Capítulo 38

—Lo que dices es muy delicado, Valerio —dijo Irenia en un susurro temeroso mientras cerraba la puerta de la habitación, quedando a solas con su hijo y su nuera.

—Lo sé, madre —respondió Valerio, alterado, levantándose de su silla—. Sé lo delicado que es, pero solo digo lo que vi y oí en mis sueños.

Irenia suspiró, llevándose una mano al pecho como si intentara calmar su inquietud, mientras Valerio caminaba hacia el ventanal, observando los primeros rayos del sol golpear contra la ventana.

—Se me hace difícil creer que tu hermano sea capaz de semejante atrocidad.

—Yo igual. —Valerio miró de reojo a Luna, quien lo observaba, y al instante él percibió algo en su mirada; como si supiera interpretar aquella comunicación silenciosa que no pasó desapercibida para él—. Sé que mis sueños tienen significados y algo me quieren decir, porque aparte de eso soñé otras cosas más, que de igual forma no entiendo.

—¿Qué más viste hijo? —Irenia buscó la mirada de su hijo junto a la ventana.

Valerio miró a su madre, guardando unos segundos de silencio, para tomar asiento una vez más en el mueble junto a Luna, mientras su madre lo seguía, quedando de pie frente a él.

—Vi al conquistador. —Irenia y Luna lo miraron al instante que él mencionó aquellas palabras—. Los sueños ya han ocurrido antes, pero en Turbios se intensificaron. Vi miembros de la familia Worwick que no conozco, guerras, muerte, sangre y vida. Vi expansión, crecimiento; incluso creo que me vi a mí mismo de niño, en brazos de una mujer que jamás he visto en mi vida.

—¿Cómo sabes que eras tú? —inquirió Luna, confusa.

—No lo sé, solo lo sentí, pero cuando vi los ojos de ese niño que me miró, pude ver mi alma dentro de ellos, como si fuera yo en otra vida.

Irenia recorría la habitación con la mirada sombría, como si supiera que las palabras que decía su hijo tenían sentido.

—Desde que llegué a Turbios, he estado soñando con el conquistador, y me refiero a ese hombre del que tanto habló el rey Aiseen en vida y antes de su muerte. En mis sueños, él me llamó "padre mío".

Irenia giró su mirada hacia Valerio, con el ceño fruncido y anonadada, preguntó:
—¿Lo hizo de forma directa?

—Sí, madre.

El silencio que se hizo en la habitación se sintió denso, e Irenia no pudo evitar derramar una lágrima, sabiendo lo que significaban los sueños de Valerio.

—Vi a una generación de Worwick portando coronas de reyes —continuó Valerio—. Vi a una Worwick de casta dorada sosteniendo una lámpara y una espada. Los vi beber de una copa de sangre, y cuando ese hombre, el que me llamó "padre mío", me entregó la copa y toqué esa sangre, vi guerras. Vi a varios Worwick de casta dorada en el campo de batalla, peleando como guerreros. Vi al rey Aiseen hablando del rey que prepararía la llegada del conquistador, y él decía que la casa Worwick aún no estaba lista para recibirlo, pero que este rey que se levantará preparará el camino para su llegada, y luego vi un imperio.

Valerio hizo una pausa, sintiendo que su respiración se volvía más pesada.

—Vi a un Worwick de casta blanca que en mi interior, sentía que había conquistado aquellas tierras y ese hombre estaba sentado en la Cumbre Burdeos, frente al Mar de Almas. Madre, si usted sabe lo que esto significa, por favor dígamelo, porque siento que voy a volverme loco con tanta información desconocida que no puedo interpretar.

Una lágrima rodó por la mejilla de Irenia mientras murmuraba:

—Eres tú.

—¿Yo qué, madre?

—No conozco bien el tema porque tu padre jamás me habló explícitamente de esto, pero. —Ella miró a Valerio, secando sus lágrimas y manteniendo su típica postura—. En una ocasión, él me dijo que los dioses se revelarían al padre del Conquistador que nos devolverá a Northlandy. Ese rey será quien prepare su llegada, y por lo que me dices, parece que ese rey que traerá al Conquistador eres tú, Valerio.

—¿Me esta diciendo que mi heredero es ese hombre? —Él colocó su mano sobre el vientre de Luna.

—No te lo digo yo, mi amor. Solo repito lo que tu padre me contó, pero como ya sabes, la historia se escribe para ser recordada. En la biblioteca principal están los pergaminos que detallan las palabras del rey Aiseen sobre este tema; estoy segura de que ahí encontrarás todas las respuestas que necesitas.

Irenia se inclinó hacia su hijo y le dio un beso en la frente con ternura. Luego caminó hacia la puerta, pero antes de salir, se detuvo un momento y dijo:

—En cuanto a lo de tu hermano, quiero que sepas que tu padre murió solo, asfixiado por su propio padecimiento. Cuando lo vi intentando respirar, fui por un encargado, pero cuando volví él ya había muerto, así que quizás ese sueño que tuviste con Verti signifique algo más.

Irenia salió de la habitación, dejando a Luna y a Valerio solos, pero al cerrar la puerta, se quedó apoyada contra la madera con la respiración agitada, mientras intentaba procesar las palabras de su hijo, porque por más que ella quisiera negarlo, en el fondo Irenia sabía que Verti sí podría haber sido capaz de matar a su propio padre, y ella haría todo lo posible por mantener a su hijo a salvo.

Dentro de la habitación, Valerio se levantó del mueble mientras retiraba su camisón, diciendo:

—Fue él.

Luna observó a Valerio con cierta preocupación en su mirada.

—Pensé que lo reiterarías ante tu madre.

—No podía hacerlo, y me lo confirmaste con tu mirada; por eso intenté cambiar el tema de conversación. Ya sabemos cómo es mi madre con Verti, y si le sembraba la duda sobre él y la muerte de mi padre, hará hasta lo imposible por sacarlo a la luz, y eso arruinaría mis planes.

—Valerio, esto me pone muy nerviosa —confesó—. No sabes cuánto deseo volver a Turbios, lejos de todos, y estar como estábamos antes, solos y tranquilos.

—Lo sé, mi amor —dijo él, arrodillándose ante ella, tomando su mano con delicadeza—. No quiero que te alteres, ¿sí? Eso no le hace bien al bebé, así que trata de no pensar en esto y déjamelo a mí. Tú permanece tranquila.

Luna suspiró, apartando sus manos para secar una lágrima de su mejilla.

—Sabes que se me hace imposible cuando se trata de ti y de tu hermano. —Ella se levantó del mueble y llegó hacia el dosel de la cama, del que se aferró mientras intentaba no llorar—. A veces solo quisiera que lo desenmascararas de una vez por todas delante del consejo y le dieras su merecido, porque soy más que consciente de que lo único que él quiere es matarte y quedarse con tu lugar.

Valerio se acercó a ella, buscando su mirada.

—No quiero que esto te robe la paz, mi Luna.

—Se me hace imposible pensar en paz cuando algo atenta contra tu vida —respondió ella, al borde del llanto.

—Lo sé, mi amor, pero confía en mí. Tengo hombres de confianza vigilando cada uno de sus movimientos, y si él planea algo en mi contra, lo sabré antes de que actúe.

Un golpe seco en la puerta interrumpió la conversación, y Luna rápidamente secó sus lágrimas mientras se dirigía de nuevo hacia el mueble para sentarse.

—Adelante —ordenó Valerio.

La puerta se abrió, y a través de ella entraron el lord consejero del rey y el primer jefe comandante de la guardia.

—Mi señor, mi reina. —Se reverenció Lord Havel.

—Mi rey. —Se inclinó el comandante ante Valerio.

—¿Sucede algo? —preguntó el rey, extrañado.

—Mi señor, lamentamos interrumpir su descanso, pero ha llegado un comunicado desde Hillcaster. —Valerio tomó el papel que el lord le extendió—. La cabeza del Consejo Loancastor anuncia su servicio y total sumisión a sus órdenes.

—Ya era hora, ¿no? —dijo, abriendo el papel mientras leía vagamente sus líneas.

—Eso no es todo, majestad.

Valerio levantó la vista del papel.
—¿Hay algo más?

—Majestad —intervino el comandante—. Este comunicado es la señal que estaban esperando los hombres que están bajo el mando de Sr Dorco, quien sigue órdenes del príncipe Verti. Según lo que averiguaron mis hombres de confianza; el consejo de Hillcaster fingirá una rendición para su tranquilidad y entonces atacarán.

—¿Qué? —Valerio dejó el papel a un lado—. ¿Están planeando atacar el castillo?

—Sí, majestad —respondió el comandante—. Y la situación es más delicada de lo que parece.

Valerio miró a Luna para cerciorarse de que ella estuviera en calma, pero la vio observando la ventana mientras apretaba con fuerza la tela de su bata, y supo al instante que ella no estaba bien. Él respiró profundo, miró a Lord Havel y dijo:

—Lord, reúna a los lores con discreción en la sala del consejo. Y usted, lord comandante, venga también a la mesa con los segundos jefes de su guardia.

Como Valerio lo había ordenado, la sala del consejo estaba lista, y los miembros de su mesa se hicieron presentes junto al primer y los segundos jefes comandantes de la guardia. Valerio se inclinó hacia la mesa y mirando a todos sus aliados, tomó la palabra.

—Los he citado aquí porque ustedes ya son más que conscientes de que el príncipe Verti estuvo detrás de los ataques que sufrí en Turbios a manos de los Eslovas, pero hay un asunto aún más grave. Me he enterado a primera hora de la mañana, de que el príncipe está gestando un complot directo contra la corona y planea un ataque al castillo con el fin de darme muerte.

Un murmullo recorrió la sala, mientras los lores se veían preocupados por las delicadas palabras del rey.

—Eso es muy grave, majestad —dijo un lord miembro inclinándose con ligereza sobre la mesa—. Lo que usted describe es un asunto sumamente delicado que debe ser tratado de forma inmediata, y más si se tienen pruebas de la ofensa.

—Lo sé, lord, y precisamente por eso estamos aquí reunidos. Necesito frustrar ese ataque antes de que pueda materializarse su objetivo principal.

—Con el debido respeto, majestad —intervino otro lord miembro—, ¿no sería más conveniente detener de una vez por todas las gestiones del príncipe Verti? Si sus acciones están confirmadas, él debería ser expulsado de la mesa del consejo y condenado por sus afrentas a la corona.

Valerio respiró hondo, recostándose al espaldar de su silla.

—Entiendo sus palabras, lord, y son ciertas. Lo más lógico sería actuar de inmediato contra el príncipe Verti, pero deben comprender que ustedes no son los únicos miembros de mi consejo y que mis actos deben rendir cuentas sustentables más allá de esta mesa.

Otro lord miembro intervino, golpeando suavemente la mesa con su anillo.

—Majestad, creo que esta es una confirmación clara de que el príncipe Verti ha atentado contra usted.

—Sí, lord, pero también deben entender que aún hay detalles que necesito confirmar. Sé que se preguntarán a qué detalles me refiero, pero eso solo lo sabrán a su debido tiempo. El asunto de la deslealtad del príncipe Verti debe ser manejado con tacto, porque si actuamos con precipitación podríamos abrir la puerta a un conflicto mayor. Como dije, en mi mesa hay lores que trabajan con el príncipe Verti, y debemos ser cuidadosos.

—El rey Valerio Worwick tiene completa razón —intervino lord Havel como su consejero—. Hay razones estratégicas para mantener el perfil bajo que hemos adoptado con el príncipe Verti hasta ahora. Actuar de otra manera sería imprudente, porque también debemos tener en cuenta a la reina Irenia. Les recuerdo que el príncipe Verti juró lealtad a la corona en Crowncave y se sienta en la misma mesa del rey, él es su sucesor en la línea directa al trono hasta que no nazca el heredero del rey, y es un legítimo Worwick, así que debemos tener cuidado, no por él, sino por cómo llevamos este asunto, que hasta ahora se ha estado manejando de la mejor manera.

Los lores intercambiaron miradas al oír las palabras del consejero del rey con cierta resignación, y poco a poco las tensiones en la sala comenzaron a disiparse.

—Lord comandante —Valerio buscó la mirada del jefe de la guardia—, expliquemos a detalle la información que tiene para nosotros.

—Hemos recibido información de que los hombres de la guardia bajo el mando de Sr Dorco están organizándose para distraer a la guardia que vigila cada rincón del castillo, facilitando así el ataque. Pero más que eso, uno de mis hombres ha confirmado que el plan se está gestando en Hillcaster y consiste en que un gran grupo de soldados de su guardia cruce las fronteras a través de los bosques que conectan Southlandy con Hillcaster —explicó el comandante sentado en la mesa.

—Nuestros soldados están en guardia en ese lugar, ¿no es así?

—Sí, majestad, pero como ya sabemos, la guardia de Hillcaster cree que nuestros hombres están ajenos al plan de ataque y planean sorprenderlos con la guardia baja para derribarnos rápidamente, y así llegar hasta el castillo, donde los hombres bajo el mando de Sr Dorco les facilitarán el acceso.

Valerio permaneció en silencio por un momento, procesando la información que recibía del comandante de la guardia, y mientras todos en la mesa esperaban sus palabras, él se mantenía con una mirada calculadora sobre la mesa, hasta que rompió el silencio.

—Dejaremos que lo hagan.

El lord consejero frunció el ceño, confundido.

—¿Majestad?

—Quiero cazar a Sr Dorco —Valerio miró a su consejero—, pero reitero que como soldado jurado por mi padre para servir a la guardia y ser protector del príncipe Verti, necesito razones sustentables para decapitarlo con mis propias manos ante todos.

—No creo que sea buena idea que usted ejerza la decapitación, mi rey —comentó un miembro con cautela.

—¿Por qué no, lord?

—Si usted logra cazar a Sr Dorco y acusarlo por sus crímenes de deslealtad a la corona, lo más prudente sería dejar que el lord comandante lleve a cabo la decapitación.

Valerio se levantó de su lugar, mirando al hombre, y acercándose a él preguntó: —¿Lo dice por mi casta?

El lord tragó en seco viendo cómo Valerio se acercaba a él.

—Creo que su padre nos dejó un legado de paz absoluta, donde él se abstenía de realizar este tipo de acciones, incluso de comandar ataques y como su sucesor, usted lo sabe muy bien. No estoy en contra de su plan, pero no sé qué tan prudente sea que de repente, un Worwick de casta dorada asuma un rol militar públicamente.

—Será muy bueno, lord —habló Valerio dejando escapar una leve risa sin humor—. Les recuerdo a usted y a todos que no estoy sentado en el trono blanco para jugar. No me interesa delegar lo que yo puedo y debo hacer a alguien más. Esto no se trata de mi casta, sino de mi espíritu. La casa Worwick debe comenzar a aceptar que en el futuro, habrán muchos Worwick de casta dorada que serán estrategas de guerra y militantes, porque al igual que yo; muchos nacerán con ese mismo espíritu que no planeo ni quiero reprimir más. Ahora dígame, lord ¿tiene alguna otra objeción?

—No, mi rey. Usted sabe que todos los que estamos en esta mesa estamos incondicionalmente rendidos a sus órdenes.

Valerio le sostuvo la mirada un momento antes de tomar la palabra, notando cómo el hombre al parecer, temblaba.

—Deje de temer, lord; lo veo en sus ojos. No permita que la cobardía hable por usted, o me veré en la obligación de pensar que está en mi contra y si llego a creerlo, yo mismo le atravesaré la cabeza con un par de flechas.

El rey colocó una mano sobre el hombro del lord, dándole un par de palmadas antes de girarse hacia el jefe comandante.

—Quiero que los soldados que cubren la frontera entre Southlandy y Hillcaster se retiren. Le daremos vía libre a la guardia de la casa Loancastor para que crucen; los únicos que quedarán serán los arqueros. Ellos se encargarán de tomar posiciones y de debilitar la formación una vez que atraviesen los límites del bosque.

El comandante asintió, entendiendo el plan del rey.

—Los que sobrevivan llegarán hasta aquí, y quiero que los arqueros de la fortaleza estén listos para atacar a su llegada y ordene también que los hombres de Sr Dorco encabecen la formación que protegerá el castillo durante las próximas noches y días, para que sean los primeros en caer. Desde este momento, usted tomará el mando total de la guardia.

—Como ordene, majestad. —El hombre se colocó en pie ante el rey y continuó diciendo—: Con respecto al interior del castillo; tenemos entendido que el príncipe Verti ha ordenado a Sr Dorco que oriente a los atacantes a no arremeter contra la reina Luna, pero no dijo lo mismo sobre la reina Irenia ni la princesa Kathrina.

—La reina Luna permanecerá en mis aposentos, protegida y una vez que el ataque inicie, la reina Irenia y la princesa Kathrina deberán ser llevadas junto a mi esposa. Ninguna de ellas puede ni debe salir herida. ¿Queda claro?

El comandante asintió ante las órdenes del rey.
—Como diga, majestad.

Acomodando la capa dorada tras su armadura, el lord comandante se dirigió a los comandantes que le acompañaban, y estos se colocó en pie, inclinando la cabeza en señal de lealtad al monarca.

—Es un honor servirle, mi rey.

—El honor es mío, comandante —Valerio se inclinó ante el hombre por respeto a su servicio y seguidamente se dirigió a los demás en la mesa diciendo—: Si dejamos que los Loancastor logren su cometido y ellos coloquen al príncipe Verti en el trono cortando mi cabeza, los días de la casa Worwick estarán contados y es nuestro deber mantener con sangre lo que el rey Aiseen logró hace seis generaciones. Recuerden lo solemne que fue su conquista, cómo los años se reiniciaron y el tiempo se detuvo cuando él fue coronado como rey de Southlandy, cómo fue nombrado primer jefe comandante de los ejércitos de esta casa y cómo sometió bajo sus pies a los desleales de la casa Loancastor, adueñándose de la soberanía de Hillcaster. No podemos permitir que un insensato hambriento de poder arruine por completo los sacrificios y las pérdidas de mi sangre que se produjeron en el camino. Los Worwick seguirán siendo la cabeza de la orden de los trece tronos de los reinos de Nordhia.

En los aposentos del rey, la reina Luna se encontraba sentada frente al espejo, observando su largo cabello castaño, mientras que la señorita Helen terminaba de peinarla, dejándole unas hermosas ondas en las puntas, tal como a su niña le gustaban.

Luna cerró los ojos, disfrutando del aroma de las flores frescas de la pequeña maceta ubicada cerca de una mesa junto a la ventana, tratando así de aliviar su ánimo, que contrastaba con la atmósfera tranquila y apacible de su dormitorio.

Una vez que la señorita Helen terminó de alistar a su niña, la miró a través del reflejo del espejo y con una sonrisa, le dijo que iría por su primer alimento del día y Luna tomó la mano de su nana, devolviéndole una sonrisa agradecida por su cuidado hacia ella.

Pero justo cuando la mujer se fue y la puerta se cerró detrás de ella, un repentino dolor atravesó el vientre de Luna y al instante se tensó en su lugar, dejando escapar un leve quejido mientras sus manos abrazaban su vientre. Luna cerró los ojos por un momento, respirando con esfuerzo, esperando que la molestia pasara, pues sabía que aún no era tiempo de que su bebé naciera.