninas, Leyó en alguna parte que el humo de segunda mano era perjudicial para los pulmones, por lo que lo mantuvo alejado de Alex.
Neil apagó el cigarrillo y estiró sus piernas. Latían con un dolor agradable que le deleitaba. Echando un vistazo al cielo, determinó que eran casi las seis a juzgar por la puesta del sol gris, sombreada y contaminada por la luz, que era más neblina que otra cosa. Afortunadamente, eso significaba que la guardería le habría dado de cenar a Alex, lo que era uno de los muchos beneficios de que Neil participara en el equipo de Exy de Millport. Cualquier alimento que le proporcionara la guardería era mejor que los sándwiches y las barras de granola que Neil conseguía, Neil jugueteó con el teléfono plegable barato de pago por minuto en su bolsillo que sólo sonaría en caso de alguna emergencia relacionada con Alex. Estaba felizmente silencioso.
Una puesta se abrió chorreando detrás suyo. Neil se puso de pie y sus manos apretaron la correa de su bolsa de lona que colgaba sobre su pecho. El entrenador Hernandez salió, fragmentos de las luces blancas del estadio lavaron la calidez de su piel y ocultaron los matices de su expresión en las sombras. Hernandez era un hombre que pudo haber jugado Exy alguna vez, pero desde entonces se había mantenido al margen con una cerveza y demasiadas galletas de recaudación de fondos de Exy. Se notaba en su cintura. Se paró cerca de Neil, solo unas pocas gradas los separaban, Neil contó esas gradas, luego contó las del campo de abajo. No había necesidad de correr, pero era algo habitual.
—No ví a tus padres en el juego —reflexionó el entrenador Hernandez.
—Están fuera de la ciudad.
—¿Siguen o de nuevo?
—Ambos trabajan en distintas ciudades —respondió Neil secamente—. Siempre están fuera de la ciudad.
Era una mentirosa sencilla y la mayoría le creía, El entrenador Hernandez era irritante porque era uno de los pocos que no lo hacía.
—Pensé que vendrían para el último juego de la temporada, al menos.
Se estaba entrometiendo. Neil podía ver su intriga y preocupación desde una milla de distancia y eso lo erizó.
—No son realmente fanáticos del Exy.
—¿Qué hay de tu hermano?
El erizamiento se convirtió en una apuñalada, justo en la base del cuello.
—¿Qué hay sobre él?
—¿Le gusta el Exy?
—Tiene cuatro —respondió Neil.
El entrenador Hernandez se encogió de hombros, ignorando su intento fallido de obtener cualquier detalle importante sobre la vida personal de Neil. Había habido un continuo ir y venir entre ellos desde principios de año, y si no fuera por el Exy, ya se habría distanciado hace mucho tiempo.
—Alguien vino por ti —dijo el entrenador Hernandez.
Neil retrocedió notoriamente. Despues de años huyendo y aún más con su padre, esas palabras provocaron un temor instantáneo, Cinco escalones hacia arriba y siete pasos fuera lo llevaron a los vestuarios. Atravesando el vestuario, ahí había una puesta que lo llevaba al lobby y a una salida al estacionamiento. Podría correr y recoger a Alex —o no, podria llevar a los hombres de su padre a Alex, no seas estúpido, Abram—.
Un zapato raspó el concreto. Los ojos de Neil se movieron para encontrar la fuente. Un hombre corpulento estaba parado en el marco de la puerta del vestuario, vestido con un pantalón de mezclilla y una camiseta que mostraba los tatuajes de llamas tribales que recorrían sus musculosos brazos. Una mano la tenía metida en el bolsillo y en la otra sostenía una carpeta gruesa- Era, en todos los sentidos de la palabra, ancho, desde su mandíbula cuadrada hasta sus hombros y su postura amplia y extendida. Neil no pudo reconocerlo, pero eso no significaba que no fuera peligroso.
—Quién eres —afirmó Neil en lugar de preguntar. Se sentía como un animal acorralado: con la piel erizada y con picazón por las ganas de huir o luchar.
—Viene de una universidad —respondió el entrenador Hernandez, ajeno al enfrentamiento entre Neil y el desconocido (enfrentamiento donde Neil miraba atentamente, cauteloso y asustado, mientras el hombre le devolvió la mirada atentamente, indiferente y confiado)—. Vino a verte jugar esta noche.
—Mierda —espetó Neil—. Nadie recluta en Millport. Nadie sabe dónde está,
—Existe una cosa llamada mapa —dijo el desconocido—. Puede que hayas oído sobre eso.
El entrenador Hernandez le dirigió una mirada sofocante.
—Está aquí porque le envié tu expediente. Están cortos en la línea de strikes, así que pensé en intentarlo. No te lo dije porque no quería que te hicieras ilusiones.
Neil dirigió su mirada al entrenador Hernandez.
—¿Hiciste qué?
Neil no debería sentirse traicionado, pero lo hacía. El equipo de Exy había sido su único consuelo indulgente, y ahora podía ser su perdición. Idiota, idiota, se reprendió. Nunca debería haber jugado en primer lugar...
—Intenté contactar a tus padres, pero no contestaron. Dijiste que intentarían llegar al partido de esta noche.
—Lo hicieron. No pudieron.
—No puedo esperarlos —dijo el desconocido, acercándose al entrenador Hernandez. Los ojos de Neil saltaron entre ellos, sus pies ansiaban moverse. Ambos eran mucho más grandes que él en ancho y alto, y tenían la ventaja de estar en las gradas—. Es una estupidez estar aquí al final de la temporada, lo sé, pero tuve algunas dificultades técnicas con mi último reclutamiento. El entrenador Hernandez dijo que no has elegido alguna universidad para el otoño. Funciona perfecto, ¿no? Necesito un striker sustituto, y tú necesitas un equipo. Todo debes hacer es firmar la línea punteada y serás mío por cinco años.
Neil tardó varios segundos en encontrar su voz.
—No estás hablando en serio. —Sonó como una frase enfermiza sacada de de algún viejo programa de sátira donde se burlaban de las corporaciones, Firma aquí, no leas eso,¡oh! ¿Esa cláusula? No hay problema, solo firma, firma, firma en la línea punteada y todos tus sueños se harán realidad. Si, jodidamente cierto.
—Muy en serio —dijo el hombre—. Y muy fuera de tiempo.
Arrojó el expediente en una de las gradas cerca de Neil. Al frente estaba el nombre de Neil garabateado inclinado con un rotulador negro. Neil se preguntó que mentiras y que verdades estaban dentro. Neil Joste no era una persona real, solo pretendía serlo durante un año y no más que eso. Tenía que irse y tenía que hacerlo pronto. El fuego le había rozando los talones desde hacía un tiempo.
Pensó en Alex. Esta sería su segunda mudanza sin su madre. Alex se estaba acostumbrando a su nombre y Neil no estaba seguro si podría adaptarse a cambiarlo tan rápido como él podía.
Veintidós nombres, eso es lo que se remonta a ocho años atrás. Diez nombres para Alex. Firmar con un equipo universitario de Exy era, en todos los sentidos, una idea jodidamente horrible. Mantendría a Neil Josten atrapado en un lugar, le daría responsabilidades además de cuidar a Alex y, lo peor de todo, lo podría bajo el reflector donde sería encontrado fácilmente. La prisión no era un impedimento para su padre, y solo sería cuestión de tiempo hasta que alcanzara a Neil.
Los cálculo sumado a la respuesta concluyente de que Neil no podía firmar ese contrato. Concretando esa decisión en piedra fue lo obvio: el contrato no incluía a Alex en la garantía de alojamiento, comida y cuidado. La posibilidad de un futuro que Neil quería y estaba siendo ofrecido a él no estaba ni remotamente cerca de la razón.
Entonces, dijo en voz baja pero no débil:
—No.
—No me has escuchado —se apresuró a decir el hombre—, sé que es repentino, pero piensalo bien. Serías un gran activo y tenemos mucho que ofrecerte. Échale un vistazo al expediente.
Neil miró el expediente de nuevo antes de que su mirada se dirigiera a la puerta del vestuario detrás de los hombros del hombre.
El hombre se movió, atrayendo la mirada de Neil.
—Dame cinco minutos. Me gustaría obtener tu "si" esta noche. El Comité ha estado sobre mí desde que Janie fue encerrada.
Los ojos de Neil se fijaron en el rostro del hombre, su estómago terminó cayendo hasta sus pies.
—Zorros —dijo—. Universidad Estatal de Palmetto.
El hombre, el entrenador David Wymack, lo miró ligeramente sorprendido.
—Supongo que has visto las noticias.
Neil lo miró con recelo. Las dificultades técnicas a las que Wymack se refería acerca sobre su último reclutamiento eran una forma sutil de decir que Janie Smalls intentó quitarse la vida. Típico de un Zorro, el presentador se burló groseramente por su lado. No estaba exagerando.
La Universidad Estatal de Palmetto era una recopilación de rechazados talentosos que Wymack decidió que merecían una segunda oportunidad después de que el mundo había pisoteado las anteriores. Era una buena teoría (si te gustaba la idea de arreglar a las personas y sentirte un santo), pero, para sorpresa de nadie, poner a gente rota junta no los hacía menos rotos. Solo los hacía volátiles. Los Zorros eran conocidos por su pequeño tamaño, sus peleas desenfrenadas y su clasificación en último lugar en la NCAA durante tres años consecutivos. Por supuesto, este último año se encontraba entre los mejores, pero aun así, hubo un debate entre los críticos sobre si se mantendrían en la Clase I.
Pero Nei no tuvo problemas con los Zorros porque eran malos en eljuego y eran entrenados por un hombre con complejo de salvador. El problema de Neil con los Zorros era Kevin Day. Kevin Dayy era un ex campeón nacional que se perdió y sufrió una lesión que hizo que su talento fuera un punto mudo. Neil no había visto a Kevinde desde casi ocho años y esperaba no verlo nunca de nuevo, Kevin era parte del pasado de Neil y sabía quién era la persona que se encontraba detrás de veintidós nombres. Por el bien de su vida, dejaría ese recuerdo enterrado.
—No jugaré para ti —dijo Neil, mirando detrás de Wymack hacía el vestuario. Cinco pasos hacia arriba y siete zancadas al frente. Debía recoger a Alex. Debía dejar esta ciudad y cambiar su nombre, Nunca antes había sido un Henry. Se preguntaba qué nombre escogería Alex para sí mismo.
—Cinco minutos —pidió Wymack.
—No me interesa — respondió Neil.
—Vamos, dame cinco...
Neil dio zancadas rápidas y decididas, subió los cinco escalones y atravesó esos siete pasos hasta la puerta, Había terminado de entretener al entrenador de Palmetto. Necesitaba buscar a Alex y salir de la ciudad.
Estaba a mitad del vestuario cuando alguien bloqueó la salida. Un aliento resonó en su pecho mientras intentaba detenerse, pero su impulso lo llevó directamente al palo de madera de una raqueta de Exy amarilla. Esta le aplastó el estómago y su cuerpo se enroscó a su alrededor, La fuerza se empujó contra su diafragma y sacó el aire de sus pulmones, por lo que un débil jadeo tartamudeó en su pecho y se detuvo.
Cayó al piso sobre sus manos y rodillas, luchando en vano por recuperar el aliento y equilibrio. Debía levantarse. Debía correr. Debía respirar.
Mientras jadeaba inútiles bocanadas de aire, sus oídos zumbaban con la voz profunda y furiosa de Wymack. Todo era borroso, como el timbre después de un fuerte disparo.
—Maldita sea, Minyard. Por eso no podemos tener cosas buenas.
—Oh, entrenador. Si fuera amable, no nos sería de ninguna utilidad, ¿verdad? —alguien dijo por encima de la cabeza de Neil.
Alex, pensó Neil frenéticamente. Necesito moverme e ir por Alex.
—No nos sirve de nada si lo rompes.
—¿Preferías que lo dejara ir? Ponle una curita y quedará como nuevo.
Finalmente, finalmente, una ráfaga de aire llenó sus desesperados pulmones. Neil inhaló bruscamente, el sonido fue más fuerte que cualquier voz furiosa o acento encantado. Se pasó el brazo por el estómago mientras jadeaba, recomponiendose poco a poco. Cuando tuvo la energía para hacerlo, miró ferozmente a su atacante.
No hizo falta una presentación para que Neil reconociera a Andrew Minyard. Posiblemente el único jugador de Exy a nivel universitario más bajo que el propio Neil, con un metro y medio de altura, y aun así la reputación de Andrew era mortal. Era el psicótico residente de los Zorros. Había pasado tres años en el reformatorio y estuvo a punto de más después de golpear a cuatro hombres hasta casi matarlos afuera de un club. Fue este crimen más reciente el que le dio a Andrew su simbólica sonrisa drogada después de que el tribunal le ordenó pasar por terapia intensiva, asesoramiento semanal y medicación. Su reputación violenta prevalecía, cuestionando qué tan efectivas eran realmente las drogas.
Peor aún, Andrew era la única persona conocida que públicamente rechazó una oferta para ser portero en la Universidad Edgar Allen, y se sospechaba que fue gracias a él que Kevin decidió transferirse a los Zorros.
Un año sin su madre y ya Neil estaba a punto de dejarse matar. Ella lo estrangularía sólo por sus fracasos.
Andrew miró a Neil, con el rostro torcido en una sonrisa maníaca más cruel que divertida. Psicópata era el término general que utilizaban los periodistas al referirse a Minyard. Al mirarlo ahora, era sencillo entender por qué.
Andrew se llevó dos dedos a la sien a modo de saludo.
—Más suerte la próxima vez dijo arrastrando las palabras.
—Que te jodan —escupió Neil.
—Neil —interrumpió el entrenador Hernández, agarrando el brazo de Neil para levantarlo. Neil se sacudió y se puso de pie—. Jesús, niño, ¿estás bien?
—Andrew es un poco bruto en cuanto a modales —dijo Wymack, colocándose entre Neil y Andrew. Andrew retrocedió un paso y levantó las manos fingiendo inocencia. Wymack lanzó a su portero una última mirada de advertencia antes de volverse hacia Neil—. ¿Te rompió algo?
—Estoy bien. Y me voy. Déjeme ir.
—Aún no hemos terminado —dijo Wymack. El temperamento de Neil estalló.
—Entrenador Wymack —comenzó Hernández como si él no hubiera iniciado este lío en primer lugar.
—¿Nos das un segundo? —interrumpió Wymack.
El entrenador Hernández miró de Wymack a Neil antes de asentir.
—Estaré justo afuera..
Neil escuchó su partida, contando los pasos. Se preguntó si Andrew golpearía de nuevo si huía. El enano todavía acechaba detrás de Wymack, con los ojos vagando distraídamente por el vestuario, con Neil aparentemente olvidado.
—Ya te di mi respuesta —dijo Neil—. No firmaré contigo.
—No escuchaste toda mi oferta. Si pagué para que tres personas volaran aquí para verte, lo mínimo que podrías hacer es darme cinco minutos, ¿no crees?
La sangre de Neil se heló. Tres. Retrocedió un paso, con los ojos recorriendo cada espacio que aún no había examinado en busca de enemigos potenciales porque era un maldito idiota...
—No —murmuró Neil, tratando de ocultar el miedo en su voz. Si te muestras asustado, luces sospechoso, sonó una voz en su mente. Si luces sospechoso, llamas la atención.
Maldita sea, necesitaba salir de este vestuario y llegar hasta Alex. ¿Sabrían sobre Alex? Nunca lo persiguieron a él, sólo a Neil. Pero al igual que su bolsa de lona, a Neil le gustaba tener cerca lo que protegía.
Pero era mucho más complicado que eso. Su madre había logrado mantener a Alex en secreto de su padre mientras huían, por lo que si alguna vez atrapaban a Neil, su padre no tenía motivos para seguir buscando al heredero más joven. Esto es lo que hizo que Neil tuviera un equilibrio precario manteniendo la distancia con Alex y observando a Alex de cerca. Fue una de las razones por las que decidió unirse al equipo de Exy en primer lugar. Le daba una excusa para dejar a Alex en la guardería por más tiempo.
—No seas innecesariamente terco —dijo una nueva voz.
Neil se giró antes de que la lógica pudiera ordenarle que no lo hiciera. Kevin Day estaba sentado en lo alto del centro de entretenimiento a lo largo de la pared trasera, con las piernas colgando a un lado. Observó los ineficaces esfuerzos de Neil por ocultar su miedo con una mirada fría, tan desdeñosamente poco impresionado.
Kevin era reconocido a nivel nacional, pero incluso sin la publicidad y los ocho años transcurridos entre su último encuentro, Neil lo habría reconocido. Todavía conservaba su cabello oscuro, sus ojos verdes y estrechos y sus pómulos altos y planos. Uno de esos pómulos estaba pintado con un número dos romano, tal como lo había estado desde que eran niños, solo que ahora la tinta era permanente. Neil sintió como si Andrew lo hubiera golpeado con la raqueta por segunda vez.
Neil esperaba a que Kevin lo llamara por ese horrible nombre debajo de las capas de nombres. Esto sería el descubrimiento de su pasado, y Neil estaba seguro de que lo arruinaría. A él y a Alex.
El momento fue pesado, silencioso e inmutable. Neil parpadeó. Kevin no lo reconoció. El alivio recorrió su pecho, no muy diferente de esa primera bocanada de aire después de que sus pulmones se paralizaron. Por pura y jodida suerte, Kevin había decidido reclutar a Neil sin saber exactamente a quién estaba reclutando. Neil supuso que tenía sentido. Tenía diez años la última vez que se enfrentaron y había hecho modificaciones en su apariencia desde entonces.
La falta de reconocimiento se sintió como un retraso en su ejecución. Neil pudo respirar mejor y el deseo de correr disminuyó. Su respuesta, sin embargo, se mantuvo sin cambios. Dijo:
—Yo no diría que esto es innecesario.
—Es innecesario rechazar algo sin conocer los detalles —dijo Kevin—. Y molesto.
—Hay mil strikes que aprovecharían la oportunidad de jugar contigo. ¿Por qué no los molestas a ellos? —Era una pregunta seria, pero Neil supuso que se había burlado un poco porque el rostro de Kevin se puso amargo.
—Vimos tu expediente —dijo Wymack—. Nosotros te elegimos.
—No jugaré con Kevin.
—Lo harás —dijo Kevin como si su palabra fuera ley.
—Tal vez no te has dado cuenta —dijo Wymack, encogiéndose de hombros—. Pero no nos iremos de aquí hasta que digas que sí. Kevin dice que tenemos que tenerte y tiene razón.
—Deberíamos haber tirado la carta de tu entrenador en el momento en que la abrimos —dijo Kevin—. Tu expediente es deplorable y no quiero a alguien con tu inexperiencia en nuestra corte. Va en contra de todo lo que intentamos hacer con los Zorros este año. Afortunadamente para ti, tu entrenador sabía que no debía enviarnos tus estadísticas. Nos envió una cinta para que pudiéramos verte en acción. Juegas como si tuvieras todo que perder.
—En realidad, juega a nuestro favor que estés aquí —dijo Wymack—. Nadie fuera de nuestro equipo y de la junta directiva sabe que estamos aquí. No queremos que tu rostro esté en todas las noticias este verano. Tenemos mucho con lo que lidiar ahora y no queremos arrastrate a este desastre hasta que estés a salvo e instalado en el campus. Hay una cláusula de confidencialidad en nuestro contrato, dice que no puedes decirle a nadie que eres nuestro hasta que la temporada empiece en agosto.
La confidencialidad era buena: No es que importara. Neil no podría aceptar aun si quisiera. Tenía que cuidar de Alex, a quien aún tenía que recoger de la guardería, y a quien el jodido Kevin Day seguramente no sabía sobre su existencia. Neil tenía la intención de mantenerlo así.
—¿Y bien? —inquirió Wymack.
—Tengo que hablarlo con mi madre —dijo Neil porque sus rotundas negaciones sólo provocaban más discusiones. Tenía que alejarlos para poder salir de esa ciudad.
—¿Para qué? Eres mayor de edad, ¿no? Tu expediente dice que tienes diecinueve.
—Aun así debo preguntar.
—Ella se alegrará por ti.
—Tal vez —Neil mintió fácilmente—. Lo hablaré con ella esta noche.
—Podemos acercarte a casa.
—Estoy bien. —Vayanse, vayanse, vayanse, suplicó en silencio.
Wymack miró fijamente a Neil con una mirada dura y evaluadora antes de dirigirse a su Zorros.
—Esperen en el auto.
Kevin saltó del centro de entretenimiento y siguió a Andrew fuera del vestuario. Neil no se sintió más seguro sin ellos. Dirigió su mirada a donde Wymack estaba, ahora frente a él con la mandíbula apretada y seria.
—¿Necesitas que alguno de nosotros hable con tus padres? —preguntó.
—Estoy bien —repitió Neil.
—¿Son ellos quienes te lastiman? —cuestionó Wymack.
La pregunta era demasiado extraña, completamente hecha sin pensar, tanto que Neil parpadeó con sorpresa por un instante. Las mentiras y la falta de orientación parental hacía que la gente preguntara sobre su situación, pero casi todos tenían un mínimo de tacto.
—Deja intentarlo de nuevo —dijo Wymack, cayendo en cuenta de la hostilidad de su pregunta y reformulando ésta descaradamente—. Lo pregunto porque el entrenador Hernandez hizo comentarios al respecto. Dijo que no te cambias con los demás y no dejas que nadie conozca a tus padres. Por eso te contactó conmigo; piensa que encajas con el esquema. Sabes lo que eso significa, ¿verdad? Sabes el tipo de personas que busco. No sé si está en lo cierto, pero algo me dice que no se equivoca. De cualquier manera, si tus padres son un problema, podemos trasladarte a California del Sur antes.
Neil parpadeó de nuevo. Debía darle al hombre lo que quería. Tomó en serio su complejo de salvador.
—No puedo —dijo Neil, después se maldijo a sí mismo porque debía aferrarse a su mentira de que hablaría con su madre. Cuando Wymack abrió su boca para insistir, Neil lo interrumpió—: Tengo a mi hermano.
La comprensión apareció en el rostro de Wymack, abriendo sus ojos ligeramente. Si Wymack pensaba que era un niño abusado, Neil podría usarlo a su favor. Los niños abusados no dejaban solos a sus hermanos de cuatro años para seguir viviendo con sus abusadores.
—¿Necesitas nuestra ayuda para sacarlo de esa casa? —ofreció Wymack como si fuera tan simple. Incluso si la implicación de Neil no fuera una mentira, no sería nunca así de simple—. Podemos resolver algo con el sistema. Podemos sacarlo de esa casa.
Neil analizó sus opciones. Podría negarse rotundamente, pero Wymack podría hacer algo de cualquier manera. La gente que se consideraban salvadores tendían a actuar a pesar de las peticiones de la víctima. Si el CPS tenía en la mira a Neil, sabía que las identidades de él y Alex no se mantendrían. Neil y su madre mantuvieron a Alex en secreto por mucho tiempo y no podía dejar que Wymack arruinara eso con su lastima.
Entonces, dijo la única otra opción en la que pudo pensar.
—Soy el tutor de mi hermano. —Era parcialmente cierto, aunque no legalmente hablando.
—Podemos incluirlo en tu contrato —respondió Wymack sin rodeos—. Si firmás con nosotros, podemos cubrir las necesidades que tu hermano necesite, incluyendo educación y techo.
Neil no esperaba eso. Le tomó un par de intentos encontrar las palabras.
—¿Por qué?
Wymack se quedó en silencio por un momento. Neil examinó sus rasgos bronceados y desgastados en busca de señales de decepción.
—¿Crees que hice este equipo de esta manera porque pensé que sería un buen truco publicitario?
Si, pensó Neil, pero no lo dijo.
Wymack pareció notar la palabra implícita de todos modos y suspiró.
—Se trata de segundas oportunidades, Neil. Segundas, terceras, cuartas, las que sean, siempre y cuando consigas al menos una más de la que cualquiera quiera darte.
Neil se debatía entre la incredulidad y el desdén. Wymack era realmente el idiota idealista del que la prensa se refería. Todo lo que sus segundas oportunidades le dieron fue un equipo que luchaba entre sí mismo y perder el juego por el que le pagaban.
—¿Hay algo más que pueda ofrecerte para ayudarte a cuidar a tu hermano? —preguntó Wymack después de darle un segundo para pensarlo.
Neil miró fijamente a Wymack, inseguro de qué responder. Fue arrojado desde las profundidades, empujado de las comodidades de sus mentiras y del camino eterno. Le estaban ofreciendo no solo un futuro para él, sino que también un hogar permanente para su hermano. Comida, un techo, educación para Alex después de cuatro años viviendo de barras de granola, apropiarse casas y cuartos de motel. Como mínimo, Neil tenía recuerdos de un cuarto propio y posesiones. Llegaron con la amenaza de su padre, pero él tenía un nombre y sentido de permanencia. Alex aún no tenía una identidad en la cual basarse, y Neil vio como vagaba sin rumbo de vez sin solidificarse del todo en realidad.
Era un riesgo demasiado grande, pero también una gran oportunidad.
Kevin no te reconoce, susurró una suave voz persuasiva en su cabeza. Podrías tener una vida. Jugar Exy. Ir a la universidad. Podrías descansar.
—Necesito pensarlo —finalmente dijo Neil.
Wymack asintió No parecía satisfecho de ganar terreno con la anterior negación inquebrantable de Neil. En cambio, simplemente parecía cansado.
—Quedate con los papeles esta noche —dijo, entregandole la carpeta de nueva cuenta a Neil. Esta vez. Neil la tomó—. Tu entrenador puede mandarme por fax las copias firmadas el lunes y podemos trabajar en añadir a tu hermano en este después. Si decides firmar, alguien los recogerá en el Aeropuerto Upstate Regional al día siguiente de tu graduación. El doce de mayo.
Neil se debatió en decir gracias, pero en lugar de eso solo miro al suelo. Wymack pareció entender algo que Neil no hizo en el silencio porque soltó un suspiro de resignación y caminó en busca del entrenador Hernandez.
Tan pronto como estuvo solo, Neil contuvo el aliento entrecortadamente. Su pecho subió y sus hombros se encogieron. Su madre estaría teniendo un ataque de ira si supiera que lo estaba considerando. Sintió sus dedos fantasmas tirando de su cabello y golpeando con fuerza en sus oídos. Sigue corriendo, era su mantra, Correr es sobrevivir.
El movimiento constante estaba convirtiendo a Alex en un cascarón vacío. Neil sabía que ahí tenía una pequeña esperanza para él, pero ¿de qué servía su vida si solo lograba continuar con el legado de tormento para su hermano? ¿Y qué tan bueno sería vivir si no hubiera nada por lo qué vivir?
La mirada de Neil recorrió el vestuario en búsqueda de ojos persistentes. Cuando revisó cada rincón y cada grieta, se arrastró hasta los lavabos y miró fijamente su reflejo. Su cabello castaño teñido y sus ojos marrones falsos lo hacían lucir común y corriente. Aún así, Neil veía a su padre en su rostro, en la forma de su mandíbula y la forma de sus ojos. Regularmente Neil se miraba a sí mismo y sentía que su reflejo era alguien más. Hizo una mueca y apartó la mirada de los rasgos que lo convertían en el hijo de su padre y se acercó para revisar las raíces de su cabello. Estaban tan oscuras como las puntas.
Suspiró y retrocedió, colocando su bolsa de lona delante para guardar la carpeta dentro. Cuando regresó a la sala principal, tanto Wymack cómo Hernandez estaban esperándolo. Neil los ignoró y caminó hacia la puerta.
Andrew estaba holgazaneando junto a la camioneta gris del entrenador Hernandez, apoyado contra la puerta trasera. Levantó la vista cuando Neil pasó y le dió una sonrisa burlona.
—¿Demasiado bueno para jugar con nosotros y demasiado bueno para ir en auto con nosotros? —conturreó.
Neil le lanzó una mirada fría, aún le dolía el abdomen. Su necesidad de correr se apoderó de él y se apresuró a trotar y luego a correr, dejando a los Zorros y a los molestos entrenadores y sus argumentos desesperados atrás mientras un contrato que le ofrecía posibilidades y riesgos rebotaba en su espalda.
Todo lo que tienes que hacer es firmar la línea punteada y serás mío por cinco años.
Había un beneficio en no ser una persona real. Las promesas cimentadas con firmas no lo mantenían atado. Bien podría aceptar e irse unos meses después. Esto le daría a Alex un momento de descanso, y a él un momento para fingir.
Neil corrió cinco kilómetros hasta la guardería. Cuando llegó, sudoroso y jadeante, ya había pasado la hora de la cena y el cielo estaba oscuro. Una punzada de preocupación le hizo acelerar el paso hasta la puerta, abriéndola a toda prisa.
—Se suponía que cerraremos hace treinta minutos —se quejó Janette con un resoplido irritado. Todos los demás niños y empleados se habían ido ya, dejándola en la recepción con el ceño fruncido y el maquillaje mal envejecido.
—Lo siento —dijo Neil por reflejo. Sus ojos recorrieron el lugar en busca de Alex —. ¿Dónde está?
—Escondido en alguna parte —respondió Janette, agitando su mano afelpada y sin callos. Sus dos barbillas se agrandaron mientras se reclinaba en su asiento para seguir leyendo su revista.
Neil le lanzó una mirada mordaz antes de pasar. Alex era bueno escondiéndose y lo hacía a menudo. Los primeros días que Neil lo dejó en la guardería, Alex encontró un lugar para refugiarse y ningún empleado pudo encontrarlo durante horas. La guardería llamó a Neil mientras estaba en clase, él faltó a la escuela y corrió tan rápido como pudo solo para que Alex reapareciera una vez que estuvo presente. Luego de varios días de lo mismo, los empleados dejaron de llamar.
La guardería era una colección de juguetes baratos donados y dibujos infantiles realizados en colores primarios. En las paredes había huellas de manos descoloridas que parecían más amenazadoras que divertidas. Si alguien le preguntara a Neil, la guardería era deprimente y francamente siniestro, pero no era caro y nunca preguntaban por sus padres. Lugares como éste, que carecían de demasiados permisos y de demasiado cuidado, tendían a ser discretos.
Neil no se molestó en buscar a Alex. Encontrar a Alex en su escondite no solo tomaba una cantidad insana de tiempo, sino que también servía para hacerlo entrar en pánico. En cambio, Neil se paró al centro de la habitación principal y echó un vistazo a las mesas miniatura y los armarios.
—Ha salido el sol y el cielo está despejado —dijo.
Una cabeza se asomó desde uno de los armarios. Cuando Alex vio a Neil, asomó el resto de su cuerpo y cerró la puerta con un suave chasquido. Neil le tendió la mano a modo de invitación.
Alex corrió hacia él y se aferró desesperadamente, con las palmas húmedas. Neil levantó a Alex contra su pecho. Rápidamente envolvió el cuello de Neil con sus brazos y pasó sus piernas por su cintura, su agarre era lo suficientemente fuerte imitando al de un mono. Neil se sintió más tranquilo al instante. Aunque el apoyo era innecesario, colocó su mano en la espalda de Alex mientras salían de la guardería. Janette le lanzó una mirada cuando pasó, resoplando y pasando la página de su revista deliberadamente.
Neil caminó por las oscuras y vacías calles hacia el vecindario donde estaban allanando. Alex enterró su rostro en la curva del cuello de Neil, dejándolo sentir su respiración en pequeños soplidos, uniformes y cálidos.
Se preguntaba si sería un día para hablar. Algunos días Alex podía hablar con frases completas y coherentes que estaban sorprendentemente bien articuladas para su edad. Otros días no emitía ni un solo ruido. Ninguna pregunta ni pizca de curiosidad podían incitarlo siquiera a susurrar. Neil a menudo se preguntaba si fue su madre quien lo hizo así o fue Neil mismo.
Estaba intentando solucionarlo. Había robado algunos libros de la biblioteca sobre el aprendizaje del lenguaje de señas y lengua de señas americana (LSA) y estaban metidos con su carpeta al fondo de su bolsa de lona. Él y Alex podían tener pequeñas y simples conversaciones con señas el los días de sin habla.
Su pregunta fue respondida cuando la voz de Alex sonó, tranquila y cuidadosa.
—Llegaste tarde.
—Si, Me tope con algo en la escuela.
—¿Algo malo?
—No. Solo algo.
Alex tomó esto como la verdad y se relajó completamente, derritiendose sobre Neil. Sostenerlo así hacía que Neil se sintiera infinitamente incapaz. ¿Cómo se supone que mantendría a Alex a salvo? Ni siquiera su madre pudo manejarlo, y ella era fuerte, astuta y paciente. Neil esra tonto, impulsivo y hostil. Era la persona equivocada para este trabajo, y terminó siendo la única para ello. Si el pensara que tenía una suerte d emierda, Alex lo superaba.
La mala suerte de Alex inició con su concepción, un ataque en el camino mientras huían que cometió su sádico padre antes de intentar matar a su ex esposa. Hubo un intento fallido de aborto. Después de eso, entró en labor de parto en la parte trasera de un sedan robando mientras un Neil de catorce años (Chris en ese entonces) entraba en pánico y luchaba impotente ante las órdenes de su madre. Después vinieron diez nombres, de los cuales Alex reclamó uno como su favorito. Vivía escondiéndose y entre secretos interminables que su madre estaba demasiado ansiosa por recordarles la importancia. Neil tenía el cielo, al menos. Tenía las armas que le dejó su madre, tenía "Abram", y tenía la habilidad de correr en lugar de esconderse.
La mala suerte de Alex le dio una existencia borrosa y ambigua de la que solo Neil conocía. La única cosa buena que venía de la mala suerte de Alex fue que el universo parecía decidido a mantenerlo con vida. Neil estaba vivo por la fuerza de voluntad de su madre. Alex solo tenía la protección de Neil y, sin embargo, ahí estaba, acurrucado en el pecho de Neil y respirando profunda y uniformemente.
Neil lo protegería tanto como pudiera. Sería mejor con Alex que su padre y su madre. Esto se lo prometió a sí mismo.
A pesar del peso de la bolsa de lona en su espalda y Alex al frente, Neil lo apretó con mayo fuerza cuando giró hacía el vecindario. Pensó de nuevo en la carpeta en su bolsa.
Cuando llegó a la casa que allanaban, Neil le dió tres palmadas a Alex en su espalda. Alex soltó su agarre y Neil lo bajó al suelo. Sin que se lo pidiera, Alex se arrastró entre los arbustos que bordeaban la pared junto a la puerta principal, desapareciendo al instante entre el follaje.
Neil exploró la casa con su acostumbrada agudeza. Cuando determinó que estaba libre de amenazas, regresó a la puerta y tocó tres veces. Alex salió de entre los arbustos y lo siguió adentro.
—¿Tienes hambre? —le preguntó Neil mientras se dirigían a la habitación de arriba donde dormían. Tenía una ventana con un acceso lejano, pero seguro al patio trasero. También estaba lejos de la puerta principal, dándoles el tiempo suficiente para reaccionar si escuchaban un intruso.
—No —respondió Alex por lo bajo, con la voz un poco inentendible por la manga que tenía en la boca. Neil se agachó para apartarse y Alex dirigió sus grandes ojos marrones hacia él. A diferencia de Neil, era su color natural. En un raro golpe de suerte, obtuvo los ojos de su madre en lugar de los de su padre. Aunque su cabello castaño rojizo era un desafortunado atributo transmitido por el patriarca. Neil tuvo que empezar a teñir los rizos desordenados de Alex del mismo tono que los suyos.
—¿Qué te dieron de comer en la guardería? —preguntó Neil, cerrando la puerta y colocando el seguro antes de sentarse en el nido de mantas que habían reunido en la esquina.
—Macarrones con queso y fruta.
—¿Te comiste todo?
—Si.
—¿Neil miró a Alex y este se encogió ligeramente.
—Casi todo —corrigió.
Neil decidió no presionar y tomó una barra de proteína de su pila para él. Mientras rompió el envoltorio y se metió un bocado a la boca, observó a Alex. Alex le devolvió la mirada. Se sentaron rodilla con rodilla, Alex mirando hacía arriba con ojos de ciervo y un puchero en sus labios carnosos que eran demasiado serios para un niño pequeño.
Después del segundo bocado, Neil extendió la mano y pellizcó la mejilla de Alex. Alex frunció el ceño y apartó la mano, haciendo que Neil sonriera.
—No volveré a llegar tarde —dijo, mintiendo, porque nunca podría saber si eso era cierto.
Pero Alex asintió y se relajó, arrastrándose hacia el regazo de Neil para poder presionar su oreja contra el pecho de Neil y escuchar su corazón. Neil lo dejó, y pasó una mano alrededor del cuerpo huesudo de Alex para actuar como barrera entre Alex y el mundo.
Cuando terminó su barra, Neil dejó a un lado envolvimiento y usó su mano ahora libre para peinar los rizos de Alex. Los ojos de Alex se cerraron y las pestañas revolotearon contra sus mejillas redondas y pecosas.
—La bolsa tiene un bulto —murmuró Alex, con los ojos aún cerrados. Neil miró hacia donde había dejado su bolsa de lona al lado de su cama improvisada. De hecho, el contorno de la carpeta era visible a través de la solapa superior.
Neil miró fijamente ese contorno durante varios segundos antes de que sus ojos se arrastraran para mirar a Alex. Los momentos antes de hablar fueron pesados y llenos de pánico, su respiración se mantuvo constante solo porque Alex estaba tan cerca que escucharía si se enganchaban. Tal como estaban las cosas, Alex probablemente escuchó cómo su corazón acelerarse.
Fueron necesarios tres intentos antes de que Neil pudiera hablar.
—¿Te gustaría quedarte con Alex un poco más?
N/A:
¡Aquí está el primer capítulo! Como dije, hay muchas similitudes con el primer capítulo canonico, pero eso cambiará gradualmente.
Además, releer el primer capítulo de AFTG es muy divertido, Neil fue insolente desde el principio, no sé por qué algunos de los Zorros se sorprendieron con su descaro. Sr. "Nadie recluta en Millport. Nadie sabe dónde está". Creo que Nora Sakavic mencionó en el contenido extra que Neil no tiene mucho sentido del humor, pero eso se cuestiona literalmente en cada una de sus escenas de diálogo.
¡Espero que hayan disfrutado el primer capítulo! Disfruto escribir a Neil como un hermano y a Alex como ese hermano. Dejenme saber si creen que debería agregar otras advertencias o qué piensan. :)))
N/T:
Muchas gracias a todes, espero que disfruten la traducción y no se olviden darle apoyo al fic en su idioma original. Nos vemos en la próxima actualización, les amo. <33
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