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𝟓𝟓. 𝐃𝐄𝐒𝐂𝐀𝐍𝐒𝐀

Capítulo 55

Lord Havel entró en la sala privada, encontrando al rey concentrado, en el pergamino de uno de los libros que revisaba frente al librero, y al sentir la presencia del hombre, Valerio volcó su vista hacia él.

—¿Mi rey ordenó mi presencia? —inquirió el lord, de pie frente a la puerta.

—Sí, Lord. Por favor. —Valerio caminó hacia su escritorio y tomó lugar en su silla—. ¿Recuerda usted qué tipo de acuerdo gestionó mi padre con los Filty para la unión de Verti y Kathrina?

—Sí, mi rey. —El lord se acercó al escritorio frente a Valerio—. El acuerdo fue simple. Su padre aseguró con los Filty que en caso de que la princesa no pudiera cumplir con sus deberes matrimoniales y darle un hijo al príncipe, el matrimonio podría ser anulado a solicitud del príncipe Verti con la autorización del rey.

—¿Los Filty no impusieron ninguna estipulación en caso de que el príncipe Verti solicitara la anulación por otras razones que no fueran las acordadas?

—Claro, mi rey. Su padre, junto al rey de la casa Filty, dejó claro que la única manera en que Kathrina pudiera regresar a su reino era con la anulación del matrimonio o en compañía de su esposo, junto a de una compensación por lo que sería su segunda unión disuelta sin causa aparente. —Lord Havel miró a Valerio, confuso al ver la mirada preocupada de su señor—. ¿Puedo preguntar qué sucede, majestad?

Valerio se pasó las manos por el rostro, dejando ver su irritabilidad, y observando al lord, dijo:

—Necesito sacar a la princesa Kathrina del castillo, Lord, pero inevitablemente esto la separará de Alaska, y a pesar de todo, Kathrina parece querer a su hija. ¿Cree usted que sería correcto separar a una madre de su hijo?

—Recuerde, majestad que los niños nacidos en esta familia pertenecen a la institución, y como rey, usted tiene el poder de separar a la princesa Kathrina de la princesa Alaska si decide ordenar su regreso al castillo Filty. Esto también se encuentra estipulado en el acuerdo matrimonial. ¿Pero por qué necesita desterrarla, majestad?

—Kathrina le ha faltado el respeto a la reina Luna, y eso no puedo permitirlo. —Valerio se recostó sobre el espaldar de su asiento—. Estuve considerando enviar a Verti y a Kathrina a Escandineva, pero eso podría ser arriesgado para mi sobrina. Así que escuche bien, Lord; necesito que redacte una orden de anulación del matrimonio entre el príncipe Verti y la princesa Kathrina Filty. Una vez ese papel esté listo, por favor tráigamelo para firmarlo, y después se lo entrega al príncipe con la estricta orden de que lo firme y añada la compensación estipulada a los Filty, sin importar cuanto sea.

—Como ordene, mi rey.

—Gracias, Lord; puede retirarse. Por favor, asegúrese de que la reina Irenia sea quien maneje esta situación con la princesa Kathrina y el príncipe Verti de la manera más adecuada.

—Como diga, majestad.

El lord se reverenció ante Valerio y salió de la sala para ejecutar la orden de hacer efectiva la partida de Kathrina del castillo.

Ajena a su inevitable expulsión del castillo, Kathrina se encontraba en sus aposentos, de pie junto a la cuna de Alaska, viéndola dormir plácidamente, hasta que el sonido de la puerta tras ella cerrándose captó su atención, y al girarse, se encontró con Verti de pie junto a la puerta.

—¿Qué haces aquí, Verti? —Ella se agarró de la cuna—. Hay un guardia cuidando la puerta. ¿Cómo entraste?

—¿De verdad crees que un guardia va a impedirme venir a ver a mi esposa y a mi hija? —sonrió Verti, notando el temblor de las manos de la mujer.

—Desde que me dejaste en claro tu desprecio por Alaska, no has venido aquí. ¿Por qué lo haces ahora?

—No he venido porque no he querido, no porque no pueda. —Verti avanzó un par de pasos, con la mirada fija en ella—. Te recuerdo que en este castillo hay muchos guardias que me sirven a mí y obedecen mis órdenes.

—Pues yo, yo. —titubeó nerviosa—. Alaska y yo estamos bien, así que no tienes que preocuparte. No te necesitamos.

—Lo sé. Sé que esa niña no me necesita, como también sé que tú no me necesitas a mí. Tú necesitas a Valerio, ¿no es así?

El corazón de Kathrina se aceleró al oír las últimas palabras de Verti; junto a la carga de amenaza en ellas, y en cuestión de segundos, ella corrió hacia la puerta antes de que pudiera alcanzarla, pero él fue más rápido.

Verti sujetó a Kathrina del cabello con violencia, y arrastrándola hacia él, logró que ella soltara un grito agudo, mientras sus manos luchaban por zafarse.

—¡Verti, por favor, suéltame! —suplicó, intentando liberarse de su agarre—. Te juro que no sé de qué estás hablando ni por qué mencionaste a Valerio.

Él la giró con brusquedad, obligándola a enfrentarlo mientras la seguía sujetando con fuerza.

—¿Crees que soy estúpido? Pudiste haberme faltado con quien quisieras en este castillo, pero tenías que intentarlo con Valerio, ¿no?

—Verti, me estás lastimando. —Kathrina sollozó, sintiendo cómo su cuero cabelludo ardía por la presión de su agarre.

—¿Te lastimo? —Verti se burló con desprecio—. Siempre supe que eras una puta arrastrada, ¡pero de verdad creíste que no me iba a enterar de que querías meterte en su cama!

Los nudillos de Verti se estrellaron contra el rostro de Kathrina, partiéndole la boca, y la fuerza de la bofetada hizo que su cabeza se estrellara contra el dosel de la cama, pero sus manos se aferraron a la madera, tratando de no caer al suelo.

Kathrina sollozó contra el dosel con la respiración agitada, y girando su rostro cargado de rabia hacia Verti, dijo:

—¿Qué es lo que te duele, Verti? Tú no me quieres, yo no te importo. ¿Por qué te duele que quiera estar con tu hermano? ¿Acaso tienes miedo de que él te quite algo más de lo que crees que te pertenece?

Sintiendo reto y mofa en sus palabras, él la tomó por el cabello y la arrastró hacia la cama.

—¡No vuelvas a hablarme así!

—¡Suéltame, suéltame, Verti!

Kathrina gritó y forcejeó en medio de un llanto agónico para que él la soltara, pero Verti la arrojó sobre el lecho y comenzó a golpearla en el rostro una y otra vez de forma errática, al tiempo que gritos de ruego para que se detuviera se ahogaban en su llanto, mientras los sollozos de Alaska se hacían más audibles en la habitación, al ser  despertada por los gritos de sus padres, pero aun así, Verti no se detuvo hasta descargar toda su rabia sobre Kathrina.

Hiperventilando, Verti se apartó, mirando a su esposa la mano manchada de sangre en los nudillos, mientras Kathrina sollozaba y se giraba de lado sobre las sábanas con el rostro cubierto de sangre.

—Voy a hacer que pagues por esto con algo más que golpes —habló él con desprecio—. Esto es poco para lo que mereces.

—Por favor, ya, ya —sollozó

—¡Cállate! —gritó él, hundiendo el rostro herido de ella contra el lecho como si quisiera quitarle el aire—. ¡Cállate! Y cuando esté hablando, no me respondas.

Verti soltó la cabeza de Kathrina con desdén, y al levantarla con dificultad, ella jadeó como si le faltara el aire, pero en medio de su lucha por respirar; sus ojos se desviaron hacia el buró junto a la cama, observando un estilete sobre la mesa, y la rabia en sus ojos cobró más fuerza.

Kathrina agarró el estilete y se giró, viendo a Verti darle la espalda, y saltó sobre él  hundiéndole el arma con todas sus fuerzas.

—¡Maldito! ¡Maldito, te odio, te odio! —gritó con furia, sacando la hoja y volviéndosela a clavar varias veces.

Verti gruñó al sentir el filo del estilete hundiéndose en su piel, pero el golpe de adrenalina lo mantuvo en pie, y él se giró dándole un golpe a Kathrina en las manos, arrancándole el estilete.

Al verse desarmada, ella sintió un insoportable pánico apoderarse de su cuerpo, al ser consciente de que si él la atrapaba, ese sería su fin, así que ella corrió hacia la puerta y comenzó a golpearla con desesperación, tratando de abrirla, pero al parecer estaba trabada desde afuera.

—¡Abran! ¡Por favor, abran la puerta!

Los gritos de Kathrina se hundieron sin respuesta cuando Verti la alcanzó y la volvió a tomar del cabello con brutalidad. En su desesperación por sobrevivir, ella se giró y lo golpeó en la cara mientras él intentaba sacársela de encima, hasta que en medio del forcejeo, el estilete cayó al suelo.

Kathrina se lanzó al suelo, tomándolo primero que él, y antes de que Verti se fuera de nuevo sobre ella, le hundió el arma cerca del abdomen, y él se paralizó frente a ella, sintiendo cómo la hoja perforaba lo profundo de su carne.

Kathrina soltó el estilete con las manos temblorosas, y aprovechando la parálisis de él, ella corrió hacia la cuna para tomar a Alaska y salir de la habitación para pedir ayuda, pero Verti se sacó el estilete de la herida y se fue contra Kathrina, hundiéndoselo en la garganta frente a los ojos de su hija.

Kathrina intentó hablar, observando a su hija frente a ella, mientras su mano temblorosa se extendía como si quisiera alcanzarla, pero Verti sacó el estilete de su cuello, y ella se desplomó sobre el suelo mientras la sangre brotaba de la herida, y en medio de su desesperación, trató de aferrarse a la cuna, donde su hija  seguía llorando con angustia.

El dolor en la espalda, el abdomen y la clavícula de Verti se intensificó, sintiendo  cómo sus fuerzas lo abandonaban, y en medio de pasos torpes, él retrocedió hasta la pared, dejándose caer contra ella con la respiración un poco entrecortada.

Las puertas de la habitación se abrieron en ese momento, y Verti levantó la mirada, observando la figura de su madre, quien estaba paralizada en la puerta, contemplando la sangrienta escena frente a ella, con el eco del llanto de su nieta llenando la habitación.

Los ojos de Irenia se posaron en Kathrina, quien yacía muerta en un charco de sangre junto a la cuna, y luego desvío la mirada hacia su hijo, observándolo herido y sentado contra la pared.

—¿Qué? —la voz de Irenia se quebró mientras miraba horrorizada la habitación—. ¿Qué pasó aquí, Verti? ¿Qué pasó con Kathrina?

—Mamá —se escuchó la débil y rota voz de Verti, envuelta en un sollozo—. Mamá, ayúdame.

Irenia lo miró con horror y melancolía, evidenciando lo que tanto temía, y su mirada se suavizó al verlo herido frente a ella.

—Mamá, ayúdame, por favor —sollozó, extendiéndole la mano—. Por favor, no me dejes morir, mamá.

Irenia dio un paso hacia Verti, conmovida por la súplica de su hijo, pero cuando quiso avanzar más, vio que él sostenía algo filoso en su otra mano, como si lo estuviera preparando, y de inmediato ella se frenó dando un paso atrás.

Al notar que ella se había dado cuenta de lo que pretendía, Verti sonrió y luego comenzó a reírse, mirándola a los ojos.

—Maldita vieja, cómo me conoces —se burló, con un intenso odio en su mirada.

Irenia endureció su expresión y retrocedió un paso más, observando la actitud maniaca de su hijo.

—Usted siempre ha sabido leer todas mis intenciones —su voz se escuchó entrecortada, cargada de un vibrante rencor en cada palabra—. Siempre ha sido un obstáculo para mis deseos y mis planes, pero no se sienta diferente ahora. Usted es igual de miserable que yo, así que haga lo que haga, se va a hundir en el mismo fango que yo.

—¿Por qué hiciste esto, Verti? —preguntó Irenia con un nudo en la garganta.

—¡Por su culpa! —gritó él, señalándola con el estilete—. Diga lo que diga, haga lo que haga, todo siempre será su culpa.

Con un último arranque de furia, Verti se impulsó desde el suelo, lanzándose hacia su madre, quien retrocedió asustada, pero su cuerpo no resistió y cayó boca abajo sobre el suelo, debilitado por la pérdida de sangre que seguía emanando de sus heridas.

Irenia se quedó de pie frente a él, observándolo en el suelo, sintiendo un nudo de emociones desgarradoras acumuladas en su pecho, y al notar que él ya no se movía, ella pensó que estaba agonizando, así que se acercó lentamente, dejando salir unos leves sollozos de dolor de su interior, pero en ese instante, Verti alzó la cabeza,  extendió su mano, y tomando a Irenia por el pie la tiró al suelo.

Irenia intentó zafarse del agarre de su hijo, pero él se arrastró con fuerza sobre ella y sosteniendo el estilete, intentó clavárselo en el cuello, pero su madre logró meter las manos, conteniendo las de su hijo antes de que el objeto tocara su cuerpo, aprovechando su debilidad.

—¡Verti!

—Voy a disfrutar matarla, así como disfruté joder a Valerio, y como disfruté quitarle el aliento a mi padre con uno de los cojines de su cama, viendo cómo luchaba por respirar.

Las palabras de su hijo golpearon a Irenia, ya que con ellas, confirmó la sospecha que Valerio tenía de que Verti había matado a su padre, pero sin importar nada, ella debía luchar contra él, y con un último esfuerzo, movió la rodilla bajo el cuerpo de Verti, golpeando la herida en su abdomen.

Verti dejó caer el estilete de su mano mientras su grito desgarrador se oía en toda la habitación, y sabiendo que él no se detendría hasta matarla; Irenia alcanzó el estilete antes que él y lo hundió en el pecho de su hijo, paralizándolo al instante.

Los ojos de Verti se encontraron cara a cara  con los de su madre, y su boca se entreabrió, como si quisiera decir algo, pero no emitió sonido alguno.

Irenia soltó el arma con horror, llevándose las manos a la boca, incapaz de creer lo que había hecho. Él cuerpo de Verti cayó sobre ella, y con sus últimas fuerzas, él se sacó  el estilete de su pecho, lanzándolo lejos. La  mano ensangrentada de Verti buscó la de su madre, mientras ella lo miraba a los ojos y  le susurraba con insistencia que lo perdonara, al tiempo que él se aferraba a la mano de Irenia con fuerza.

Irenia lo miró, paralizada, sintiendo cómo la sangre caliente de su hijo manchaba su regazo, mientras que Verti temblaba, con los ojos enrojecidos por el esfuerzo, el dolor y la rabia.

—Espero, Espero que ellos le arranquen la cabeza a usted y a Valerio —murmuró con dificultad, escupiendo sangre por la boca.

Al oír las palabras de su hijo, aún incluso al borde de la muerte, ella comenzó a mecerse en el suelo con el cuerpo de Verti mientras su mirada reflejaba como la presión contenida en su pecho se iba quebrando, hasta que estalló en un llanto que poco a poco se fue volviendo agudo, mientras apretaba el cuerpo de Verti contra su pecho.

—Que los dioses se apiaden de tu alma, hijo —susurró ella, en medio de un desgarrador llanto, mientras sus manos, cubiertas de sangre, acariciaban el rostro de su hijo, el que aún la miraba directo a los ojos, mientras la vida se le escapaba poco a poco.

—Yo, yo no… —balbuceó, sin lograr terminar.

—Suéltalo, hijo. Libérate ya de ese odio, y de esas ambiciones, Verti —sollozó ella, mirándolo a los ojos—. Descansa, hijo mío. Descansa.

Esas fueron las últimas palabras que Verti escuchó antes de que sus pupilas se dilataran, dando así su último aliento de vida.

Al darse cuenta de que su hijo había muerto, Irenia dejó salir un horrible grito, aferrándose a él como si aún pudiera retenerlo en vida, mientras su llanto desgarrador hizo temblar toda la habitación, como si cada objeto inerte dentro de aquel lugar pudiera sentir el dolor de aquel lamento.

Justo en ese instante, la puerta se abrió de golpe y Valerio entró, seguido por un par de guardias, encontrándose con la desgarradora escena de su madre sosteniendo en sus brazos el cuerpo sin vida de su hermano.

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