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𝟑𝟓. 𝐌Á𝐒𝐂𝐀𝐑𝐀𝐒

Capítulo 35

Mientras el príncipe Verti permanecía sentado en uno de los sillones de sus aposentos, con el rostro golpeado y sangre en su boca y nariz, una sirviente preparaba cuidadosamente un cuenco de agua tibia, en el cual sumergió un poco de caléndula para curar y desinflamar las heridas del príncipe.

La mujer tomó un paño limpio, se dirigió a él y colocó el cuenco sobre la mesa del té, pero en ese momento la puerta se abrió y Kathrina entró en la habitación, captando la atención de la sirviente.

—Déjeme hacer eso yo. Puede retirarse —ordenó ella, tomando el paño en sus manos y la sirviente se reverenció obedeciendo la orden de la princesa.

Al estar solos, Kathrina acomodó el paño en sus manos mientras observaba a Verti mirando hacia la ventana, percibiendo una fuerte rabia acumulada en su mirada. Ella se dirigió al cuenco, empapó la punta del paño con el agua y acercándose a él, dijo:

—¿Por qué estabas peleando con tu hermano?

—Porque no quise aceptarle un duelo.

—¿Seguro que fue por eso? —Ella comenzó a pasar el paño húmedo por las heridas de Verti—. No creo que tu hermano sea tan temperamental.

—¿Y tú qué sabes de él? —Él la miró de reojo—. ¿Tú qué sabes de su arrogancia y de su petulancia?

—Desde que él llegó y lo poco que lo he tratado, me he dado cuenta de que es muy amable, y su esposa también —dijo ella, tomando el cuenco en una de sus manos.

—Solo es formalidad; no te creas tan especial.

Kathrina detuvo su mano y mirándolo con molestia, preguntó:

—¿Siempre tienes que ser tan agresivo conmigo? Yo lo único que quiero es ser una esposa adecuada para ti y estar al pendiente de tus cosas, conocer tus problemas y lo que te perturba, pero tú siempre me tratas como si no tuviera valor.

—¿Por qué siempre quieres saberlo todo? ¿Acaso no sabes que las personas solo cuentan lo que quieren y a quien quieren? ¿No lo entiendes?

—Soy tu esposa y no le veo el problema a saber qué es lo que te sucede. En lo poco que conocí a tus padres, me di cuenta de que tu padre siempre contaba con tu madre.

—Las mujeres que forman parte de esta institución no deben inmiscuirse en asuntos políticos ni en problemas vinculados. Los hombres de esta familia solo hablan de esos asuntos con sus esposas si de verdad las consideran importantes para ellos. Si no, eso no sucede.

—¿Entonces no soy importante para ti?

—Qué rápido piensas, Kathrina.

La mirada herida de Kathrina seguía fija en Verti mientras continuaba curándolo.

—Sinceramente, no creo que tu hermano te golpeara por un duelo. Tú le hiciste algo a tu hermano o te metiste con algo muy sagrado para él como para que reaccionara así.

Verti la miró al instante. —Yo no me metí con nada de él.

—Tienes que parar, Verti. Sé que deseas todo lo que tiene tu hermano; siempre has querido igualarlo, y sé que tu madre no es la más amable, pero es por eso que siempre tiene que estarte recordando cuál es tu lugar y…

La mano de Verti se estrelló contra el cuenco de agua que Kathrina sostenía, haciéndolo caer de sus manos al tiempo que se levantaba de la silla y se dirigía contra ella.

—¡¿Por qué nunca puedes permanecer callada?! —le gritó asustándola, mientras ella se cubría el vientre con las manos y antes de que pudiera correr, él la tomó del cuello empujándola contra la pared.

—Por favor, Verti, no me golpees, por favor. Recuerda que estoy embarazada de tu bebé —susurró ella al borde del llanto.

—Espero que sea la última vez que te atreves a hablarme así, Kathrina Filty. De verdad quiero cumplir con la promesa que te hice, pero lo haré a mi modo, así que no intentes cuestionarme. Recuerda que tú prometiste apoyarme en todo y lo harás quieras o no. —Verti la soltó y caminó hacia la puerta, pero antes de salir miró hacia ella, quien aún permanecía contra la pared temblando de miedo—. Y sí, es verdad Kathrina. Antes de ti hubo alguien con quien yo sí quería casarme; tú solo fuiste lo menos inconveniente que mis padres encontraron para mí, porque estoy seguro de que si de verdad valieras, ellos no me habrían casado contigo.

Verti salió cerrando la puerta de la habitación, dejando sola a Kathrina, quien con la respiración agitada, caminó hacia la cama y se dejó caer en ella mientras su llanto y desconsuelo se agudizaban poco a poco.


—Me prometiste que no ibas a confrontar a Verti, Valerio. ¿Por qué lo hiciste? —preguntó Luna, un tanto molesta, pasando un paño húmedo por la boca de Valerio.

—Mi reina, tranquila —él detuvo su mano con delicadeza, buscando su mirada—. Primero, el golpe que me dio no fue tan grave y segundo, no dije nada imprudente que pudiera comprometer mi estrategia.

Antes de que Luna pudiera responder a la objeción de Valerio, la puerta se abrió y la reina madre apareció en la habitación.

—¿Qué fue lo que sucedió ahí afuera, Valerio? —Irenia se acercó a su hijo.

—¿Habló con él, madre?

—Quise hablar con Verti, pero ya que sabes cómo es, así que preferí no hacerlo porque seguro te culpará de todo como siempre y se hará la víctima; a él le encanta tener ese papel en su vida.

Valerio se levantó de la silla donde estaba y, con la mirada un tanto fruncida, se dirigió a Luna diciendo:

—Mi amor, ¿puedes dejarme un momento a solas con mi madre?

Luna asintió sin replicar, dejando el paño limpio sobre la mesa del té y salió de la habitación, cerrando la puerta tras ella. Una vez que estuvo a solas con su madre, Valerio suspiró y dijo sirviéndose una copa de vino de la jarra que yacía en la mesa del té:

—No ha pasado nada que ponga en riesgo la estabilidad del reino, madre. No se preocupe.

—¡Por los dioses, Valerio! No hablo del reino; hablo de ustedes dos como hermanos. Yo los conozco a ambos y sé que si reaccionaste así fue porque Verti te provocó.

Valerio bebió un sorbo antes de responder:

—Sí, él me provocó, pero siéntase satisfecha, madre. Parte del comportamiento débil y resentido de Verti es culpa de padre, pero más que nada, suya.

—¿Qué estás insinuando? —Irenia lo miró indignada—. ¿Acaso yo tengo la culpa de los desequilibrios de Verti?

—Claro que la tiene —alegó, colocando la copa sobre la mesa—. Sé que soy el heredero y que Verti tiene un rol secundario en esta familia, pero usted se encargó de remarcárselo cada vez que pudo, invalidando cualquier valor que él pudiera tener.

—Sabes muy bien cómo funciona esta institución, Valerio Worwick —lo señaló ella con molestia—. Tú naciste para ser heredero y ahora rey, ese fue y es tu destino. Verti siempre ha querido ocupar tu lugar y eso es inadmisible. No podemos desear lo que no nos pertenece.

—Lo sé, madre, y en eso tiene razón. Pero si él desea lo que tengo es porque lo que tiene nunca fue validado ni suficiente para llenar el vacío que usted creó con sus palabras y sus distinciones.

—¡Verti es un adulto! Él debe comportarse como tal y dejar de llorar. Tú has sido más que generoso al nombrarlo tu estratega, pero como reina madre, me temo que tendré que apelar en la próxima reunión con el consejo para que él sea removido de ese cargo —Irenia se dirigió a la puerta—. A él no le corresponde ese lugar.

El golpe de la mano de Valerio estrellándose contra la mesa del té detuvo a Irenia, quien se giró de inmediato al oír a su hijo gritar con una fuerte molestia en su voz:

—¡El rey no aceptará su apelación, madre!

—¡Como reina madre, mi deber es velar por los intereses de esta institución, por tu reinado, por tu hijo y heredero!

—¿Fue por eso que me hizo llegar una carta falsa en la que Venus renunciaba a mí, diciendo que carecía de carácter y que era un poco hombre?

El rostro de Irenia palideció al oír las palabras de su hijo, pero a pesar de ello, mantuvo la mirada en alto sin perder la compostura.

—¿De qué estás hablando?

—Hablé con Venus en Turbios y ella me aclaró que esa carta era mentira, así que analizando todo a detalle durante esos días, me pregunté quién tendría más interés en que yo repudiara sea como sea a Venus y todo apuntó a usted.

—¿Te atreviste a faltarle a tu esposa? —preguntó Irenia, evadiendo su responsabilidad.

—No desvíe la conversación, madre. Yo no le falté el respeto a Luna porque cuando hablé con Venus, yo ya estaba enamorado de Luna, pero lo que usted hizo madre fue muy...

—¡Cállate, Valerio! —lo interrumpió ella, alzando la voz—. Métete esto muy bien en la cabeza, niño. —Se acercó a él, encarándolo—. Para mantener la corona en alto, se debe pisar sobre la superficie más sólida sin importar cuál sea.

—¿Eso incluye manipular nuestras vidas y hacer semejantes bajezas? —replicó él, enfrentándola—. ¿Acaso jamás entendió los resultados que derivan de hacer bien las cosas desde el principio?

—Si estás tan enamorado de tu esposa, deberías agradecer que te casamos con ella. Y no te preocupes, yo seguiré velando por ella y por el bebé que tendrá, que es mi nieto.

—Entonces también debería estar al pendiente del bebé de Kathrina. Ella también es su nuera y el hijo de Verti merece el mismo trato que el mío. Tiene la oportunidad de hacer las cosas mejor esta vez, madre.

Irenia se dirigió a la puerta.

—Si tu solución es relegarme, hazlo. Pero recuerda que yo llevo arraigada en mi sangre Worwick la devoción y propiedad por mi casa, y mi deber es proteger esta institución y lo haré.

—Y recuerde usted que la última palabra aquí la tengo yo, así que si tiene el deber tan arraigado, sabrá que retar a su rey es retar a los dioses. No lo olvide.

Sin bajar la mirada, Irenia salió de la habitación, cerrando la puerta tras ella, mientras que Valerio se dejó caer en la silla llevando las manos a su rostro, tratando de calmar su molestia.


MESES DESPUÉS.

Los meses transcurrieron bajo una aparente calma en el castillo Worwick y las tensiones que habían sacudido a los miembros de la familia parecían haberse apaciguado.

Durante este tiempo, Valerio decidió mantener a Verti en la mesa de su consejo y él se mostró  obediente ante las órdenes de su hermano sin alegar. Verti cumplió con diligencia las tareas que se le fueron encomendadas, lo que había ayudado a mantener una aparente armonía; sin embargo, la lealtad de Verti era una ilusión que cobraba cada vez más fuerza.

En privado, Verti continuó alimentando sus ambiciones y sus fuertes deseos de derrocar a Valerio del trono no había hecho más que intensificarse. Por esta razón, él mantenía el papel de súbdito leal, mientras que Valerio, quien era consciente de la verdadera posición de su hermano, decidió ir un paso adelante y vigilar todos sus movimientos.

Con el apoyo silencioso de la guardia, Valerio comenzó a investigar a profundidad los movimientos de Verti. Él volcó su atención en la orden de ataque que había salido de Southlandy hacia él cuando estuvo en Turbios y las primeras indagaciones apuntaban a que Verti había usado a su espada jurada para dar la orden, descubriendo también ciertos nexos de este guardia con personas alrededor de la isla que conocían a los Eslovas. Pero aún sabiendo esto, Valerio necesitaba pruebas concluyentes antes de actuar y mientras tanto, él recibía informes detallados de los movimientos de su hermano; incluyendo los comunicados que Verti compartía con la cabeza del consejo de Hillcaster. Aún así, Valerio decidió permanecer en calma moviéndose según su estrategia.

Mientras tanto, el embarazo de Luna seguía avanzando, su vientre ya se notaba mucho más abultado y Valerio permanecía atento a su gestación; protegiéndola de cualquier esfuerzo innecesario, ya que la reina había presentado molestias y un evidente agotamiento físico, lo que preocupaba a todos en el castillo y en especial a Irenia, quien se aseguraba de que los encargados revisaran constantemente la salud de Luna.

Durante esos meses, Luna desarrolló una estrecha amistad con Kathrina. Ambas mujeres solían pasar largas horas juntas paseando por los jardines, conversando en los salones del castillo o bordando finas telas para sus bebés en el salón de costura. Sin embargo, Kathrina vivía una situación distinta.

Desde la pelea que tuvo con Verti, él redujo al mínimo el tiempo que pasaba con ella y solo se limitó a aparecer solo cuando era estrictamente necesario o cuando su salud parecía estar comprometida por las complicaciones del embarazo. En esas ocasiones, Verti se hizo presente en sus aposentos para corroborar que todo estuviera en orden, pero rápidamente se retiraba para continuar con sus asuntos y solo en contadas ocasiones cenaba con ella o permanecía a su lado mientras ella descansaba. La soledad de la princesa era evidente y salvo por la compañía de su nana, de Luna y de Irenia;  Kathrina estaba prácticamente abandonada por Verti.

Aprovechando la cercanía que tenía con Luna, Kathrina comenzó también a acercarse a Valerio, quien entendiendo que entre ella y Verti había problemas, empatizó con la mujer y adoptó un rol protector con ayuda de Luna, pero con el tiempo las intenciones de Kathrina comenzaron a tomar un matiz distinto.

El sol brillaba con fuerza ese día sobre los jardines del castillo, mientras Kathrina los contemplaba desde uno de los pasillos a la espera de su esposo a quien ella solicitó para dar un paseo por el jardín.

De repente, ella escuchó pasos acercándose tras ella y al girarse pensando que era su esposo, se encontró con Sr Dorco, quien se reverenció ante ella y dijo:

—Princesa.

—¿Dónde está mi esposo? —preguntó ella, al darse cuenta de que el guardia estaba solo.

—El príncipe Verti me envió a informarle que está ocupado y no está disponible para un paseo y él le sugiere que le diga a su nana que la acompañe. Con su permiso, princesa.

El guardia se reverenció antes de retirarse y sintiendo un nudo en el estómago por la constante indiferencia de Verti, Kathrina se quedó sola en el pasillo, ella acarició su vientre y resignada, comenzó a caminar sola hacia el jardín.

Al llegar a un arbusto repleto de flores, ella sonrió al sentir el agradable aroma, pero al desviar la mirada, vio a Valerio a lo lejos, entrando al castillo en su caballo y Kathrina se quedó observándolo, mientras él descendía de su equino y hablaba con un guardia. Al notar que Valerio se acercaba hacia el jardín, ella giró la vista hacia las flores, pero pronto escuchó la voz del rey detrás de ella:

—¿Qué haces aquí sola, Kathrina?

Ella giró con ligereza, viendo a Valerio acercarse mientras se quitaba los guantes de montar.

—Buenos días, mi rey —respondió Kathrina con una sonrisa—. Quise venir a ver las flores.

—¿De verdad estás sola?

—Sí —respondió, jugueteando con una flor entre sus dedos.

—Pudiste haberle pedido a mi esposa que saliera contigo, como siempre lo hacen o podrías haber venido con tu nana.

—Claro, pero no quise molestar a Luna y mi nana está ocupada preparando mis aposentos. Se suponía que Verti vendría conmigo, pero como siempre, nunca puede.

Valerio frunció el ceño al notar el tono triste en su voz y señalándole el camino con ligera cortesía, él la invitó a caminar cerca de los arbustos.

—No me parece correcto que Verti se desentienda de ti, especialmente en tu estado.

—Ojalá Verti pensara como tú —susurró, tomando el brazo de Valerio—. Es un hecho que a Verti no le importo, ni el bebé tampoco. Él prefiere compartir sus aposentos conmigo solo cuando le conviene. Siempre envía a su guardia para dar excusas, y si intento ir con él, busca la manera de sacarme de la biblioteca y si me resisto, él me...

Kathrina se detuvo abruptamente, como si hubiera dicho demasiado.

—¿Él te qué? —Valerio frunció el ceño—. ¿Qué te hace?

—Mejor olvídalo —ella soltó su brazo—. No creo que sea prudente hablar de eso.

Kathrina se giró para irse, pero en ese instante un dolor agudo la atravesó y se detuvo en seco, llevándose ambas manos al vientre, dejando escapar un gruñido de dolor.

—¿Qué sucede? —preguntó Valerio, alarmado.

—No sé —respondió, agarrándose de él—. Sentí un dolor aquí y... ¡ah! —Volvió a quejarse, inclinándose hacia adelante mientras se sostenía de Valerio—. ¡Me duele mucho!

Sin pensarlo dos veces, Valerio la levantó entre sus brazos y corrió hacia el castillo, buscando ayuda inmediata para que un encargado la atendiera.

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