Capítulo 51

—¿Cómo es posible que él le esté haciendo eso a la bebé y a Kathrina? —exclamó Luna indignada, mientras se aferraba al espaldar del mueble en la sala privada del rey.

—Siempre he sabido que Verti es difícil, muy difícil de hecho —dijo Irenia dejando la taza de té que estaba bebiendo sobre la mesa junto al mueble donde yacía sentada—. Solo que no pensé que llegaría hasta este punto. Por un momento creí que quizás la idea de ser padre de una niña lo sensibilizaría.

—¿Y qué piensa hacer, reina Irenia?

La reina madre suspiró con cansancio y dirigió su mirada hacia Luna diciendo: —Lo único que se me ocurre es buscar guardias de confianza para colocarlos en las puertas de los aposentos de Kathrina y así mantener a Verti alejado de ellas.

Irenia volcó su mirada hacia Valerio, quien estaba presente en la sala pero permanecía en silencio sentado tras su escritorio con la mirada fija en un punto indefinido; inmerso en sus pensamientos pero al mismo tiempo escuchando las palabras de su madre.

—Espero que no te moleste que le ordene al Lord Comandante que me facilite un par de guardias, hijo.

Valerio desvió su vista hacia su madre, y apoyando los codos sobre el escritorio, llevó las manos a su rostro con fastidio.

—Está bien, madre. Me parece mejor que usted se encargue de esto, porque si lo hago yo la historia será otra. Verti me tiene harto. —Él volvió a recostarse sobre su silla—. Si le soy sincero, ya nada con él me impresiona. Así que lo que usted haga para mantenerlo a raya para mí está bien.

La reina madre le dedicó una ligera sonrisa a su hijo, quien hizo lo mismo con ella, y levantándose de su lugar dijo:

—Está bien. Iré a estar con mi nieto un rato.

—Bastian está con mi nana en mis aposentos, reina.

—Si no te molesta, hija, ¿podría...?

—Oh, claro que sí, reina; puede ir a mis aposentos. Yo en un momento iré con usted.

—Gracias, hija. —Irenia le sonrió a Luna,  luego se acercó a su hijo, y buscando su mirada, agregó—: Y tú no te preocupes por la presencia de Verti. Concéntrate en tu gestión, que de tu hermano me encargo yo.

Ella se inclinó sobre él y depositó un beso en su frente, mientras Valerio dejaba salir una leve sonrisa disfrutando del cálido tacto de su madre.

—Los veré después. Permiso.

—Madre... —Irenia detuvo su paso antes de salir de la sala, al oír la voz de Valerio y al girar la mirada hacia él, continuó—: Antes de que se vaya, quería avisarle que he decidido restituirla en el consejo para que siga ocupando el lugar que siempre ha tenido en la mesa.

—Está bien, hijo. —ella le regalo una ligera sonrisa.

—Algo más, madre. ¿Cree usted tener un poco de tiempo libre en cualquier momento? Es que necesito hablar con usted.

—Claro que sí, hijo. Cuando quieras, búscame y hablamos.

—Gracias, madre. —sonrió Valerio, observando cómo su madre abandonaba la sala y cerraba la puerta tras de sí.

Una vez solos en la sala, Valerio miró a Luna y extendió la mano hacia ella con una ligera sonrisa.

—No sé si lo sentiste, pero noté un poco decaída a tu madre —dijo ella, entrelazando sus dedos con los de su esposo.

—Sí, también lo noté —admitió él, sentando a Luna con cuidado sobre sus piernas.

—¿Crees que está decepcionada?

Valerio recostó su cabeza al espaldar de la silla, observando a su esposa, y mientras acariciaba la delicada piel de su brazo, dijo:

—Sí, pero de Verti no.

—Entonces, ¿de quién?

—De ella misma.

Luna frunció el ceño, intentando comprender a fondo el significado de las palabras de Valerio, pero antes de que pudiera decir algo, la puerta de la sala se abrió y lord Havel entró, reverenciándose.

—Mi rey, mi reina.

—¿Qué ocurre, lord Havel? —Valerio se levantó de la silla sosteniendo a Luna con cuidado mientras se colocaba en pie.

—Disculpen la interrupción, mi rey. Solo vengo a informarle que la pequeña formación y la carroza que pidió ya están listas, esperando por usted.

—Gracias, lord. Puede retirarse.

El hombre se reverenció una vez más y salió de la sala, mientras Luna observaba a Valerio tomar sus guantes de montar, que estaban sobre el escritorio.

—¿Ya te vas al Claro?

—Sí —respondió él, ajustándose los guantes—. Y creo que me voy a demorar un poco, así que quiero, por favor, que te mantengas en calma, ¿está bien?

Luna sonrió con ternura. —Lo estaré, pero quiero darte algo para que le lleves de mi parte.

Valerio siguió a paso lento a su esposa, quien se dirigió a una cómoda cercana y tomó un paquete envuelto en tela de lino bordado con hilos dorados y asegurado con un lazo grueso de seda.

—Toma.

El Worwick recibió el paquete en sus manos y, mirándolo con curiosidad, preguntó:

—¿Qué es esto?

—Son regalos —respondió Luna con una sonrisa—. Dile que son de mi parte y que espero que disfrute su nuevo hogar.

Maravillado, Valerio observó una vez más el paquete, apreciando la dulzura de Luna.

—Qué gentil eres, mi reina hermosa —susurró él con una sonrisa antes de inclinarse para darle un beso a su luz de luna, al cual ella correspondió.

—Vuelvo después.

—Cuídate, por favor.

—Lo haré.

Él caminó hasta la puerta, y al abrirla, se giró y le guiñó un ojo a su esposa antes de salir, mientras Luna se quedaba dentro de la sala con una sonrisa provocada por la actitud juguetona de su esposo.

Mientras Valerio abandonaba el castillo con la formación de soldados custodiándolo, dentro de la fortaleza un guardia se detuvo frente a la puerta de los aposentos del príncipe Verti, la cual tocó dos veces antes de recibir la orden de pasar.

Al entrar, el guardia encontró a Verti junto a la ventana, ajustando los últimos botones de su camisón marrón, similar a los trajes que solía usar a diario, pero sin los emblemas de la casa Worwick ni los finos detalles habituales.

—Mi príncipe —el guardia se reverenció.

—¿Conseguiste lo que te pedí?

—Sí, mi príncipe. —El hombre sacó un pequeño trozo de papel de entre sus ropas y se lo extendió. Verti lo tomó, lo desplegó y observó atentamente la información que contenía.

—¿Al final de la Calle Libre? —preguntó Verti con el ceño fruncido.

—Sí, mi príncipe.

—¿El rey ya salió? —Verti dobló el papel con cuidado y lo guardó en el bolsillo de su pantalón.

—Sí, mi príncipe, y creo que sería prudente que partiera cuanto antes para evitar que noten su ausencia.

Sin responder, Verti asintió y salió con extremo cuidado de la habitación. Él se  movió por los pasillos del castillo con sigilo, evitando a los sirvientes y soldados que Valerio y su madre habían desplegado para la vigilancia, y cuando finalmente logró salir y llegar a los establos, el guardia que lo acompañaba le entregó un abrigo negro con capucha, y sin perder tiempo, Verti se lo colocó, asegurándose de cubrir su cabello y parte del rostro.

Al príncipe se le facilito un caballo de pelaje oscuro, ya preparado para él, y al montarlo, el guardia que lo llevó hasta ahí se acercó un poco más y dijo:

—Afuera hay un par de hombres esperándolo, mi príncipe. Ellos también llevan abrigos, así que sabrá de inmediato quienes son y con eso no llamarán la atención.

Verti asintió, sujetando las riendas del equino y cabalgó hasta las puertas del castillo, cruzándolas con discreción entre el movimiento de la guardia, aprovechando incluso la complicidad de algunos que sabían que el príncipe iba a salir y una vez se encontró con los guardias que lo esperaban, estos tomaron posición tras él con cierta distancia para custodiarlo sin llamar la atención.

El camino hacia la Calle Libre fue rápido, ya que como conocedores de la zona, los hombres que acompañaban al príncipe evitaron calles concurridas y tomaron atajos para esquivar a la guardia que hacía ronda por aquellas zonas. Al llegar, Verti y los guardias bajaron de sus caballos, y uno de ellos se quedó en la entrada de la calle junto a los equinos, mientras los demás entraban a pie.

Verti se ajustó la capucha y echó un vistazo alrededor, mientras se adentraba en la calle, sintiendo el hedor a orina y vino rancio que de inmediato le causó desagrado, y uno de los guardias, notando su incomodidad, le ofreció un pañuelo que el príncipe llevó a su nariz mientras observaba a un grupo de borrachos riendo y discutiendo en la orilla del camino.

A medida que avanzaban, la escena se volvía más turbia para el Worwick al ver a  una mujer con el corsé suelto y las faldas recogidas hasta los muslos vendiéndosele a  un hombre. Él desvío la mirada hacia el otro lado de la calle y alcanzó a ver en un callejón estrecho, a una mujer aún más joven, junto a dos hombres, siendo sometida a plena vista por uno de ellos mientras esté la apretaba del cuello y el otro esperaba su turno.

El desorden de un grupo de niños que pasó corriendo junto a Verti lo desvío su atención de lo que había visto, dándose cuenta como estos eran perseguidos por algunos hombres molestos, mientras más adelante vio como otros niños hurgaban con destreza en los bolsillos de los borrachos sin ser vistos.

La mirada fruncida de Verti reflejaba su hastío sin disimulo, así que él bajó la cabeza y apresuró el paso junto a los guardias hasta que llegaron a una casa destartalada, con ventanas cubiertas por trapos sucios y una puerta medio podrida. Uno de los guardias le indicó al príncipe que se mantuviera a un lado, mientras otro golpeaba la puerta, y tras unos segundos, una joven de cabello oscuro y aire coqueto atendió.

—Ya no hay jovencitas disponibles —dijo, recorriendo a los hombres con la mirada, hasta que notó la calidad de sus ropas bajo los abrigos y las botas que traían.

—No buscamos jovencitas —dijo el guardia.

—Ustedes no son clientes usuales. ¿Qué buscan aquí?

—Venimos buscando a Barcal —dijo uno de los guardias, dando un paso hacia la mujer—. Es un asunto de tratos.

Sabiendo que no eran hombres comunes y que quizás podrían ser peligrosos, la mujer dudó un momento, pero luego se hizo a un lado y los invitó a pasar con un leve movimiento de cabeza, diciendo:

—Adelante. Está hacia el fondo.

Los guardias entraron con cautela, seguidos por Verti, quien mantuvo la cabeza gacha, ocultando su rostro bajo la capucha, mientras la mujer cerraba la puerta tras ellos. Sin prestar atención a lo que había alrededor, cruzaron la casa hasta llegar a una puerta al final del pasillo, y al abrirla, se encontraron con un grupo de hombres y mujeres bebiendo y vitoreando a dos de ellos que se empujaban en una lucha por ver quién caía primero al suelo, hasta que la voz del guardia silenció la habitación.

—Barcal.

Al escuchar su nombre, el hombre más corpulento y alto alzó la mirada, dejando ver su rostro lleno de cicatrices y la ausencia de una oreja tras una evidente quemadura que se le extendía hasta el cuello.

—¿Quiénes son ustedes?

—Venimos de parte de Dorco.

Al oír ese nombre, Barcal bajó un poco la guardia y ordenó a todos los hombres que salieran de la habitación, quedándose solo con los visitantes. Él se acomodó en la mesa tomándose su tiempo, miró a los recién llegados, y bebiendo de su jarra de cerveza, preguntó:

—¿Qué quieren, maldita sea?

Verti dio un paso adelante, y acercándose al hombre, dijo:

—Tengo un trabajo para usted, Barcal.

—¿Qué? —el hombre soltó una risa burlona, escupiendo la cerveza que tenía en la boca—. Te diré algo. Nadie viene aquí a darme órdenes, maldito enano hijo de puta.

—Yo te las doy —replicó Verti, desafiando al hombre.

—No voy a hacerle caso a un maricón escondido tras una capucha que pretende darme órdenes —dijo Barcal con ironía, señalando con desprecio la figura frente a él, sin saber quién era.

Los guardias estuvieron a punto de desenfundar sus espadas al ver a Barcal acercarse a Verti, pero el príncipe levantó una mano, indicándoles que se detuvieran, y sin perder la postura, él metió la mano en su bolsillo, sacó una pequeña bolsa y la lanzó sobre la mesa.

—Treinta piezas de oro Nordhes.

Barcal miró la bolsa, confundido por la cantidad, y al volver la vista al hombre encapuchado, se encontró cara a cara con Verti, quien acababa de descubrirse, y al instante el hombre retrocedió al darse cuenta de que quien estaba frente a él era un Worwick.

—¿Qué necesita? —preguntó, con menos agresividad.

—Necesito que envíes un mensaje.

Antes de que el sol alcanzara su punto más alto en el cielo, Valerio llegó al claro donde vivía Lurdes, acompañado por la caravana de soldados que lo custodiaban.

Como era habitual, al ver la formación de caballeros, las personas que se encontraban fuera de sus casas comenzaron a inquietarse, pero el lord comandante de la guardia, quien había acompañado a Valerio en su marcha, se adelantó para calmar a la multitud, explicando que era el rey de ese reino quien estaba presente.

A pesar de las palabras del comandante, algunos de los habitantes prefirieron resguardarse en sus hogares, mientras que otros se quedaron en sus puertas observando la guardia con curiosidad.

Valerio bajó de su caballo, y retirando sus guantes, caminó hacia la casa de Lurdes, pero al acercarse, notó que la puerta estaba cerrada por dentro, así que tras tocarla dos veces, dijo:

—Lurdes, soy yo, Valerio.

Unos segundos después, Valerio logró ver a través de una grieta en la puerta el rostro de Lurdes y al instante, ella comenzó a destrabar los seguros al darse cuenta de que sí era él.

—¡Angel, eres tú! —exclamó con una sonrisa, abriendo por completo la puerta.

Valerio recibió a Lurdes con una cálida sonrisa mientras ella, llena de felicidad, se contuvo un poco al notar la presencia de los guardias, sabiendo bien quién estaba frente a ella.

—¿Cómo estás, pequeña?

—Bien —respondió Lurdes, un tanto retraída, como si tuviera miedo de hacer un movimiento equivocado, actitud de la que Valerio se percató.

—¿Puedo pasar?

—Sí, pasa.

Ambos entraron juntos a la casa y al cerrarse la puerta tras ellos, Lurdes llamó a su mascota que descansaba en una esquina, atento a la puerta.

—¡Colibrí, ven! Mira quién ha venido, nuestro amigo Angel.

Al escuchar la voz de su dueña, el perro corrió hacia ella y se arrojó sobre él, colocándose en sus dos patas traseras para recibirlo, mientras Valerio lo acariciaba, disfrutando el momento.

—¿Cómo han estado ambos? —preguntó mientras el perro dejaba escapar un leve chillido de alegría.

—Estamos bien —dijo Lurdes, de pie junto a la chimenea, observando a Valerio con curiosidad.

—¿Segura de que todo está bien? —repitió él una vez más, notando la extraña intensidad de su mirada.

—Sí, está todo bien. Solo que es raro verte así, con ese traje y todo eso que tienes. —Señaló las dagas en el cinturón de Valerio, el prendedor del escudo de la casa Worwick que colgaba del lado derecho de su camisón y todo lo demás que adornaba su traje militar.

—Es que ahora sí me veo decente.

Tras aquel comentario, él dejó escapar una sonrisa y ella igual, mientras él se sentaba en el borde de la cama donde alguna vez descansó mientras sanaban sus heridas, y al  alzar la mirada, él vio cómo Lurdes lo seguía observando, manteniendo la distancia, como si le fuera difícil tratarlo como cualquier persona.

—Ven, siéntate —la invitó a su lado, y aunque ella dudó por un momento, finalmente caminó hacia él y se sentó, tratando de relajarse—. Sé que esto puede ser raro para ti, pero no tienes por qué tratarme como un extraño.

—Es que eres el rey, y al rey se le debe respeto.

—Lo sé. Tengo más que claro quién soy, pero antes de ser el rey, soy Angel, el hombre moribundo y poco decente que se metía en lo que no le importaba, que preguntaba por todo, que durmió noches y días en esta cama herido, sin saber quién era, y quisiera que cuando me hables, sigas viendo a ese hombre. No quiero que te sugestiones.

—Está bien, Angel —respondió sonriendo por todo lo que él había dicho—. ¿Cómo está tu familia? ¿Ya no te duele nada?

—Mi esposa y mi hijo están bien, muchas gracias, y no, ya no me duele nada. Los encargados en el castillo me atendieron bien y me curaron; incluso me dijeron que aquí hicieron un buen trabajo conmigo, y gracias a eso, mi mejoría fue más rápida.

—Al menos ya puedes caminar —Lurdes sonrió, acomodando su cabello rojo tras su hombro, y en ese momento la manga de su vestido se deslizó, revelando un moretón que se extendía desde su cuello hasta su clavícula y Valerio no tardó en darse cuenta de esto.

—¿Qué te pasó en el cuello? —preguntó, acercándose a ella con la mirada fija en la marca.

—Nada —dijo, tapando acomodando su cabello hacia adelante—. Solo fue un golpe.

—¿Quién te lo hizo?

Lurdes se levantó de la cama y suspiró sabiendo que no iba poder mentirle por lo directo de su pregunta.

—Este lugar ha estado peor desde que te fuiste, Angel. Al parecer los del castillo saben que aquí, en alguna de las casas de los claros, estuvo el rey escondiéndose, y ellos quieren saber en dónde.

—Escucha, Lurdes, esto se acabó —dijo, levantándose de la cama un tanto molesto—. Recoge lo que más valores de este lugar y dile a tu abuela que haga lo mismo. Nos vamos.

—¿Qué? Espera Angel, ¿a dónde vamos?

—¿Recuerdas que me dijiste que tus padres siempre quisieron un pedazo de tierra en las montañas, pero nunca pudieron tenerlo? —Lurdes asintió, sin saber a dónde quería llegar Valerio—. Pues llegó el momento de que el deseo de tus padres sea una realidad para ti.

Lurdes se quedó en silencio por un momento, procesando sus palabras, y mirando a Valerio a los ojos, preguntó:

—¿Es en serio?

Valerio asintió, con una sonrisa amable en sus labios. —Sí. La corona está agradecida contigo por lo que hiciste por su rey. Y yo sé lo que luchas y lo que vives en este lugar, así que quiero darte este regalo como muestra de mi gratitud hacia ti, por todo lo que hiciste y como me cuidaste cuando ni siquiera sabías quién estabas ayudando.

Las palabras de Valerio hicieron que los ojos de Lurdes se empañaran, y sin contener la felicidad, ella lo abrazó con fuerza, agradeciéndole por ese gesto que ella no se esperaba.

—Anda, ve con tu abuela y dile que se aliste. Ya nos vamos.

Lurdes asintió, secándose las lágrimas, y al instante corrió hacia la puerta para ir en busca de su abuela.

Hola a todos ✨ Aprovecho este pequeño espacio para enviarles un saludo bonito y más que eso, para agradecerles también a  quellos que leen está historia que que me dejaron su apoyo en vistas y votos en el libro de VALKO: BELLADONA que subí hace poco ❤️.

Por ahora esa historia está en proceso, pero empezaré a actualizar cuando tenga escrito el tercer capítulo ya que por ser un extra como el de MONARCA pues realmente no tendrá  muchos y una vez les agradezco el apoyo bonito y espero que la breve historia les guste 😊

También quería comentarles que por razones que no sé, wattpad no está notificando las actualizaciones o al menos esto sucedió en el último capítulo así que tras actualizar estaré dejando el anuncio en mi tablero por si la actualización no se les hace visible😊

Espero que esté capítulo les haya gustado ya que esto está por acabarse ❤️ y no se olviden de que Claure los quiere mucho 😘