𝟑𝟒. 𝐂𝐈𝐒𝐌𝐀
Capítulo 34
En la sala privada del rey, Kathrina yacía sentada en uno de los sillones mientras dejaba salir unos ligeros sollozos tras haber estado llorando. En ese instante, una sirviente ingresó a la sala con una taza de té de manzanilla que le entregó a la princesa a petición del rey.
—¿Ya te sientes mejor? —preguntó Valerio, sentado en otro sillón de la sala, justo frente a ella.
—Sí, gracias —ella sonrió con ligereza, llevando la taza de té a su boca mientras esta se movía a causa del temblor de sus manos.
—Sé que no debo inmiscuirme en tus asuntos, pero como rey quisiera saber qué fue lo que realmente te sucedió y por qué estás llorando.
Kathrina bajó la mirada, mordiéndose el labio inferior y tras un breve silencio, dijo:
—Son, son asuntos entre mi esposo y yo.
Valerio frunció el ceño.
—¿Acaso Verti te hizo algo?
—No, me refiero a que... —ella suspiró, buscando la forma de no ser tan directa—. Desde que empecé a gestar, mi sensibilidad ha aumentado y a veces me siento sola porque Verti, nunca está presente para mí.
—Lo que me dices es preocupante. Se supone que como tu esposo, él debe estar al pendiente de ti y del bebé.
—Sí, lo sé, pero él solo está cuando le sobra tiempo para mí.
Sintiendo pena por las palabras de Kathrina, Valerio se levantó de su lugar y colocándose tras el espaldar del mueble, preguntó:
—¿Mi madre sabe sobre esto?
—No, la reina Irenia no es consciente de nada y bueno, yo con ella casi no hablo.
—¿No? —Valerio se extrañó al oír la afirmación de Kathrina, ya que él sabía que su madre estaba al pendiente de todo lo que se refería a la gestación de Luna y eso lo desconcertó.
—No. Pero yo la comprendo. La reina ha pasado por días difíciles y quizás solo quiera tiempo para ella y está bien. Yo tengo a mi nana Margot —Kathrina agachó la mirada—. Sin ella todo sería peor.
—Comprendo lo que me dices y bueno, creo que en los asuntos maritales de cada pareja nadie se debe inmiscuir, pero como rey y protector de esta institución, creo que debería hablar con Verti, puesto que el matrimonio de ustedes pertenece a esta institución.
—No, por favor, no lo hagas —dijo un tanto alterada—. No me quiero ni imaginar cómo se portará conmigo si llega a saber que estoy hablando de esto contigo.
Las palabras de Kathrina desconcertaron a Valerio, ya que sin decir nada más, él pudo entender que de alguna manera, Verti la agredía y pensar en que eso podría ser posible era preocupante, pero en ese instante la puerta de la sala se abrió y Valerio alzó su mirada, observando a Luna entrar.
—Esposa —dijo él, dirigiéndose hacia Luna—. Qué bueno que llegaste. —Valerio tomó la mano de ella con gentileza, guiándola hacia su lado.
—¿Sucede algo? —preguntó ella, observando a Kathrina sentada en el mueble.
—No, no ha sucedido nada grave. Al parecer Lady Kathrina se ha estado sintiendo un poco sola últimamente y me la encontré alterada en uno de los pasillos. Así que debido a su estado, la traje aquí y ordené que le trajeran un té.
Luna miró a Kathrina con cierta pena, entendiendo a fondo las palabras de Valerio, pues sabía bien a qué se refería la princesa al decir que se sentía sola, por lo que Verti le había revelado, y sintiendo empatía por ella, Luna se acercó a Kathrina y con amabilidad le preguntó:
—¿Te gustaría acompañarme al cuarto de costura? Creo que un cambio de ambiente podría hacerte bien.
Kathrina miró a Luna con una ligera sonrisa y dejando la taza de té a un lado, se levantó del mueble y dijo:
—Sí, me gustaría.
Contenta por la aceptación de Kathrina, Luna sonrió y girándose hacia Valerio, preguntó:
—¿Estás ocupado, amor?
—Tengo algunas cosas que hacer, pero creo que terminaré pronto. ¿Por qué?
—Es que tu madre ordenó hacer algunas ropitas para el bebé y voy a verlas. Así que me preguntaba si te gustaría venir a verlas tú también, pero si estás muy ocupado yo las podría llevar a nuestros aposentos.
En silencio, Kathrina escuchaba la conversación entre Luna y Valerio, mientras sus ojos se dirigían de reojo hacia ellos.
—Para mí no es problema ir un momento a ver las ropitas de nuestro bebé al cuarto de costura —dijo él, sonriendo—. Trataré de desocuparme lo más rápido posible y llegaré ahí.
—Entonces te espero.
Luna y Valerio se dieron un tierno beso y al culminar el ligero gesto de cariño; la reina se dirigió a Kathrina y ambas salieron de la sala, dándole privacidad al rey para que continuara con sus deberes.
Como Valerio lo prometió, se presentó al cuarto de costura, donde estuvo un tiempo junto a Luna viendo las ropitas que Irenia tenía para el bebé y después de salir de la sala de costura, la pareja se dirigió a sus aposentos.
Al cruzar la puerta, Luna dejó las telas que llevaba en las manos sobre la cómoda de madera que estaba a un costado de la habitación, mientras Valerio la observaba en silencio, sabiendo que por la actitud un tanto decaída que tuvo Luna en el cuarto de costura, algo no estaba bien.
Ajena a su mirada, Luna seguía acomodando las telas con cuidado para guardarlas y fue entonces cuando Valerio se acercó por detrás, rozando su cuello con un suave beso.
—¿Te sucede algo?
Sorprendida ante el inesperado gesto, ella respondió al instante, tratando de desviar la atención.
—No, no me sucede nada.
Al oír la negación de su esposa, él detuvo con su mano lo que ella estaba haciendo con las telas y buscó su mirada para hacerle saber que él estaba hablando en serio.
—No me mientas, Luna. Sé que algo te sucede. Te sentí algo inquieta y distraída en la sala de costura; no creas que no me di cuenta solo porque me senté con un libro en la mano mientras hablaban de telas y bordados.
—¿Cómo es que sabes cuándo algo me sucede?
—Por tu brillo. —Él la miró a los ojos—. Cuando algo te pasa, el brillo de tus ojos se atenúa.
Tocada por la atención que él le prestaba y lo acertado que era, ella sonrió admirada de lo observador que podía ser, y tras un leve suspiro, ella se decidió a hablar.
—Está bien. Sí me sucede algo, pero no sabía si decírtelo porque no quería causarte problemas.
Al escuchar esas palabras, Valerio frunció el ceño preocupado.
—¿Qué sucede?
Luna caminó hacia la cama, mientras él la seguía con la mirada de pie junto a la cómoda.
—Me encontré con Verti en la biblioteca y me pidió que habláramos.
Al oír esto, el rostro de Valerio cambió y su expresión se volvió más seria, rayando en lo molesto.
—¿Te hizo algo?
—No, no me hizo nada. Él solo me recriminó el hecho de que ahora estuviera feliz contigo.
—¡¿Qué?! ¿Pero qué es lo que le pasa a ese imbécil?
—Valerio, cálmate, por favor. Yo me mantuve firme todo el tiempo y le dejé en claro que ahora estoy contigo, que estoy enamorada de ti y que eso no va a cambiar. —Luna suspiró—. Pero lo que más me preocupó de todo lo que me dijo fue lo que me reveló sobre Kathrina.
—¿Qué te dijo sobre ella?
—Él me dijo que no amaba a Kathrina y que incluso cree que la desprecia, por eso cuando me dijiste en la sala que ella se sentía sola; me dio mucha pena porque estoy segura de que él ya le ha hecho desaires y eso no está bien; además, cuando le dejé claro que nada cambiaría entre nosotros, lo noté extraño. Él me miró con una frialdad y mezquindad que jamás había visto, y lo que me dijo después de eso incluso me dio escalofríos.
—¿Qué fue lo que dijo?
—Él dijo: “Siempre hay algo que nos hace conservar o perder la cabeza, mi Luna, y tú no eres la excepción".
Al escuchar esa frase, Valerio comprendió lo que quiso decir Verti tras aquella clara amenaza y la rabia no tardó en apoderarse de él. Sin pensarlo dos veces, él se dirigió a la puerta con la intención de ir a buscarlo y encararlo, pero antes de que pudiera abrirla, Luna se levantó de la cama y lo detuvo, cortándole el camino.
—¡Detente, Valerio! No lo hagas, no caigas en su juego —dijo ella, buscando detenerlo.
—¡Luna, por los dioses! Verti puede hacerme lo que se le dé la gana a mí, pero no voy a permitir que se meta contigo ni que te amenace, porque eso fue lo que hizo. ¡Él tiene intenciones de hacer que agaches la cabeza y que hagas lo que él quiera!
—Lo entiendo, pero debes contenerte.
Lleno de rabia, Valerio estrelló su puño contra la puerta con toda su fuerza y de inmediato Luna se apartó, observándolo preocupada.
—Cálmate, Valerio —ella se acercó a él para tratar de persuadirlo—. No permitas que la rabia te desvíe de lo que estás haciendo. Esto que te he dicho puedes usarlo de alguna forma a tu favor, pero no permitas que te descontrole. Recuerda que ya tienes un plan y lo estás llevando a cabo con calma. Si reaccionas impulsivamente, podrías echar todo a perder.
A pesar de la inmensa rabia que tenía, Valerio escuchó la voz de Luna y trató de calmarse, pero su mirada aún reflejaba lo molesto que estaba.
—Eres mucho más inteligente que él —le susurró ella con ternura—. Y te controlas mucho mejor que él, así que no dejes que te arrastre a su juego, si eso es lo que él está buscando.
—Lo haré, Luna. Trataré de mantener la calma, pero no voy a permitir que se meta contigo ni con nuestro bebé, porque si tan solo se atreve a cruzar esa línea, yo mismo soy capaz de matarlo.
—Ya, no pierdas el control, ¿sí?
—Lo haré.
Al escuchar las promesas de su esposo, Luna se arrojó sobre su pecho y Valerio la estrechó con fuerza, dejando que el contacto con ella le diera la calma que necesitaba, pero a pesar de eso, la mirada fría y molesta de Valerio no se desvaneció, porque de alguna manera él le haría pagar la clara amenaza hacia Luna.
La mañana había caído sobre Southlandy y mientras el sol calentaba la tierra, el sonido del metal de las espadas en entrenamiento se escuchaba al fondo, al tiempo que Verti se encontraba en el patio de armas inspeccionando la armería, como era costumbre cada día.
—¿Me aceptas un duelo?
Verti giró su rostro al oír aquella voz, encontrándose con Valerio a su lado, pero al instante, él volvió su vista hacia las armas, conservando su serenidad, mientras una sonrisa discreta se asomaba en su rostro.
—¿Estás seguro de que deseas un duelo conmigo?
—Sí.
Verti se dio la vuelta, observando a los guardias y soldados que se encontraban cerca, y dijo:
—Creo que aquí hay guardias y soldados con los que podrías dar un mejor espectáculo, ¿no te parece?
—¿Me tienes miedo? —preguntó Valerio, viendo cómo su hermano intentaba irse, pero sus palabras detuvieron su paso, haciendo que girara su rostro hacia él.
—¿Por qué te tendría miedo?
—Entonces, si no me tienes miedo, acepta el duelo y que corra la sangre que tenga que correr.
Sin decir más, Verti sonrió con ligereza mirando hacia otro lado y se giró para seguir su camino diciendo:
—No sé con qué finalidad quieres hacer esto, pero no estoy de ánimos para tus bromas, Valerio.
—¿No estás de ánimo o eres un cobarde que solo se enfrenta a personas con menos capacidad de defenderse o de ganarte?
Verti aminoró su paso, sintiendo cómo la rabia comenzaba a tomar control de su cuerpo al oír la mofa de Valerio hacia él.
—Debo trabajar en tu estrategia, hermano. Nos vemos después.
Verti continuó caminando, sin preocuparse por su hermano, pero Valerio no tenía intenciones de dejarlo ir tan fácilmente y sin avisar, él se abalanzó sobre Verti con furia y lo agarró por el cuello de su camisón, estampando su cuerpo contra la pared con un fuerte golpe.
—¡Ahora te acobardas cuando te pido que te enfrentes a mí, pero sí tienes la osadía de amenazar a mi esposa cuando está sola!
—¡Suéltame, Valerio! —Con torpeza, él logró zafarse de las manos de su hermano y alejándose de él, dijo—: ¡Te recuerdo que tu esposa compartió cartas conmigo, donde juraba solo quererme a mí y de la nada su lealtad y su palabra cambiaron apenas te la cogiste en Turbios!
Valerio estrelló su puño contra el rostro de Verti sin aviso, dejándolo tendido en el suelo y con notable afán, Verti se levantó e intentó correr queriendo huir lejos de su hermano, pero Valerio lo agarró de nuevo por el cuello de su camisón; arrastrándolo fuera del pasadizo, donde los sirvientes y guardias comenzaron a alarmarse al ver a los hermanos pelear.
—Si aún no has superado tus malditos problemas de aceptación, desquítate conmigo o con alguien que esté a tu nivel. ¡Pero con mi esposa no te metas, Verti! No me hagas pensar que coloqué a un enemigo a mi lado en mi mesa.
Verti intentó zafarse una vez más de Valerio, mientras ambos trataban de golpearse mutuamente y medio de aquel forcejeo, Verti le dio un golpe en el rostro a Valerio para quitárselo de encima, pero al intentar huir; Valerio lo alcanzó de nuevo y dejándose llevar por la rabia, lo tomó por el cuello del camisón y le dio otro golpe a puño cerrado en el rostro, tirándolo al suelo boca arriba.
—¡No vuelvas a referirte así de tu reina, que es mi esposa!
Valerio le dio otro golpe a puño cerrado en el rostro y cuando estuvo a punto de darle otro más, Verti gritó desesperado:
—¡Ya! ¡Ya! ¡Me disculpo! ¡Me disculpo!
En ese instante, se escuchó un bullicio a lo lejos, y la reina Irenia junto a la reina Luna salieron del pasillo; corriendo hacia ellos con prisa, mientras veían la pelea entre los hermanos.
Irenia y Luna gritaban el nombre de Valerio al mismo tiempo mientras se apresuraban para apartarlo de Verti, y tras ellas, Kathrina permaneció observando el enfrentamiento a cierta distancia sin intervenir.
—¡Valerio, basta! —gritó Irenia, tomando a Valerio del brazo para apartarlo—. ¡Detente!
—¡Valerio, por favor! ¡Es suficiente! —gritó Luna, colocándose frente a él, sabiendo que con ella en medio se detendría.
Irenia vio a Valerio con sangre en la boca y al instante, volcó su mirada hacia Verti y lo observó tendido en el suelo con el rostro ensangrentado.
—¿Qué es lo que sucede con ustedes dos? ¿Van a volver de nuevo a sus peleas?
—Suelta tu pasado de una vez por todas si quieres seguir en mi mesa. De lo contrario, tu exilio será un hecho —dijo Valerio, señalando a su hermano.
—¿De qué estás hablando, Valerio? ¿Qué es lo que está pasando? —preguntó Irenia una vez más, molesta, encarando a Valerio.
—Nada, madre. Solo que mi hermano cometió una falta contra el decoro del rey, pero no sé preocupe, él ya se disculpó.
Con esa respuesta, Valerio tomó la mano de Luna y comenzó a caminar junto a ella hacia el interior del castillo, mientras que Irenia, aún sin comprender del todo lo que acababa de suceder, miró a Verti una última vez y sin decir una sola palabra, ella se dio la vuelta y caminó también hacia el interior del castillo; pasando al lado de Kathrina, quien aún permanecía de pie, observando todo.
Al quedar solos, Kathrina caminó hasta su esposo y le extendió la mano para ayudarlo a levantarse, pero Verti la miró con molestia, rechazando su ayuda y con un movimiento brusco, él se levantó por su cuenta, ignorándola por completo mientras pasaba a su lado y herida por su indiferencia, ella solo se limitó a observarlo ingresar al castillo.
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