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𝟓𝟒. 𝐄𝐍𝐓𝐑𝐄 𝐋𝐀 𝐄𝐒𝐏𝐀𝐃𝐀 𝐘 𝐋𝐀 𝐏𝐀𝐑𝐄𝐃

Capítulo 54

La puerta de los aposentos de Kathrina se abrió de golpe, y en compañía de su nana Helen, Luna entró sin pedir pase. Al ver a la reina frente a ella, Kathrina se levantó de la cama con la mirada temerosa.

—Luna —reaccionó Kathrina con sorpresa, mientras la nana de Alaska levantaba a la bebé de la cama y la señorita Margot se colocaba tras su niña.

—Reina Luna —recalcó—. Ten más respeto cuando te dirijas a mí, Kathrina. Recuerda que soy la reina y la legítima esposa del rey, aunque parece que esas dos cosas se te han olvidado.

Al escuchar las últimas palabras de Luna, Kathrina supo de inmediato que ella ya sabía lo que había sucedido, pero sería cautelosa.

—No entiendo a qué te refieres, Luna. Yo…

—¡Siempre pensé que tus malestares y quejas cuando el rey estaba cerca eran extrañamente oportunos, pero jamás imaginé que en realidad, intentarías algo con mi esposo, y que sobre todo te atrevieras a meterte en su sala privada para seducirlo y besarlo!

—¿Él te lo dijo?

—Aún no, pero no hace falta que lo haga para saberlo. Y no dudes que me lo dirá, porque entre él y yo no hay secretos.

Kathrina suspiró con desagrado, manteniendo su mirada en Luna sin saber qué decir, al sentir cómo la rabia empezaba a emerger dentro de ella.

—Lamento mucho todo lo que has tenido que pasar aquí, pero eso no te da derecho a insinuártele a mi esposo. Así que espero que vayas preparando tus cosas junto a una buena excusa para Verti y todos en este lugar, ¡porque voy a asegurarme de que te vayas de mi casa!

Luna se giró para irse de la habitación, pero antes de que pudiera cruzar la puerta, la rabia que estaba elevándose dentro de Kathrina explotó.

—¡No puedes sacarme de aquí!

Luna se detuvo en seco y se giró de nuevo hacia Kathrina con la mirada gélida.

—¿Qué dijiste?

—Este lugar no gira a tu alrededor, Luna, así que te recuerdo que soy la esposa de Verti, y mientras siga casada con él y tenga a su hija, no podrás hacer nada. Al menos tú no.

—¡Mi niña, discúlpate! ¡Es tu reina! —intervino la señorita Margot, intentando frenar la lengua de Kathrina, pero su niña no tenía intenciones de retractarse.

—¡No me voy a disculpar! —alegó con rabia, enfocando su mirada en Luna—. Te crees la dueña de todo, ¿no es así? Crees que tienes el poder de este lugar, el respeto y la atención de todos en el castillo, de los sirvientes, de la reina Irenia y de Valerio, ¡y también te complace tener la atención de mi esposo!

—El asunto de Verti no tiene nada que ver aquí —alegó Luna con molestia, acercándose a Kathrina.

—¡Para mí sí! —gritó Kathrina—. Todo estaba bien hasta que tú volviste a este lugar, porque fue ahí cuando él intentó buscarte para decirte que aún te quería. ¡Y no te atrevas a negarlo porque yo los vi hablando en la biblioteca!

—¡Eso no justifica la falta de respeto que tuviste con mi esposo!

—¡Pues no me importa y no me voy a ir! —alegó Kathrina, enfrentándola—. Por si no lo tienes claro, Valerio solo me pidió que me alejara de él, pero no me ordenó salir del castillo. Y para que lo sepas, no me arrepiento de lo que hice, ¡y créeme que voy a seguir intentando acercarme a él, porque tú no eres la única que tiene derecho a tenerlo todo aquí!

El sonido de la mano de Luna impactando en una bofetada en el rostro de Kathrina se escuchó en la habitación, dejando atónitos a todos.

Kathrina quedó paralizada con una mano sobre su mejilla, mientras su mirada, llena de rabia, atravesaba la de Luna, y dejándose llevar por el impulso, la princesa se movió hacia ella con la intención de devolverle el golpe, pero la señorita Margot no lo permitió.

—¡Mi niña, no lo hagas! —la jaló del brazo.

—Después de que tu esposo me dijera cuánto te aborrecía, entendí lo horrible que debía ser para ti estar aquí —Luna mantuvo su mirada desafiante y firme sobre Kathrina, para dejarle en claro que ella tenía el control—. Por eso te brindé mi amistad y mi compañía, para que no estuvieras sola en este lugar. ¿Y así me pagas?

—¡Cállate!

—No tengo por qué soportar tu deslealtad y tu hipocresía, Kathrina, y si mi esposo, por lástima no te ha echado del castillo, créeme que yo sí lo haré. No puedo tener consideración con alguien tan rastrero, traicionero, miserable y desagradecido como tú. Y no te preocupes por tu esposo; sé que Verti estará de acuerdo en que te vayas porque, como bien dices, él no te quiere.

Luna se giró y salió de la habitación acompañada de su nana, mientras que Kathrina se hundía en su rabia, sintiendo cómo las palabras de Luna atravesaban su pecho.

Tras el enfrentamiento entre Kathrina y Luna, la reina se dirigió a sus aposentos, donde permaneció parte de la mañana junto a su nana Helen y a su hijo, al cual estaba amamantando sentada en el mueble junto a la ventana.

Al terminar de amamantar a Bastián, ella se lo entregó a su nana, y la mujer lo tomó con cuidado y lo acomodó en la cuna, asegurándose de que el pequeño durmiera plácidamente. Después, se dirigió de nuevo hasta el mueble donde estaba su niña y se sentó junto a ella.

—¿Ya te sientes mejor, mi niña?

—No lo sé, Nana —dijo Luna con la mirada perdida en la ventana—. Creo que sí. Solo le estoy rogando a los dioses que cuando Valerio venga, me diga la verdad y no me oculte nada, porque temo que lo haga.

—No creo que lo haga, mi niña. Tu esposo te ha dejado muy en claro que te ama. Créeme cuando te digo que él le dejó en claro a esa mujer que tú eres la única a quien él miraría en toda su vida.

En ese momento, la puerta se abrió y Valerio entró, interrumpiendo la conversación.

—Señorita Helen, por favor, déjeme a solas con mi esposa un momento.

—Sí, mi rey —respondió la mujer, haciendo una ligera reverencia antes de abandonar la habitación y cerrar la puerta tras ella.

Valerio caminó hacia la cuna de Bastián, y observando a su hijo dormir, preguntó:

—¿Acaba de dormirse?

—Sí —respondió Luna sin apartar la vista de la ventana.

Percibiendo algo extraño en ese “sí”, Valerio se acercó al mueble donde ella estaba sentada y tomó asiento en un sillón frente a ella.

—Mi amor, tengo que hablar contigo sobre algo que ha sucedido.

—Ya sé lo que pasó con Kathrina —dijo ella, mirándolo con los ojos empañados.

—¿Ya lo sabes?

Ella se levantó del mueble. —Sí, ya lo sé.

—Luna, yo. —Él se levantó de su lugar, siguiéndola—. Yo no sé cómo te enteraste, pero quiero aclararte que yo no…

—Lo sé —ella lo interrumpió dándole la cara—. Sé que no fuiste tú quien la besó, sino ella a ti. Sé que la apartaste y la expulsaste de tu sala privada, pero también quiero que sepas que fui a confrontarla.

—¿Qué? —Valerio la miró con sorpresa—. ¿Cómo que fuiste a confrontarla?

—¿Te molesta la idea de que lo haya hecho?

—No, no es eso —Valerio pasó una mano por su cuello—. Pero creo que no debiste hacerlo.

—¿Y por qué no?

—Porque no es propio de una mujer en tu posición. Si ya sabías lo que ocurrió, también deberías saber que yo puse a Kathrina en su lugar.

Luna sonrió con sarcasmo. —¿Estás seguro de que lo hiciste?

Valerio frunció el ceño, comenzando a molestarse. —Sí, lo hice, Luna. Yo le dejé en claro a Kathrina que no podía volver a hacer algo así, que mi única responsabilidad con ella es por mi sobrina y por mi papel como rey de esta casa, y sobre todo, le dejé en claro que tú eres mi esposa y que jamás te faltaría al respeto.

—Eso está bien, Valerio. Te agradezco que me des mi lugar, pero no es suficiente.

—¿Cómo que no es suficiente, Luna? ¿Qué más podría hacer aparte de serte leal y defenderte como mi esposa?

—Quiero que saques a Kathrina del castillo.

—¿Qué? —Valerio quedó atónito ante la exigencia de Luna.

—Lo que oyes. Quiero que saques a Kathrina del castillo.

—Luna, yo no puedo hacer eso.

—¿Cómo que no puedes? —replicó ella, indignada—. Tú eres el rey, Valerio. ¿Cómo me vas a decir que no puedes ordenar que se vaya?

—¡Sí, soy el rey, pero no puedo tomar decisiones radicales de ese modo! Por eso fui lo suficientemente claro cuando le dije que se fuera de mi sala privada y no volviera a acercarse a mí.

—¡A ella no le importa! —gritó Luna, alterada, logrando que Bastián se despertara por la discusión de ambos—. ¡Ella me lo dejó muy en claro cuando la confronté y me dijo que no se arrepentía de lo que había hecho y que seguiría intentándolo!

—¡¿Y crees que yo lo voy a permitir?!

—¡Entiende que no puedo estar bajo el mismo techo con una mujer tan desleal, a quien le brindé mi amistad y mi comprensión, y que en mi cara me aseguró que no piensa parar contigo!

—Luna, por los dioses, entiende que...

—¡Ella fue muy específica al decirme que yo no podía pretender tenerlo todo! ¡Incluso me reclamó el hecho de que Verti la desprecia por mi culpa!

—Por los dioses —musitó Valerio, llevándose las manos al rostro, mostrando lo irritado que estaba.

—¡Así que si de verdad quieres darme mi lugar, debes sacarla de aquí!

—No es tan sencillo como crees, Luna.

—¿Ahora resulta que nada es sencillo para ti? —dijo ella con ironía.

—¡Por los dioses, entiende! —exclamó Valerio, tratando de mantener la calma, mientras el quejido de Bastián comenzaba a oírse en la habitación—. Debo justificar ante los Filty por qué ella regresaría a su reino sin su esposo y sin su hija, porque Alaska es una Worwick y pertenece a esta institución. Y sí, puedo ordenarle a Verti que se vaya con ella de aquí o que la envíe a su reino, pero te recuerdo que él y yo ya tenemos una disputa latente y un fuerte deseo de acabar el uno con el otro, en el que no podemos ni vernos ¿Acaso quieres más problemas?

—¿Ahora resulta que soy yo la que quiere problemas?

—¡Maldita sea, no es eso a lo que me refiero!

—¡Si de verdad me consideras tu esposa, deberías sacarla a ella de este lugar, como lo hiciste en Escandineva con Lexa y Venus!

—¡Ya basta, Luna! ¡Ya! —gritó Valerio, alzando con fuerza su voz y poniendo fin a la discusión, mientras el llanto agudo de Bastián se escuchaba por toda la habitación.

Ante el fuerte grito de Valerio, Luna lo miró con los ojos empañados por la forma en que él le había hablado, y sin decir más, ella se dirigió a la cuna y tomó a su hijo en brazos, intentando calmarlo. Valerio dejó escapar un suspiro y pasó una mano por su cabello, sintiéndose frustrado consigo mismo, sabiendo que no debió haberle gritado.

—Luna, mi amor, discúlpame. No debí gritarte, pero no siento que sea justo que me reclames de esta manera.

—¿Justo? —susurró ella, mirándolo con rabia mientras sostenía a su hijo—. ¿Sabes qué Valerio? Haz lo que quieras; ya no te pediré más nada.

Ella se dio la vuelta y caminó hacia la puerta.

—¿A dónde vas, Luna? —Valerio la alcanzó, tomándola del brazo—. No hemos terminado de hablar.

—¡Suéltame! —ella se zafó de su agarre—. Yo ya terminé de hablar contigo, y de antemano te digo que no voy a volver aquí hasta que hagas lo que debes hacer, si de verdad quieres darme mi lugar. No estoy dispuesta a seguir soportando a Kathrina, así que tú decides.

Sin darle oportunidad de responder, Luna salió de la habitación y cerró la puerta de golpe.

—¡Luna!

El grito de Valerio hizo eco en la habitación junto al sonido de la puerta, y sintiendo como lo consumía la rabia y la impotencia, él pateó una silla mientras trataba de respirar hondo, al encontrarse entre la espada y la pared.

—¿Me está diciendo que mi estrategia de mantener el castillo vigilado ya no es válida, lord? —preguntó Verti, sentado tras el escritorio de la biblioteca.

—El rey no se ha reunido aún con nosotros, príncipe, así que no sabemos exactamente qué sucederá. Por otro lado, tenemos la orden que la reina Luna impuso sobre su expulsión del consejo, la cual fue apoyada por su madre.

—La reina Luna estaba desvariando ese día por la ausencia de mi hermano —dijo él, fingiendo lástima—. El no saber si estaba muerto o no la desestabilizó, y creo que fue evidente que al no saber lo que decía, intentó acusarme. Ahora ya se habrán dado cuenta de que el rey volvió sin complicaciones aparentes, así que creo que no sería prudente tomar en serio a una mujer que, al parecer, no tiene un buen equilibrio mental en situaciones que demandan firmeza y control. El reino es importante, y las decisiones que se tomen en él también.

Los hombres se miraron entre sí, convencidos de las palabras de Verti.

—Lo consultaremos con el rey, príncipe —afirmó el lord miembro—, pero no tenga duda de que apoyaremos su moción.

Verti sonrió, complacido. —Gracias por venir hasta aquí.

Los lores se levantaron de sus asientos, inclinándose ante Verti antes de salir de la biblioteca. En ese momento, la puerta se abrió y la nana de la princesa Alaska entró a la sala, y los hombres salieron, mientras la mujer permanecía de pie junto a la puerta, sin mirar directamente al príncipe Verti.

—¿Me mandó a llamar, mi príncipe?

—Sí. —Verti salió de su escritorio y comenzó a caminar hacia la mujer—. Se me ha informado que hoy, en las horas de la mañana, la reina Luna fue a los aposentos de mi esposa y tuvo una fuerte discusión con ella. También se me dijo que usted estaba allí, ¿no es así?

La nana asintió con la mirada fija en el suelo.

—Perfecto. Entonces quiero que me diga qué fue lo que pasó, y quiero que sepa de antemano que, si se atreve a omitir algún detalle, lo averiguaré. Y si descubro que me mintió en algo, créame que eso será lo último que haga.

Verti se quedó de pie junto al escritorio, y mirando a la mujer, que al parecer no podía controlar el temblor de sus manos, agregó:

—Cuénteme qué fue lo que sucedió.

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